jueves, 29 de noviembre de 2012

EL RACIONALISMO Y LA NAVIDAD







Diciembre de 2011

Buscando una bella tarjeta de Navidad para enviar a los amigos, me remití al sitio tu parada.com, especialista en felicitaciones.

Lo que encontré en abundancia, fue este símbolo `hippie´ de paz y amor, con la escueta leyenda de `Felices Fiestas´, ¿de cumpleaños? ¿patrias? ¿o más probablemente de Halloween?, ya que este símbolo en épocas remotas era usado por hechiceros y brujas. Posteriormente recibí algunas felicitaciones con la misma escueta leyenda de `Felices Fiestas´, y entonces recordé los comentarios de ese enorme teólogo franciscano Raniero Cantalamessa, OFM, quién hace un año señalaba que “después del cientificismo y del secularismo, el tercer obstáculo que, hace a gran parte de la cultura moderna 'refractaria' al Evangelio es el racionalismo” y abundaba “El terreno cultural del racionalismo – su causa y al mismo tiempo su efecto – es la pérdida del sentido de lo sagrado, es necesario por ello que la Iglesia ayude a los hombres a remontar la pendiente y redescubrir la presencia y la belleza de lo sagrado en el mundo.”

Siguiendo el discurso The Usurpation of Raison del cardenal John Henry Newman, Cantalamessa señala que la usurpación de la razón consiste en “ese cierto difundido abuso de esta facultad que se verifica cada vez que uno se ocupa de religión sin un adecuado conocimiento íntimo, o sin el debido respeto por los primeros principios propios a ella”.

Cantalamessa hace consideraciones muy interesantes sobre la razón y la fe: “El análisis de Newman tiene rasgos nuevos y originales; saca a la luz la tendencia, por así decirlo, imperialista, de la razón de someter todo aspecto de la realidad a sus propios principios. Pero se puede considerar el racionalismo también desde otro punto de vista, estrechamente unido con el anterior. Por quedarnos en la metáfora política empleada por Newman, podríamos definirlo como la postura del aislacionismo, de cerrazón en sí misma de la razón. Este no consiste tanto en invadir el campo de los demás, sino en no reconocer la existencia de otro campo fuera del propio. En otras palabras, en el rechazo de que pueda existir verdad alguna fuera de la que pasa a través de la razón humana.

Bajo este aspecto, el racionalismo no nació con la Ilustración, aunque ésta haya imprimido en él una aceleración cuyos efectos se observan aún. Es una tendencia con la que la fe ha tenido que echar cuentas desde siempre. No solo la fe cristiana, sino también la judía y la islámica, al menos en la Edad Media, conocieron este desafío.

Contra esta pretensión de absolutismo de la razón, se ha elevado en todas las épocas no sólo la voz de hombres de fe, sino también la de hombres militantes en el campo de la razón, filósofos y científicos. `El acto supremo de la razón, escribió Pascal, está en reconocer que existe una infinidad de cosas que la sobrepasan´. En el instante mismo en que la razón reconoce su límite, lo franquea y lo supera. Este reconocimiento se produce por obra de la razón, y por ello es un acto exquisitamente racional. Es, literalmente, una `docta ignorancia´. Un ignorar `con conocimiento de causa´, sabiendo que no se sabe. “



Un estremecimiento de fe en Navidad


“Llegamos así a la conclusión práctica que más nos interesa en una meditación como esta. No sólo los no creyentes y los racionalistas necesitan irrupciones imprevistas de lo sobrenatural en la vida para llegar a la fe; las necesitamos también nosotros los creyentes para reavivar nuestra fe. El peligro mayor que corren las personas religiosas es el de reducir la fe a una secuencia de ritos y de fórmulas, repetidas incluso con escrúpulo, pero de forma mecánica y sin participación íntima de todo el ser.”

“La Navidad puede ser una ocasión privilegiada para tener este estremecimiento de fe. Esta es la suprema “teofanía” de Dios, la más alta `manifestación de lo Sagrado´. Por desgracia el fenómeno del secularismo está despojando a esta fiesta de su carácter de `misterio tremendo´ – es decir, que induce al santo temor y a la adoración –, para reducirlo al único aspecto de `misterio fascinante´. Fascinante, lo que es peor, en sentido sólo natural, no sobrenatural: una fiesta de los valores familiares, del invierno, del árbol, de los renos y de Papá Noel. Existe en algunos países la intención de cambiar también el nombre de Navidad por el de `fiesta de la luz´. En pocos casos la secularización es tan visible como en Navidad.”

“Ayuda mucho a hacer de la Navidad la ocasión para un sobresalto de fe encontrar espacios de silencio. La liturgia envuelve el nacimiento de Jesús en el silencio...”

“La Madre de Dios es el modelo insuperable de este silencio navideño: `María – está escrito – conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón´ (Lc 2, 19). El silencio de María en Navidad es más que un simple callarse; es maravilla, es adoración; es un `silencio religioso´, un ser superada por la realidad. La interpretación más verdadera del silencio de María es la que está en los iconos bizantinos, donde la Madre de Dios nos parece inmóvil, con la mirada fija, los ojos desorbitados, como quien ha visto cosas que no se pueden describir con palabras. María, la primera, elevó a Dios lo que san Gregorio Nacianceno llama un `himno de silencio´.
Celebra verdaderamente la Navidad quien es capaz de hacer hoy, a distancia de siglos, lo que habría hecho, si hubiese estado presente ese día. Quien hace lo que nos enseñó a hacer María: ¡arrodillarse, adorar y callar!”




Jorge Pérez Uribe


El texto íntegro de la meditación de Raniero Cantalamessa se puede consultar en:
http://www.zenit.org/article-37650?l=spanish