jueves, 6 de noviembre de 2014

A UN AÑO DE LA “PEREGRINACIÓN Y ENCUENTRO CONTINENTAL GUADALUPANO”




Lo tengo muy presente, lo recuerdo con cierta nostalgia. Fue hace un año del 16 al 19 de noviembre (ver post: Peregrinación y Encuentro Continental Guadalupano del 21 de noviembre de 2013)

Días antes el amigo Reyes me invitó a un evento muy importante de una agrupación laical, pero había ya efectuado mi inscripción al Encuentro Guadalupano, le expliqué que consideraba muy importante mi participación en él para reportearlo, ya que los grandes medios masivos no son proclives a reportar estos eventos. Me sentí apenado con él, pero existía una gran atracción hacía el “Encuentro” y no era para menos. De los 9 cardenales que iban a participar, dos pertenecían al grupo de ocho que conformaba la comisión creada por el Papa Francisco para reformar la Curia Romana, además de que asistirían cerca de 60 obispos de toda América y Filipinas, así como los integrantes de la Pontificia Comisión para América Latina, es decir, la crema y nata de la Iglesia Católica enfocada a este continente.




No había señalamientos de etiqueta, pero por la naturaleza del evento pensé que lo adecuado era la formalidad del traje con corbata (y no me equivoqué). Reconocí a las grandes figuras del evento y ellos me miraban también como preguntándose quién sería yo. No sabían que era un simple macehual como Juan Diego que acudía –sin saberlo- a escuchar la voluntad de la “niña del Tepeyac”.

El evento continental se iba a desarrollar en las instalaciones de la llamada “Plaza Mariana”, -recién construida- pero a las que no había accesado con anterioridad.

Memorable fue el rosario que efectuamos subiendo y bajando por el cerro del Tepeyac, en un atardecer magnífico, libre de contaminación o nublados, en el cual se podían observar perfectamente los dos volcanes al oriente de la ciudad: el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl. Ya nos lo había advertido Mons. Eduardo Chávez: “la Virgen prepara sus días” 


Hay eventos en la vida, de los cuáles podemos afirmar que fuimos uno antes y otro con posterioridad a ellos. Pues bien este fue en mi vida algo crucial. Para mí fue un verdadero “encontronazo” con la Guadalupana, de frente y sin intermediarios. Conocí como no lo había hecho hasta entonces el hecho guadalupano y a ese gran desconocido Juan Diego Cuautlatoatzin. Entonces fue cuando entendí, la invitación que se me había corrido desde lo alto y que realmente lo único que tuve que hacer fue acceder a ella, que no estaba yo allí, tanto para reportear, como para establecer un diálogo cercano y profundo con la “niña del Tepeyac”, que como a Juan Diego, quería trasmitirle sus deseos.

Fueron cuatro días de intenso conocimiento del milagro guadalupano, de la realidad americana, de cómo podía ayudar la Iglesia a revertir la falta de educación, la pobreza, la delincuencia y demás problemas que nos agobian; así como efectuar una mejor evangelización. Pero también fueron cuatro días de reflexión personal y de un profundo diálogo con Santa María de Guadalupe. Expuse mis peticiones, mis más hondos deseos y ella también.

Memorable fue también la vigilia mariana del lunes 18 en donde el Cardenal Marc Ouellet entregó al Cardenal Norberto Rivera, el obsequio que mandaba el Papa Francisco a la “Guadalupana” un bellísimo ramillete con una rosa de oro.


Recuerdo la clausura del evento el martes 19, con una Solemne Celebración Eucarística por la evangelización de los pueblos, presidida por el Cardenal Marc Ouellet y aún resuenan en mis oídos sus palabras: “Que el Espíritu de la Misión Continental despliegue ampliamente sus dones a todas las naciones. ¡Que toda América sea atravesada por un gran soplo misionero!” y la despedida final con la mexícanisima expresión: “¡Viva Cristo Rey y Nuestra Señora de Guadalupe!”

La temática del Encuentro y las conclusiones se fueron “aterrizando” con posterioridad a distintos niveles, mediante ciclos de conferencias. Recuerdo por ejemplo un ciclo en la Universidad Pontificia, al que fui invitado por el amigo Luis y que obviamente decliné, ya que había estado nada menos que, en el lanzamiento de los temas.

A un año puedo decir que aunque aparentemente soy el mismo ha habido un cambio radical en mí y en mí actividad como comunicador, el cual no me esperaba. Lo que he logrado en este tiempo no ha sido porque yo me lo haya propuesto, no, simplemente las cosas se han ido dando por la intercesión de “Nuestra Señora del Tepeyac”, y en ello he conocido también, cual es su voluntad.

Un año después, sé lo que le debía haber respondido al amigo Reyes y es lo siguiente:

<<Amigo Reyes, he recibido una invitación muy especial de la Virgen de Guadalupe, para un encuentro de cuatro días con ella. Además de que no puedo rechazar una invitación de tan alta investidura, de éste encuentro dependerá mi salvación y lo que haya de hacer de aquí en adelante. Considero entenderás la importancia del encuentro, ya que sabré cuáles son los deseos que la Virgen tiene para mí. Adicionalmente podré reportear el evento y publicarlo en mi blog, para que muchos se enteren>>. 

Indudablemente, el amigo Reyes -un hombre de fe-, habría entendido la relevancia de mi peregrinación al Tepeyac.


Jorge Pérez Uribe