sábado, 1 de septiembre de 2018

MIGUEL HIDALGO, EN DOLORES, EL 18 BRUMARIO, Y LA INVASIÓN A ESPAÑA (IV)




En Francia: el golpe de estado del 18 de brumario


El día 18 de brumario del año VIII (calendario republicano francés, equivalente al 9 de noviembre de 1799), Napoleón Bonaparte, retornado desde la campaña de Egipto y aprovechando la debilidad política del Directorio Ejecutivo gobernante en Francia, dio un sorprendente golpe de Estado contando con el apoyo popular y del ejército (sabedores de sus hazañas y capacidades en las diferentes campañas de las Guerras Revolucionarias Francesas), junto a algunos ideólogos de la Revolución como Sieyès, Roger Ducos y Talleyrand.

Este golpe de Estado, que en principio pretendía acabar con la corrupción del anterior gobierno y favorecer los intereses de la nueva burguesía republicana, llevó a un régimen consular, en donde inicialmente fue el Primer Cónsul y después el Cónsul Vitalicio y finalmente el Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804.


La subdelegación de Dolores



Habíamos comentado que el 6 de octubre de 1803, Hidalgo había asumido el cargo de párroco en la población de Dolores.

La jurisdicción de Dolores formaba parte de la alcaldía mayor de San Miguel el Grande, pero a raíz de la institución de las Intendencias (1786), alcanzó el rango de subdelegación, supeditada al intendente de Guanajuato Juan Antonio de Riaño y Bárcena, quien ya hemos visto era buen amigo de Hidalgo.

Esta jurisdicción superaba las 40,000 personas, 15% de origen hispano, entre criollos y peninsulares, 35% de mestizos y castas y 50% de indígenas otomíes asentados por migración, Es importante señalar que aunque no constituían un pueblo de indios, estaban organizados en una república y gobierno propios.

La Parroquia y la subdelegación de Dolores estaban asentadas en la cuenca del río de la Laja, tributario del Lerma, formando parte de los sistemas orográficos denominados Sierras de la Altiplanicie del Norte y Sierra del Centro, con alturas promedio de 2,000 metros en el valle y 2,500 en las serranías. Poco más baja que la región de San Felipe, la de Dolores era más fértil, pues se agregaban las aguas de los ríos Dolores y San Diego. Por ello los ingresos de la población agrícola y por tanto del diezmo eran mayores que en San Felipe, aún cuando el territorio era menor. Sin embargo está bonanza no llegaba a los indios –otomíes en su mayoría-, que no poseían tierra comunales y que se asentaban en las partes altas de la cuenca, donde la tierra sólo daba magras cosechas.


La parroquia de Dolores


Quien ha visitado este templo podrá constatar sus enormes dimensiones. Terminado apenas por su hermano Joaquín, está dedicado a Nuestra Señora de los Dolores. En esa época existían tres retablos barrocos: uno central que ya no existe y dos laterales, que se pueden admirar aún. El pueblo de dolores contaba además con 8 capillas y 16 clérigos.
Su laicado era muy participativo organizado en grupos de devoción y ayuda mutua, como las cofradías, las hermandades y las órdenes terceras [1]. A principios del siglo XIX funcionaban tres cofradías en Dolores: la de Nuestra Señora de los Dolores, la del Santísimo Sacramento y la de las Ánimas, así como la Hermandad de San Roque y la Orden Tercera de San Francisco.




Empresario artesanal, apicultor y de cultivos


La estancia de Hidalgo en dolores estuvo marcada por el asedio de deudas, al grado de que se le secuestraron sus ingresos como párroco con el fin de saldarlas. Cuando en San Felipe le sucedió lo mismo se marchó temporalmente a sus haciendas para hacerlas producir más. Hidalgo sabía que ésta vez no era esa la solución, por lo que se le ocurrió promover objetos artesanales de uso cotidiano que le dejaran mejores ingresos: alfarería, curtiduría, herrería y carpintería, así como los cultivos de la morera para la seda y de la uva para vino y finalmente panales de abejas. Si bien en dolores ya existían dichas actividades, faltaba impulso, organización e innovación que el cura empresario podía aportar. Por otra parte si sus indios feligreses carecían de tierras, sentía parte de su responsabilidad como párroco socorrerlos. Así pues inició con entusiasmo el diseño y creación de aquellos talleres y cultivos, preguntando y leyendo: ”se aficionó a la lectura de obras de artes y ciencias y tomó con empeño el fomento de varios ramos agrícolas e industriales en su curato” [2]; con el paso de los días se percató de que el verdadero éxito de aquellas empresas lo requería de tiempo completo, por lo que decidió encargar la administración parroquial a Francisco Bustamante, sacristán mayor. No obstante no dejó el beneficio ni la responsabilidad última, reservándose el derecho de intervenir el cualquier momento.

Su jornada diaria iniciaba a las 5 de la mañana dirigiéndose al santuario de El Llanito en donde celebraba misa de 6, predicando y confesando. Antes de las ocho, llegaba a la sedería y luego a la alfarería y a la tenería. De ahí se dirigía a la vinería. <<Una vez concluido el recorrido de revista e indicaciones, se ponía a estudiar “para lo cual tenía un lugar en un costado de la alfarería hacia el Poniente, en cuyo punto tenía una silla y allí leía silenciosamente, sin que nadie se atreviera a interrumpirlo”>> [3]

Para sus proyectos dispuso de inmuebles para obras pías de la Iglesia: una casa y tres huertas. En el caso de la vinatería, el cultivo de la uva era ya notable en Dolores, antes de Hidalgo y para que fuera negocio necesitaba contar con licencia del gobierno virreinal, sin embargo, no se la dieron.


España de aliada a estado satélite francés



Napoleón va a introducir una nueva política, el control de Europa. En estos momentos mantiene la alianza con España contra Gran Bretaña, pero las pretensiones del francés ya no son las mismas que había antes de la Revolución Francesa. Napoleón se olvida de las colonias en América y se concentra en formar un gran imperio continental en Europa. Para ello, necesita la flota Española, considerada la segunda mejor del mundo, para acabar con Inglaterra. Napoleón va a convencer a Godoy de que España puede ejercer un control ultramarino y Francia un poder militar en tierra que haga un gran imperio. El Emperador francés quiere en realidad la flota española para invadir Gran Bretaña. El problema es que la propia flota británica es muy superior a la española. A pesar de un plan para acabar con los barcos ingleses, Nelson no cae en la trampa de españoles y franceses, y éstos se enfrentan a la flota británica en Trafalgar (1805), donde toda la armada española es destruida. A partir de este momento España ya no tiene utilidad ninguna para Napoleón. España no es más que un estado satélite francés. El miedo a Francia lleva a España y a Godoy al servilismo. España concede a las tropas francesas permiso para que tomen Portugal, aliado éste de Inglaterra, tras el tratado de Fontainebleau (1807). Este permiso llevó a que los franceses ocupasen también España sin ninguna oposición.




La soledad acosa a Hidalgo.



Aunque en su casa lo acompañaban sus medios hermanos Mariano, Guadalupe y Vicenta, no olvidaba a su hermano mayor Joaquín fallecido en septiembre de 1803.

Las denuncias inquisitoriales aunque infundadas, lo habían infamado de hecho, por lo que muchos amigos y clérigos ahora le daban la espalda, eso ocurrió exactamente con la clerecía de Guanajuato, a donde acostumbrara acudir para visitar a los ilustrados Riaño, y había hecho amistad con el médico y maestro de matemáticas poblano José Antonio Rojas. Por esos días –mayo de 1803- Rojas era objeto de reconocimiento público por las visitas del virrey Iturrigaray y sobre todo la de Humboldt, -agosto y septiembre del mismo año- a quien Rojas auxilió en sus investigaciones. Quizá crecido por ello Rojas se fue de la lengua por lo que la Inquisición lo encarceló en mayo de 1804. Manuel, su hermano fue su defensor y le consiguió una pena benigna, pero no pudo volver a Guanajuato.

Luego el 18 de junio de 1804 expiraba su querido obispo Antonio de san Miguel. A los tres meses fallecía su querido tío Vicente Gallaga. En agosto de 1805, partió a Europa el clérigo Martín García de Carrasquedo, a quien quería como ahijado.

Tal vez la pérdida de estas amistades, hizo que Miguel entablara una relación más profunda con Ignacio Allende, con quien compartía el gusto por las corridas de toros.

A mediados de 1806 los militares de Nueva España fueron convocados por el virrey Iturrigaray para concentrarse en varios puntos ante la amenaza de un ataque inglés, debido a la alianza de España con Francia; por lo que Allende marchó a la Ciudad de México, volviendo al cabo de seis meses. No obstante, ambos tenían razones suficientes para hacer viajes frecuentes a Santiago de Querétaro. Hidalgo necesitaba el influjo vital de la cultura citadina y en aquella ciudad se habían desarrollado muchas instituciones educativas, como el colegio sucedáneo del jesuita y los estudios conventuales de franciscanos, agustinos, dominicos, carmelitas y mercedarios. Por su parte Allende se hizo dueño de un molino, que le brindó múltiples relaciones en la localidad, entre ellos un tendero Epigmenio González. Además tenía una novia. Un amigo en común era el Corregidor del territorio queretano, el licenciado Miguel Domínguez, y su esposa Josefa Ortiz.


El motín de Aranjuez, España



La presencia de tropas francesas en España, en virtud del tratado de Fontainebleau, se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas (Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras). El total de soldados franceses acantonados en España ascendía ya a 65,000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, una pequeña multitud compuesta por nobles cercanos al príncipe de Asturias—, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.


Las abdicaciones de Bayona


Tras el motín de Aranjuez, Napoleón cambió su plan inicial de desmembrar la monarquía española por el de asimilarla a su Imperio, mediante el cambio de la dinastía de los Borbones por un miembro de su familia, "ya que creía imposible restablecer en el trono a Carlos IV contra la opinión de gran parte de la nación, y no deseaba reconocer a Fernando VII, sublevado contra su padre".

Para llevar a cabo su plan convocó a toda la familia real española para que se reuniera con él en Bayona, incluido Godoy que fue liberado por los franceses el 27 de abril, el mismo día en que se conoció en Madrid que el viaje del rey Fernando VII a la frontera era para entrevistarse con Napoleón. En Bayona tanto Fernando VII como Carlos IV ofrecieron poca resistencia a los planes de Napoleón de situar en el trono de España a un miembro de su familia y en menos de ocho días abdicaron de la corona de España en su favor. Todo esto quedó rubricado con la firma del Tratado de Bayona el 5 de mayo entre Carlos IV y Napoleón Bonaparte, por el que el primero cedía al segundo sus derechos a la Corona española, con dos condiciones: el mantenimiento íntegro del territorio de la monarquía y el reconocimiento de la religión católica como la única en ella. Días después firmarían su renuncia a los derechos sucesorios que pudieran corresponderles, el propio Fernando, su hermano Carlos María Isidro, y el tío de ambos, el infante don Antonio.


La respuesta de los criollos en la voz del capitán Allende



A partir del 8 de junio se dieron a conocer las primeras noticias de la crisis en España, como la renuncia de Carlos IV y sobre todo la entrada del ejército español, pero el clímax se dio el 14 de julio de 1808, cuando se supo de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII. <<Para entonces, la mayor parte de los militares del país se habían concentrado de nuevo en varios puntos del oriente debido a la renovada amenaza de un ataque inglés. El capitán Ignacio Allende se hallaba a la sazón en San Juan de los Llanos y no tuvo empacho en poner en “el cuarto de su prevención un letrero que decía `independencia cobardes criollos´. Allá mismo discutió la situación con un comerciante peninsular. Allende expresó que si los franceses vencían a España, se debería establecer un gobierno independiente formando aquí una masa para que todos los que estuviesen acreditados de buenos patriotas tomasen las riendas del gobierno y se estableciese lo que conviniese a la América […] siendo el primer paso el de armarla para precaverla de la suerte que había corrido la Metrópoli, en lo cual se proponía que perdiendo Bonaparte las esperanzad de poseer esta América, podría entregarla al señor don Fernando VII o a quien en su caso fuese el legítimo heredero, a costa del sacrificio pecuniario que fuere necesario.>> [4]



El parteaguas de septiembre de 1808



De la madre Patria llegaba la noticia del levantamiento de algunas provincias contra el invasor francés. En tanto en la Ciudad de México, varios criollos hicieron propuestas para enfrentar la crisis: Juan Francisco de Azcárate, el peruano fray Melchor de Talamantes, el dominicano alcalde de corte Jacobo de Villaurrutia y el licenciado síndico Francisco Primo de Verdad y Ramos. Aunque las propuestas variaban en grado, proponían en sí, la creación de una junta que como las de España empezara a funcionar en nombre de Fernando VII, dando preferencia a los ayuntamientos y rechazando la monarquía absoluta. El virrey José de Iturrigaray al parecer simpatizaba con la propuesta de los criollos; por lo que en la noche del 15 de septiembre de 1808, varios de los oidores, secundando a uno de los comisionados de la junta de Sevilla, en unión con varios oligarcas de la capital, los inquisidores, el arzobispo Francisco Javier Lizana y Beaumontt, y con Gabriel de Yermo como ejecutor, dieron golpe de estado, tomando preso al virrey y a varios de los que habían propuesto o apoyado las iniciativas de autonomía o independencia.




Por su parte el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, sin tener noticia del golpe, presentó el 17 de septiembre un proyecto de representación al virrey en nombre del propio ayuntamiento queretano, con la esperanza de que este lo aprobara tal cual o con alguna enmienda para enviarlo luego a la capital. Comenzaba por lamentar la crisis y manifestar fidelidad al cautivo Fernando VII, haciendo su propuesta en estos términos: “Este ayuntamiento pide a vuestra excelencia que se sirva de convocar a las cortés de él, porque considera que este es el único arbitrio, ya para calmar la inquietud que tanto nos desazona […]”


El surgimiento de un caudillo



No fueron las lecturas de los enciclopedistas (muy difíciles de obtener gracias a la efectividad de la Inquisición), menos aún la pertenencia a una inexistente masonería (sobre las que los historiadores masones, callan el acceso discriminatorio a los criollos y a las castas en las logias). Lo que sí es un hecho es que los sucesos de 1808, tanto en España, como lo que se veía en México, llevaron a una determinación a Hidalgo, a Allende, a los nacientes “Guadalupes” y a muchos criollos y mestizos más.

La Nueva España era ahora gobernada por un gobierno ilegítimo. Además existía el riesgo de que la patria cayera en manos de los impíos franceses mediante la colaboración de los españoles. <<Hidalgo pensaba, igual que muchos otros, que la entrega del reino era una persuasión avalada por el escaso cuidado en proteger al país y porque la oligarquía que había dado el golpe parecía dispuesto a todo con tal de salvar sus intereses económicos y de poder. Era obligatorio oponerse a la entrega. Y dicha obligación daba el derecho de hacerlo, “el derecho que tiene todo ciudadano cuando cree la patria en riesgo de perderse”.

Recapitulemos. Desde mucho antes, a raíz de la expulsión de los jesuitas, se desató una serie de interrogantes entre los criollos, y más entre aquellos que como Hidalgo los tenían de maestros. La consiguiente persecución a las ideas achacadas a los expulsos, como de “sanguinarias”, esto es, el tiranicidio, incitaban más a que la gente pensante averiguara de que se trataba. Una respuesta se hallaba en aquel texto olvidado en San Luis de la Paz y que llegó al Colegio de san Nicolás: la Defensio fidei de Francisco Suárez.

Mayores reflexiones se desataron en muchos criollos a partir de 1783, año del Tratado de París que reconocía la independencia de Estados Unidos. Por otra parte las reformas borbónicas significaron en buena medida la intensa transformación de los reinos de ultramar en colonias muy redituables con la consiguiente exclusión y malestar de los criollos en la esfera del poder. Más la alternativa de la independencia no era extraña, puesto que el ejemplo estaba a la vista.

En este contexto, cuando menos desde la última década del siglo XVIII Hidalgo criticaba el estado de cosas, tachando al gobierno de despótico, que mantenía al pueblo engañado, y consideraba que la independencia era conveniente para el país; por lo dicho, sabía que dicha independencia no se reducía al autonomismo de los criollos sino a lo que estaba significando en Estados Unidos: la separación absoluta respecto de la metrópoli.
La crítica al despotismo se había acentuado en Hidalgo al ritmo de la Revolución Francesa y del conocimiento que como párroco pueblerino fue teniendo de su propia patria como tierra de desigualdad, particularmente por los agravios que sufrían los indios y otros marginados.

Asimismo alimentó sus conocimientos sobre la situación política de Nueva España, de la monarquía española y aún de otros países gracias a la Gazeta de México, así como a comentarios de sus amigos encumbrados Riaño y Abad como de su hermano Manuel, abogado de la Audiencia y de la Inquisición. De tal manera no sólo se enteró de detalles y de la evaluación del reinado de Carlos III, a raíz de su muerte en 1788, así como de las expectativas de curso y derrotas del reinado de Carlos IV, sino de lo que subyacía aquello; las intrigas de las cortes, los intereses velados y el avance incontenible de la ilustración.>> [5]

Muchas de estas informaciones las comunicaba a Ignacio Allende y ambos eran retroalimentados por su amigo común, el ilustrado corregidor Domínguez.

<<En otras palabras Hidalgo, como muchos otros criollos, participaba de la creciente efervescencia política, pero esto no significaba que estuviera predeterminado fatalmente a ser el caudillo y, partiendo de esta idea, suponer que desde fechas anteriores a 1810 ya estuviera planeando como cabeza un movimiento; de ser así, su papel en el movimiento real no se hubiera dado como se dio.>> [6]


Sus últimos dos años como párroco



Poco antes del golpe político de septiembre de 1808, su hermano Manuel, el abogado enfermó de locura en 1807, muriendo el 14 de julio de 1808. Le quedaban dos amigos peninsulares y dos criollos: Riaño, Abad, García de Carrasquedo e Ignacio Allende, y aunque García de Carrasquedo, había vuelto de España, al arribar a Veracruz fue encarcelado por la Inquisición; de tal manera que el capitán Ignacio Allende se fue convirtiendo en su amigo de mayor trato. También trataba a otros criollos militares muy relacionados con Allende: Juan Aldama y Mariano Abasolo.

Los agravios contra el status actual se iban acumulando: su experiencia, así como de sus familiares y amigos los llevaban al convencimiento de que por mayores esfuerzos que hiciera un profesionista criollo, nunca ocuparía los altos puestos reservados a los peninsulares. A su paso por San Felipe y Dolores constató el abatimiento de la mayoría de la población y las arbitrariedades de la autoridad local.

Si bien sabía que sus deudas se debían a su carácter prodigo y desarreglado, veía como se agravaban con la voracidad de acreedores y la puntillosidad de los burócratas peninsulares, para colmo sufrió la arbitrariedad de la consolidación de los vales reales por la que procedería el embargo de sus haciendas, esto no se llevó a cabo gracias a la intervención de su amigo Abad y Queipo. De la licencia para hacer vino de uva y comercializarlo, ya vimos el resultado. El virreinato buscaba tener el control y monopolio de la economía, primero a favor de la metrópoli y posteriormente de los peninsulares encumbrados.

En abril de 1809 sufrió otra denuncia ante la Inquisición por el franciscano Miguel Bringas, por poseer la edición de obras completas del teólogo Serry, que no estaban prohibidas.

Sin embargo también en los hispanos había recelo y así ante el atraso de la temporada de aguas de 1808, el subdelegado de Dolores promovió un evento inédito: la proclamación y jura del cautivo Fernando VII para el 21 de agosto; así como el levantamiento de una compañía urbana de 100 hombres para sujetar a los indios y mantenerlos en el buen orden, invitando al inquieto Hidalgo, para que encabezara la lista de firmas de los principales del pueblo de la solicitud que se presentaría al intendente Riaño, el cual la turnaría al virrey.

Jorge Pérez Uribe



Notas:

[1] Si bien en esa época no existían los seguros de desempleo, los seguros médicos, ni de vida, a través de estos grupos, religiosos en su fin, los miembros gozaban de ayuda y protección, en caso de desempleo, largas o incapacitantes enfermedades y muerte. Además estos grupos contaban con inmuebles que arrendaban y prestaban dinero al módico rédito del 5% anual. Increíble es la ignorancia y poca difusión del servicio social que proporcionaban estas asociaciones a sus miembros.

[2] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág.176

[3] Ibíd., pág. 178

[4] Ibíd., pág. 185

[5] Ibíd., págs. 195, 196

[6] Ibíd., pág. 197