viernes, 8 de marzo de 2019

LA GRAN CRUZADA CONTRA LA PEDERASTIA




La convocatoria de San Juan Pablo II 


A fines del siglo XX, no solo se agravaba el Parkinson de Juan Pablo II, sino que, empezaban a llegar al Vaticano noticias sobre actos de pederastia encubiertos por algunos obispos en Estados Unidos e Irlanda. A partir de 1998, la Congregación para la Doctrina de la Fe recibió acusaciones, que ya en parte se hicieron públicas, contra el padre Marcial Maciel Degollado fundador de la Congregación de los Legionarios de Cristo, por delitos reservados a la competencia exclusiva del dicasterio [1]. El enfermo Pontífice encargó entonces, a su mano derecha, el cardenal Ratzinger que investigara a fondo el asunto y a personajes como Marcial Maciel, el dirigente de Los Legionarios de Cristo. 


De hecho, a la oficina de Ratzinger, comenzó a llegar, sobre todo a partir del año 2001, toda la 'porquería' de la Iglesia. En términos canónicos y en latín, les llaman los 'delicta graviora', los delitos que la Iglesia católica considera más graves. Tanto que esos pecados/delitos están 'reservados' directamente a la Santa Sede. 


En mayo de 2001, por orden de Juan Pablo II, la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por Joseph Ratzinger, endureció las penas de varios delitos, con la novedad de la pedofilia. El poderoso dicasterio romano asumió ya el control de esos procesos, para sustraerlos a la órbita local, con la carta 'De gravioribus delictis' (Sobre los delitos más graves). 


Como consecuencia de la nueva encomienda, se dio el aumento del personal del dicasterio que dirigía Ratzinger que pasó de 25 a 40 empleados. 


Mientras numerosos eclesiásticos leían y releían las tajantes palabras del Papa sobre la exclusión de los pederastas del sacerdocio y la vida religiosa, el jurista italiano Pietro Scoppola señalaba que «Karol Wojtyla ha antepuesto la coherencia del Evangelio a la defensa de la imagen de la Iglesia, rechazando la hipocresía y aceptando el riesgo de actuar en público». El profesor de Derecho señala que «entre los motivos por los que el problema sale a la luz se cuenta el cambio de cultura que la Iglesia ha favorecido: el menor de edad, el niño, no es una cosa, sino una persona, que merece todo el respeto precisamente por su propia fragilidad. La dignidad de la persona humana es un quicio de la enseñanza de la Iglesia sobre el que ha insistido sin descanso Juan Pablo II». >> 


Quizás a muchos parezca que el asunto podría haberse resuelto sin escándalo, recurriendo a un buen especialista en manejo de conflictos, ¡y es verdad! Sin embargo, el místico Juan Pablo II, habría decidido hacer público el horrendo pecado, no solo a los ojos de Dios, sino también del hombre. Debía abrirse la purulenta herida para extraer de una vez por todas este cáncer, y como consecuencia la Iglesia vestirse con el sayal de la pederastia y expiar públicamente ante todo el mundo este horrendo pecado. 



El viacrucis de Benedicto XVI 





El viernes 25 de marzo, tocó al cardenal Joseph Ratzinger rezar el viacrucis en el Coliseo romano, de esa semana santa de 2005, debido a la incapacidad física del Papa Juan Pablo II, y en forma sorpresiva expresó el mea culpa de la Iglesia Católica en la Novena Estación: <<Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? […] ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y también entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! […]>> y a continuación la oración esperanzada: <<Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace agua por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los ensuciamos nosotros mismos. Nosotros somos quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia: también en ella Adán, el hombre, cae una y otra vez. Al caer, te arrastramos a tierra, y Satanás se alegra, porque espera que ya nunca podremos levantarnos; espera que tú, arrastrado en la caída de tu Iglesia, quedes abatido para siempre. Pero tú te levantarás. Tú te has reincorporado, has resucitado y puedes levantarnos. Salva y santifica a tu Iglesia. Sálvanos y santifícanos a todos. >> 

Días después, el domingo 2 de abril, fallecía Juan Pablo II. Tras las exequias vino el Cónclave y fue Joseph Ratzinger el elegido como nuevo Papa, el 19 de abril. 


Una vez que Ratzinger se convirtió en el papa Benedicto XVI, el Vaticano cambió el tono, incluyendo un pedido de disculpas a las víctimas y nuevas disposiciones. El 2010 vio un aumento de miles de casos reportados en los medios de comunicación. Unos 527 casos fueron reportados a la Congregación. No se revelaron cifras de sacerdotes cesados. 


De esta forma Benedicto XVI, se vistió con el sayal de la pederastia, tomo su cruz y la cargó con ánimo, como lo había hecho en el viacrucis de 2005. Humanamente, el ser el foco de continuos y renovados ataques lo desgastó física y mentalmente, lo “quemó” en su breve, pero enérgico pontificado y probablemente lo dejó agotado y sin fuerzas para seguir adelante, al frente de una Iglesia -que entendía- “no era suya, sino de Cristo” [2]
El renombrado exorcista Gabriele Amorth al expresarse sobre los ataques al pontífice, en marzo de 2010 expresó: <<No existe duda alguna de que han sido sugeridos por el Demonio, ya que tratándose de un Papa maravilloso, digno sucesor de Juan Pablo II, intenta tomarla con él>>. 
Un documento dado a conocer por la Associated Press el viernes 17 de enero de 2014, reveló que el papa Benedicto XVI destituyó a 384 sacerdotes en el lapso de dos años por abusar sexualmente de niños. 


La cruzada de Francisco 



Los sucesos de 2018 hicieron ver que el problema de la pederastia continuaba vigente en la Iglesia Católica. En enero de 2018 el papa Francisco realizó, una visita a Chile, en donde defendió a los obispos, en especial a Juan Barros, obispo de Osorno señalado encubridor del pederasta Karadima. Esto creo una monumental indignación local y Francisco se vió obligado a ordenar una investigación especial. El resultado fue que el Papa estuvo mal informado. Así lo reconoció Francisco en una carta y en mayo convocó a todos los obispos chilenos a Roma. Después de un día de silencio y oración, todos y cada uno de los obispos le presentó su renuncia. 

En agosto, se publicó en Pensilvania, Estados Unidos, el informe de Gran Jurado de la fiscalía, después de dos años de investigaciones. Revelando que durante 70 años había habido más de 300 sacerdotes abusadores de por lo menos mil víctimas. Ese mismo mes, en la visita del Papa a Irlanda, muy sensible por los abusos sexuales de clérigos, se desató una rebelión del ex nuncio Carlo Maria Viganò, quien pidió la renuncia del papa Francisco al asegurar que conocía, desde junio de 2013, las acusaciones de abusos sexuales que pesaban sobre el cardenal Theodore McCarrick, quien fue sancionado en junio pasado por el pontífice. 


Finalmente, en diciembre: la Fiscal General de Illinois reveló que, la Iglesia católica encubrió los nombres de al menos 500 sacerdotes acusados de abuso sexual a menores, ya que solo se habían reportado 185 casos. 

Así el 12 de septiembre 2018, la Oficina de prensa de la Santa Sede anunció que el papa Francisco, a sugerencia del Consejo de cardenales (el llamado C9), había decidido convocar a los presidentes de las conferencias episcopales a un encuentro antiabusos. Y el 23 de noviembre, Francisco nombró a los miembros el Comité organizador y determinó quiénes participarán en el Encuentro. 


El 18 de diciembre, se anunció el envío de la carta de invitación al Encuentro, en la que se pidió a los participantes a que se reunieran con víctimas de abuso antes de acudir a Roma y el 16 de enero, se informó sobre los objetivos y el contenido del Encuentro, y del nombramiento del P. Federico Lombardi, S.J., como moderador de las sesiones plenarias. 


El encuentro se denominaría: Encuentro sobre la Protección de Menores, y se celebraría en Roma desde el jueves 21 hasta domingo 24 de febrero. Según el documento, participarían en el encuentro, en primer lugar, el Papa y los presidentes o representantes de las 114 conferencias episcopales: 36 de África, 24 de América del norte, Centroamérica y Sudamérica, 18 de Asia, 32 de Europa, 4 de Oceanía,14 cabezas de las Iglesias Católicas Orientales, 15 ordinarios no integrados en una conferencia episcopal, 12 superiores generales de instituciones religiosas masculinas, 10 superioras generales de instituciones religiosas femeninas, 10 prefectos de dicasterios vaticanos, 4 miembros de la curia romana, 5 miembros del Consejo de cardenales y 6 miembros del comité organizador, el moderador del Encuentro, y relatores. En total, 190. 


En su discurso de inauguración de la gran cumbre sobre los abusos el día 21, el Papa Francisco pidió “concreción”. Después se repartió a los 190 participantes una lista de 21 puntos para orientar y hacer que fueran más concretas las discusiones de esos tres días. Un “mapa” para llegar al objetivo de formular estrategias aplicables en el futuro en las Iglesias de los cinco continentes. 


El domingo 24 de febrero, tras cuatro días de intenso debate y en la Sala Regia, uno de los espacios más emblemáticos del Palacio Apostólico. El Papa decidió hablar después de la misa y no en la homilía. 


Trazó entonces un análisis teológico del problema. Calificó a los consagrados abusadores como “instrumentos de satanás”, que se convierten en “la mano del mal que no perdona ni siquiera la inocencia de los niños”. Identificó “el misterio del mal” detrás de la crisis y advirtió sobre la necesidad de limitar los gravísimos abusos no sólo con medidas disciplinares y procesos civiles y canónicos, sino también afrontar con decisión el fenómeno tanto dentro como fuera de la Iglesia. 


Describió al abuso sexual como un abuso de poder, una crueldad, una forma de ofrecer el sacrificio idolátrico de niños “al dios del poder, del dinero, del orgullo (y) de la soberbia”. Se concentró en identificar un “significado” a tanto mal, una explicación más allá de lo natural. Porque, según él, no basta sólo con tomar medidas prácticas sino -sobre todo- espirituales: humillación, acto de contrición, oración, penitencia. “Esta es la única manera para vencer el espíritu del mal”, apuntó. 


Más adelante, deseó que la Iglesia se ubique “por encima” de todas las polémicas ideológicas y las políticas periodísticas que “a menudo instrumentalizan”, por intereses varios, los dramas vividos por los pequeños. 


Y abundó: “Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia, evitando los dos extremos de un justicialismo, provocado por el sentido de culpa por los errores pasados y de la presión del mundo mediático, y de una autodefensa que no afronta las causas y las consecuencias de estos graves delitos”. 


El P. Federico Lombardi, Moderador del Encuentro sobre Protección de Menores, anunció en rueda de prensa, que el Vaticano impulsará una nueva serie de normativas y códigos legales destinados a proteger a los menores en la Iglesia y prevenir los abusos.| 


Entre esas iniciativas citó un nuevo “motu proprio” [3] del Papa Francisco “sobre la protección de menores y de personas vulnerables”, para “reforzar la prevención y contrarrestar los abusos en la Curia Romana y en el Estado de la Ciudad del Vaticano”. 


Ese motu proprio “se acompañará de una nueva ley del Estado de la Ciudad del Vaticano y de líneas guía para el Vicariato de la Ciudad del Vaticano sobre esa materia”, que deberá estar disponible en uno o dos meses. 


Otra iniciativa es “la publicación por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe de un vademécum [4] que ayude a los Obispos del mundo a comprender claramente sus deberes y sus obligaciones”. 



Jorge Pérez Uribe 


Notas:
[1] Concepto genérico utilizado para referirse a diversos organismos de la curia romana, que ayudan al Papa en el ejercicio de su ministerio al servicio de la Iglesia universal. 
[2] https://novusdiesest.blogspot.com/2014/03/benedicto-xvi-el-papa-de-la-expiacion.html 
[3] Un motu proprio es un documento emanado directamente del Papa, por su propia iniciativa y autoridad. Contiene la promulgación de una ley particular, que modifica y perfecciona la Constitución apostólica. 
[4] Un vademécum es una obra de referencia que contiene las nociones o informaciones fundamentales de una materia