sábado, 29 de febrero de 2020

HACIA DÓNDE VA EL ARTE

"La mesa", obra cubista de Georges Braque
(Algunas consideraciones) 

La pregunta, siempre relevante, de hacia dónde se dirige el arte como camino que se abre paso constantemente y se proyecta como corriente incesante y necesaria, es una gran incógnita. Parte de la percepción del presente con todo su legado, avanzando hacia un futuro incierto y desconocido.

La obra de arte, como tal, no debería significar, sino ser por sí misma creciendo en la sensibilidad, magia y conciencia, de las personas que le son receptoras, con arraigo, sutileza, y evidente deseo de trasformación. El arte es una manera de sentir y, como tal, de pensar, remover, engranar; de alguna manera, de concienciar y sensibilizar mientras nos va gratificando con su poder de asombro. El arte no es un mero objeto estético; el arte es un vehículo emotivo, necesario para sensibilizar las necesidades del espíritu humano de cada época. 

El artista vive para su obra. Intenta darle vida propia, e interpretarla como algo superior a sí mismo y a su realidad. De esta manera, emerge libre, se sitúa e involucra- más allá de la idea y de su interpretación- en una dimensión luminosa -casi podríamos decir que sagrada-, incorporándose y revelándose tenazmente de revolucionaria forma.

Vivimos un momento de debate constante. Un período confuso en el que en apariencia cualquier objeto o cosa puede presentarse ante el espectador como obra de arte, pudiendo estar hecha de cualquier tipo de material no importa mucho qué. Un momento confuso, decía, donde no existen criterios claros en virtud de que sean o no sean obras de arte, sino montajes que tienden más hacia el espectáculo o la provocación; sabemos que hoy triunfa lo “feo”.

La definición entre obras de arte y meros objetos, es decisiva y compleja, ya que no reside en algo que el ojo pueda ver y controlar: esos objetos u obras que nos agradan unas veces y nos desconciertan otras, montados y observados dentro de una galería de arte, nos hacen detenernos un momento, quizás para reflexionar; o simplemente para desconcertarnos por imprecisos, con la sensación de que nos han tomado el pelo o se han reído de nosotros quienes como arte lo han considerado, pues cuando esos objetos se desmontan, se sacan del contexto expositivo en que están y se dejan en la calle al lado del contenedor de basuras más cercano como algo inservible, han dejado de ser supuestos objetos de arte para pasar a ser simples desechos sin ningún interés especial. La discusión entre significar y ser, es un punto de partida para intentar definir todo esto y desarrollar una perspectiva crítica: hay que preguntarse de qué manera el significado está incorporado –si es que hemos logrado tomar conciencia de ello- en la obra u objeto, ya que hay un problema a la hora de distinguir entre no ser nada y ser sobre nada. Quizás se pueda entender mejor esto, cuando las imágenes van más allá de las defensas y prejuicios del conocimiento golpeando en las almas del espectador.

Hay que mirar la verdad en el arte, como algo que hay que descubrir; hay que interactuar en él con él; sentir una verdad desnuda y sin tópicos que podamos hacer nuestra y signifique deslumbramiento, revelación, transformación. El arte muestra la relación entre la sociedad y el espíritu global que la atraviesa. Esa verdad es una suerte de interface, a través de las muestras sensibles que produce. Por tanto, es una entidad compleja, necesaria en un mundo donde la cultura evoluciona constantemente.

Hegel sostiene que “El arte comparte con la filosofía las más profundas verdades del espíritu”. En este sentido obraría como una presentación de la verdad que intentamos hallar -como la tradicional metáfora del espejo de la mente-, surgiendo y relumbrando con gran velocidad y urgencia, rodando como una gran ola de brillantez, agudeza, sabiduría y entretenimiento, volteando en el vacío mental sin límites, cambiando y trascendiendo para alcanzar una expresividad que produzca trance contemplativo…

¿Hacia dónde va el arte? Creo que no hay respuesta, que camina y da pasos transformándose poco a poco con la misma humanidad, de la que no deja de ser reflejo.


Barcelona.-2011.

©Teo Revilla Bravo.