jueves, 24 de junio de 2021

LA MASONERÍA Y LA INDEPENDENCIA

 


Por Jorge Pérez Uribe | 9 de septiembre de 2012


Preámbulo


La bibliografía sobre la masonería es poco confiable, ya que es un tema recurrente en el esoterismo o en el género de “religión ficción”. Los mismos masones en sus ritos se remontan a la construcción del templo de Jerusalén y desde entonces fijan su origen. Otros gustan establecerlo dentro de la Orden de los Caballeros Templarios o bien, en otras épocas remotas; como cuando se inició la construcción de las grandes catedrales góticas. Las investigaciones históricas serias señalan su origen en el siglo XVIII y en específico consignan su nacimiento en Inglaterra, en la noche de San Juan, un 24 de junio [1] de 1717, en la cuál un nutrido grupo de caballeros ingleses se reunió en la taberna The Goose and Gridion. Tan confiable es esta fecha que encontraremos el nombre de San Juan en muchas logias que se fundaron posteriormente. Pero también la reacción del papado, 21 años después, nos hace ver lo confiable de esta fecha.


La Masonería en España


Diez años después de su fundación, el 17 de abril de 1728, se recibió en la Gran Logia de Inglaterra una carta en donde un grupo de ciudadanos británicos residentes en España solicitaban la constitución oficial de una logia en Madrid; sin embargo en 1768 fue borrada por falta de actividad. En 1729, la logia Saint John of Jerusalem solicitaba el permiso para su constitución en Gibraltar. Los historiadores consignan que en 1750, 1755 y 1772, otros grupos de ciudadano extranjeros intentaron crear logias en Madrid, Barcelona y Cádiz.

Para empeorar la situación de la masonería en España, el 20 de abril de 1738, el papa Clemente XII condenó de forma rotunda a los francmacons o Liberi muratori en su bula In eminenti, con castigo de excomunión. Ese mismo año, el 11 de octubre, Andrés de Orbe y Larreategui, Inquisidor general en España, emitía el edicto de prohibición sobre la Orden del Gran Arquitecto a todos los tribunales del Santo Oficio.

Una nueva condena, en 1751, por parte de Benedicto XIV, en su Constitución Apostólica Providas, vino a refrendar lo manifestado por su antecesor.

Ante las pruebas para acabar con la Iglesia y el Estado, que presentó el jesuita Rávago, ese mismo año, el monarca español Fernando VI, emitió un Real Decreto en que se prohibían las reuniones de francmasones.

Se puede decir que la presencia efectiva de logias masónicas en España fue nula hasta la invasión de las tropas francesas en 1808.


La Masonería francesa en España


Con la invasión Napoleónica, la masonería se convirtió en legal, además de ser apoyada por las nuevas autoridades (José I Bonaparte ocupó el cargo de Gran Maestre). Así nació una masonería bonapartista y otra compuesta por españoles afrancesados que crearon la Gran Logia Nacional de España (a esta perteneció Francisco Javier Mina).

Con la salida del ejército francés, las distintas logias desaparecieron casi por completo; y con la vuelta de Fernando VII al trono, volvió la persecución contra ellas. Tras la derogación de la Constitución de Cádiz, el primer Real decreto, fechado en mayo de 1814, prohibía tajantemente cualquier tipo de asociación clandestina. En ese mismo año se restableció el tribunal de la Inquisición, para luchar contra las “sectas anticatólicas introducidas durante la guerra de independencia”.

En una carta del monarca a su secretario de Estado Francisco Eguía, fechada en noviembre de 1817, el rey manifestaba su convencimiento de la existencia de logias en numerosas ciudades, integradas en muchos casos por militares, y le encomendaba la elección de personas de confianza para que informasen sobre las asociaciones masónicas.

Fernando VII llegó a promulgar hasta 14 decretos contra la Fraternidad, por lo que la contraofensiva no tardó en sentirse con un golpe de estado, planeado y ejecutado por la logia masónica Lautaro de Cádiz encabezada por el coronel Rafael del Riego y las tropas expedicionarias que venían a América. Riego formó una Junta Consultiva que tomó como rehén al soberano español, obligándolo a restablecer la Constitución de 1812.


Juntas soberanas y conspiraciones


A raíz de la invasión napoleónica a España y el vació de poder que ocasionaba la aprensión de Fernando VII, surgen en España juntas locales que se adjudican la soberanía, puesto que ésta al no ser ya detentada por el rey, retornaba al pueblo. En México también hay un intento de establecer una junta novohispana soberana, representado por los conspiradores de 1808: Lic. Azcárate, Lic. Primo de Verdad, Arzobispo Francisco Lizana, e incluso parece ser que el mismo virrey José Joaquín de Iturrigaray, simpatizaba con el proyecto; por lo cual los peninsulares derrocaron al virrey, apresando a los conspiradores.

Posteriormente ante el fracaso de este intento surgen conspiraciones secretas para independizar a la Nueva España en varias ciudades, siendo las más famosas, la de Valladolid en 1809, y la de Querétaro en 1810. La historia oficial oculta que Agustín de Iturbide participo en una de ellas.


“Los Guadalupes”, una sociedad secreta no masónica


El nombre de “Los Guadalupes” obedece a un concepto patriótico vinculado con la veneración de la Virgen de Guadalupe, que para principios del siglo XIX, ya constituía un símbolo de identidad entre los sectores mayoritarios de la población. Para los novohispanos, a partir de 1808, la rebelión no era una herejía, no era opuesta a la religión, sino precisamente en defensa de ella, ya que napoleón era visto como el “anticristo”, puesto que había hecho prisionero al Papa y diseminaba las ideas anticristianas de la Revolución Francesa. La causa de la emancipación era la defensa de la libertad ante el invasor francés y de la fe; por ello, tenía “el amparo y la guía de la Virgen de Guadalupe, señora y patrona del pueblo mexicano”, tal y como decía Morelos.

“Derivada de un grupo secreto llamado “El Águila, formado para apoyar la insurrección de Hidalgo y de las frustradas conspiraciones capitalinas de 1811, esta sociedad tuvo como uno de sus principales objetivos ayudar a establecer una Junta de gobierno insurgente, por lo que sus integrantes enviaron primero a Rayón y más tarde a Morelos y a Mariano Matamoros, dinero, armas, hombres, información y hasta imprentas, además de colaborar en la organización política de la insurgencia. Pero también buscaron promover sus miras autonomistas dentro del sistema, sobre todo a partir de que en 1812 se estableciera el régimen constitucional, por lo que algunos de ellos participaron con gran éxito, en los diversos procesos electorales capitalinos. Asimismo, intentaron concertar una entrevista entre Rayón y el virrey Venegas a fines de 1812, y al año siguiente buscaron acercarse al virrey Félix María Calleja, si bien ambas actividades fracasaron. La organización de “Los Guadalupes” resultó eficiente, ya que lograron mantener en secreto sus actividades durante varios años; el régimen colonial supo de su existencia y procedió en su contra por la información que obtuvo al ser derrotados [2] y perder sus archivos varios de los jefes insurgentes. La sociedad dejó de funcionar hacia 1814, cuando varios de sus principales integrantes fueron detenidos, mientras que otros fueron enviados al exilio” [3].

Algunos investigadores han identificado a varios clérigos que formaron parte de la Sociedad: Félix López de Vergara, eclesiástico y abogado; José María Alcalá y Orozco; José María Peláez y Manuel Villaverde.


La Masonería en México


Un precedente fue la sociedad secreta fundada en Jalapa hacia 1812, inspirada en la Sociedad de Caballeros Racionales establecida en Cádiz por un grupo de americanos. Descubierta por las autoridades coloniales tuvo una escasa duración de tres meses.

La masonería fue formalmente introducida en México por las tropas expedicionarias peninsulares, destacas como consecuencia del movimiento insurgente y así aparece hacia 1813, el primer grupo masón conocido como “partido escocés”, en la Ciudad de México. Si bien en un principio sus iniciados eran todos oficiales peninsulares, a lo largo de los años comenzaron a adherirse los novohispanos, que hacía 1819 ya eran numerosos.

Es de comentar que los primeros masones llegados a México, a pesar de sostener la igualdad y fraternidad entre todos lo hombres, si observaban las diferencias raciales de las castas existentes; lo que menguó el crecimiento de sus logias, reservadas a peninsulares y criollos, exclusivamente. 

En Mérida y Campeche se funda la masonería hacia 1818, por constitucionalistas desterrados de España y militares peninsulares. El levantamiento de Riego en España, es acompañado en 1820 por la reorganización de la Sociedad de San Juan, disuelta en España en 1814. Esta sociedad se conocería posteriormente como Confederación Patriótica y su promotor fue nada menos que el “padre del liberalismo” Lorenzo de Zavala, afiliado a la masonería durante su prisión en San Juan de Ulúa.

Si bien muchos masones sostienen que los conspiradores de 1808 (Lic. Azcárate, Lic. Primo de Verdad, Arzobispo Francisco Lizana, etc.), así como los insurgentes Hidalgo, Allende, Aldama, Abasolo, Morelos, etc., fueron masones; a la hora de aportar pruebas, estas no resisten el rigor del método de investigación histórica.

Caso distinto fue el de los sobrevivientes del movimiento independentista iniciado por Hidalgo y Morelos: Nicolás Bravo, Ignacio López Rayón, Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, quiénes fueron “iniciados” y utilizados, al término del movimiento de Independencia, para hacer fracasar el gobierno de Iturbide y el naciente Imperio, instaurando una república al estilo norteamericano.

Fue la Gran Logia Mexicana, organismo principal de la masonería escocesa, reforzada por los diputados mexicanos que habían estado en las Cortes españolas y que para entonces volvieron, entre ellos: Santa María, Mariano Michelena, Ramos Arizpe, Iturrubaría, y Mayorga, coordinados por el agente confidencial de los Estados Unidos en México, Joel R. Poinsett, quienes hicieron fracasar el naciente Imperio Mexicano. Poinsett definía así su misión: “si lograba el cambio de límites propuestos por el gobierno angloamericano se reconocería a Iturbide para que firmase el tratado respectivo; si no lo lograba había que derrocar al Emperador”.

Poinsett tuvo una entrevista con Iturbide, en la cuál le insinuó que sería conveniente estudiar la cuestión de límites entre las dos naciones. Iturbide nombró a Juan Francisco Azcárate para reunirse con Poinsett, quién le pidió la entrega de Texas, Nuevo México, las dos Californias y la mayor parte de Coahuila y Sonora. <<Naturalmente, Azcárate rechazó la proposición: “Reprimiendo la ira que me causó nos supusieran tan ignorantes en materia tan delicada –escribió el ministro de Iturbide-, le contesté que el gobierno en consecuencia del Tratado de Iguala siempre respetaría el celebrado con Onís por España, y no cedería ni un solo palmo de tierra”>> [4].

En agosto de 1822 varios generales de filiación claramente masónica: Felipe de la Garza, Antonio López de Santa Anna, Nicolás Bravo y Vicente Guerrero, declaran el Plan de Casa Mata contra la designación de Iturbide como emperador. Si bien Iturbide envió al general Echávarri a combatir a los rebeldes, ignoraba que este había sido ya “iniciado” en la masonería, por lo cuál en vez de combatirlos llegó a un entendimiento con ellos.

El Acta de Casa Mata dada la popularidad de Iturbide establecía que “El ejército, no atentaría contra la persona del Emperador, pues lo contempla decidido por la representación nacional” [5]. Como la popularidad y el liderazgo de Iturbide continuó, el Supremo Poder Ejecutivo que gobernó tras la abdicación de Iturbide, procedió a la destitución de algunas autoridades e incluso algunos fusilamientos de iturbidistas. El Congreso, ya totalmente controlado por las Logias, si bien primero le asignó una pensión, después lo declaró traidor y lo puso fuera de la ley el 28 de abril de 1824, decisión que no fue comunicada al ex emperador, por lo que éste cuando regresó fue fusilado el 19 de julio de 1824.

A efecto de cumplir su misión Poinsett funda la masonería del Rito de York, para lo cuál contó con innumerables recursos y la colaboración de Lorenzo de Zavala, José Ignacio Esteva, José María Alpuche y Vicente Guerrero. Su crecimiento fue exponencial y en poco tiempo contó con 130 Logias repartidas en la República. Esta masonería fue superditada a las logias de Estados Unidos.

Siendo presidente Vicente Guerrero fue sometido por Poinsett al mismo ofrecimiento de Iturbide, pero Guerrero, en forma análoga lo rechazó con lo cuál selló su destino, ya que posteriormente fue depuesto por el Plan de Jalapa, siendo fusilado por traidor, en Cuilapa el 14 de febrero de 1831.


Notas:

[1] Dentro del satanismo moderno el 24 de junio corresponde a la celebración de ritos de protección para los adeptos y maleficios contra los enemigos.
[2] En la batalla de Tenango, los realistas se apoderaron de una caja con cartas de “Los Guadalupes”.
[3] Virginia Guedea, De conspiradores y organizaciones secretas, Relatos e historias de México, septiembre de 2010.
[4] Alvear Acevedo, Carlos, Historia de México, Editorial Limusa, S.A. de C.V., México, 2007.
[5] Ibid.


Bibliografía:
  • Virginia Guedea, “Los Guadalupes de México”: En busca de un gobierno alterno”, UNAM, México 1992.
  • Alvear Acevedo, Carlos, Historia de México, Editorial Limusa, S. A. de C. V., México, 2007.
  • Revista Relatos e historias de México, No.25, Editorial Raíces, S. A. de C. V., septiembre 2010.
  • Revista Historia de Iberia Vieja, No.45, Edita América Ibérica, España