Por Ramon Torra i Puigdellívol
Las Californias es el nombre que originalmente tenía la zona del antiguo Virreynato de la Nueva España y que actualmente comprende los estados mexicanos de la Baja California y Baja California Sur y el estado de California de los Estados Unidos.
Es la zona occidental del continente americano que linda con el Océano Pacífico. En esta zona vivían, de tiempo inmemorial, los nativos americanos. En 1533 una de las expediciones tierra adentro hecha por Hernán Cortés llegó a la Baja California.
Creyeron que era una isla y así figura incluso en algún mapa, tardío, del siglo XVII. Hubo diferentes expediciones para conocer el territorio californiano, pero no fue hasta el 1539 que se empezó a reconocer la zona. En 1542 una nueva expedición descubre que no es una isla sino una península, una rebanada de tierra rodeada por el Mar de Cortés (o de California) y por el Mar del Sur (Océano Pacífico).
En 1683 los jesuitas se hicieron cargo de la colonización de la Baja California e instauraron las primeras misiones con esfuerzo, valentía y generosidad. El primer asentamiento, San Bruno, lo tuvieron que dejar por culpa de las características climáticas y en 1687 hicieron el segundo, en el Real de Loreto, que se convirtió en Cabeza y Madre de las Misiones de la Alta y Baja California. Instruyeron a los nativos, los protegieron de los abusos de los soldados y los ayudaron a integrarse en una sociedad más avanzada que la suya. Todo ello mezclado con un puñado de inconvenientes que los llevó a luchar contra plagas, desórdenes entre los soldados, enfrentamientos con los civiles, conflictos con las autoridades y los indígenas… durante casi noventa años.
Pero contra lo que no pudieron luchar fue contra la orden del rey que decretaba su expulsión. En 1767 el rey Carlos III, sospechando que los jesuitas intentaban interferir en los asuntos de Estado, decretó su expulsión de todos los dominios de la corona, lo que incluía el Virreynato de la Nueva España. Los jesuitas tuvieron que marcharse y dejaron las misiones diseminadas por todo el virreinato. El mismo año 1767 los jesuitas fueron sustituidos por dieciséis franciscanos, que estaban en la zona de Querétaro desde 1749, y que continuaron la gran labor de los jesuitas.
A pesar de la labor realizada por los jesuitas, California fue casi ignorada durante doscientos años, hasta que España dio cuenta de que California necesitaba defensas más fuertes para luchar contra ingleses y rusos que avanzaban por esta zona. Dos años después de la expulsión de los jesuitas, en 1769, el rey nombró al catalán Gaspar de Portolá gobernador de la Baja California. Fue allí acompañado por los franciscanos y Fray Junípero fue para hacer cabeza y organizar las misiones allí donde ellos hiciesen asentamientos.
Con la Guerra de la Independencia de México (1810-1821), esta parte de la Alta California dejó de ser española para pasar a ser una de las tres provincias interiores de México. En 1822 comenzó la transición pacífica de esta zona al nuevo estado mexicano. Veinticinco años después el gobierno mexicano perdió la Alta California ante los Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado al final de la guerra entre los dos estados (1846-1848) y como condición para la obtención de la paz.
Ni las clases que daba a la Universidad, ni su doctorado, ni la predicación, ni la fama que tenía, hicieron que Fray Junípero dejara de sentir la necesidad de ir a las misiones. En 1749 dejó la Universidad, la predicación y la isla y zarpó desde Cádiz, con veinte franciscanos más, hacia Nueva España (México) para dedicarse a misionar por tierras americanas. No fue una decisión infantil o improvisada, sino una respuesta a la vocación que sentía de dar a conocer a Jesucristo a la gente de las tierras americanas. Tenía 36 años.
En Sierra Gorda (1749-1758) – En diciembre de 1749 esta veintena de franciscanos que salieron de Cádiz llegaron a Veracruz y de allí fueron a México. Todos fueron en carruajes, pero Fray Junípero y otro franciscano hicieron el recorrido a pie, un trayecto de 400 km, en el que un insecto lo picó en una pierna y le quedó una llaga con una dolencia de por vida. Una vez en México fue destinado a las misiones de Sierra Gorda, en la cordillera del actual estado mexicano de Querétaro, a 200 km al norte de ciudad de México, donde estará durante diez años con los también mallorquines Fray Francisco Palou (que se convirtió en el biógrafo de Fray Junípero) y Fray Juan Crespí.
Aquí vivían los indios pame y en estas misiones llegaron a reunir 3.500 indios y organizaron la estructura catequética y laboral de la zona de tal manera que se convirtió en modelo para las otras misiones. Cuando llegó Fray Junípero lo primero que hizo fue aprender su lengua y trabajar por su formación integral como personas y su promoción material, tanto a los hombres como a las mujeres. Iniciaron la edificación de un templo y despertó en ellos el hábito del trabajo -que lo tenían dormido por el entorno y su manera de vivir-, les enseñó a leer y escribir, a cultivar la tierra, criar ganado y muchas otras tareas y oficios como carpintero, herrero o hacer de albañiles; a las mujeres les enseñó cocina, costura y la confección de tejidos. También los adiestró en el canto, la pintura, el teatro, la música… de modo que mejoró en muchos aspectos la vida de los indígenas. También se preocupó de la evangelización: reorganizó la catequesis, bautizó los indígenas, y celebraba las fiestas religiosas de acuerdo con las formas de hacer de los indios y sus manifestaciones de religiosidad popular.
En México (1758-1769) – En 1757 los franciscanos habían establecido una misión entre los indios apaches. Era una misión peligrosa y querían que fueran Fray Junípero y el Padre Palou. Por este motivo el 1758 dejó Sierra Gorda y fue a México para preparar el viaje, pero hubo un alboroto por parte de los indios en la misión y el virrey decidió esperar hasta que la zona estuviera apaciguada. Por este motivo Fray Junípero se quedó en el Colegio apostólico de San Fernando, en la ciudad de México, donde trabajó durante diez años, para los cuatro obispados del país, haciendo de maestro de novicios, Comisario de la Inquisición, consejero del padre superior… Pero por encima de todo se dedicó a predicar misiones populares en la parte central y meridional de México donde recorrió, con su cojera, más de 4.500 km a pie. Cabe decir que las distancias en km de México a los pueblos que iba no eran cortas: Mezquital 455, Guadalajara 500, Puebla 125, Tuxpam 325, Oaxaca 460, Huaxteca 100…
En California (1769-1784) – El inicio de la tarea evangelizadora de los franciscanos en California se inició en 1769, cuando Fray Junípero acompañó el catalán Gaspar de Portolá a la Baja California como Presidente de los Misioneros de la Baja California. Se establecen en el Real de Loreto, a 2.000 km de México, donde habían comenzado las misiones los jesuitas y que tuvieron que marchar al ser expulsados de las tierras de España. También fueron los mallorquines Fray Francisco Palou y Fray Juan Crespí. Una vez allí Portolá decide ocupar la costa norte, la Alta California, y aquí nacerán las misiones franciscanas.
En 1772 se decide que los dominicos se hagan cargo de la Baja California y los franciscanos de la Alta California y que establezcan una frontera entre ellos. Los franciscanos dejan la península de la Baja California y al marchar el Padre Palou marca la división entre las dos Californias clavando una cruz de madera en el suelo, cruz que se la conoce como la Mojonera de Palou, donde hoy pasa la autopista Tijuana-Ensenada.
En la Alta California, 1.000 km al norte de Loreto, comienza a fundar las misiones, lo que posibilitó establecer los fundamentos del cristianismo en California, mejorar la vida de los indígenas y su formación como personas, ya que los indios de esta zona no conocían la agricultura ni la ganadería y su alimentación se limitaba a la recolección de frutas y raíces silvestres, a la caza y la pesca. No acostumbraban usar vestimenta y para protegerse del frío cubrían sus cuerpos con pieles de animales. Los enseñaron a leer y escribir, a cultivar la tierra y a criar ganado, además de dar a conocer la doctrina de Cristo. Aquí se estarán durante más de cincuenta años y llegaran a fundar 21 misiones (Fray Junípero fundó 9).
La fundación de las misiones se hizo de manera escalonada y una a una. Una vez escogido el lugar se plantaba un campamento y se empezaba a trabajar: se construían cabañas de madera, una capilla rudimentaria y se protegía la zona con una empalizada: ya estaba fundada la misión. Se empezaba por las misiones, donde vivían los franciscanos; a su lado se fundaba un pueblo con los indios conversos, y en unos lugares determinados se construían los "presidios", lugares donde vivían los soldados para proteger y ocupar el territorio. A partir de ahí comenzaba la siembra, la búsqueda de ganado… Con el paso del tiempo se cambiaban las construcciones de madera por otras hechas de piedra, ladrillos cocidos o adobe, construcciones grandes, hechas con materiales de construcción y pensadas para poder vivir mucha gente y que la región fuera un lugar que abasteciera de comida para todos, tanto cereales y vegetales como animales.
Para ir de misión en misión se iba por un camino de herradura, la única vía de comunicación terrestre. La una de la otra estaban a una distancia de un día a caballo o tres días a pie. Poco a poco se había de ensanchar el camino para facilitar la ida a la próxima misión. Esto fue una tarea ardua que duró muchos años, pero que dio lugar al Camino Real de California, un camino de casi 2.000 km que enlaza el rosario de misiones desde la primera misión de los jesuitas, Loreto, en Baja California (hoy México) y la última misión de los franciscanos, en San Francisco Solano, en Sonoma, en la Alta California (hoy USA). De la protección de este camino se encargaba la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.
Hoy la Carretera 101 de California, que va de Los Ángeles a San Francisco por la costa del Pacífico, recuerda el viejo Camino Real de las fundaciones franciscanas.
En 1822 se inició la transición pacífica del dominio mexicano de España al nuevo estado mexicano. Terminaba el dominio español y se iniciaba el declive del Camino Real, que acabaría con la secularización de muchas misiones a partir del 1834.
Fray Junípero consiguió que estas misiones fueran verdaderos graneros, grandes centros ganaderos y que cada una fuera autosuficiente. Consiguió poner las primeras piedras para la creación de una base económica de carácter agrícola en la costa del Pacífico de los Estados Unidos.
Todavía hay los restos de una forja catalana, en la misión de San Juan Capistrano. Es la instalación industrial más antigua de California (1790) y de las más antiguas de los Estados Unidos. En 1783 se hizo el primer vino producido en la Alta California y también salió de la bodega de la misión de San Juan de Capistrano. Con el tiempo, además, las misiones han sido el núcleo de muchas ciudades que han conservado el nombre que Fray Junípero les puso. Las huellas de Fray Junípero no fueron en vano.
Nota del blogger: el pasado 23 de septiembre fue canonizado por el Papa Francisco en su viaje a Estados Unidos.
California – Las Californias
Las Californias es el nombre que originalmente tenía la zona del antiguo Virreynato de la Nueva España y que actualmente comprende los estados mexicanos de la Baja California y Baja California Sur y el estado de California de los Estados Unidos.
Es la zona occidental del continente americano que linda con el Océano Pacífico. En esta zona vivían, de tiempo inmemorial, los nativos americanos. En 1533 una de las expediciones tierra adentro hecha por Hernán Cortés llegó a la Baja California.
Creyeron que era una isla y así figura incluso en algún mapa, tardío, del siglo XVII. Hubo diferentes expediciones para conocer el territorio californiano, pero no fue hasta el 1539 que se empezó a reconocer la zona. En 1542 una nueva expedición descubre que no es una isla sino una península, una rebanada de tierra rodeada por el Mar de Cortés (o de California) y por el Mar del Sur (Océano Pacífico).
En 1683 los jesuitas se hicieron cargo de la colonización de la Baja California e instauraron las primeras misiones con esfuerzo, valentía y generosidad. El primer asentamiento, San Bruno, lo tuvieron que dejar por culpa de las características climáticas y en 1687 hicieron el segundo, en el Real de Loreto, que se convirtió en Cabeza y Madre de las Misiones de la Alta y Baja California. Instruyeron a los nativos, los protegieron de los abusos de los soldados y los ayudaron a integrarse en una sociedad más avanzada que la suya. Todo ello mezclado con un puñado de inconvenientes que los llevó a luchar contra plagas, desórdenes entre los soldados, enfrentamientos con los civiles, conflictos con las autoridades y los indígenas… durante casi noventa años.
Pero contra lo que no pudieron luchar fue contra la orden del rey que decretaba su expulsión. En 1767 el rey Carlos III, sospechando que los jesuitas intentaban interferir en los asuntos de Estado, decretó su expulsión de todos los dominios de la corona, lo que incluía el Virreynato de la Nueva España. Los jesuitas tuvieron que marcharse y dejaron las misiones diseminadas por todo el virreinato. El mismo año 1767 los jesuitas fueron sustituidos por dieciséis franciscanos, que estaban en la zona de Querétaro desde 1749, y que continuaron la gran labor de los jesuitas.
A pesar de la labor realizada por los jesuitas, California fue casi ignorada durante doscientos años, hasta que España dio cuenta de que California necesitaba defensas más fuertes para luchar contra ingleses y rusos que avanzaban por esta zona. Dos años después de la expulsión de los jesuitas, en 1769, el rey nombró al catalán Gaspar de Portolá gobernador de la Baja California. Fue allí acompañado por los franciscanos y Fray Junípero fue para hacer cabeza y organizar las misiones allí donde ellos hiciesen asentamientos.
Con la Guerra de la Independencia de México (1810-1821), esta parte de la Alta California dejó de ser española para pasar a ser una de las tres provincias interiores de México. En 1822 comenzó la transición pacífica de esta zona al nuevo estado mexicano. Veinticinco años después el gobierno mexicano perdió la Alta California ante los Estados Unidos por el Tratado de Guadalupe Hidalgo, firmado al final de la guerra entre los dos estados (1846-1848) y como condición para la obtención de la paz.
Fray Junípero misionero
Ni las clases que daba a la Universidad, ni su doctorado, ni la predicación, ni la fama que tenía, hicieron que Fray Junípero dejara de sentir la necesidad de ir a las misiones. En 1749 dejó la Universidad, la predicación y la isla y zarpó desde Cádiz, con veinte franciscanos más, hacia Nueva España (México) para dedicarse a misionar por tierras americanas. No fue una decisión infantil o improvisada, sino una respuesta a la vocación que sentía de dar a conocer a Jesucristo a la gente de las tierras americanas. Tenía 36 años.
En Sierra Gorda (1749-1758) – En diciembre de 1749 esta veintena de franciscanos que salieron de Cádiz llegaron a Veracruz y de allí fueron a México. Todos fueron en carruajes, pero Fray Junípero y otro franciscano hicieron el recorrido a pie, un trayecto de 400 km, en el que un insecto lo picó en una pierna y le quedó una llaga con una dolencia de por vida. Una vez en México fue destinado a las misiones de Sierra Gorda, en la cordillera del actual estado mexicano de Querétaro, a 200 km al norte de ciudad de México, donde estará durante diez años con los también mallorquines Fray Francisco Palou (que se convirtió en el biógrafo de Fray Junípero) y Fray Juan Crespí.
Aquí vivían los indios pame y en estas misiones llegaron a reunir 3.500 indios y organizaron la estructura catequética y laboral de la zona de tal manera que se convirtió en modelo para las otras misiones. Cuando llegó Fray Junípero lo primero que hizo fue aprender su lengua y trabajar por su formación integral como personas y su promoción material, tanto a los hombres como a las mujeres. Iniciaron la edificación de un templo y despertó en ellos el hábito del trabajo -que lo tenían dormido por el entorno y su manera de vivir-, les enseñó a leer y escribir, a cultivar la tierra, criar ganado y muchas otras tareas y oficios como carpintero, herrero o hacer de albañiles; a las mujeres les enseñó cocina, costura y la confección de tejidos. También los adiestró en el canto, la pintura, el teatro, la música… de modo que mejoró en muchos aspectos la vida de los indígenas. También se preocupó de la evangelización: reorganizó la catequesis, bautizó los indígenas, y celebraba las fiestas religiosas de acuerdo con las formas de hacer de los indios y sus manifestaciones de religiosidad popular.
En México (1758-1769) – En 1757 los franciscanos habían establecido una misión entre los indios apaches. Era una misión peligrosa y querían que fueran Fray Junípero y el Padre Palou. Por este motivo el 1758 dejó Sierra Gorda y fue a México para preparar el viaje, pero hubo un alboroto por parte de los indios en la misión y el virrey decidió esperar hasta que la zona estuviera apaciguada. Por este motivo Fray Junípero se quedó en el Colegio apostólico de San Fernando, en la ciudad de México, donde trabajó durante diez años, para los cuatro obispados del país, haciendo de maestro de novicios, Comisario de la Inquisición, consejero del padre superior… Pero por encima de todo se dedicó a predicar misiones populares en la parte central y meridional de México donde recorrió, con su cojera, más de 4.500 km a pie. Cabe decir que las distancias en km de México a los pueblos que iba no eran cortas: Mezquital 455, Guadalajara 500, Puebla 125, Tuxpam 325, Oaxaca 460, Huaxteca 100…
En California (1769-1784) – El inicio de la tarea evangelizadora de los franciscanos en California se inició en 1769, cuando Fray Junípero acompañó el catalán Gaspar de Portolá a la Baja California como Presidente de los Misioneros de la Baja California. Se establecen en el Real de Loreto, a 2.000 km de México, donde habían comenzado las misiones los jesuitas y que tuvieron que marchar al ser expulsados de las tierras de España. También fueron los mallorquines Fray Francisco Palou y Fray Juan Crespí. Una vez allí Portolá decide ocupar la costa norte, la Alta California, y aquí nacerán las misiones franciscanas.
En 1772 se decide que los dominicos se hagan cargo de la Baja California y los franciscanos de la Alta California y que establezcan una frontera entre ellos. Los franciscanos dejan la península de la Baja California y al marchar el Padre Palou marca la división entre las dos Californias clavando una cruz de madera en el suelo, cruz que se la conoce como la Mojonera de Palou, donde hoy pasa la autopista Tijuana-Ensenada.
En la Alta California, 1.000 km al norte de Loreto, comienza a fundar las misiones, lo que posibilitó establecer los fundamentos del cristianismo en California, mejorar la vida de los indígenas y su formación como personas, ya que los indios de esta zona no conocían la agricultura ni la ganadería y su alimentación se limitaba a la recolección de frutas y raíces silvestres, a la caza y la pesca. No acostumbraban usar vestimenta y para protegerse del frío cubrían sus cuerpos con pieles de animales. Los enseñaron a leer y escribir, a cultivar la tierra y a criar ganado, además de dar a conocer la doctrina de Cristo. Aquí se estarán durante más de cincuenta años y llegaran a fundar 21 misiones (Fray Junípero fundó 9).
La fundación de las misiones se hizo de manera escalonada y una a una. Una vez escogido el lugar se plantaba un campamento y se empezaba a trabajar: se construían cabañas de madera, una capilla rudimentaria y se protegía la zona con una empalizada: ya estaba fundada la misión. Se empezaba por las misiones, donde vivían los franciscanos; a su lado se fundaba un pueblo con los indios conversos, y en unos lugares determinados se construían los "presidios", lugares donde vivían los soldados para proteger y ocupar el territorio. A partir de ahí comenzaba la siembra, la búsqueda de ganado… Con el paso del tiempo se cambiaban las construcciones de madera por otras hechas de piedra, ladrillos cocidos o adobe, construcciones grandes, hechas con materiales de construcción y pensadas para poder vivir mucha gente y que la región fuera un lugar que abasteciera de comida para todos, tanto cereales y vegetales como animales.
Para ir de misión en misión se iba por un camino de herradura, la única vía de comunicación terrestre. La una de la otra estaban a una distancia de un día a caballo o tres días a pie. Poco a poco se había de ensanchar el camino para facilitar la ida a la próxima misión. Esto fue una tarea ardua que duró muchos años, pero que dio lugar al Camino Real de California, un camino de casi 2.000 km que enlaza el rosario de misiones desde la primera misión de los jesuitas, Loreto, en Baja California (hoy México) y la última misión de los franciscanos, en San Francisco Solano, en Sonoma, en la Alta California (hoy USA). De la protección de este camino se encargaba la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña.
Hoy la Carretera 101 de California, que va de Los Ángeles a San Francisco por la costa del Pacífico, recuerda el viejo Camino Real de las fundaciones franciscanas.
En 1822 se inició la transición pacífica del dominio mexicano de España al nuevo estado mexicano. Terminaba el dominio español y se iniciaba el declive del Camino Real, que acabaría con la secularización de muchas misiones a partir del 1834.
Fray Junípero consiguió que estas misiones fueran verdaderos graneros, grandes centros ganaderos y que cada una fuera autosuficiente. Consiguió poner las primeras piedras para la creación de una base económica de carácter agrícola en la costa del Pacífico de los Estados Unidos.
Todavía hay los restos de una forja catalana, en la misión de San Juan Capistrano. Es la instalación industrial más antigua de California (1790) y de las más antiguas de los Estados Unidos. En 1783 se hizo el primer vino producido en la Alta California y también salió de la bodega de la misión de San Juan de Capistrano. Con el tiempo, además, las misiones han sido el núcleo de muchas ciudades que han conservado el nombre que Fray Junípero les puso. Las huellas de Fray Junípero no fueron en vano.
Nota del blogger: el pasado 23 de septiembre fue canonizado por el Papa Francisco en su viaje a Estados Unidos.
(En el fondo la Misión de San Juan Capistrano,1776)
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