Francisco Martin Moreno y Pedro Ferriz de Con, en entrevista sobre el libro de marras. |
Pedro Salmerón Sanginés* | Martes 29 de diciembre de 2015
Desde que comencé la denuncia de los falsificadores de la historia, me han insistido que incluyera a Francisco Martín Moreno. No lo hice hasta hoy, pues supuestamente Moreno es novelista. Sin embargo, al escucharlo dar a conocer su más reciente libro en un programa de radio de muy alta audiencia, se presentó a sí mismo como “revelador de la verdad” histórica que nos “ocultan” (además de alardear de que es el autor “más vendido” de México). Busqué sus entrevistas y descubrí que, como todos los falsificadores, se asume como crítico valeroso y veraz de la “historia oficial” (“aquí espero, con el pecho abierto, los ataques de todos aquellos que se sientan furiosos”, México engañado, p. 31).
El objeto aparente del libro son los textos gratuitos de primaria. No los defenderé. Pertenezco a un colectivo que reflexiona críticamente sobre la enseñanza de la historia y sus vehículos, los libros de texto (http://elpresentedelpasado.com/?s=libros+de+texto). Por ahora solo señalaré que uno de los más graves problemas de los textos de marras es su enciclopedismo: pretenden abarcar enormes periodos, con escasa reflexión y menor relación de lo enseñado con la realidad. Y parece que Moreno querría agravar dicho problema
Permítanme dedicar el artículo de hoy a la relación de este escritor best-seller con mi gremio, los historiadores. De parte suya la relación es aparentemente ambigua porque suele decir que no es historiador, pero ya en confianza, ante entrevistadores a modo (jamás lo he visto debatir con un historiador o someterse a una entrevista complicada), dice cosas como que sus libros son “98 por ciento historia” o que “20 años de investigación” lo llevaron a descubrir documentos “que habían sido ocultados dolosamente”, y que gracias a ellos dice la verdad. Pues bien, investigar con honradez en busca de verdades relativas es lo que hace a un historiador, no un título universitario. ¿Hace eso Moreno? No, no lo hace, por eso, para evitar el juicio crítico de quienes lo intentamos seriamente, niega pertenecer al gremio para luego desafiarlo con falsa sutileza: “Felicito a los historiadores que no alquilaron sus plumas ni enajenaron sus conocimientos a cualquier gobierno ni institución ni persona alguna a cambio de un puñado de pesos o de un puesto público o privado” (p. 11). ¿Qué quiere decir con eso?, ¿que trabajar para una “institución” es “alquilar” la pluma? Si no es así, ¿podría dar nombres? Esa idea, que repite, parece concretarse cuando afirma que debería escribir los libros de primaria un “organismo autónomo integrado por historiadores de renombre que cuenten con una gran obra publicada y deslumbrantes títulos académicos” (p. 219). ¿Otro organismo autónomo?, ¿quiénes serían esos historiadores, quién definiría los deslumbrantes títulos? ¿Valen los que cobran un salario en instituciones?, ¿sugerirá nombres el valeroso crítico?
¡Ah!, pero en las “conclusiones” parece dejar de lado la ambigüedad: “Que la Academia Mexicana de la Historia redacte unos nuevos libros sin dejar la tarea en manos de un aficionado que sólo busca la verdad con un genuino amor por México” (p. 558). Entendemos el fallido sarcasmo cuando sabemos que dos miembros de esa Academia han opinado públicamente sobre la obra de Moreno (varios más en privado, en términos impublicables): Manuel Olimón dice de México ante Dios: “Su pertinencia científica es cercana a la nulidad, pues ni el método histórico ha sido usado para su confección ni la estética literaria que sería propia de una buena novela aparece’; además, miente: “con documentos inventados” (de los que Olimón aporta varios ejemplos), "puede uno probar lo que se quiera” (http://www.zenit.org/es/articles/mexico-ante-dios-una-novela-sin-fundamento-historico).
La admirada y admirable Josefina Zoraida Vázquez dice de México mutilado: “Ese libro es una porquería” (http://www.youtube.com/watch?v=zMJ9sdqh-xM). Y con tristeza, concluye una acertada reseña: “Desasosiega la versión y el mensaje que trasmite este libro [ ] Me queda el temor de que sirva para abonar el cinismo o la decepción. Esto es algo que quita el sueño a cualquier educador [ ] que no se rinde a la moda de hablar mal de México” (http://www.letraslibres.com/revista/ convivio/verdades-y-mentiras-de-mexico-mutilado).
Han hablado también de la frivolidad, la paranoia conspiratoria, la generalización descalificadora, y otras exageraciones y falsedades en que incurre Moreno, numerosos historiadores. Paco Ignacio Taibo II: “es muy, muy, muy malo” http://www.youtube.com/watch?v=KvHdPZFvHWM); Arno Burkholder: “no investiga con honestidad”, “juega a su conveniencia con una serie de datos para producir la conclusión que a él le satisface” (http://www.arts-history.mx/blog/index.php/component/k2/ item/251-francisco-martin-moreno-y-la-taza-de-te-alrededor-del-planeta-venus); Manuel Ramos: “Moreno afirma que los historiadores son mojigatos, mercenarios e hipócritas. De acuerdo al Diccionario [ ] ¿No se aplicarían estos términos en realidad al señor Moreno?” (http://contenido.com.mx/2011/03/ cuidado-con-martin-moreno-advierte-el-historiador-manuel-ramos/). Y Lorenzo Meyer, a quien el propio Moreno atribuye una frase aún más lapidaria (http://yucatan.com.mx/imagen/francisco-martin-moreno-y-su-mexico-y-vida-negra). Con igual dureza o desdén se refieren a él en las redes sociales otros historiadores.
¿Por qué ésta unanimidad? Se los cuento pronto.
Desde que comencé la denuncia de los falsificadores de la historia, me han insistido que incluyera a Francisco Martín Moreno. No lo hice hasta hoy, pues supuestamente Moreno es novelista. Sin embargo, al escucharlo dar a conocer su más reciente libro en un programa de radio de muy alta audiencia, se presentó a sí mismo como “revelador de la verdad” histórica que nos “ocultan” (además de alardear de que es el autor “más vendido” de México). Busqué sus entrevistas y descubrí que, como todos los falsificadores, se asume como crítico valeroso y veraz de la “historia oficial” (“aquí espero, con el pecho abierto, los ataques de todos aquellos que se sientan furiosos”, México engañado, p. 31).
El objeto aparente del libro son los textos gratuitos de primaria. No los defenderé. Pertenezco a un colectivo que reflexiona críticamente sobre la enseñanza de la historia y sus vehículos, los libros de texto (http://elpresentedelpasado.com/?s=libros+de+texto). Por ahora solo señalaré que uno de los más graves problemas de los textos de marras es su enciclopedismo: pretenden abarcar enormes periodos, con escasa reflexión y menor relación de lo enseñado con la realidad. Y parece que Moreno querría agravar dicho problema
Permítanme dedicar el artículo de hoy a la relación de este escritor best-seller con mi gremio, los historiadores. De parte suya la relación es aparentemente ambigua porque suele decir que no es historiador, pero ya en confianza, ante entrevistadores a modo (jamás lo he visto debatir con un historiador o someterse a una entrevista complicada), dice cosas como que sus libros son “98 por ciento historia” o que “20 años de investigación” lo llevaron a descubrir documentos “que habían sido ocultados dolosamente”, y que gracias a ellos dice la verdad. Pues bien, investigar con honradez en busca de verdades relativas es lo que hace a un historiador, no un título universitario. ¿Hace eso Moreno? No, no lo hace, por eso, para evitar el juicio crítico de quienes lo intentamos seriamente, niega pertenecer al gremio para luego desafiarlo con falsa sutileza: “Felicito a los historiadores que no alquilaron sus plumas ni enajenaron sus conocimientos a cualquier gobierno ni institución ni persona alguna a cambio de un puñado de pesos o de un puesto público o privado” (p. 11). ¿Qué quiere decir con eso?, ¿que trabajar para una “institución” es “alquilar” la pluma? Si no es así, ¿podría dar nombres? Esa idea, que repite, parece concretarse cuando afirma que debería escribir los libros de primaria un “organismo autónomo integrado por historiadores de renombre que cuenten con una gran obra publicada y deslumbrantes títulos académicos” (p. 219). ¿Otro organismo autónomo?, ¿quiénes serían esos historiadores, quién definiría los deslumbrantes títulos? ¿Valen los que cobran un salario en instituciones?, ¿sugerirá nombres el valeroso crítico?
¡Ah!, pero en las “conclusiones” parece dejar de lado la ambigüedad: “Que la Academia Mexicana de la Historia redacte unos nuevos libros sin dejar la tarea en manos de un aficionado que sólo busca la verdad con un genuino amor por México” (p. 558). Entendemos el fallido sarcasmo cuando sabemos que dos miembros de esa Academia han opinado públicamente sobre la obra de Moreno (varios más en privado, en términos impublicables): Manuel Olimón dice de México ante Dios: “Su pertinencia científica es cercana a la nulidad, pues ni el método histórico ha sido usado para su confección ni la estética literaria que sería propia de una buena novela aparece’; además, miente: “con documentos inventados” (de los que Olimón aporta varios ejemplos), "puede uno probar lo que se quiera” (http://www.zenit.org/es/articles/mexico-ante-dios-una-novela-sin-fundamento-historico).
La admirada y admirable Josefina Zoraida Vázquez dice de México mutilado: “Ese libro es una porquería” (http://www.youtube.com/watch?v=zMJ9sdqh-xM). Y con tristeza, concluye una acertada reseña: “Desasosiega la versión y el mensaje que trasmite este libro [ ] Me queda el temor de que sirva para abonar el cinismo o la decepción. Esto es algo que quita el sueño a cualquier educador [ ] que no se rinde a la moda de hablar mal de México” (http://www.letraslibres.com/revista/ convivio/verdades-y-mentiras-de-mexico-mutilado).
Han hablado también de la frivolidad, la paranoia conspiratoria, la generalización descalificadora, y otras exageraciones y falsedades en que incurre Moreno, numerosos historiadores. Paco Ignacio Taibo II: “es muy, muy, muy malo” http://www.youtube.com/watch?v=KvHdPZFvHWM); Arno Burkholder: “no investiga con honestidad”, “juega a su conveniencia con una serie de datos para producir la conclusión que a él le satisface” (http://www.arts-history.mx/blog/index.php/component/k2/ item/251-francisco-martin-moreno-y-la-taza-de-te-alrededor-del-planeta-venus); Manuel Ramos: “Moreno afirma que los historiadores son mojigatos, mercenarios e hipócritas. De acuerdo al Diccionario [ ] ¿No se aplicarían estos términos en realidad al señor Moreno?” (http://contenido.com.mx/2011/03/ cuidado-con-martin-moreno-advierte-el-historiador-manuel-ramos/). Y Lorenzo Meyer, a quien el propio Moreno atribuye una frase aún más lapidaria (http://yucatan.com.mx/imagen/francisco-martin-moreno-y-su-mexico-y-vida-negra). Con igual dureza o desdén se refieren a él en las redes sociales otros historiadores.
¿Por qué ésta unanimidad? Se los cuento pronto.
Jóvenes manipulados por la CIA
Pedro Salmerón Sanginés | Martes 12 de enero de 2016
El 14 de abril de 1975, Luis Echeverría increpó con esa frase a quienes rechazaban su presencia en la UNAM y le exigían cuentas por las matanzas del 2 de octubre y el 10 de junio. Con esa frase, resumía una concepción del mundo basada en la paranoia, que inventaba “conspiraciones contra México”. Paranoia que define su política –y la de su antecesor– frente a la oposición y la crítica.
Esa misma manía conspiratoria, sin pruebas, aparece en dos connotados falsificadores que hacen suya la versión de Gustavo Díaz Ordaz sobre el movimiento de 1968: uno de ellos ocupó altos cargos en los gobiernos panistas y ya nos ocupamos de él. El otro es el best seller Francisco Martín Moreno. Fue justamente cuando lo oí hablar de 1968 en un programa de radio que decidí denunciarlo como lo que es: un falsificador. Ahí, tras alardear de su amor por la investigación y de lo mucho que investiga en busca de la verdad, aseguró: “Hace cuatro años la CIA desclasificó una serie de documentos del 68. Entonces yo volé a Washington, me metí a los archivos ya desclasificados, para saber cuál había sido la injerencia de la CIA en el movimiento del 68. Y quien organiza el movimiento es la CIA para acabar con el gobierno de Díaz Ordaz, porque tenían miedo a una intervención cubana en México”.
Supuse que daría cuenta de dichos documentos en el libro que presentaba en ese programa, México engañado. Lo compré y leí lo mismo: el movimiento estudiantil de 1968 fue causado por Estados Unidos. En 1968, la CIA había transformado a México en un “enorme centro de espionaje. ¿Qué tal?” Winston Scott, jefe de la estación de la CIA en México desde 1956 logró “colarse en las altas esferas”. “Sin su presencia, tanto el movimiento estudiantil como la represión gubernamental son inexplicables” (las negritas son mías).
¿Qué tal?, diría Moreno (unas 300 veces): “las protestas estudiantiles [fueron] deliberadamente provocadas” por los incondicionales mexicanos de la CIA: Luis Gutiérrez Oropeza, jefe del Estado Mayor Presidencial; Alfonso Corona del Rosal, regente del Distrito Federal, etcétera. “Desde luego, Scott y su gobierno infiltraron el movimiento estudiantil por medio de provocadores que fueron los responsables de los atentados […] y las balaceras nocturnas”.
Y no vuelve a hablar del movimiento: nos cuenta que Corona del Rosal construyó grupos paramilitares desde 1960 y que esos grupos fueron los que dispararon el 2 de octubre (hace una narración disparatada y sin presentar fuentes de aquella tragedia, con el propósito de minimizar el número de víctimas y exculpar al Ejército y a Díaz Ordaz). Al día siguiente de esta tragedia provocada por los agentes de Corona del Rosal, el embajador de Estados Unidos ofreció al secretario de la Defensa Nacional, general Marcelino García Barragán, el respaldo de su gobierno para que diera un golpe de Estado. ¿Para qué querría el gobierno de L. B. Johnson derribar a Díaz Ordaz e imponer un militar? Leí tres o cuatro veces los esfuerzos argumentativos de Moreno y no logré elucidar otra cosa que su paranoia conspirativa.
Busqué, en vano, los documentos de la CIA encontrados por Moreno hace cuatro años. Y brillan por su ausencia (no por falta de espacio, que el libro tiene 600 páginas). Brillan por su ausencia esos respaldos documentales. No aparecen tampoco, ni en la bibliografía, los documentos de Marcelino García Barragán con base en los cuales (y en otras fuentes) Julio Scherer y Carlos Monsiváis dieron la más consistente explicación de la tragedia del 2 de octubre. No hay un solo libro, ni un testimonio sobre 68. En las nueve páginas en que habla de esa conspiración hay únicamente seis referencias: un reportaje de Proceso y cinco citas del ramo Investigaciones Políticas y Sociales del AGN, que no sustentan otra cosa que la existencia de los grupos paramilitares que actuaron el 2 de octubre (y que todos conocemos). Nada de los documentos de que tanto habla. Nada que demuestre la conspiración estadunidense para derribar a Díaz Ordaz.
Y sobre todo, de todo ese batiburrillo sin fundamento, ¿de dónde desprende que el movimiento es resultado de la conspiración?, ¿quiénes entre los dirigentes del movimiento eran agentes de la CIA?, ¿quiénes, en aquellas jornadas por las libertades democráticas, quiénes en aquella gesta cívica? Inventar conspiraciones, exaltar a Díaz Ordaz, exculpar al Ejército, descalificar y desprestigiar al movimiento social y a la oposición, sin fundamentos o incluso con documentos inventados… y así en todo el libro.
¿Por qué?, ¿para qué? Si tienen paciencia, trataré de explicarlo en un tercer y último artículo
* Es doctor en Historia por la UNAM, tiene estudios de posdoctorado en la ENAP, escritor e investigador nacional nivel I
Fuente: Periódico La Jornada, México, de la fechas señaladas.
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