Gianni Valente 30 de octubre de 2017
El Patriarcado de Babilonia de los Caldeos expone la propia visión sobre el «futuro de las ciudades cristianas» de la zona, que se han convertido en territorio de enfrentamiento (incluso militar) entre el gobierno de Irak y la Región autónoma del Kurdistán iraquí. Un efecto indirecto de los frágiles equilibrios impuestos en toda la región desde 2003, después de la caída del régimen baazista, con la intervención de las fuerzas internacionales guiadas por los Estados Unidos.
Han pasado 7 meses desde que toda la ciudad de Mosul y toda Llanura de Nínive fueron liberadas del dominio de los yihadistas del llamado Estado Islámico (Daesh). Sin embargo, muchas ciudades de la Llanura de Nínive, en las que antes habitaban los cristianos, «siguen vacías», y ningún residente a vuelto a sus casas, abandonadas en verano de 2014 ante el avance de las milicias del «Califato». Lo denunció el Patriarcado de Babilonia de los Caldeos, que guía la más consistente comunidad cristiana arraigada en Irak. Y atribuye esta situación a «la incapacidad del gobierno central» de reconstruir las casas y las infraestructuras devastadas durante el conflicto, pero también, y sobre todo, a los nuevos vientos de guerra que soplan precisamente en la Llanura de Nínive, que se ha convertido en un territorio contendido entre el gobierno central de Baghdad y las milicias kurdas de los Peshmerga, que responden a la Región autónoma del Kurdistán iraquí. El Patraircado caldeo acaba de difundir un documento para dar a conocer la propia visión sobre «el futuro de las ciudades cristianas de la Llanura de Nínive», e insistir en que «los cristianos no son extraños en Irak, sino que representan poblaciones autóctonas del país».
El destino que parece estar llegando a la Llanura de Nínive se muestra cada vez más paradójico. Las localidades que la caracterizan representaban los bastiones históricos de las comunidades cristianas en el espacio de la antigua Mesopotamia. Y precisamente alrededor de esa Llanura se cultiva desde tiempos inmemoriales entre algunos sectores de las comunidades cristianas iraquíes el proyecto de una «región autónoma» para los cristianos, para llevar a cabo, por lo menos e parte, el sueño ancestral de un «hogar nacional» reservado a las comunidades caldeas, asirias y sirias. Entre el 6 y el 7 de agosto de 2014, decenas de miles de cristianos huyeron a toda prisa de Qaraqosh, Kramles, Talkief, Bartalla y otros centros urbanos de la zona, después de que el ejército iraquí y las tropas kurdas Peshmerga presentes en la región retrocedieran ante el avance de los yihadistas. En los últimos años no ha habido iniciativa o declaración «en defensa de los cristianos iraquíes» por parte de poderes y «lobbies» que no se haya referido a la necesidad de garantizar y defender la vuelta de los bautizados caldeos, sirios y asirios a las ciudades y aldeas de la Llanura de Nínive. Sin embargo, precisamente esa región se ha convertido, junto con Kirkuk, en el epicentro de un nuevo enfrentamiento entre el gobierno de Baghdad y los planes separatistas de la Región autónoma del Kurdistán iraquí, cuya cúpula ha llevado a la proclamación de la propia independencia mediante el resultado del plebiscito pro-independencia que fue convocado para el pasado 25 de septiembre.
Los nuevos conflictos representan una consecuencia indirecta y retrasada de los frágiles equilibrios impuestos en toda la región desde 2013, después de la caída del régimen baazista, con la decisiva intervención de las fuerzas internacionales guiadas por los Estados Unidos. Dese entonces, las fuerzas que prevalecen en el Kurdistán iraquí reivindican, en desacuerdo con el gobierno central, el control de 5 «zonas disputadas», incluidas las de los gobernatorados de Nínive y Kirkuk.
El Patraircado caldeo, delineando su «visión» sobre el futuro de las ciudades cristianas de la Llanura, reconoce que «la jurisdicción sobre la Llanura de Nínive, unificada, estable y protegida hasta 2003, hoy es disputada por el gobierno iraquí y las fuerzas kurdas». Recuerda también que después del referéndum por la independencia de la Región autónoma del Kurdistán iraquí, precisamente en esa zona se han registrado enfrentamientos militares entre el ejército iraquí (junto con los grupos de movilización militar popular, Al-Hashd) y los Peshmerga. En las pequeñas ciudades de Telkaif y Baqofa «fueron heridos niños inocentes, y las casas de las familias cristianas fueron utilizadas como puestos de defensa. Como consecuencia, muchos de los residentes de estas ciudades han huido nuevamente, creando un nuevo estado de ansia y miedo». Todo esto, nota el Patriarcado, provocará una nueva migración de cristianos al extranjero.
Para tratar de frenar la desaparición absoluta de la presencia cristiana en la región, el Patriarca caldeo Louis Raphael Sako y sus colaboradores no se limitan a las declaraciones de principios, e indican algunas medidas concretas: invitan a desmantelar la disputa jurisdiccional que se está llevando a cabo en la Llanura de Nínive, volviendo a la situación que había antes de 2003, cuando el gobierno central recobró el control de toda la región; recomiendan integrar y enmarcar en el ejército nacional y en las fuerzas de seguridad federales a todas las milicias y grupos armados locales (a menudo organizados según un criterio étnico-religioso); llaman a las organizaciones y a los partidos políticos cristianos a coordinarse y actuar con sintonía. Para concluir, el Patriarcado caldeo renueva su llamado al gobierno iraquí y al de la Región autónoma de Kurdistán a «sentarse a la mesa de la negociación para reconsiderar la situación y resolver todos los problemas pendientes», reconociendo que «los pueblos que sufren de Irak y del Kurdistán iraquí rechazan que prosiga la guerra».
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