Hidalgo, Aldama, Allende y demás caudillos. Fuente INEHRM. |
Repercusiones del golpe de 1808 contra José de Iturrigaray
El estudio escolar de nuestra historia infortunadamente no considera a la Independencia como un proceso y va saltando de sucesos y fechas sin establecer conexión alguna entre ellos. Hemos visto en la entrega anterior como el movimiento autonomista de 1808, de Juan Francisco de Azcárate, fray Melchor de Talamantes, Jacobo de Villaurrutia, Francisco Primo de Verdad y Ramos y el virrey Iturrigaray; si bien fue abortado por el golpe de estado de un grupo de hispanos, si permitió a los novohispanos saber que ya no podían actuar de forma abierta y pacífica, y fue el despertar de muchos a un intento de romper con el yugo de España.
A partir de entonces se crean en varias ciudades grupos de conspiradores, incluyendo la Ciudad de México. Quienes hayan leído mis trabajos anteriores sobre “Los Guadalupes”, lo recordarán. En esta entrega develaremos muchas novedades más ocurridas en el período del 15 de septiembre de 1808 al 15 de septiembre de 1810.
Allende se encontraba en Puebla al momento del golpe y percibió como los europeos propalaron rumores contra el virrey depuesto y contra los criollos, calificándolos como traidores a la Corona; mientras los jefes militares del cantón eran apercibidos del golpe, a los criollos se les ocultaba información. Al regresan a San Miguel, buscó a Hidalgo, le preocupaba sobre todo el riesgo de que el país cayera en poder de Napoleón, temor compartido por muchos otros criollos.
La Suprema Junta Central Gubernativa en la Península
En España ante la abdicación de Carlos IV y Fernando VII, de acuerdo a los teólogos Vitoria y Suárez, la soberanía regresaba al pueblo que la volcaría en una Suprema Junta Central Gubernativa, reconocida en España el 25 de septiembre de 1808, la cual concedió representación a los territorio de ultramar, aunque decepcionantemente para Nueva España fue de un solo diputado. En abril y mayo de 1809 se efectuaron elecciones en las provincias, resultando favorecido Miguel de Lardizábal.
La conspiración de Valladolid de Michoacán en 1809
En septiembre de 1809, en Valladolid, los militares José María Obeso, José Mariano Michelena, Mariano Quevedo, Ruperto Mier, Manuel Muñiz, los religiosos fray Vicente Santa María, el padre Manuel de la Torre Lloreda, los licenciados José Antonio Soto Saldaña y José Nicolás Michelena, así como el cacique Pedro Rosales, reconocido por los pueblos indios de la provincia; organizaron un movimiento clandestino que tenía como fin organizar una Junta Nacional Gubernativa que tomara el poder a nombre de Fernando VII.
Esta conspiración recogió varios de los puntos de las propuestas de 1808 y de la Suprema Junta española; era típicamente autonomista y en vez de las corporaciones, señalaba como integrantes de las Juntas a los representantes de los pueblos, con lo que se acercaba a la propuesta del corregidor Miguel Domínguez y del licenciado Primo de Verdad, muerto el 4 de octubre de 1808. Infortunadamente no se conserva un escrito amplio y coherente de todas las propuestas de los conspiradores.
La conspiración fue denunciada el día 14 de diciembre y el día 21, fueron aprendidos la mayoría de los conjurados, todos ellos conocidos de hidalgo y no pocos contados entre sus amigos desde los días del magisterio en Valladolid.
El proyecto conspirativo de Allende
Obra de Casimiro Castro, Vista de Querétaro desde el templo de la Cruz, siglo XIX, litografía |
Se ha considera a Hidalgo el cerebro de la conspiración de Querétaro, sin embargo el cerebro y actor principal del movimiento fue Allende como veremos.
<<Mientras se fraguaba la conspiración de Valladolid , alrededor de julio de 1809, Allende conoció sobre un plan capitalino de autonomía, a través del capitán Joaquín Arias del Regimiento Provincial de Celaya, en el que persistían las propuestas de 1808. Allende lo comunicó a Hidalgo y se propuso entonces alentar grupos de criollos deseosos del cambio en tres poblaciones: el ya dicho de San Miguel, así como otros en Dolores y Querétaro. El peso del gobierno español en la capital era mayor que en provincia, de manera que Allende se prometía ventajas para que su movimiento no fuera tan vigilado ni prontamente sofocado.
En octubre de 1809 Allende fue a Querétaro y estuvo en casa del licenciado Parra, adonde llegó procedente de México otro militar de nombre Ignacio Martínez, quien informó sobre la gran reacción que había en la capital contra los europeos, en particular contra el oidor Guillermo Aguirre y el oligarca Gabriel Yermo, autores del golpe de 1808, que seguían reuniéndose y provocando así la consiguiente irritación y suspicacia de los criollos: se esparció el rumor de que eran juntas para entregar el reino a los franceses.
Semejantes noticias se regaron no sólo en México y Querétaro, sino también en Celaya y Valladolid, encendiendo más los ánimos al grado de opinar que la solución era la masacre de europeos: unas “vísperas sicilianas”. Allende, empero, prefirió adoptar el plan capitalino de una Junta Nacional que se lograría mediante un levantamiento armado, puesto que la vía pacífica del cambio había sido cancelada por el golpe de 1808; seguramente consideraba que tal levantamiento había de darse con mayores con mayores apoyos y extensión que el de Valladolid.
Allende, pues, asumió el persistente plan autonomista de la Ciudad de México. En efecto, en la capital proseguía, a pesar de la represión, un plan auspiciado por miembros de la nobleza criolla y que consistía en formar una Junta Nacional compuesta de regidores de ayuntamientos, abogados y eclesiásticos, principalmente criollos con algunos españoles, o bien de representantes de provincias, la cual “debía tener conocimiento en todas las materias de gobierno” y, en especial, organizar la defensa del reino, conservandolo para Fernando VII.
En esencia el plan repetía elementos de algunas propuestas de 1808, mas parece se trataba de un proyecto bastante moderado, como los de Azcárate y Villaurrutia, alejado por tanto de las propuestas de Talamantes o Primo de Verdad. Sin embargo, podemos pensar que el plan de Allende en realidad iba en la línea de la propuesta del corregidor Domínguez. Más en su proceso, donde se refiere al plan de México como su paradigma, Allende cuidó de no involucrar al Corregidor>>[1]
Allende se volvió un crítico contumaz del despotismo del gobierno y de la falta de medidas para la defensa ante una invasión francesa en las costas de golfo de México, por lo que no faltó quien lo denunciará y que esta acusación llegará ante el virrey Lizana, quien lo mandó llamar en enero de 1810 para reclamarle que anduviera diciendo que se pretendía entregar el reino a los franceses. No obstante en febrero de 1810, volvió a la Ciudad de México para entrevistarse con dos miembros de “Los Guadalupes”, Benito Guerra e Ignacio Jiménez, comprometidos en el plan capitalino de autonomía.
A fines de mes y en marzo, Allende empezó a diseñar un proyecto más preciso y viable de levantamiento armado. Su estrategia fue realizar una serie de viajes, escribir cartas y mandar enviados para hacerse de adeptos en diversos lugares. Fue creando un grupo conspirador primeramente en San Miguel, en el que podemos reconocer a Juan Aldama. Tenía confidentes además de la Ciudad de México, en Puebla y Veracruz.
Mientras tanto las autoridades continuaban con la exacción de fondos y donativos para la guerra contra los franceses, incluso dejando sin fondos a las pequeñas organizaciones del laicado colonial, como cofradías y similares.
Hidalgo entre el poder y la subversión
En ese mes de enero de 1810, el cura Hidalgo pasaba unos días en Guanajuato, coincidiendo con su amigo Abad Queipo. Tuvieron ocasión de verse y platicar varias veces, coincidiendo en casa de los Septién, con el intendente Riaño. <<Los tres se inclinaban mucho por el gobierno francés, no porque estuvieran de acuerdo con la invasión sino por sus leyes, según las cuales habría que arreglar las de la monarquía española. Fue entonces cuando Hidalgo presumió sus adelantos en el cultivo de las moreras y la elaboración de la seda.>>
Interesóse en el asunto el futuro obispo, quien recibiría la ayuda del cura para la crianza de los gusanos, lo que sirvió de disimulo para su creciente participación en la conjura. Al entrar la primavera de 1810, se recibieron noticias de la Península, que señalaban en avance francés sobre Andalucía y la primera convocatoria a Cortes. El avance era acompañado de la decisión de Bonaparte de soliviantar las posesiones de ultramar mediante comisionados. El 8 de mayo conoció el edicto de Bonaparte, en donde se instruía a los comisionados lo siguiente:
“Deberán los comisionados hacerse estimar después de los gobernadores y magistrados de las provincias, de los curas párrocos y prelados religiosos, procurando que estos en las confesiones persuadan y aconsejen a los penitentes, que les conviene adherir a las ideas del emperador Napoleón, haciéndoles creer que es enviado de la mano de dios, para castigar la tiranía y el orgullo de los monarcas: y que es un pecado mortal que no admite perdón, el resistirse a la voluntad divina; se abstendrán –prosigue- mis comisionados de hablar contra la Inquisición y estado eclesiástico; antes bien, deberán en sus conversaciones apoyar la necesidad de aquel santo tribunal y el provecho del segundo”[2]
Por otra parte, la Junta Central, se disolvía el 29 de enero, dejando la suprema autoridad en una Regencia de España. Se emitía una primera convocatoria a Cortes el 1 de enero de 1810. Las elecciones para diputados a Cortes se efectuarían en junio de ese año. Entre abril y mayo Hidalgo recibió carta de Riaño en la que lo exhortaba a postularse como candidato a diputado para las Cortes de Cádiz. <<Al cura no le desagradó la idea, pues finalmente veía una alternativa pacífica para el cambio donde el podría estar entre los protagonistas. Así que fue de inmediato a buscar a Allende en la villa, le mostró la carta de Riaño y le pidió persuadiera a miembros del ayuntamiento a que votarán por él […] Más las diligencias fueron tardías o se toparon con intereses […]
A partir de entonces, junio de 1810, Hidalgo se inclinó más por la opción del levantamiento al que Allende lo invitaba constantemente, aunque no estuviera de acuerdo en algunos puntos de su proyecto.>>[3]
La conspiración de Querétaro
La importante Ciudad de Querétaro, fue señalada como el foco del levantamiento: allí residía el matrimonio del corregidor Miguel Domínguez y de su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, allí sostenían múltiples relaciones el capitán Ignacio Allende y el cura Miguel Hidalgo, allí surgían inquietudes autonomistas o independentistas en diversos grupos, antes de que Allende las alentara. Así es que algunos de los inconformes decidieron formar una academia literaria el 24 de junio de 1810 en casa del licenciado Juan Altamirano, promovida por Ignacio Villaseñor y Aldama. Su apertura la hizo el bachiller José María Sánchez. Duró poco porque se corrió la voz de los asuntos tratados y los miembros se separaron. Sin embargo, la conspiración avanzó en la sombra, gracias al activismo de Allende y a la protección del matrimonio Domínguez.
<<El 7 de agosto, en la casa del licenciado Parra, se asoció José Mariano Galván y concurrió el teniente de dragones de San Miguel, Francisco Lanzagorta, en representación de Ignacio Allende, quien comunicó que había grupos de conspiradores en México, Valladolid, San Miguel, Guanajuato y San Luis Potosí. El 10 hubo junta y baile en casa del mismo Parra. Se planeó otro baile para ganarse a los oficiales del Regimiento Provincial de Celaya. También participaron en boticario Estrada y el padre Benigno Munilla. La Corregidora estaba al tanto de todo. El 21 de agosto llegó a Querétaro Ignacio Allende, quien permaneció varios días en unión de Juan Aldama. Los días 25, 26 y 28 se reunieron, a veces en otras casas: en la del licenciado Sotelo, en la del licenciado Lazo de la Vega o bien “en casa de unas mujeres que llamaban las sanmigueleñas”. En casa del padre José María Sánchez el 31 de agosto conferenciaban la Corregidora, Allende y el teniente Cabeza de Caca. Y no fue hasta el 7 de septiembre cuando Allende y Aldama se retiraron de Querétaro.
Por lo visto Allende concurría con frecuencia a las reuniones subversivas, lo que no consta de Hidalgo, bien que lo pudo hacer en los principios de la Academia. Por lo demás, varias de las propuestas y estrategias de esa conspiración serían asumidas por el cura. Sin embargo, parece que en un principio se contentaba con mantener relación estrecha con Allende y con algunos de los conspiradores.>>[4]
Figura relevante, aunque olvidada fue Epigmenio González, <<tendero, de clase media baja, relacionado más con gente del campo, obrajeros y trabajadores de la factoría del tabaco. No obstante, sería el más comprometido promotor con el apoyo de su hermano Emeterio, junto con Ignacio Carreño y Lozada. Incluso Epigmenio, en la penumbra, convocaba el mayor número de partidarios y diseñaba un plan con borrador de proclamas y de acciones específicas para iniciar el levantamiento.
Plan y programa de la Conspiración de Querétaro
Obra anónima, Epigmenio González, siglo XIX, óleo sobre tela. Museo Regional de Querétaro, Secretaría de Cultura.Inah.mx |
El plan de la conspiración de Querétaro diseñado por Epigmenio González, probablemente con la influencia de otros conspiradores, abarca dos aspectos: por una parte, la visión de la nación que se pretendía establecer, y por otra, el programa de acciones inmediatas para apoderarse de la ciudad de Querétaro.
La visión de la patria independiente solo esboza algunos lineamientos de lo político, económico y nacionalista. Son breves apuntes, bien que significativos:
Sacudiendo el pesado yugo que sufre el día de hoy el reino de Nueva España se llamará Anáhuac. La forma política será imperio con cuatro príncipes electores.
En cada provincia habrá una Audiencia que se compondrá de dos magistrados letrados y un secretario.
Habrá una Asamblea Conservadora de la Agricultura, otra de Comercio, otra de Industria y otra de Acueductos y Caminos y un Juez de Población o de Leva, con sus respectivos cabos en cada ciudad.
El Juez de Leva proveerá a los pueblos pequeños obras hidráulicas, labores y caminos, de hombres sin oficio, borrachos y jugadores de las ciudades populosas.
Se celebrará anualmente en cada ciudad, con toda solemnidad la fiesta de la Independencia, y en ella concurrirán todos los varones de siete a los cincuenta, a jurar y defender los derechos y libertad de la nación.
La mayor importancia se da a los bienes de producción agropecuaria:
Los bienes raíces de los europeos, siendo haciendas de campo, se dividirán en tantas partes, cuantos sean los indios de que se componga la cuadrilla de gañanes. Los mismo bienes en cualesquiera otra especie que sean, se venderán de cuenta de la tesorería Nacional que se creará.
Las haciendas de campo de los particulares y las de las comunidades religiosas, serán dominios, sin que puedan sus dueños sembrar un grano de nada, sino darlas en pequeñas porciones en arrendamiento según el arancel que se forme por el Emperador. Esto se entiende, si estos procedieren en el tiempo de la separación de España, como buenos americanos, contribuyendo con sus personas, bienes, etc. A la común libertad; y si no, correrán la misma suerte que los españoles antiguos.
Sorprende, pues, la clarividencia del autor del plan que veía el problema agrario como fundamental y no solo desde la perspectiva política de europeos versus americanos, sino social, donde la división era entre propietarios, incluidos los criollos, y desposeídos. […]
En el plan aflora una política de exclusión, rigurosamente nacionalista, como reacción al estancamiento de la producción que sufría el país por las excesivas importaciones: “Se prohibirá con pena de muerte, el comercio de todas las naciones extranjeras; y con la misma pena se prohibirá también usar de ninguna ropa, mueble, etc. Que no sea hecho en estos reinos”.>>[5]
Tenían los conjurados también un plan para apoderarse de la ciudad de Querétaro, con un costo de 2,642 pesos Y que incluía un general y cinco capitanes, que se habrían de distribuir para aprehender a funcionarios, militares y gachupines.
<<Además del plan y programa se encontraría en la trastienda de Epigmenio un manifiesto o apuntes de proclama seguidos de unas “Proposiciones” y acompañados de un jeroglífico, esto es, un dibujo con el águila mexicana y el león español. >>[6]
De cómo llegó Hidalgo a ser cabeza
Hemos seguido la versátil trayectoria de Hidalgo, ahora de 57 años, como maestro, rector, empresario teatral, hacendado, empresario de pequeñas empresas. No era un hombre apocado, que se acobardara ante el riesgo y las responsabilidades; sin embargo, en el caso de un proceso de emancipación, el estaba más por el camino pacífico como diputado ante las Cortes, que como cabeza de una rebelión armada. Ignacio Allende, mucho más joven que Hidalgo, ahora de 41 años, veía que faltaba unidad entre los distintos grupos de conspiradores de Querétaro. Si bien había sido capaz de promover las conjuras, sentía que su personalidad no bastaba para erigirse en autoridad principal, ni la quería; por ello buscaba que Hidalgo se involucrara de lleno en la conjura, para encabezarla.
Hidalgo acudió a Querétaro por julio o agosto a instancias de Allende, en donde le presentó a Epigmenio González y a otros dos comprometidos, asegurándole que tenían “a su devoción más de doscientos de la plebe”, pero al cura le parecieron “de poco carácter” y que su ofrecimiento “no tenía forma”. Quizá Hidalgo se dejó llevar por el común de simpatizantes de la conspiración de nivel y posibilidades variado, pero que <<cuando se trató de prepararse para el levantamiento armado, ninguno de ellos quiso arriesgarse como Epigmenio que utilizó su trastienda para almacenar armas, parque y documentos de la conspiración. Hidalgo parece no haber ponderado esto y sólo se impresionó por la poca presencia de Epigmenio y sus respuestas tal vez titubeantes. Por otra parte Hidalgo estaba al tanto de aquellos del comentario de aquellos documentos gracias a Allende, pero tal vez no reparaba en que el humilde tendero tenía que ver en su autoría.>>[7]
El corregidor Domínguez si bien protegía y alentaba la conspiración, al mismo tiempo se recataba, pues se hallaba entre la espada y la pared; no obstante contaba con 60,000 pesos en reales.
A fines de agosto el queretano Ignacio Carreño prometió a Allende presentarle a 15 o 20 adictos a la causa quienes prometían comprometer a otros 300, más habiendo incumplido para el día acordado comunicó ello a Hidalgo, quien por escrito le respondió que “se apartaba de lo tratado y que no contase con él para nada”. Alrededor del 5 de septiembre, volviendo Allende a Querétaro con Juan Aldama, a quien acabó por comprometer, se entrevisto nuevamente con Carreño, ahora sí con éxito. Al saberlo Hidalgo “volvió a animarse a seguir el mismo sistema”. Entonces es cuando el cura decide incorporarse a la insurrección como cabeza y al efecto apresuró la fabricación de lanzas en Dolores y en la hacienda Santa Bárbara de los Gutiérrez. También mandó decir a un militar conocido suyo, José María Garrido, - a la sazón delator- tambor mayor del batallón de Guanajuato, que consiguiera simpatizantes en sus tropas.
Fue entonces cuando se fijó la fecha y lugar de la insurrección simultánea en San Miguel el Grande y en Querétaro para el 29 de septiembre, pero ante el aprovisionamiento de armas, se difirió para el 2 de octubre.
Denuncias de la conspiración
Allende y Aldama procedentes de Querétaro, llegaron a San Miguel el 12 de septiembre por la mañana. Al día siguiente jueves 13, recibía llamado a Hidalgo para que fuera a Dolores, pues aunque vagas, tenía noticias de que Allende estaba delatado.
En efecto había varias denuncias. Una partió de Garrido, el tambor mayor de Guanajuato a quien Hidalgo había invitado. Ésta llegó hasta su amigo Riaño, quien dispuso hacia el 15, la prisión de los implicados. Otra denuncia fue anónima y sin destinatario, el 9 de septiembre. Quizá la más detallada fue la de Joaquín Arias, capitán del Regimiento Provincial de Celaya, quien estando entre los más fervorosos miembros de la conspiración, ante el temor de ser descubierto y castigado urdió una trama de denuncia, invitando el día 10 al sargento José Alonso, delante del alcalde de Querétaro, Juan Ochoa que presto envió un mensaje al oidor Guillermo Aguirre, y el día 11 escribió al mismo virrey Francisco Javier Venegas.
No obstante, ninguna de estas denuncias provocó la aprehensión de los conspiradores de Querétaro, sino otra que partió de dos personajes, uno criollo cuyo nombre se ignora y un peninsular, Francisco Bueras, quienes juntos o por separado informaron de la inminente sublevación tanto al comandante de brigada García Revollo como al cura Rafael Gil de León; afirmando que en casa de un tal Sámano y de Epigmenio González había acopio de armas para acabar con los europeos. El cura fue a decírselo al Corregidor la noche del 14 de septiembre; éste para alejar sospechas de su participación, consultó con el escribano europeo Juan Fernando Domínguez, quien lo acompaño al cateo de las casas. En la de Epigmenio hallaron armas y documentos. Al día siguiente dieron inicio los procesos, y el 16, el propio Corregidor y su esposa Josefa Ortiz también fueron aprendidos.
Aquí viene la tradicional anécdota: “cuando el Corregidor salía de su casa para el cateo, informó a su mujer que la conspiración había sido descubierta y, temeroso de alguna imprudencia por el arrebatado carácter de doña Josefa, la encerró con llave. La corregidora llamó entonces al alcaide de la prisión, Ignacio Pérez, con golpes en el piso, pues la habitación de éste se hallaba en la planta baja, y a través de la puerta le mandó fuese a dar aviso al capitán Allende. Sin embargo el alcaide no pudo salir sino hasta el 15 por la mañana”.
“Caballeros, somos perdidos”
<<Allende, que se había dirigido de San Miguel a Dolores el jueves 13 de septiembre, llego el mismo día como a las seis de la tarde. Hidalgo se hallaba en casa de comerciante peninsular José Antonio Larrinúa, antiguo militar. Pronto volvió y platicó con Allende. Esperaron noticias el viernes 14, fiesta de la Santa Cruz. Un capitán de Guanajuato confirmo a Hidalgo que Allende había sido delatado y el cura comentó: “Eso está malo. Es menester agitar el negocio con precisión”.
Por su parte el sábado 15 Juan Aldama acudió a un baile en San Miguel a casa de José Allende, hermano de Ignacio. Hacia las 10 de la noche llegó el alcaide Pérez, quien comunicó a Aldama el recado de la Corregidora. Enterado del fatal descubrimiento, salió de inmediato para Dolores junto con el alcaide. […]
Con el fin de desvanecer sospechas y de descubrir si algún rumor de denuncia había llegado a noticia de otros vecinos de Dolores, al anochecer del día 15 el cura acudió a jugar a las cartas, como solía, a casa del subdelegado, el criollo Nicolás Fernández del Rincón, donde se hallaba también el nuevo colector del diezmo, Ignacio Diez cortina. […] A las once se fue a su casa y tal vez comentó algo con Allende.>>[8]
Más tarde llegaron Aldama y el alcaide Pérez, y acudieron a despertar a Allende para contárselo. La primera opción que contemplaron fue la huída, pero había que avisar al cura y fueron a despertarlo, contándole todo y proponiéndole huir a Estados Unidos.
Como se habían levantado las hermanas de Miguel, éste les pidió que sirvieran chocolate. Hidalgo no decía nada en tanto se vestía. Serían más de las tres de la mañana, cuando envió a su cochero para llamar a los dos serenos del pueblo. Tan pronto llegaron les ordeno convocar a los artesanos a su casa. Mientras los capitanes seguían discutiendo, y tras calzarse las medias el cura los interrumpió:
<< - ¡Caballeros somos perdidos! Aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines.
A lo que replicó Aldama:
- ¡Señor!, ¿qué va a hacer vuestra merced? Por amor de Dios, vea vuestra merced lo que hace.
Y se lo volvió a decir. Pero Hidalgo insistió con Allende:
- Ahora mismo damos la voz de libertad
Para entonces ya habían llegado ocho de los artesanos convocados. Irían llegando otros; uno se disculpó por sentirse indispuesto, pero el cura mandó que lo trajesen “por bien o por mal”. Para entonces su hermano Mariano y José Santos Villa ya se habían agregado a la reunión de capitanes y el cura. Y también mandó llamar a los vicarios José Gabriel Gutiérrez Y Mariano Balleza.
Pareciera que a Hidalgo se le estaba ocurriendo por primera vez la prisión de gachupines. En realidad no hacía otra cosa que aplicar el proyecto de Epigmenio González –y en esto tal vez el de los demás conspiradores- que establecía literalmente como estrategia fundamental la aprehensión de europeos.>>
Jorge Pérez Uribe
[1] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág. 206, 207
[2] Ibíd., pág. 209
[3] Ibíd., págs. 209, 210
[4] Ibíd., pág. 211
[5] Ibíd., págs. 212, 213
[6] Ibíd., pág. 215
[7] Ibíd., pág. 220
[8] Ibíd., págs. 224, 225
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