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viernes, 6 de marzo de 2020

"DÍAS DE GUARDAR"...




Preámbulo:

El 29 de abril de 2009 el mundo despertó con la noticia de que la influenza AH1N1 era nombrada pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El surgimiento de este nuevo virus inició en marzo, pero fue hasta abril que los diferentes gobiernos, como el mexicano, comenzaron a hacer oficiales las declaraciones de emergencia y tomaron cartas sobre este hecho.

Seis días antes, el 23 de abril de ese año, el gobierno de Felipe Calderón en México ya había ordenado acciones como la suspensión de clases en todo el territorio nacional, la cancelación de actividades en sitios públicos, la difusión de información sanitaria y más tarde campañas de vacunación.

El mismo 29 de abril el entonces secretario de Salud, José Ángel Córdova, dijo que sólo había siete casos confirmados de muertes relacionadas con esta condición. En Estados Unidos se hablaba de 64 personas contagiadas.

La foto corresponde a la procesión del Viernes Santo del 10 de abril, en donde se puede observar que los fieles que llevan la imagen de Cristo ya llevaban cubre bocas, entonces se me ocurrió escribír este ensayo a principios de mayo, para dar a conocer a mis amigos del extranjero que el gobierno y el pueblo de México habían actuado con responsabilidad para frenar este brote:


"Días de guardar"...

A raíz del conflicto religioso (1926-1929) vino un renacimiento espiritual en todo el país, que se observaba fuertemente desde que empezaba la cuaresma. Mucha gente dejaba de escuchar música, no asistía a fiestas, al teatro o al cine, ayunando todos los viernes, efectuando lecturas religiosas, oraba con frecuencia. Al llegar la semana santa, prácticamente se suspendían todas las actividades escolares y económicas; los centros nocturnos, teatros e incluso “teatros de revista” y bares y cantinas cerraban sus puertas; las escasas salas de cine exhibían películas piadosas, se suspendían las corridas de toros y eventos deportivos y la gente se recluía en sus casas, saliendo básicamente a los actos de carácter religioso. Eran días de luto y recogimiento, eran "días de guardar".

Con el paso del tiempo, la educación laica, y la pérdida de valores religiosos, trajeron la indiferencia religiosa y cada vez se fueron perdiendo más y más estas tradiciones, hasta convertirse en las “vacaciones de primavera”, en donde todo mundo corre a los centros de vacación o de diversión, que amplían sus horarios y capacidad en estas fechas. 

La epidemia del virus de influenza H1N1 ha obligado en estos días a la población, principalmente de la Ciudad de México, a someterse a una rigurosa cuarentena, semejante a la de aquellos años: cero teatros, cines, centros nocturnos, además de cancelación del servicio de restaurantes y cafeterías, cierre de escuelas, museos y centros culturales; los eventos deportivos si bien no se han cancelado, se realizan a puerta cerrada, incluyendo la famosa Copa Fina de natación. Adicionalmente el domingo anterior tuvimos la suspensión de misas en las iglesias. 

“Esta situación puede causar estrés y depresión en la población” argumentan algunos especialistas de la conducta humana y efectivamente así sucede cuando no podemos satisfacer nuestra adicción, llámese esta evasión de la realidad, comilonas, parrandas, sexo, alcohol, casas de juego, etc. 

Por otra parte he observado a parejas y familias paseando felices –obviamente con cubre bocas-, en la ventanas de las casa se oyen amenas charlas. La gente con cubre bocas ya no se mira con recelo, sino con simpatía, como expresando “gracias por protegerme”, el recelo ahora es para el que no se cubre. 

He participado en varias ocasiones en los mal llamados “retiros espirituales” y nunca me he aburrido; aunque hay que aclarar que si se deja la mente a la disipación, esta es abordada por el mal espíritu y entonces si puede uno llegar al más grande tedio. Aunque la situación no es la de un “retiro espiritual” el romper temporalmente con las adicciones que nos embargan y reencontrarnos con la familia, indudablemente serán de gran beneficio. 

Pero no solamente en el plan personal o familiar se está dando esta situación, también en el terreno social se nota esta solidaridad, esta conciencia de protección al otro. Personalmente me encuentro maravillado por la madurez que está demostrando nuestra población y por el valor con que las autoridades han encarado el problema. Considero que por primera vez en décadas hemos roto con el famoso “no pasa nada” y hemos reconocido que ahora si pasa algo y muy serio y hemos tomado medidas, en algunos casos, drásticas, aunque impliquen pérdida de turismo e incluso cierre de fuentes de trabajo. 

Leía el otro día al “sociólogo de la religión” Bernardo Barranco que escribía que mucha gente considera esta epidemia como un “castigo divino” y me preguntaba de donde sacará los prototipos de estas expresiones, ya que por ningún lado he escuchado, ni leído en los medios, alguna opinión en ese sentido. En cambio se de mucha gente que ora en familia por los difuntos, gobernantes, personal médico y compatriotas. 

Tengo la convicción que a pesar de las escasas muertes ocurridas, de las pérdidas económicas, de las dificultades para las madres trabajadoras, de la mengua en los ingresos de quienes han tenido que suspender actividades, esta situación finalmente redundará en una mejor convivencia de la población, en un reencuentro consigo misma y con Dios, y en un reposicionamiento de México como un país responsable en la comunidad internacional, que prefirió sufrir los efectos económicos de esta cuarentena y no como Estados Unidos, que prefirió callar hasta que los muertos hicieron evidente el problema.

Jorge Pérez Uribe


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