Pablo Hiriart | 24/06/2020
Alguna vez un expresidente –he conversado con todos en mi carrera, desde De la Madrid a Peña Nieto–, me dijo que cuando te sientas en la silla se transparenta lo que eres. No se puede ocultar nada, ni defectos ni debilidades ni virtudes.
Hoy vemos en Palacio Nacional a un hombre que batalló como pocos por llegar a la Presidencia, y en menos de dos años nos mostró que no tiene nada en la mente y en su corazón habitan el rencor y el resentimiento.
El país se va a descomponer más y a México le va a ir peor debido a esas carencias de nuestro Presidente, que sólo lucha por acumular poder para destruir y controlar.
No atina a nada constructivo, pues nadie da lo que no tiene.
Ante la destrucción del país, él y sus cercanos alientan la confrontación entre mexicanos.
Todos los días, sin faltar uno, nos hablan de peligros de golpes de Estado, de conspiraciones, inventan complots de empresarios, campañas desestabilizadoras, atacan a los medios de comunicación, amedrentan periodistas, señalan que hay médicos confabulados, papás de niños con cáncer que traen agenda política.
Cada mañana nos despertamos con un nuevo pleito de López Obrador. Y muchas, muchas mentiras.
Sus pleitos cuestan vidas humanas, empleos, delitos, crímenes, empresas cerradas, debilitamiento del Estado de derecho, falta de confianza para invertir.
¿Cómo es posible que desde la Presidencia de la República se atice la polarización y el encono entre mexicanos (en el que algunos, lamentablemente, caen), cuando su función es exactamente la contraria?
Es posible por las características de Andrés Manuel López Obrador: mucho enojo, y “el vacío del mundo en la oquedad de su cabeza”, para decirlo en palabras del poeta andaluz.
Lo anterior no es una ofensa personal, sino una rigurosa y desoladora descripción de quien lleva el mando del país.
¿No? A ver, que sus defensores nos digan cuál es el plan del Presidente para enfrentar la crisis económica.
No tiene. Si existiera algún proyecto económico del gobierno ya lo conoceríamos, pero sólo vemos destrucción.
El análisis de BBVA que registra hoy El Financiero indica que 600 mil empresas están paralizadas y sin ingresos, con incertidumbre de si van a poder operar nuevamente o no.
Ante ese enorme problema para el país, ¿qué hace el Presidente? Nada. Cero. Que quiebren, dijo al empezar la crisis y de ahí no se ha movido.
Si cada una de esas empresas tiene, o tenía, cinco trabajadores en promedio, significa que dos millones se quedaron sin sueldo y tal vez igual número de familias sin ingresos.
A ver, ¿y el Presidente humanista, progresista, en qué temas anda? En ninguno que dé respuesta al drama salarial. Lo suyo son los pleitos y no las soluciones.
Todos los analistas han cambiado sus previsiones de la caída del PIB para México, y se mueve desde -8.4 y -10 por ciento. ¿Alguna previsión para el golpazo? Nada. Cero.
Al Presidente le da lo mismo que la economía caiga a -3 o que caiga a -12. No le aflige que por cada punto se pierdan alrededor de 200 mil empleos formales.
¿Calumnio? ¿Sí le aflige? Entonces enseñen cuáles son las medidas contra cíclicas. ¿Seguro de desempleo? ¿Salario solidario? ¿Ingreso básico universal? ¿Apoyo fiscal a las empresas?
No tiene nada que ofrecer. Pero espanta a la inversión extranjera, se ensaña contra las empresas y deja en el aire a los trabajadores cesantes.
Enrique Cárdenas publicó la semana anterior en estas páginas que según el EQUIDE de la Universidad Iberoamericana, a fin de año habrá 95 millones de pobres en México, siendo mujeres y niños los más afectados.
Estamos hablando de una crisis de hambre, con el drama humanitario, social y de seguridad que ello implica.
¿Algún plan de contingencia para evitarlo, o atenuarlo al menos? Nada, no hay absolutamente nada. ¿Primero los pobres?
Que no nos digan que sus programas sociales son la respuesta, porque con los recortes y rediseño de la política social, ahora los apoyos llegan a menos personas que en el sexenio anterior.
Según CONEVAL, este año entre seis y diez millones de personas entrarán a las filas del hambre. Y el 'neoliberal' que le antecedió en el cargo sacó a dos millones de mexicanos de la pobreza extrema.
AMLO no es lo que aparentaba y decía.
Muy bien que se cobren más impuestos, aunque lo cierto es que se presiona a empresas para que desistan de exigir devoluciones.
Pero dejémoslo en que está bien. Pregunta: ¿para qué usan el dinero? ¿Para fortalecer la economía? ¿Para salvar la planta productiva y recuperarnos más rápido de la crisis? ¿Para atender a los que están perdiendo sus empleos?
Nada de eso. Lo usan para gastar en un Tren Maya, que sus vías costarán 140 mil millones de pesos, que será necesario subsidiar de manera permanente, para el cual habrá que tirar miles de árboles –apenas en su primera etapa–, y va a quemar, en plena selva, 166 mil millones de litros de combustible fósil al año, según informa la Manifestación de Impacto Ambiental.
¿Cuál ha sido el programa para atender la emergencia sanitaria?
No hay, nunca lo hubo. Puros parches e improvisaciones que nos han costado miles de muertes.
¿No? Digan algo. Un par de argumentos que no sean insultos. No tienen.
Se pidió un préstamo de mil millones de dólares al Banco Mundial. Correcto. ¿Para Salud? No, a la Secretaría de Salud le quitaron mil 500 millones de pesos en el primer trimestre.
Ese dinero es para construir sucursales del Banco del Bienestar, al frente del cual nombraron, el lunes, a una abogada sin conocimiento de la materia, pues ella es “terapeuta de transmisión de energía cósmica” (La Jornada).
Tanto batallar por sentarse en la silla, para exhibir que no tenía nada en la mente y le sobraba ímpetu destructivo en el corazón.
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