Las pinturas de Kandinsky muestran una tendencia hacia la plenitud, por la equivalencia en intensidad de las áreas de color y la superficie reluciente que destruye toda ilusión de profundidad.
ALGO MÁS SOBRE LA OBRA ARTÍSTICA- “CRITERIOS DE CALIDAD”
Los criterios de calidad en toda obra artístico-literaria, devienen en gran parte del momento en que ésta aparece dentro de un contexto determinado, considerándosela útil en la afinación de un estilo al que se quiere beneficiar por supuestos valores previamente concertados o preestablecidos desde sombras controladoras dominantes. Valores –llámenseles de estilo, tendencia, agrupación, escuela, etc.- puestos en boga por quienes se proclaman responsables intelectuales a la hora de decidir sobre el arte y su destino, valorando contenidos y tendencias sin admisión de réplicas ya que todo -y todos- está comprado y hábilmente retribuido por soportes especulativos de la oferta y la demanda. Hablo de quienes dictaminan, enjuician, favorecen, discriminan (con respaldo académico o político a menudo), a capricho, dando por sentadas unas opciones sobre otras al hilo de intereses concretos sin importarles realmente hallar lo esencial comunicativo, valores necesarios que van surgiendo y transformando el arte desde la soledad y sinceridad sin hacer mucho ruido.
Cualquier supuesta obra de arte que pudiera marcar directrices o tendencias novedosas a considerar, han de venir avaladas por esos importantes señores, o simplemente no ser salvo en milagrosas excepciones. Esto da idea del daño que puede ocasionar, en la historia del arte y en su desarrollo a lo largo de los siglos, la manipulación y el interés de los que poseen el poder de decidir y la potestad de influir, creando cátedra y abriendo espacios al público. A mi modo de entender, el hecho artístico no tiene más credibilidad en estos juicios que la que deviene de círculos determinados con fuertes intereses en esquemas elegidos en todo momento bien protegidos por las redes que dominan el comercio. Provechos e intereses económicos que subyugan al arte espontáneo en un intento por anularlo. Intereses y provechos que varían según la época y criterios del momento, pero que incitan a entrar y persistir, casi por obligación, en una corriente determinada, lo que no deja de ser una cuestión de prácticas amparadas y protegidas, lanzadas con mucho ruido o boato, volátiles y arbitrarias como para atribuirles respeto como determinantes en el hacer cultural.
Cualquier supuesta obra de arte que pudiera marcar directrices o tendencias novedosas a considerar, han de venir avaladas por esos importantes señores, o simplemente no ser salvo en milagrosas excepciones. Esto da idea del daño que puede ocasionar, en la historia del arte y en su desarrollo a lo largo de los siglos, la manipulación y el interés de los que poseen el poder de decidir y la potestad de influir, creando cátedra y abriendo espacios al público. A mi modo de entender, el hecho artístico no tiene más credibilidad en estos juicios que la que deviene de círculos determinados con fuertes intereses en esquemas elegidos en todo momento bien protegidos por las redes que dominan el comercio. Provechos e intereses económicos que subyugan al arte espontáneo en un intento por anularlo. Intereses y provechos que varían según la época y criterios del momento, pero que incitan a entrar y persistir, casi por obligación, en una corriente determinada, lo que no deja de ser una cuestión de prácticas amparadas y protegidas, lanzadas con mucho ruido o boato, volátiles y arbitrarias como para atribuirles respeto como determinantes en el hacer cultural.
Lo vemos en ferias de arte, en galerías, en exposiciones más o menos rimbombantes, a través de sorprendentes anuncios, o en medios donde aparecen críticas influyentes. Todo es subjetivo en el arte. La mayoría de lo que hoy son aparentes relumbres cegadores, acaban al cabo en oscuras naderías. Estamos condicionados por el consumo rápido, por efecto del camelo; estamos atraídos por la publicidad, quizás sin habernos detenido realmente en la obra señalada para poder vivirla desde la necesaria emoción o desinterés. Nada puede considerarse de validez universal ni llegar a todo tipo de público, ya que afortunadamente siempre hay quien sabe elegir por sí mismo huyendo de engaño fácil o de la ortodoxia impuesta por ímprobas academias o escuelas condicionadas por intereses especulativos. Huir de los convencionalismos que genera lo mediático a bombo y platillo, ayuda a saber elegir y encontrar valores más allá de los que intentan meternos a toda costa por los ojos como si fuéramos estúpidas esponjas.
Es esencial, ese aparte que hacemos al mirar una obra, el silencio revelador, la distancia necesaria de observación, no sólo para valorar lo notable creíble que nos impresiona y fascina, sino que también para ayudarnos en la propia creación particular si a ello nos dedicamos, fuera de influencias perniciosas. Hay que saber apartar (esto es lo difícil como todo en la vida) el trigo de la paja, y sobre todo saber descubrir la maléfica cizaña protegiéndonos de cicutas o perejiles de los marjales que embellece caminos pero que ingeridos matan.
Un análisis desapasionado, dejándonos mecer por la melodía del instante, nos pondrá en alerta inmediata del farsante, acercándonos mejor a la obra de calidad, al autor, al artista. Y aprender a seguir avanzando.
Barcelona.-29.-07.-2012.
©Teo Revilla Bravo.
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