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miércoles, 27 de octubre de 2021

LA JUNTA PROVISIONAL GUBERNATIVA DEL IMPERIO EMPIEZA A FUNCIONAR (OCTUBRE DE 1821)

 




Se adjudicará a incondicionales de Iturbide como el sargento Pío Marcha su proclamación como emperador, pero esta era una inquietud que tenían también las gentes comunes y corrientes y las gentes pensantes y así ante <<Un temor de que la anarquía pronto afligiera al país indujo a Fernández de Lizardi, el 29 de septiembre, a dirigir al presidente de la regencia un panfleto en el cual argüía que dicho funcionario debería ser aclamado como jefe supremo. “El ejército y el pueblo desean que vos lleguéis a ser emperador”, decía el panfletista. “Sé bien que Don Fernando VII no puede venir a México, pues tendría que abdicar al trono de España a favor de uno de los infantes… no creo que la elevación de vuestra Excelencia al trono mexicano provocaría los celos de los comandantes del ejército imperial.”[1]

La comunicación para Iturbide era importante y así dispuso que una vez que los soldados victoriosos fueran acuartelados en la capital, se publicará la gaceta oficial. El primer número de este periódico apareció el 2 de octubre de 1821, en el segundo número se hizo la declaración de que sería publicada regularmente por la prensa imperial los martes, jueves y sábados.

La regencia decidió el 4 de octubre que se establecieran cuatro departamentos ejecutivos: la Tesorería, Guerra y Marina, Relaciones Interiores y Exteriores y Justicia y Asuntos Eclesiásticos. Un antiguo agente fiscal llamado Rafael Pérez Maldonado fue pronto nombrado secretario del Tesoro; Antonio de Medina quien tenía algunos conocimientos sobre asuntos navales, fue designado secretario de Guerra y Marina; quien fuera en una época secretario de Iturbide, José Domínguez, fue colocado a la cabeza del Departamento de Justicia y Asuntos Eclesiásticos y José Manuel de Herrera llegó a ser secretario de Relaciones.

<<Declarando que toda autoridad emanaba ahora del imperio, el 5 de octubre la junta decretó que los funcionarios del gobierno que estuvieran en ejercicio de la autoridad de acuerdo con el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, quedaban confirmados en sus puestos.

El 10 de octubre O’Donojú fue enterrado en la capilla de los reyes de la catedral metropolitana. Vicente Guerrero confesó “que las palabras eran inadecuadas para expresar su tristeza por la muerte de un hombre que había dado tan inequívoca prueba de su amor por México”[2]. Fernández de Lizardi lamentó la muerte de “un valiente general, sabio publicista y, sobretodo, un hombre estimable que era nuestro amigo”[3]. <<Como símbolo de aprecio, la Junta otorgó a la viuda de O’Donojú una pensión de 12,000 pesos al año, por tanto tiempo como permaneciera en México […] Como O’Donojú fue proscrito por el gobierno de Madrid, su viuda permaneció en México, donde murió muchos años más tarde, víctima del abandono y la pobreza. >>[4]

A instancias de su presidente, el 12 de octubre la regencia decretó que ciertos oficiales que habían desempeñado papeles influyentes en la lucha por la independencia, fueran reconocidos significativamente. Entre otras promociones que consecuentemente fueron hechas, Pedro negrete fue nombrado teniente general; Anastasio Bustamante, Luis Quintanar y Vicente Guerrero recibieron cada uno el título de mariscal. Además Guerrero fue designado capitán general del Distrito del Sur. El mismo día la junta dispuso que se otorgara al comandante en jefe de las fuerzas de tierra y mar un salario de 120,000 pesos por año comenzando el 24 de febrero de 1821. En una extensa carta a la regencia, sin embargo, Iturbide declaró de inmediato que sus sacrificios por la libertad de México habían sido ampliamente recompensados por el feliz término de la campaña por la liberación. Rehusó el estipendio que se le concedía por el período comprendido entre el 24 de febrero y el 29 de septiembre de 1821, en el que no había desempeñado cargo alguno conferido por el gobierno mexicano. Deseaba que esta suma, que ascendía a 71,000 pesos, fuera usada en beneficio del ejército.


Los símbolos fundacionales de nuestra nacionalidad mexicana.

 


La Junta pronto ordenó que todos los habitantes del Imperio prestaran el juramento de apoyar su independencia. Típica tal vez de un sentimiento nacionalista creciente fue la acuñación en la capital de una medalla conmemorativa de la última declaración de Independencia. La medalla llevaba por un lado una inscripción con la fecha 27 de octubre de 1821 en que la independencia sería solemnemente proclamada en la Ciudad de México. En la otra cara, inspirada por una leyenda azteca, se representaba a un águila coronada devorando una serpiente sobre un nopal que crecía sobre una roca dentro de un lago. En un desplegado emitido a principios de 1822, la regencia anunciaba que esta divisa, con omisión de la serpiente, remplazaría al escudo de armas español a través del imperio. Tal vez en anticipo a la adopción de una forma monárquica de gobierno, la autoridad legislativa estipulaba que el águila debería llevar una “corona imperial”. Más aún, la junta decidió que tanto la bandera nacional, como el estandarte militar deberían ser perpetuamente tricolores y llevar en secciones verticales los colores verde, blanco y rojo, mismo que de acuerdo con la tradición, habían sido utilizados en el estandarte del ejército patriota. En la sección blanca sería estampada un águila coronada.” […]


La gran fiesta nacional por la Independencia


<<Aunque muchos pueblos y ciudades habían proclamado su intención de apoyar al nuevo gobierno y aunque la junta y la regencia habían sido instaladas en la Ciudad de México, tuvo lugar una demora antes de que los dignatarios imperiales rindieran el juramento de mantener la independencia. De acuerdo con una decisión de la junta y la regencia, el 13 de octubre, Gutiérrez del Mazo, jefe político de la capital, ordenó que se hiciera la preparación para la solemne proclamación de la independencia ahí. Iturbide designó una comisión para censurar las piezas teatrales propuestas para dicha ocasión. El 27 de octubre, los edificios públicos y las residencias particulares fueron brillantemente decorados. Miembros del cabildo y de ciertas corporaciones juraron apoyar el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba. Sonaron las campanas en las torres de la catedral. Se publicó un manifiesto anunciando que se había otorgado una amnistía general. Alrededor de la voluminosa estatua de Carlos IV en la Plaza de Armas, se exhibieron estatuas alegóricas. Entre ellas estaba un águila sobre un nopal, representación que simbolizaba la libertad de la nación. Otra figura representaba un trono cerca del cual se mostraba un cetro y una corona imperial. Una de las rúbricas junto al pedestal del trono era la siguiente: “Al solio augusto asciende,/ Que ya de nadie tu corona pende”.

Por adaptación de una práctica colonial, durante la tarde se llevó a cabo el paseo del pendón imperial, procesión que paso a través de las calles importantes de la capital llevando en alto el estandarte imperial. Cuando el desfile regresó a la plaza central, el primer alcalde anunció en voz alta que la ciudad había jurado apoyar la independencia del imperio mexicano, de acuerdo con las bases proclamadas en Iguala y Córdoba. El espíritu nacional fue estimulado al llegar noticias a la ciudad capital de que el 27 de octubre el puerto de Veracruz había caído en manos de los patriotas. El mismo día se expidió un edicto de la regencia que anunciaba que el escritor que atacara alguna de las Tres Garantías sería considerado culpable de lesa nación.

A mediados de noviembre, Iturbide se convenció de que el Plan de Iguala estaba siendo aceptado a través de todo México. En una carta privada a un amigo llamado José Trespalacios expreso los siguientes sentimientos: “Es mi deber asegurar que todas aquellas persona que están trabajando por la libertad del país se den cuenta de que afortunadamente nuestra independencia de España ha sido irrevocablemente declarada y de que nunca más estaremos de acuerdo en ser tratados como colonizados”.>>[5]

Jorge Pérez Uribe


[1] El Pensador Mexicano al Excmo. Señor general del ejército imperial americano D. Agustín de Iturbide, pp. 4-6

[2] Carta de Guerrero del 9 de octubre en el Noticioso General, 12 de octubre de 1821, p.4

[3] Pésame que el Pensador Mexicano da al excelentísimo Señor generalísimo de las armas de América, Don Agustín de Iturbide, pp. 6-7

[4] Spence Robertson William, Iturbide de México, México, FCE, 2012, pág. 206

[5] Spence, op. cit. págs. 210-212


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