Tropas y blindados soviéticos intentando llegar hasta la sede de la Radio Praga, en medio de una multitud de ciudadanos que acudieron a manifestarse contra la invasión. |
Para los jóvenes millenials (nacidos entre 1981 y 1996) y posteriores, este capítulo ocurrido hace exactamente 50 años, podrá parecer una historia fantástica y es que el mundo de entonces era muy distinto al de ahora. Checoeslovaquia, que fue un invento al final de la Ia. Guerra Mundial, estaba integrada por las actuales República Checa y Eslovaquia, dos pueblos pertenecientes al imperio Autro-Húngaro.
Tal día como hoy, pero de hace 50 años, en la noche del 20 al 21 de agosto de 1968, 200,000 soldados y 2,300 tanques de la URSS y de varios de sus países satélites invadieron y ocuparon Checoslovaquia.
La Primavera de Praga: una política de apertura sin abandonar el comunismo
Ocho meses antes, el 5 de enero, Alexander Dubček había sido designado secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia (KSČ), haciéndose con el poder en esa dictadura socialista. El nuevo mandatario inició un proceso de apertura denominado, en checo, como “socialismus s lidskou tváří” (socialismo de rostro humano). A partir de abril -motivo por el cual el proceso se acabó conociendo como la “Primavera de Praga”-, Dubček inició una transformación del régimen comunista, con una cierta libertad de prensa, una mayor participación popular en la vida política, una limitada apertura a la iniciativa privada en la economía y también una política internacional de buenas relaciones con los países occidentales, pero sin romper los lazos con el bloque comunista. Incluso se habló de convocar a medio o largo plazo unas elecciones democráticas. Parte de la población checoslovaca no tardó en reclamar más. Una vez abolida la censura, en la prensa se empezaron a leer críticas al comunismo y a la URSS. El mundo cultural también vivió una cierta apertura. En este ámbito destacó la figura del dramaturgo Václav Havel, que tres años antes había escrito una comedia negra, “El Memorándum”, que parodiaba la férrea burocracia comunista.
Alexander Dubček en marzo de 1969 |
El enfado soviético y la Declaración de Bratislava
Los soviéticos y sus socios del Pacto de Varsovia se empezaron a incomodar. Sabían que el camino hacia la libertad es, necesariamente, una vía de escape de la opresión comunista, y no lo podían permitir. Recordemos que en 1956 la URSS ya había enviado sus tanques a aplastar la Revolución Húngara, y en 1961 Alemania Oriental se había convertido en una enorme prisión, levantando el famoso Muro de Berlín, construido con la excusa de ser un “muro de protección antifascista” pero que en la práctica tenía como fin impedir la huída de los súbditos de la RDA en esa ciudad. Pero además, los 1,382 kilómetros de frontera que separaban a la Alemania Federal de la mal llamada Alemania Democrática (que paradójicamente, era la más antidemocrática de las dos) estaban cubiertos con muros, alambradas, vallas, zanjas y campos de minas y eran patrullados por decenas de miles de soldados de la RDA. Durante su existencia, 140 personas murieron intentando huir a través de esta frontera hacia la Alemania libre.
En julio, el gobierno checoslovaco fue citado a una reunión con el gobierno soviético cerca de la frontera entre ambos países. La delegación checoslovaca prometió lealtad a sus aliados del Pacto de Varsovia al tiempo que defendió sus reformas, pero prometiendo frenar la deriva anticomunista que se estaba dando en el proceso mediante un mayor control de la prensa. El 3 de agosto, la URSS y Checoslovaquia y otras dictaduras del Pacto de Varsovia (Alemania Oriental, Bulgaria, Hungría y Polonia) suscribieron en la ciudad eslovaca de Bratislava una declaración en la que manifestaban su “lealtad al marxismo-leninismo”, la doctrina oficial de la Unión Soviética desde los tiempos de Stalin. La declaración contenía una previsión amenazante para lo checoslovacos, pues además de comprometerse a la “vigilancia” contra las “fuerzas anticomunistas”, el texto señalaba que sus firmantes nunca permitirían “que nadie separe una cuña entre los Estados socialistas ni socave los cimientos del sistema social socialista”. El propio Alexander Dubček suscribió este texto, que era la sentencia de muerte de la Primavera de Praga.
La ‘distensión’ y la indiferencia de Occidente hacia la Primavera de Praga
Sorprendentemente, los países occidentales no prestaron ningún apoyo a la Primavera de Praga. En parte, lógicamente, porque el régimen comunista seguía manteniendo su sistema de partido único y su alineamiento con el Pacto de Varsovia. Además, el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, estaba centrado en la Guerra de Vietnam y no quería conflictos directos con los soviéticos en su área de influencia europea. En 1963, se había iniciado la llamada política de “distensión”, tras la grave crisis de los misiles de Cuba. Fue establecida una línea de comunicación directa entre el presidente de EEUU y el dictador de la URSS (el popularmente conocido como “teléfono rojo”). Además, Estados Unidos, la URSS y el Reino Unido firmaron el 1 de julio de 1968 el primer Tratado de no proliferación de armas atómicas. A causa de esta política, tanto Estados Unidos como la OTAN dejaron el camino libre a que la URSS y sus socios invadieran Checoslovaquia.
Manifestantes con banderas checoslovacas sentados en la Plaza de Venceslao, junto al Monumento a San Venceslao en Praga, esperando la llegada de los soviéticos (Foto: Leszek Sawicki / |
El inicio de la invasión y la cínica justificación soviética
El 17 de agosto, el régimen soviético emitió una resolución prometiendo “proporcionar ayuda al Partido Comunista y al pueblo de Checoslovaquia mediante una fuerza militar”, una ayuda que ni el Gobierno ni el pueblo checoslovaco había pedido. El dictador soviético, Leonid Brezhnev, anunció el día 18 a sus socios del Pacto de Varsovia que las operaciones militares comenzarían el 20 de agosto por la noche. Tal como anunció, la invasión comenzó en la noche del 20 al 21 de agosto. Como he señalado al comienzo, la URSS y sus aliados movilizaron una fuerza del tamaño necesario para afrontar una guerra. Alemania Oriental se retiró de la fuerza invasora a última hora, tras ser advertida por comunistas checoslovacos afines a Moscú de que la invasión de su país por soldados alemanes enardecería a la resistencia de la población checoslovaca, que todavía tenía muy presente la ocupación de su país por Alemania 30 años antes.
Václav Havel: la voz de la resistencia desde Liberec
El 21 de agosto, Václav Havel iniciaba una serie de emisiones de radio desde una estación de la ciudad de Liberec, en el norte del país. En la primera emisión pronunció estas palabras: “Las unidades militares extranjeras entraron en Checoslovaquia en inmensos números, sin el conocimiento del gobierno. Están ocupando nuestros pueblos y ciudades, nuestras instituciones públicas, nuestros hogares, nuestras calles y carreteras; están disparando a la población civil, e incluso ha habido casos de saqueo. En Praga están arrestando a nuestros principales políticos que, hasta ayer, estaban a cargo del país, así como a escritores y trabajadores culturales que, en sus artículos, discursos y acciones públicas, salieron en apoyo de la libertad, la democracia y la soberanía en nuestro país”. Así mismo, Havel añadía: “Cada voz de apoyo a Checoslovaquia hoy es importante. La gente camina por las calles con radios transistores pegados a sus oídos. Las transmisiones de radios libres que todavía están funcionando se pueden escuchar en las plazas públicas y en los altavoces de las calles. Estamos ansiosos de recibir noticias de cualquier tipo de apoyo que provenga de cualquier parte del mundo. Cada una de esas expresiones nos fortalece, y estamos agradecidos por cada una”. De esta forma, la voz de Havel se convirtió en un medio para alentar a los checoslovacos a la resistencia.
Václav Havel durante la Revolución de Terciopelo en 1989, que logró la caída del comunismo en Checoslovaquia. |
Fuente:http://www.outono.net/elentir/2018/08/21/el-final-de-la-primavera-de-praga-de-1968-el-comunismo-envio-tanques-contra-la-libertad/
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