(La primera parte se puede consultar en el post del 19 de junio de 2014)
"Laoconte" El greco. Renacimiento español. |
Teo Revilla Bravo
Barcelona.-mayo.-2014.
©Teo Revilla Bravo.
Hay una gran desconexión entre los intereses creados por los poderes políticos y o financieros, y la realidad de lo que se presupone es el gusto artístico de la gente. Algo que no solamente pasa en artes plásticas, sino que también en todas las artes. Lo que es cierto es que cuando aparece una obra que cala en la sensibilidad de la gente, ésta acude a contemplarla entusiasmada, formando grandes colas. Por tanto, habrá que ver de qué obra se habla, el valor del montaje que se ha hecho, la facilidad económica para que pueda acceder el público, el gancho del artista, o el intento de conservar un status quo, algo que supone un alejamiento, de facto, entre élites artísticas y público en general, prerrogativas o privilegios nunca bien aceptados. Nos encontramos, pues, ante aspectos valorativos del arte bien diferenciados. De todo ello sacamos la conclusión, de que la vuelta a la figuración en las grandes exposiciones, conecta muy bien con la gente y llena salas; el claro ejemplo lo tenemos en las grandes retrospectivas que se han hecho últimamente sobre artistas muy conocidos, como son las que se realizaron sobre Antonio López o Sorolla, por nombrar dos de las más significativas. Ese entusiasmo que despertaron y despiertan estos pintores, significa una reacción lógica contra el caos que se impuso, décadas atrás, al privilegiar el arte conceptual -y demás modernidades- por encima de otras valoraciones, algo que no acabó de calar en la conciencia ni en los gustos del gran público. Habría que crear cánones claros y tomar decisiones, que mantengan enlazados ambos aspectos necesarios y complementarios, que en arte, para su engrandecimiento y desarrollo, han de hallar cabida y continuidad.
Se cuestiona también a menudo, el otro lado de la cara... Me refiero al hiperrealismo. Hay quien opina que ampliando la fotografía e imprimiéndola sin más, tendríamos prácticamente el mismo efecto que pintándola con tanta minuciosidad… El hecho de llamar a estas obras hiperrealismo desagrada a algunos -entre los que me encuentro-, ya que la definición debería ser la de arte figurativo sin más paliativos, ya que posiblemente sea la máxima reacción que existe contra o ante la abstracción absorbente y avasalladora durante algunos períodos. El llamado hiperrealismo consiste, como todos sabemos, en exagerar la figura, hasta llegar a términos realistas casi perfectos, demostrando así que se puede pintar la figura mejor de lo que se ha pintado nunca. La fotografía, en este caso, es un medio del que puede valerse el artista plástico para llegar a ese fin. El reto que se impone y se le exige, no es que la pintura se parezca mucho a la fotografía, sino que logre superarla en todas las percepciones posibles. El resultado, en una u otra forma artística –fotografía o pintura-, siempre es, ni mejor ni peor a priori, indiscutiblemente diferente. En pintura puede resultar más cálido y matizado el efecto al contener una inspiración más sugerente, más íntima y o artesanal, ya que se realiza, no con los ojos y la pulsación de la máquina, sino con los dedos de la mano y sobre todo con los del corazón.
Hay falsos revolucionarios del arte que niegan la asistencia a la academia o al taller compartido por incómodos o trasnochados, pero, al conducirse así, están demostrando simplemente que son unos oportunos ignorantes: los verdaderos revolucionarios respetan y admiran el pasado, ya que saben que es una fuente de información constante, de donde se aprende; saben que nos conmueven las obras de los grandes artista por su estética, por su magistral influencia, elogiando con ello la misma ética legada, y sabiendo que sobre esa base han de aprender, han de saber volar, han de construir un futuro lleno de descubrimientos y de nuevos valores.
Si no tienes base ni práctica de navegación, eres el guía de una barcaza a la deriva, perdida en el océano de un gran despropósito.
©Teo Revilla Bravo.
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