"Releer es, a veces, más agradable que la primera lectura de un libro", comenta Pablo Hiriart.
Pablo Hiriart | diciembre 27, 2021
MIAMI, Fl.- Releer es, a veces, más agradable que la primera lectura de un libro.
Escrito por Maurice Joly en la segunda mitad del Siglo XIX, Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu (Seix Barral) es un clásico de la literatura política que puede y debe releerse hoy, no para entender el pasado, sino el presente. Su vigencia es asombrosa.
Desde la presentación de los editores: “Montesquieu defiende la causa de la democracia y de libertad dentro de la ley. En un mundo maquiavelizado Montesquieu queda sin habla. Porque el aliado número uno de su interlocutor (Maquiavelo) ya no es la astucia inescrupulosa de El Príncipe modelo, sino la apatía política del pueblo sojuzgable”.
Joly hace decir a Maquiavelo: “Por lo tanto, no destruiré directamente las instituciones, sino que les aplicaré, una a una, un golpe de gracia imperceptible que desquiciará su mecanismo. De este modo iré golpeando por turno la organización judicial, el sufragio, la prensa, la libertad individual, la enseñanza”.
Concentro parte de esta columna en el tema de la prensa:
Maquiavelo: “… la prensa tiene el talento de hacerse aborrecer, porque solo está siempre al servicio de pasiones violentas, egoístas y exclusivas, porque denigra por convivencia, porque es venal e injusta; porque carece de generosidad y patriotismo”.
Montesquieu: “¡Oh! Si vais a buscar cargos contra la prensa, os será fácil hallar un cúmulo. Si preguntáis para qué puede servir, es otra cosa. Impide, sencillamente, la arbitrariedad en el ejercicio del poder; obliga a gobernar de acuerdo con la constitución; conmina a los depositarios de la autoridad pública a la honestidad y el pudor, al respeto de sí mismos y de los demás. En suma, para decirlo en una palabra, proporciona a quienquiera se encuentre oprimido el medio de presentar su queja y de ser oído. Mucho es lo que puede perdonarse a una institución que, en medio de tantos abusos, presta necesariamente tantos servicios”.
Maquiavelo: “Sí, conozco ese alegato; empero, hacedlo comprender a las masas, si podéis; contad el número de quienes se interesarán por la suerte de la prensa, y veréis”… “Muy pronto la industria de la prensa resultará tan poco lucrativa, merced a la elevación de estos impuestos, que nadie se dedicará a ella sino cuando en realidad le convenga”… “La prensa extranjera es, en efecto, peligrosa en extremo…Es una verdadera indignidad escribir, desde el extranjero, contra el propio gobierno”.
Sigue Maquiavelo: “Vislumbro la posibilidad de neutralizar a la prensa por medio de la prensa misma. Puesto que el periodismo es una fuerza tan poderosa, ¿sabéis qué hará mi gobierno? Se hará periodista, será la encarnación del periodismo”.
Montesquieu: “Milicias de publicidad clandestinamente contratadas por vuestro gobierno”…
Maquiavelo: “No es tan difícil de concebir, sin embargo; tened presente que los periódicos de que os hablo no atacaran jamás las bases ni los principios de mi gobierno, una oposición dinástica dentro de los limites más estrictos”…
Continúa: “El resultado, ya considerable, por cierto, consistirá en hacer decir a la gran mayoría: ¿no veis acaso que bajo este régimen uno es libre, uno puede hablar; que se lo ataca injustamente, pues en lugar de reprimir, como bien podría hacerlo, aguanta y tolera? … han de estar por encima de las injusticias y las pasiones, para que ni los enemigos mismos del gobierno puedan menos que rendirles homenaje”.
Sigue: “Con la ayuda de la oculta lealtad de estas gacetas públicas; puedo decir que dirijo a mi antojo la opinión en todas las cuestiones de política interior o exterior. Excito o adormezco los espíritus, los tranquilizo o los desconcierto, defiendo el pro y el contra, lo verdadero y lo falso. Hago anunciar un hecho y lo hago desmentir, de acuerdo con las circunstancias; sondeo así el pensamiento público, recojo la impresión producida, ensayo combinaciones, proyectos, determinaciones súbitas, en suma lo que en Francia vosotros llamáis globos-sonda”.
Montesquieu: “Si permitís a las milicias de vuestros periódicos hacer, en provecho de vuestros designios, la oposición ficticia que acabáis de describirme, no entiendo muy bien, en verdad, cómo podréis impedir que los periódicos no afiliados respondan, con verdaderos golpes, a esos arañazos cuyos manejos adivinarán”…
Responde Maquiavelo:… Es asaz probable, convengo en ello, que en el centro de la capital, entre una determinada categoría de personas, estas cosas no constituyan un misterio; pero en el resto del país, nadie sospechará su existencia, y la gran mayoría de la nación seguirá con entera confianza por la huella que yo mismo le habré trazado. ¿Qué me importa que, en la capital, cierta gente pueda estar enterada de los artificios de mi periodismo si la mayor parte de su influencia estará destinada a la provincial, donde tender en todo momento la temperatura de opinión que necesite y a la cual estarán dirigidos todos mis intentos?”.
Más adelante… Maquiavelo: “Los pueblos necesitan que sus gobiernos se muestren constantemente ocupados; las masas consienten en permanecer inactivas, a condición de que sus gobernantes les ofrezcan al espectáculo de una continua actividad, de una especie de frenesí; que las novedades y las sorpresas”. … “El objeto único, invariable, de mis confidencias publicas será el bienestar del pueblo. Hable yo, o haga hablar a mis ministros o escritores, el tema de la grandeza del país, de su prosperidad, de la majestad de su misión y su destino nunca quedará agotado…Mis escritos transitarán el liberalismo más entusiasta, más universal”.
Dice el Maquiavelo de Joly que el estadista “no debe temer, llegado al caso, hablar como demagogo, porque después de todo él es el pueblo, y debe tener sus mismas pasiones…En mi obra aconsejo al príncipe que elija como prototipo a un gran hombre del pasado, cuyas huellas debe seguir en todo lo posible”.
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