“El Amo Torres” y la toma de Guadalajara
<<“El Amo Torres” respondió con lealtad al apoyo recibido de Hidalgo: cuando se levantó en armas, siguiendo el llamado del cura, recibió un centenar de hombres y la encomienda de apoderarse de Guadalajara. Después de vencer en Zacoalco a los realistas comandados por Tomás Ignacio Villaseñor, Torres ya no tuvo quien se le opusiera para cumplir con el encargo. Sin tardanza, avisó a la dirigencia insurgente: Guadalajara estaba en sus manos y era una espléndida oportunidad para que el ejército insurrecto se reconstruyera.>>[1] Después de la victoria de Torres
en Zacoalco, el gobierno de Guadalajara se desmoronó. Las noticias eran
aterradoras: de los 500 hombres que llevaba Tomás Villaseñor, 259 eran ya
cadáveres y más de 200 eran prisioneros de los insurgentes […]
EL obispo de Guadalajara, don Juan Cruz Ruiz de Cabañas, tan pronto se enteró de la derrota realista en Zacoalco, cerró la casa y agarró camino hacia el puerto de San Blas, para embarcarse, cargando con unas doscientas personas, oidores incluidos, que tampoco quisieron quedarse a ver qué ocurría cuando los insurgentes llegaran a la ciudad.
<<De golpe, Guadalajara se quedó sin las instituciones esenciales del gobierno y defensa: había un batallón llamado “De la Cruzada” creado por el obispo Cabañas e integrado por seminaristas y colegiales, que hasta antes de la batalla de Zacoalco, se paseaban todos los días por la ciudad. Desde finales de septiembre, y para efectos de tomar decisiones en caso de un ataque insurgente a Guadalajara, se había creado una junta compuesta por comerciantes, sacerdotes, letrados y personajes similares que no tenían la menor idea de cómo poner en marcha a una fuerza defensiva o cómo enfrentar a un ejército, pero que, eso sí, habían tenido presencia de ánimo para destituir al intendente y capitán general Roque Abarca. Unas pocas tropas, provenientes de Colima y de Tepic, llegaron hasta Guadalajara, por lo que se ofreciera. En algún momento, hubo ¡doce mil hombres! Dispuestos para defender la ciudad. Pero el tiempo pasó, nadie construyó un liderazgo fuerte en la ciudad y, poco a poco, los ecos de las victorias de la insurgencia comenzaron a despertar simpatías en Guadalajara. Muchos de esos 12 mil hombres empezaron a desertar.
Cuando las noticias de Zacoalco llegaron a Guadalajara, el pánico fue total: la Junta, como entidad emergente, desapareció por arte de magia; nadie volvió a ver al batallón de la Cruzada; La escasa tropa de Tepic, que estuvo en Zacoalco, se regresó a su casa, no sin antes atravesar Guadalajara a toda carrera, contando en su loca huida las cosas horribles que vivieron en la batalla. El ex intendente Abarca, juntó unos pocos soldados y se fue a atrincherar a San Pedro Tlaquepaque. Era el 10 de noviembre de 1810 cuando El Amo Torres entró en Guadalajara. Dieciséis días más tarde, Miguel Hidalgo llegaba a la ciudad. >>[2]
El lunes 26 de noviembre, saliendo de Tlaquepaque se apresta el caudillo para su entrada a la recientemente conquistada Guadalajara, que es apoteósica. Desde temprano ha sido pegado en varios lugares un bando del Amo Torres, en el que se anuncia el ingreso de Hidalgo, seguido de un desfile por la mañana e iluminación por la noche. Llega en desfile a catedral, cuyos canónigos lo aguardan a la entrada, entre ellos, uno a quien Hidalgo ha de saludar con afecto y respeto: su antiguo rector, Juan José Moreno, ya octogenario. Toma Hidalgo agua bendita y santiguándose les dice: “Aquí tienen al hereje”. Sigue él Te Deum y luego acuden a palacio, donde el caudillo, bajo dosel, flanqueado por guardias de corps y presentes miembros de la audiencia, del ayuntamiento, de las cajas reales, jefes insurgentes y vecinos principales, es objeto de discursos de bienvenida, donde se le adula como príncipe dándole el trato de “alteza serenísima”, que no rechaza. Contesta Hidalgo la bienvenida y a continuación se sirve refresco. Por la noche la ciudad luce espléndida por las numerosas antorchas que adornan calles, plazas y casas. Bien se han informado los anfitriones sobre los gustos de Hidalgo, pues hay teatro y música; y no sólo esa noche, sino otras de los 46 días que durará su estancia en la capital neogallega. Esa noche el ayuntamiento tapatío gasto mil pesos, tomándolos del ramo de propios.
Litografía Plaza de Armas |
El martes 27 de noviembre, Hidalgo comienza a despachar en el Palacio Real del gobernador y la audiencia coloniales, disponiendo que en adelante se le llame Palacio Nacional. Manda quitar el cuadro de Fernando VII. Nombra comandante al cura de Ahualulco, José María Mercado, quien ya había tomado Tepic. Ahora le encomienda la toma de San Blas, así como el envío de fusiles y cañones existentes en Tepic. Se elevan a Hidalgo solicitudes de indulto por parte de varios europeos, entre ellos, Salvador Escobedo.
El miércoles 28 de noviembre, probablemente Hidalgo, nombra a Simón de Herrera, comisionado para propagar la insurrección en Chihuahua. Mas este sujeto pronto sería militar realista. Hidalgo formula decreto para promover a clérigos. Alrededor de este día, Hidalgo recibe quejas de varios criollos porque algunos comisionados y otros soldados insurgentes han cometido excesos robándoles cabalgaduras y otros efectos.
El jueves 29 de noviembre, Hidalgo publica el primer bando impreso sobre abolición de la esclavitud, posterior a los promulgados por Anzorena desde Valladolid, el 19 de octubre, por Rayón desde Tlalpujahua, el 23 de octubre y por Morelos desde El Aguacatillo, el 17 de noviembre. Asimismo, renueva en el mismo la abolición del tributo, la supresión de varios estancos y la moderación de otros impuestos. Llama la atención que el documento no haya sido rubricado por secretario alguno. Es probable que Ignacio Rayón se hubiera entretenido por algún motivo en el viaje, pues al parecer no llegó a Guadalajara, sino hasta el 30 de noviembre.
El viernes 30 de noviembre, Hidalgo firma bando, rubricado también por Ignacio Rayón como secretario, en el que, atendiendo las quejas de criollos, prohíbe se les tomen cabalgaduras y otros bienes. Alrededor de este día, llega Mariano Abasolo a Guadalajara y le pide apoyo a Hidalgo para partir lejos. El caudillo le ordena quede sujeto a sus órdenes.
El sábado 1 de diciembre, Hidalgo nombra coronel y comandante de la primera división de la costa del Sur con residencia en Tepic a Rafael de Híjar. Hidalgo otorga pasaporte de seguridad a Domingo Ibarrondo. Las tropas insurgentes de José María Mercado toman el puerto y el fuerte de San Blas.
El domingo 2 de diciembre, Hidalgo asiste a misa. Expide oficio a José Iriarte, en que le ordena entregue reos al alcalde, vaya a León para organizar el gobierno insurgente y se sirva del estanco, la aduana y los caudales de gachupines.
La Audiencia Nacional
El lunes 3 de diciembre, probablemente con el consejo de su abogado secretario, Hidalgo llevó a cabo la recomposición de la Audiencia Real de Nueva Galicia, que en adelante no se llamaría Real, sino Nacional. Como presidente nombró a José María Chico, que en ocasiones se había desempeñado como secretario; de los secretarios anteriores quedó José Antonio de Souza y Viana, y nombró a José Ignacio Ortiz de Salinas, a Pedro Alcántara de Avendaño y, posteriormente, a José Anastasio Reynoso, como alcaldes de corte. En la sala del crimen designó a Victoriano Mateos y Francisco Solórzano; como fiscal del crimen a Francisco González de Velasco y como fiscal de lo civil a Ignacio Mestas. El escribano de cámara se llamaba Andrés Arroyo de Anda, quien, al igual que Souza y González, simulaba su adhesión a la causa. Poco antes de que Hidalgo y Chico abandonaran la ciudad, el cura nombraría autoridad suprema de Guadalajara, al brigadier José María de Castañeda.
En esta Audiencia, había 3 elementos de dudosa lealtad: Souza era rioplatense y enemigo oculto de la insurgencia, Francisco González de Velasco estaba con Souza y José Ignacio Ortiz de Salinas, preparaba su viaje a Guatemala, donde había sido nombrado Oidor al servicio de la Corona. No obstante se desconoce la actuación de ésta Audiencia, excepto que cobraron puntualmente su sueldo bruto de quinientos pesos los primeros días de enero.
Cambios en el juramento y ceremonial
El juramento de la Audiencia independiente respetaba el “defender el misterio de la Inmaculada Concepción de María Santísima”, pero cambiaba el defender al rey y sus derechos y a España, por “defender los derechos de América”. Ya no hubo necesidad del real sello.
Cuando Hidalgo entro al palacio el primer día y se sentó bajo el dosel, en el mismo estaba colgado un retrato de Fernando VII; el cual mando quitar Hidalgo, cambiándose el apelativo de “real” por el de “nacional” y así se habló de “Palacio nacional”, Audiencia Nacional”, “Caja Nacional”, etc.
Renovados festejos
El martes 4 de diciembre hubo repiques y salvas para solemnizar la toma de San Blas del 1 de diciembre y festejar también la toma de Tepic del 20 de noviembre. El cura de Ahualulco, José María Mercado, había respondido con presteza a la orden de Hidalgo y lo había logrado sin disparar un tiro. Por otra parte la posesión de san Blas redondeaba la conquista de la Nueva Galicia, además de proveer de armamento y cañones a la insurgencia, que abría la causa a la comunicación marítima. Tal victoria fue ocasión de renovados festejos, música, teatro, pasiones de Hidalgo. Hidalgo abandonó su sobrio traje negro de cura y se engalanó con un uniforme vistoso, con vueltas en las mangas de color rojo:
La vida se convirtió en un permanente homenaje a Hidalgo, quien abandonó su sobrio traje negro de cura y se engalanó con un uniforme vistoso, con vueltas en las mangas de color rojo. Se sucedieron banquetes y bailes. La ciudad se sumergió en una fiesta que parecía no terminar, en medio de la cual Su Alteza Serenísima nombraba capitanes y coroneles por cientos.
Hidalgo ordena a Toribio Huidobro no divida su tropa y se reúna con el ejército de Rafael Iriarte. El oidor traidor Juan José de Souza, certifica secretamente la protesta de Francisco González sobre su participación en el gobierno insurgente de Guadalajara.
El miércoles 5 de diciembre. Hidalgo emite Bando en que ordena se entreguen rentas vencidas de tierras de comunidades indígenas a la caja nacional, y que en adelante esas tierras no se arrienden, sino se entreguen a los indios para su cultivo.
El jueves 6 de diciembre, Hidalgo emite un segundo bando sobre abolición de la esclavitud y otras disposiciones. Sustancialmente es el mismo del 29 de noviembre, ahora más claro y conciso y con la firma de Rayón.
Oficio de Hidalgo a José Antonio Macías en el que le advierte no aventure acciones militares sin conocida ventaja.
El viernes 7 de diciembre, Hidalgo autoriza vestuario para los regimientos de Rafael Villaseñor y Manuel Muñiz.
Alrededor de esta fecha, Hidalgo nombra a José María Chico secretario de Gracia y Justicia, y a Ignacio Rayón, secretario de Estado y Despacho.
Y mientras que había pasado con Allende
<<Había pasado un mes desde la derrota de Aculco y la consiguiente separación de los caudillos. Hidalgo había resucitado sin necesidad de Allende y sin él había rehecho su ejército en Valladolid; contaba además con otros en distintos lugares, gracias a los jefes insurgentes del Occidente. Sin Allende había establecido una nueva audiencia, promulgado bandos, vigilado la propagación de la causa y administraba sus dineros. Es más por la fecha de la llegada de Allende a Guadalajara, Hidalgo había creado dos ministerios de su gobierno: uno de Gracia y Justicia, cuyo titular fue José María Chico, y otro del Despacho, al que fue elevado el secretario Rayón.
En Aculco, Allende y Aldama decidieron lo que había intentado en Acámbaro: desplazar al generalísimo del mando militar. Como dijimos, tal vez sólo fueron rumores o aparentemente Hidalgo ya no había protestado, como tampoco dio respuesta a las cartas quejumbrosas de Allende en que le reclamaba su partida a Guadalajara en vez de ir a socorrerlo a Guanajuato, ni dio razón de los enviados –Camargo, Villanueva y Taboada- que con el mismo objeto le mando a Guadalajara. Más bien Hidalgo tenía razones para guardar resentimiento hacia Allende, pues lo dejó sólo en la retirada de Aculco. Independientemente de esto, el cura consideró que una vez deshecho el primer ejército era por demás intentar la defensa de Guanajuato; lo más que se podría hacer era entretener a Calleja, y eso hizo Allende. En cambio Guadalajara ofrecía las posibilidades de una recuperación adecuada. Así es que el Generalísimo esperó sin recelo al Capitán General.
Allende se retiró de Guanajuato el 25 de noviembre, y habiendo salido por el rumbo de Chichíndaro, enfiló, luego a San Felipe, el 26, y de allí en 28 a la hacienda del Molino, de donde se le separó Jiménez con comisión hacia el norte. Prosiguió Allende hacia Aguascalientes, donde esperaba encontrar a Iriarte, que no había ocurrido al socorro en Guanajuato, pero éste se había alejado a Zacatecas dejando municiones en Aguascalientes, donde Allende permaneció una semana rehaciendo su ejército, que llegó entonces a unos mil hombres. […] Al fin partió Allende, alrededor del 6 de diciembre, hacia Guadalajara. Anunció previamente su arribo, de manera que Hidalgo, haciendo a un lado resentimientos, le preparó cálida bienvenida con repique y cañonazos, saliendo a recibirlo a Tlaquepaque el domingo 9 de diciembre.>> [3]
El domingo 9 de diciembre, Hidalgo asiste a misa y luego sale a Tlaquepaque a recibir a Allende, Aldama y los demás jefes llegados de Guanajuato, quienes se hospedan en casa de Ortiz.
El lunes 10 de diciembre, tienen larga conferencia los caudillos. Hidalgo autoriza vestuario para regimiento de Juan Nepomuceno Romero y para Miguel Ulibarri; asimismo, pertrechos para el cuerpo nacional de artillería.
El martes 11 de diciembre, por la tarde, en las afueras de la ciudad, hay revista general de toda la tropa, cuyos efectivos se calcularon en alrededor de nueve mil. Según algunos, se descubre una conspiración contrarrevolucionaria.
Hidalgo deja el mando militar a Allende, y a partir de su llegada, los bandos generalmente se publican con las firmas de los dos caudillos.
El jueves 20 de diciembre, se emite Bando de Hidalgo y Allende contra abusos en el secuestro de bienes de europeos sin credenciales autorizadas.
Se pública el Primer número de El Despertador Americano, periódico creado y redactado de orden de Hidalgo, dirigido por el doctor teólogo Francisco Severo Maldonado.
Gran parte del número es un discurso a favor de la causa insurgente en que se va dirigiendo a los europeos establecidos en América, a los criollos, a los que militan en filas realistas, a los ingleses y a los angloamericanos.
Ahí se contiene uno de los primeros encomios impresos a Hidalgo en estos términos: “Volad al campo del honor, cubríos de gloria bajo la conducta del nuevo Washington que nos ha suscitado el cielo en su misericordia, de esa alma grande, llena de sabiduría y de bondad, que tiene encantados nuestros corazones con el admirable conjunto de sus virtudes populares y republicanas”.
El jueves 27 de diciembre, se publica el Segundo número de El Despertador Americano. Un artículo consiste en la crítica a los habitantes criollos de la Ciudad de México por no participar en la insurrección. Dice: “el apático mexicano vegeta a su placer, sin tratar más que de adormecer su histérico con sendos tarros de pulque. Como hace seis comidas al día, está siempre indigesto, y como está rodeado de la mofeta de su laguna, no se le ve respirar fuego. ¿Habrá entre los habitantes de aquella ciudad populosa una milésima parte capaz de pronunciar con firmeza: ‘mi patria, mi libertad’? ¿Habrá una centésima capaz de sentir valor siquiera en los talones para venir a colocarse en la retaguardia de alguno de nuestros ejércitos?”.
Hidalgo autoriza vestuario para Pedro Silva y José Antonio Morfín. Hidalgo comisiona a José María Sáenz de Ontiveros, cura del Nombre de Dios, para que extienda el movimiento en Nueva Vizcaya.
El sábado 29 de diciembre, Hidalgo nombra a José María González Hermosillo coronel por sus victorias.
Hidalgo ordena ministrar abrigo y baquetas al capitán Bernabé Parra. Tercer número de El Despertador Americano. Aquí se finge la carta de un criollo al periódico en que cuenta el sueño que tuvo: una conversación irónica con un europeo santanderino, quien entre otras cosas dice: “Dependencia a la corona de Castilla, téngala quien la tuviere […]
No se quiere otra cosa más sino que ustedes como hasta aquí lo tengan todo ultramarino: cortes ultramarinas, comercio ultramarino y hasta la misma fe católica debe ser ultramarina. Con que se consiga que aquí nada se determine en última instancia y de un modo claro”.
Domingo 30 de diciembre, Segunda revista general de la tropa insurgente, en los llanos de San Pedro: eran cerca de treinta mil, de a pie, incluidos 5 000 indios flecheros y 6 000 a caballo, en general, mal armados.
Carta de Hidalgo a González Hermosillo sobre tropa, toma de Cosalá, bienes confiscados y promociones.
Hidalgo determina usar firma de estampilla junto con Rayón por la multitud de oficios.
El lunes 31 de diciembre Hidalgo, Allende y Rayón suscriben un bando en el que se manda “que todo habitante prestase, donase o vendiese para su ejército nacional cualquiera clase de armas de fuego que tuviera”.
El martes 1 de enero de 1811, con aprobación de Hidalgo, se renueva el ayuntamiento de Guadalajara.
El miércoles 2 de enero, Hidalgo se traslada a Juchipila, ya que los indios de Juchipila y Aposol (o Apozol) se niegan a obedecer decreto de Hidalgo del 18 de diciembre, en el cual se les insta a que se abstengan de vejar la casa y haciendas de José Julián Ximénez de Muñana.
Hidalgo ordena pago para sueldo de la tropa.
El jueves 3 de enero, se emite carta de Hidalgo a González Hermosillo sobre bienes y ejecuciones de europeos. Hidalgo ordena pago al fiscal Ignacio Mestas y al alcalde de la corte, Victoriano Mateos.
Se publica el Cuarto número de El Despertador Americano. Contiene un largo discurso a los americanos, esto es, mexicanos, que militan bajo las banderas realistas para disuadirlos de ese partido. Se afirma que es “el momento señalado por la Providencia para que recobremos nuestra natural libertad e independencia”.
El viernes 4 de enero, Hidalgo ordena pago a los oidores José Anastasio Reynoso, Ignacio Ortiz de Salinas, Francisco Solórzano y Pedro Alcántara de Avendaño, así como al fiscal José Francisco González.
El sábado 5 de enero, Hidalgo envía carta a González Hermosillo sobre aprobación de operaciones, emisión de títulos y otros impresos.
Orden de Hidalgo para que se ministren 6 000 pesos a José Gómez Portugal para gastos de guerra.
Carta de Hidalgo a Juan de Dios Palomino, del Fresnillo, en que agradece sus buenos deseos.
Constancia firmada por Hidalgo y Allende sobre un préstamo patriótico tomado de Capellanías y Obras Pías.
El martes 8 de enero, se presentan a Hidalgo varios desertores de las filas realistas y le informan del mismo ánimo de otros.
Hidalgo autoriza orden de pago a favor del letrado Juan de Dios de Híjar.
Carta de Hidalgo al bachiller Francisco Ramírez, de Colima, en la que le ordena vender los bienes recogidos a españoles y acusa recibo de 4 500 pesos.
El miércoles 9 de enero miércoles, Proclama impresa de Hidalgo que empieza: “Cuando yo vuelvo la vista por todas las naciones […]”, en la que argumenta como derecho natural el autogobierno y exhorta nuevamente a los paisanos que militan bajo bandera realista a que deserten.
Hidalgo ordena a Francisco Roxas entregue 5 000 pesos de donativo para la causa a Joaquín Sierra.
Carta de Hidalgo al bachiller Francisco Ramírez, de Colima, en la que le ordena remita cajones de pólvora.
El jueves 10 de enero, Hidalgo envía carta a González Hermosillo: que mantenga buen trato a los pueblos y así se pueda posesionar de Durango; que el establecimiento de correo se sufrague por sí mismo; que se lleve cuenta formal y justificada de entradas y salidas.
La dirigencia insurgente celebra junta de guerra: Allende opina no enfrentar a Calleja, sino organizar guerra de guerrillas; Hidalgo impone su punto de vista: dar la batalla campal.
Quinto número de El Despertador Americano. Entre varias noticias viene la carta del insurgente Francisco Hernández fechada en Iguala el 15 de diciembre de 1810, donde dice: “Aquí, como ya os dijimos otra vez, se desplegó la bandera de la independencia para no enrollarse jamás: sed fieles a nuestra patria”.
Jorge Pérez Uribe
[1] Bertha
Hernández, Miguel Hidalgo
en Guadalajara: el torbellino, la libertad y “el frenesí”, https://www.cronica.com.mx/notas/2017/1058673.html
[2]
Ibíd.
[3] Carlos
Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío,
libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág. págs.304, 305
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