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sábado, 29 de enero de 2022

LA GUERRA DE PUTIN YA EMPEZÓ





 A sus conocidas intenciones de invadir Ucrania, ahora se suma un peligro adicional con la llegada de tropas y arsenales de su Ejército a Bielorrusia.

Pablo Hiriart | enero 27, 2022

MIAMI, Florida.- Los estudiosos de la guerra afirman que éstas se deben ganar antes de que inicien. Es lo que hace el autócrata ruso.

Vladimir Putin atemoriza al mundo con una locura mayor: guerra en Europa.

A sus conocidas intenciones de invadir Ucrania, ahora se suma un peligro adicional con la llegada de tropas y arsenales de su Ejército a Bielorrusia.

Lo anterior indica la posibilidad de que la idea vaya más allá de Ucrania, con un posible ataque
a países bálticos (sí, otra vez Polonia en la mira).

El Ministerio de Defensa ruso anunció que unos 140 barcos de guerra realizarán, en febrero, ejercicios militares con fuego real en distintos puntos del orbe, incluidas las costas de Irlanda, a fin de “proteger los intereses nacionales rusos en todos los océanos del mundo”.

La locura de Putin, por ahora, es un escalofrío que recorre la espalda de Europa.

El líder ruso está envalentonado porque la anexión de Crimea en 2014 no tuvo respuesta de Occidente, y porque ve débil al presidente de Estados Unidos, y frágiles las alianzas de Occidente.

Ve a Biden ocupado con su bajo nivel de aceptación interno, con las elecciones intermedias en puerta, y la opinión pública duramente crítica.

De esos ‘detalles’ Putin no tiene que preocuparse en su país. Ejerce un control férreo sobre los poderes, la prensa está acallada y al que se sale del redil lo manda matar.

El único opositor de peso a su reelección en 2024, Alexei Navalny, está preso en un campo de reclusión fuera de Moscú.

Tal vez el despliegue militar ruso sea una fanfarronada, para limitarse a su objetivo manifiesto que es Ucrania. Imposible saberlo. Es una adivinanza muy riesgosa.

¿Qué quiere Putin?

Exige que esta semana la OTAN le entregue, por escrito, un compromiso de que no incorporará a Ucrania ni a ninguna de las exrepúblicas soviéticas.

Si ese fuera el punto, la guerra se evita con una mesa de negociación Ucrania-Rusia-OTAN, pues Biden dijo esta semana que “no tenemos intención de poner fuerzas estadounidenses o de la OTAN en Ucrania”.

Putin sube las demandas: que la OTAN vuelva a las posiciones que tenía antes de 1997.

Todo eso se puede negociar en una mesa y conjurar el riesgo de una guerra. Pero el enorme y costoso despliegue militar de ambos bandos, ¿para qué?

Por lo visto, se propone sacar a Estados Unidos de Europa.

Fiona Hill, exoficial de inteligencia en asuntos de Rusia y Eurasia con los presidentes George W. Bush y Barack Obama, explicó en The New York Times que “Putin espera lograr un nuevo acuerdo de seguridad con la OTAN y evitar un conflicto abierto. Luego será el turno de Estados Unidos de irse, llevándose sus tropas y sus misiles”.

Tiene a favor de su objetivo, agrega Fiora Hill, “los cuatro años de la desastrosa presidencia de Donald Trump y las divisiones que creó con los aliados de Estados Unidos”.

De hecho, Alemania, el aliado más rico de Estados Unidos, vacila. Prohibió el envío de armas fabricadas en su país a Ucrania.

Lo dijo con claridad el influyente parlamentario alemán Norbert Rötgern: “El objetivo de Putin es dividir a los europeos, luego dividir a Europa y Estados Unidos. Si prevalece la impresión de que Alemania no está totalmente comprometida con una respuesta fuerte de la OTAN, Putin habrá logrado paralizar Europa y dividir la alianza”.

Sea lo que sea, hay que recordar que Ucrania es un país soberano, miembro de la ONU desde 1991.

Alguien tiene que defender la legalidad internacional, si Rusia invade a su vecino.

Si el Ejército ruso entra a Ucrania, sería similar a la invasión de Sadam Husein a Kuwait en 1990, que provocó la Guerra del Golfo.

Joe Biden lo ve más grave aún: “Un ataque sería la invasión más grande desde la II Guerra. Cambiaría el mundo”.

Putin despliega tropas, armas, barcos de guerra, aviones de combate, hace declaraciones retadoras, amaga con cerrar gasoductos (40 por ciento del gas que calienta Europa viene de Rusia).

Los trae locos. Está haciendo su guerra.

Y es capaz de todo. De todo, menos de retirarse a Moscú con las manos vacías.

Fuente:https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/01/27/la-guerra-de-putin-ya-empezo/

domingo, 23 de enero de 2022

UNA GUERRA CIVIL ACECHA A ESTADOS UNIDOS

Las reformas electorales que han aprobado 19 estados de Congreso republicano son el ingrediente que le faltaba al pastel de la guerra interior. Está listo, sólo le falta la cereza.

Pablo Hiriart | enero 17, 2022

Y los votantes demócratas, si pierden por las nuevas disposiciones estatales que restringen el sufragio, no van a permitir que los gobierne una minoría.

Si la clase política no desactiva ahora la bomba, este país puede tener guerra, o secesión.

Habrá razones y medios para hacerla, en una nación donde hay más armas en manos de particulares (más de 400 millones) que habitantes en el país.

La guerra civil la ven venir los ciudadanos, y no los políticos. Algunos de ellos la desean.

Una encuesta de Zogby Analytics indica que 46 por ciento de los votantes piensa que Estados Unidos se encamina a una guerra civil (16 por ciento muy probable y 30 por ciento algo probable), contra 42 por ciento que no lo cree.

Entre las personas de 18 a 29 años, 53 por ciento ve probable una guerra civil y sólo 39 por ciento improbable.

Aquí hay un serio problema de inflación, una pandemia galopante y una crisis política. El país está dividido en dos.

Biden ha planteado soluciones urgentes para detener “la caída del cometa” (para usar el símil de la película tan comentada), pero los republicanos le han negado la sal y el agua.

Con la restricción para que personas mayores, negros y latinos ejerzan su voto, segmentos importantes de población vuelven a un estado similar al que existía antes del triunfo de la lucha por los derechos civiles que encabezó el pastor de Georgia.

La situación de por sí es mala.

Aquí la brecha económica entre blancos y negros es igual a la que había antes del asesinato de Luther King.

La riqueza promedio de una familia encabezada por un blanco es 10 veces superior a la de una familia que tiene por cabeza a un negro, con similar nivel educativo: secundaria terminada.

El desempleo es 100 por ciento superior en negros que en blancos.

Los negros son el 12 por ciento de la población del país, y constituyen el 33 por ciento de los presos.

Mueren, antes de cumplir un año de vida, 11.4 niños negros por cada mil nacidos vivos, frente a 4.9 niños blancos (esas cifras son peores a las que había a la muerte del reverendo King, y más desiguales incluso a las registradas en la época de la esclavitud, en 1850: antes de cumplir un año, morían 340 niños negros por cada mil, frente a 217 niños blancos por cada mil).

La discriminación en el crédito a las empresas fundadas por negros es insultante.

Por COVID (datos del primer semestre del año pasado) mueren 92.3 negros por cada 100 mil habitantes, en cambio mueren 45.2 blancos por cada 100 mil.

Y ante este escenario, los republicanos (más dos senadores demócratas), no conformes con bloquear el programa de infraestructura social del presidente, coartan el derecho al sufragio en sus estados.

La locura trumpiana que despliegan los republicanos, para dividir al país y tomar el control de las elecciones, encamina a Estados Unidos a una guerra civil.

En lo dicho: por donde pasa el populismo no vuelve a crecer el pasto.

Me lo dijo un viejo cubano, negro como el carbón y con algunas joyas de bisutería pobre, en una escalinata del parque del dominó en La Pequeña Habana de esta ciudad, cuando inicié la cobertura en Estados Unidos, el año antepasado:

“Este país ya está empingao”

Tal vez no de manera irremediable, pero hacia allá va.

Fuente:https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/01/17/una-guerra-civil-acecha-a-estados-unidos/

sábado, 19 de junio de 2021

SE CAE EL CUENTO CHINO DEL MURCIÉLAGO

 


Dentro de dos meses y fracción la comunidad de inteligencia de Estados Unidos debe presentar un informe sobre el origen del Covid-19, como lo ordenó Joe Biden.

Pablo Hiriart | junio 17, 2021

MIAMI, Florida.- La historia del chino que amaneció con antojo de desayunar una suculenta sopa de murciélago y se contagió de Covid en el mercado de Wuhan, se tambalea.

Es una salida cómoda para evitar problemas políticos, pero la ciencia y el periodismo apuntan a que el virus causante de uno de los cataclismos sanitarios más letales de la historia salió del Instituto de Virología de Wuhan, en China.

Dentro de dos meses y fracción la comunidad de inteligencia de Estados Unidos debe presentar un informe sobre el origen del Covid, de acuerdo con las instrucciones que dio el presidente Joe Biden.

Los resultados van a zarandear al gigante asiático, especialmente en el contexto de la reciente reunión del G-7 en Inglaterra, cuyos líderes declararon a China como una “amenaza a la seguridad global”.

También va a golpear a Estados Unidos, pues las investigaciones que realiza el Instituto de Virología de Wuhan, desde donde se habría fugado el virus que ha matado a 4 millones de seres humanos, son financiadas por los contribuyentes de este país.

El NIH (Institutos Nacionales de Salud), que es la agencia médica de Estados Unidos encargada de fondear investigaciones científicas sobre temas sanitarios, con sede en Bethesda, Maryland, brinda apoyo económico al Instituto de Wuhan.

Hasta el momento no existe ninguna evidencia de que el virus haya pasado de un murciélago a un humano, ni que un tercer agente vivo haya sido el eslabón entre el murciélago y una persona. Cero.

En mayo de este año, The Wall Street Journal hizo un descubrimiento importante: “Tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan, China, enfermaron gravemente en noviembre de 2019 y necesitaron ser hospitalizados, según un informe de inteligencia de Estados Unidos, no revelado anteriormente”.

Dice la nota exclusiva que ello “podría agregar peso a los crecientes pedidos de una investigación más completa de si el virus Covid-19 pudo haber escapado del laboratorio”.

Casi dos años antes de la catástrofe humana, sanitaria y económica que aún no termina, el 19 de enero de 2018, inspectores del Departamento de Estado enviaron a Washington, desde la embajada en Pekín, un cable en el que señalan: “El nuevo laboratorio (de Wuhan) tiene una grave escasez de técnicos e investigadores debidamente capacitados, necesarios para operar de manera segura este laboratorio de alta contención”.

Marc Thiessen, columnista en el Washington Post que ha seguido a profundidad el tema, cita al prestigiado reportero científico Nicholas Wade, que publicó una amplia investigación en el Bulletin of the Atomic Scientists:

“Sabemos que el laboratorio de Wuhan estaba llevando a cabo experimentos arriesgados y comprometidos de ‘ganancia de función’, en los que se propusieron crear el nuevo coronavirus, que tiene la mayor infectividad posible para las células humanas. Los investigadores estaban realizando muchos de estos experimentos en el nivel de bioseguridad 2 (el nivel de seguridad en el consultorio de un dentista) en lugar del nivel de bioseguridad 4, que requiere que los científicos trabajen con trajes espaciales. También sabemos que hay una larga historia de coronavirus que escapan de laboratorios, incluido el virus SARS1, que escapó cuatro veces del Instituto Nacional Chino de Virología en Pekín (así como de laboratorios de Singapur y Taiwán)”.

El texto de Wade en el Bulletin of the Atomic Scientists es una joya, por documentado y didáctico, y se puede leer gratuitamente en https://thebulletin.org/2021/05/the-origin-of-covid-did-people-or-nature-open-pandoras-box-at-wuhan/

Como se recordará, en febrero de 2020 algunos científicos publicaron una carta en la revista The Lancet, en la que se aferran al cuento del murciélago y condenan “teorías de la conspiración” que apuntan a un origen no natural del Covid-19.

Ojo: fuga del virus no es igual a una “conspiración”, sino a un accidente por falta de medidas de seguridad.

Y un punto importante, revelado por Nicholas Wade: más tarde se conoció que la carta en The Lancet fue organizada y redactada por Peter Daszac, presidente de la EcoHealth Alliance de Nueva York. La organización de Daszac financió la investigación del coronavirus en el Instituto de Virología de Wuhan.

Dos meses y dos semanas faltan para que se sepa el origen de la pandemia que partió en dos la historia de quienes sobrevivimos a ella.

Si el Partido Comunista Chino no obstruye la investigación, desde luego.

https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2021/06/16/se-cae-el-cuento-chino-del-murcielago/

domingo, 11 de abril de 2021

ESTADOS UNIDOS SE SALVÓ, SIGUE BRASIL

 



Preámbulo

Quienes hayan tenido oportunidad de leer la excelente obra de Enrique Krauze, “El poder soy yo” (marzo 2018), habrán entendido la buena relación entre Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, consecuencia de compartir la mentalidad del líder populista, autoritario, mesiánico, enemigo de la prensa y de sus críticos, alérgico a la democracia, no importando que el primero sea de izquierda chavista y el segundo capitalista. Dentro de este perfil de líder populista se inscribe indudablemente Jair Bolsonaro, el presidente de Brasil. Curiosamente los tres Presidentes compartieron los tres primeros lugares en infectados y muertes por el Covid19, fruto del poco interés por la salud de sus gobernados, y desprecio de las medida de prevención del contagio en sus países.


Pablo Hiriart | abril 08, 2021

MIAMI, Florida.- Dos instituciones lograron evitar el golpe de Donald Trump para mantenerse en la presidencia luego de haber perdido las elecciones: el Poder Judicial y las Fuerzas Armadas. Pasaron la prueba.

Viene el turno del segundo gigante de América, Brasil, con elecciones presidenciales el próximo año, también gobernado por un populista, autoritario, fanático de sí mismo, enemigo de la prensa y de sus críticos, alérgico a la democracia: Jair Bolsonaro.
En Brasil, a diferencia de Estados Unidos, las posibilidades de que las instituciones resistan la embestida son menores.
La crisis ya comenzó en el coloso sudamericano: es el epicentro mundial del Covid, porque Bolsonaro se burló de la gravedad de la pandemia y lo sigue haciendo con una irresponsabilidad similar a la que en su momento exhibió Trump.

Brasil registra 4 mil muertos al día, los hospitales están rebasados de moribundos y el presidente no se inmuta ni conduele.

Al poder llegó con la promesa de acabar con la corrupción –ciertamente un mal muy extendido en Brasil– y mejorar la economía, y el resultado es que ésta va en picada, el país vive su peor momento de desempleo en décadas, y familiares del presidente son señalados por presuntos casos de corrupción.

El resultado de su gestión lo sintetizó con claridad el senador de oposición Ernesto Jereissati en The New York Times: “Estamos pagando el precio de haber elegido a un individuo que no está preparado para el cargo, es grosero y desquiciado”.

¿Qué hace Bolsonaro para prevenir una probable derrota electoral y mantenerse en el poder?

Hace lo que cualquier populista autoritario, sea de derecha, izquierda o sin ideología más allá de sus delirios de grandeza. Lo dicen los corresponsales del NYT en Río de Janeiro:
“Ha otorgado un poder tremendo a los militares en las instituciones gubernamentales (en tareas y mandos que estaban en manos de civiles) y, al hacerlo, ha vinculado su reputación a la suya”.

Hace un par de semanas Bolsonaro removió al secretario de Defensa, general Fernando Azevedo e Silva, quien explicó el porqué de su caída: “Hemos preservado a las Fuerzas Armadas como instituciones de Estado y me resistí a politizar a los militares”.

Es lo mismo que hizo Trump con el respetado general de Infantería de Marina, James Mattis, a quien forzó a presentar su renuncia como secretario de Defensa, y también lo explicó sin ambages:
“Donald Trump es el primer presidente en mi vida que no intenta unir al pueblo, ni siquiera lo intenta. Al contrario, trata de dividirnos”. Y lo acusó de “ordenar al Ejército estadounidense que viole los derechos constitucionales de los ciudadanos”.

Junto con Mattis renunciaron o fueron removidos, en cascada, los mandos cercanos al defenestrado general.

Al día siguiente del despido del secretario de Defensa brasileño, los comandantes de las tres ramas de las Fuerzas Armadas presentaron su renuncia en protesta por la caída de Azevedo e Silva.

Pero la institucionalidad de Brasil no es tan fuerte como la de Estados Unidos.

En Washington, los siete generales y un almirante que integran el Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas le dieron la espalda a su comandante supremo, el presidente Trump, en su frustrado golpe.

En un memorándum dirigido a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas, indicaron que “la revuelta violenta en Washington, DC, fue un asalto directo al Congreso de Estados Unidos”. Y “cualquier acto que afecte el proceso constitucional no sólo va en contra de nuestras tradiciones, valores y juramentos: va en contra de la ley”.

Bolsonaro aprovechó la destitución de Azevedo e Silva para despejar el camino a un golpe en caso de perder en las urnas.

Nombró como nuevo secretario de Defensa al general Walter Braga, cuyo primer acto oficial fue rendir homenaje a los militares golpistas que acabaron con la democracia en Brasil en 1964, al forzar al Congreso a que nombrara presidente al general Humberto Castelo Blanco.
Como a Trump, a Bolsonaro se le antepone un Poder Judicial que se toma en serio su autonomía. Ataca sin piedad a los jueces.

La separación de poderes les estorba.

Igual que Trump, detesta a la prensa que no le es incondicional. Y lo expresa sin importar las consecuencias.

De acuerdo con la Asociación Nacional de Periodistas de Brasil, el presidente Bolsonaro es responsable de 58 por ciento de las agresiones y asesinatos de periodistas en ese país.

El populismo toca por nota.

Destruye, polariza e intenta mantenerse en el poder a cualquier costo.

Estados Unidos resistió, aunque la división de la ciudadanía ya está dada y Biden lucha por rescatar el prestigio de la democracia y sus instituciones.

Brasil tal vez no lo logre.

https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2021/04/08/estados-unidos-se-salvo-sigue-brasil/

martes, 23 de marzo de 2021

ESTADOS UNIDOS CIERRA EL PUÑO ANTE RUSIA Y CHINA

 



MIAMI, Florida.- Desde hace años hay coincidencia casi general de que Joe Biden es un buen hombre, pero no en el sentido mexicano de la expresión. El que se confunda, va a perder.

Antes de cumplir dos meses en el poder, ya puso a Putin en el casillero que le corresponde: es un asesino, aceptó el presidente en una entrevista con NBC News y adelantó que el autócrata ruso “pagará el precio” de haber intervenido en las elecciones de Estados Unidos.

Es un tema de seguridad interior.

Rusia alienta al extremismo interno en Estados Unidos, que es la principal preocupación de seguridad nacional.








La historia del 'fraude' se promueve en Estados Unidos por agentes rusos (y por radicales nativos), y provoca violencia al interior del país. Eso es lo que opina el gobierno. No se lo va a perdonar a Putin.

Y ya es tiempo de ubicarlo. En una semana Estados Unidos puede mandar a Rusia de vuelta a la Edad Media, y nadie desea eso.

China es otra cosa.

Sin embargo, sonó como un bombazo la forma en que el gobierno de Biden le marcó el territorio la semana pasada.

El secretario de Estado y el de Defensa, Antony Blinken y Lloyd J Austin III, fueron a Asia únicamente a visitar a sus aliados históricos, abandonados por Trump: Japón y Corea del Sur.

China no existió en ese viaje.

Los jerarcas chinos fueron citados por Blinken a Estados Unidos, donde se reunieron el jueves, en Alaska.

Previo a su encuentro con el ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, el secretario de Estado se expresó de la siguiente manera, en Corea: “China está utilizando la coerción y la agresión para erosionar sistemáticamente la autonomía de Hong Kong, socavar la democracia en Taiwán, violar los derechos humanos en Xinjiang y el Tíbet, y hacer valer reclamos marítimos en el mar de China Meridional, que son violatorios del derecho internacional”.

El mismo jueves en que se reunió con las autoridades chinas en Alaska, Blinken dijo al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes que China está cometiendo 'genocidio' contra los musulmanes uigures en Xinjiang.

De ahí voló a Anchorage a reunirse con el canciller de China, no sin antes dar a conocer una lista de 25 jerarcas del Partido Comunista de ese país con sanciones financieras por “erosionar la autonomía de Hong Kong al modificar las leyes electorales, lo que niega a los hongkoneses una voz en su propio gobierno”, explicó Blinken en un comunicado oficial del Departamento de Estado.

Al llegar a Estados Unidos el canciller chino acusó el golpe con ironía: “Se supone que ésta no es la forma en que uno recibe a sus invitados”.

Sí, Blinken los doblegó en las formas al hacerlos ir a Alaska luego de haber estado en Asia dos días antes, pero la delegación china nunca se amilanó.

Ahí en Anchorage, Wang Yi llamó –con una buena dosis de razón– “hipócrita” a Estados Unidos (racista como pocos y ahora sus energúmenos supremacistas volcados contra personas de origen asiático).

China juega en una liga diferente a Rusia. Es potencia de verdad.

Otra forma de ver la reunión es que, si los dirigentes de ese país acudieron a la cita en territorio estadounidense, es por la serenidad que les infunde su creciente poderío.

A su regreso de Alaska, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Biden, le comentó al influyente analista Josh Rogin –ahora en el Washington Post–, que el objetivo de la reunión era persuadir a China que no despliegue su estrategia a expensas de sociedades libres y abiertas.

Pero hay más de fondo. China va muy rápido y Estados Unidos ha perdido tiempo, credibilidad ante sus aliados, y los valores que cohesionan a esta sociedad se han deteriorado.

Biden, ese buen hombre que gobierna a Estados Unidos, no se parece a Trump. El próximo mes deberá estar aprobado en el Congreso un paquete de 100 mil millones de dólares para enfrentar a China donde le urge hacerlo: inteligencia artificial, telecomunicaciones 5G, computación cuántica (mucho más rápida que la 5G) e investigación biomédica, a través de una renovada National Science Foundation.

El senador republicano Todd Young, que junto al líder de la bancada demócrata encabeza el proyecto legislativo, resumió el objetivo con franqueza: “Enfrentar y competir con China es el desafío geoestratégico más importante de nuestro país en el futuro previsible”.

https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/estados-unidos-cierra-el-puno-ante-rusia-y-china

miércoles, 17 de febrero de 2021

EL TRIUNFO DE LOS CÍNICOS




Pablo Hiriart | 15/02/2021

MIAMI, Florida.- El sábado el Senado de Estados Unidos absolvió a Donald Trump y los populistas fanáticos tienen algo importante que festejar: la democracia ya no se defiende con vigor en casi ninguna parte.

Fue absuelto gracias a un mecanismo que los déspotas del siglo 21 manejan a la perfección: extorsionar, chantajear.

Los demócratas, en el mundo en general, han sido confundidos con la falsa premisa de que la conciliación consiste en dejar pasar los delitos de los aspirantes a totalitarios y grupos de fanáticos que los siguen y ejecutan sus directrices.

Perdieron la Presidencia de Estados Unidos, pero quedaron inmunes.

Ellos pueden violar la ley, marchar armados por la calle, intimidar a los funcionarios electorales e incitar a la toma de un Congreso para evitar que certifique una elección que ellos, sin pruebas, acusan de fraudulenta.

Todo se les perdona, en aras de la reconciliación.

Creen que con ser 'buenas gentes' con los que usan métodos anticonstitucionales, se granjearán su simpatía y 'ya no lo volverán a hacer'

Ceden en aras de la 'conciliación' o de la conveniencia coyuntural.

La historia nos ha enseñado, una y otra vez, que los artífices de esos ataques a la democracia tarde o temprano se salen con la suya cuando se les toleran sus desmanes.

Trump podrá seguir activo en política y no se extrañen que en 2024 esté nuevamente en la boleta.

Así lo dijo al saberse absuelto: “Nuestro movimiento histórico, patriótico y hermoso para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, acaba de comenzar”.

El sábado los demócratas en el Senado consintieron que no se llamara a comparecer a testigos de la incitación a la insurrección.

Se doblaron fácil: el abogado de Trump les respondió que, si ellos llamaban testigos, él llamaría a más de 100.

Es decir, el juicio en el Senado se alargaría por tiempo indeterminado.

¿Cuál es la prioridad hoy en Estados Unidos? Salvar vidas, y salvar a la población y a las empresas de los estragos económicos de la pandemia.

Para dar ese paso, que es urgente, los demócratas necesitan que los planes de Biden sean votados favorablemente por los republicanos.

Y si la discusión del Pleno del Senado se hubiera extendido, cada día que pase serían recursos retenidos al combate a la pandemia, presupuesto no autorizado para ampliar la vacunación, dinero que no llega a la gente y a las empresas.

Así los republicanos pudieron frenar la sentencia de culpabilidad. O tal vez el resultado de la votación hubiera sido el mismo, pero el costo a la imagen del trumpismo se habría elevado.

Conforme a mi formación de periodista mexicano, tengo la impresión de que el presidente Biden pidió al líder de sus senadores votar cuanto antes y dar vuelta la página.

La vida es primero, sí. Y en ese sentido Biden tiene razón. O quizá, toda la razón.

Pero la factura de no haber inhabilitado a Trump la van a pagar los estadounidenses, tarde o temprano.

Se necesitaban 67 votos para que Trump fuera castigado, y los demócratas tienen 50. Los otros 50 senadores son republicanos, aunque siete de ellos votaron por la condena a quien promovió el asalto a la democracia.

Esos siete pasarán a la historia de su partido. Mostraron que aún existe la ética en algunos políticos –sean del bando que sean–, aunque les cueste la reelección.

Los otros 43 senadores republicanos son una partida de cínicos (al cinismo también se llega por la vía de la conveniencia política), como lo es Trump y su abogado en el Congreso.

El abogado del expresidente, Mitchel van del Veen, en la tribuna del Senado no desmontó ninguna de las pruebas: los videos de Trump alegando fraude antes de los comicios, sus tuits con mentiras sobre computadoras alteradas, dijo que ganó por una abrumadora ventaja, la llamada que hizo al secretario de Gobierno de Georgia para que le agregue 11 mil 800 votos, su mensaje al vicepresidente Pence para frenar la certificación, la convocatoria a los radicales a reunirse afuera de la Casa Blanca el 6 de enero, su incitación a esos violentos a marchar al Capitolio, su silencio en lugar de frenar el asalto…

En defensa de Trump, el abogado dijo, textualmente, en el Senado: “En lugar de expresar el deseo de que se impida que la sesión conjunta (que certificó el triunfo de Biden) llevara a cabo sus actividades, la premisa completa de sus comentarios (de Trump) fue que el proceso democrático se desarrollaría y debería desarrollarse de acuerdo con la letra de la ley”.

¿Eso convenció a 43 senadores republicanos?

Claro que no. Los convenció el poder que conserva Trump en las bases republicanas. Con él en contra, no llegarían lejos.

Los convenció alguien que tiene dinero y aliados para apoyar sus campañas (acaba de recolectar 250 millones en donativos para la organización Salvar a América, creada originalmente para costear la impugnación de las elecciones).

De ese tamaño son los 43 senadores republicanos que absolvieron a Trump.

Lo dijo, y lo dijo bien, Madeleine Dean, representante demócrata: “Si no arreglamos esto y lo llamamos como fue, el mayor de los crímenes constitucionales cometidos por un presidente en Estados Unidos, el pasado no será pasado: el pasado será futuro”.

sábado, 6 de febrero de 2021

EL PRESIDENTE DE MÉXICO SE ESTÁ PERFILANDO PARA UNA PELEA CON WASHINGTON

 


"La administración Biden no puede permitirse pasar por alto a su vecino del sur."

Por Denise Dresser | 1 de febrero de 2021

Francisco Canedo / Xinhua / Redux

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha prometido un regreso a la normalidad diplomática en lugar de una locura personal, multilateralismo en lugar de unilateralismo, y una política exterior llevada a cabo a través de canales institucionalizados en lugar de a través de Twitter. La mayoría de los gobiernos extranjeros han saludado el cambio con alivio, pero los aplausos no han sido unánimes. Algunos países se beneficiaron de la falta de compromiso o escrutinio que obtuvieron bajo el ex presidente Donald Trump. México, en particular, parece listo para recibir la agenda de Biden no con los brazos abiertos, sino con el puño elevado.

Ya sea por pragmatismo político o por temor genuino, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador cultivó estrechos lazos con Trump y aceptó las demandas de Estados Unidos de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y controlar la inmigración. A cambio, Trump hizo la vista gorda ante el surgimiento de un régimen populista autoritario que comenzó a renegar de muchos de los compromisos que había asumido como socio norteamericano.

Ahora, López Obrador no está ocultando su deseo de pelear con Biden. Se negó a felicitar al presidente electo desde el principio y luego envió una nota de felicitación tardía y helada que contrastaba fuertemente con la efusiva carta que escribió a Trump en 2016. Aprobó una ley que impone restricciones a los agentes extranjeros que operan en México, incluidos los de la CIA, la Administración Antidrogas (DEA) y el FBI. Retrocedió en la reforma energética, algo que su predecesor implementó con el fin de fomentar la inversión extranjera, haciendo que se rebasaron el retorno a una política energética dominada por los monopolios estatales. Y sugirió que la Iniciativa Mérida para la seguridad bilateral podría ser terminada. En caso de que estas medidas no enviaran un mensaje lo suficientemente directo, el presidente mexicano ha ofrecido además asilo político a Julian Assange, se ha negado a condenar la violencia que los partidarios de Trump desataron en el Capitolio de Estados Unidos, arremetió contra Facebook y Twitter por "censurar" a Trump e invitó al presidente ruso Vladimir Putin a visitar México. Claramente, López Obrador está preparando el escenario para la confrontación con la nueva administración en la Casa Blanca.

Las turbulencias en la relación bilateral con México no parecen haber hecho el radar del equipo Biden o su lista de prioridades. Pero un regreso a la relación entre Estados Unidos y México antes que el TLCAN, cuando el conflicto y la distancia prevalecieron sobre la cooperación, podrían revertir muchos de los objetivos que la administración Biden considera vitales. Estados Unidos necesita la cooperación mexicana en materia de seguridad, política comercial y lucha contra la pandemia de coronavirus. Tampoco puede permitirse un México que retroceda sobre la democracia, se niegue a ver el cambio climático como una amenaza existencial o no controle una pandemia que no respete las fronteras. El presidente de México se está echando a perder por una pelea, y Washington no debe esperar a que los riesgos se conviertan en inevitabilidades que podrían poner en peligro la contención de la pandemia y la recuperación de la interrupción que ha causado.

UNA ALIANZA PROFANA

La administración Trump descuidó la mayoría de los asuntos latinoamericanos, ejerció una mano pesada en Cuba y Venezuela, y se obsesionó con la inmigración y la frontera con México. Durante su campaña presidencial y a lo largo de su mandato, Trump utilizó a México como una "piñata política" en un esfuerzo por irritar a su base electoral: los mexicanos eran "violadores" y "criminales", Estados Unidos fue asediado por caravanas de inmigrantes ilegales, y el TLCAN era un mal trato que debía ser renegociado para defender los intereses estadounidenses. Estos temas recurrentes se tradujeron en políticas, como la construcción de un muro en partes de la frontera entre Estados Unidos y México, que pusieron a México a la defensiva debido a la asimetría en la relación.

López Obrador optó por lidiar con la imprevisibilidad de Trump mediante una política calculada de apaciguamiento. Como candidato a la presidencia en 2018, López Obrador había expresado fuertes críticas a las posturas anti-mexicanas y antiinmigrantes de Trump, incluso publicó un libro llamado Oye, Trump (Hey, Trump). Pero una vez en el cargo, López Obrador invirtió posiciones y forjó una alianza pragmática con el hombre que una vez había criticado. Cuando Trump intensificó su retórica antiinmigración y amenazó con imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, López Obrador comenzó a reprimirse a los centroamericanos que había acogido inicialmente y a quienes había prometido un tránsito seguro.

Trump había declarado con frecuencia que México terminaría pagando por el muro fronterizo: de hecho, México se convirtió en el muro. Su gobierno trató a los inmigrantes de una manera que sus políticos habían denunciado a menudo, desplegando la recién formada y militarizada Guardia Nacional para perseguirlos y deportarlos.

López Obrador forjó un modus vivendi con Trump en el que México aceptó todas las demandas, hizo múltiples concesiones y adoptó políticas de inmigración que una vez había considerado inaceptables. El gobierno mexicano permitió a los Estados Unidos imponer unilateralmente su política de Permanecer en México, también conocida como los Protocolos de Protección de Migrantes, en las que los inmigrantes que presentaban solicitudes de asilo en los Estados Unidos fueron deportados de vuelta a través de la frontera para esperar indefinidamente, a pesar de que México no pudo proporcionar seguridad a su propia población, y mucho menos a los inmigrantes, en medio del aumento de la delincuencia y la violencia.

Parte del cumplimiento de López Obrador tomó la forma de silencio. Una crisis humanitaria se erigió en la región fronteriza de México, pero el presidente del país continuó aceptando las políticas que la crearon. Estados Unidos impuso políticas de separación familiar y confinaron a los niños en jaulas, pero el presidente mexicano no dijo nada. Las autoridades migratorias estadounidenses llevaron a cabo redadas y deportaron arbitrariamente a los mexicanos, sin provocar comentarios del presidente. Y los sentimientos anti-mexicanos se representaron en los Estados Unidos, culminando en crímenes de odio como la masacre en El Paso en 2019. Aun así, López Obrador miró para otro lado.

López Obrador forjó un modus vivendi con Trump en el que México aceptó todas las demandas, hizo múltiples concesiones y adoptó políticas de inmigración que una vez había considerado inaceptables.

Lo hizo a cambio de que Trump hiciera la vista gorda ante la recesión democrática en México. Al frente de lo que López Obrador llama la "Cuarta Transformación" del país, el presidente ha desmantelado los controles y equilibrios y debilitado las instituciones autónomas del país. Ataca regularmente a los medios de comunicación y a la sociedad civil y se ha hecho con el control discrecional del presupuesto. Algunas de sus políticas han reforzado la militarización de la seguridad pública. En total, el presidente mexicano parece decidido a impulsar a su país de vuelta a una era de gobierno dominante del partido.

Debido a que México carece de una oposición cohesionada, el sueño de López Obrador de un control centralizado parece estar cerca de convertirse en realidad. El presidente ha gestionado desajuste la crisis COVID-19, que ha producido una recesión económica catastrófica, pero su popularidad sigue sin ser cargada. Incluso ha declarado que la pandemia le cayó como anillo al dedo, qué se traduce libremente como "cayó como maná del cielo", porque la emergencia le permitió llevar a cabo medidas antidemocráticas excepcionales que podrían haber encontrado resistencia en tiempos más normales.

Trump y López Obrador compartieron algunas ciertas afinidades obvias. Ambos tendían a desacreditar a los medios de comunicación, insultar a los líderes de la oposición, etiquetar las críticas como "noticias falsas", evitar las máscaras faciales y minimizar la amenaza de COVID-19. El líder mexicano elogió a su homólogo estadounidense como un verdadero líder, lo comparó con Abraham Lincoln, e incluso viajó a Washington D.C., en medio de la pandemia para respaldar la candidatura presidencial de Trump y elogiar su respeto por la soberanía de México. La relación fue tan amable que cuando Estados Unidos arrestó al general Salvador Cienfuegos, ex secretario de defensa mexicano, por cargos de drogas, López Obrador persuadió a Washington para que devolviera al general a México. La DEA había pasado cinco años acumulando pruebas contra Cienfuegos, pero el fiscal general de Trump solicitó que la fiscalía retirara su caso. El gobierno de México celebró el regreso del general como un triunfo de estrechos lazos entre amigos.

Esa charla ha cesado con el cambio en la administración estadounidense. El presidente mexicano que hace tan poco subrayó la amistad ahora parece estar listo para envolverse en su bandera nacional y defender el honor de su país, que él considera amenazado. Las razones detrás de este cambio abrupto son personales y políticas. López Obrador no teme a Biden como temía a Trump. Por lo tanto, un discurso políticamente calculado de soberanía nacional y antiamericanismo es de nuevo más útil que costoso. Con él, López Obrador puede reunir a su base antes de las elecciones de mitad de período en julio de 2021, cuando 15 gobernaciones y el control del Congreso estarán en juego. Puede hacer de Biden una frustración y una distracción de la profunda recesión económica de México y los estragos de COVID-19.

Pero más allá de los imperativos políticos que están impulsando la divergencia de López Obrador con Biden, algo más profundo está en juego. En su mejor momento, el TLCAN reforzó la estabilidad política y el desarrollo económico en México, ayudando a inocular al país contra los cambios en las políticas pendulares y el conflicto con los Estados Unidos. El acuerdo buscaba reconocer y promover la integración, un objetivo del que López Obrador ha retrocedido, presionando en su lugar para un regreso a un modelo económico que mira hacia adentro que recuerda a la década de 1970.

ELEGIR UNA PELEA

Hace dos años, López Obrador firmó una versión renegociada del TLCAN conocida como el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA). Pero muchas de las políticas del presidente mexicano van en contra de las disposiciones del tratado y el objetivo más amplio de compromiso con el mundo. La Ciudad de México iba a construir un aeropuerto internacional que sirviera como centro latinoamericano, pero López Obrador puso fin al proyecto. Ha tratado de garantizar que los monopolios estatales puedan seguir dominando el sector energético revisando los contratos de gas con inversores extranjeros y arrebatando el control de los reguladores autónomos de energía, entre otras medidas. Como resultado, México se ha vuelto menos atractivo para los inversionistas en los mercados emergentes. El crecimiento económico del país se estaba desacelerando incluso antes de la pandemia. Ahora, se prevé que su PIB se contraiga en un nueve por ciento en 2021, a medida que miles de empresas cierren y millones de puestos de trabajo desaparezcan.

López Obrador bien puede anticipar que enfrentará críticas de los Estados Unidos bajo Biden sobre comercio y otras cuestiones. El presidente mexicano seguramente preferiría no enfrentar el escrutinio de su historial en materia de derechos humanos y libertad de expresión, y mucho menos por su incumplimiento de las normas laborales estipuladas en la USMCA o las cláusulas de libre comercio sobre energía. Si el gobierno de Biden decide presionar a México sobre estos asuntos, López Obrador denunciará la "intervención imperialista" y desviará la atención a su lucha con el presidente estadounidense.

En verdad, los problemas han estado gestando en la relación de seguridad y comercio de Estados Unidos con México durante algún tiempo.

En verdad, los problemas han estado gestando en la relación de seguridad y comercio de Estados Unidos con México durante algún tiempo. López Obrador prometió a la administración Trump que México investigaría a Cienfuegos a su regreso a México, pero luego rompió esa promesa e incluso publicó archivos confidenciales sobre el caso que la DEA había proporcionado. El Departamento de Justicia envió una carta de condena enérgica. Tres miembros salientes del gabinete de Trump adoptaron un tono igualmente acrimonioso en una carta condenando a México por socavar los compromisos comerciales en el sector energético. En respuesta, López Obrador ha insistido en que México tiene el derecho soberano de determinar las políticas internas, a pesar de sus obligaciones bajo la USMCA. Su tono no ha sido colaborativo ni consensuado, sino beligerante.

El polvo de México con la DEA y las agencias de seguridad de Estados Unidos desentraña problemas para la cooperación en las áreas cruciales de seguridad y narcotráfico. El ejército mexicano ha venido a actuar con una autonomía cada vez mayor y un control civil o una rendición de cuentas cada vez menos. Este militar mexicano empoderado se resiste a trabajar con agencias de inteligencia estadounidenses, tal vez porque tiene vínculos con los cárteles de la droga y busca proteger a sus altos funcionarios de la justicia. La nueva ley de agentes extranjeros en México limita aún más la capacidad de los agentes de la ley estadounidense para operar y compartir información. El resultado es que Washington ve cada vez más a México como un socio poco confiable en una serie de áreas importantes.

CONFLICTO ANUNCIADO

La agenda de Biden en América Latina parece comenzar con la inmigración. Ya ha anunciado un plan de ayuda económica y seguridad diseñado para abordar las causas profundas que impulsan a la gente a huir hacia el norte. Sus otras prioridades incluyen la reconstrucción de puentes con Cuba y el abordamiento de la crisis humanitaria en Venezuela, mientras busca promover la democracia y los derechos humanos en la región mientras combate la corrupción. México no parece registrarse como una preocupación primordial.

Pero muchos de los ambiciosos planes de Biden, particularmente en lo que respecta a la inmigración, requerirán una amplia colaboración con México en un momento en que un mal viento parece estar soplando entre los dos países. La nueva administración puede quedar atrapada en la incómoda posición de solicitar la asistencia de México para detener el flujo de caravanas centroamericanas incluso mientras se enfrenta a López Obrador por la democracia, los derechos humanos, las normas laborales y el cambio climático. Si Biden decide intercambiar la cooperación en inmigración por silencio en otros temas problemáticos, estará repitiendo el libro de jugadas de Trump y permitiendo que los problemas se agudicen.

Muchas de estas dificultades se han agudizado en el último año. México tiene una de las tasas de letalidad COVID-19 más altas del mundo. La pandemia está aumentando en un país que comparte una frontera porosa de 2.000 millas con los Estados Unidos, al igual que la violencia: México tuvo 35.000 homicidios en 2020, el más alto registrado en la historia del país. López Obrador respondió empoderando a los militares a expensas de la cooperación bilateral en materia de seguridad. Los bloqueos han exprimido la economía del país, pero el gobierno se ha negado a implementar políticas fiscales para mitigar los daños. Y López Obrador parece más decidido a resucitar una economía basada en el carbono y el petróleo que en presionar al país para que aborde los imperativos del cambio climático.

Sin embargo, el equipo de Biden parece ajeno a la regresión democrática, la debacle económica y la pandemia incontrolada en México. La administración ha designado a Cuba y Venezuela como países de preocupación, y ha hecho declaraciones públicas centradas en gran medida en Centroamérica y cuestiones migratorias y de asilo. Pero México sigue siendo un punto ciego peligroso. El populismo nacionalista de López Obrador y el riesgo que representa para la democracia, el cambio climático y la lucha contra la corrupción están sorprendentemente ausentes de una agenda que supuestamente prioriza esas preocupaciones. Estados Unidos necesita una política de México diseñada para frenar los peores instintos de López Obrador y llevarlo de vuelta al redil norteamericano para asegurar a un vecino política y económicamente estable.

Jeffrey Davidow, ex embajador de Estados Unidos en México, una vez hizo comparada la relación entre los dos países con uno entre un oso y un puercoespín. Estados Unidos se cierne sobre México, eligiendo a veces fanfarronear y en otras hibernar, retirando su atención por completo. Hipersensible a la interferencia de Estados Unidos, México siempre está dispuesto a mostrar sus plumas. La relación entre Estados Unidos y México tiene importantes ramificaciones para el comercio, la seguridad, las drogas, la energía e incluso la salud, e incluso el gobierno de López Obrador busca contrarrestar las prioridades de Biden en casi todos los frentes. Si Biden no encuentra la manera de restablecer la relación, México y Estados Unidos volverán a un patrón de abandono, marcado por casos de conflicto, una renovada política de puercoespines que sacará sangre de ambos países en medio de una pandemia que exige soluciones colaborativas, no instintos animales.

sábado, 9 de enero de 2021

¿FUE UN INTENTO DE GOLPE? NO EXACTAMENTE, PERO TAMPOCO HA TERMINADO


Partidarios del presidente Trump rodearon el Capitolio de Estados Unidos y traspasaron sus puertas el miércoles. Credit...Jason Andrew para The New York Times

 

Los expertos dicen que las acciones recientes del presidente Trump y sus seguidores son más difíciles de detener que un golpe de Estado y ofrecen como ejemplo los retrocesos democráticos de países como Turquía y Venezuela.

Por Amanda Taub | Publicado 7 de enero de 2021 Actualizado 8 de enero de 2021.

¿Las acciones del presidente Donald Trump y de algunos de sus partidarios —que incluyen el intento del presidente el sábado de presionar al secretario de Estado de Georgia para que cambie los resultados de la elección presidencial y su incitación abierta a una turba violenta que luego atacó el Capitolio de Estados Unidos— constituyen un intento de golpe de Estado? 

Si la pregunta es si esas acciones son tan serias como las de un golpe, la respuesta es sí, dijo Erica de Bruin, politóloga de Hamilton College que ha investigado golpes de Estado durante más de una década. 

Pero el ataque violento y antidemocrático al edificio del Capitolio no encaja en la definición técnica de un golpe, a pesar de que el presidente lo incitó y lo alentó. Y, según los expertos, eso importa, porque se requieren distintas medidas para impedir que este tipo de ataques dañen a la democracia. 

Un golpe es un intento ilegal de tomar el poder a través de la fuerza o la amenaza de la fuerza que a menudo involucra al menos a una facción del ejército o de las fuerzas formales de seguridad, aunque en ocasiones cuenta con el respaldo de paramilitares u otros grupos armados. 

Eso no fue lo que pasó el miércoles en Washington. 

Aunque las personas que irrumpieron en el edificio del Capitolio estaban en algunos casos armadas, no parecen ser parte de ningún ejército organizado o de un grupo rebelde. Y, a pesar de que el presidente Trump alentó a los insurrectos en su papel de líder de ese movimiento, no intentó que el ejército los apoyara o usar otros de sus poderes presidenciales formales para ayudarlos, dijo Naunihal Singh, profesor de la Escuela de Guerra Naval cuya investigación se enfoca en los golpes de Estado.

 

 Un miembro de la turba dentro del Capitolio el miércolesCredit... Erin Schaff/The New York Times 

 

Pero ahí no termina la historia. 

Estos días, las democracias tienden a colapsar tras recaídas graduales que no llegan a cuadrar con la definición técnica de golpe de estado pero que resultan ser más dañinas. En países de todo el mundo —entre ellos Turquía, Rusia, Hungría y Venezuela— ha surgido un patrón claro en el que los líderes llegan al poder a través de elecciones pero luego socavan las normas, desmantelan las instituciones y cambian las leyes para retirar las restricciones a su poder. Al final, sus países son, excepto en nombre, dictaduras. 

El ataque de ayer, y el apoyo que recibió del presidente Trump, encaja muy bien en esa categoría. Y combatir ese tipo de retroceso antidemocrático requiere tácticas diferentes a las que se usarían contra un golpe. 

“Sabemos cómo prevenir los golpes”, dijo De Bruin, quien literalmente ha escrito un manual sobre el tema. “Contamos con una colección de medidas que pueden emplear las organizaciones internacionales, los oficiales del ejército, las personas. Pero sabemos mucho menos sobre cómo prevenir acciones antidemocráticas”. 

Y, ya sea que triunfe o que fracase, como la recaída democrática es menos absoluta que un golpe de estado, que suele terminar en un par de horas, detenerlo requiere una intervención política más prolongada. Las soluciones legales, como las detenciones y los juicios políticos, pueden ayudar a poner un alto a estas recaídas democráticas. También son de ayuda las soluciones de carácter político, como que los partidos políticos retiren el presupuesto a quienes participan en actividades antidemocráticas y las denuncias por parte de las élites partidistas. 

También importan las respuestas más sutiles. 

“Los líderes autoritarios tienen terror a hacer el ridículo porque una gran parte de su poder deriva de la conexión social”, dijo Singh. Tratarlos como si fueran respetables refuerza ese poder, dijo, pero tratar el ataque del miércoles y el apoyo que hizo Trump del mismo con el “escarnio y el resentimiento que merece” es un modo de neutralizar cualquier insinuación de que es legítimo o se realizó con autoridad. 

Partidarios de Trump en el mitin del presidente el miércolesCredit...Pete Marovich para The New York Times.
 
Algunos funcionarios republicanos así lo hicieron ayer. Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, quien durante semanas tras la elección permaneció en silencio cuando Trump denunció espuriamente fraude electoral, dijo el miércoles en el pleno del Senado que anular la voluntad de los votantes “dañaría para siempre a nuestra república”.

El senador Mitt Romney, republicano de Utah y excandidato presidencial fue incluso más franco.


“Nos reunimos debido al orgullo herido de un hombre egoísta y a la indignación de los seguidores a los que ha mal informado deliberadamente en los últimos dos meses y movido a la acción esta misma mañana”, dijo cuando la Cámara volvió a reunirse tras el ataque. “Lo que pasó aquí fue una insurrección incitada por el presidente de Estados Unidos”. 

Pero la reacción no fue para nada uniforme. En el Congreso, 147 legisladores republicanos, entre ellos ocho senadores, votaron en contra de la certificación de los resultados de la elección. Uno de ellos, el senador Josh Hawley de Missouri, antes había sido fotografiado saludando con el puño cerrado a la turba de seguidores de Trump, muchos de los cuales luego participaron en el ataque al Capitolio. 

De Bruin advirtió que los golpes y los retrocesos democráticos no son mutuamente excluyentes y que, de hecho, podían reforzarse entre sí. 

“Por supuesto, los intentos de golpe suceden en un contexto de protesta violenta”, dijo. “Eso hace que sean más probables”.