jueves, 27 de septiembre de 2018

EL ACTA DE INDEPENDENCIA, UNA DECLARACIÓN MUY PECULIAR



Por: Alfredo Ávila Rueda 

Nuestra declaración de independencia es diferente a las del continente americano, donde casi todas fueron hechas en plena guerra. La mexicana fue redactada cuando la independencia ya era un hecho consumado.

El 28 de septiembre de 1821 una junta, reunida poco antes en el pueblo de Tacubaya, promulgó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. El origen de ese documento y de la misma junta que lo promulgó estaba en el plan de independencia que, en febrero del mismo año, proclamó el coronel Agustín de Iturbide en Iguala. En dicho plan se alababa a España como la nación más “piadosa y magnánima” del mundo, que había criado a la América Septentrional, es decir, a Nueva España. De tal forma, se suponía que el nuevo país había alcanzado fuerza y unidad, por lo cual se separaba de la antigua metrópoli. De hecho, una de las metáforas que más se usaba en la época para justificar la independencia era, precisamente, la del vástago que alcanzaba la mayoría de edad y podía, por lo mismo, emanciparse, lo cual no significaba una ruptura con la casa paterna.

En agosto, el Tratado de Córdoba ratificaba aquellos principios que culminarían con el Acta de Independencia. Ahora bien, en este documento, España, la “nación piadosa”, era vista como una potencia que, “por trescientos años”, había oprimido a la nación mexicana. Como casi todas las declaraciones de independencia del mundo, afirmaba que el “Autor de la Naturaleza” había concedido derechos “inenagenables [sic] y sagrados”. A diferencia de la declaración de Estados Unidos, que por ser la primera sirvió como modelo a muchas que vinieron después, los derechos los ejercía la nación y no las personas.

En los siguientes párrafos, la declaración redactada por el abogado Juan José Espinosa de los Monteros se deshacía en halagos a Iturbide, un genio, superior a toda admiración y elogio”, a quien consideraba único responsable de que México recuperara sus derechos y se convirtiera en una nación independiente y soberana. En resumen, no parecía que hubieran sido los mexicanos los que pelearon para recuperar sus derechos, sino el jefe del Ejército de las Tres Garantías quien se los dio a la nación. 



Un caso excepcional 



Como puede verse, se trata de un documento peculiar, en especial si lo comparamos con otras actas proclamadas en el continente americano en los años anteriores. Para empezar, la declaración mexicana se hizo en un momento en el que el país era ya prácticamente independiente. La guerra estaba reducida a Veracruz; en concreto, al castillo de San Juan de Ulúa, que todavía estaba en manos de los españoles. En cambio, la primera declaración de independencia, la de Estados Unidos, fue signada en 1776, pero el conflicto bélico continuó por varios años. Los ejércitos británicos estuvieron a punto de eliminar a los colonos que peleaban por la emancipación y la guerra cada vez se volvió más cruenta.

Algo parecido ocurriría en América del Sur. En Caracas, la proclamación se realizó en julio de 1811, cuando la guerra apenas empezaba. Las tropas españolas ocuparían esa ciudad en poco tiempo y los ejércitos patriotas fueron derrotados y replegados. La guerra se mantuvo por una década con una intensidad cada vez mayor.


Nueva España y las provincias internas también pasaron el mismo proceso. La primera declaración de independencia de estas regiones se proclamó en San Antonio de Béjar, en Texas, en abril de 1813. Los rebeldes de esa región enfrentarían derrotas y el fortalecimiento de las autoridades españolas. Muchos kilómetros al sur, en Chilpancingo, el Congreso reunido por José María Morelos también declararía la independencia, en un momento en el que la estrella del gran caudillo empezaría a declinar, tanto política como militarmente. En poco más de un año, la insurgencia ya no representaría ningún peligro para el dominio español. Lo normal era eso, como ha señalado el historiador británico David Armitage, mientras que las declaraciones de independencia hechas al final de cada proceso revolucionario fueron excepcionales antes del siglo XX.


Todas estas actas se hicieron en medio de conflictos cuya resolución no era previsible. Por eso, las discusiones de las asambleas que las elaboraron presentaron discrepancias, dudas y posibilidades. De nuevo, el caso de Estados Unidos es ejemplar, y no sólo por haber sido el primero. El Segundo Congreso Continental que se reunió en Filadelfia no tenía planeado siquiera presentar una declaración. Al contrario, muchos de los delegados que allí se reunieron favorecían el diálogo con las autoridades británicas, con el objetivo de obtener derechos. Para su mala fortuna, en Londres el Parlamento condenó a los colonos rebeldes como traidores. Cuando estas noticias llegaron, algunos de los más destacados patriotas consideraron que no había más alternativa que romper definitivamente con los ingleses y crear una república. Por supuesto, otros se opusieron. No parecía conveniente enfrentarse a Gran Bretaña, la principal potencia militar y mercantil de la época. Romper con el rey también resultaba una medida muy radical. Las discusiones fueron muy acaloradas y la unidad entre las trece colonias estuvo a punto de romperse en varias ocasiones. 


Obra de John Trumbull, Declaration Of Independence, Ca. 1810, óleo sobre tela. Biblioteca del Congreso, EUA.

En el Congreso de Anáhuac también hubo controversias. Para José María Morelos, la primera misión de aquella asamblea sería, precisamente, la proclamación de la independencia, como quedó señalado en el primer artículo de sus Sentimientos de la Nación. Poco después de que se instaló el Congreso, el diputado Ignacio López Rayón llamó la atención acerca de los inconvenientes de esa medida. Recordó que en un principio el movimiento insurgente impulsó un gobierno propio para el país, pero sin romper con el rey Fernando VII. Cambiar eso y declarar la independencia absoluta podría ocasionar, entre otras cosas, que la Gran Bretaña auxiliara a España en su empeño por mantener el dominio americano. En el sur del continente la incertidumbre también estuvo presente en la asamblea reunida en Tucumán en 1816, cuando declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica en el antiguo virreinato del Río de la Plata. 

En cambio, los vocales de la Junta Provisional Gubernativa del imperio mexicano publicaron el Acta de Independencia al día siguiente de que el Ejército de las Tres Garantías entrara en la ciudad de México. Esta Junta había sido nombrada por Agustín de Iturbide, en cumplimiento del plan de independencia elaborado en Iguala en febrero de 1821. Esto también resultaba una anomalía comparada con las asambleas previas que, siquiera formalmente, estaban integradas por delegados que representaban a las colonias o a las provincias que darían forma a los nuevos países independientes. 


México y Haití 


Al menos en los aspectos mencionados, el Acta de independencia mexicana se parecía a la de Haití. El documento proclamado en Gonaives el 1 de enero de 1804 se hizo poco después de que las tropas francesas habían salido derrotadas de la isla y fue firmada por varios oficiales designados por el general en jefe del “pueblo haitiano” y del “ejército indígena”, Jean-Jacques Dessalines. Ni el acta haitiana ni la mexicana se hicieron en nombre del pueblo o de las provincias que integrarían al nuevo país independiente, tal como empezaba la mayoría de las declaraciones que, desde la de Estados Unidos, venía repitiendo con algunas variantes la misma fórmula: “Nosotros las personas de Estados Unidos, reunidas en congreso declaramos…”; “Los representantes de las provincias unidas de Sud América declaramos…”

En el caso del Imperio mexicano, el Acta empleaba la tercera persona del singular: “La nación mexicana que, por trescientos años, ni ha tenido voluntad propia, ni libre uso de la voz, sale hoy de la opresión en que ha vivido”: Tal como sucedía con el caso haitiano, esa independencia era obra del genio militar que había encabezado la insurrección. La opresión española había ocasionado la emancipación mexicana; la “crueldad francesa contra los naturales”, la haitiana. El libertador mexicano se convertiría en emperador pocos meses después de su entrada en la ciudad de México, lo mismo que el haitiano después de derrotar a los ejércitos franceses. Ambos tendrían un reinado breve; ambos, un fin trágico.

Las semejanzas entre el caso haitiano y el mexicano se limitan a esos pocos aspectos políticos. El movimiento encabezado por Dessalines era la culminación de una revolución que abolió la esclavitud y promovía la igualdad de derechos, mientras que el de Iturbide se hizo en buena medida, en contra de las propuestas revolucionarias del liberalismo y fue encabezado por oficiales que, en su mayoría habían combatido la insurrección social que estalló en 1810. 

Entre los firmantes de la declaración de 1804 había una gran cantidad de mestizos descendientes de africanos, algunos de los cuales fueron antes esclavos. Los que signaron la de 1821 eran todos descendientes de españoles, algunos nacidos en la propia península ibérica. Para Iturbide, la igualdad buscaba la armonía entre las personas que nacieron en el continente americano con los que provenían de España, mientras que para Dessalines la igualdad era para todos los haitianos, sin incluir a los franceses. No obstante, las dos declaraciones estuvieron hermanadas por las semejanzas señaladas en los párrafos anteriores, que las distinguieron de las otras proclamadas en el continente.




Fuente: Revista Relatos e historias de México, N° 102, Año IX, México, febrero 2017

viernes, 21 de septiembre de 2018

BIENVENIDO A LA REALIDAD, ANDRÉS





Raymundo Riva Palacio | 20/09/2018 

La cabeza de Andrés Manuel López Obrador siempre ha operado con una visión táctica de mediano plazo, que responde a sus intereses personales y funciona como un mecanismo de reacción para protegerse. Así lo hizo cuando era jefe de Gobierno en la Ciudad de México, donde mientras públicamente descartaba tener ambiciones políticas mayores, construía su candidatura presidencial. En tres campañas electorales habló sistemáticamente de la mafia del poder para crear condiciones a su protesta postelectoral, en caso de perder la elección. El domingo pasado repitió la receta en Tepic, y el martes la reiteró: México está en crisis y bancarrota. ¿Qué sucedió? ¿Por qué se situó en las antípodas de lo que afirmó dos semanas antes? Una conjetura razonable es que ya sabe que el dinero que creía estaba escondido en el Presupuesto, simplemente no existe.

La realidad alcanzó a López Obrador. Gerardo Esquivel, futuro subsecretario de Egresos, lo anticipó días antes. Ni mediante la reorientación del Presupuesto o recortes a gastos de operación y administración, se podrán cumplir a plenitud los programas sociales con los que López Obrador quería iniciar su administración. Se equivocaron en sus cálculos o los prejuicios y lugares comunes en sus cabezas los empujaron por un sendero falso. Entendiendo la personalidad de López Obrador, ese diagnóstico le debe haber calentado la cabeza. 
López Obrador nunca admite equivocaciones. Busca en terceros la justificación de sus errores y omisiones. Está atrapado entre la necesidad de mantener la política económica sobre la misma base de los gobiernos neoliberales que fustiga, déficit fiscal cero y control del gasto, sin gastar más de lo que ingresa ni recurrir al endeudamiento. Por lo que dice públicamente, entiende hoy que no puede hacer otra cosa para mantener la estabilidad y construir a partir de lo que le deje el gobierno de Enrique Peña Nieto. Pero si regresa al voluntarismo social que lo llevó a ganar la elección y opta por acciones populares y populistas, cumplirá con la profecía autorrealizable: las crisis económicas de los gobiernos de Luis Echeverría y José López Portillo, también serán suyas. 
Cuando asuma la presidencia el primero de diciembre, llegará con una curva de aprendizaje. Sabrá que sus arranques tienen costo. Haber hablado de bancarrota nacional provocó que importantes inversionistas que estaban programando citas con su equipo, las congelaran ante la incertidumbre que provocaron sus palabras. En un arranque impulsado por la frustración, perdió la oportunidad de amarrar inyecciones millonarias para el arranque de su administración. La bolsa de dinero en el Presupuesto, que pensaba era el botín de gobiernos corruptos, no existía. Su equipo revisó todas las cifras que le entregó la Secretaría de Hacienda y descubrieron con incredulidad que los recursos disponibles para el gobierno son limitados. 
En los desvíos de dinero, gastos superfluos y mala administración, que creía que era lo que provocaba que las cosas no funcionaran como debían, también estaba equivocado. La combinación de prejuicios con ignorancia cobró su cuota en el equipo del presidente electo. El ejemplo de Octavio Romero Oropeza, a quien le dará la dirección de Pemex, es el mejor. Incondicional de López Obrador, dijo que querían elevar la producción de petróleo en 600 mil barriles diarios para el próximo año. Le explicaron que eso era imposible, porque la falta de inversión en Pemex hacía irrealizable, literalmente, alcanzar esa meta. 
Entonces, dijo el equipo de López Obrador inyecten 175 mil millones de pesos a Pemex para sus inversiones, pero les recordaron que el modelo fiscal de la empresa hacía que el dinero se le entregue a Hacienda. Quieren cambiarlo, cambien la ley. O cada peso para Pemex hay que quitarlo a las finanzas públicas, y a ver cómo mantienen funcionando el gobierno. Entonces, pidió Romero Oropeza, hay que licitar en diciembre para una refinería en Dos Bocas, Tabasco, deseo de López Obrador. Imposible. ¿Cómo licitar lo que no saben qué licitar? 
Las licitaciones no son de generación espontánea. Le explicaron al futuro director de Pemex que si se apuraban a preparar la licitación, podría salir en otoño de 2019. ¿Cómo es posible –expresaba extrañado–, si en la India, que tomaron como ejemplo, construyeron una en tres años? Estaban mal informados. Los estudios técnicos duraron seis años antes de la licitación, y pasaron otros siete para que finalmente operara. Es decir, 13 años después de comenzar el proceso. 
Gobernar es más complejo de lo que suponían, pero el coraje de López Obrador con la realidad le debe enseñar que va a tener costos adicionales si no se serena. A los mercados no les gusta lo que están viendo en él. Para un hombre que sólo ve hacia dentro, pensar en un mundo globalizado debe ser muy complicado. Pero su equipo que entiende de ello y es razonable, lo está conduciendo. No puede tomar decisiones irresponsables en materia económica y financiera, porque el futuro de su gobierno y de México depende de temas como la calificación de la deuda, atada a la disciplina fiscal. 
Muchos pueden no entenderlo, pero él empieza a comprender. Cambiar el nuevo aeropuerto de Texcoco a cualquier otro lado, repercutirá en la confianza de los acreedores y los inversionistas. Cometer locuras en Pemex pensando que beneficia a las mayorías, más. La calificación de Pemex está en el punto más bajo de lo positivo, y cualquier alteración podría quitársela. Si eso sucede, las consecuencias negativas comenzarán por el inevitable contagio a las finanzas públicas y la crisis empezaría. Por supuesto que no lo quiere López Obrador. Entonces, que tenga ahora sus exabruptos pero que aprenda rápido y termine de descubrir que el mundo que soñaba no existe. Bienvenido a 2018. 

Fuente:http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/bienvenido-a-la-realidad-andres

sábado, 15 de septiembre de 2018

MIGUEL HIDALGO, LOS SUCESOS DE 1808 Y LAS CONSPIRACIONES DE 1809 Y 1810 (V)


Hidalgo, Aldama, Allende y demás caudillos. Fuente INEHRM.


Repercusiones del golpe de 1808 contra José de Iturrigaray



El estudio escolar de nuestra historia infortunadamente no considera a la Independencia como un proceso y va saltando de sucesos y fechas sin establecer conexión alguna entre ellos. Hemos visto en la entrega anterior como el movimiento autonomista de 1808, de Juan Francisco de Azcárate, fray Melchor de Talamantes, Jacobo de Villaurrutia, Francisco Primo de Verdad y Ramos y el virrey Iturrigaray; si bien fue abortado por el golpe de estado de un grupo de hispanos, si permitió a los novohispanos saber que ya no podían actuar de forma abierta y pacífica, y fue el despertar de muchos a un intento de romper con el yugo de España.

A partir de entonces se crean en varias ciudades grupos de conspiradores, incluyendo la Ciudad de México. Quienes hayan leído mis trabajos anteriores sobre “Los Guadalupes”, lo recordarán. En esta entrega develaremos muchas novedades más ocurridas en el período del 15 de septiembre de 1808 al 15 de septiembre de 1810.

Allende se encontraba en Puebla al momento del golpe y percibió como los europeos propalaron rumores contra el virrey depuesto y contra los criollos, calificándolos como traidores a la Corona; mientras los jefes militares del cantón eran apercibidos del golpe, a los criollos se les ocultaba información. Al regresan a San Miguel, buscó a Hidalgo, le preocupaba sobre todo el riesgo de que el país cayera en poder de Napoleón, temor compartido por muchos otros criollos.



La Suprema Junta Central Gubernativa en la Península



En España ante la abdicación de Carlos IV y Fernando VII, de acuerdo a los teólogos Vitoria y Suárez, la soberanía regresaba al pueblo que la volcaría en una Suprema Junta Central Gubernativa, reconocida en España el 25 de septiembre de 1808, la cual concedió representación a los territorio de ultramar, aunque decepcionantemente para Nueva España fue de un solo diputado. En abril y mayo de 1809 se efectuaron elecciones en las provincias, resultando favorecido Miguel de Lardizábal.



La conspiración de Valladolid de Michoacán en 1809



En septiembre de 1809, en Valladolid, los militares José María Obeso, José Mariano Michelena, Mariano Quevedo, Ruperto Mier, Manuel Muñiz, los religiosos fray Vicente Santa María, el padre Manuel de la Torre Lloreda, los licenciados José Antonio Soto Saldaña y José Nicolás Michelena, así como el cacique Pedro Rosales, reconocido por los pueblos indios de la provincia; organizaron un movimiento clandestino que tenía como fin organizar una Junta Nacional Gubernativa que tomara el poder a nombre de Fernando VII.

Esta conspiración recogió varios de los puntos de las propuestas de 1808 y de la Suprema Junta española; era típicamente autonomista y en vez de las corporaciones, señalaba como integrantes de las Juntas a los representantes de los pueblos, con lo que se acercaba a la propuesta del corregidor Miguel Domínguez y del licenciado Primo de Verdad, muerto el 4 de octubre de 1808. Infortunadamente no se conserva un escrito amplio y coherente de todas las propuestas de los conspiradores.

La conspiración fue denunciada el día 14 de diciembre y el día 21, fueron aprendidos la mayoría de los conjurados, todos ellos conocidos de hidalgo y no pocos contados entre sus amigos desde los días del magisterio en Valladolid.



El proyecto conspirativo de Allende


Obra de Casimiro Castro, Vista de Querétaro desde el templo de la Cruz, siglo XIX, litografía

Se ha considera a Hidalgo el cerebro de la conspiración de Querétaro, sin embargo el cerebro y actor principal del movimiento fue Allende como veremos.

<<Mientras se fraguaba la conspiración de Valladolid , alrededor de julio de 1809, Allende conoció sobre un plan capitalino de autonomía, a través del capitán Joaquín Arias del Regimiento Provincial de Celaya, en el que persistían las propuestas de 1808. Allende lo comunicó a Hidalgo y se propuso entonces alentar grupos de criollos deseosos del cambio en tres poblaciones: el ya dicho de San Miguel, así como otros en Dolores y Querétaro. El peso del gobierno español en la capital era mayor que en provincia, de manera que Allende se prometía ventajas para que su movimiento no fuera tan vigilado ni prontamente sofocado.

En octubre de 1809 Allende fue a Querétaro y estuvo en casa del licenciado Parra, adonde llegó procedente de México otro militar de nombre Ignacio Martínez, quien informó sobre la gran reacción que había en la capital contra los europeos, en particular contra el oidor Guillermo Aguirre y el oligarca Gabriel Yermo, autores del golpe de 1808, que seguían reuniéndose y provocando así la consiguiente irritación y suspicacia de los criollos: se esparció el rumor de que eran juntas para entregar el reino a los franceses.

Semejantes noticias se regaron no sólo en México y Querétaro, sino también en Celaya y Valladolid, encendiendo más los ánimos al grado de opinar que la solución era la masacre de europeos: unas “vísperas sicilianas”. Allende, empero, prefirió adoptar el plan capitalino de una Junta Nacional que se lograría mediante un levantamiento armado, puesto que la vía pacífica del cambio había sido cancelada por el golpe de 1808; seguramente consideraba que tal levantamiento había de darse con mayores con mayores apoyos y extensión que el de Valladolid.

Allende, pues, asumió el persistente plan autonomista de la Ciudad de México. En efecto, en la capital proseguía, a pesar de la represión, un plan auspiciado por miembros de la nobleza criolla y que consistía en formar una Junta Nacional compuesta de regidores de ayuntamientos, abogados y eclesiásticos, principalmente criollos con algunos españoles, o bien de representantes de provincias, la cual “debía tener conocimiento en todas las materias de gobierno” y, en especial, organizar la defensa del reino, conservandolo para Fernando VII.

En esencia el plan repetía elementos de algunas propuestas de 1808, mas parece se trataba de un proyecto bastante moderado, como los de Azcárate y Villaurrutia, alejado por tanto de las propuestas de Talamantes o Primo de Verdad. Sin embargo, podemos pensar que el plan de Allende en realidad iba en la línea de la propuesta del corregidor Domínguez. Más en su proceso, donde se refiere al plan de México como su paradigma, Allende cuidó de no involucrar al Corregidor>>[1]

Allende se volvió un crítico contumaz del despotismo del gobierno y de la falta de medidas para la defensa ante una invasión francesa en las costas de golfo de México, por lo que no faltó quien lo denunciará y que esta acusación llegará ante el virrey Lizana, quien lo mandó llamar en enero de 1810 para reclamarle que anduviera diciendo que se pretendía entregar el reino a los franceses. No obstante en febrero de 1810, volvió a la Ciudad de México para entrevistarse con dos miembros de “Los Guadalupes”, Benito Guerra e Ignacio Jiménez, comprometidos en el plan capitalino de autonomía.

A fines de mes y en marzo, Allende empezó a diseñar un proyecto más preciso y viable de levantamiento armado. Su estrategia fue realizar una serie de viajes, escribir cartas y mandar enviados para hacerse de adeptos en diversos lugares. Fue creando un grupo conspirador primeramente en San Miguel, en el que podemos reconocer a Juan Aldama. Tenía confidentes además de la Ciudad de México, en Puebla y Veracruz.

Mientras tanto las autoridades continuaban con la exacción de fondos y donativos para la guerra contra los franceses, incluso dejando sin fondos a las pequeñas organizaciones del laicado colonial, como cofradías y similares.



Hidalgo entre el poder y la subversión



En ese mes de enero de 1810, el cura Hidalgo pasaba unos días en Guanajuato, coincidiendo con su amigo Abad Queipo. Tuvieron ocasión de verse y platicar varias veces, coincidiendo en casa de los Septién, con el intendente Riaño. <<Los tres se inclinaban mucho por el gobierno francés, no porque estuvieran de acuerdo con la invasión sino por sus leyes, según las cuales habría que arreglar las de la monarquía española. Fue entonces cuando Hidalgo presumió sus adelantos en el cultivo de las moreras y la elaboración de la seda.>>

Interesóse en el asunto el futuro obispo, quien recibiría la ayuda del cura para la crianza de los gusanos, lo que sirvió de disimulo para su creciente participación en la conjura. Al entrar la primavera de 1810, se recibieron noticias de la Península, que señalaban en avance francés sobre Andalucía y la primera convocatoria a Cortes. El avance era acompañado de la decisión de Bonaparte de soliviantar las posesiones de ultramar mediante comisionados. El 8 de mayo conoció el edicto de Bonaparte, en donde se instruía a los comisionados lo siguiente:

“Deberán los comisionados hacerse estimar después de los gobernadores y magistrados de las provincias, de los curas párrocos y prelados religiosos, procurando que estos en las confesiones persuadan y aconsejen a los penitentes, que les conviene adherir a las ideas del emperador Napoleón, haciéndoles creer que es enviado de la mano de dios, para castigar la tiranía y el orgullo de los monarcas: y que es un pecado mortal que no admite perdón, el resistirse a la voluntad divina; se abstendrán –prosigue- mis comisionados de hablar contra la Inquisición y estado eclesiástico; antes bien, deberán en sus conversaciones apoyar la necesidad de aquel santo tribunal y el provecho del segundo”[2]

Por otra parte, la Junta Central, se disolvía el 29 de enero, dejando la suprema autoridad en una Regencia de España. Se emitía una primera convocatoria a Cortes el 1 de enero de 1810. Las elecciones para diputados a Cortes se efectuarían en junio de ese año. Entre abril y mayo Hidalgo recibió carta de Riaño en la que lo exhortaba a postularse como candidato a diputado para las Cortes de Cádiz. <<Al cura no le desagradó la idea, pues finalmente veía una alternativa pacífica para el cambio donde el podría estar entre los protagonistas. Así que fue de inmediato a buscar a Allende en la villa, le mostró la carta de Riaño y le pidió persuadiera a miembros del ayuntamiento a que votarán por él […] Más las diligencias fueron tardías o se toparon con intereses […]

A partir de entonces, junio de 1810, Hidalgo se inclinó más por la opción del levantamiento al que Allende lo invitaba constantemente, aunque no estuviera de acuerdo en algunos puntos de su proyecto.>>[3]



La conspiración de Querétaro



La importante Ciudad de Querétaro, fue señalada como el foco del levantamiento: allí residía el matrimonio del corregidor Miguel Domínguez y de su esposa Josefa Ortiz de Domínguez, allí sostenían múltiples relaciones el capitán Ignacio Allende y el cura Miguel Hidalgo, allí surgían inquietudes autonomistas o independentistas en diversos grupos, antes de que Allende las alentara. Así es que algunos de los inconformes decidieron formar una academia literaria el 24 de junio de 1810 en casa del licenciado Juan Altamirano, promovida por Ignacio Villaseñor y Aldama. Su apertura la hizo el bachiller José María Sánchez. Duró poco porque se corrió la voz de los asuntos tratados y los miembros se separaron. Sin embargo, la conspiración avanzó en la sombra, gracias al activismo de Allende y a la protección del matrimonio Domínguez.

<<El 7 de agosto, en la casa del licenciado Parra, se asoció José Mariano Galván y concurrió el teniente de dragones de San Miguel, Francisco Lanzagorta, en representación de Ignacio Allende, quien comunicó que había grupos de conspiradores en México, Valladolid, San Miguel, Guanajuato y San Luis Potosí. El 10 hubo junta y baile en casa del mismo Parra. Se planeó otro baile para ganarse a los oficiales del Regimiento Provincial de Celaya. También participaron en boticario Estrada y el padre Benigno Munilla. La Corregidora estaba al tanto de todo. El 21 de agosto llegó a Querétaro Ignacio Allende, quien permaneció varios días en unión de Juan Aldama. Los días 25, 26 y 28 se reunieron, a veces en otras casas: en la del licenciado Sotelo, en la del licenciado Lazo de la Vega o bien “en casa de unas mujeres que llamaban las sanmigueleñas”. En casa del padre José María Sánchez el 31 de agosto conferenciaban la Corregidora, Allende y el teniente Cabeza de Caca. Y no fue hasta el 7 de septiembre cuando Allende y Aldama se retiraron de Querétaro.

Por lo visto Allende concurría con frecuencia a las reuniones subversivas, lo que no consta de Hidalgo, bien que lo pudo hacer en los principios de la Academia. Por lo demás, varias de las propuestas y estrategias de esa conspiración serían asumidas por el cura. Sin embargo, parece que en un principio se contentaba con mantener relación estrecha con Allende y con algunos de los conspiradores.>>[4]

Figura relevante, aunque olvidada fue Epigmenio González, <<tendero, de clase media baja, relacionado más con gente del campo, obrajeros y trabajadores de la factoría del tabaco. No obstante, sería el más comprometido promotor con el apoyo de su hermano Emeterio, junto con Ignacio Carreño y Lozada. Incluso Epigmenio, en la penumbra, convocaba el mayor número de partidarios y diseñaba un plan con borrador de proclamas y de acciones específicas para iniciar el levantamiento.



Plan y programa de la Conspiración de Querétaro


                                     Obra anónima, Epigmenio González, siglo XIX, óleo sobre tela. Museo Regional de Querétaro, Secretaría de Cultura.Inah.mx

El plan de la conspiración de Querétaro diseñado por Epigmenio González, probablemente con la influencia de otros conspiradores, abarca dos aspectos: por una parte, la visión de la nación que se pretendía establecer, y por otra, el programa de acciones inmediatas para apoderarse de la ciudad de Querétaro.

La visión de la patria independiente solo esboza algunos lineamientos de lo político, económico y nacionalista. Son breves apuntes, bien que significativos:

Sacudiendo el pesado yugo que sufre el día de hoy el reino de Nueva España se llamará Anáhuac. La forma política será imperio con cuatro príncipes electores.

En cada provincia habrá una Audiencia que se compondrá de dos magistrados letrados y un secretario.

Habrá una Asamblea Conservadora de la Agricultura, otra de Comercio, otra de Industria y otra de Acueductos y Caminos y un Juez de Población o de Leva, con sus respectivos cabos en cada ciudad.

El Juez de Leva proveerá a los pueblos pequeños obras hidráulicas, labores y caminos, de hombres sin oficio, borrachos y jugadores de las ciudades populosas.

Se celebrará anualmente en cada ciudad, con toda solemnidad la fiesta de la Independencia, y en ella concurrirán todos los varones de siete a los cincuenta, a jurar y defender los derechos y libertad de la nación.

La mayor importancia se da a los bienes de producción agropecuaria:

Los bienes raíces de los europeos, siendo haciendas de campo, se dividirán en tantas partes, cuantos sean los indios de que se componga la cuadrilla de gañanes. Los mismo bienes en cualesquiera otra especie que sean, se venderán de cuenta de la tesorería Nacional que se creará.

Las haciendas de campo de los particulares y las de las comunidades religiosas, serán dominios, sin que puedan sus dueños sembrar un grano de nada, sino darlas en pequeñas porciones en arrendamiento según el arancel que se forme por el Emperador. Esto se entiende, si estos procedieren en el tiempo de la separación de España, como buenos americanos, contribuyendo con sus personas, bienes, etc. A la común libertad; y si no, correrán la misma suerte que los españoles antiguos.

Sorprende, pues, la clarividencia del autor del plan que veía el problema agrario como fundamental y no solo desde la perspectiva política de europeos versus americanos, sino social, donde la división era entre propietarios, incluidos los criollos, y desposeídos. […]

En el plan aflora una política de exclusión, rigurosamente nacionalista, como reacción al estancamiento de la producción que sufría el país por las excesivas importaciones: “Se prohibirá con pena de muerte, el comercio de todas las naciones extranjeras; y con la misma pena se prohibirá también usar de ninguna ropa, mueble, etc. Que no sea hecho en estos reinos”.>>[5]

Tenían los conjurados también un plan para apoderarse de la ciudad de Querétaro, con un costo de 2,642 pesos Y que incluía un general y cinco capitanes, que se habrían de distribuir para aprehender a funcionarios, militares y gachupines.

<<Además del plan y programa se encontraría en la trastienda de Epigmenio un manifiesto o apuntes de proclama seguidos de unas “Proposiciones” y acompañados de un jeroglífico, esto es, un dibujo con el águila mexicana y el león español. >>[6]



De cómo llegó Hidalgo a ser cabeza




Hemos seguido la versátil trayectoria de Hidalgo, ahora de 57 años, como maestro, rector, empresario teatral, hacendado, empresario de pequeñas empresas. No era un hombre apocado, que se acobardara ante el riesgo y las responsabilidades; sin embargo, en el caso de un proceso de emancipación, el estaba más por el camino pacífico como diputado ante las Cortes, que como cabeza de una rebelión armada. Ignacio Allende, mucho más joven que Hidalgo, ahora de 41 años, veía que faltaba unidad entre los distintos grupos de conspiradores de Querétaro. Si bien había sido capaz de promover las conjuras, sentía que su personalidad no bastaba para erigirse en autoridad principal, ni la quería; por ello buscaba que Hidalgo se involucrara de lleno en la conjura, para encabezarla.

Hidalgo acudió a Querétaro por julio o agosto a instancias de Allende, en donde le presentó a Epigmenio González y a otros dos comprometidos, asegurándole que tenían “a su devoción más de doscientos de la plebe”, pero al cura le parecieron “de poco carácter” y que su ofrecimiento “no tenía forma”. Quizá Hidalgo se dejó llevar por el común de simpatizantes de la conspiración de nivel y posibilidades variado, pero que <<cuando se trató de prepararse para el levantamiento armado, ninguno de ellos quiso arriesgarse como Epigmenio que utilizó su trastienda para almacenar armas, parque y documentos de la conspiración. Hidalgo parece no haber ponderado esto y sólo se impresionó por la poca presencia de Epigmenio y sus respuestas tal vez titubeantes. Por otra parte Hidalgo estaba al tanto de aquellos del comentario de aquellos documentos gracias a Allende, pero tal vez no reparaba en que el humilde tendero tenía que ver en su autoría.>>[7]

El corregidor Domínguez si bien protegía y alentaba la conspiración, al mismo tiempo se recataba, pues se hallaba entre la espada y la pared; no obstante contaba con 60,000 pesos en reales.

A fines de agosto el queretano Ignacio Carreño prometió a Allende presentarle a 15 o 20 adictos a la causa quienes prometían comprometer a otros 300, más habiendo incumplido para el día acordado comunicó ello a Hidalgo, quien por escrito le respondió que “se apartaba de lo tratado y que no contase con él para nada”. Alrededor del 5 de septiembre, volviendo Allende a Querétaro con Juan Aldama, a quien acabó por comprometer, se entrevisto nuevamente con Carreño, ahora sí con éxito. Al saberlo Hidalgo “volvió a animarse a seguir el mismo sistema”. Entonces es cuando el cura decide incorporarse a la insurrección como cabeza y al efecto apresuró la fabricación de lanzas en Dolores y en la hacienda Santa Bárbara de los Gutiérrez. También mandó decir a un militar conocido suyo, José María Garrido, - a la sazón delator- tambor mayor del batallón de Guanajuato, que consiguiera simpatizantes en sus tropas.

Fue entonces cuando se fijó la fecha y lugar de la insurrección simultánea en San Miguel el Grande y en Querétaro para el 29 de septiembre, pero ante el aprovisionamiento de armas, se difirió para el 2 de octubre.



Denuncias de la conspiración



Allende y Aldama procedentes de Querétaro, llegaron a San Miguel el 12 de septiembre por la mañana. Al día siguiente jueves 13, recibía llamado a Hidalgo para que fuera a Dolores, pues aunque vagas, tenía noticias de que Allende estaba delatado.

En efecto había varias denuncias. Una partió de Garrido, el tambor mayor de Guanajuato a quien Hidalgo había invitado. Ésta llegó hasta su amigo Riaño, quien dispuso hacia el 15, la prisión de los implicados. Otra denuncia fue anónima y sin destinatario, el 9 de septiembre. Quizá la más detallada fue la de Joaquín Arias, capitán del Regimiento Provincial de Celaya, quien estando entre los más fervorosos miembros de la conspiración, ante el temor de ser descubierto y castigado urdió una trama de denuncia, invitando el día 10 al sargento José Alonso, delante del alcalde de Querétaro, Juan Ochoa que presto envió un mensaje al oidor Guillermo Aguirre, y el día 11 escribió al mismo virrey Francisco Javier Venegas.

No obstante, ninguna de estas denuncias provocó la aprehensión de los conspiradores de Querétaro, sino otra que partió de dos personajes, uno criollo cuyo nombre se ignora y un peninsular, Francisco Bueras, quienes juntos o por separado informaron de la inminente sublevación tanto al comandante de brigada García Revollo como al cura Rafael Gil de León; afirmando que en casa de un tal Sámano y de Epigmenio González había acopio de armas para acabar con los europeos. El cura fue a decírselo al Corregidor la noche del 14 de septiembre; éste para alejar sospechas de su participación, consultó con el escribano europeo Juan Fernando Domínguez, quien lo acompaño al cateo de las casas. En la de Epigmenio hallaron armas y documentos. Al día siguiente dieron inicio los procesos, y el 16, el propio Corregidor y su esposa Josefa Ortiz también fueron aprendidos.

Aquí viene la tradicional anécdota: “cuando el Corregidor salía de su casa para el cateo, informó a su mujer que la conspiración había sido descubierta y, temeroso de alguna imprudencia por el arrebatado carácter de doña Josefa, la encerró con llave. La corregidora llamó entonces al alcaide de la prisión, Ignacio Pérez, con golpes en el piso, pues la habitación de éste se hallaba en la planta baja, y a través de la puerta le mandó fuese a dar aviso al capitán Allende. Sin embargo el alcaide no pudo salir sino hasta el 15 por la mañana”.



“Caballeros, somos perdidos”



<<Allende, que se había dirigido de San Miguel a Dolores el jueves 13 de septiembre, llego el mismo día como a las seis de la tarde. Hidalgo se hallaba en casa de comerciante peninsular José Antonio Larrinúa, antiguo militar. Pronto volvió y platicó con Allende. Esperaron noticias el viernes 14, fiesta de la Santa Cruz. Un capitán de Guanajuato confirmo a Hidalgo que Allende había sido delatado y el cura comentó: “Eso está malo. Es menester agitar el negocio con precisión”.

Por su parte el sábado 15 Juan Aldama acudió a un baile en San Miguel a casa de José Allende, hermano de Ignacio. Hacia las 10 de la noche llegó el alcaide Pérez, quien comunicó a Aldama el recado de la Corregidora. Enterado del fatal descubrimiento, salió de inmediato para Dolores junto con el alcaide. […]

Con el fin de desvanecer sospechas y de descubrir si algún rumor de denuncia había llegado a noticia de otros vecinos de Dolores, al anochecer del día 15 el cura acudió a jugar a las cartas, como solía, a casa del subdelegado, el criollo Nicolás Fernández del Rincón, donde se hallaba también el nuevo colector del diezmo, Ignacio Diez cortina. […] A las once se fue a su casa y tal vez comentó algo con Allende.>>[8]

Más tarde llegaron Aldama y el alcaide Pérez, y acudieron a despertar a Allende para contárselo. La primera opción que contemplaron fue la huída, pero había que avisar al cura y fueron a despertarlo, contándole todo y proponiéndole huir a Estados Unidos.

Como se habían levantado las hermanas de Miguel, éste les pidió que sirvieran chocolate. Hidalgo no decía nada en tanto se vestía. Serían más de las tres de la mañana, cuando envió a su cochero para llamar a los dos serenos del pueblo. Tan pronto llegaron les ordeno convocar a los artesanos a su casa. Mientras los capitanes seguían discutiendo, y tras calzarse las medias el cura los interrumpió:

<< - ¡Caballeros somos perdidos! Aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines.

A lo que replicó Aldama:

- ¡Señor!, ¿qué va a hacer vuestra merced? Por amor de Dios, vea vuestra merced lo que hace.

Y se lo volvió a decir. Pero Hidalgo insistió con Allende:

- Ahora mismo damos la voz de libertad

Para entonces ya habían llegado ocho de los artesanos convocados. Irían llegando otros; uno se disculpó por sentirse indispuesto, pero el cura mandó que lo trajesen “por bien o por mal”. Para entonces su hermano Mariano y José Santos Villa ya se habían agregado a la reunión de capitanes y el cura. Y también mandó llamar a los vicarios José Gabriel Gutiérrez Y Mariano Balleza.

Pareciera que a Hidalgo se le estaba ocurriendo por primera vez la prisión de gachupines. En realidad no hacía otra cosa que aplicar el proyecto de Epigmenio González –y en esto tal vez el de los demás conspiradores- que establecía literalmente como estrategia fundamental la aprehensión de europeos.>>



Jorge Pérez Uribe 



Notas:
[1] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág. 206, 207
[2] Ibíd., pág. 209
[3] Ibíd., págs. 209, 210
[4] Ibíd., pág. 211
[5] Ibíd., págs. 212, 213
[6] Ibíd., pág. 215
[7] Ibíd., pág. 220
[8] Ibíd., págs. 224, 225

sábado, 8 de septiembre de 2018

HECHOS Y OMISIONES EN EL DOCUMENTO DE VIGANÒ CONTRA FRANCISCO


Día 2 de mayo de 2012 (bajo Benedicto XVI), el nuncio Viganò participa en la entrega de un premio al "sancionado" cardenal "McCarrick (foto del blog del cardenal Sean O'Malley.


Lectura detenida del informe del ex nuncio que pide la renuncia del Pontífice y de sus contradictorias conclusiones



«Creo que el comunicado de Viganò habla por sí solo, y ustedes tienen madurez profesional para sacar conclusiones». Con estas palabras, dirigidas a los periodistas durante el vuelo de vuelta a Roma desde Irlanda, Francisco invitó a leer el informe de 11 páginas divulgado por el ex nuncio apostólico en Estados Unidos, Carlo Maria Viganò, que pide la renuncia del Papa acusándolo de haber encubierto al cardenal estadounidense de 83 años Theodore McCarrick, emérito de Washington, que habría tenido relaciones homosexuales con seminaristas adultos y sacerdotes. Hay que comenzar leyendo atentamente el texto, analizándolo, separando los hechos citados de las opiniones e interpretaciones. Y, sobre todo, de las omisiones.



La operación anti-Bergoglio



La clamorosa decisión del diplomático vaticano de violar el juramento de fidelidad al Papa y el secreto profesional representa el enésimo ataque contra Francisco desplegado organizadamente por los mismos ambientes que hace un año trataron de llegar a una especie de “impeachment” doctrinal, después de la publicación de la Exhortación “Amoris laetitia”. Aquella estrategia no funcionó. Viganò es, efectivamente, uno de los que firmaron la llamada “Profesión”, en la que se dice que el Papa Bergoglio es un divulgador del divorcio, y tiene muy buenas conexiones en los ambientes conservadores tanto en Estados Unidos como en el Vaticano. No es simplemente el desahogo de un hombre de la Iglesia cansado de la suciedad que ha visto a su alrededor, sino una operación bien calibrada que trata de presionar al Pontífice para que renuncie. Lo demuestran tanto el momento como la participación de la misma red mediática internacional que desde hace años está propagando (a menudo sirviéndose de anónimos) las instancias de quienes pretenden cambiar el resultado del Cónclave de 2013. Y lo demuestran los mismos testimonios escritos en diferentes blogs por los periodistas que publicaron el “dossier” Viganò: en primera fila, como siempre, en la defensa de la familia tradicional, sin preocuparse por lanzar la “bomba” precisamente el día en el que Francisco concluía con una gran misa el Encuentro Internacional de las Familias.



La denuncia de 2000



Antes que nada, pues, los hechos, presumiendo que cuanto afirma Viganò sea verdadero. El 22 de noviembre de 2000, el fraile dominico Boniface Ramsey escribió al nuncio apostólico en Estados Unidos, Gabriel Montalvo, para informarle sobre los rumores que ha escuchado según los cuales McCarrick había «compartido la cama con seminaristas». Un día antes, el 21 de noviembre, Juan Pablo II nombró a McCarrick arzobispo de Washington. Viganò anota que esta señalación enviada por el nuncio a la Secretaría de Estado, guiada por el entonces cardenal Angelo Sodano, no tuvo ningún eco. Hay que recordar que la primera denuncia que llega a la nunciatura y de allí al Vaticano es inmediatamente posterior al nombramiento en Washington. Podríamos preguntarnos por qué, si estos rumores sobre McCarrick eran tan conocidos e insistentes, no frenaron el nombramiento como auxiliar en Nueva York (en 1977, al final del Pontificado de Pablo VI), el nombramiento como obispo de Metuchen (en 1981, a comienzos del Pontificado de Juan Pablo II), el paso a la archidiócesis de Newark (en 1986, con Papa Wojtyla), la promoción a Washington (2000) y la creación cardenalicia (2001).



Sodano, el culpable de todo



Un año después de su promoción a Washington, pues, Wojtyla incluyó a McCarrick en el Colegio cardenalicio. En su informe Viganò descarga (sin ningún indicio) la “culpa” del nombramiento sobre Sodano, explicando que el Papa en esa época ya estaba enfermo y casi era incapaz de razonar o de gobernar la Iglesia. Quien tenga presentes las cosas vaticanas sabe que no es verdad, por lo menos no lo era en el año 2000: Juan Pablo II habría vivido otros cinco años. Y sabe también que, en ese entonces, en el “entourage” wojtyliano que se ocupaba de los nombramientos estaban el secretario particular del Papa Stanislaw Dziwisz (nombre omitido por Viganò) y el Sustituto de la Secretaría de Estado y después prefecto de los obispos, Giovanni Battista Re (a quien Viganò menciona, pero para absolverlo de toda sospecha. ¿Esa primera indicación, sin denunciantes que asumieran responsabilidades en primera persona, tal vez fue considerada no confiable? ¿O el poder (también financiero) de McCarrick fue capaz de abrir puertas vaticanas que debían permanecer cerradas? Se pueden tener dudas sobre su nombramiento en Washington, pero ¿por qué nunca nadie consideró que era oportuno investigar antes de elevarlo a la púrpura un año más tarde? ¿Sodano no le pasó la denuncia al Papa? ¿Por qué el nuncio, si estaba tan seguro de los abusos cometidos contra seminaristas y sacerdotes (adultos), no insistió ni pidió una audiencia con Juan Pablo II?



Las “sanciones” de Benedicto XVI



En 2006 llegan nuevas acusaciones, cuando el Papa ya era Benedicto. Su Secretario de Estado era Tarcisio Bertone. Esta vez entra al escenario un ex sacerdote y abusador de menores: Gregory Littleton, que envía al nuncio en Estados Unidos (entonces monseñor Pietro Sambi) un texto en el que narra haber sufrido abusos sexuales por parte de McCarrick (ya cuando era mayor de edad). Viganò prepara un apunte para los superiores, que no responden. Vale la pena recordar que en ese momento McCarrick ya estaba jubilado: el nuevo Papa, Benedicto XVI, aceptó su renuncia el 16 de mayo, que había sido presentada un año antes, el 7 de julio de 2005, por razones de edad. Si los rumores y las denuncias eran tan conocidos, ¿por qué no se aceptó la renuncia de McCarrick inmediatamente, cuando cumplió 75 años? En 2008 circularon nuevas acusaciones sobre los comportamientos inadecuados de McCarrick y nuevamente Viganò escribe que envió a sus superiores otro apunte. Sin embargo, parece que esta vez algo se mueve, aunque con los tiempos no tan veloces de la burocracia vaticana. Habría intervenido Benedicto XVI con una serie de sanciones en contra del cardenal ya emérito y jubilado. Viganò no es preciso al indicar la fecha de estas sanciones: en ese momento ya no estaba en la Secretaría de Estado, en la que se ocupaba de coordinar el trabajo del personal en las nunciaturas, pues había sido nombrado secretario del Gobernatorado. Entonces, si Viganò afirma un hecho verdadero (y hay que presumir que lo hace) «en 2009 o 2010», Benedicto XVI interviene y ordena a McCarrick que lleve una vida retirada, de oración, y que deje de vivir en el seminario neocatecumenal Redemptoris Mater, inaugurado por él mismo en Washington.



Restricciones misteriosas



Esta orden de Benedicto nunca es revelada, sino transmitida de palabra por la Santa Sede al nuncio en Washington (todavía Sambi), para que la comunique al interesado. ¿Indulgencia para un cardenal ya viejo y jubilado, a quien se le quiere ahorrar la sanción pública? ¿O Benedicto XVI consideró que las pruebas no eran suficientes? Si él fue quien decidió las sanciones, tenía que estar bien informado sobre lo que McCarrick había cometido. ¿El Papa Ratzinger sabía, pero consideró suficiente recomendarle al cardenal ya jubilado que permaneciera tranquilo y alejado de la vida pública? Hay que recordar que nadie, nunca, se ha referido (y mucho menos ha denunciado) a abusos sexuales contra menores. Estamos hablando de conductas inapropiadas con adultos, pero que se perfilan como verdaderos abusos, puesto que el obispo era quien invitaba a su cama a los propios seminaristas o a los propios sacerdotes: no existe una situación de paridad, es un abuso de poder clerical. Nunca nadie ha afirmado que al invitar a dormir con él a seminaristas a un paso del sacerdocio o a sacerdotes jóvenes el “tío Ted” (como se hacía llamar McCarrick) hubiera utilizado formas de violencia o amenazas. Podemos preguntarnos: si estos hechos graves eran tan evidentes, ¿por qué no reservar al cardenal una sanción ejemplar y pública, pidiéndole una vida retirado en penitencia?



¿Nadie vigila?



Algunas dudas sobre el contenido real de las sanciones son más que lícitas, sobre todo a la luz de lo que sucedió después. El “dosier” de Viganò da a entender que en los últimos tres o cuatro años del Pontificado ratzingeriano McCarrick vivió como un eremita o como un monje de clausura y que solamente después de la elección de Francisco pudo salir de su encierro. Una vez más, hay que atenerse a los hechos documentados. Y la historia es muy diferente, documentada y documentable. Al alcance de todos: basta navegar un poco por la red. Durante los últimos años del Pontificado de Ratzinger, McCarrick no cambió su estilo de vida: es cierto que dejó el seminario en el que vivía, pero celebraba ordenaciones diaconales y sacerdotales al lado de importantes cardenales de la Curia romana, estrechos colaboradores del Papa Ratzinger. Incluso dictaba conferencias. El 16 de enero de 2012 participó, junto con otros obispos estadounidenses en una audiencia de Benedicto XVI en el Vaticano, y su nombre fue indicado en el boletín de la Sala de Prensa de la Santa Sede como uno de los presentes. El 16 de abril de 2012 se encuentra nuevamente con Benedicto XVI en la audiencia de la Fundación Papal y festeja con todos los presentes el cumpleaños del Pontífice. Viaja a Roma en febrero de 2013 para despedirse del Papa que ha ya presentado la renuncia y le estrecha la mano sonriente (todo ello quedó inmortalizado por las cámaras de la TV vaticana). Es evidente que su posición no era considerada tan grave, que los indicios de su culpabilidad no fueron juzgados tan evidentes y que las sanciones no debían ser tan restrictivas.



También aparece Viganò al lado de McCarrik



El mismo Viganò, que mientras tanto había sido alejado del Vaticano por decisión de Benedicto XVI, quien le dio la “promoción” a nuncio en Washington, no se veía muy preocupado por la situación. Hay documentos que demuestran su participación en eventos públicos con el purpurado abusador, como concelebraciones en Estados Unidos y la entrega de un premio a McCarrick (el 2 de mayo de 2012, en el Pierre Hotel de Manhattan), ceremonia durante la que Viganò aparece en una foto para nada avergonzado o indignado al lado del viejo cardenal. ¿Por qué, entonces, puesto que tenía el poder de llegar directamente a Benedicto XVI, en calidad de uno de sus representantes en una de las sedes diplomáticas más importantes del mundo, el nuevo nuncio no se rebeló, no actuó, no pidió audiencia, no llamó a respetar las disposiciones restrictivas?



Involucrar a Francisco



El actual Papa, verdadero y único blanco de toda la operación, entra al escenario en junio de 2013, pocos meses después de su elección. Recordemos: McCarrick, de más de ochenta años, no participó en el Cónclave, porque era un cardenal jubilado, aunque hiperactivo. Sigue viajando por el mundo, dictando conferencias, presidiendo celebraciones. Viganò va a una audiencia con Francisco. Y es el Papa quien le hace una pregunta sobre McCarrick; Viganò le explica que el cardenal «ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes» y que en el Vaticano hay un informe que lo demuestra. Cuidado: no es Viganò quien, preocupado, saca a relucir el tema. Es el Papa quien le pide un parecer. El nuncio no dice haber entregado a Bergoglio ningún informe sobre el caso ni haber pedido su intervención. Ahora, indignado, Viganò escribe sobre las sanciones de Benedicto XVI, mismas que nadie conoce, pero (presumiendo su existencia) él, como nuncio, no parece haber actuado para que se respetaran. Esa respuesta es todo lo que comunica al Papa.



¿McCarrick consejero?



Viganò escribe que el viejo cardenal se habría convertido, en los primeros años del Pontificado de Francisco, en uno de sus consejeros, sobre todo en relación con los nombramientos estadounidenses. No ofrece, por lo menos hasta ahora, ninguna prueba de ello. En cambio, sostiene que (y también en este punto no hay por qué no creerle) que en ese primer encuentro de junio de 2013 el nuevo Papa le habría pedido que «los obispos en Estados Unidos no tienen que estar ideologizados, deben ser pastores». Como en los meses que siguieron también McCarrick hizo una afirmación semejante, hablando con monseñor de la nunciatura (que lo refiere a Viganò), el ex nuncio que pide la renuncia del Pontífice deduce que precisamente McCarrick está detrás de la actitud de Bergoglio frente a la Iglesia estadounidense. Una deducción bastante débil. Es mucho más simple y plausible pensar que Francisco (que conocía a la Iglesia estadounidense) hubiera dicho a diferentes personas con las que se encontraba la frase sobre los obispos que «no deben estar ideologizados», sino que deben ser «pastores». Además, para comprender que este es precisamente uno de los puntos más insistentes de su magisterio sobre el episcopado, basta leer los discursos del Papa, que ya pensaba de esta manera mucho antes del Cónclave de 2013.



El desmentido del ex embajador



Una interesante confutación de la teoría de Viganò llegó ayer. La pronunció el ex embajador estadounidense ante la Santa Sede, Miguel Díaz, nombrado en mayo de 2009, quien se dijo sorprendido al haber leído las afirmaciones de Viganò sobre las palabras de Francisco, «porque me acordé inmediatamente de que durante mi primer encuentro con el nuncio Sambi en su residencia de Washington (estamos todavía en el Pontificado de Benedicto XVI, ndr.)», él dijo que «necesitamos obispos estadounidenses que sean menos políticos y más pastorales, no “guerreros culturales”». Ya desde el Pontificado del Papa Ratzinger, la indicación que llegó al nuncio apostólico en Estados Unidos era la de nombrar a obispos pastores y no “guerreros culturales”. Evidentemente, la cuestión del excesivo colateralismo del episcopado estadounidense con ciertas posiciones políticas y un cierto interés unilateral solo en relación con determinadas cuestiones éticas eran percibidos como un problema desde finales del Pontificado ratzingeriano.



La nueva denuncia



Pasan cuatro años y medio, y, en 2018, lleva al Vaticano, por primera vez, la noticia de un abuso contra un menor cometido cincuenta años antes por McCarrick, joven sacerdote. Nunca antes había sido presentada la denuncia, nunca antes nadie (según lo afirmado por Viganò) se había referido a posibles abusos de menores en los que estuviera involucrado McCarrick. La diócesis de Nueva York abre rápidamente un procedimiento canónico regular y envía la documentación a la Congregación para la Doctrina de la Fe. Surgen nuevas noticias, divulgadas por la diócesis de Newark, sobre denuncias de molestias presentadas por seminaristas mayores de edad cuando sucedieron los hechos. Con una decisión que no tiene antecedentes en la historia reciente de la Iglesia, Francisco no solo impone el silencio y la vida retirada a McCarrick (ese silencio y esa vida retirada que antes no se le habían impuesto o que nadie se había encargado de que cumpliera), sino que le quita el birrete cardenalicio. El cardenal emérito de Washington ya no es cardenal, fue “des-cardenalizado”.



Los hechos y la lógica (al revés)



No solo hay que preguntarse si lo que cuenta Viganò es cierto (como repiten a modo de mantra los medios de comunicación que piden la cabeza de Francisco). Hay que preguntarse si la secuencia de hechos descrita por Viganò, si sus consideraciones, sus omisiones, sus interpretaciones son razonables y conducen a la atribución real de alguna responsabilidad del Pontífice reinante. De cualquier manera, según los hechos puros y crudos, y presumiendo que cada detalle narrado por el ex nuncio sea verdadero, esto es lo que sucedió. Hay un Papa santo cuyo “entourage” (mucho menos santo) promovió y convirtió en cardenal a un obispo homosexual que abusaba de su poder para llevarse a algunos seminaristas a la cama, aunque no queda claro cuántas comunicaciones directas al respecto haya recibido Juan Pablo II, que en ese entonces todavía estaba en condiciones de tomar decisiones. Y algo tan importante como el nombramiento del arzobispo en Washington no podía tomárselo a la ligera. Hay otro Papa, hoy emérito, Benedicto, que (tal vez) habría ordenado que este cardenal viviera retirado, pero no habría sido capaz de que se respetaran sus órdenes. No habría dicho nada al encontrárselo en el Vaticano en varias ocasiones. Y su nuncio en Estados Unidos (Viganò) no habría tenido ningún problema para aparecer en fotografías a su lado, para concelebrar con él, cenar con él y pronunciar discursos ante su presencia. Y, para concluir, está el Papa Francisco, quien le quitó al cardenal (a pesar de que fuera ya un anciano jubilado desde hacía tiempo) la púrpura después de haberlo reducido al silencio y de haberle prohibido celebrar en público. Pues bien, precisamente de este último es de quien ahora Viganò, indignado, pide la cabeza. Probablemente solo porque Francisco ha “osado” nombrar en los Estados Unidos a algunos obispos menos conservadores con respecto a los que fueron nombrados antes, cuando quienes daban consejos sobre los nombramientos en Estados Unidos eran cardenales como Bernard Law. La instrumentalización en esta operación es evidente, si se reflexiona sobre la sucesión cronológica de los hechos, sin la necesidad de llenar páginas para desacreditar la figura de Viganò.



Andrea Tornielli | Ciudad del Vaticano


Fuente:http://www.lastampa.it/2018/08/28/vaticaninsider/hechos-y-omisiones-en-el-documento-de-vigan-contra-francisco-UU3zoSxVllfMltnG2FdhTJ/pagina.html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook

sábado, 1 de septiembre de 2018

MIGUEL HIDALGO, EN DOLORES, EL 18 BRUMARIO, Y LA INVASIÓN A ESPAÑA (IV)




En Francia: el golpe de estado del 18 de brumario


El día 18 de brumario del año VIII (calendario republicano francés, equivalente al 9 de noviembre de 1799), Napoleón Bonaparte, retornado desde la campaña de Egipto y aprovechando la debilidad política del Directorio Ejecutivo gobernante en Francia, dio un sorprendente golpe de Estado contando con el apoyo popular y del ejército (sabedores de sus hazañas y capacidades en las diferentes campañas de las Guerras Revolucionarias Francesas), junto a algunos ideólogos de la Revolución como Sieyès, Roger Ducos y Talleyrand.

Este golpe de Estado, que en principio pretendía acabar con la corrupción del anterior gobierno y favorecer los intereses de la nueva burguesía republicana, llevó a un régimen consular, en donde inicialmente fue el Primer Cónsul y después el Cónsul Vitalicio y finalmente el Emperador de Francia el 2 de diciembre de 1804.


La subdelegación de Dolores



Habíamos comentado que el 6 de octubre de 1803, Hidalgo había asumido el cargo de párroco en la población de Dolores.

La jurisdicción de Dolores formaba parte de la alcaldía mayor de San Miguel el Grande, pero a raíz de la institución de las Intendencias (1786), alcanzó el rango de subdelegación, supeditada al intendente de Guanajuato Juan Antonio de Riaño y Bárcena, quien ya hemos visto era buen amigo de Hidalgo.

Esta jurisdicción superaba las 40,000 personas, 15% de origen hispano, entre criollos y peninsulares, 35% de mestizos y castas y 50% de indígenas otomíes asentados por migración, Es importante señalar que aunque no constituían un pueblo de indios, estaban organizados en una república y gobierno propios.

La Parroquia y la subdelegación de Dolores estaban asentadas en la cuenca del río de la Laja, tributario del Lerma, formando parte de los sistemas orográficos denominados Sierras de la Altiplanicie del Norte y Sierra del Centro, con alturas promedio de 2,000 metros en el valle y 2,500 en las serranías. Poco más baja que la región de San Felipe, la de Dolores era más fértil, pues se agregaban las aguas de los ríos Dolores y San Diego. Por ello los ingresos de la población agrícola y por tanto del diezmo eran mayores que en San Felipe, aún cuando el territorio era menor. Sin embargo está bonanza no llegaba a los indios –otomíes en su mayoría-, que no poseían tierra comunales y que se asentaban en las partes altas de la cuenca, donde la tierra sólo daba magras cosechas.


La parroquia de Dolores


Quien ha visitado este templo podrá constatar sus enormes dimensiones. Terminado apenas por su hermano Joaquín, está dedicado a Nuestra Señora de los Dolores. En esa época existían tres retablos barrocos: uno central que ya no existe y dos laterales, que se pueden admirar aún. El pueblo de dolores contaba además con 8 capillas y 16 clérigos.
Su laicado era muy participativo organizado en grupos de devoción y ayuda mutua, como las cofradías, las hermandades y las órdenes terceras [1]. A principios del siglo XIX funcionaban tres cofradías en Dolores: la de Nuestra Señora de los Dolores, la del Santísimo Sacramento y la de las Ánimas, así como la Hermandad de San Roque y la Orden Tercera de San Francisco.




Empresario artesanal, apicultor y de cultivos


La estancia de Hidalgo en dolores estuvo marcada por el asedio de deudas, al grado de que se le secuestraron sus ingresos como párroco con el fin de saldarlas. Cuando en San Felipe le sucedió lo mismo se marchó temporalmente a sus haciendas para hacerlas producir más. Hidalgo sabía que ésta vez no era esa la solución, por lo que se le ocurrió promover objetos artesanales de uso cotidiano que le dejaran mejores ingresos: alfarería, curtiduría, herrería y carpintería, así como los cultivos de la morera para la seda y de la uva para vino y finalmente panales de abejas. Si bien en dolores ya existían dichas actividades, faltaba impulso, organización e innovación que el cura empresario podía aportar. Por otra parte si sus indios feligreses carecían de tierras, sentía parte de su responsabilidad como párroco socorrerlos. Así pues inició con entusiasmo el diseño y creación de aquellos talleres y cultivos, preguntando y leyendo: ”se aficionó a la lectura de obras de artes y ciencias y tomó con empeño el fomento de varios ramos agrícolas e industriales en su curato” [2]; con el paso de los días se percató de que el verdadero éxito de aquellas empresas lo requería de tiempo completo, por lo que decidió encargar la administración parroquial a Francisco Bustamante, sacristán mayor. No obstante no dejó el beneficio ni la responsabilidad última, reservándose el derecho de intervenir el cualquier momento.

Su jornada diaria iniciaba a las 5 de la mañana dirigiéndose al santuario de El Llanito en donde celebraba misa de 6, predicando y confesando. Antes de las ocho, llegaba a la sedería y luego a la alfarería y a la tenería. De ahí se dirigía a la vinería. <<Una vez concluido el recorrido de revista e indicaciones, se ponía a estudiar “para lo cual tenía un lugar en un costado de la alfarería hacia el Poniente, en cuyo punto tenía una silla y allí leía silenciosamente, sin que nadie se atreviera a interrumpirlo”>> [3]

Para sus proyectos dispuso de inmuebles para obras pías de la Iglesia: una casa y tres huertas. En el caso de la vinatería, el cultivo de la uva era ya notable en Dolores, antes de Hidalgo y para que fuera negocio necesitaba contar con licencia del gobierno virreinal, sin embargo, no se la dieron.


España de aliada a estado satélite francés



Napoleón va a introducir una nueva política, el control de Europa. En estos momentos mantiene la alianza con España contra Gran Bretaña, pero las pretensiones del francés ya no son las mismas que había antes de la Revolución Francesa. Napoleón se olvida de las colonias en América y se concentra en formar un gran imperio continental en Europa. Para ello, necesita la flota Española, considerada la segunda mejor del mundo, para acabar con Inglaterra. Napoleón va a convencer a Godoy de que España puede ejercer un control ultramarino y Francia un poder militar en tierra que haga un gran imperio. El Emperador francés quiere en realidad la flota española para invadir Gran Bretaña. El problema es que la propia flota británica es muy superior a la española. A pesar de un plan para acabar con los barcos ingleses, Nelson no cae en la trampa de españoles y franceses, y éstos se enfrentan a la flota británica en Trafalgar (1805), donde toda la armada española es destruida. A partir de este momento España ya no tiene utilidad ninguna para Napoleón. España no es más que un estado satélite francés. El miedo a Francia lleva a España y a Godoy al servilismo. España concede a las tropas francesas permiso para que tomen Portugal, aliado éste de Inglaterra, tras el tratado de Fontainebleau (1807). Este permiso llevó a que los franceses ocupasen también España sin ninguna oposición.




La soledad acosa a Hidalgo.



Aunque en su casa lo acompañaban sus medios hermanos Mariano, Guadalupe y Vicenta, no olvidaba a su hermano mayor Joaquín fallecido en septiembre de 1803.

Las denuncias inquisitoriales aunque infundadas, lo habían infamado de hecho, por lo que muchos amigos y clérigos ahora le daban la espalda, eso ocurrió exactamente con la clerecía de Guanajuato, a donde acostumbrara acudir para visitar a los ilustrados Riaño, y había hecho amistad con el médico y maestro de matemáticas poblano José Antonio Rojas. Por esos días –mayo de 1803- Rojas era objeto de reconocimiento público por las visitas del virrey Iturrigaray y sobre todo la de Humboldt, -agosto y septiembre del mismo año- a quien Rojas auxilió en sus investigaciones. Quizá crecido por ello Rojas se fue de la lengua por lo que la Inquisición lo encarceló en mayo de 1804. Manuel, su hermano fue su defensor y le consiguió una pena benigna, pero no pudo volver a Guanajuato.

Luego el 18 de junio de 1804 expiraba su querido obispo Antonio de san Miguel. A los tres meses fallecía su querido tío Vicente Gallaga. En agosto de 1805, partió a Europa el clérigo Martín García de Carrasquedo, a quien quería como ahijado.

Tal vez la pérdida de estas amistades, hizo que Miguel entablara una relación más profunda con Ignacio Allende, con quien compartía el gusto por las corridas de toros.

A mediados de 1806 los militares de Nueva España fueron convocados por el virrey Iturrigaray para concentrarse en varios puntos ante la amenaza de un ataque inglés, debido a la alianza de España con Francia; por lo que Allende marchó a la Ciudad de México, volviendo al cabo de seis meses. No obstante, ambos tenían razones suficientes para hacer viajes frecuentes a Santiago de Querétaro. Hidalgo necesitaba el influjo vital de la cultura citadina y en aquella ciudad se habían desarrollado muchas instituciones educativas, como el colegio sucedáneo del jesuita y los estudios conventuales de franciscanos, agustinos, dominicos, carmelitas y mercedarios. Por su parte Allende se hizo dueño de un molino, que le brindó múltiples relaciones en la localidad, entre ellos un tendero Epigmenio González. Además tenía una novia. Un amigo en común era el Corregidor del territorio queretano, el licenciado Miguel Domínguez, y su esposa Josefa Ortiz.


El motín de Aranjuez, España



La presencia de tropas francesas en España, en virtud del tratado de Fontainebleau, se había ido haciendo amenazante a medida que iban ocupando (sin ningún respaldo del tratado) diversas localidades españolas (Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras). El total de soldados franceses acantonados en España ascendía ya a 65,000, que controlaban no solo las comunicaciones con Portugal, sino también con Madrid, así como la frontera francesa.

La presencia de estas tropas terminó por alarmar a Godoy. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir camino hacia el sur, hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal.

El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes, una pequeña multitud compuesta por nobles cercanos al príncipe de Asturias—, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, en el que abdica su padre al mediodía de ese mismo día, convirtiéndolo en Fernando VII.


Las abdicaciones de Bayona


Tras el motín de Aranjuez, Napoleón cambió su plan inicial de desmembrar la monarquía española por el de asimilarla a su Imperio, mediante el cambio de la dinastía de los Borbones por un miembro de su familia, "ya que creía imposible restablecer en el trono a Carlos IV contra la opinión de gran parte de la nación, y no deseaba reconocer a Fernando VII, sublevado contra su padre".

Para llevar a cabo su plan convocó a toda la familia real española para que se reuniera con él en Bayona, incluido Godoy que fue liberado por los franceses el 27 de abril, el mismo día en que se conoció en Madrid que el viaje del rey Fernando VII a la frontera era para entrevistarse con Napoleón. En Bayona tanto Fernando VII como Carlos IV ofrecieron poca resistencia a los planes de Napoleón de situar en el trono de España a un miembro de su familia y en menos de ocho días abdicaron de la corona de España en su favor. Todo esto quedó rubricado con la firma del Tratado de Bayona el 5 de mayo entre Carlos IV y Napoleón Bonaparte, por el que el primero cedía al segundo sus derechos a la Corona española, con dos condiciones: el mantenimiento íntegro del territorio de la monarquía y el reconocimiento de la religión católica como la única en ella. Días después firmarían su renuncia a los derechos sucesorios que pudieran corresponderles, el propio Fernando, su hermano Carlos María Isidro, y el tío de ambos, el infante don Antonio.


La respuesta de los criollos en la voz del capitán Allende



A partir del 8 de junio se dieron a conocer las primeras noticias de la crisis en España, como la renuncia de Carlos IV y sobre todo la entrada del ejército español, pero el clímax se dio el 14 de julio de 1808, cuando se supo de las abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII. <<Para entonces, la mayor parte de los militares del país se habían concentrado de nuevo en varios puntos del oriente debido a la renovada amenaza de un ataque inglés. El capitán Ignacio Allende se hallaba a la sazón en San Juan de los Llanos y no tuvo empacho en poner en “el cuarto de su prevención un letrero que decía `independencia cobardes criollos´. Allá mismo discutió la situación con un comerciante peninsular. Allende expresó que si los franceses vencían a España, se debería establecer un gobierno independiente formando aquí una masa para que todos los que estuviesen acreditados de buenos patriotas tomasen las riendas del gobierno y se estableciese lo que conviniese a la América […] siendo el primer paso el de armarla para precaverla de la suerte que había corrido la Metrópoli, en lo cual se proponía que perdiendo Bonaparte las esperanzad de poseer esta América, podría entregarla al señor don Fernando VII o a quien en su caso fuese el legítimo heredero, a costa del sacrificio pecuniario que fuere necesario.>> [4]



El parteaguas de septiembre de 1808



De la madre Patria llegaba la noticia del levantamiento de algunas provincias contra el invasor francés. En tanto en la Ciudad de México, varios criollos hicieron propuestas para enfrentar la crisis: Juan Francisco de Azcárate, el peruano fray Melchor de Talamantes, el dominicano alcalde de corte Jacobo de Villaurrutia y el licenciado síndico Francisco Primo de Verdad y Ramos. Aunque las propuestas variaban en grado, proponían en sí, la creación de una junta que como las de España empezara a funcionar en nombre de Fernando VII, dando preferencia a los ayuntamientos y rechazando la monarquía absoluta. El virrey José de Iturrigaray al parecer simpatizaba con la propuesta de los criollos; por lo que en la noche del 15 de septiembre de 1808, varios de los oidores, secundando a uno de los comisionados de la junta de Sevilla, en unión con varios oligarcas de la capital, los inquisidores, el arzobispo Francisco Javier Lizana y Beaumontt, y con Gabriel de Yermo como ejecutor, dieron golpe de estado, tomando preso al virrey y a varios de los que habían propuesto o apoyado las iniciativas de autonomía o independencia.




Por su parte el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, sin tener noticia del golpe, presentó el 17 de septiembre un proyecto de representación al virrey en nombre del propio ayuntamiento queretano, con la esperanza de que este lo aprobara tal cual o con alguna enmienda para enviarlo luego a la capital. Comenzaba por lamentar la crisis y manifestar fidelidad al cautivo Fernando VII, haciendo su propuesta en estos términos: “Este ayuntamiento pide a vuestra excelencia que se sirva de convocar a las cortés de él, porque considera que este es el único arbitrio, ya para calmar la inquietud que tanto nos desazona […]”


El surgimiento de un caudillo



No fueron las lecturas de los enciclopedistas (muy difíciles de obtener gracias a la efectividad de la Inquisición), menos aún la pertenencia a una inexistente masonería (sobre las que los historiadores masones, callan el acceso discriminatorio a los criollos y a las castas en las logias). Lo que sí es un hecho es que los sucesos de 1808, tanto en España, como lo que se veía en México, llevaron a una determinación a Hidalgo, a Allende, a los nacientes “Guadalupes” y a muchos criollos y mestizos más.

La Nueva España era ahora gobernada por un gobierno ilegítimo. Además existía el riesgo de que la patria cayera en manos de los impíos franceses mediante la colaboración de los españoles. <<Hidalgo pensaba, igual que muchos otros, que la entrega del reino era una persuasión avalada por el escaso cuidado en proteger al país y porque la oligarquía que había dado el golpe parecía dispuesto a todo con tal de salvar sus intereses económicos y de poder. Era obligatorio oponerse a la entrega. Y dicha obligación daba el derecho de hacerlo, “el derecho que tiene todo ciudadano cuando cree la patria en riesgo de perderse”.

Recapitulemos. Desde mucho antes, a raíz de la expulsión de los jesuitas, se desató una serie de interrogantes entre los criollos, y más entre aquellos que como Hidalgo los tenían de maestros. La consiguiente persecución a las ideas achacadas a los expulsos, como de “sanguinarias”, esto es, el tiranicidio, incitaban más a que la gente pensante averiguara de que se trataba. Una respuesta se hallaba en aquel texto olvidado en San Luis de la Paz y que llegó al Colegio de san Nicolás: la Defensio fidei de Francisco Suárez.

Mayores reflexiones se desataron en muchos criollos a partir de 1783, año del Tratado de París que reconocía la independencia de Estados Unidos. Por otra parte las reformas borbónicas significaron en buena medida la intensa transformación de los reinos de ultramar en colonias muy redituables con la consiguiente exclusión y malestar de los criollos en la esfera del poder. Más la alternativa de la independencia no era extraña, puesto que el ejemplo estaba a la vista.

En este contexto, cuando menos desde la última década del siglo XVIII Hidalgo criticaba el estado de cosas, tachando al gobierno de despótico, que mantenía al pueblo engañado, y consideraba que la independencia era conveniente para el país; por lo dicho, sabía que dicha independencia no se reducía al autonomismo de los criollos sino a lo que estaba significando en Estados Unidos: la separación absoluta respecto de la metrópoli.
La crítica al despotismo se había acentuado en Hidalgo al ritmo de la Revolución Francesa y del conocimiento que como párroco pueblerino fue teniendo de su propia patria como tierra de desigualdad, particularmente por los agravios que sufrían los indios y otros marginados.

Asimismo alimentó sus conocimientos sobre la situación política de Nueva España, de la monarquía española y aún de otros países gracias a la Gazeta de México, así como a comentarios de sus amigos encumbrados Riaño y Abad como de su hermano Manuel, abogado de la Audiencia y de la Inquisición. De tal manera no sólo se enteró de detalles y de la evaluación del reinado de Carlos III, a raíz de su muerte en 1788, así como de las expectativas de curso y derrotas del reinado de Carlos IV, sino de lo que subyacía aquello; las intrigas de las cortes, los intereses velados y el avance incontenible de la ilustración.>> [5]

Muchas de estas informaciones las comunicaba a Ignacio Allende y ambos eran retroalimentados por su amigo común, el ilustrado corregidor Domínguez.

<<En otras palabras Hidalgo, como muchos otros criollos, participaba de la creciente efervescencia política, pero esto no significaba que estuviera predeterminado fatalmente a ser el caudillo y, partiendo de esta idea, suponer que desde fechas anteriores a 1810 ya estuviera planeando como cabeza un movimiento; de ser así, su papel en el movimiento real no se hubiera dado como se dio.>> [6]


Sus últimos dos años como párroco



Poco antes del golpe político de septiembre de 1808, su hermano Manuel, el abogado enfermó de locura en 1807, muriendo el 14 de julio de 1808. Le quedaban dos amigos peninsulares y dos criollos: Riaño, Abad, García de Carrasquedo e Ignacio Allende, y aunque García de Carrasquedo, había vuelto de España, al arribar a Veracruz fue encarcelado por la Inquisición; de tal manera que el capitán Ignacio Allende se fue convirtiendo en su amigo de mayor trato. También trataba a otros criollos militares muy relacionados con Allende: Juan Aldama y Mariano Abasolo.

Los agravios contra el status actual se iban acumulando: su experiencia, así como de sus familiares y amigos los llevaban al convencimiento de que por mayores esfuerzos que hiciera un profesionista criollo, nunca ocuparía los altos puestos reservados a los peninsulares. A su paso por San Felipe y Dolores constató el abatimiento de la mayoría de la población y las arbitrariedades de la autoridad local.

Si bien sabía que sus deudas se debían a su carácter prodigo y desarreglado, veía como se agravaban con la voracidad de acreedores y la puntillosidad de los burócratas peninsulares, para colmo sufrió la arbitrariedad de la consolidación de los vales reales por la que procedería el embargo de sus haciendas, esto no se llevó a cabo gracias a la intervención de su amigo Abad y Queipo. De la licencia para hacer vino de uva y comercializarlo, ya vimos el resultado. El virreinato buscaba tener el control y monopolio de la economía, primero a favor de la metrópoli y posteriormente de los peninsulares encumbrados.

En abril de 1809 sufrió otra denuncia ante la Inquisición por el franciscano Miguel Bringas, por poseer la edición de obras completas del teólogo Serry, que no estaban prohibidas.

Sin embargo también en los hispanos había recelo y así ante el atraso de la temporada de aguas de 1808, el subdelegado de Dolores promovió un evento inédito: la proclamación y jura del cautivo Fernando VII para el 21 de agosto; así como el levantamiento de una compañía urbana de 100 hombres para sujetar a los indios y mantenerlos en el buen orden, invitando al inquieto Hidalgo, para que encabezara la lista de firmas de los principales del pueblo de la solicitud que se presentaría al intendente Riaño, el cual la turnaría al virrey.

Jorge Pérez Uribe



Notas:

[1] Si bien en esa época no existían los seguros de desempleo, los seguros médicos, ni de vida, a través de estos grupos, religiosos en su fin, los miembros gozaban de ayuda y protección, en caso de desempleo, largas o incapacitantes enfermedades y muerte. Además estos grupos contaban con inmuebles que arrendaban y prestaban dinero al módico rédito del 5% anual. Increíble es la ignorancia y poca difusión del servicio social que proporcionaban estas asociaciones a sus miembros.

[2] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág.176

[3] Ibíd., pág. 178

[4] Ibíd., pág. 185

[5] Ibíd., págs. 195, 196

[6] Ibíd., pág. 197