lunes, 19 de agosto de 2019

EUROPA, MUSULMANA EN TRES DÉCADAS SI NADIE LO PARA


Musulmanes del Reino Unido en una manifestación a favor de la sharia.

Los líderes europeos aceptan la transformación de distintas ciudades y barrios de sus países en territorios enemigos. Pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer, simplemente no quieren: les costaría votos musulmanes. Y ese es precisamente su talón de Aquiles.

Por Actuall | 03/10/2017

El islam lleva años con alfombra roja en Occidente pero especialmente en Europa. El aumento incontrolado de inmigración desde el inicio del tercer milenio ha servido para que millones de musulmanes de primera, segunda y tercera generación tengan una presencia constante en la vida pública de un continente cristiano pero que ha dado la vuelta a sus valores.

A aquellos que osan levantar la voz contra estas políticas o contra lo establecido por el sistema, señalando los problemas que existen -y muchos, aunque se oculten deliberadamente por los medios generalistas-, son tachados de ‘ultras’, ‘radicales’, ‘xenófobos’, ’islamófobos’ o ‘racistas’.

Los políticos europeos parecen hacer oídos sordos a una gran parte del electorado que les piden más dureza contra el terrorismo islámico y el islam, mientras que siembran de oro y mirra a los progresistas que aplauden como lacayos toda política encaminada a la destrucción del continente.

El ataque terrorista de Barcelona obtuvo las mismas reacciones que todos los grandes atentados en Europa: lágrimas, oraciones, flores, velas, ositos de peluche y quejas de que «el islam significa la paz». Cuando la gente se congregó para exigir medidas más duras contra la creciente influencia del islamismo en todo el continente, se encontraron con una contramanifestación «antifascista».

Los musulmanes organizaron una manifestación para defender el islam; afirmaban que los musulmanes que viven en España son «las principales víctimas» del terrorismo, según el análisis de Gatestone Institute:

El presidente de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas, Munir Benyelún El Andalusí, habló de una «conspiración contra el islam» y dijo que los terroristas eran «instrumentos» del odio islamófobo. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, lloró delante las cámaras y dijo que su ciudad seguiría siendo una «ciudad abierta» a todos los inmigrantes. El presidente de Cataluña, Carles Puigdemont, usó casi el mismo lenguaje. El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, conservador, fue el único que se atrevió a llamar al terrorismo por su nombre. Casi todos los periodistas europeos dijeron que las palabras de Rajoy habían sido demasiado duras.

Los grandes periódicos europeos que describían el horror intentaron una vez más buscar explicaciones a lo que seguían llamando «inexplicable». El primer diario español, El Paísescribió en un editorial que la «radicalización» es el fruto amargo de la «exclusión» de ciertas «comunidades», y añadía que la respuesta era más «justicia social». En Francia, Le Monde dijo que los terroristas querían «incitar al odio» e insistió en que los europeos debían evitar los «prejuicios». En el Reino Unido, The Telegraph explicó que «los asesinos atacan a Occidente porque Occidente es Occidente; no por lo que hace», pero hablaba de «asesinos», no de «terroristas» o «islamistas».

Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza yihadista.


Varios especialistas en antiterrorismo, entrevistados en la televisión, dijeron que los ataques, perpetrados en todo el continente a un ritmo cada vez más rápido, se volverán más mortíferos. Señalaron que el plan original de los yihadistas de Barcelona había sido destruir la catedral de la Sagrada Familia y matar a miles de personas.

Los especialistas repetían como loros que los europeos tendrán simplemente que aprender a vivir con la amenaza de las matanzas indiscriminadas. No ofrecían ninguna solución. Otra vez más, muchos dijeron que los terroristas no eran verdaderamente musulmanes, y que los atentados «no tenían nada que ver con el islam».

Muchos líderes de los países europeos occidentales tratan el terrorismo islámico como una ley de vida a la que los europeos deben acostumbrarse, como una especie de aberración sin vínculos con el islam. A menudo evitan hablar de «terrorismo», directamente. Tras el atentado en Barcelona, la canciller alemana, Angela Merkel, condenó brevemente el «repugnante» suceso. Expresó su «solidaridad» con el pueblo español, y después pasó a otra cosa. El presidente francés, Emmanuel Macron, tuiteó un mensaje de condolencia y se refirió al «trágico atentado».

Musulmanes en Holanda a favor de la sharia y de que el islam domine el mundo.
En toda Europa, las expresiones de ira son marginadas a conciencia. Las llamadas a la movilización, o a cualquier cambio importante en la política migratoria, sólo vienen de políticos denigrantemente tildados de «populistas».

Incluso la más leve crítica al islam levanta inmediatamente una indignación casi unánime. En la Europa occidental, los libros sobre el islam que se encuentran por todas partes están escritos por personas cercanas a los Hermanos Musulmanes, como Tariq Ramadán. También existen libros que son «políticamente incorrectos», pero se venden por debajo del mostrador como si fuesen de contrabando. Las librerías islámicas venden folletos incitando a la violencia sin ni siquiera esconderse.

Decenas de imanes, parecidos a Abdelbaki Es Saty, el sospechoso de ser el cerebro del atentado en Barcelona, sigue predicando con impunidad. Si los detienen, son rápidamente puestos en libertad.

Impera la sumisión. El discurso omnipresente es que, a pesar del aumento de las amenazas, los europeos deben seguir viviendo con la mayor normalidad posible. Pero los europeos ven que la amenaza existe. Ven que la vida no es ni ligeramente normal. Ven a policías y soldados en la calle, que proliferan los protocolos de seguridad, y los controles en la entrada de teatros y tiendas. Ven la inseguridad por todas partes.

Se les dice que ignoren sin más la fuente de las amenazas, pero saben cuál es la fuente. Dicen que no tienen miedo. Miles de personas gritaron en Barcelona: «No tinc por» («No tenemos miedo»). En realidad están muertos de miedo.

Los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción


Las encuestas demuestran que los europeos son pesimistas, y que piensan que el futuro será desolador. Las encuestas también revelan que los europeos ya no confían en sus gobernantes, pero sienten que no les queda otra opción.

Este cambio en sus vidas se ha producido en muy poco tiempo, en menos de medio siglo. Antes, en la Europa occidental, sólo había unos pocos miles de musulmanes, la mayoría obreros inmigrantes de las antiguas colonias europeas. Se suponía que iban a estar en Europa temporalmente, así que nunca se les pidió que se integraran.

Pronto empezaron a contarse por cientos de miles, y después por millones. Su presencia se volvió permanente. Muchos adquirieron la ciudadanía. Pedirles que se integraran se hizo cada vez más impensable: la mayoría parecía considerarse en primer lugar musulmanes.

Los líderes europeos dejaron de defender su propia civilización. Empezaron a decir que todas las culturas debían tener la misma consideración. Parecían haberse rendido.

Musulmanas en Francia en una manifestación a favor de la UE, que paga las ayudas.
Se cambiaron los currículos escolares. A los niños se les enseñaba que Europa y Occidente habían saqueado el mundo musulmán, y no que, en realidad, los musulmanes habían conquistado el Imperio cristiano bizantino, el norte de África y Oriente Medio, la mayor parte de Europa oriental, Grecia, el norte de Chipre y España.

A los niños se les enseñaba que la civilización islámica había sido espléndida y opulenta antes de que supuestamente la colonización llegara para devastarla.

Los países ricos, establecidos en el periodo de postguerra, empezaron a crear una gran subclase de personas permanentemente atrapadas en la dependencia, justo cuando el número de musulmanes en Europa se multiplicó. El aumento del desempleo masivo —que afectaba sobre todo a los trabajadores menos cualificados— transformó los barrios musulmanes en barrios de parados.

Los barrios musulmanes se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva


Los organizadores de las comunidades venían a decirles a los musulmanes en paro que después de haber saqueado a propósito sus países de origen, los europeos habían utilizado a los musulmanes para reconstruir Europa y que ahora los estaban tratando como herramientas que habían perdido su utilidad.

El crimen arraigó. Los barrios musulmanes se convirtieron en barrios con una alta tasa delictiva.

Llegaron los predicadores musulmanes extremistas; reforzaron el odio hacia Europa. Dijeron que los musulmanes tenían que recordar quiénes eran; que el islam debía cobrarse venganza. Explicaron a los jóvenes delincuentes musulmanes encarcelados que la violencia se podía utilizar para una causa noble: la yihad.

La policía recibió órdenes de no intervenir para no agravar la tensión. Las áreas de alto nivel delictivo se convirtieron en zonas de exclusión, en semilleros para el reclutamiento de terroristas islámicos.

Los líderes europeos aceptaron la transformación de varias partes de sus países en territorios enemigos.
Se produjeron disturbios, y los líderes hicieron más concesiones todavía. Aprobaron leyes que limitaban la libertad de expresión.

Cuando el terrorismo islámico golpeó por primera vez Europa, sus líderes no sabían qué hacer. Siguen sin saber qué hacer. Son prisioneros de una situación que han creado ellos y que ya no pueden controlar. Parecen sentirse impotentes.

No pueden incriminar al islam: según las leyes que ellos han aprobado, es ilegal hacerlo. En la mayoría de los países europeos, cuestionar siquiera el islam se tacha de «islamofobia». Acarrea fuertes multas, si no juicios o sentencias de cárcel (como les pasó a Lars HedegaardElisabeth Sabaditsch-WolffGeert Wilders o George Bensoussan).

No pueden reestablecer la ley y el orden en las zonas de exclusión: eso requeriría la intervención del ejército y un giro hacia la ley marcial. No pueden adoptar las soluciones propuestas por partidos que han empujado a la oposición en los márgenes de la vida política europea.

El Iman Anjem Choudary no se corta, quiere la sharia para Europa.regar leyenda
No pueden ni siquiera cerrar sus fronteras, abolidas en 1995 con el acuerdo Schengen. Reestablecer los controles fronterizos costaría tiempo y dinero.

Los líderes europeos no parecen tener ni la voluntad ni los medios de oponerse a las nuevas olas de millones de migrantes musulmanes que provienen de África y Oriente Medio. Saben que los terroristas se están escondiendo entre los migrantes, pero siguen sin vetarles la entrada. En su lugar, recurren a subterfugios y mentiras. Crean programas de «desrradicalización» que no funcionan: los «radicales», por lo visto, no quieren ser «desrradicalizados».

Los líderes de Europa intentan definir «radicalización» como un síntoma de «enfermedad mental»; se plantean pedirles a los psiquiatras que resuelvan el caos. Después, hablan de crear un «islam europeo», totalmente diferente del islam en todos los demás lugares del planeta.

Adoptan una actitud altanera para crear la ilusión de superioridad moral, como hicieron Ada Colau y Carles Puigdemont en Barcelona: dicen que tienen unos principios elevados; que Barcelona seguirá estando «abierta» a los inmigrantesAngela Merkel se niega a afrontar las consecuencias de su decisión política de importar a innumerables inmigrantes. Reprende a los países de Europa Central que se niegan a adoptar sus medidas políticas.

Los líderes europeos se dan cuenta de que se está produciendo un desastre demográfico


Los líderes europeos se dan cuenta de que se está produciendo un desastre demográfico. Saben que en dos o tres décadas, Europa estará regida por el islam. Intentan anestesiar a las poblaciones no musulmanas con sueños sobre un futuro idílico que nunca existirá. Dicen que Europa tendrá que aprender a vivir con el terrorismo, que no hay nada que se pueda hacer al respecto.

Pero sí hay muchas cosas que se pueden hacer, simplemente no quieren: les costaría votos musulmanes.

Winston Churchill le dijo a Neville Chamberlain: «Pudisteis elegir entre la guerra y la deshonra. Elegisteis la deshonra y ahora tendréis la guerra». Lo mismo ocurre hoy.

Winston Churchill
Hace diez años, describiendo lo que llamó «los últimos días de Europa», el historiador Walter Laqueur dijo que la civilización europea estaba muriendo y que sólo sobrevivirían los monumentos y museos antiguos. Su diagnóstico era demasiado optimista. Los monumentos y museos antiguos también podrían saltar por los aires. No hay más que ver lo que los seguidores encapuchados de «Antifa» —un movimiento «antifascista» que es totalmente fascistoide— están haciendo con las estatuas de Estados Unidos.

La catedral de la Sagrada Familia de Barcelona se libró únicamente gracias a la torpeza de un terrorista que no sabía cómo manejar explosivos. Otros lugares podrían no tener la misma suerte.

La muerte de Europa será casi indudablemente violenta y dolorosa: nadie parece estar dispuesto a frenarla. Los votantes aún podrían hacerlo, pero tendrán que hacerlo ahora, rápidamente, antes de que sea demasiado tarde.

domingo, 11 de agosto de 2019

LAS CONSECUENCIAS DEL CAMBIO CLIMÁTICO: UN INFORME CIENTÍFICO AUGURA EL FIN DE LA HUMANIDAD PARA 2050

Prestigiosos investigadores alertan de que el escenario del cambio climático en 2019 dibuja de aquí a tres décadas “un mundo de ‘caos absoluto’ en un camino hacia el fin de la civilización humana y de la sociedad moderna”


11 junio, 2019 | Josu de la Varga

Si seguimos actuando igual ante las consecuencias del cambio climático, “hay un gran riesgo de que acabemos con nuestra civilización. La especie humana sobrevivirá, pero destruiremos casi todo lo que hemos construido en los últimos dos mil años”, lo que podría suponer el fin de la humanidad. 

Esta es la seria advertencia que lanza el informe científico ‘Existential climate-related security risk: A scenario approach’ (‘Riesgo de seguridad existencial relacionado con el clima: un enfoque del futuro escenario’), elaborado por el Centro Nacional para la Restauración del Clima (Breakthrough) y hecho público el pasado mes de mayo. 

Sus autores, David Spratt, director de investigación del Breakthrough; y Ian Dunlop, miembro del Club de Roma, consideran que existe una “alta probabilidad de que la civilización humana llegue a su fin” en 2050. 

Es por ello que los científicos consideran necesario, entre otras medidas, “construir un sistema industrial de cero emisiones para proteger la civilización humana”. De no ser así, se podría llegar a un escenario de “efecto invernadero” que podría “conducir al sistema climático de la Tierra a un punto de no retorno”. 

Cabe recordar que, en octubre de 2018, la ONU advertía de que si se sigue a este ritmo de misión de gases “los efectos pueden ser devastadores”. De hecho, actualmente, la amenaza del cambio climático es más temida que la del Estado Islámico o la de los ciberataques; y España es uno de los países que más lo temen

En el caso de España, este podría ser el pronóstico del tiempo en un 10 de agosto de 2050 si no se adoptan medidas urgentes para paliar las consecuencias del cambio climático: 
Ante el escepticismo científico, “reducir el riesgo de muerte” 

Una primera cuestión que aborda el informe, desde una visión general, es que “el clima se eleva y representa una variable de peligro para el manejo del riesgo de la salud humana”; e insiste en que, “para reducir el riesgo de muerte, es esencial desarrollar sistemas industriales de emisiones cero muy rápidamente”. 

Los cambios climáticos contribuyen a “aumentar los ciclos de crisis humanitarias y políticas migratorias”, al afectar a “los alimentos y los sistemas del agua, la disminución de los campos de cultivo y el aumento de los precios de los alimentos conducidos por la sequía y los fallos en la cosecha”, añade el estudio. 

Esta primera reflexión tiene que ver con la afirmación que hace de que hay un cierto escepticismo de la comunidad científica a la hora de predecir las consecuencias del cambio climático en el futuro. 

El informe recuerda que “en 2007, los analistas de seguridad advirtieron de que, en las dos décadas anteriores, las predicciones científicas en la arena del cambio climático habían subestimado constantemente la gravedad de lo que realmente ocurrió”. 

“Este problema persiste, especialmente en el trabajo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), cuyos Informes de Evaluación […] no incluyen todos los procesos que pueden contribuir al sistema de retroalimentaciones, eventos extremos compuestos y abruptos y/o cambios irreversibles”, añade el estudio. 

Además, los políticos y los medios de comunicación a menudo plantean un enfoque que “presta menos atención a los más devastadores resultados, difíciles de cuantificar”. 

Por ejemplo, el quinto informe de evaluación del IPCC en 2014 proyectó un aumento del nivel del mar de 0,55-0,82 metros para 2100, pero dijo que “los niveles por encima del rango probable no pueden ser evaluados de forma fiable”, cita el estudio. 

“A modo de comparación, el mayor de dos escenarios del Departamento de Defensa de Estados Unidos es un aumento de 2 metros en 2100, y el escenario ‘extremo’ desarrollado por una serie de agencias gubernamentales de los Estados Unidos es 2,5 metros para 2100”, cita el informe.

“El calentamiento de alto impacto podría ser catastrófico para 2050”, insiste el informe 

Riesgo existencial real y “devastador” 


A continuación, el informe hace algunas afirmaciones que constatan que, a diferencia del escepticismo de algunos científicos, hay un riesgo existencial real para los humanos si no se empieza a actuar para frenar las consecuencias del cambio climático. 

“Un riesgo existencial para la civilización es aquel que plantea grandes consecuencias negativas permanentes para la humanidad que nunca se pueden deshacer, ya sea aniquilando vida inteligente o recortando de forma permanente y drástica su potencial”, aclaran los responsables del estudio. 

Recuerdan que con los compromisos adquiridos por las naciones en el Acuerdo de París 2015 se preveía que, al ritmo actual, el calentamiento global sería de 3º C o más para el año 2100. 

“Pero, esta cifra no incluye ‘a largo plazo’ retroalimentaciones del ciclo del carbono, que son materialmente relevantes ahora y en un futuro próximo debido a la inédita velocidad a la que la actividad humana perturba el sistema del clima”, añade el informe. 

Teniendo esto en cuenta, el calentamiento global podría alcanzar los 5º C. En cualquier caso, “los científicos advierten que el calentamiento de 4° C es incompatible con una comunidad global organizada, es devastador para la mayoría de los ecosistemas”. 

De hecho, ya en 2017, “3° C de calentamiento fue categorizado como ‘catastrófico’ con una advertencia de que, en un camino de emisiones no controladas, el calentamiento de alto impacto podría ser catastrófico para 2050”, insiste el informe.

La supervivencia de nuestra civilización, amenazada 


Por su parte, el profesor Hans Joachim Schellnhuber, fundador y director emérito del Instituto Potsdam para la Investigación del Cambio Climático (PIK), afirma que “el cambio está llegando al final del juego, donde muy pronto la humanidad debe elegir entre tomar una acción sin precedentes, o aceptar que es demasiado tarde y soportar las consecuencias“. 

Schellnhuber considera que, si seguimos por el actual camino, “hay un gran riesgo de que acabemos con nuestra civilización. La especie humana sobrevivirá de alguna manera, pero destruiremos casi todo lo que hemos construido en los últimos dos mil años”. 

Por todo ello, se requiere una gestión prudente y “una mirada objetiva de los riesgos reales a los que estamos expuestos” ante unos eventos que pueden tener efectos dañinos más allá de la cuantificación y que “amenazan la supervivencia de la civilización humana”. 

Las proyecciones del calentamiento global muestran una mayor probabilidad de que las consecuencias del cambio climático estén muy por encima de la cantidad media de calentamiento predicha en los modelos climáticos. 

También advierte el informe de puntos de inflexión del clima potencial con cambios en el sistema climático que “lo harán ser irreversible en escalas de tiempo humanas-, como las capas de hielo polar (y por lo tanto los niveles del mar), el deshielo del permafrost y otros almacenes de carbono, donde los impactos del calentamiento global no son lineales y son difíciles de modelar con conocimiento científico actual”. 

“Recientemente, se ha prestado atención a un escenario de ‘efecto invernadero de la Tierra’, en cuyas retroalimentaciones del sistema y su mutua interacción podría conducir el sistema climático de la Tierra a un punto de no retorno”. 

Este umbral “podría existir con un aumento de temperatura tan bajo como 2° C, posiblemente incluso más bajo”, añade el estudio, que concluye en este apartado diciendo que las consecuencias son tan severas que podrían acarrear “tal vez el fin de la civilización humana global tal como la conocemos”. 

En palabras del profesor Schellnhuber, “nunca debemos olvidar que estamos en una situación única sin precisión análoga histórica. El nivel de gases de efecto invernadero en la atmósfera es ahora más grande, y la tierra más cálida, que nunca antes los seres humanos han experimentado”.


Los riesgos del cambio climático “amenazan la supervivencia de la civilización humana” 

¿El recorrido hacia el “fin de la humanidad”? 


A partir de todo lo dicho, el informe esboza un cronológico y probable “escenario para 2050”, que apunta hacia un posible fin de la humanidad y que resumimos a continuación: 

2020-2030: si los responsables de formular políticas no actúan según las medidas establecidas en el Acuerdo de París, “para 2030 los niveles de dióxido de carbono han alcanzado 437 partes por millón, lo que no tiene precedentes en los últimos 20 millones de años, y el calentamiento alcanza los 1,6° C”. 

2030–2050: las emisiones son máximas en 2030, aunque comienzan a caer de forma consistente debido a una mayor concienciación por parte de los gobiernos. “Sin embargo, se produce otro 0,6° C de calentamiento, que lleva el total a 3° C en 2050, debido a la activación de una serie de retroalimentaciones del ciclo de carbono y niveles más altos de albedo”, entre otras consecuencias del uso de combustibles fósiles. 

El colapso de 2050: Para 2050, existe una amplia aceptación científica de que se ha llegado a un punto de inflexión para las capas de hielo de la Antártida y el Ártico, y para la pérdida de permafrost generalizada a gran escala. 

“El escenario de ‘efecto invernadero’ se ha completado, y la Tierra se dirige a otro grado o más de calentamiento, especialmente porque las emisiones humanas de efecto invernadero siguen siendo significativas”. 

Al mismo tiempo, “los niveles del mar han aumentado 0,5 metros en 2050, el aumento puede ser de 2 a 3 metros para 2100”. 

“El 35% de la superficie terrestre global, y el 55% de la población mundial, están sujetos a más de 20 días al año de condiciones de calor letal, más allá del umbral de la supervivencia humana”. 

Los desajustes afectan a los sistemas de soporte vital en Europa, mientras “América del Norte sufre un devastador clima extremo incluyendo incendios forestales, olas de calor, sequía e inundación. Los monzones de verano en China están fallando, y el agua que fluye hacia los grandes ríos de Asia está severamente reducida por la pérdida de más de un tercio de la capa de hielo del Himalaya”, entre otras consecuencias. 

Además, “la aridificación emerge en más del 30% de la superficie terrestre. La desertificación es severa en África del sur, el sur del Mediterráneo, oeste de Asia, Oriente Medio, el interior de Australia y en todo el sudoeste de los Estados Unidos”.

En 2050, el escenario de ‘efecto invernadero’ se habrá completado 

Los mayores impactos


Entre los mayores impactos que dibuja el informe sobre las consecuencias del cambio climático, hay que resaltar que “una serie de ecosistemas colapsan, incluyendo los sistemas de arrecifes de coral, la selva amazónica y el Ártico”. Y advierte también de “desafíos perniciosos, como enfermedades pandémicas” e “inundaciones de comunidades costeras en todo el mundo”. 

“Algunas naciones y regiones más pobres, que carecen de capacidad para proporcionar ambientes enfriados artificialmente por sus poblaciones, se vuelven inviables”. 

“Hay condiciones persistentes de calor mortal por más de 100 días al año en África Occidental, Sudamérica tropical, Medio Oriente y el sudeste asiático, contribuyendo a más de mil millones de personas desplazadas de la zona tropical”. 

Al mismo tiempo, “la disponibilidad de agua disminuye bruscamente, […] afectando a unos dos mil millones de personas en todo el mundo”. 

“La agricultura se vuelve inviable” y hay “una caída significativa en la producción de alimentos”, que resulta “inadecuada para alimentar a la población mundial”. 

“Incluso para 2° C de calentamiento, más de mil millones de personas es posible que deban ser reubicadas” y, en escenarios más altos, hay una “alta probabilidad de que la civilización humana esté llegando a su fin”. 

Habrá “conflictos armados entre naciones por recursos, tales como el Nilo y sus afluentes, y la guerra nuclear es posible. Las consecuencias sociales van desde el aumento del fervor religioso al absoluto caos”. 

El informe concluye este apartado insistiendo en que “este escenario ofrece una visión de un mundo de ‘caos absoluto’ en un camino hacia el fin de la civilización humana y de la sociedad moderna como la conocemos”.

El futuro de la Tierra está en nuestras manos: “se requiere una acción dramática en esta década” para frenar el cambio climático

¿Cómo evitar un futuro catastrófico?


En sus conclusiones finales, los responsables del informe se preguntan “qué se puede hacer para evitar un caso tan probable de futuro catastrófico” y la respuesta no es fácil. 

Está claro que a partir del escenario dibujado “se requiere de una acción dramática en esta década” si se quieren evitar las consecuencias del “efecto invernadero de la Tierra”. 

“Para reducir este riesgo y proteger la civilización humana, se necesita una movilización global masiva de recursos en la próxima década para construir cero emisiones en el sistema industrial y puesta en marcha de la restauración de un clima seguro”. 

“Esto sería similar en escala a la movilización de emergencia de la Segunda Guerra Mundial”, si se quiere conseguir “un cambio drástico en toda la economía dentro de la próxima década, consistente en limitar el calentamiento a 1,5° C”, lo que evitaría el desastre. 

Para ello, el informe plantea algunas “recomendaciones políticas”: 

– Reconocer las limitaciones de las políticas relevantes en la investigación del cambio climáticoque puede exhibir reticencia científica. 

– Adoptar un enfoque de escenario y prestar atención específica a las altas posibilidades de calentamiento en la comprensión del medio ambiente (mediados de siglo) clima y riesgos de seguridad, sobre todo por las implicaciones existenciales. 

– Dar un enfoque analítico al papel de la acción a corto plazo como determinante en la prevención planetaria y los sistemas humanos al alcanzar un “punto de no retorno” a mediados de siglo, en el que la perspectiva de una Tierra inhabitable conduce a la ruptura de las naciones y el orden internacional. 

– Examinar con urgencia el papel que tiene el sector nacional de la seguridad, que puede proporcionar liderazgo y capacidad para un corto plazo a nivel de la sociedad, movilización de emergencia de mano de obra y recursos de una escala sin precedentes en tiempos de paz para construir un sistema industrial de cero emisiones y reducción del carbono para proteger la civilización humana.