lunes, 30 de octubre de 2023

UNA FOTO, ESTILO DE GOBERNAR

López Obrador enfiló hacia Acapulco en una acción impulsiva, desorganizada. Dejó al país sin presidente, porque viajó al corazón de la emergencia y se quedó incomunicado.



Estrictamente Personal

Raymundo Riva Palacio | octubre 27, 2023

Una fotografía dibujó sin proponérselo el estilo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador. Fue captado por un autor no identificado a bordo de un Jeep militar atascado en una brecha entre Chilpancingo y Acapulco, donde ni avanzaba ni retrocedía, atrapado como miles por la alteración de vida que causó el huracán Otis. Con una cara que podría describirse de preocupación e incertidumbre, el Presidente miraba al lodo, mientras militares y ayudantes trataban de sacarlo del atolladero. López Obrador estaba paralizado y había caído en una trampa natural, a donde él mismo se entregó por actuar con más estómago que cabeza. No lo pudieron sacar y un vecino entró a su rescate con una camioneta de redilas.

Horas antes, en la mañanera, había reconocido que no tenía información de Otis porque estaban incomunicados, pero abrió la posibilidad de visitar Guerrero e informó que varios secretarios iban en camino. Mientras, estaría “pendiente”. Parecía lo correcto. Una buena toma de decisiones se hace a partir del análisis técnico de la información con la que se dispone. Por lo mismo se entendía que no suspendiera su función diaria que se llevó casi tres horas. Sin embargo, hizo lo contrario.

Enfiló hacia Acapulco en una acción impulsiva pero desorganizada, activa pero anárquica, actuando como un jefe de Estado atento, pero que en los hechos dejó al país sin Presidente, porque en lugar de ocuparse del control y la coordinación de las tareas de emergencia en Guerrero, viajó al corazón de la emergencia y se quedó incomunicado. ¿Quién tomó las decisiones fundamentales en ese tiempo? Lo que se puede corregir es que fueron los funcionarios quienes, en su campo, ocuparon el vacío que dejó López Obrador, como el Ejército y la Comisión Federal de Electricidad, que pusieron a disposición de los medios voceros para que informaran sobre lo que estaban haciendo y evitar los rumores.

La Presidencia se quedó muda. López Obrador, que siempre quiere estar en el centro de todo, encontró su Catch-22 en algún punto entre Chilpancingo y Acapulco, para un recorrido, reportó la prensa, de 10 horas. No sabemos qué hizo en Acapulco porque no hay registro de nada. Ni siquiera hay evidencias de que visitara al puerto. Y si en realidad estuvo en la zona devastada, no se informó nada al respecto. Pero esto, que no tiene consecuencia alguna, por cuanto a los daños que causó Otis, habla de la forma atrabancada e irresponsable con la que actúa López Obrador.

No deja de ser una paradoja. López Obrador confiaba que sólo había tres cosas a las que les tenía miedo: que el corazón no le diera para terminar su sexenio, Estados Unidos y un desastre natural. Las dos primeras las podía controlar, con medicamentos y cuidados médicos, como ha sido, y un manejo de torero y concesiones, como hizo con Donald Trump y hace con Joe Biden. La tercera estaba completamente fuera de sus manos. Aun así, desapareció en 2020 el Fondo para Desastres Naturales y en nueve meses su gobierno gastó 300 mil millones de pesos.

López Obrador asegura que desapareció el Fonden, pero no sus recursos. Según la Secretaría de Hacienda, se dispone de 18 mil millones de pesos para desastres naturales, suficientes, afirmó el Presidente, para hacer frente a la reconstrucción de vías de comunicación, sitios turísticos y la infraestructura en Acapulco. Ya se verá cuando se tengan las estimaciones sobre los daños que provocó Otis, aunque si meramente como referencia se toman los costos provocados por Pauline, un huracán en 1997 que impactó en Guerrero, sin causar los destrozos en Acapulco como Otis, a valor actual, el gobierno apenas tendría para cubrir 10 por ciento del total. El Presidente dijo ayer que para emergencias, el presupuesto no tendrá límites. Ya veremos, porque en el pasado, incluso se ha negado a declarar estados de emergencia, para no usar dinero presupuestal.

Otis también puso en evidencia las deficiencias en la prevención. Otis fue un huracán atípico, ciertamente, y cobró una fuerza de manera súbita ante una temperatura inusual de 30 grados sobre el nivel del mar en el Pacífico. Sin embargo, hubo horas para actuar y sin hacerse nada.

El director del Centro Nacional de Huracanes (CNH) en Miami, Michael Brennan, le dijo a CNN en español que a la una de la tarde del martes los cazadores de huracanes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos detectaron que la tormenta era de 30 a 50 kilómetros por hora más fuerte de lo que habían estimado, lo que llevó a Eric Blake, meteorólogo del CNH, a prever un “escenario de pesadilla”.

El CNH pronosticó por primera vez el huracán a las tres de la mañana del martes, a más de 22 horas que Otis golpeara a Acapulco, con una posibilidad de “1 a 4 de fortalecimiento rápido durante las próximas 24 horas”. Al mediodía lo clasificaron como un huracán categoría 1. Para las tres de la tarde lo elevaron a categoría 3 y a las 6 ya era oficialmente categoría 4, “extremadamente peligroso”. Tres horas más tarde lo elevaron a categoría 5 con vientos de 250 kilómetros por hora. A las 12 de la noche con 25 minutos devastó Acapulco.

Con 24 horas de alertas, algunas dependencias reforzaron su personal en Acapulco, pero Protección Civil federal y el gobierno de Guerrero no parecen haber hecho nada. El reconocimiento de López Obrador de que no tenía información es inadmisible. El gobierno federal tiene teléfonos satelitales y comunicaciones militares seguras, pero la primera información fue proporcionada por turistas que registraron lo que estaban viviendo, y después los medios que lograron abrirse paso hasta Acapulco. Hasta 24 horas después, en la mañanera, hubo información concreta.

La fotografía en la brecha es la síntesis del colapso presidencial en la toma de decisiones, resultado no de un momento, sino consecuencia de una forma ultra personal de gobernar, sin orden ni delegación de funciones, sin recursos, prevención y, en muchos casos, sin capacidad. Su rescate en una estaquita comunitaria resumió la forma como sale de problemas.

¿DURMIÓ BIEN, SEÑOR PRESIDENTE?

Es mentira lo que dijo el Presidente, que la víspera comenzó a aplicarse el Plan DN-3 y el Plan Marina, porque éstos se ejecutan una vez que el siniestro pasó.



Raymundo Riva Palacio | octubre 30, 2023
Estrictamente Personal

El recuento de los daños por el huracán Otis avanza a cuentagotas, con una incapacidad para tener estimaciones oficiales de manera más expedita que apure la ayuda de emergencia, o con un ocultamiento deliberado para neutralizar el costo político para el gobierno, que es una externalidad común. Esta díada no es nueva y siempre detonan los desastres naturales –en México y otros países– una discusión paralela por la forma como actuó el gobierno en turno. La única diferencia hoy, en el primer desastre natural del sexenio, es cómo ha respondido el presidente Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente de piel ultrasensible ha dedicado más tiempo a denostar que a informar. Ninguno de sus antecesores se victimizó y, se puede argumentar, tampoco actuó tan erráticamente. El presidente Enrique Peña Nieto, criticado –incluso por López Obrador– fuertemente por su gestión en los sismos de 2017, tuvo un manejo más eficiente, si analizamos la toma decisiones entre ambos. Al presidente Miguel de la Madrid le fue peor en la crítica en los sismos de 1985, y aunque aún arrastra la mentira de que se escondió en Los Pinos, su manejo limitado y torpe en los primeros días no fue tan desastroso como ahora.

López Obrador y su gobierno se hundieron por desestimar irresponsablemente a Otis y, en algunos casos, de manera criminal. En este espacio se dio a conocer la semana pasada la hoja de ruta de Otis y la fuerza que iba siendo registrada por el Centro Nacional de Huracanes (CNH) de Miami, que tiene comunicación fluida con el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), que muestra cómo casi 12 horas antes de que golpeara Otis a Acapulco, se supo de su letalidad potencial, y a poco más de nueve horas que entrara al puerto, ya había sido considerado “extremadamente peligroso”.

López Obrador, ante las críticas por su gestión, dijo que sí informó del huracán, mostrando un mensaje en X a las 8:25 de la noche de ese día alertando, en efecto, que Otis llegaría con mucha fuerza y que estaban perifoneando en el puerto. A esa hora, todo era inútil por extemporáneo, pero lo más grave es cómo llegó el Presidente, junto su gobierno, a ese punto.

Primero, de acuerdo con una primera reconstrucción, porque López Obrador estuvo desconectado todo el día de la evolución de Otis. En Palacio Nacional minimizaron las alertas tempranas, y vieron a Otis como algo natural, no extraordinario. La noche del martes, la única instrucción que dio el Presidente fue a su vocero, Jesús Ramírez Cuevas, para que escribiera la escueta alerta en las redes sociales. Nada más. Buenas noches. Y se fue a dormir.

Laura Velázquez, coordinadora nacional de Protección Civil, debió haber advertido al Presidente en lo que se estaba convirtiendo Otis, pero nunca sonó las alarmas en el gobierno pese a las banderas rojas que levantó el CNH. Hubo acciones preventivas individuales limitadas del Ejército y la Comisión Federal de Electricidad, reforzando su personal en Acapulco. La gobernadora Evelyn Salgado estaba en la Riviera Nayarita e ignoró la amenaza para su estado. En Acapulco, la vida nocturna siguió como siempre.

La columna Red Compartida del diario La Prensa reveló el sábado que el secretario general de Gobierno, Saúl López, inauguró la Convención Internacional Minera a las siete y media de la noche en Punta Diamante, e invitó a recorrer los stands y a la cena, a la que se quedó el comandante de la 27ª Zona Militar, general de Brigada Martín Gerardo Franco, a quien atrapó el huracán en el hotel donde era el evento, y se quedó varado hasta que al día siguiente, gracias a los teléfonos satelitales de los convencionistas, pudo pedir ayuda para que lo rescataran. La gobernadora Salgado fue obligada a regresar a Guerrero en un transporte aéreo de la Marina, y la primera acción presidencial a la mañana siguiente fue viajar por carretera a Acapulco, contra la sugerencia del general secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, que tenía un helicóptero listo para llevarlo.

No es cierto, como dijo el Presidente, que la víspera comenzó a aplicarse el Plan DN-3 y el Plan Marina, porque éstos se ejecutan una vez que el siniestro pasó. Lo cierto es que no hizo nada de lo que hicieron sus antecesores en situaciones similares. Peña Nieto ordenó a una parte de su gabinete legal y ampliado irse a vivir a Los Cabos, cuando lo arrasó el huracán Odile, bajo la coordinación de la exsecretaria de Turismo Claudia Ruiz Massieu; López Obrador tiene a su gabinete más ocupado en preparar reportes y enlaces para sus clips y mañaneras que atender íntegramente la crisis. En 1997, cuando el huracán Paulina golpeó Guerrero, el presidente Ernesto Zedillo exigió el restablecimiento de la energía eléctrica y ayuda urgente para compensar la pérdida de los medios de subsistencia; López Obrador invierte más tiempo en atacar a la prensa y andar de gira, que en dedicarse de tiempo completo a la emergencia.

Sus fobias y limitaciones no le permiten ver algunas consecuencias del fenómeno. Por ejemplo, el pillaje. López Obrador ordenó retenes y cordón militar para evitar el saqueo, que tiene una razón distinta al vandalismo, aunque siempre hay quienes aprovechan cualquier coyuntura. Para una población que vive en efectivo y al día, como cerca de un millón de personas en Acapulco, la falta de energía eléctrica apagó los cajeros automáticos, a lo que se sumaron las instrucciones contradictorias del Presidente sobre la concentración y distribución de la ayuda. Esa debía ser la prioridad, con un enfoque social, no sólo con disuasión militar.

Otis fue un huracán atípico que a cualquier gobierno hubiera rebasado. La diferencia entre López Obrador y sus antecesores es que ninguno se fue a dormir y dejó la emergencia al garete. Todos instalaron gabinetes para la contingencia en lugar de irse a viajar a zonas alejadas del epicentro del desastre. Todos tenían un equipo profesional, no a una runfla de incompetentes que, en algunos casos, podrían llegar a ser acusados de homicidio culposo por omisión de responsabilidades.


jueves, 5 de octubre de 2023

¿QUÉ NO ES EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD 2023-2024?

 


Por Carlos Zapata | 3 octubre, 2023


Desde la Fe

El Sínodo de la Sinodalidad 2023-2024 se realizará del 4 al 29 de octubre en el Vaticano

Mucho se comenta sobre el Sínodo de la Sinodalidad, cuya asamblea general está a punto de comenzar (el 4 de octubre de 2023) en Vaticano. Pero, ¿es marxista, “progre”, pro LGBT, o agenda 2030? La respuesta corta y simple es: no. Y en Desde la fe respondemos otras preguntas…

Entendido como un “caminar juntos” en el marco de un proceso de consulta, discernimiento y escucha, una de las primeras aclaratorias que da el mismo papa Francisco es que: “El Sínodo no es un parlamento, ni un sondeo de opiniones”. Explica el pontífice que se trata, en cambio, de “un momento eclesial”. Y abunda que “el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo”. Por eso, advierte que “si no está el Espíritu, no habrá Sínodo”. (Francisco, sábado, 9 de octubre de 2021).

El Sínodo de la Sinodalidad 2023-2024 no es una moda

La sinodalidad tampoco es una moda, “un eslogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo y su misión” (Roma, 18. IX. 2021).

Cuando la Iglesia es sinodal entonces se configura como una “Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”.

No obstante, insiste el Papa, aunque la Iglesia avanza y “camina junta”, siempre es el Espíritu Santo “el gran protagonista de la Iglesia”.

¿Cómo crecer como una Iglesia Sinodal?

De acuerdo con la información oficial, el objetivo del Proceso Sinodal en marcha “no es proporcionar una ‘experiencia temporal’ o única de sinodalidad”.

“Es más bien ofrecer una oportunidad para que todo el Pueblo de Dios discierna conjuntamente cómo avanzar en el camino para ser una Iglesia más sinodal a largo plazo”

De hecho, “mientras que en los últimos sínodos se han examinado temas como la nueva evangelización, la familia, los jóvenes y la Amazonia”, el Sínodo de la Sinodalidad en curso se enfoca de manera central justamente en el tema de la Sinodalidad.

En efecto, el actual proceso sinodal busca responder: ¿Cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en los distintos niveles (desde local hasta universal), permitiendo a la Iglesia anunciar el Evangelio? y ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer como Iglesia sinodal?

El Sínodo de la Sinodalidad no es para redactar documentos

Como resultado de las consultas, así como del proceso de escucha, diálogo y discernimiento, es natural que se emitan documentos, conclusiones y propuestas.

Sin embargo, la finalidad del Sínodo de la Sinodalidad “no es producir más documentos”. Lo que sí se propone es “inspirar a la gente a soñar con la Iglesia que estamos llamados a ser, hacer florecer las esperanzas de la gente, estimular la confianza, vendar las heridas, tejer relaciones nuevas y más profundas, aprender unos de otros, construir puentes, iluminar las mentes, calentar los corazones y vigorizar nuestras manos para nuestra misión común”.

El objetivo del proceso sinodal “no es sólo una serie de ejercicios que empiezan y terminan, sino un camino de crecimiento auténtico hacia la comunión y la misión” a las que Dios llama a vivir a su Iglesia.

Fuente:https://desdelafe.mx/noticias/iglesia-en-el-mundo/que-no-es-sinodo-sinodalidad/?fbclid=IwAR2B00IBDbG_Em9U2MeCNZnqO1hoHiNETNP5IZL8br_vMRIdW-uKIRj_buk