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sábado, 17 de octubre de 2020

EL CONDE DE ARANDA Y LAS AMÉRICAS

 

El Conde de Aranda diseñó un plan para evitar la independencia de las Américas españolas.

De haberse implementado los planes del Conde Aranda ¿sería el mundo hispánico más próspero y estable de lo que es a día de hoy? El deseo de independencia política de los criollos acabó por estallar en el primer tercio del siglo XIX tal como vaticinó Aranda. 

Por Diego de la Llave | 12/10/2020 

Aprovechando que este artículo verá la luz en el Día de la Hispanidad o en fechas cercanas, me gustaría hablar de un tema quizás algo desconocido para el gran público pero que podría haber cambiado de manera radical las relaciones entre España y las repúblicas hispanoamericanas desde la independencia de estas hasta la actualidad. Evidentemente, estamos hablando de lo que podría haber pasado. De una ucronía, aunque no sirva de nada, salvo para el entretenimiento propio, ya que, como suele decirse, el pasado, pasado está. 

Vayamos a 1781. Para intentar devolver el golpe que les dieron los británicos en 1763 tras la Guerra de los Siete Años, la alianza franco-británica apoyó al bando “Patriota” en la Guerra de Independencia Estadounidense. A corto plazo, la jugada les salió bien pero, a medio, Francia se aproximó a lo que hoy llamaríamos Estado fallido y dio lugar a la nefasta revolución. A largo, las Américas españolas se convirtieron en repúblicas independientes que, en la mayoría de los casos, basaron su proceso de “creación nacional” en el odio a una España de la que eran herederos y exaltando a unas civilizaciones precolombinas con las que poco tenían que ver. Pues bien, en ese año, Carlos III envió a un funcionario a su servicio, Francisco de Saavedra, a la Nueva España, para entrevistarse con el virrey del lugar. Al llegar allí, se quedó asombrado por la prosperidad de una sociedad dinámica como la novohispana, bastante más opulenta que la Europa del momento. 

Pero también, se percató del descontento de unos criollos que se sentían furiosos por no poder acceder a los cargos políticos y eclesiásticos más importante del virreinato –limitado a los españoles peninsulares- y que llevaban décadas comerciando mediante contrabando con unos británicos a los que el mercado hispanoamericano les resultó crucial para que su Revolución Industrial resultara rentable. 

Saavedra volvió a España al poco tiempo y narró a en los círculos políticos del reino lo que vio allende los mares. El Conde de Aranda acababa de firmar la paz en París, en 1783, con los británicos cuando se enteró de las noticias que traía Saavedra. Fue entonces, cuando se percató de dos cosas: la primera, que España no debía haber ayudado a la causa independentista estadounidense porque era contradictorio con los intereses del país, que habían sido subordinados a los de Francia por los “Pactos de Familia”. La segunda, que tras lo acontecido en las Trece Colonias, a pesar de que no era equiparable la relación entre estas y la metrópoli británica con la de la España de ambos lados del océano, había que asumir la difícil realidad de que la independencia política era inevitable. Por lo tanto, teniendo claro este segundo hecho, la corona española debía formular un plan que hiciera realidad esa independencia política pero que no rompiera los vínculos de alianza y relaciones comerciales entre la América Española y la península. 

A partir de esto, Aranda, desde su embajada en París, envió a Carlos III un plan para las Américas que consistía en que se nombrara a un infante Rey del Perú, a otro Rey de México –Nueva España- y a otro Rey de los territorios españoles restantes –suponemos que se refería al Río de la Plata-, de tal manera que la familia real estaría reinando allí, creándose un vínculo de lealtad más fuerte. Además, estos nuevos reyes deberían solucionar el problema criollo permitiéndolos acceder a los más altos cargos de los nuevos reinos. Respecto a Carlos III, debería coronarse Emperador para dejar claro que era un primus inter pares y reinar en la España peninsular, en Cuba y en Puerto Rico, que servirían de base para el comercio interoceánico. La independencia política sería un hecho aunque se mantuvieran relaciones de alianza y comercio constantes. Incluso, para garantizar la univocidad de intereses, Aranda propuso el casamiento de primos entre las nuevas ramas Borbón con los problemas propios que la consanguineidad hubiera traído. 

Este plan llegó al monarca pero el tema se quedó aparcado por no existir una amenaza inminente. En la época de Carlos IV, Godoy intentó recuperar ese plan de Aranda pero también quedó en nada. Al final, acabó siendo demasiado tarde. El deseo de independencia política de los criollos acabó por estallar en el primer tercio del siglo XIX tal como vaticinó Aranda. Se crearon nuevas repúblicas totalmente artificiales que en su proceso de “creación nacional”, tal como antes decíamos, renegaron de una España a la que acusaban de sus propios males e intentaron reclamar para sí a imperios como el mexica o el inca con los que poco tenían que ver. Finalmente, llevados por las dinámicas propias de los años posteriores a la caída de los grandes imperios, se dieron a las guerras, la inestabilidad política, la copia burda de ideas extranjeras ajenas a su tradición cultural y cayeron presas de algo tan normal como que potencias extranjeras tales como Reino Unido, Francia o los propios Estados Unidos aprovecharan esa debilidad para expandir sus área de influencia geopolítica. En cierta medida, esto sigue siendo así aunque podríamos meter a otros participantes como China en el nuevo juego geopolítico. 

De nada sirve lamentarse de que Carlos III –por lo general un gran estadista- no supiera ver lo que ocurriría si no adoptaba propuestas como la de Aranda. Igual que tampoco sirve de nada el intento de algunos –muy dados a leyendas rosadas- por intentar hacer renacer el Imperio Español echando la culpa de todo a franceses y anglosajones sin realizar ningún tipo de autocrítica. No obstante, sirva esta pequeña aportación para reflexionar sobre qué hubiera pasado de haberse implementado los planes del Conde Aranda ¿sería el mundo hispánico más próspero y estable de lo que es a día de hoy? ¿Existiría una relación de mayor hermandad cultural en lugar de tantos hispanoamericanos con apellidos oriundos de España que dicen que los españoles, ancestros suyos, destruyeron no sé qué progresista y luminoso imperio? ¿Se acabaría la burda manía de imitar en todo a unos Estados Unidos que tienen una raíz cultural anglosajona y se empezaría a buscar en la identidad y constitución propias de la América Española? Ciertamente, nunca lo sabremos. 



jueves, 30 de noviembre de 2017

LA CRUZ DE BORGOÑA: ORIGEN E HISTORIA DE LA MÁS LONGEVA DE LAS BANDERAS DE ESPAÑA


Regimiento Asturias, Sangre Española de Augusto Ferrer-Dalmau.


Hoy, 30 de noviembre, se celebra la festividad del Apóstol San Andrés, que da nombre a una famosa cruz en forma de aspa. Una cruz que fue la más longeva de las banderas de España.

El símbolo tiene su origen a mediados o finales del siglo I de nuestra Era, cuando San Andrés murió crucificado en Patras, Grecia, siendo atado en una cruz con forma de aspa. En la Edad Media la tomaron como símbolo los Duques de Borgoña, un estado independiente que ocupaba parte del actual norte de Francia, Bélgica y el sur de los Países Bajos. Concretamente, los Duques de Borgoña usaban por bandera dos leños cruzados y representados al natural, con los nudos. En 1477 el entonces Archiduque Maximiliano de Austria (futuro Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico) se casó con la Duquesa María de Borgoña, heredando su hijo primogénito, Felipe, el título de Duque de Borgoña a la muerte de su madre en 1482. En 1506, Felipe se casó con la Reina Juana I de Castilla, convirtiéndose él en Rey consorte. Fue él quien introdujo en España el Aspa de Borgoña, emblema que lucían su escolta personal, la llamada Guardia Borgoñona. Sin embargo, Felipe fue Rey por poco tiempo: murió a los dos meses y medio de su boda con Juana.

En 1516, tras la muerte de Fernando el Católico y recluida la Reina Juana, subió al trono el hijo de ésta y del Felipe, con el nombre de Carlos I (a partir de 1520 se convertiría en Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico con el nombre de Carlos V). Durante su reinado la Cruz de Borgoña se extendió como el emblema común a las banderas de las compañías de los tercios, representándose junto a los emblemas personales de cada capitán y llevando cada tercio una bandera amarilla con el escudo imperial en representación del monarca. La primera vez que el aspa de San Andrés figuró como emblema de España fue en la Batalla de Pavía de 1525, librada en esa localidad italiana y que acabó en una estrepitosa derrota francesa, terminando el Rey Francisco I de Francia cautivo de los españoles. En este cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau aparece representado el gallego Alonso Pita da Veiga a caballo, uno de los tres españoles que capturaron al Rey francés, acompañado por una bandera con el aspa roja con los bordes lisos, sin los nudos.



No obstante, el diseño más extendido de la Cruz de Borgoña fue en forma de aspa ecotada, con salientes en los brazos de la cruz representando los nudos de los troncos. Un diseño sin relieves, propio de la pautas heráldicas. El color rojo se debía a la sangre del martirio de San Andrés, pero además era también el color más distintivo de la heráldica española, apareciendo de forma clara en los escudos de Castilla y Aragón. Además, el rojo fue el color que distinguió a los soldados españoles durante siglos, llevándolo en brazaletes o bien en bandas en el caso de oficiales y generales. No obstante, en los siglos siguientes se usaron en distintas compañías muy variados diseños de banderas, a veces con la Cruz de Borgoña en color azul, blanco, amarillo… En esta foto vemos una muestra de esta variedad en la recreación histórica de Slag om Grolle que se celebra anualmente en Groenlo (Países Bajos).



Con el ascenso al trono en 1556, y al no tener ya el título de emperador, el Rey Felipe II dispuso que cada tercio portase una bandera de fondo amarillo y con la Cruz de Borgoña en color rojo, en representación del monarca (en el mismo fondo se había plasmado el escudo imperial durante el reinado de Carlos I):




Las banderas capitanas siguieron luciendo el aspa roja sobre diversos fondos, cada vez más complejos con el paso del tiempo. Estas banderas no se ha conservado, pero de su diseño tenemos noticia gracias a diversos cuadros, como el de la “Victoria de Fleurus” (1634) de Vicente Carducho, en el que se aprecian banderas con el Aspa de Borgoña y el fondo en distintos colores. Pero sin duda, el más famoso de todos es el de “La rendición de Breda” (1634-1635) de Velázquez, en el que se distinguen dos banderas, ambas con el aspa sin nudos. Un aspa roja sobre un ajedrezado azul y blanco en la más visible, y un aspa azul sobre fondo rojo en la que está detrás (pulsa sobre la imagen para ampliarla):




En los buques españoles solía ondear una bandera blanca con el escudo real o la Cruz de Borgoña en fondo blanco, como vemos en este cuadro de un combate naval entre españoles y holandeses pintado en 1640 por Jacob Gerritsz Loef (pulsa sobre la imagen para ampliarla):



La misma bandera que también ondeaba en las fortificaciones, por lo que fue esta bandera la primera propiamente identificada como bandera española a lo largo y ancho del mundo. Hay que señalar que en algunos cuadros de la época aparecen también banderas navales en las que la Cruz de Borgoña aparece en fondo azul.
La Cruz de Borgoña también aparecía en la que fue la primera bandera de la marina mercante española, si bien en este caso el aspa era plasmada en color blanco sobre un fondo azul. Se desconoce la fecha exacta de su introducción, pero sí se sabe que el empleo de esta bandera fue prohibido en 1762.

Durante la Guerra de Sucesión (1701-1713), tanto borbónicos como austracistas usaron el Aspa de Borgoña en sus banderas. Tras su llegada al trono, el Rey Felipe V de Borbón establece una nueva organización en el Ejército al estilo francés. Desaparecen los tercios, que son sustituidos en regimientos, a su vez divididos en batallones. La Cruz de Borgoña se mantiene como un elemento distintivo, pero la bandera coronera sería de fondo blanco con el escudo real, como vemos en esta imagen publicada por la web Los Ejércitos del Rey:


La excepción en este caso eran los regimientos de artillería, cuyas banderas batallonas llevaban la Cruz de Borgoña de color rojo pero en fondo azul en vez de blanco, una disposición que se mantuvo entre 1710 y 1861:




El mismo color lo usaron en sus banderas batallonas las Guardias Valonas, que daban protección personal al Rey. Con Fernando VI (1746-1759) las banderas coronelas recuperaron el Aspa de Borgoña, pero la volvieron a perder con las Reales Ordenanzas de 1768, ya reinando Carlos III.

La tendencia a usar banderas de fondo blanco con el escudo real, sin la Cruz de Borgoña, especialmente en navíos, provocó un problema, ya que a cierta distancia costaba distinguir a los buques españoles de los franceses, cuyo monarca -también Borbón- usaba así mismo una bandera blanca con su escudo. Existía el problema, además, de que la marina mercante española estaba sin una bandera reglamentaria desde la prohibición del uso de la bandera azul con el aspa blanca en 1762. Así pues, tras convocar un concurso al efecto, en 1785 Carlos III firmó un Real Decreto estableciendo un nuevo diseño para la bandera naval española: el rojo y gualda que aún se usa hoy. Para la marina mercante dispuso un diseño similar, con una gran franja amarilla, dos rojas y otras dos franjas amarillas en los extremos. No obstante, la Cruz de Borgoña -en fondo blanco y sobre otros colores- siguió usándose en unidades del Ejército y en fortificaciones españolas. Aunque durante la Guerra de Independencia (1808-1814) se popularizó mucho la rojigualda, muchas unidades militares españolas siguieron usando el Aspa de Borgoña, que continuó usándose también durante la Primera Guerra Carlista (1833-1840), especialmente en el bando borbónico.En 1843 la Reina Isabel II dispuso la introducción en el Ejército de la bandera roja y gualda, cambiándose todas las banderas existentes. Las banderas militares seguirían luciendo una pequeña Cruz de Borgoña tras los escudos reales hasta 1873, con la llegada de la Primera República.

Así pues, la bandera del Aspa de Borgoña había representado a España desde 1525 hasta 1843, 318 años, más que los que lleva en vigor la actual bandera roja y gualda (232 años si hacemos la cuenta desde su creación como bandera exclusivamente naval en 1785). Con el reinado de Alfonso XIII la Cruz de Borgoña reaparecería como un elemento más en las banderas de las unidades militares, situada tras el escudo real sobre las franjas de color rojo y gualda. Una de las unidades que más contribuyó a su recuperación fue la Legión Española, fundada en 1920 y que recuperó el Tercio como unidad en vez del regimiento, inspirándose en los antiguos Tercios españoles. En la misma línea, las banderas legionarias adoptaron la Cruz de Borgoña en diversos colores, de forma similar a lo que se había hecho con las banderas capitanas durante la dinastía de los Austrias:




En 1922 adoptó también el Aspa de Borgoña una entidad nacionalista vasca, la Euzko Mendigoizale Batza (Asociación de Montañeros Vascos), usando la cruz en fondo verde sobre un fondo blanco con una cenefa roja (Fuente: Untzamendi.biz):


Esta misma bandera fue usada por el Euzko Gudarostea, el Cuerpo de Ejército formado por el Gobierno vasco del PNV durante la Guerra Civil española. El 3 de mayo de 1934 también hizo suya la Cruz de Borgoña la Comunión Tradicionalista, convirtiéndose también en el emblema de su milicia, el Requeté, en 1935. Los carlistas fueron, sin duda, los que más popularizaron este símbolo durante la contienda, al portarlo con los Tercios en los que participaban sus combatientes.


Requetés carlistas navarros del Tercio de Lacar durante la Guerra Civil española. Fragmento de un cuadro de Carlos Sáenz de Tejada

Durante el franquismo se mantuvo la bandera roja y gualda como la más habitual en las unidades militares, limitándose el uso del Aspa de Borgoña a la Legión. Con el reinado de Juan Carlos I, la Cruz de Borgoña volvió a aparecer en el estandarte real y progresivamente se fue introduciendo de nuevo en las unidades militares, con diversos colores tanto para la cruz como para el fondo. Aquí vemos un ejemplo de varias banderas de unidades pertenecientes a la Brigada “Galicia” VII (BRILAT):



Hoy en día las usan en sus banderas tanto el Ejército de Tierra como la Infantería de Marina, la Guardia Real la Unidad Militar de Emergencias y la Guardia Civil. Por supuesto, no sólo se usan con la cruz en color rojo, como vemos en este escudo de la BRILAT en una bandera usada por esa Brigada en su despliegue en Afganistán:




Fuente. http://www.outono.net/elentir/2017/11/30/cruz-de-borgona-origen-e-historia-de-la-mas-longeva-de-las-banderas-de-espana/

jueves, 12 de octubre de 2017

LA SILENCIOSA CONQUISTA ISLÁMICA DE ESPAÑA



El jeque catarí Tamin ben Hamad al Zani se ofreció a comprar la plaza de toros Monumental de Barcelona, con sus aproximadamente 20.000 localidades, para convertirla en la mayor mezquita de Europa. (Imagen: Sergi Larripa/Wikimedia Commons)


La ceremonia de 2003 fue anunciada con grandilocuentes titulares: "Tras una espera de más de 500 años, los musulmanes españoles han logrado construir una mezquita propia a la sombra de la Alhambra, la que antes fuera el símbolo del poder islámico en Europa". Un equipo de Al Yazira fue enviado a cubrir el evento: un muecín subió al minarete de la Gran Mezquita de Granada para llamar a los fieles a la oración por primera vez en cinco siglos.

Desde Osama Bin Laden al autoproclamado califa Abu Bakr Al Bagdadí, todos los líderes de la yihad global —incluida la célula terrorista que mató a 17 personas en Barcelona— han mencionado a España entre las tierras a ser conquistadas por el islam. Sin embargo, no sólo está la yihad. También está "la conquista silenciosa", acuñada así por la revista francesa Valeurs Actuelles. La conquista silenciosa es un sinuoso intento de volver a islamizar España a través de los centros culturales, las megamezquitas, el proselitismo, las conversiones y las inversiones financieras. Este intento pacífico de provocar la sumisión lleva produciéndose algún tiempo y ha sido ayudado por el flujo de dinero de países como Qatar y Arabia Saudí. Según un excomandante de las fuerzas británicas en Irak, el general Jonathan Shaw, estos dos países en particular han puesto en marcha una "bomba de relojería" mediante la financiación de la propagación global del islam radical.

The New York Times explicó por primera vez en 1981 que "expulsados hace cinco años por los cruzados cristianos, los árabes han vuelto a España, utilizando sus petrodólares para comprar tierras que les fueron capturadas a sus antepasados a punta de espada". En aquel momento España ni siquiera reconocía al Estado de Israel, y la monarquía española visitaba con frecuencia al príncipe saudí Fahd cuando éste se relajaba en el sur de España. Después, fue el turno de Kuwait: "A lo largo de la década de 1980, cuando España florecía, llegó Kuwait para comprar empresas e invertir".

Desde entonces, los monarcas árabes han elegido España para hacer enormes inversiones. Algunos edificios emblemáticos de Madrid y Barcelona, por no hablar de la Costa del Sol, son ahora propiedad de grupos de inversión árabes, desde el estadio Santiago Bernabéu en Madridal Hotel W en Barcelona. En Marbella, a tan sólo unos pocos metros de la mezquita Rey Fahd, está el Hotel Alanda, que ofrece comida halal y servicios que satisfacen las demandas de los clientes musulmanes. En 2011, la International Petroleum Investment Company, controlada por el Emirato de Abu Dabi, compró Cepsa, la segunda compañía española más grande en el sector petrolero.

El pasado enero, el rey de España, Felipe VI, visitó Arabia Saudí y anunció que España impulsaría las relaciones económicas, comerciales y de inversiones con el reino islámico. Antes de eso, en 2012, Saudi Aramco adjudicó proyectos a empresas españolas por valor de 700 millones de dólares. España y Qatar están ahora hablando sobre la posible creación de un fondo de inversión conjunto de mil millones de dólares que ayudaría al país del Golfo a invertir en América Latina. Los medios de los Emiratos Árabes han dicho que España era "un foco candente para las inversiones del mundo árabe". Tras Qatar, llegó el turno de Omán de invertir en el mercado español: Omán accedió a invertir solamente hasta 120 millones de dólares en una mina de uranio de España, que Omán utilizaría para construir centrales de energía nuclear.

Demográficamente, los musulmanes están experimentando un impresionante aumento de población en España. En 1990, había 100.000 musulmanes en el país. Para 2010, esa cifra había ascendido hasta el millón y medio. En 2017, la cifra ronda los dos millones. Es un crecimiento del 1.900% en 27 años.

Hoy hay 1.400 mezquitas en España. Según el Observatorio del Pluralismo Religioso en España (una iniciativa del Ministerio de Justicia), "esta cifra representa el 21% de todos los lugares de culto para todas las religiones presentes en España".

Quien de manera más prolífica financia mezquitas en España es Arabia Saudí. En 1985, sólo con su propio dinero, el reino saudí abrió el Centro Cultural Islámico de Madrid, la mezquita más grande de Europa, seguida del Centro Islámico de Málaga, que los saudíes financiaron con 22 millones de euros (hoy la región de Madrid tiene 112 mezquitas y centros culturales islámicos). Como explicó Soeren Kern, del Gatestone Institute, los saudíes han construido mezquitas en todas partes, desde Marbella a Fuengirola.

Estados canallas islámicos, como Irán, también han logrado infiltrar los partidos políticos españoles. Según una investigación, Teherán dio dinero a Podemos, el partido izquierdista que surgió como nuevo contendiente en la arena política española.

El diario madrileño ABC publicó que 800 mezquitas de España están fuera de control. El diario español La Razón acusó a los donantes del Golfo, como Qatar, de ser una fuente de islamización de España. Los saudíes también lanzaron un nuevo canal de televisión español, Córdoba TV, como hizo Irán.

Los detalles de esta proliferación religiosa se explican en el libro La España de Alá, de Ignacio Cembrero. Mientras que el número de iglesias católicas de España no ha variado demasiado en muchos años, las mezquitas musulmanas han crecido a un ritmo del 20% anual. El jeque de Qatar Tamim Hamad Al Zani también se ha ofrecido a comprar la plaza de toros de La Monumental de Barcelona para convertirla en la mezquita más grande de Europa. Emiratos Árabes Unidos financió la construcción de la Gran Mezquita de Granada.

Ellos sueñan con y trabajan para recuperar el "califato perdido" de España. Algunos islamistas lo hacen con bombas y atropellos. Otros, de forma más subrepticia, con dinero y dawa, propaganda islámica. La segunda manera podría ser aún más eficaz que la primera.


por Giulio Meotti 11 de Octubre de 2017



Traducción del texto original: The Quiet Islamic Conquest of Spain por el Medio
Fuente: https://es.gatestoneinstitute.org/11147/espana-conquista-islamica

jueves, 17 de agosto de 2017

EL RÉGIMEN BORBÓNICO Y SUS REFORMAS EN LA NUEVA ESPAÑA




CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL GOBIERNO BORBÓNICO (1763-1810)


La época Borbónica de la Nueva España ha sido considerada como el siglo de oro colonial, debido al auge económico que caracterizó su siglo XVIII. Sin embargo, al analizar un poco más las características de este periodo, se observan una serie de reformas económicas y políticas que ocasionaron profundos desajustes sociales. Por lo que se puede decir que este momento, más que la culminación de doscientos años de historia colonial, fue una nueva reconquista de América.

Al principio de su administración los Borbones se mostraron reacios a establecer cambios radicales, pero después de la humillante derrota de España en la Guerra de los Siete Años, que terminó con la captura de La Habana por los ingleses y con el retiro de la influencia francesa sobre América por la firma del Tratado de París, la metrópoli se sintió sola y amenazada por un enemigo cada vez más poderoso; sólo entonces se decidió efectuar cambios.

Antes de describir someramente lo que fueron éstas reformas, cabe señalar que partieron de dos intereses fundamentales: obtener ganancias y poder. No hay en ellas una concepción globalista de la sociedad, como el aportado por la visión tomista; tampoco se encuentra una preocupación filosófica, jurídica o moral que justifique las intenciones más prácticas de obtener utilidades y el deseo de acercarse al modelo inglés --la nueva potencia.

a. Los objetivos de las reformas borbónicas
b. Reformas a la iglesia
c. Reformas al gobierno
d. Reformas Económicas


a. Los objetivos de las reformas borbónicas



El texto fundamental que inspiró estos cambios fue el libro de José Campillo titulado: Nuevo sistema de gobierno económico para la América, en donde se había incorporado intacto el proyecto económico de Bernardo Wall. En el libro se comparaban las grandes ganancias de los franceses y los ingleses obtenidas de sus colonias, frente a las ridículas utilidades que España percibía de su gran imperio. Para mejorar esta situación se recomendaba la terminación del monopolio comercial de Cádiz, la distribución de la tierra entre los indígenas, el fomento a la minería y la creación de un mercado que acogiera los productos españoles. Con objeto de lograr este último aspecto, se sugería la necesidad de reformar al gobierno y de liberar a la economía de los nefastos monopolios y trabas al comercio.

El personaje que puso en práctica éstas ideas fue José de Gálvez, abogado malagueño, quien fue enviado como visitador a la Nueva España, y en pocos años logró atraerse la enemistad de muchos sectores de la sociedad novohispana (1761-1771). Sin embargo más tarde fue nombrado ministro de las Indias (1776-1787).

Las ideas de Gálvez pretendían, en primer lugar, recuperar los canales independientes de la Metrópoli, que se habían desarrollado desde el siglo XVII, para lo cual tuvo que afectar los intereses de la Iglesia y el gobierno; y en segundo lugar, obtener más utilidades para la Corona, por lo que se reestructuró a la economía.



b. Reformas a la iglesia



Las reformas a la Iglesia tuvieron dos objetivos principales; uno político y otro económico.

Desde el punto de vista político se trató de reducir el poder de la Iglesia mediante ataques a la jurisdicción y a la inmunidad del cuerpo eclesiástico, quitando fueros y privilegios personales. A la orden religiosa que más se atacó fue a la Compañía de Jesús, ya que los jesuitas no estaban sujetos al Patronato Real y dependían directamente del Papa. Finalmente el 25 de junio de 1767, antes de rayar el alba, en la Casa de la Profesa y en todos los colegios de la Nueva España se presentó el ejército y el delegado del virrey les notificó que, por orden de Carlos 111, desde ese momento quedaban incomunicados y tendrían que salir rumbo a España, sin otra cosa que la ropa necesaria, un breviario y el dinero que perteneciera a cada quien. Todos los bienes de la Compañía, incluyendo libros y escritos de cada jesuita, quedaron bajo secuestro. La misma mañana en que se les puso presos, el virrey publicó la orden de destierro "con la prevención de que estando, todos los vasallos de cualquier condición y dignidad, obligados a respetar y obedecer las justas resoluciones del Soberano... deben saberlos súbditos del Gran Monarca de España, Que nacieron para callar y obedecer y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del gobierno". A pesar de las precauciones tomadas por el Estado, que sabía del gran descontento que producirían éstas medidas, hubo motines populares en Pátzcuaro, Guanajuato, San Luis de la Paz y San Luis Potosí, con los que se trató de impedir la salida de los padres; sin embargo las represalias fueron tan grandes, que fueron ejecutadas 69 personas.

Durante la época de los Austrias la Iglesia llegó a controlar grandes extensiones de: tierra en la Nueva España. No obstante, este control fue esencialmente involuntario e indirecto. Como afirma Michael Costeloe, algunos terratenientes devotos gravaban sus propiedades para hacer donaciones destinadas a obras pías o bien contribuían con dinero a varias organizaciones que pertenecían a la Iglesia. Las primeras constituían hipotecas perpetuas y las donaciones en efectivo, junto con los diezmos, llegaron a ser una fuente de capital de inversión para los terratenientes que necesitaban dinero. Y como la Iglesia era la que controlaba estas importantes cantidades de activos, se convirtió de manera inevitable, en el banquero de la Nueva España (M. Costeloe, 1967 pp. 271-293).

Frente a esta situación, el objetivo económico de reformar a la Iglesia fue dado en 1804 en la Real Cédula sobre enajenación de bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales. La aplicación de ésta cédula le produjo a la Corona alrededor de 12 millones de pesos.

Las consecuencias de estas innovaciones fueron gravísimas, no sólo por el descontento que ocasionaron sino por los serios desajustes sociales y económicos que produjeron. Para que la Iglesia pudiera ciar al Estado lo que éste pedía, se vio en la necesidad de cobrar sus préstamos e hipotecas, lo que alteró toda la estructura productiva del virreinato, gestada a lo largo de dos siglos.

Las implicaciones sociales también fueron severas y afectaron a toda la sociedad, pues se redujo el papel social de la Iglesia en escuelas, hospitales, manicomios, orfanatorios, etc.; y además no se crearon substitutos de éstas. Hubo motines y se recurrió al ejército para sofocarlos. Esto también fue una novedad, pues la Iglesia había sido el gran pacificador social.

Antes, cuando había levantamientos eran los religiosos quienes salían a calmar a la plebe.

Bajo los Borbones, el instrumento favorito fue el ejército; se buscó reprimir y sujetar, no pacificar.



c. Reformas al gobierno



Una de las instituciones que más trató de combatir Gálvez fue la del virrey, porque consideraba peligroso que una sola persona tuviera tanto poder; para esto se utilizó el sistema de intendencias, copiado de los franceses y adoptado años antes en España. A la cabeza de las Intendencias se puso, gente que ejercía todos los atributos del poder justicia, guerra, hacienda, fomento de la economía y obras públicas. Esta reforma afectó a todos los poderes existentes anteriormente, desde los ayuntamientos hasta la Real Audiencia, incluyendo al virrey.

Por otra parte, el visitador se esforzó en excluir a los criollos de estos cargos, dando preferencia a peninsulares recién llegados, muchos de ellos eran sus paisanos o parientes.

A su vez se impulsó grandemente al ejército, que aumentó considerablemente durante ésta época; antes prácticamente no existía, ni tenía gran fuerza.

A pesar de que estas reformas no pudieron ser aplicadas muy consistentemente en todo el virreinato, sí lograron crear divisiones y competencias por el poder entre diversas facciones que anteriormente estaban unidas y formaban parte del mismo estamento.



d. Reformas Económicas



La finalidad principal de estos ajustes fue modernizar la economía para hacerla más rentable y productiva en beneficio de España y sobre todo el Estado.

La primera novedad fue que la Corona pretendió participar más directamente en estos asuntos. Se hizo una reforma administrativa a fin de que fuera el gobierno quien cobrara los impuestos que se habían venido arrendando, a pesar de la oposición de algunos virreyes como el de Revillagigedo. Para esto fue necesaria la creación de todo un cuerpo burocrático administrativo, pagado por el Estado (ya no como servicio público) y destinado al cobro. Además se aumentaron los impuestos.

La mayor participación de los Borbones en la economía no se redujo sólo al aspecto fiscal, sino que también se establecieron monopolios reales; la Corona se transformó en empresario. Se afectaron monopolios privados, entre ellos el del tabaco, para sustituirlos por monopolios reales.

Se buscó fomentar y apoyar a ciertos sectores económicos particulares, fundamentalmente a los que estaban orientados a tener un comercio con España, por medio de estímulos fiscales y otros apoyos. La actividad más favorecida fue la minería. Se creó la escuela de minería, se organizó a los mineros en un gremio que tenía tribunales propios y jurisdicción en los asuntos mineros.

La creación de los monopolios reales, así como el apoyo exclusivo a ciertos sectores económicos, ocasionó una gran desigualdad en la distribución del ingreso que se concentró en pequeños grupos.

Por ejemplo, el monopolio real del tabaco tuvo graves consecuencias en amplios sectores de la población más pobre, los cuales vieron todavía más reducidas sus fuentes de ingreso; entre ellos estuvieron los cultivadores, los fabricantes, los comerciantes modestos y los artesanos de las ciudades, que se dedicaban a la producción y comercialización del tabaco, de puros y cigarrillos.

El auge minero fue financiado por el sector agropecuario, pues las minas estaban localizadas fuera de las zonas con alto índice demográfico, así que fue necesaria la creación de todo un complejo agrícola que proporcionara tanto el alimento para los trabajadores y bestias de carga, como cuero y sebo para el transporte y beneficio del mineral. Por eso la mayor parte de las minas contaba con su hacienda, ya que el precio de los alimentos y de los insumos fueron el renglón más importante en los costos de producción de los metales y había que reducirlos. Según afirma Palerm, el éxito de la actividad minera debió convertirse en el éxito de la agroganadería que determinaba la mayor parte de sus costos, tanto en mano de obra, como en insumos. Por otro lado, la mayor parte de los grandes mineros eran hacendados, funcionarios y comerciantes; así, la duplicidad de roles permitió hacer transferencias de recursos de un sector a otro; estas transferencias fueron en detrimento de la rentabilidad del sector primario que acabó por arruinarse. Su ruina trajo consigo la crisis minera (1808), pues se había agotado su fuente de financiamiento (A. Palerm, 1976, pp. 17-31).

Respecto al comercio se apoyó y estimuló al exterior, mientras que se afectó al interior con aumento de impuestos. Este último había crecido mucho en el siglo XVII.

Para el Estado estas reformas fueron muy productivas. La Nueva España llegó a ser la segunda fuente de ingresos para la Corona, superada sólo por la península. En total México llegó a aportar anualmente unos 14 millones de pesos, de los cuales sólo se utilizaban 4 millones para el mantenimiento de todo el aparato estatal de la Colonia. Los otros 10 millones eran enviados para el virreinato: 4 millones se destinaban al subsidio de los fuertes que existían entre Trinidad y Luisiana, y entre California y Filipinas, mientras que los 6 restantes iban a dar a las arcas reales. Los Borbones dependían de sus posesiones en América para sufragar los gastos de defensa y administración (D.A. Brading, 1975, p. 52).



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