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lunes, 3 de agosto de 2020

MARIANA MAZZUCATO, LA ECONOMISTA QUE CREE QUE SE PUEDE HACER UN CAPITALISMO DIFERENTE


Mariana Mazzucato es considerada una de las economistas más influyentes de los últimos años y hay algo que quiere ayudar a arreglar… la economía global.

Margarita Rodríguez - BBC News Mundo

"Admirada por Bill Gates, consultada por gobiernos, Mariana Mazzucato es la experta con la que otros discuten bajo su propio riesgo", escribió la periodista Helen Rumbelow en el diario británico The Times.

Su artículo de 2017 lo tituló: "No te metas con Mariana Mazzucato, la economista que más asusta del mundo": ("Don't mess with Mariana Mazzucato, the world's scariest economist").

Para Eshe Nelson, de la publicación especializada Quartz, la economista italoestadounidense no es que asuste, sino que "es franca y directa al servicio de una misión (…) que podría salvar al capitalismo de sí mismo".

The New York Times la definió como "la economista de izquierda con una nueva historia sobre el capitalismo", en el artículo de 2019: "Meet the Leftish Economist With a New Story About Capitalism".

En mayo de este año, la revista Forbes la incluyó en el reportaje: "5 economistas redefiniendo… todo. Oh sí y son mujeres" ("5 Economists Redefining… Everything. Oh Yes, And They're Women").

"Ella quiere hacer que la economía explícitamente le sirva a la gente, en lugar de que le explique su servidumbre", escribió la columnista Avivah Wittenberg-Cox.

El valor, el precio

Mariana Mazzucato es profesora de Economía de la Innovación y el Valor Público de la University College London (UCL), en donde también es la directora fundadora del Instituto para la Innovación y Propósito Público (IIPP, por sus siglas en inglés).

© Proporcionado por BBC News Mundo "Sobre el futuro económico es interesante la visión de la economista Mariana Mazzucato", escribió el Papa en marzo.

Es autora de los libros The Entrepreneurial State: debunking public vs. private sector myths (El Estado emprendedor. Mitos del sector público frente al privado) y The Value of Everything: making and taking in the global economy (El valor de las cosas: quién produce y quién gana en la economía global).

Esa obra de 2018 ha tenido un impacto incluso fuera de los círculos de los economistas.

"Sobre el futuro económico es interesante la visión de la economista Mariana Mazzucato, docente en el University College London ("Il valore di tutto"; "chi lo produce e chi lo sottrae nell' economía globale" La haya 2018). Creo que ayuda a pensar el futuro", escribió el papa Francisco, el 28 de marzo, en una carta que le dirigió a Roberto Andrés Gallardo, presidente del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Humanos.

Mazzucato cree que el capitalismo se puede orientar hacia un futuro "innovador y sostenible que funcione para todos nosotros", señala la organización Ted, donde ha ofrecido tres charlas.

De hecho, considera que la crisis que ha desatado la pandemia de covid-19 es una oportunidad para "hacer un capitalismo diferente".

Lleva años hablando de la importancia de las inversiones del Estado en los procesos de innovación, pues uno de sus objetivos es desmontar el mito de que el Estado es un ente burocrático que simplemente inyecta lentitud.

Otro, es demostrar que en la economía "el valor no es solo el precio".

A continuación presentamos las respuestas de la profesora a las preguntas de BBC Mundo:

Usted ha dicho: "No podemos volver a la normalidad. Lo normal es lo que nos metió no solo en este caos, sino también en la crisis financiera y la crisis climática".

Esas palabras tienen un significado especial para América Latina, una región con un alto nivel de desigualdad y pobreza, que está luchando contra el cambio climático y con muchas de sus comunidades duramente golpeadas por la pandemia del coronavirus.

¿Cómo podemos evitar volver a la normalidad prepandemia? ¿Por qué la gente no debería querer volver a ella?

La crisis nos ha mostrado las deficiencias en las capacidades de los estados y también nos ha demostrado que la forma como hemos estado pensando en el rol del Estado en el último medio siglo ha sido completamente inapropiada. 

© Proporcionado por BBC News Mundo Para Mazzucato es fundamental aprender de los errores cometidos tras la crisis financiera de 2008.

Desde la década de 1980, se les ha dicho a los gobiernos que pasen a un segundo plano y que permitan que las empresas dirijan y creen riqueza y que intervengan sólo para solucionar los problemas cuando surjan.

El resultado es que los gobiernos no siempre están adecuadamente preparados y equipados para hacerle frente a crisis como la del covid-19 o la emergencia climática.

Al asumir que los gobiernos tienen que esperar hasta que se produzca un gran shock sistémico para tomar la decisión de actuar, se toman medidas en plena marcha que resultan insuficientes.

En ese proceso, las instituciones esenciales que brindan servicios y bienes públicos de una manera más amplia (como el Servicio Nacional de Salud en Reino Unido, donde se han producido recortes a la salud pública por un total de US1.000 millones desde 2015) quedan debilitadas.

Las medidas de austeridad que se impusieron tras la crisis financiera de 2008 fueron lo opuesto a la inversión que se necesitaba para aumentar la capacidad del sector público y (así) prepararlo para el próximo shock del sistema.

En América Latina, es clave que la agenda se centre tanto en la creación de valor como en la redistribución de valor.


© Proporcionado por BBC News Mundo Diversos sectores económicos de América Latina han sufrido las consecuencias de las medidas de confinamiento para frenar la propagación del coronavirus. 

Los altos niveles de desigualdad y pobreza significan que hay poblaciones vulnerables que tienen el potencial de enfrentar enormes dificultades económicas en el contexto de una crisis como la que estamos experimentando ahora. 

Y para exacerbar aún más las cosas, las economías latinoamericanas se caracterizan por enormes sectores informales.

En todo el mundo, incluida América Latina, los estados que no están preparados destinan menos recursos para financiar los servicios públicos. Además, también tienen menos opciones para ayudar al sector informal (por ejemplo, si no presentas una declaración de impuestos no puedes acceder a fondos públicos), lo cual es desastroso para las poblaciones vulnerables.

Por lo tanto, los estados deben crear valor invirtiendo e innovando para encontrar nuevas formas de proporcionar servicios públicos a las poblaciones vulnerables en la economía informal.

Cuando los estados pasan a un segundo plano y no se preparan para las crisis (lo que ha sucedido en muchos países, no solo en América Latina), su capacidad para ofrecer servicios públicos se ve severamente entorpecida.


© Proporcionado por BBC News Mundo Para Mazzucato es clave repensar el rol de los gobiernos en las economías. 

Pero estos servicios públicos deben ser parte de un sistema de innovación: las ciudades verdes y el crecimiento inclusivo requieren innovación social y tecnológica.

Las tendencias de desindustrialización en la región crean dificultades adicionales.

Los estados no tienen la capacidad de exigirle a los productores locales que aumenten la creación de bienes necesarios para enfrentar la crisis (por ejemplo: suministros hospitalarios), lo cual los obliga a depender del colapsado mercado internacional para acceder a estos bienes.

Usted ha dicho que la "crisis de covid-19 es una oportunidad para hacer un capitalismo diferente". ¿Qué quiere decir? ¿Qué nos está diciendo esta terrible crisis sobre el sistema actual que otras crisis no nos dijeron?

Hay una "triple crisis del capitalismo" en este momento: 

© Proporcionado por BBC News Mundo De acuerdo con Mazzucato, el modelo de capitalismo actual presenta problemas que deben ser resueltos a medida que se le hace frente a la crisis sanitaria del coronavirus

Una crisis sanitaria: la pandemia global ha hecho que la mayoría de la población mundial esté confinada y es claro que sólo somos tan saludables como nuestros vecinos, a nivel local, nacional e internacional.

Otra crisis económica: la desigualdad es tanto una causa como una consecuencia de la pandemia de covid-19.

La crisis de covid-19 está exponiendo aún más fallas en nuestras estructuras económicas. La creciente precariedad del trabajo es una de ellas.

Peor aún, los gobiernos ahora están otorgando préstamos a las empresas en un momento en que la deuda privada es históricamente alta, mientras que la deuda pública se ha visto como un problema en la última década de austeridad.

Además, un sector empresarial excesivamente "financiarizado" ha estado desviando valor de la economía.

La tercera es la crisis climática: no podemos volver a "business as usual" (aquí no pasa nada). A principios de este año, los medios de comunicación estaban llenos de imágenes aterradoras de bomberos abrumados (tratando de apagar incendios forestales), no de personal de atención médica desbordado.

© Proporcionado por BBC News Mundo A finales de 2019 e inicios de este año, Australia atravesó una ola de calor extremo que provocó miles de incendios. 


¿Puede sobrevivir el capitalismo tal como lo conocemos? ¿Debería ser salvado?

Esta crisis y la recuperación que necesitamos nos dan la oportunidad de comprender y explorar cómo hacer el capitalismo de manera diferente.

Esto amerita repensar para qué están los gobiernos: en lugar de simplemente corregir las fallas del mercado cuando surjan, deberían avanzar activamente hacia la conformación y la creación de mercados para hacerle frente a los desafíos más urgentes de la sociedad. 

También deben asegurarse de que las asociaciones que se establezcan con empresas, que involucren fondos gubernamentales, estén impulsadas por el interés público, no por las ganancias.

Cuando las empresas privadas solicitan rescates de los gobiernos, debemos pensar en el mundo que queremos construir para el futuro y la dirección de innovación que necesitamos para llegar a él y, sobre la base de eso, agregar condiciones a esos rescates para beneficiar el interés público, no solo el privado.

Esto asegurará la dirección de viaje que queremos: verde, sostenible y equitativo. Cuando las condicionalidades se hacen bien, alinean el comportamiento corporativo con las necesidades de la sociedad.

En el corto plazo, esto se enfoca en preservar las relaciones laborales durante la crisis y mantener la capacidad productiva de la economía, mientras se evita la extracción de fondos para los mercados financieros y la compensación a ejecutivos.

A largo plazo, se trata de garantizar que los modelos de negocio conduzcan a un crecimiento más inclusivo y sostenible.

El Papa y el Vaticano

El 31 de marzo, en su cuenta de Twitter, Mazzucato reaccionó a las palabras del Papa sobre su libro:

"Estoy profundamente honrada de que el Papa haya leído mi libro 'The Value of Everything: making and taking in the global economy' y que esté de acuerdo con que el futuro -especialmente post-Covid19- tiene que ver un re-priorización del 'valor' por encima del 'precio'".

https://mobile.twitter.com/mazzucatom/status/1245002765476265990?lang=en

La experta le señaló a BBC Mundo que fue invitada a participar en una comisión del Vaticano enfocada en la economía en el marco de la pandemia de covid-19 y nos contó sobre esa experiencia:

"Les hemos brindado informes semanales al Papa y a la Dirección del Vaticano, antes de los discursos de cada semana del Papa, sobre aspectos clave de la respuesta económica frente al covid-19. Es un gran honor.

IIPP se une al grupo de trabajo conformado por otras universidades, incluyendo Georgetown, en Estados Unidos, y el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés).

Estos informes van desde la economía política del alivio de la deuda hasta la reestructuración de las relaciones económicas público-privadas".

Sobre el bien común

"Nuestro principal interés es trabajar con el Vaticano sobre cómo su concepto del "bien común", del que hablamos en términos de "valor público", puede utilizarse para estructurar la forma de inversión y colaboración pública y privada. 

© Proporcionado por BBC News Mundo La economista cree que se debe apuntar a modelos de negocio que lleven a "un crecimiento más inclusivo y sostenible". 


Sin eso, corremos el riesgo de hacer lo que sucedió con la crisis financiera: se inyectaron billones sin ningún efecto en la economía real. La mayor parte de eso volvió al sector financiero y la próxima crisis comenzó a construirse.

Para erigir un crecimiento inclusivo y sostenible, necesitamos una inversión pública impulsada por el concepto del bien común y nuevos tipos de relaciones público-privadas que se estructuren con condiciones que creen un ecosistema más simbiótico y no parasitario.

Y tenemos que traer grupos de ciudadanos y sindicatos a la mesa para asegurarnos de que no solo tengamos una transición más justa, sino que también haya diferentes voces en la mesa para definir qué tipo de sociedad queremos.

Considero que la energía renovada detrás de los movimientos sociales, como Viernes para el Futuro y Black Lives Matter, son buenas señales de que habrá una fuerte presión para que nuestras sociedades evolucionen de manera progresiva.

Si no lo hacemos, perderemos".


https://www.msn.com/es-mx/estilo-de-vida/yomequedoencasa/coronavirus-mariana-mazzucato-la-economista-que-no-quiere-que-volvamos-a-la-normalidad-y-cree-que-se-puede-hacer-un-capitalismo-diferente/ar-BB17v3Bo?OCID=IE11FREDHP


sábado, 4 de abril de 2020

"ES LA HORA DE AYUNAR DEL PAN Y APRENDER A COMULGAR CON LA PALABRA"



Rafael Luciani


"El clericalismo está tan arraigado en la cultura eclesial, y a todo nivel, que las respuestas pastorales que se ofrecen ante la situación tan dramática que estamos viviendo parecen no ir más allá de la oferta sacramental"


"Las palabras que seguimos usando y las ofertas teológico-pastorales que la institución eclesiástica está ofreciendo en este tiempo de crisis, sólo responden a la cuestión de si los fieles están recibiendo —o no— la gracia sacramental"

"Es muy cómodo para un cura limitarse a dar —no celebrar— misas online. Esto demuestra el inmediatismo pastoral en el que se han formado, sin capacidad de conectar con la vida diaria de las personas más allá del ambón"

"La gente está en sus casas y necesita mensajes realistas que ayuden a sentir que Dios los ama y abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no tendrán acceso. Centrarse sólo en la misa online no ayuda pastoralmente"

"La oferta pastoral que se está ofreciendo —o al menos transmitiendo con las palabras que se usan— es tan triste que sólo puede prometer un perdón a medias, un Dios que pone su amor en pausa. En fin, pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí viaja por todo el mundo"





Se trata de una frase muy repetida y muy bonita, que resuena en la voz de muchos/as, sin comprender toda su profundidad. La pastoral de conservación es aquella que sólo se preocupa por mantener el culto a toda costa y, por tanto, su oferta pastoral debe responder a cómo hacer para que todos/as puedan participar de los ritos sacramentales y recibir la gracia divina. En 1968, la Conferencia de Medellín, pidió superar esta visión, ya que sólo buscaba la sacramentalización ritualista de la vida cristiana centrada en la figura del sacerdote —y no del presbítero— como único mediador de la gracia y del encuentro con Jesús.


Las palabras que seguimos usando y las ofertas teológico-pastorales que la institución eclesiástica está ofreciendo en este tiempo de crisis, sólo responden a la cuestión de si los fieles están recibiendo —o no— la gracia sacramental. Seguimos anclados a una imagen de Iglesia que se cree dueña de Dios, de su gracia y su perdón, y que sólo pone más cargas en las conciencias de las personas, especialmente cuando hoy en día estamos aislados por la pandemia y sin posibilidad de acercarnos a un presbítero ni congregarnos como asamblea. Aunque no parezca, todo esto es muy contrario a la propia tradición de la Iglesia. Santo Tomás de Aquino sostuvo en su Suma Teológica que "la cosa significada por un sacramento se puede obtener antes de recibir este sacramento con sólo desearle".

Así es: "con sólo desearle". No se recibe la gracia, como si Dios pudiera ausentarse de nuestras vidas y la Iglesia es quien decide cuándo nos devuelve su presencia divina. La gracia es Dios mismo que se nos da como don primero, como regalo sin condiciones, abrazándonos desde lo más íntimo de nuestras conciencias, acogiendo nuestros pensamientos y sentimientos, y sanando nuestros miedos y temores. Todos/as, en nuestros hogares y comunidades, hemos sido ya agraciados, abrazados por Dios y perdonados. Esto fue lo que el mismo Jesús nos reveló cuando descubrió que Dios era como un Padre que nos ama desde las entrañas de una madre. Por ello, Jesús pudo reconocer más fe en los supuestos infieles e impuros de su época, en los alejados del Templo y excluidos por los sacerdotes, en los que no asistían a los ritos celebrativos ni a las purificaciones. Así se lo hizo saber a una mujer samaritana y a un centurión, entre otros y otras que iba encontrando en su camino.


La transmisión actual de la fe está en crisis. No ganamos nada repitiendo modelos tridentinos, ya fracasados, que no han ayudado a formar y a vivir una fe adulta. Nuevamente la Conferencia de Aparecida es iluminadora pues recuerda que las reformas de la Iglesia son "espirituales, pastorales e institucionales", deben tocar las mentalidades, las prácticas y las estructuras. Si nos sigue moviendo el clericalismo, sólo estaremos cambiando las formas —ahora virtuales—, más no el fondo. No habrá conversión de la institución eclesiástica y, cuando todo esto pase, seguiremos con los mismos problemas pastorales.

Lo que propongamos debe ser discernido a la luz de la eclesiología del Pueblo de Dios, en la que todos —obispos, clero, religiosos/as y laicos/as— somos iguales por el bautismo. Debemos empoderar a cada uno/a en su hogar con los Evangelios y no transmitir la idea de una institución eclesiástica que sólo se preocupa por el mero cumplimiento de la asistencia o no a los oficios litúrgicos. El reto está en comunicar la experiencia de un Dios que ya nos perdonó y reconcilió con su abrazo misericordioso, y superar así las narrativas que insisten en la falsa idea de una divinidad que pone en pausa su perdón hasta que, algún día, cuando pase la pandemia, busquemos a un sacerdote para confesarnos y recibir la verdadera gracia. La oferta pastoral que se está ofreciendo —o al menos transmitiendo con las palabras que se usan— es tan triste que sólo puede prometer un perdón a medias, un Dios que pone su amor en pausa. En fin, pareciera que la gracia no puede salir de los templos, mientras que el virus sí viaja por todo el mundo.

Hemos de reconocer, pues, que seguimos anclados a modelos pastorales clericalistas y auto-referenciales, inspirados en la teología tridentina del ministerio ordenado y la gracia sacramental que predica, como otrora, que "donde no llegan los sacramentos, no llega la gracia ni la salvación". Las buenas voluntades no bastan. Pueden crear mayor daño a mediano y a largo plazo. Se necesitan palabras, gestos y acciones pastorales realistas y liberadores, en sintonía con el Concilio y en seguimiento al Jesús de los Evangelios.



El Concilio Vaticano II, en Lumen Gentium, situó la centralidad de la vida eclesial en torno al Pueblo de Dios, que somos todos y todas, y no sólo los clérigos. La eucaristía es una celebración de la comunidad, en la que el presbítero preside junto a la comunidad. Nunca solo y menos en privado. No hay misa sin Pueblo de Dios. El Decreto conciliar Presbiterorum Ordinis, en el número 13, hace mención a la celebración de la Eucaristía como la función principal del ministro ordenado. El texto no se refiere a la posibilidad de realizar una celebración eucarística sin la asamblea, es decir, sin Pueblo de Dios. Por ello, el mismo Decreto aclara que, aunque la función específica le viene concedida al celebrar la eucaristía, su identidad exclusiva nace de la Palabra (Presbiterorum Ordinis 4). En torno a la Palabra, el ministerio ordenado se une a cualquier ministerio y carisma, y encuentra ahí su fuente y sentido. Así, el presbítero, uno de la comunidad, ha de nutrirse y compartir la Palabra con todos/as, como uno más del Pueblo de Dios.


Ante la actual crisis se requiere una gran creatividad pastoral de todos/as —y no recetas mágicas de algunos. Urge escuchar y responder a los problemas reales de las personas: la necesidad de sentirse acompañadas, la angustia de no tener trabajo ni dinero para comprar comida, el miedo a enfermarse y a no ser atendidas debidamente, la soledad del aislamiento, la posibilidad de no poder ver a un familiar morir ni enterrarlo por haber contraído el virus.... Sólo regresando a Jesús, y colocando de nuevo a los Evangelios como nuestro libro diario de cabecera, podemos generar procesos de discernimiento y acompañamiento que respondan a todas estas necesidades, porque esos fueron los problemas que Jesús escuchó y a los que respondió cuando caminaba de aldea en aldea. Una Iglesia sacramentalizada es una Iglesia auto-referencial, alejada del Jesús de los Evangelios. Podemos estar muy cerca de la institución eclesiástica y muy lejos del Reino de Dios.

Ciertamente estamos en una situación irregular que necesita respuestas pastorales inmediatas. Pero la misa es sólo una de esas respuestas, más no la única ni la más importante en estos momentos. La gente está en sus casas y necesita mensajes realistas que ayuden a sentir que Dios los ama y abraza de modo personal, y no a través de la figura de un mediador ausente a quien no tendrán acceso. Centrarse sólo en la misa online no ayuda pastoralmente. Es seguir manteniendo el esquema de una religión privada, clerical y sagrada. Todo lo que se pueda hacer creativamente en función del empoderamiento religioso de las personas, sin la mediación del sacerdote, es fundamental para una respuesta pastoral real y coherente en estos momentos.

Es hora de alinear la eclesiología del Pueblo de Dios de Lumen Gentium con la teología del ministerio ordenado de Presbiterorum Ordinis. En Evangelii Gaudium, Francisco logró invertir la pirámide eclesial al superar la yuxtaposición que existía entre el Pueblo de Dios y la Jerarquía en Lumen Gentium (capítulos 2 y 3). Todos/as somos iguales por el bautismo, portadores de la gracia, Pueblo de Dios en camino. Todos somos fieles: obispos, clero, religiosos/as y laicos/as. Todos somos sacerdotes y portadores del Espíritu de Dios (Lumen Gentium 4,6,11). A pesar de este giro que representó el Concilio, los debates actuales se han centrado, casi exclusivamente, a la recepción de la gracia por medio de los sacramentos de la eucaristía y la reconciliación.

Es muy cómodo para un cura limitarse a dar —no celebrar— misas online. Esto demuestra el inmediatismo pastoral en el que se han formado, sin capacidad de conectar con la vida diaria de las personas más allá del ambón. Urge creatividad pastoral, abrirnos al Espíritu. El haber hecho que la vida cristiana se centre sólo en torno al templo y el culto, sólo ha contribuido a alejar a jóvenes y a tantos otros de la Iglesia Católica, porque para una gran mayoría el único referente de vida eclesial es la parroquia, con un modelo tridentino y ritualista, ya fracasado.

Es hora de recuperar la Palabra y el silencio. Los medios virtuales pueden ser usados para ofrecer actividades que ayuden a acompañar y a discernir lo que se está viviendo desde la Palabra de Dios que se encarna en nuestras casas hoy. Si no recuperamos la centralidad de la Palabra, estaremos devaluando el sentido mismo de la Eucaristía, que consta de dos partes por igual: la celebración de la Palabra y la celebración del Pan, sabiendo que la celebración del Pan nace de la Palabra, y no al revés. Si no es posible encontrarnos todos/as como Pueblo de Dios en torno al Pan, sí es posible que nos encontremos alrededor de la Palabra.
Cena del Señor

Tal vez sea la hora de ayunar el Pan y comulgar con la Palabra. Esa que nace del silencio, y que nos ayudará a sanar lo que llevamos en nuestros corazones. Un ayuno que nos haría a todos/as iguales, solidarios y partícipes de la misma dignidad, porque no habrá unos que comulguen pan mientras una mayoría lo ayuna "espiritualmente". Mientras no haya ayuno del pan para todos/as, seguirán las misas sin Pueblo de Dios, y los ritos quasi mágicos vía ondas televisivas u online sin relación alguna con la vida diaria de las personas y sus procesos de crecimiento. Una pastoral misionera y en salida es la que redescubre hoy la centralidad de la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia. Esa Palabra que se encarna en nuestros hogares mediante la lectura personal y comunitaria, pausada y meditativa, para conocer y discernir lo que Jesús hubiera hecho si estuviese hoy padeciendo esta misma situación.

La superación de la pastoral de conservación comienza con lo que el Decreto Ad Gentes nos enseñó. Ahí, el Concilio nos propone un camino: comenzar por el testimonio evangélico (AG 24), formar pequeñas comunidades ambientales —en nuestras familias o comunidades—, congregarnos todos/as en torno a la Palabra (AG 15), y discernir la realidad que vivimos (AG 6; 11). De este modo llegaremos, de nuevo, a comer el Pan todos/as juntos como Asamblea.

Rafael Luciani
Experto del CELAM y miembro del Equipo Teológico de la CLAR

sábado, 22 de febrero de 2020

"LA EMERGENCIA DE UNA 'NUEVA HERMENÉUTICA' EN EL MAGISTERIO"





Por hermenéutica debemos entender, "la interpretación de los textos, originalmente los sagrados." y la "teoría de interpretación de los textos" R.A.E. (nota del blogger)

"No podemos leer la nueva Exhortación Apostólica como un texto aislado sin relación alguna con todo el proceso pre-sinodal, el acontecimiento vivido en Roma durante la etapa de su celebración y el inicio del camino post-sinodal que se emprende desde hoy".

"Aparece así una clara recuperación de una eclesiología de las Iglesias locales desde la que tiene que ser leído todo este proceso sinodal".
"Introduce una nueva dialéctica, por vez primera en el magisterio universal, entre el peso de un Documento Final de un Sínodo regional y el Magisterio pontificio que le sigue".


Rafael Luciani* | 12.02.2020

El Sínodo para la Amazonía ha de ser leído en clave de evento. No podemos leer la nueva Exhortación Apostólica como un texto aislado sin relación alguna con todo el proceso pre-sinodal, el acontecimiento vivido en Roma durante la etapa de su celebración y el inicio del camino post-sinodal que se emprende desde hoy. Una lectura interconectada del Sínodo para la Amazonía (pre-en-post), el Documento Final del Sínodo y la nueva Exhortación Pastoral "Querida Amazonía", abre una "nueva fase" de recepción del pontificado de Francisco.

Esta fase tendrá en América Latina un papel fundamental, un "reto inmenso" para medir la capacidad de nuestra Iglesia regional para responder al llamado de "desbordarse más allá del Sínodo" que hiciera el Papa durante el Sínodo y hacer así invitar a avanzar y decidir sobre los temas eclesiológicos y ministeriales que la Exhortación no explicitó, dada su naturaleza estrictamente pastoral.

Esto responde a la visión que ha recuperado Francisco sobre la centralidad del papel de las Iglesias locales, superando así la anterior eclesiología que concedía primacía a la Iglesia Universal entendida básicamente como la Curia y su control sobre las Iglesias locales. Aparece así una clara recuperación de una eclesiología de las Iglesias locales desde la que tiene que ser leído todo este proceso sinodal.

A la luz de todo este proceso sinodal, aún no acabado, se nos propone una clara y novedosa "hermenéutica" entre el "Documento Final del Sínodo" y la Exhortación Apostólica". Francisco es muy claro al decir que la Exhortación no sustituye al Documento Final del Sínodo (QA 2), sino que lo asume (QA 3) e invita a "leerlo y aplicarlo" (QA 4). Esto introduce una nueva dialéctica, por vez primera en el magisterio universal, entre el peso de un Documento Final de un Sínodo regional y el Magisterio pontificio que le sigue. Es la hora de una nueva parresia para la Iglesia en América Latina. En el número 97, la Exhortación nos invita a la creación de lo que puede ser un organismo eclesial regional "entre Iglesias locales de países sudamericanos". Esta nueva estructura, que será propuesta desde América Latina, a través del CELAM, será la clave para la "implementación de los nuevos ministerios" y los "ritos propios" que se van a pensar creativamente. Será la Iglesia de América Latina, como otrora en Medellín (1968) y en Aparecida (2007), la que tendrá el reto de avanzar en lo que se aprobó en el Sínodo para la Amazonía a la luz de esa nueva hermenéutica creativa entre el Documento Final del Sínodo y la Exhortación Apostólica.

Para comprender esta nueva hermenéutica, el Papa describe un camino muy preciso de la recepción conciliar latinoamericana que su magisterio ha acogido y profundizado (QA 61). Cita a "Medellín", símbolo de una Iglesia fuente que representó un nuevo modelo eclesial a la luz de la opción por los pobres que movilizó a la Iglesia Universal en todo sentido; luego se refiere a "Santo Domingo" que fue la Conferencia que aportó la noción de conversión pastoral, que tanto ha inspirado el magisterio de este pontificado; sigue con "Puebla" que hizo la propuesta de un modelo eclesial de comunidad de comunidades y una opción por los jóvenes; y, finalmente, se refirió a "Aparecida" que es la base eclesiológica de Evangelii Gaudium y que ha concebido a una Iglesia discípula-misionera que, en salida hacia las nuevas periferias, y que tiene el reto de proponer nuevos caminos.

Estamos ante una nueva hora de la Iglesia en América Latina. Nada ha sido "cerrado", como muchos pueden creer, sino que "el camino continúa" (QA 2-4) pero se re-sitúa ahora -con gran novedad- bajo la responsabilidad y capacidad de parresia que tengan las Iglesias locales. Por ello, refiriéndose al Documento Final del Sínodo, Francisco dice: "Dios quiera que toda la Iglesia se deje enriquecer e interpelar por ese trabajo, que los pastores, consagrados, consagradas y fieles laicos de la Amazonia se empeñen en su aplicación".

Lo más importante no será la aprobación o no de los viri probati, sino haber dejado la puerta abierta a las Iglesias locales para que se pueda "discernir y tomar la decisión" pastoral según "lo que ya establece el código de derecho canónico" en relación a este tema, a partir de la petición que haga un obispo local. El código prevé el procedimiento para que los obispos puedan discernir las necesidades de las comunidades y pedir la posibilidad de ordenar a hombres casados, así como implementar el diaconado, en función de las necesidades sacramentales de las comunidades. Esto fue aclarado durante los debates del Sínodo y sobre esto he escrito anteriormente.


El documento da una clave importante al hablar de los nuevos ministerios para las mujeres. Aunque no los crea, sí fija los criterios sobre los cuales deben crearse (QA 103): formas "institucionales" de "estabilidad", con "reconocimiento público" y bajo el "envío por parte del obispo". Todo esto con el fin incidir "en la organización y en las decisiones de las comunidades". En una eclesiología de las Iglesias locales. Esto queda ahora en manos de los obispos locales y la Iglesia regional latinoamericana como bastión que está llamada a dar el paso profético y creativo en este sentido.

Ciertamente hay un gran retroceso en la Exhortación al hablar de la figura del presbítero. Dicha involución se presenta en relación al Decreto Presbyterorum Ordinis (n.4) del Concilio Vaticano II. Este Decreto indica, con toda claridad y en clave misionera, que "los presbíteros, como cooperadores de los obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del Señor: Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura (Mc 16,15)". Lo que da primacía a la identidad del ministerio presbiteral, según el Concilio, es "primum habent officium Evangelium Dei omnibus evangelizandi" (PO 4), es decir, que su identidad está "principalmente" en la "Palabra".

Por el contrario, la Exhortación usa la palabra sacerdocio más que presbítero, y lo describe como "sacerdocio jerárquico" (n.87), que "derrama gracia" (n.88)y cuya "gran potestad" (n.88) se centra en los "sacramentos de la eucaristía y el perdón" (culto). Es esto lo que, según la Exhortación, da su "identidad exclusiva" (n.88), quasi ontológica, más no, como estableció el Concilio, primum -primero y ante todo-la Palabra, el anuncio del Evangelio (PO 4). A pesar de que la rueda de prensa del Vaticano quiso imponer una interpretación involucionista del texto conciliar, hay que leer la Exhortación desde la nueva hermenéutica que se inaugura y a la luz de la nueva hora que se lanza a la Iglesia latinoamericana.


*Rafael Luciani, Experto del CELAM y asesor de la REPAM durante el Sínodo para la Amazonía
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sábado, 8 de febrero de 2020

¿QUÉ ES LO QUE ESTÁ PASANDO EN AMÉRICA LATINA? UNA PREGUNTA INQUIETANTE (Continuación)



Guzmán M. Carriquiry* | 23 enero, 2020

La explosión de la violencia


Se dice que “en río revuelto, ganancia de pescadores”, más bien ganancia de grupúsculos violentistas, que merecerían un estudio más serio. Una dosis de violencia puede llegar a ser explicable, pero en Chile, especialmente, se ha dado una persistente e inaudita violencia que desde la reactividad ha pasado a ser estrategia política. Es violencia protagonizada por pequeños sectores de juventud “anarquista” – más por la destrucción que provocan que por la teoría -, de delincuentes comunes del “lumpen” y de los residuos del Partido comunista y de grupúsculos de extrema izquierda. Impresiona en Chile esa estrategia destructiva que pretende crear un estado de violencia permanente y que, entre muchas otras cosas, arremete contra templos católicos y evangélicos así como con Universidad e instituciones de enseñanza católicas o de inspiración cristiana.

Es muy probable también que participen en esa violencia los incorporados dentro de la red capilar del narco-negocio. El narco-tráfico se ha convertido en la “multinacional” más rentable en América Latina, con enormes poderes de corrupción de dirigencias políticas y financieras, pero también de corrupción de muchos jóvenes de sectores populares, seducidos por la ganancia fácil e inmediata, dispuestos a las más crueles violencias que sean necesarias para obtenerla.

Las “maras” centroamericanas son el ejemplo cabal de esta realidad extremadamente violenta, mientras que los carteles mexicanos – desde la cúspide hasta las bases – parecen incontrolables, con todo tipo de protecciones en diversas instancias del Estado, en guerra entre ellos por el control de regiones y circuitos, protagonistas de una violencia inaudita, asesina, con muchas decenas de millares de muertes a su haber.

El narco-negocio quiere dominar o neutralizar el Estado a través de diversas formas de complicidad, o quiere destruirlo. No es la mera represión de las fuerzas de seguridad que lograrán acabar con ello. El fracaso de la “guerra” proclamada por la anterior Presidencia mexicana está muy claro. Las operaciones de la DEA no pueden pretender ocultar que la más grande demanda de drogas proviene de los Estados Unidos (y después de Europa Occidental), lo que plantea cuestiones muy serias sobre su presunto “estado de bienestar”.

Tampoco parece solución adecuada la liberalización del comercio de drogas ligeras bajo cierto control estatal. Ante todo, es como un rendirse a las drogas como algo normal y no como mal para las personas, familias y comunidades. Además, se manejan dos presupuestos más que discutibles: que el consumo de las drogas ligeras no conduzcan al consumo de las drogas pesadas y que dicha liberalización irá quitando espacio a la red del narco-tráfico. Se necesita lo que aún no se ve en el horizonte: una vasta tarea nacional de educación y prevención, que implique a las más variadas instituciones – comenzando por familias y escuelas -, acompañada, claro está, con eficaces sistemas de represión de sus circuitos de difusión y de sus complicidades políticas y financieras. Sobre todo, no mucho se logrará si vastos sectores de juventudes populares, que componen los “ni-ni” (sin escolaridad ni trabajo), viven en la penuria y sin perspectivas.

Lo que es evidente es que se ha incrementado en grado sumo la inseguridad y violencia en los países latinoamericanos. ¡Y cuidado con los aprendices de brujo, porque cuando la violencia domina las calles es la hora de las Fuerzas Armadas, resucitando un pasado muy sufrido que creíamos, gracias a Dios, ya bastante lejano! ¡Atención!, que en río revuelto se mezclan también los provocadores de diversa calaña.


La crisis de la democracia representativa




El quiebre institucional es la manifestación más notoria de la crisis de la democracia representativa que se da en América Latina. No es de extrañar que los resultados de sondeos que registran las percepciones políticas de 20.000 latinoamericanos de 18 países (exceptuando Cuba y Haití), entrevistados por la prestigiosa Corporación “Latino barómetro”, confirman que los latinoamericanos están como nunca insatisfechos con la salud de las democracias. El respaldo a la democracia ha caído en 2018 al 48%, cinco puntos menos que el año anterior y 13 menos de su valor más alto, del 61%, en el año 2010. Es como si se hubiera dado una erosión de las democracias, que se acentúa con el desencanto e indiferencia de los jóvenes entre los 16 y 26 años, generación que nació en democracias y no conoció las gravísimas penurias de años de dictadura.

La democracia representativa está en plena crisis no sólo en América Latina sino en todo el Occidente. Esta crisis está ciertamente causada por ese quiebre institucional y las inequidades sociales, impactada también por el sobredimensionamiento del poder financiero y mediático, los crecientes límites a la soberanía por cada vez mayores interdependencias, la ausencia de propuestas innovadores y audaces de participación popular. Parece muy claro que ahora estamos pasando sorprendentemente por una coyuntura histórica mundial de repliegue reactivo, es decir reaccionario, que reacciona ante las más variadas situaciones de confusión e incertidumbre, de inseguridad y de miedo. Son situaciones provocadas por el terrorismo, las migraciones de masa, los numerosos focos de la “tercera guerra mundial a pedazos”, el incremento de la violencia por doquier. Son también provocadas por aceleradas transformaciones que parecen incontrolables, por todas las penosas consecuencias sociales que arrastra una globalización que deja multitudes de excluidos, pero que también son sentidas como amenazas para vastos sectores de clases medias de países de alto y medio nivel de desarrollo.

Esas situaciones de incertidumbre y de miedo se acrecientan y agudizan en poblaciones enteras que no encuentran sólidos pilares de referencia para la construcción de la propia existencia personal y colectiva.

“Uno de los fenómenos que actualmente golpea al continente – dijo el Papa en su discurso al Colegio Pío Latinoamericano, el 11/05/2019 – es la fragmentación cultural, la polarización del entramado social y la pérdida de raíces”. El desfibramiento de los tejidos familiares y sociales y, con ello, la gradual disolución de los vínculos de pertenencia y socialización, dificultan toda cohesión social y van dejando a la gente en vacíos y orfandades, en “todos contra todos” o “sálvese quien pueda”.

La potente máquina de distracción (“divertissement”) y censura que opera por medio de la sociedad del consumo y del espectáculo ya no puede ocultar la confusión y la rabia que emergen por doquier. Las democracias se viven en un tembladeral, desprovistas de fundamentos y virtudes, cada vez más erosionadas. No es de extrañar, pues, que mucha gente reaccione emotivamente, casi instintivamente, a veces con exuberancia irracional, dejándose guiar por el miedo y la rabia, y se aferre a las presuntas seguridades de nacionalismos estrechos, a las imágenes de los hombres (y mujeres) “fuertes”, a políticas autoritarias de orden y control social, a promesas ilusorias de regeneración social. Así descuellan las aventuras inciertas de las presidencias de Trump y Bolsonaro, entre muchas otras.


¿Se trata de populismos?




Hay quienes engloban toda esta coyuntura bajo el rótulo del “populismo”. Hay, sí, dosis de populismo cuando se cae en demagogia irresponsable, en la facilonería en afrontar los problemas y en el mero asistencialismo a los necesitados como clientelas políticas. Esta es una realidad de hoy, de ayer y de siempre. Una dosis de demagogia es congenial a toda política. Sin embargo, como interpretación general de la situación actual está tan usada y desgastada últimamente, por pereza intelectual, que ya ha ido perdiendo sentido. Cuando todo entra como por un embudo bajo el mote de “populista” – Trump y López Obrador, Bolsonaro y Daniel Ortega, Johnson, “Podemos” y la “Liga” italiana -, la capacidad analítica del concepto se demuestra casi nula.

Muy cierta es la distinción que el Papa Francisco plantea sobre “populismos” y “políticas populares”. En este sentido, se puede afirmar que hay populismos que se alimentan de las zozobras, los miedos, las rabias e incluso de tendencias xenófobas que sacuden al cuerpo social; y hay “políticas populares” cuando apuntan a promover la soberanía participativa de los pueblos, desde las entrañas de sus culturas, hacia la consecución de un bien común de inclusión y mayor justicia para todos.

Muchas veces se ha usado ideológicamente el mote de “populista” para desvirtuar estas políticas populares, sobre todo por parte de quienes temen toda irrupción del pueblo en la escena pública que ponga en jaque los intereses de los potentados del “establishment”.

Los tres grandes países: Brasil, México y Argentina


Quien mira América Latina en su conjunto tiene que concentrar especialmente esa mirada en los tres grandes países de la región: México, Argentina y Brasil…y no dispersarse sólo en anécdotas locales. Este triángulo es decisivo: no en vano Brasil representa el 38% de la producción total regional, México el 24% y Argentina el 13%. En este triángulo se da la máxima concentración latinoamericana de capital humano, la mayor red de mercados, universidades e institutos de investigación de América Latina.



Pues bien, la presidencia muy personalista de Andrés Manuel López Obrador contó con un sufragio popular avasallador, porque los mexicanos estaban hartos de tanta violencia, corrupción e inoperancia de gobierno. Incluso actualmente conserva un muy alto consenso popular, mientras que cuenta con el control de gran parte de los poderes del Estado. Cierto es que hay que juzgarlo por sus hechos, y aún es demasiado pronto para hacerlo. AMLO hereda una situación “imposible”: un país violentado por una criminalidad que parece incontrolable (sobre todo por las redes del narcotráfico, la difusión de armamentos y una cultura de violencia), una economía que ve puntas de alta tecnología y productividad con un enorme atraso en zonas rurales, una desigualdad social escandalosa entre las más grandes fortunas del mundo y grandísimos bolsones de pobreza, incluso de miseria y exclusión (sobre todo en algunas zonas indígenas). Además, tiene que vérselas con la vecindad, por una parte, con el gigante del Norte y sus muros y, por otra, con el volcán centroamericano y sus migraciones.

Yo escribía hace algunos meses que López Obrador tenía la posibilidad de liderar un gran movimiento nacional y popular de regeneración y reconstrucción del país o podía sufrir la amenaza de reducirse poco a poco en una nueva versión del “ogro filantrópico” de la “revolución institucionalizada”. Podía movilizar lo mejor del “orgullo” nacional del pueblo mexicano, confiado en la “Morenita”, o dejarse llevar por colonizaciones ideológicas o culturales de conventículos elitistas. Arriesgo todavía a dejar abierta esta alternativa, aunque no falten políticas que se demuestran mas bien demagógicas y confusas. Pero quienes se apresuran a condenarlo se lavan las manos demasiado fácilmente de su corresponsabilidad con las situaciones ahora heredadas.

En todo caso, ante la obsesión de la administración norteamericana por el muro divisorio, las imágenes caricaturales que se propagan en Estados Unidos sobre los hispanos acusados de ser focos de delincuencia y las discriminaciones, persecuciones y deportaciones que sufren los hispanos en ese país, todo honesto latinoamericano tendría que repetirse: “somos todos mexicanos y centroamericanos”.

México juega también su destino en su capacidad de seria y firme negociación con el gigante del Norte, en la conquista de su enorme mercado, en el crecimiento educativo, social y económico de los hispanos en los Estados Unidos. Depende de los Estados Unidos en su moneda, sus comercios, sus circuitos de producción integrada, su turismo, sus migraciones, los intercambios entre drogas y armas, pero sus raíces son tan profundas que ha sabido mantener su propia identidad nacional y cultural en las más diversas manifestaciones de vida de su pueblo. Octavio Paz exclamó una vez que Nuestra Señora de Guadalupe – es decir, su mejor tradición por medio de la Madre y las madres – había resultado más “anti-imperialista” que todos los retóricos discursos ultra-nacionalistas de la sucesión de Presidentes de la revolución institucionalizada.

Pero México tiene que mirar también mucho más hacia el Sur, hermanado por historia, cultura y sustrato católico. No pueden ser tan escasos los vínculos comerciales y de cooperación a diversos planos entre México, Brasil y Argentina. Tengamos, además, bien presente que en el 2021 se conmemorará en la misma fecha la independencia mexicana y la de los actuales 5 países centroamericanos (Panamá es otra historia…). Los países centroamericanos no podrán salir de ciclos de depresión y violencia – aunque Costa Rica se salve por el momento – si no mediante un intenso proceso de integración “federal” entre ellos y con México. El eje de solidaridad, integración y modernización “Puebla-Panamá” es capital para el sur de México y para Centroamérica, pero los problemas internos de México son tales que parece carecer por el momento de una más polifacética política exterior.



De la Argentina de Alberto Fernández cabe también mantener las esperanzas abiertas. La nueva presidencia heredó un país en bancarrota, totalmente endeudado, con espirales de inflación e incremento de la pobreza. Es un “milagro” al revés que un país tan rico tenga a una tercera parte de su población en la pobreza. Es bueno que la nueva presidencia haya inmediatamente destacado la emergencia social, sanitaria y laboral. Tendrá que emprender una tarea titánica que será posible sólo si mantiene firme el timón de una conducción sabia y determinada y si se logra mantener y reforzar la unidad del movimiento peronista-justicialista y su arraigo popular. Son motivos de esperanza la enorme riqueza de la Argentina y su poder de recuperación, por una parte, y, por otra, todas las energías de movilización solidaria de la tradición popular en el país. Sin embargo, se requerirá algo más: una magnanimidad que sepa convocar y dar fuerza a la mayor unidad nacional y patriótica posible, dejando atrás las polarizaciones exacerbadas en tiempos de las presidencias de Cristina Kirchner y de Macri. Esto es tanto más necesaria en cuanto que la crisis es de tal magnitud que es muy difícil de afrontar.

En Brasil se aprovechó de las tradicionales fragilidades y corrupciones de la política brasileña, en la que el Partido de los Trabajadores quedó también muy enredado, para emprender una tremenda campaña de acoso judicial y mediático concentrada contra el Presidente Lula. Esa sola campaña no explica suficientemente que más del 60% de los brasileños votara por una candidatura emergente y sorprendente como la de Bolsonaro. Hoy día, la presidencia de Bolsonaro aparece aventurosa e incierta, con raptus de vulgar e incluso amenazadora agresividad que no condicen con la política de un gran país. Su consenso se ha reducido mucho. Mientras que el Ministro de Hacienda Paulo Guedes es un neo-liberal muy ortodoxo, hay que tener en cuenta la tradición nacionalista e industrialista de buena parte de las Fuerzas Armadas del país. Además, el Congreso y la Suprema Corte tienden a bloquear las iniciativas más radicales de la presidencia. El actual régimen de gobierno da muestras de mucha inestabilidad y es muy difícil apostar por su futuro, pero lo que suceda en el Brasil en los próximos años será de importante repercusión para toda América Latina.




En realidad, el quiebre institucional ya señalado ha dado pie en varios países de América Latina al surgimiento, gracias a intensas campañas mediáticas, de figuras tan sorprendentes y variadas como la de Bolsonaro, la del anterior Presidente de Guatemala y el actual de El Salvador, así como muchos de los recientemente victoriosos en las elecciones municipales colombianas. Y es posible que se tengan en el próximo futuro muchas otras sorpresas de”hombres nuevos” para gobiernos inciertos… ¡para bien o para mal!

Siempre la “Patria Grande”, más allá de la crisis de la integración


Las convulsiones locales y nacionales no pueden hacer perder de vista la perspectiva y utopía de la “Patria Grande” que el Papa Francisco mantiene bien en alto.

La integración latinoamericana es una necesidad y una prioridad ineludible y urgente, que está inscrita en nuestra vocación y destino. Así lo reconocía Juan Pablo II cuando, inaugurando la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Santo Domingo, el 12 de octubre de 1992, señalaba: “Es grave responsabilidad (de los gobernantes) el favorecer el ya iniciado proceso de integración de unos pueblos a quienes la misma geografía, la fe cristiana, la lengua y la cultura han unido definitivamente en el camino de la historia”. “No hay por cierto otra región que cuente con tantos factores de unidad como América Latina (…) – escribieron los Obispos latinoamericanos en el documento de Aparecida, n. 527 -, pero se trata de una unidad desgarrada porque atravesada por profundas dominaciones y contradicciones, todavía incapaz de incorporar en sí ‘todas las sangres’ y de superar la brecha de estridentes desigualdades y marginaciones”.

Obviamente, estos factores de unidad están lejos de reducir la realidad latinoamericana a la uniformidad, sino que se conjugan y enriquecen con muchas diversidades locales, nacionales y culturales, a modo de “poliedro” diría el papa Francisco. No hay otro camino que la integración para ampliar los mercados y concertar una economía de escala que favorezca la industrialización, especialización, innovación tecnológica, los “tradings” productivos y un crecimiento auto-sostenido. Es condición indispensable para enfrentar las exigencias impostergables de la lucha contra la pobreza, de la dignidad del trabajo para todos y de mayores condiciones de equidad en un sub-continente que tiene el lamentable récord de albergar abismales desigualdades sociales.

La integración política y económica es la única posibilidad de contar con un propio peso en el concierto internacional con un mínimo de audiencia y de capacidad de imponer respeto. Helio Jaguaribe y Methol Ferré, entre otros, supieron evidenciar con clarividencia todos los desafíos y alternativas de la integración latinoamericana en los emergentes escenarios globales.



Lamentablemente el MERCOSUR, proyecto histórico fundamental desde una alianza brasileña-argentina y chilena – único eje de conjugación, atracción y propulsión a nivel sudamericano – se ha ido empantanando desde hace demasiado tiempo y está sumamente desfibrado. Hoy es apenas una tenue zona de limitado libre comercio, sometida a las presiones e intereses de corporaciones de los diversos países. ¡Sin embargo, está destinado a resurgir de sus cenizas cuando se afronte con inteligencia y valentía el bien común de nuestros pueblos y naciones! Tendrá que saberse conjugar bien con la Alianza para el Pacífico, que ha emprendido un camino de integración que habrá que seguir con atención.

Más allá de las cansinas retóricas de las cúpulas políticas de turno, se está requiriendo una vasta obra de educación y movilización de modo que la integración latinoamericana no se reduzca a los humores y veleidades de las élites sino que arraigue en los pueblos y que vayan formándose grandes consensos populares, transversales a todos los países en pos de esa integración.

Importantísimo es educar, conmover y movilizar las juventudes latinoamericanas con el ideario de construcción de su “Patria Grande”. Mientras tanto, quedamos a la espera de líderes y voluntades políticas más inteligentes, determinadas y apasionadas para dar nuevo ímpetu regional, nuevas realizaciones concretas y nuevos horizontes a la integración y unidad latinoamericanas.

En el Bicentenario de la Independencia de los países latinoamericanos tengamos bien presente que esa integración es condición necesaria para reafirmar hoy nuestra independencia contra todas las amenazas de nuevas modalidades de colonizaciones económicas, culturales e ideológicas que ya mismo atentan contra el bien de nuestros pueblos.


El método del diálogo, de la negociación y del encuentro, a tiempo y destiempo


Si la mirada de un atento observador recorre y recapitula las pasadas décadas de América Latina, se queda asombrado de cuánto la región continúe dependiendo de las variables políticas y económicas del concierto internacional y de cuánto fluctúe en su conjunto de virajes periódicos. Los horizontes que aparecen como cerrados, de golpe van abriéndose en forma reactiva respecto del período anterior, pero poco se aprende de lo ensayado y vivido en cada coyuntura mundial y latinoamericana. Estamos siempre propensos a auges y caídas en alternancia periódica. No hay una continuidad acumulativa.

Sin embargo, si se quieren afrontar a fondo situaciones de grave emergencia, y más aún, los tremendos problemas y desafíos que implica un auténtico desarrollo integral, solidario y sustentable, de mayor justicia y equidad, se requiere que se logren grandes acuerdos políticos y sociales, de amplitud y generosidad de miras. Hay que evitar exterminar las polarizaciones, no quedar encerradas en las conflictualidades, descartar las descalificaciones, la ausencia de todo diálogo, el descalabro de la amistad social. No se trata de ignorar los legítimos motivos de las distintas posiciones políticas y de la conflictualidad social, pero se necesita mantener un tejido democrático de encuentros y diálogos perseverantes y abiertos, en los que se sepa aprender unos de otros.

Con contraposiciones radicales y maniqueísmos exasperados entre enemigos – más que adversarios políticos – es muy difícil que se emprendan políticas dirigidas efectivamente al bien común, sino que se erosionen las democracias. Las más diversas instituciones políticas, educativas, culturales, económicas, sociales y religiosas tienen que ser protagonistas de diálogos nacionales, que serán tanto más sólidos y fecundos cuando impliquen a los más diversos niveles de la sociedad civil. Incluso más: nuestros países necesitan grandes objetivos y políticas de Estado que, en lo fundamental, no estén dependiendo de los intereses políticos y económicos que se mueven en la alternancia de gobiernos. En esto la Iglesia está llamada a jugar un papel educador y promotor de una auténtica reconciliación y democratización.


Nuevos métodos, nuevas propuestas, nuevas terceras vías


No estamos, pues, para quedarnos sentados esperando que pase la actual “racha” y soñando con un mañana mejor. ¡No! Se trata de empeñarse para ir animando, a través de las más numerosas y variadas acciones, convergentes en lo posible, procesos y experiencias de una convivencia en la que el pueblo pueda ejercer la fraternidad, sin desesperar, aguardando “confiadamente y con astucia los momentos oportunos para avanzar en la liberación tan ansiada” (Documento de Puebla, n. 452).

“Los pueblos, especialmente los pobres y sencillos – escribió el papa Francisco en la presentación de mi libro “Memoria, coraje y esperanza a la luz del Bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos” (ed. Nuevo Inicio, Granada, 2016) – custodian sus buenas razones para vivir y convivir, para amar y sacrificarse, para rezar y mantener viva la esperanza. Y también para luchar por grandes causas”. “Necesitamos cultivar y debatir – prosigue el Papa – proyectos históricos que apunten con realismo hacia una esperanza de vida más digna para las personas, familias y pueblos latinoamericanos. Urge poder definir y emprender grandes objetivos nacionales y latinoamericanos, con consensos fuertes y movilizaciones populares, más allá de ambiciones e intereses mundanos y lejos de maniqueísmos y exasperaciones, de aventuras peligrosas y explosiones incontrolables”. En general, no sirven para nada los modelos pre-fabricados, pero si se necesita invertir mucha inteligencia, muchos intercambios, mucha imaginación, para ir proponiendo nuevas políticas económicas y sociales, nuevos modelos de desarrollo integral, solidario y sustentable, incluso nuevas “terceras vías” más allá de los círculos viciosos desgastados del neocapitalismo tecnocrático ultra liberal y del socialismo estatista autocrático. Una iniciativa muy importante que va en ese sentido es la convocatoria del papa Francisco para Asís, del 26 al 29 de marzo próximo, en la que se han inscrito más de 3.000 jóvenes economistas, empresarios y operadores sociales.

Por eso, hablando a los participantes en el post-diplomado de la Academia de Líderes Católicos en el Vaticano, el Papa Francisco recalcaba que es necesaria “una nueva presencia de católicos en la política”. “Una nueva presencia – proseguía el Papa –que no sólo implica nuevos rostros en las campañas electorales, sino, principalmente, nuevos métodos que permitan forjar alternativas que simultáneamente sean críticas y constructivas. Alternativas que busquen siempre el bien posible, aunque sea modesto. Alternativas flexibles pero con clara identidad social cristiana. Y, para ello, es necesario valorar de modo nuevo a nuestro pueblo y a los movimientos populares que expresan su vitalidad, su historia y sus luchas más auténticas. Hacer política – concluía el Papa – inspirada en el Evangelio desde el pueblo en movimiento se convierte en una manera potente de sanear nuestras frágiles democracias y de abrir el espacio para reinventar nuevas instancias representativas de origen popular”.

La Academia de Líderes Católicos ha querido y quiere responder a esta necesidad y convocación: acompañar, alentar y alimentar la formación de nuevas generaciones de católicos en la política – en el recambio de dirigencias de variadas posiciones políticas que se está necesitando -, de profundas convicciones cristianas, arraigados en la tradición, cultura, sufrimientos y esperanzas de nuestros pueblos – ¡políticos, empresarios, sindicalistas e intelectuales populares! -, con amor preferencial a los más pobres y vulnerables, anteponiendo el bien común a todo interés particular, competentes ante situaciones complejas, comprometidos en la lucha por una América Latina unida, casa común para todos, de mayor justicia y equidad, pacificada, hábitat que cuida la riqueza y belleza de su naturaleza y el crecimiento en humanidad de sus hombres y mujeres.


Nos queda para desarrollar como un segundo capítulo que es el de la misión de la Iglesia en este “cambio de época” convulso que sacude a todo nuestra querida y sufrida, pero siempre esperanzada América Latina… ¡Será para otra ocasión!


Roma, 18 de enero de 2020


*Doctor en Derecho y Ciencias Sociales