sábado, 16 de enero de 2021

MIGUEL HIDALGO, LA DERROTA DE PUENTE DE CALDERÓN (XII)

 



Providencias militares 

Como hemos visto, mientras la insurgencia se expandía hacia nuevos territorios; las fuerzas realistas encabezadas por el experto general Félix María Calleja y Manuel Flon, recuperaban San Miguel y Dolores, el 25 y 28 de octubre. 

Calleja, se apoderó de Celaya el 16 de noviembre y sin resistencia recuperó Salamanca e Irapuato y por las armas tomó la ciudad de Guanajuato, el 25 de noviembre. A mediados de diciembre se hallaba en León; Valladolid fue recuperada el 28 de diciembre por José de la Cruz, y el 7 de enero salió probablemente hacia Guadalajara, lo que obligó a los caudillos a destacar un ejército de diez mil a doce mil hombres y 27 cañones. 

Hidalgo siguió confiando tanto en multitudes como en cañones e hizo traer la artillería de San Blas de 43 piezas, que con las que había y las que se fabricaron llegaron a 103. 

El 17 de diciembre Allende escribía a Rafael de Iriarte “mandándole pusiese en marcha, su ejército de Zacatecas” a la capital neogallega. Al día siguiente le mandó otra, suscrita junto con Aldama, “relativa a instrucciones militares para atacar al señor Calleja con 100 cañones y reunión de fuerzas, incluyendo el ejército de Huidobro y el del padre Calvillo”[1]. Iriarte nunca se presentó. 

El lunes 7 de enero, José de la Cruz, salió probablemente hacia Guadalajara, lo que obligó a los caudillos a destacar un ejército de diez mil a doce mil hombres y 27 cañones, al mando del cura José de la Piedad Antonio Macías y del capitán Ruperto Mier, que marcharon a enfrentar al enemigo. 

Por tanto es probable que el ejército insurgente quedara en 30 mil o 35 mil hombres, de los que se <<“lograron armar y disciplinar medianamente siete batallones de infantería, seis escuadrones de caballería y dos compañías de artillería, que en todo formaban tres mil cuatrocientos hombres”. 

Problema no menor era el armamento, pues aunque se contaba con artillería, la mayoría no disponía sino de palos, hondas y una que otra arma blanca. Para remediarlo se fabricaron infinidad de lanzas, granadas de mano y cohetes con lengüeta de fierro. La mayor carencia era de fusiles y pistolas, pues de los primeros apenas había 600, o 1,200 de armamento viejo o descompuesto. Por tanto, la infantería estaba mal armada y difícilmente podía actuar con eficiencia. “El número excesivo de cañones más embaraza que aprovecha, porque nada valen sin fusilería que los sostenga y muy poco si son mal servidos”>>.[2]

Los caudillos suscribieron un bando el 31 de diciembre en que se ordenaba “que todo habitante prestase, donase [o] vendiese para su ejército nacional cualquiera clase de arma de fuego que tuviera”. 

En Guadalajara se iba recibiendo la información sobre el movimiento de los ejércitos realistas: el de José de la Cruz, procedente de Valladolid, y el de Calleja, que de León entró a San Juan de los Lagos el 6 de enero, ante lo cual los insurgentes celebraron junta de guerra el 10 de enero. 

Allende sostenía la misma opinión que en Aculco: dividir al ejército en guerrillas que fueran debilitando al ejército realista y que la superioridad numérica, era un obstáculo para la movilización, ya que sin disciplina y armas sería muy riesgoso presentar batalla. Hidalgo manifestó su confianza en la poderosa artillería, en el apoyo de Iriarte, y en la victoria del cura Macías, sobre José de la Cruz, ante lo cual Allende se disciplinó, quedando fijada la salida para el lunes 14. 

El lunes 14 de enero, las tropas insurgentes enfilaron hacia Puente Grande (principal paso del Río Lerma o Santiago) por donde cruzaron en la tarde. En el crepúsculo recibieron la noticia de la derrota del cura Macías por José de la Cruz en Urepetiro, por lo que había que impedir la reunión de ambos ejércitos. Acamparon en La Laja y apresuraron el paso al día siguiente para llegar al paso de río Verde, afluente del río Santiago, llamado “Puente de Calderón”, en donde pernoctaron. 

El miércoles 16 se enteraron de los avances de Calleja, quien se encontraba en las inmediaciones de dicho puente, al cual llegó por la tarde efectuando de inmediato un reconocimiento de las posiciones enemigas. Por tal motivo se efectuó un tiroteo que permitió a los realistas entrara al puente y encontrar los vados más transitables, a lo que los insurgentes no dieron mayor importancia, confiados en su ventajosa posición y aplastante número. 

La batalla de Puente de Calderón 


El jueves 17 de enero tendría lugar la batalla con una aplastante mayoría del ejército insurgente que contaba con unos 35,000 hombres, de los cuales sólo 3,400 eran soldados. Organizados en siete batallones de infantería, seis escuadrones de caballería y dos compañías de artilleros Contaban con seiscientos fusiles en buen estado y otros tantos algo estropeados. La artillería se conformaba con más de 100 cañones, 43 de buena factura. Cerca de 25,000 hombres eran una masa heterogénea. Aparte estaban siete mil indios flecheros de Colotlán. 

El ejército de Calleja también se componía por 6,000 “tecomates” (apodo de criollos, mestizos, negros y demás castas), bien entrenados durante semanas, así como bien adoctrinados en la fidelidad a la monarquía y estimulados por la victoria de Aculco. 

<<El Río Verde corre de oriente a poniente por el fondo de una estrecha cañada que se abre un poco precisamente en el paso del puente. Los insurgentes, llegados por el sur dominaban el panorama frontero del enemigo desde una planicie donde bajaban lomas. De tal suerte ubicaron la mayoría de los cañones, más de sesenta, al término de aquella planicie, y el resto poco más abajo en colinas descendentes de ambos lados de la gran batería, formándose así un gran semicírculo. 

José Antonio Torres quedó al mando de la parte central, que era apoyada por gran parte de la infantería formal colocada poco más arriba, detrás de los cañones. Juan Aldama, que no había estado todo el tiempo en Guadalajara pero concurrió a la batalla, se hizo cargo de la batería de la izquierda. Otra porción de infantería se ubicó entre la gran batería y las subsidiarias de la derecha, más no detrás sino saliendo al frente, mientras que otra división cruzó el río corriente abajo por el flanco izquierdo a las órdenes de Gómez Portugal. La caballería formal fue confiada a Mariano Abasolo y se situó en los dos extremos del semicírculo; en la izquierda se hallaba Marroquín, mientras que Arias estaba a la derecha. 

El padre Calvillo acaudillaba a los indios flecheros de Colotlán que tardíamente se pusieron más debajo de la artillería. El grueso del contingente, que carecía de buen armamento y entrenamiento, quedó a la zaga en la extensa planicie con Hidalgo al frente. Como dijimos, probablemente llegaban a 25,000, de los cuales 15,000 eran jinetes. Allende sería el comandante general. 

Calleja por su parte, distribuyó su gente en tres columnas: en el centro, una división de infantería a las órdenes del coronel José María Jalón; a su derecha, una de caballería al mando de Miguel de Emparán, y a la izquierda, una mixta proveída de cuatro cañones con Manuel Flon, Conde de la Cadena, al frente; atrás la reserva y Calleja al pendiente de todo. 

Manuel Flon inicio el ataque con sus divisiones mixtas hacia las nueve de la mañana, vadeando el río y acometiendo las divisiones salientes de Torres más fue rechazado tres veces con pérdida considerable, y acudiendo en su auxilio Bernardo Villamil, tampoco pudieron avanzar. […] Por su parte la caballería de Emparán procedió también a cruzar el río y corrió a misma suerte, resultando herido su jefe. La ventaja era para los insurgentes. 

Calleja entonces asumió la jefatura del centro, cruzó el puente con seis cañones, enfrentó a la división que le salió al encuentro y logró apoderarse de la batería de la izquierda insurgente. Mientras tanto se incorporaban a la lucha unos indios de Colotlán que habían llegado tarde, pero su ubicación fue fatal, pues quedaron entre los dos fuegos por el flanco izquierdo; Arias que comandaba el lugar, hubo de suspender el suyo, lo cual permitió avanzar al enemigo. 


Luego de cuatro horas de batalla, ante el embate de Calleja, Allende mandó dispararán todos los cañones. Como muchos de ellos estaban mal posicionados respecto de los movimientos del enemigo, las balas les pasaban por encima. De pronto se produjo un incendio del lado insurgente, bien porque una granada hizo explotar un parque de municiones, bien porque algunos artilleros, en el fragor del combate arrojaron estopines aún encendidos al suelo, donde los zacatones secos empezaron a arder hasta propagarse en gran extensión causando una espesa humareda que daba contra el rosto de los insurgentes por un viento del noreste. Su confusión fue terrible y desastrosa a pesar de los esfuerzos de Allende por mantenerse todavía durante dos horas en varias posiciones, en particular gracias a una batería que protegió la desbandada; en el alcance de insurgentes, éstos mataron a Flon. 

“Desgracias, desgracias, pero pronto nos vemos” 

A las tres de la tarde los realistas eran dueños de la posiciones otrora de insurgentes. Perdieron casi todo. Ignacio Rayón pudo rescatar unos trecientos mil pesos y tomó el rumbo de Aguascalientes hacia donde también se dirigieron los demás caudillos. Algunos autores opinan que Hidalgo volvió a Guadalajara la madrugada del 18, y de allí salió el 19 cruzando el Santiago por San Cristóbal de la Barranca para enfilar hacia Cuquío. Pero la entrada a Guadalajara sólo fue un rumor ocasionado por la llegada de muchos que regresaban de Puente de Calderón. 

Hidalgo, aunque al principio tomó el camino de retorno a Guadalajara, en realidad traspaso pronto el río Santiago, ya por Puente Grande, ya por San Cristóbal de la Barranca. Probablemente pernoctó en el rancho de San Agustín de las Calabazas, donde él y sus acompañantes no comieron sino aguacates; y ciertamente a las diez de la mañana del viernes 18 llego a Cuquío en compañía de Arias, Camargo y otros cuatro hombres.>>[3]

Mientras tanto se publicaba el último número de El Despertador Americano.

De Cuquío, Hidalgo se dirigió a San José de Gracia en Aguascalientes, en donde permaneció cuatro días de incognito para reponerse. Allende se dirigió a Aguascalientes, donde se hallaba Rafael de Iriarte con 1,500 hombres, que se sumaron a los dispersos que se fueron concentrando, hasta componer un ejército de más de dos mil efectivos. También se contaba con doscientos mil pesos que Iriarte había sacado de San Luis Potosí, los cuáles sumados a los que había rescatado rayón, llegaron a medio millón. No obstante algunos jefes como Juan Aldama y Mariano Balleza comentaban entre sí la posibilidad de desertar. 

El 21 de enero, Félix María Calleja y José de la Cruz ocupan Guadalajara. 

El 22 de enero, en San Antonio Béjar, Juan Bautista de Casas se levanta en pro de la independencia y arresta al gobernador de Texas, Manuel María Salcedo. 

Destitución de Miguel Hidalgo del mando militar

Probablemente el día 23, Allende se entera de que Hidalgo estaba en la hacienda de San José y lo convoca a reunirse el jueves 24 en la hacienda de Pabellón, al norte de Aguascalientes. El objetivo de la reunión era destituir a Hidalgo del mando supremo de la insurgencia. <<Tan luego como llegó, Allende le hizo una serie de reproches apoyado por otros jefes: el fracaso de Puente de Calderón, empeñarse en decisiones equivocadas como en Aculco, su mando autocrático, excluir al rey, las ejecuciones de europeos, etcétera. Hidalgo replicó tenazmente hasta que Allende y demás lo amenazaron de muerte si no renunciaba, de modo que hubo que hacerlo. 

Rayón trató de paliar el incidente proponiendo que el mando militar recayese todo en Allende y que Hidalgo conservara el político, cosa que cuando menos en apariencia se verificó, pues el despojo del mando no se dio a conocer a la tropa y el cura siguió firmando papeles, a veces solo y a veces al alimón con Allende, pero éste último tenía el mando supremo. >>[4]

Jorge Pérez Uribe

Notas:
[1] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág.387 
[2] Ibíd., pág.388 
[3] Ibíd., pág.390-392 
[4] Ibíd., pág.393

sábado, 9 de enero de 2021

¿FUE UN INTENTO DE GOLPE? NO EXACTAMENTE, PERO TAMPOCO HA TERMINADO


Partidarios del presidente Trump rodearon el Capitolio de Estados Unidos y traspasaron sus puertas el miércoles. Credit...Jason Andrew para The New York Times

 

Los expertos dicen que las acciones recientes del presidente Trump y sus seguidores son más difíciles de detener que un golpe de Estado y ofrecen como ejemplo los retrocesos democráticos de países como Turquía y Venezuela.

Por Amanda Taub | Publicado 7 de enero de 2021 Actualizado 8 de enero de 2021.

¿Las acciones del presidente Donald Trump y de algunos de sus partidarios —que incluyen el intento del presidente el sábado de presionar al secretario de Estado de Georgia para que cambie los resultados de la elección presidencial y su incitación abierta a una turba violenta que luego atacó el Capitolio de Estados Unidos— constituyen un intento de golpe de Estado? 

Si la pregunta es si esas acciones son tan serias como las de un golpe, la respuesta es sí, dijo Erica de Bruin, politóloga de Hamilton College que ha investigado golpes de Estado durante más de una década. 

Pero el ataque violento y antidemocrático al edificio del Capitolio no encaja en la definición técnica de un golpe, a pesar de que el presidente lo incitó y lo alentó. Y, según los expertos, eso importa, porque se requieren distintas medidas para impedir que este tipo de ataques dañen a la democracia. 

Un golpe es un intento ilegal de tomar el poder a través de la fuerza o la amenaza de la fuerza que a menudo involucra al menos a una facción del ejército o de las fuerzas formales de seguridad, aunque en ocasiones cuenta con el respaldo de paramilitares u otros grupos armados. 

Eso no fue lo que pasó el miércoles en Washington. 

Aunque las personas que irrumpieron en el edificio del Capitolio estaban en algunos casos armadas, no parecen ser parte de ningún ejército organizado o de un grupo rebelde. Y, a pesar de que el presidente Trump alentó a los insurrectos en su papel de líder de ese movimiento, no intentó que el ejército los apoyara o usar otros de sus poderes presidenciales formales para ayudarlos, dijo Naunihal Singh, profesor de la Escuela de Guerra Naval cuya investigación se enfoca en los golpes de Estado.

 

 Un miembro de la turba dentro del Capitolio el miércolesCredit... Erin Schaff/The New York Times 

 

Pero ahí no termina la historia. 

Estos días, las democracias tienden a colapsar tras recaídas graduales que no llegan a cuadrar con la definición técnica de golpe de estado pero que resultan ser más dañinas. En países de todo el mundo —entre ellos Turquía, Rusia, Hungría y Venezuela— ha surgido un patrón claro en el que los líderes llegan al poder a través de elecciones pero luego socavan las normas, desmantelan las instituciones y cambian las leyes para retirar las restricciones a su poder. Al final, sus países son, excepto en nombre, dictaduras. 

El ataque de ayer, y el apoyo que recibió del presidente Trump, encaja muy bien en esa categoría. Y combatir ese tipo de retroceso antidemocrático requiere tácticas diferentes a las que se usarían contra un golpe. 

“Sabemos cómo prevenir los golpes”, dijo De Bruin, quien literalmente ha escrito un manual sobre el tema. “Contamos con una colección de medidas que pueden emplear las organizaciones internacionales, los oficiales del ejército, las personas. Pero sabemos mucho menos sobre cómo prevenir acciones antidemocráticas”. 

Y, ya sea que triunfe o que fracase, como la recaída democrática es menos absoluta que un golpe de estado, que suele terminar en un par de horas, detenerlo requiere una intervención política más prolongada. Las soluciones legales, como las detenciones y los juicios políticos, pueden ayudar a poner un alto a estas recaídas democráticas. También son de ayuda las soluciones de carácter político, como que los partidos políticos retiren el presupuesto a quienes participan en actividades antidemocráticas y las denuncias por parte de las élites partidistas. 

También importan las respuestas más sutiles. 

“Los líderes autoritarios tienen terror a hacer el ridículo porque una gran parte de su poder deriva de la conexión social”, dijo Singh. Tratarlos como si fueran respetables refuerza ese poder, dijo, pero tratar el ataque del miércoles y el apoyo que hizo Trump del mismo con el “escarnio y el resentimiento que merece” es un modo de neutralizar cualquier insinuación de que es legítimo o se realizó con autoridad. 

Partidarios de Trump en el mitin del presidente el miércolesCredit...Pete Marovich para The New York Times.
 
Algunos funcionarios republicanos así lo hicieron ayer. Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, quien durante semanas tras la elección permaneció en silencio cuando Trump denunció espuriamente fraude electoral, dijo el miércoles en el pleno del Senado que anular la voluntad de los votantes “dañaría para siempre a nuestra república”.

El senador Mitt Romney, republicano de Utah y excandidato presidencial fue incluso más franco.


“Nos reunimos debido al orgullo herido de un hombre egoísta y a la indignación de los seguidores a los que ha mal informado deliberadamente en los últimos dos meses y movido a la acción esta misma mañana”, dijo cuando la Cámara volvió a reunirse tras el ataque. “Lo que pasó aquí fue una insurrección incitada por el presidente de Estados Unidos”. 

Pero la reacción no fue para nada uniforme. En el Congreso, 147 legisladores republicanos, entre ellos ocho senadores, votaron en contra de la certificación de los resultados de la elección. Uno de ellos, el senador Josh Hawley de Missouri, antes había sido fotografiado saludando con el puño cerrado a la turba de seguidores de Trump, muchos de los cuales luego participaron en el ataque al Capitolio. 

De Bruin advirtió que los golpes y los retrocesos democráticos no son mutuamente excluyentes y que, de hecho, podían reforzarse entre sí. 

“Por supuesto, los intentos de golpe suceden en un contexto de protesta violenta”, dijo. “Eso hace que sean más probables”.