sábado, 26 de febrero de 2022

UCRANIA, ENTRE EL ZAR PUTIN Y EL BINOMIO: ESTADOS UNIDOS – OTAN

 


Ucrania, en el corazón de Rusia


<<En un principio Ruthenia es sinónimo de Rusia y se aplica al estado de Kiev; más tarde cuando Moscú aparece en la historia, se habla de Moscovia y de moscovitas para lo que hoy es Rusia y sus habitantes, mientras que se sigue hablando de Ruthenia y de rutenos para lo que es hoy Ucrania y Bielorrusia. A partir de Pedro el Grande y sus conquistas territoriales, los rusos hablan de Gran Rusia, Pequeña Rusia y Rusia Blanca, para borrar la existencia de tres naciones, parientes pero diferentes. […]

Entre 860 y 1240, el poder político de Kiev es tal que reúne a toda la región y sus numerosas naciones, pero su destrucción por los mongoles multiplica las formaciones estatales.>>[1]


¿Quién es Putin, el nuevo zar de Rusia?



<<A diferencia de 90 por ciento de los agentes de inteligencia, Putin es un burócrata anómalo: lee, piensa, toca el piano, oye a los grandes compositores, y como buen yudoca disimula sus pensamientos, sin mostrar jamás sus puntos débiles. Aunque luego, en algunas entrevistas, reconocerá que en las reuniones de los agentes “…se decía lo contrario de los clichés habituales ya convenidos. En esa época se nos permitía pensar libremente, y podíamos decir cosas que los ciudadanos comunes no podían expresar”.

En los primeros meses de 1990, el KGB traslada a Vladimir y Liudmilla a su ciudad natal, la legendaria y hermosa Leningrado. Ella (nacida en Köenisberg, la ciudad de Kant) está feliz: en su menaje carga con un lavarropas de 20 años, regalado por sus vecinos alemanes. Y él, no tanto, porque si bien lo ascienden a teniente coronel (unos rublos más), queda a cargo de un oscuro departamento de personal.

Al año siguiente, el cosmonauta Sergei Krikaliov vive una experiencia análoga a la de Putin en Dresde. En la estación espacial MIR, desesperado, Sergei insiste: “Hola, hola… ¿Hay alguien ahí?” Por consiguiente, Putin renuncia al KGB. Una decisión que en otras épocas, por aquello de los secretos de Estado, hubiera sido un tanto más complicada. Sus superiores lo tranquilizan: Haz lo que quieras. La Unión Soviética ya no existe.

Decenas de millones y millones de ciudadanos, quedan descolocados. No obstante, Putin intuye que hay una relación inversa y directa entre la formidable estación orbital MIR y el departamento de 25 metros cuadrados donde vive con su esposa y dos hijas, los padres octogenarios, y en el que tendrán que acomodar el vetusto lavarropas importado de la RDA. Y, con detenimiento, observa el fenómeno que sus jefes han interpretado como desviaciones ideológicas: la rebatiña de las empresas del Estado vendidas por nada, así como los recursos naturales del país.

Nuestro héroe entiende que las grandes corporaciones económicas de Occidente son, en efecto, las beneficiadas directas, gracias a la claudicación y entreguismo sin límites de una nomenclatura partidaria que él nunca integró. En todo caso, como buen comunista y soldado de la patria, a la que ha servido con abnegación y humildad, sabe también que el vertiginoso hundimiento del país, la negación de la realidad, la mentira oficial y la corrupción desatada, empezó por casa.

¿Qué hacer?, se pregunta Putin. Pero lejos de caer en el dilema del gran revolucionario, lo hace en sintonía con las inquietudes morales de los textos homónimos de un Chernichevski, o un Tolstoi. ¿Qué hacer? Bueno... En primer lugar, conseguir el doctorado en derecho. Y luego, establecer contacto con Anatoli Sobchak, su antiguo profesor de derecho mercantil.

En agosto de 1991, a caballo entre la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética, el golpe de Estado del ala antirreformista del partido, y la extinción de la Unión Soviética, Sobchak es nombrado alcalde de Leningrado, que al mes siguiente retomará su nombre histórico: San Petersburgo. La ciudad inmortalizada en las novelas de Gogol y Dostoievski, en la que Trotski encabezó un contingente de obreros en la revolución de 1905, y Lenin llamó a la toma del Palacio de Invierno en 1917.

El viejo profesor, uno de los coautores de la nueva constitución de la Federación Rusa (1993), necesita a su lado a un hombre de confianza y que, por sobre todo, conozca la ciudad como la palma de su mano. Putin, por supuesto. Pero cuando el ex agente cuarentón se instala en el fastuoso Palacio Smolni, advierte que las oficinas han sido vaciadas, quedando en las paredes los viejos cuadros de Lenin y las alegorías patrióticas del Estado que dejó de existir.

En su recomendable biografía de Putin, el francés Fréderic Pons apunta que la mayoría de los nuevos empleados de la alcaldía cuelgan una fotografía del alcohólico presidente Boris Yeltsin. Putin, en cambio, pide la de Pedro el Grande (1672-1725). Apunta: “Le ofrecen dos: el primero es un grabado romántico del ‘zar de todas las Rusias’. Y el otro es un retrato donde se lo ve más viejo, preocupado, tras haberse embarcado en las reformas que dejaron sentadas las bases del imperio ruso”. Putin elige el segundo.

Varios ayudantes de la época coinciden en recordar un comentario de Putin: El que lamenta la desaparición de la Unión Soviética no tiene corazón; el que anhela su restauración, no tiene cabeza. Sigilosamente, la era Putin ha empezado. El yudoca empieza su trabajo político y, nueve años después, alcanza las alturas del Kremlin.>>[2]

Putin sabe la importancia del zar dentro de la religión ortodoxa y decide ser cabeza. Existe un patriarca exiliado en Nueva York a causa del marxismo en la URSS y decide invitarlo a la actual Rusia. Establece una nueva relación con la Iglesia Ortodoxa y apoya la construcción de iglesias.

La preocupación de Gorbachov


<<Mijail Gorbachov, último presidente de la desaparecida URSS, emitió una ominosa advertencia en su entrevista a la revista alemana Der Spiegel sobre la crisis de Ucrania que podría desencadenar una guerra nuclear (Estoy verdadera y profundamente preocupado; http://goo.gl/5PpL1K).

Quien antes era llamado Gorby le tocó lidiar con la disolución de la URSS y el finiquito de la guerra fría, pero resultó muy cándido al no haber tomado las necesarias precauciones formales por escrito para impedir la posterior expansión de la OTAN.

Gorby inculpa la presente crisis con Occidente a la expansión militar de la OTAN en la esfera de influencia de Rusia que ha destruido el orden de la seguridad europea escrito en el Acta Final de Helsinki de 1975.

Explaya que la temible expansión de la OTAN se ha vuelto “un giro de 180 grados lejos de la Carta de París de 1990 firmada con todos los estados europeos para finalmente dejar a la guerra fría en el pasado”.

Condena la peligrosa mentalidad triunfalista que se ha adueñado de Estados Unidos (EU) y rechaza que sea el “triunfador de la guerra fría”, ya que sin Moscú no hubiera podido conseguir la resolución de varios conflictos regionales ni la reunificación alemana ni el retiro de las tropas soviéticas de Europa oriental ni el desarme nuclear.

Juzga que por desgracia, EU comenzó a construir un imperio global, un megaimperio, mientras empezó a rodear a Rusia con los llamados anillos de defensa, la expansión de la OTAN hacia el Este a las puertas de Moscú. Es lo que los geoestrategas rusos llaman Asa Anaconda de EU para asfixiar a Rusia>>.[3]

<<Década de 1990: Rusia deja ir a Ucrania

En diciembre de 1991, Ucrania, junto con Rusia y Bielorrusia, fue una de las tres repúblicas que sellaron la disolución de la Unión Soviética. Moscú quería conservar su influencia y vio, entre otras cosas, en la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), un instrumento para lograrlo. En el Kremlin, también creían que el suministro de gas barato sería una manera de controlar al país vecino. Pero no fue así, mientras Rusia y Bielorrusia formaron una estrecha alianza, Ucrania tenía la mirada puesta en Occidente.

Al Kremlin le desagradó esa postura, pero no hubo conflicto en la década de 1990. Moscú no estaba preocupado, porque Occidente no quería integrar a Ucrania. La propia Rusia estaba económicamente debilitada, entre otras cosas también por las guerras de Chechenia. En 1997, Moscú reconoció, con la firma del llamado "Gran Tratado", las fronteras de Ucrania, incluida la mayoría étnica rusa que habitaba la península de Crimea.


Primeras grietas en la amistad postsoviética


Bajo la presidencia de Putin, se produjo la primera gran crisis diplomática entre Moscú y Kiev. En otoño de 2003, Rusia comenzó a construir una presa en el estrecho de Kerch hacia el islote ucraniano de Tuzla. Kiev lo vio como un intento de redefinir la frontera. El conflicto escaló y se resolvió tras una reunión bilateral entre ambos presidentes. Las obras se paralizaron, pero la amistad se resquebrajó.

En las elecciones presidenciales de 2004, en Ucrania, Rusia apoyó al candidato prorruso Viktor Yanukóvich, pero la "Revolución Naranja" impidió su victoria, y ganó el político pro-occidental Viktor Yúshchenko. Durante su mandato, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania dos veces, en 2006 y 2009. Y los suministros de tránsito a la Unión Europea (UE) quedaron interrumpidos.

En 2008, el entonces presidente estadounidense George Bush, intentó propiciar la integración de Ucrania y Georgia en la OTAN. Moscú dejó claro en ese momento que no aceptaría la independencia de Ucrania. Alemania y Francia impidieron los planes de Bush. En la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dialogó con Ucrania y Georgia sobre la membresía de la OTAN, pero sin poner fecha.

Al ver que con la OTAN no había avances, Ucrania intentó impulsar la conexión con Occidente a través de un Acuerdo de Asociación con la UE. En el verano de 2013, unos meses antes de la firma, Moscú ejerció una enorme presión económica sobre Kiev y obstaculizó las importaciones ucranianas. En ese contexto, el Gobierno del entonces presidente Yanukóvich, que ganó las elecciones en 2010, suspendió el acuerdo negociado. Yanukóvich desencadenó protestas de la oposición y huyó a Rusia en febrero de 2014.


La anexión de Crimea como punto de inflexión




El Kremlin aprovechó el vacío de poder en Kiev para anexar Crimea en marzo de 2014. Fue un punto de inflexión, el comienzo de una guerra no declarada. Al mismo tiempo, las fuerzas militares rusas comenzaron a movilizarse en las cuencas mineras del Donbás, en el este de Ucrania. Se proclamaron "repúblicas populares" en Donetsk y Lugansk, con los rusos a la cabeza. El Gobierno de Kiev esperó hasta después de las elecciones presidenciales de mayo de 2014 antes de lanzar una gran ofensiva militar, a la que llamó "Operación antiterrorista".

En junio de 2014, el recién elegido presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y Putin se reunieron por primera vez, con la mediación de Alemania y Francia, con motivo de las celebraciones del 70 aniversario del Día D en Normandía. Allí nació el llamado Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia).

En ese momento, el Ejército ucraniano pudo hacer retroceder a los separatistas, pero a fines de agosto, según Kiev, Rusia intervino militarmente y de manera masiva. Moscú lo negó. Las unidades ucranianas cerca de Ilovaisk, una ciudad al este de Donetsk, sufrieron una derrota. Fue otro punto de inflexión. La guerra en un frente amplio terminó en septiembre, con la firma del armisticio en Minsk.

Guerra de trincheras en el Donbás


Desde entonces, tiene lugar una guerra de trincheras. A principios de 2015, los separatistas volvieron a la ofensiva y, según Kiev, se desplegó nuevamente el Ejército ruso. Moscú también lo negó. Las fuerzas ucranianas sufrieron una segunda derrota, esta vez en la ciudad estratégica de Debaltsevo. En ese momento, se llegó al acuerdo de paz Minsk-2, con mediación occidental, pero este sigue sin cumplirse hasta hoy.

En otoño de 2019, se retiraron las respectivas tropas, pero Putin no quiere reunirse en persona con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski porque, desde el punto de vista de Rusia, no está implementando los acuerdos de Minsk. Desde diciembre de 2021, Putin exige a EE. UU. que Ucrania nunca pase a formar parte de la OTAN y no reciba ayuda militar. Pero la OTAN ha rechazado esta demanda.>>[4]

Jorge Pérez Uribe

[1] Jean Meyer, La Gran Controversia, Tusquets Editores México, S.A. de C.V., 2005
[2] José Steingler, Vladimir Putin: Russia first, Periódico La Jornada, Miércoles 18 de abril de 2018
[3] https://expansion.mx/economia/2015/01/09/gorbachov-advierte-una-guerra-nuclear-entre-rusia-y-europa
[4]https://www.dw.com/es/rusia-y-ucrania-cr%C3%B3nica-de-un-conflicto/a-60550995


domingo, 20 de febrero de 2022

1822, SE ESTABLECE EL CONGRESO DEL IMPERIO MEXICANO

 


La convocatoria para la elección de diputados al Congreso Mexicano


<<La incertidumbre que por un tiempo prevaleció respecto al estado de las provincias centroamericanas complicó los problemas involucrados en la convocatoria para el congreso mexicano. A pesar de la opinión expresada por Iturbide, quien deseaba diputados que representarán a las clases y a los grupos sociales, tanto la junta como la regencia acordaron finalmente un plan para las elecciones del Congreso Mexicano que principalmente estaba basado en los lineamientos de la constitución española. El 17 de noviembre de 1821 la junta expidió un decreto que establecía que electores escogidos por los cabildos deberían reunirse el 28 de enero siguiente en la capital de cada provincia con el objeto de elegir diputados para una legislatura bicameral que elaboraría una constitución para el imperio. El decreto especificaba además que las intendencias y demás distritos elegirían para dicha asamblea 162 diputados y 29 sustitutos. Mencionaba 21 provincias como las divisiones territoriales de México.

Las directrices elaboradas por la junta para las elecciones de diputados establecían que estos estarían facultados para legislar sobre materias que afectaran el bienestar general. Deberían además organizar el gobierno de México de acuerdo con las bases establecidas en el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba. En particular, deberían establecer la completa separación de los poderes Ejecutivo, Legislativo y judicial, de manera que estas funciones no pudieran ser ejercidas por el mismo individuo. Obviamente había un deseo prevaleciente entre los miembros de la junta de evitar la concentración de poder gubernamental en las manos de una sola persona. Que haya sido o no ésta la razón que movió a Iturbide a oponerse a las medidas electorales, no es seguro, pero está claro que él no estaba satisfecho con ellas. En sus escritos autobiográficos escribió más tarde acerca de los arreglos electorales:

“El primer deber de la Junta, después de quedar establecida era convocar a elecciones para un Congreso que elaborara una constitución para la Monarquía. La junta se llevó más tiempo del justificado para realizar esta tarea. Se cometieron graves errores al hacer la convocatoria. Esta era muy defectuosa, pero con todas sus fallas fue aprobada. Ya no podía hacer otra cosa que darme cuenta de los males y lamentarlos. No tomaba en consideración a la población de las provincias, de tal manera que, por ejemplo, concedía un diputado a provincia de cien mil habitantes y cuatro diputados a otra que tenía tan solo la mitad de dicho número de habitantes. Tampoco consideró la Junta que la representación en el Congreso debería ir en proporción a la inteligencia de las respectivas poblaciones; que de cada 100 ciudadanos educados, podrían seleccionarse muy bien 3 ó 4 personas que poseyeran las cualidades requeridas para ser buen diputado y que de entre 1000 ciudadanos que carecían de educación y fueran ignorantes de los principios políticos, escasamente podría encontrarse a una persona con suficiente habilidad natural para saber que sería conducente para el bienestar público…”.

Aparte del populacho que era en parte excluido de las opiniones políticas, durante los primeros meses de 1822 tres facciones que pudieran denominarse partidos comenzaron a surgir en México. Algunos a los que tal vez pudiera llamárseles “republicanos” favorecían más o menos veladamente el establecimiento de una forma de gobierno parecida a la de los Estados Unidos. Otra facción estaba formada por los “borbonistas” o “realistas”; éstos deseaban ver que alguna manera de relación entre México y la Madre Patria fuera conservada. Algunos otros deseaban que dicho lazo se mantuviera de acuerdo con el Plan de Iguala; mientras que otros, especialmente después de que España rechazó el Tratado de Córdoba, llegaron inclusiva a contemplar con beneplácito que el país retornara a su anterior estado colonial. Algunas veces estos realistas fuero llamados “serviles”. Se afiliaron a veces a los “borbonistas”, pero rompieron con éstos en abril de 1822. Se trataba de los clérigos y militares adeptos al Primer Jefe a quienes alguna vez se les denominó “iturbidistas”, muchos de los cuales eventualmente se volvieron monarquistas. Después de la llegada de O´Donojú, los individuos que habían llegado a afiliarse a los masones del rito escocés estuvieron cada vez más activos.

Los periódicos recientemente fundados diseminaron las doctrinas políticas extranjeras. Entre las logias masónicas fundadas en ese tiempo estaba una llamada El Sol, la cual a la larga patrocinó un periódico que ostentaba el mismo nombre. Su fundador fue un médico que había llegado a México con O´Donojú. En el primer número de este periódico, fechado el 5 de diciembre de 1821, los editores declararon que su propósito se explicaba en el nombre del rotativo y añadieron la siguiente exhortación: “Mexicanos: ¡Vosotros sabéis bien que es el momento de elegir entre la ignorancia y el saber, entre la oscuridad y la luz y entre la tiranía y la libertad!” Algunos días después el Semanario Político y Literario de México público traducciones al español de la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776, de los Artículos de Confederación y de la Constitución de los Estados Unidos. El 23 de enero de 1822, el mismo Semanario justificó la publicación de esta Constitución explicando que muchos mexicanos deseaban leer la gran carta que había asegurado la felicidad de su vecino. No cabe duda de que los mexicanos de la clase alta estaban siendo afectados por la levadura de la filosofía política estadunidense. >>[1]


La institución del Soberano Congreso Constituyente


<<El 24 de febrero de 1822 al menos 100 miembros del “Soberano Congreso Constituyente” de México se dirigieron ceremoniosamente a la Catedral metropolitana, acompañados por miembros de la junta y la regencia. Ahí, colocando su mano derecha sobre las Sagradas Escrituras, cada diputado juró solemnemente proteger la religión católica romana, apoyar la independencia de la nación mexicana, elaborar su Constitución de acuerdo con las bases asentadas en el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba y mantener separados los tres poderes del gobierno. Hasta este momento dijo Stephen Austin, Iturbide había actuado “como el libertador de la Nación, como tenía que haber actuado el Héroe de Iguala”. La instalación del congreso fue en realidad el preludio de las diferencias entre éste y el Poder Ejecutivo, similares a aquéllas que habían hostigado a anteriores gobiernos insurgentes en México.


La junta y la regencia escoltaron a los diputados hasta el antiguo templo jesuita de San Pedro y San Pablo, donde se había escogido un salón para instalar la cámara legislativa. El Congreso pronto eligió a su presidente y a dos secretarios. De acuerdo con José María Bocanegra, diputado por Zacatecas, cuando el presidente de la regencia entró al salón, tomó el asiento más prominente. Esto provocó una protesta a la que Iturbide replicó diciendo que a él se le había asignado el lugar más alto en las sesiones de la junta. Después de cambiarse a un lugar situado a la izquierda del presidente del Congreso, Iturbide, quien rara vez perdía la oportunidad de expresar sus opiniones, pronuncio un discurso en el que felicitaba al pueblo mexicano por entrar en posesión de sus derechos. Declaró que esta gloria era uno de los motivos que lo habían inducido a él a formar el plan de Independencia. Manifestó satisfacción al observar a los diputados instalados en donde podrían elaborar buenas leyes sin enemigos en casa o en el extranjero. Les advirtió, sin embargo, que fuerzas extranjeras observaban celosamente sus procederes. Manifestó la esperanza de que el Congreso estableciera los límites que la justicia y la razón prescribían para la libertad, de manera que no pudiera ser forzada a sucumbir ante el despotismo ni a degenerar en libertinaje. Así, Iturbide pronto presintió una situación que con frecuencia ha confrontado a los magistrados latinoamericanos. […]

El primer decreto expedido por el Congreso declaró que la soberanía de la nación mexicana residía en los diputados[2], que la religión católica era la religión del Estado con exclusión de cualquier otro credo, que el gobierno sería una monarquía constitucional moderada denominada Imperio mexicano y que se invitaba al trono imperial a las personas designadas en el Tratado de Córdoba. El Congreso declaró además que los Ejecutivo, Legislativo y judicial no debían de permanecer unidos y que él poseía la autoridad legislativa total. Por lo pronto delegaba el Poder Ejecutivo de la nación en la regencia, en tanto que la autoridad judicial sería ejercida por los tribunales existentes y por otros que para tal efecto podrían crearse podrían crearse. Más aún los diputados formularon un juramento de fidelidad al nuevo régimen que deberían prestar los miembros de la regencia. Entre otras estipulaciones, el juramento establecía que los regentes debían reconocer que la soberanía de la nación mexicana estaba depositada en los diputados. Así, tan pronto como el 24 de febrero de 1822, el Congreso de México lanzó en guante en reto al magistrado en jefe.


Ese mismo día el Congreso expidió un decreto que establecía la forma en que éste debería recibir a la regencia. Un día después, Iturbide envió una carta a José Odoardo miembro de la Audiencia de México, quien había sido escogido como Presidente del Congreso para preguntarle sobre su asiento en dicha asamblea. Proponía que ésta le concediera como favor especial un lugar superior a los asientos ocupados por los diputados. Expresaba la opinión de que dicha prorrogativa constituiría un justo reconocimiento a los peligros y privaciones que él había sufrido durante la transformación de México de una colonia esclavizada a un imperio. Los secretarios del Congreso replicaron que este asunto sobre la etiqueta en la Corte había sido considerado con antelación a la recepción de su carta. Explicaron que aunque Iturbide había librado a los mexicanos de la dominación española y era el primer ciudadano del imperio, la legislatura no podía darle el asiento más alto. Al mismo tiempo los secretarios informaron a Iturbide que el Congreso le había asignado, como libertador del país, el asiento de más honor, después del que pertenecía a Odoardo. Estipularon, sin embargo, que su escolta personal no debía entrar al salón del Congreso y que mientras estuviera presente en las sesiones no debería Iturbide desenvainar su espada.

La legislatura anunció el 25 de febrero que la junta había cesado en sus funciones. Al día siguiente expidió un decreto disponiendo que todos los funcionarios públicos deberían rendir el mismo juramento de obediencia al Congreso que había sido hecho por los miembros de la regencia. Más aún, estipuló que el Poder Ejecutivo debía publicar los decretos del Congreso precedidos de este preámbulo: “La Regencia del Imperio autorizada para gobernar temporalmente en ausencia de un emperador, hace saber que Soberano Congreso Constituyente ha decretado lo siguiente:...” El 1° de marzo el Congreso declaró que el 24 de febrero, el 2 de marzo, el 16 de septiembre y el 27 de septiembre serían días de fiesta nacional y que deberían ser celebrados con misas y salvas de artillería. Diez días después tomó medidas tentativas para reformar la administración financiera requiriendo a los funcionarios fiscales locales que presentarán regularmente informes al Secretario de Hacienda. También les prohibió realizar determinados gastos del erario público, sin la autorización de este último. El mismo día se ordenó a los intendentes rendir informes acerca de las entradas y salidas de dinero en sus distritos respectivos. Iturbide estaba considerando una reorganización mayor, ya que una carta que escribió al intendente de la provincia de Puebla mencionó la necesidad de tomar decisiones acerca de la fuerza del ejército, la creación de una marina y la elaboración de una constitución.

La legislatura mexicana pronto adoptó ciertas medidas curativas. El 16 de marzo de 1822 expidió un decreto que tenía por objeto frenar el cobro de los empréstitos forzados como estipular que los montos involucrados en ellos deberían ser usados para sostén del ejército. Prontamente después Iturbide informo al Secretario de Hacienda que a pesar de que las comunidades religiosas habían suscrito 280 000 pesos para el empréstito y de que los cabildos eclesiásticos habían suscrito una enorme suma, tenía temor de que la suma total del préstamo no estaría disponible. De hecho se había recibido un informe del obispado de Sonora notificando que no podía suscribir ni un solo real. Esto sucedió en el momento en que la transportación de los oficiales de las desbandadas tropas realistas desde Veracruz a la Habana había causado un gasto adicional al tesoro imperial.>>[3]

Stephen Austin, quien había llegado a la Ciudad de México a importunar al gobierno con la solicitud de una dotación de tierras, registró que la capital se encontraba en una condición de agitación, el espíritu partidista estaba creciendo y la opinión pública vacilaba respecto a la forma de gobierno que debería adoptarse.

Las relaciones entre el gobierno imperial y la santa Sede no estaban todavía establecidas y existía la controversia sobre el Patronato Real. Más aún, un decreto del 4 de mayo de 1822 mostró la intención de la legislatura de obtener el control de la autoridad político-eclesiástica.

<<Mientras tanto el general realista Dávila en Veracruz, había estado abrigando esperanzas de que Iturbide no estuviera todavía perdido para la causa por la que arduamente había luchado. El 23 de marzo el español le envió una carta significativa. Después de hacer un repaso por la lucha de la independencia, Dávila argüía que ésta no podía tener éxito en México. Hasta se aventuró a proponer que para evitar las desgracias que esperaban al país, los que habían cambiado de bando deberían de unirse nuevamente a los realistas.

Frases particulares de la carta despertaron en Iturbide serias dudas respecto de la lealtad hacia el nuevo régimen de ciertos miembros de la regencia y también de algunos diputados. En una sesión del Congreso, donde él ocupaba un lugar cerca de su presidente, abiertamente aprovechó la ocasión para afirmar que de acuerdo con documentos que tenía en su posesión, había traidores en ese salón. Según Alamán uno de los diputados se metió esta acusación a la boca, entre sus dientes. Cuando el Congreso examinó la carta de Dávila que parece haber sido la prueba que aportó para la acusación, no encontró nada que confirmara las sospechas de Iturbide. De hecho, ciertos diputados sintieron que al cartearse con un enemigo del Estado, la cabeza de la regencia había actuado traidoramente. Para adaptar el relato de un diputado sobre la escena resultante, José Odoardo Presidente del Congreso, exclamó con respecto a la acusación de Iturbide: “¡César ha cruzado el Rubicón!” Esta frase, enérgicamente pronunciada, dijo Alamán, causó una profunda impresión, “aunque la mayor parte de los diputados no sabían qué cosa era el Rubicón, ni porque lo había cruzado César” [4].

Esta ocurrencia llevó al clímax la excitación. Justo después de la dramática escena, el Héroe de Iguala replicó a la invitación de Dávila de unirse nuevamente a los realistas con elocuentes palabras que no dejaron dudas respecto a su actitud:

¿Qué interés, que recompensa podría persuadirme para cometer tan afrentosa infamia?... ¡Permitid al imperio Mexicano ser feliz e independiente, con eso yo seré recompensado! Con esta gloria y otro nicho distinto al que vos deseáis, no ambicionaré el distinguido lugar que ante la ciudad vos me ofrecéis en nombre del rey español. Nada que dicho rey y la nación española pueda darme podrían, en mi opinión, igualar el precio de la absoluta independencia de mi país. Absoluta independencia es lo que yo proclamé y eso es lo que tengo que sostener, las medidas conciliatorias que vos proponéis… no podrían ser en sustancia nada más que la anterior dependencia onerosa de México con respecto de España que duró tres siglos…

Para dar a conocer al público sus opiniones, Iturbide insistió en que su correspondencia con Dávila fuera impresa en la gaceta oficial. Obviamente la actitud intransigente que él asumió así públicamente frente a la reconciliación con España, no disminuyó La grieta que ya se había hecho visible entre los monarquistas borbónicos y los iturbidistas. Otro signo de disidencia se mostró en el Congreso la noche del 11 de abril de 1822 cuando se hicieron cambios en el personal de la regencia: El diputado Bocanegra afirmó que esta medida era una victoria de la facción borbónica.>>[5]

Jorge Pérez Uribe


Notas:
[1] Spence Robertson William, Iturbide de México, México, FCE, 2012, págs. 236 - 239
[2] Si anteriormente era el rey el que se atribuía la soberanía, ahora era el Congreso el que caía en tal aberración y excediéndose en sus facultades delegaba el Poder Ejecutivo de la nación en la Regencia; era ya el Congreso el “Supremo Poder de la Nación” .
[3] Spence, op. cit. págs. 240 – 24
[4] La expresión “Cruzar el Rubicón” se refiere a encontrarse en una situación complicada de la que no se puede volver atrás, solo seguir adelante. Se la asocia con la decisión de seguir adelante a pesar de los posibles riesgos de esa decisión. La decisión que tomó Julio César e inspiró esta frase fue desobedecer la prohibición de cruzar el río armado, que era frontera entre Roma y la Galia.
[5] Spence, op. cit. págs. 245 – 246

domingo, 13 de febrero de 2022

PSICOPATOLOGÍA DEL PRESIDENTE LÓPEZ OBRADOR







Por Denise Meade Gaudry*

Esto lo escribí hace más de 2 años y como la psicopatología no desaparece sino que puede incrementar sus síntomas, sigue vigente.

Voy a tratar de explicar la diferencia entre la insania y la salud mental de forma fácil y sin tecnicismos, para lograr entender lo que hoy observamos en el presidente de México.

A través de la historia de la psicología y de la psiquiatría, se han llevado a cabo diversas clasificaciones de la conducta que se considera normal o anormal. Existen dos manuales diagnósticos, que han sido actualizados con los años y que nos marcan a los profesionales de la salud mental, cuáles son las enfermedades mentales y los criterios para su diagnóstico: DSM y CIE.

La normalidad de una conducta no significa que sea lo más adecuado o lo más sano, sino que corresponde a lo que se encuentra dentro de la norma de esa sociedad, es decir, las conductas que realizan la mayoría de ese grupo de personas. Por tanto, la salud mental es contextual. Por lo que, cuando una persona se conduce fuera de esa normalidad, se le considera anormal o que padece una enfermedad mental.

Los trastornos mentales son justamente eso, las clasificaciones que se han hecho de esas conductas fuera de la norma.

Cuando escuchamos la palabra “loco” o enfermo mental, nos imaginamos a un personaje con lenguaje o conductas que pareciera no ser compatible con nuestra realidad, ¿no? Sin embargo, no siempre es así. Las enfermedades mentales se clasifican en dos: Las de tipos neurótico y las de tipo psicótico. Estas últimas efectivamente, afectan a la persona de tal manera que pierde el contacto con la realidad y lo incapacita mentalmente. Nos referimos, por ejemplo, a una persona que sufre esquizofrenia, delirios, alucinaciones, etc.

Lo que vemos como conducta o lenguaje nos indica claramente que padece una condición mental anormal o enfermedad mental. En estos casos, se trata de un desbalance en la química del cerebro y es muy evidente.

Sin embargo, las enfermedades mentales de tipo neurótico son más difíciles de identificar o de diagnosticar a simple vista, ya que la persona no pierde el contacto con la realidad y pueden continuar funcionando en su contexto, de forma aparentemente normal. Pero, presenta disfuncionalidad en su actuar cotidiano, así como lenguaje “chistoso” o errático. Ideas extrañas o extremas. Irritabilidad, solo por dar un ejemplo, pues dependerá del tipo de trastorno que presente.

Cada uno de estos trastornos tiene sus propias características y, por tanto, sus criterios para poder ser diagnosticados.

Todos, sin excepción, tenemos *RASGOS* de los denominados trastornos mentales. ¡Así es! Se refiere a las posibilidades de ser o de actuar de las personas.

Por ejemplo, si una persona tiene pensamientos de que necesita limpiar y no puede salir de su casa sin hacerlo o de mantener todo en orden, esto corresponde a que esa persona podría tener *RASGOS* del trastorno obsesivo compulsivo, sin ser una actividad que la incapacite funcionalmente.

Cuando esas ideas obsesivas y conductas compulsivas se exacerban y no le permiten funcionar adecuadamente, le causan un dolor emocional a el/ella o a las personas que la rodean, entonces sí podríamos estar hablando de un *TRASTORNO MENTAL DE PERSONALIDAD*. Esa es la diferencia entre la conducta normal y la anormal (psicopatológica).

Aún con un trastorno, esa persona sigue conviviendo socialmente y de involucrarse en la vida cotidiana y social, y en la de muchos de los casos, ignora que lo padece, aunque los demás, notan algo “raro” o se les complica convivir con él/ella.

Por lo anterior, podemos entender que la mayoría de las personas que sufren serios trastornos de personalidad, se encuentran entre nosotros y no sabemos el porqué de su actuar. Simplemente deducimos que es algo “raro” o nos percatamos que es una persona o se hace mucho daño o que le hace daño a los demás.

Su lenguaje o su actuar nos parece “extraño”, pero no consideramos que “sea para tanto” como para considerarle enfermo mental, pero puede que sí lo sea, y uno peligroso para los demás o para sí mismo. Además, una persona puede padecer la combinación de varios trastornos, no solo uno particularmente.

*Particularmente en el caso de López*, en su conducta y en su lenguaje se observa:

Una clara *falta de empatía* por el daño que causa, no se responsabiliza de sus actos, culpa a los que lastima y se victimiza; además, se considera superior a los que llama sus “adversarios” y considera que él está por encima de la ley; también, sufre de delirios de grandeza y miente descaradamente sin ningún reparo ni remordimiento, aunado una clara falta de control de impulsos en su lenguaje y en su conducta.

Para él todo es blanco o negro, es decir, o estás con él o en su contra, reflejo de la inestabilidad emocional y de su inseguridad. Sus reacciones denotan ira inapropiada, intensa o incontrolable;

*Trastorno narcisista de la personalidad*


Significa que tiene un sentido grandioso de su propia importancia y lo absorben fantasías de éxito ilimitado; se considera especial y único: sólo puede ser comprendido por, y sólo debería asociarse con otras personas especiales o de alto estatus personal o institucional; requiere excesiva admiración (es un síntoma que denota una baja autoestima y una gran preocupación por cómo lo ven los demás); tiene un sentido exagerado y no equitativo de sus propios derechos.

Intenta recibir halagos constantemente, desplegando un gran encanto. Espera un trato especial y se irrita con los que protestan.

Organiza actos de reconocimiento a sus “éxitos” (tren maya y otros eventos).

Es orgulloso y envidioso.

Espera una gran dedicación de los demás y puede hacerles trabajar en exceso sin tener en cuenta el impacto que esto pueda tener en sus vidas.

Asimismo, piensa que se le debe todo y es muy pretencioso, con irrazonables expectativas de un trato especialmente favorable o de una aceptación automática de sus deseos. Es reacio a reconocer o identificar las necesidades y sentimientos de los demás y frecuentemente es envidioso de los demás o cree que los demás le tienen envidia, mostrando actitudes y comportamientos arrogantes, altivos o prepotentes.

*Trastorno paranoide de la personalidad*


Sospecha, sin base suficiente, de que los demás se van a aprovechar de él, le quieren hacer daño o lo quieren engañar.

En las observaciones o los hechos más inocentes, vislumbra significados ocultos que son degradantes o amenazadores; alberga rencores durante mucho tiempo (Calderón), por ejemplo, no olvida los insultos, injurias o desprecios; percibe ataques a su persona o a su reputación que no son aparentes para los demás y está predispuesto a reaccionar con ira o a contraatacar.

Es reivindicador nato, pues él decide quiénes son los buenos y quiénes los malos, sin medir las consecuencias ni la oportunidad. Suele ser “provocado” por los adversarios y no dudan en acusar sin pruebas, incluso a sus propios correligionarios.

Es rencoroso e incapaz de tolerar las críticas, un señalamiento o una observación.

Tolera muy mal un ataque o una crítica.

Siempre hay enemigos que combatir: Los fifís, los corruptos, la prensa fifís, los empresarios, etc.

*Trastorno histriónico de la personalidad*


Necesita ser el centro de atención en el escenario de su vida y reclama un auditorio o espectadores como estímulo para su accionar diario. Necesita llamar la atención, brillar, ser considerado por todos, aún por los adversarios. Tolera muy mal un ataque, una crítica, igual que el paranoico.

Practica el gatopardismo (acomoda el discurso a la audiencia) –cambiar un poco para no cambiar nada-, y la simulación camaleónica, aunque no pierde su hábito de pavo real.

Es vivaz, seductor y dramático en sus presentaciones.

Adopta posturas demagógicas y permisivas para que lo crean tolerante, compasivo y bueno.

Se siente incómodo en situaciones en las que no es el centro de atención y tiene un estilo de hablar que se basa excesivamente en las impresiones o generalizaciones, pero que carece de detalles.

*Trastorno antisocial de la personalidad*


Lo característico es el desprecio y violación a las leyes y a los derechos de los demás, o de las principales normas o reglas sociales. Utiliza el engaño y manipulación como recursos más frecuentes para obtener sus deseos.

Engaño, que se manifiesta por mentiras repetidas, utilización de alias o estafa para provecho o placer personal.

Impulsividad o fracaso para planear con antelación.

Irritabilidad y agresividad, que se manifiesta por peleas o agresiones físicas repetidas (historia de López en su juventud y como oposición).

Desatención imprudente de la seguridad propia o de los demás.

Ausencia de remordimiento, que se manifiesta con indiferencia o racionalización del hecho de haber herido o maltratado a alguien. Siempre justifica y culpa a los que lastima. La víctima siempre va a ser él.

Estas solo son algunas de las características de personalidad que le hemos visto en público al presidente, sin embargo, no sabemos cómo se comporta en la vida privada para que pudiéramos aumentar o confirmar el cuadro de patologías.

La información que nos brinda todos los días, es suficiente para determinar y observar claras señales de que padece de la combinación de varios trastornos mentales, como: trastorno de personalidad narcisista, paranoide, antisocial y límite, acompañados de megalomanía, baja autoestima y un profundo resentimiento social.

Tristemente para los mexicanos, como su nombre lo indica, “son personalidad”, lo que significa que no se quita. Al contrario, pueden aumentar los síntomas y acentuarse. Es por lo que día a día nos sorprendemos de las que hoy llamamos coloquialmente “ocurrencias” o “locuras”, pero no lo son, es el reflejo de su insania mental.


*La Dra. Denise Y. Meade Gaudry cuenta con Doctorado (P.D.) en Psicología clínica por la Universidad de las Américas, A. C. y es doctora en psicoterapia; maestra en psicoterapia, perito en psicología forense, especialista en violencia familiar y de género, en abuso sexual infantil y en reprocesamiento de trauma.

Actualmente realiza el Doctorado en Neurociencias y psicopatología forense, del Instituto Nacional de Ciencias Penales y el Instituto de Neurología.

sábado, 5 de febrero de 2022

UN NACIENTE IMPERIO: TOTALMENTE QUEBRADO Y SIN RECONOCIMIENTO

 



Un país totalmente quebrado por 11 años de guerra intestina


<<Debido a la depauperada condición de la tesorería virreinal, surgieron serios problemas respecto al financiamiento del imperio. A principios de octubre (1821), la junta aprobó la reducción de la alcabala, tal como lo había anunciado Iturbide en Querétaro. Una comisión especial de la Tesorería recomendó que se pagara de inmediato a los mercaderes de Manila el valor de su convoy de especias que había sido capturado por los soldados de Iturbide, hipotecando al efecto ciertos fondos debidos al gobierno por parte de cuatro catedrales. El 22 de noviembre la junta decretó que, en espera de la elección de un emperador o de la acción del congreso, las monedas acuñadas en México deberían de llevar la misma imagen e inscripción que en 1820. Alrededor de tres semanas después, la junta aprobó una lista de los derechos con que serían gravadas las importaciones y exportaciones realizadas a través de los puertos marítimos de México. A fines de 1821, Iturbide circuló una proclama solicitando suscripciones voluntarias con objeto de vestir la desnudez de los soldados. Para aliviar los apuros financieros, a principios del año siguiente la junta autorizó a Iturbide para que consiguiera un préstamo de 1,500,000 pesos.

El 4 de enero, Iturbide presentó un informe a ese cuerpo quejándose de que sus peticiones derivadas de las presionantes necesidades financiera del ejército, que en ese tiempo, incluyendo a la guardia nacional sumaban alrededor de 68,000 hombres, habían sido ignoradas. Era imposible, argüía, conservar la disciplina entre soldados que no estaban alimentados. Como las condiciones de la Tesorería no mejoraban, el 1° de febrero la regencia presentó otro informe a la junta que enfatizaba la urgente necesidad de fondos para el sostenimiento del ejército. De hecho los ingresos y egresos del gobierno se equilibraban solo porque grandes sumas eran transferidas a la Tesorería desde el Consulado de la Ciudad de México, desde la Casa de Moneda y de los fondos que habían sido donados con propósitos píos. En resumidas cuentas, la historia financiera de este período fue en gran parte formada por una serie de intentos del gobierno de pasarla como se pudiera, mediante la adopción de un recurso tras otro.

Iturbide se sintió impulsado a hacer una nueva petición a la Iglesia. El 9 de enero de 1822 pidió a la catedral de Guadalajara que le suministrara 400,000 pesos en el término de seis meses. En un estilo similar, un préstamo de 150,000 fue solicitado del obispo de Durango. Al obispo de Oaxaca se le pidió la contribución de 200,000. No puede presumirse, sin embargo que haya podido disponerse de inmediato de estos préstamos forzados. La orden de San Agustín de la diócesis de Michoacán respondió a Iturbide a través de su provincia que, aunque la orden no tenía dinero para pagar la contribución, le daría al gobierno cualquiera de sus haciendas para que por el uso de sus productos pudiera obtenerse la exacción requerida. Debido a la falta de fondos para afrontar sus gastos corrientes, la Academia de San Carlos tuvo que cerrar sus puertas.
 
Los gastos hechos por la casa imperial tornaron más aguda la crisis financiera. De acuerdo con un memorándum de francisco de Paula Tamariz, interventor del ejército, del 8 de octubre de 1821 al 20 de marzo de 1822, el Primer Jefe recibió del tesoro público la suma de 77 884 pesos a cuenta de su salario. Entre los datos concernientes a las limosnas un recibo encontrado entre los papeles de Iturbide demuestra que el generalísimo recibió del mayordomo imperial 200 pesos para ser distribuidos durante el mes de enero de 1822 entre los pobres de su ciudad natal. Aunque además de pagarle a Iturbide un salario y afrontar sus gastos incidentales, el gobierno pago los gastos de la casa imperial y a pesar de que algunos de los fondos pudieran haberse usado torpemente, no se han encontrado pruebas de que Iturbide haya forrado su bolsa privada con fondos escamoteados al tesoro público.>>[1]

La acuñación de moneda




Moneda de 8 reales México 1821

Por lo que hace a la acuñación de moneda, durante los años 1821 y 1822 se siguió acuñando moneda a nombre de Fernando VII en las distintas Casas de Moneda del Virreinato de Nueva España, ya que jurídicamente y de acuerdo con el Pacto de Iguala y con los Tratados de Córdoba, el monarca español o alguno de los miembros de su dinastía seguiría siendo el soberano, y hasta su aceptación y coronación un Consejo de Regencia ejercería el poder ejecutivo, a nombre del Imperio Mexicano.


Desde el principio abundaron los envidiosos e inconformes


Carlos María de Bustamante

A los críticos de Iturbide hay que investigarlos a fondo para conocer cuál es su calaña. Tal es el caso del abogado oaxaqueño Carlos María de Bustamante que en 1808 era un fervoroso súbdito de Fernando VII y de la monarquía católica y que promovió que se elaboraran medallas con la efigie del rey. Calificó de “horrorosa” la rebelión de Miguel Hidalgo. En 1812 cambiaría al bando insurgente, cuando participó en los primeros comicios populares de la Ciudad de México, auspiciados por la Constitución de Cádiz y fue perseguido por ello por el virrey Francisco Xavier Venegas. En 1813, el virrey Félix María Calleja tuvo la idea de reunir la mayor cantidad de documentos posibles sobre las insubordinaciones en la Nueva España para escribir una historia sobre ello en lo futuro, encomendándole a su secretario Patricio Humana, elaborara copias de todos los documentos capturados a los rebeldes para mandar a España. Por azahares del destino esa documentación cayó en manos de Bustamante; quien así se convirtió en el gran historiador, pero que a imitación del escritor contemporáneo Francisco Martin Moreno, agregó mucho de su fantasía personal para inventar episodios románticos y de gran heroicidad como el del “Pípila” o el del “niño artillero de Cuautla”.

Su odio hacia Iturbide nació cuando éste, a escasos dos meses de la entrada del Ejército Trigarante, le reclamó una anécdota que puso en su <<Cuadro histórico de la revolución mexicana”, según la cual “el realista Agustín de Iturbide recibió un ejemplar de la Historia del padre Mier y quedó tan impresionado con lo que leyó que decidió pelear a favor de la independencia. Por supuesto, Iturbide reconvino al historiador: “Usted dice en la primera carta de su Cuadro, que yo con la lectura de la obra del Padre Mier me arrepentí de haber perseguido a los insurgentes; yo jamás puedo arrepentirme de haber obrado bien y dado caza a pícaros ladrones; los mismo sentimientos que tuve entonces tengo ahora: vaya y retráctese de cuanto ha escrito en esta parte”.>>[2]

Bustamante nunca se retractó, pero a fines de 1822, la serie de Documentos, La Abispa y el "Cuadro histórico" dejaron de publicarse y reiniciaron un mes después de la abdicación de Iturbide. Para entonces el Bustamante partidario de la monarquía española, ya era republicano y admirador de los Estados Unidos y un activo miembro de la masonería del Rito de York.

Otro importante opositor fue Francisco Lagranda, que en diciembre 1821 publicó un panfleto intitulado “Consejo prudente sobre una de las garantías”, el cual argüía en contra de la doctrina de unión de los mexicanos, incitando a los españoles para que depusieran sus propiedades y salieran de México. Ante ello el 11 de diciembre de 1821, varios oficiales del Ejército de la Tres Garantías, enviaron una fuerte protesta a Iturbide, urgiéndole que suprimiera el citado panfleto y que castigará a aquello autores que abusaran de la libertad de prensa. Lagranda fue condenado a 6 años de prisión.

<<A principios de 1822, la oposición a las políticas gubernamentales había llegado a ser tan pronunciada que el secretario Domínguez autorizó una investigación. En un informe a Iturbide afirmaba que se estaba preparando un complot en la capital contra el régimen existente y que, en caso de que las quejas de los conspiradores no fueran bien recibidas, el magistrado en jefe sería aprehendido por la fuerza armada. Se lanzaría entonces un manifiesto para justificar este acto arbitrario, Se enviarían emisarios a los distritos exteriores para ganar adeptos. Se distribuirían carteles vituperando las virtudes del comandante en jefe, censurando su conducta y ridiculizando las actividades de la junta. Entre los personajes importantes supuestamente implicados en la conspiración estaban los generales Miguel Barragán, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Bravo se encontraba entre 27 personas arrestadas en noviembre de 1821, sospechosas de deslealtad. >>[3]. La reforzada Masonería Escocesa, refundada y dirigida por Manuel Codorníu, médico de Juan O´Donojú dejaba ya sentir su mano.

<<Que Iturbide estaba ansioso por mantener contacto con mexicano inteligentes respecto a problemas políticos de importancia, fue demostrado por un cuestionario que el mismo hizo distribuir a principios de 1822 entre líderes de varios distritos de importancia, fue demostrado por un cuestionario que el mismo hizo distribuir a principios de 1822 entre líderes de varios distritos acerca de la forma de gobierno que era más deseada. Documentos inéditos coleccionados por el erudito mexicano Genaro García prueban que la opinión en favor de invitar a un príncipe extranjero para ocupar el trono mexicano no tenía fuerza, que algunas personas deseaban un sistema republicano y que había un considerable sentimiento en favor de una monarquía limitada. Antonio de Santa Anna escribió desde la ciudad de Veracruz el 15 de abril de 1822, que la parte inteligente de la población favorecía “una forma de gobierno constitucional y monárquica”, que la facción republicana tenía pocos partidarios y que sus adeptos eran “débiles, volubles o superficiales”. No faltan partidarios juiciosos” continuaba, que favorecen la república, “ya sea porque no desean ver a un monarca español o extranjero ocupando el trono del imperio, de quien ellos estarían celosos, o porque no desean arriesgar que haya desavenencias internas en el caso de que el congreso invite a un mexicano a ocupar el trono”.>>[4]

Los desacuerdos con España


<<La política internacional tuvo influencia sobre la política del gobierno mexicano. Aunque Iturbide había escrito a Juan Gómez de Navarrete para informarle del Tratado de Córdoba, parece que él dejó a los diputados mexicanos en las Cortes españolas en libertad de actuar como juzgaran conveniente. Como señaló más tarde, fue extraño que no se enviaran comisionados a Madrid a negociar un arreglo con la Madre Patria como se había estipulado en el Tratado de Córdoba. Al enterarse de ese tratado, el Consejo Español de Estado opinó que España no debería consentir con el desmembramiento de sus dominios transatlánticos. Como una réplica a los alegatos de que el general O´Donojú tenía autoridad para firmar el discutible tratado, una junta del Ministerio de las Colonias decidió enviar una circular a todas las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de la América española para notificarles que en lugar de haber autorizado a O´Donojú “para celebrar este tratado o para negociar cualquier transacción que tuviera como base la independencia, Su Majestad estaba ocupado en tomar las medidas requeridas por la condición de las colonias”.>>[5]

Recordemos que las noticias tardaban 2 meses o más en viajar por mar, por lo que ignorantes en España de la muerte de O´Donojú, el 7 de diciembre de 1821, el ministro de las Colonias Ramón Pelegrín envió una circular a las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de las Indias Españolas, notificándoles que su gobierno “no había otorgado a O´Donojú ni a ninguna otra persona la autoridad para negociar convenios que reconocieran la independencia de ninguna provincia transatlántica”. El Consejo de Estado decidió que el capitán general fuera destituido de inmediato y notificó a las naciones extranjeras que O´Donojú había actuado sin autorización de su gobierno.

<<Más aún, aparentemente todavía ignorante de la muerte de O´Donojú, el 21 de diciembre de 1821, el mismo consejo nombró al mariscal Juan Moscoso para reemplazarlo como magistrado en jefe de México. En vía de réplica las críticas de la actitud del gobierno hacia la revolución en México, en febrero de 1822 el ministro de las Colonias declaró a las Cortes que el mundo no se había percatado de que las deplorables condiciones existentes en España habían afectado seriamente su política colonial.

A instancias del Consejo de Estado, Pelegrín envió un despacho al embajador español en parís para informarle que en vista de que podrían surgir dudas respecto a las directrices dadas a O´Donojú, él deseaba dar a conocer que dicho oficial no había recibido ningunas instrucciones que fueran inconsistentes con los principios constitucionales españoles. Después de un animado debate, el 13 de febrero de 1822 las cortes aprobaron un decreto que establecía que el gobierno debería enviar comisionados a las revoltosas colonias, quienes transmitirían a España las propuestas de los insurgentes. El decreto declara que el Tratado de Córdoba era ilegal y nulo. Disponía además que el gobierno debería informar a las otras naciones que España siempre consideraría el reconocimiento que ellas dieran a la independencia de sus colonias americanas como una violación a los tratados existentes. […]

La circular de Pelegrín que repudiaba las negociaciones entre Iturbide y O´Donojú fue impresa en la Gaceta Imperial de México el 28 de marzo de 1822. En un comentario a propósito de la desautorización del Tratado de Córdoba dicho periódico denunciaba la política colonial de España, justificaba el movimiento de independencia de México y declaraba que su pueblo nunca se sometería al gobierno español. Durante el siguiente mes, el congreso que había sido convocado en México expidió un decreto que ordenaba a los habitantes de todas sus ciudades, pueblos y villas que hicieran un juramento solemne en reconocimiento de la soberanía de la nación. La Regencia ordenó que este decreto fuera observado tanto por los dignatarios civiles, religiosos y militares de todas las clases, como por las fuerzas armadas.

La absoluta desautorización por parte del gobierno liberal español del convenio firmado por Iturbide y O´Donojú constituyó un nuevo y fresco estímulo para aquellos que favorecían la independencia absoluta y desvaneció el proyecto de un arreglo que hubiera permitido a la madre patria sostener a México como su apéndice.

Este resultado agrado a los partidarios que deseaban la independencia absoluta y no calificada. Por otro lado el repudio al Tratado de Córdoba desagradó a la nada despreciable facción que había favorecido el Plan de Iguala, porque éste contenía la promesa de conservar algunos de los lazos que unían a México con España. Cuando el secretario colombiano de Relaciones Exteriores se enteró de que las Cortes habían desautorizado el Tratado de Córdoba, expresó su opinión de que los diputados habían estado locos al rechazar públicamente un acuerdo del cual España habría podido obtener “inmensas ventajas”.

Buscando el reconocimiento internacional de otras naciones


 
James Monroe

México tomó la iniciativa a principios de 1822 respecto a sus relaciones con las naciones independientes del Nuevo Mundo. El 3 de enero la junta decidió que ya que había sido proclamada la independencia del Imperio mexicano, enviaría embajadores a Londres, Roma y Washington. Cinco días después Iturbide escribió una carta al Presidente James Monroe notificándole que el capitán Eugenio Cortés había sido designado como agente ante Estados Unidos con el objeto de comprar los barcos con los cuales se comenzaría a formar la marina del Imperio mexicano. El 10 de enero Iturbide giró instrucciones ordenando a Cortés que procediera a dicho país para adquirir una fragata y algunas corbetas para el gobierno. En respuesta a una carta en la que presentaba al comisionado y en la que Iturbide expresaba su gratitud por los servicios de Henry Clay en favor de la misión de Cortés, éste estadista replicó el 15 de marzo de 1822 que él había tenido el mayor interés en todo lo relacionado con la independencia y prosperidad de Hispanoamérica y especialmente de México. Ofrezco a Vuestra Excelencia mis más cordiales felicitaciones por el gran logro que ha liberado a ese Reino del yugo de Europa –escribió Clay- y mis sinceros deseos de que esta revolución, tan felizmente consumada con tan poco derramamiento de sangre resulte en el firme establecimiento de la libertad y de un gobierno liberal. Cortés escribió a Iturbide desde Baltimore para informarle que había conocido a Clay, quien lo había tratado con urbanidad. El agente mencionaba además que el reciente mensaje de Monroe al congreso insistiendo en que Hispanoamérica tenía el derecho al reconocimiento, mismo que no debería de negársele. En una carta sin fecha dirigida al presidente estadunidense, Cortés sugería que la independencia mexicana debería ser reconocida por los Estados Unidos. El secretario de Estado John Quincy Adams escribió al secretario de Relaciones José Manuel de Herrera el 23 de abril de 1822 que el presidente Monroe estaba deseando recibir un agente diplomático de México y que además su gobierno obraría recíprocamente enviando a un embajador a la capital mexicana. El 4 de mayo Monroe firmo un proyecto de ley que asignaba fondos para el establecimiento de legaciones en los países hispanoamericanos independientes.>>
[6]

Jorge Pérez Uribe


Notas:
[1] Spence Robertson William, Iturbide de México, México, FCE, 2012, págs. 226-228.
[2] Revista Relatos e historias en México, La invención de México, Alfredo Ávila Rueda, N° 1131, julio 2019
[3] Spence, op. cit. págs. 229 – 230
[4] Spence, op. cit. págs. 230 - 231
[5] Spence, op. cit. págs. 231 - 232
[6] Spence, op. cit. págs. 232 - 236