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sábado, 19 de marzo de 2022

PUTIN, EL DESPIADADO, SE AHOGA EN UCRANIA




 

Pablo Hiriart

<<Todo le ha fallado al invasor, que se muestra ante el mundo como un pésimo estratega político y militar.

El ‘oso ruso’ creyó tomar Kiev en cuestión de días, y su Ejército ha tenido más bajas en dos semanas de invasión a Ucrania que el de Estados Unidos en dos décadas de hacer lo mismo en Afganistán.

Dio por hecho que dividiría aún más a Estados Unidos aprovechando la debilidad de Biden y las simpatías de los republicanos, y disparó por la culata. [...]

De un plumazo, Vladimir Putin consumó lo que no se había logrado en décadas dentro de la clase política de Estados Unidos: ponerse de acuerdo.

En un gesto de concordia y unidad nacional sin precedentes, demócratas y republicanos alcanzaron un mega acuerdo presupuestal para evitar la parálisis del gobierno y financiar su operación durante todo el año fiscal 2022.

De paso, aprobaron 13 mil 600 millones de dólares para Ucrania. [...]

Lo ocurrido el jueves en el Capitolio fue una gran derrota para Putin, toda vez que invirtió cuantiosos recursos para sembrar discordia, división y polarización en la clase política y en la sociedad de Estados Unidos.

En otras circunstancias los republicanos no habrían dado su voto a un presupuesto que consideran inflacionario.

La invasión a Ucrania deshizo todo lo que Putin había avanzado en la era Trump.

Iba a tomar Ucrania en un par de días, poner un gobierno títere, retirar a sus tropas y planear la siguiente invasión. El oso fanfarrón llegó a mencionar Suecia y Finlandia.

Las fotos de sus aviones caídos en combate, tanques calcinados y soldados muertos en la nieve las ha visto el mundo y también llegan a Rusia, por las grietas de la censura.

Nunca imaginó la resistencia feroz de los ucranianos ni el valeroso liderazgo del presidente Zelenski.

Sobreestimó al Ejército a su mando.




La mente fría y homicida de Vladimir Putin no fue capaz de entender la diferencia entre lo que puede dar un joven soldado ruso en defensa de Stalingrado, y en el ataque a un país vecino que no le ha hecho nada, donde seguramente tiene amigos a través de las redes sociales.

Putin va a tomar Kiev, pero a un costo brutal.

Y no podrá marcharse a casa luego de poner un gobierno ucraniano a su servicio. Tendrá que dejar un ejército de ocupación.

Fatal para sus fines de restaurar “la gran Rusia”. >> [1]

<<Hoy Ucrania es un país que está siendo destruido mientras Rusia permanece intacta… pero sólo en la superficie.

Rusia no va a ganar la guerra.

Putin, a la cabeza de la segunda potencia militar del planeta, lleva tres semanas sin poder tomar Kiev ni mucho menos hacerse del control de ese país pacífico que se defiende de manera heroica.

En tres semanas, Bush tomó Bagdad.

En tres semanas Estados Unidos asumió el control del territorio mientras el presidente iraquí huía a esconderse en un hoyo, luego de presumir a un ejército armado hasta los dientes, entrenado en la guerra contra sus vecinos y preparado para pelear. A los primeros bombazos sus jefes y tropas salieron corriendo. Lo vi: pude entrar tranquilamente a los tanques abandonados del “poderoso Batallón Medina”, y subirme a lomos de un misil Scud que dejaron sin disparar en las puertas de Babel.

Por lo que se observa, Putin no va a ganar esta guerra. No puede con los ucranianos.

Su crueldad es proporcional a su impotencia.

Rusia tardará décadas en salir de la ruina económica en que la ha metido la locura de Vladimir Putin. Ucrania tendrá un Plan Marshall y su bandera será un símbolo de resistencia y libertad.

Vamos al presente.

Bloomberg informó la semana pasada que el PIB ruso perdió 30 mil millones de dólares y su economía caerá 9 por ciento en este año.

Para el Bank of America, la caída del PIB de Rusia será de 13 por ciento, y todavía más si se suspenden las compras de energía a ese país, como ya lo instruyó el presidente Biden en Estados Unidos.

Putin se está ahogando y su recurso es masacrar hogares, hospitales, refugios de mujeres, niños y ancianos. Ni así. Pide que le ayude China.

El miércoles el canciller ruso hablaba de que había “pasos a la paz”, mientras su aviación bombardeaba un teatro en la ciudad de Mariúpol que tenía cientos de refugiados adentro. Quedó en escombros.

También ahí bombardearon zonas residenciales, donde han matado a 2 mil 500 personas.

Al norte de Ucrania, en Chernígov, 10 personas que hacían fila para comprar pan fueron asesinadas con fuego aéreo ruso.

Tal vez tomen Kiev, o la destruyan, pero los rusos no van a ganar la guerra.

Lo explicó con claridad en The Washington Post el periodista Max Boot, autor de Ejércitos invisibles: una historia de la guerra de guerrillas desde la antigüedad hasta el presente:

Ésa es una historia que Putin debería conocer bien ya que Leningrado, ahora llamado San Petersburgo, es su ciudad natal, y su hermano murió en el asedio. La población murió de hambre, pero no se rindió.



Putin está haciendo que la vida de los civiles ucranianos sea un infierno, pero los combatientes ucranianos suministrados por Occidente pueden hacer que la vida de las tropas rusas sea un infierno en los próximos años, y se necesitarán más que unos ataques de misiles para cortar las líneas de suministro de Ucrania de sus vecinos de la OTAN (hasta aquí la cita de Boot).

El miércoles, en un discurso a través de Zoom, desde Kiev al Congreso de Estados Unidos, el presidente Zelenski convenció a la clase política de este país, que respondió con ayuda inmediata a Ucrania.

Les abrió el panorama a los legisladores con asombrosa sencillez:

“La paz en su país ya no depende sólo de ustedes y de su pueblo. Depende de los que están a su lado, de los que son fuertes. Fuerte no significa grande. Fuerte significa valor y estar listo para luchar por la vida de sus ciudadanos y ciudadanos del mundo. Por los derechos humanos, por la libertad, por el derecho a vivir dignamente y a morir cuando te llegue la hora, no cuando lo quiera otro, tu prójimo. Hoy, el pueblo ucraniano no sólo defiende a Ucrania, sino que lucha por los valores de Europa y del mundo, sacrificando nuestras vidas en nombre del futuro”.

Biden respondió en ese momento con 800 millones de dólares en misiles antiaéreos (800), 9 mil misiles antitanques, 7 mil armas individuales, drones ‘suicidas’, y 20 millones de balas. Eso se suma a los mil millones de dólares aprobados la semana pasada.

Fue lo que Zelenski pidió, como alternativa al cerco aéreo que no se puede hacer, pues implicaría guerra mundial y nuclear.

El apoyo con armas a Ucrania no es una acción guerrera, sino ayudar a defenderse a una nación libre y soberana, que está siendo destruida y sus habitantes asesinados, sin haber dado un solo motivo para sufrir la agresión.

Así es que ayudar a Ucrania a defenderse, contener al ejército de Putin y aislar al agresor para que no se vuelva a repetir, es un deber moral a estas alturas del siglo 21.>> [2]

Notas:

[1]https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/03/14/el-oso-de-putin/

[2]https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/03/18/putin-el-despiadado-se-ahoga-en-ucrania/

domingo, 6 de marzo de 2022

UE: "NO ENVIAR ARMAS A UCRANIA HABRÍA SIDO UNA INMENSA HIPOCRESÍA Y UN FALLO HISTÓRICO"


El alto representante de la UE, Josep Borrell


Pablo R. Suanzes | Viernes, 4 marzo 2022

Las últimas semanas han sido intensas, caóticas y agotadoras como pocas en la historia de la Unión Europea. En cuestión de días algunos de sus miembros han abandonado posturas -pacifistas- que parecían eternas, se han aprobado las mayores sanciones económicas y se ha decidido armar a un ejército en guerra con cargo a los fondos comunitarios. Hace ahora una semana, tras un Consejo Europeo en el que no hubo consenso para aumentar la presión, todo cambió en 24 horas, rompiendo un tabú detrás de otro. En el centro de todo, un español, Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior, que tras dos años y medio de perfil más bien bajo y muchas críticas, ha emergido como figura protagonista al frente de los ministros de Exteriores.

Recién aterrizado de Moldavia, apenas unas horas antes de un nuevo encuentro de los 27 al que también acude el secretario de Estado de EEUU, Antony Bliken, y con las maletas listas para viajar a Viena a intentar cerrar el acuerdo nuclear con Irán, Borrell explica por qué Europa tiene que bajar del guindo y aceptar que "el mundo es una jungla", y si no quieres ser devorado tienes que aceptar que las "ramas de olivo y la prédica de Derechos Humanos" no bastan. Tras proclamar el "nacimiento de la Europa geopolítica", defiende las medidas adoptadas estos días, el gasto militar e insta a ayudar a los ucranianos con todo lo que sea posible, salvo la intervención militar directa. Y recuerda que el poder duro, que la UE debe aprende a dominar, va mucho más allá de lo militar. Pero también avisa: hay que tomar riesgos, pero Rusia es una potencia nuclear y no hay que subir el tono: "Haremos lo necesario, pero sin estridencias ni estrambotes

P.- "Nadie puede mirar de lado cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de conflictos, ni poner en igualdad al agredido y al agresor", dijo usted el otro día. ¿Qué opina de los que dicen que es una temeridad dar armas a los ucranianos, que se empeoran las cosas, que es peligroso y habría que fiarlo todo a la diplomacia?

R.- No diré yo que no haya un riesgo, claro. Pero mire, llevamos tiempo diciendo que haríamos todo lo que estuviera en nuestras manos para ayudar a los ucranianos. Y el sábado por la mañana pensé que no era así, que no estábamos haciendo todo lo que podíamos. Desde el principio estaba claro que no íbamos a mandar a nuestras tropas a combatir, y ellos lo sabían perfectamente. No lo pidieron, pero nos dijeron: sabemos que si atacan combatiremos solos, pero por lo menos dennos armas y munición. No hacer eso, no proporcionar los elementos básicos para que luchen, hubiera sido una inmensa hipocresía. Me alegro de que se haya podido conseguir en poco tiempo un acuerdo para hacer de forma coordinada y con fondos europeos lo que varios estados ya estaban haciendo. Tiene un riesgo, sí, claro. Pero no hacerlo también, y hubiera sido un fallo histórico.

P.- Habla mucho estos días del 'poder duro', reivindicando que Europa lo ejerza tras apostar durante décadas por el 'poder blando'. Pero recalcan que eso no quiere decir únicamente poder militar.

R.- Es tan importante estar armando al ejército ucraniano como haber impedido que el Banco Central Ruso pueda usar sus reservas depositadas en otros bancos o bancos centrales. Rusia nunca pensó que pudiera ocurrir y es una parte de la geopolítica. Yo insisto siempre en que no somos una potencia militar, al menos todavía, porque nacimos precisamente para negar el uso de la fuerza como forma de resolver los conflictos. Pero la capacidad coercitiva, de obligar a alguien a hacer algo o impedir que lo haga no es solo militar, en este mundo tenemos instrumentos civiles que tienen gran poder coercitivo, y otros países los usan sin ninguna clase de escrúpulo. Un ejemplo: lo que hace China con Lituania porque no le gusta su posición sobre Taiwan. Como represalia no pasa un gramo de mercancía por sus aduanas y eso sin mediar decisión formal. Sabemos que Rusia tiene depositado en las cajas de nuestros bancos la mitad del tesoro que ha acumulado desde la Guerra de Crimea, pues lo congelamos, como el patrimonio de los oligarcas. Esos dos pasos marcan un cambio en la actitud de Europa frente a los problemas del mundo.

P.- ¿Estamos ante el nacimiento de la Europa geopolítica, como dijo esta semana usted?

R.- Geopolítica se utiliza para todo ahora, todo es geopolítico. El término lo acuñaron los alemanes a principios del siglo pasado para explicar sus tendencias expansionistas, yo no lo uso en ese sentido, claro. Es actuar políticamente más allá de tus fronteras con instrumentos coercitivos. Hasta ahora Europa ha ido por el mundo con la rama de olivo predicando los Derechos Humanos y el estado de Derecho, pensando que el comercio sería un instrumento que generaría clases medias ansiosas por derechos políticos y que empujaran para tener regímenes parecidos a los nuestros. Este cuento de las mil y unas noches no es lo que ha ocurrido. Rusia se ha convertido en un sistema cada vez más autoritario, una enorme gasolinera con capacidad nuclear. Con sus recursos naturales ha reconstruido su potencial militar. Es un régimen autoritario sin problemas de balanza de pagos y con una capacidad militar muy puesta al día, porque cuando Putin llegó el ejército ruso estaba en mínimos pero ya no. Es ahora un actor no solo regional, sino con ansias globales. En el Cáucaso, Siria, Libia, Mali... dispuesto a reconstruir -Putin nunca lo escondió, lo dijo en Múnich en 2007- el imperio zarista, más que la URSS. Y a eso no le haces frente con tratados comerciales y la prédica de los Derechos Humanos nada más.

P.- ¿Pero cree de verdad que esto es el despertar europeo? Es una sacudida, no hay duda, pero los precedentes muestran que Europa espabila en las crisis, pero luego se deja ir.

R.- Está claro que Europa sólo reacciona cuando realmente las circunstancias lo exigen. El euro es el hijo de la reunificación alemana, sin ella hubiéramos seguido años dándole vueltas, mareando la perdiz, con el ECU. El Fondo de Recuperación Next Generation y la emisión de deuda colectiva es la respuesta a la pandemia, al constatar un problema del que no se podía culpar a nadie, a diferencia de la crisis del euro. Ahora le hemos visto las orejas al lobo, o más bien las garras al oso, y se ha reaccionado bien. Con algún retraso, pero rapidez increíble en el sprint final. En 24 horas históricas se ha hecho más que en meses anteriores. Ahora todo dependerá de acontecimientos que no están bajo nuestro control, al menos en parte. No sabemos lo que va a hacer Rusia. Vengo de Moldavia y tienen muchas razones para la inquietud. No sabemos cómo vamos a digerir un millón de refugiados, que pueden ser muchos más mañana si siguen los bombardeos. Cómo van a quedar las relaciones rusas si se apodera de la mitad de Ucrania. Estamos entrando en un mundo desconocido.

P.- Europa puede querer hablar ese "lenguaje del poder" que usted menciona mucho, o quizás incluso debe, pero, ¿sabrá hacerlo? Hemos visto a ministros hablando de que estamos en guerra económica con Rusia, haciendo que el Kremlin avise de que las guerras económicas suelen terminar en guerras reales. Y otros hablando de la necesidad de "eliminar físicamente" a Putin. El tablero principal en geopolítica requiere conocimientos, saber estar, práctica muy delicada con potencias nucleares.

R.- No tenemos, como UE, la capacidad respuesta militar porque nunca la hemos querido tener. No hay que pedir a la UE que haga lo que nunca se le ha pedido y para lo que no está preparada o concebida. No le pidan peras al olmo. El ejército europeo es una entelequia, tenemos 27 ejércitos cuyo gasto, sumado, es cuatro veces el de Rusia e igual al de China, pero no en los mismos niveles ni con la misma voluntad política de autorizarlos que los regímenes autoritarios. Podemos pensar lo que queramos de Putin, pero es un señor que dispone de armas nucleares, por lo tanto hay que hacer lo necesario, pero sin estridencias ni estrambotes. Porque ya es suficiente lo que estamos haciendo como para generar una tensión más fuerte con alguien que, insisto, es una potencia nuclear, y eso son palabras mayores. Europa sigue siendo un conglomerado de estados y yo lidio con esa heterogeneidad todos los días, una comunidad de 27 vecinos de diferentes tamaños, con visiones del mundo diferentes y hasta opuestas, con intereses distintos, prioridades, vecinos muy diversos. No es la misma historia, cultura o geografía y ponerlos de acuerdo y operar con las instituciones, allí donde hay competencias transferidas, es complicado. Exige, como mínimo, mucho tiempo.

P.- Ucrania está invadida. Su ejército no puede derrotar al ruso. Puede resistir, no sabemos cuánto, ¿qué escenario maneja la UE?

R.- Nuestro escenario es castigar la economía rusa y a sus responsables, a los oligarcas que apoyan a Putin y apoyar la resistencia en Ucrania. Nunca se pensó en intervenir militarmente, tampoco la OTAN, porque eso sería la Tercera Guerra Mundial. Tenemos que ser capaces de poner límites fuertes y castigar la economía rusa, con medidas que hace una semana no estaban ni en la agenda. Y ayudar a Ucrania, para dar ocasión a la negociación y al alto al fuego. Y a continuación debe intervenir la diplomacia. Pero la diplomacia no puede ser solo europea o estadounidense, aquí tiene un papel que jugar la diplomacia china.

P.- ¿China? ¿Cree que va a ser mediadora? Sus intereses pueden ser precisamente que las grandes potencias, y en especial su vecina, se desgasten y sufran. ¿Por qué pararlo o por qué ahora?

R.- Porque no hay alternativa. No podemos ser nosotros los mediadores, es obvio. No hay formato Normandía posible. Y no puede ser EEUU: ¿Quién si no? Debe ser China, confío en ello.

P.- ¿Se lo han pedido oficialmente? ¿Es algo que usted haya tratado en sus conversaciones?

R.- Ni lo hemos pedido ni lo han pedido ellos, pero como tiene que ser una potencia y ni EEUU ni Europa lo pueden ser, China podría serlo.

P.- ¿Dónde está el límite? La UE está armando al ejército que lucha contra Rusia, financiándolo, atacando su economía, proporcionando inteligencia, satélites. ¿Qué más se puede hacer sin que eso sea un casus belli?

R.- No se puede entrar en combate directo. No puede haber soldados, ni ser enemigos directos, que chocan militarmente, esto está claro, los ucranianos lo saben. Rusia lo sabe. Ese es el límite.


P.- ¿Conciben que esto, un accidente o malentendido, lleve a un conflicto abierto? Suena impensable, pero también parecía imposible la invasión, la ocupación, destrozar ciudades.

R.- Es un escenario que hay que evitar, y creo sinceramente que Rusia tiene mucho interés en que no se produzca, pero estamos dando armas a alguien que combate. La simple entrega física de las armas es un proceso delicado. Hungría por ejemplo ha dicho que no va a dejar que pasen por su territorio por eso mismo. Está claro que en cuanto pase la frontera ese armamento será un blanco. Hay que tener sangre fría, organizarlo bien. Tener cuidado. No está en el interés de nadie pasar a mayores. Cuando hace unos meses presenté mi Plan Estratégico para la Defensa Europa dije: "Europa está en peligro". Desgraciadamente, hemos tenido ocasión de comprobarlo demasiado pronto. Ahora hay que readaptarse y mirar el mundo como es. Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar.

P.- Hace dos décadas Kagan dijo aquello de que los europeos somos de Venus mientras los americanos eran de Marte.

R.- Hay un dato muy claro. Después de Helsinki, los acuerdos que estabilizan la arquitectura de seguridad cayendo la tensión nuclear, Europa ha pasado de gastar en su conjunto, en términos homogeneizados, en torno al 4% del PIB en gasto militar al 1,5%. Hemos partido casi por cuatro el esfuerzo en materia de Defensa. ¿Es esto razonable cuando Europa está en peligro?

P.- ¿En quién pensaba al decir "no olvidaremos a los que no están de nuestro lado? ¿Era mensaje interno, externo o ambas?

R.- Ha habido estas semanas una unidad increíble, remarcable, que no es de fachada. Nunca habría pensado que en 24 horas se pudieran decantar un montón de cosas, acuerdos, sanciones que se habían discutido sin avanzar un milímetro. La unidad transatlántica e intraeuropea es real y espectacular y Putin no lo esperaba. Cuando mandó 27 cartas, a todas las capitales, mensajes a los países escandinavos por separado, tratando de ignorar a la UE como actor, y buscando respuestas diferentes para dividirnos, se encontró de respuesta una sola carta firmada por mí. Lavrov se enfadó, diciendo que escribió cartas a los ministros y le respondía un burócrata. Pues mire, la contesta la UE. Esa unidad es preciosa y hay que mantenerla y para eso necesitamos un equilibrio. Con esa frase yo pensaba en aquellos países con los que tenemos relacionados de partenariado muy importantes, que reciben mucha ayuda, y que esperamos que se alineen con nuestra política exterior en estos casos. Mire Serbia, un país candidato a entrar en la UE que por eso mismo tiene que estar en línea con la UE si aspira a entrar. Hubiera sido muy difícil de digerir que no estuviera en la condena, y eso que es un país con grandes lazos con Rusia, pero ha estado donde debía. En cambio, otros, que reciben mucha ayuda, que dicen estar en nuestra comunidad de valores, no. Nos preocupa la situación en África, donde muchos se han abstenido en la condena de la ONU. Algunos están cada vez más bajo la órbita rusa, como Mali. Otros por malas relaciones con nosotros, como Etiopía o Sudán. Pero ha habido demasiados casos de abstenciones.

P.- ¿Y España? Ha habido cierta polémica dentro del Gobierno, dudas, mensajes nada claros sobre si se enviarían armas y material letal o no, o sólo se financiaría lo que manden otros. ¿Le ha preocupado?

R.- No he oído a nadie hablar de eso o quejarse. España está perfectamente alineada, ha apoyado entusiastamente sacar a Rusia del Swift o utilizar el fondo europeo para armar a Ucrania, y va a dar armas en una relación bilateral. Así que no, ninguna.

P.- ¿No es algo extraño quejarse de que otros países no condenan o no están del todo alineados cuando tienen sus intereses, pero mientras dejamos fuera de las sanciones la energía o a los bancos principales del país, porque los pagos se canalizan a través de ello?

R.- La política internacional exige una gran dosis de realismo. Porque las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran. Yo me conformo con que los europeos entiendan cómo son las cosas por lo menos. Si alguien me dice que hay que dejar de comprar ya gas a Rusia me parece muy bien, pero me tiene que decir cómo vamos a calentar nuestros hogares mañana y hacer funcionar todo el país. El gas ruso sólo es el 9%, pero está muy concentrado en algunos países. Europa tiene ante sí una tarea muy clara, cancelar su dependencia energética de Rusia, pero yo llevo 20 años escuchando esta cantinela y cada año esa dependencia ha ido aumentando, no reduciéndose. Porque decidimos renunciar a la energía nuclear, al carbón, porque el consumo ha ido aumentando, porque el gas es fácil de utilizar, versátil. Hay que desarrollar las renovables, pero eso va a llevar tiempo.

P.- La Brújula Estratégica de la UE, en la que su equipo lleva mucho trabajando para fijar la evolución de la política de seguridad, defensa, etc., estaba previsto que se publicara a finales de este mes. ¿Se mantiene o van a necesitar tiempo para redefinirlo tras todo lo que está pasando?

R.- Hay que revisarla, refocalizarla, definir algunos de los desafíos que estaban identificados pero que se ha visto que son mucho más fuertes. Hay que refocalizarla, pero siempre es fácil encontrar buenas razones para no ir al dentista. Creo que no hay que retrasarlo porque nunca sabes a qué conduce un retraso o qué puede pasar. Ahora, en caliente, es cuando hay que poner sobre la mesa el problema y las opciones.

P.- ¿Va a salir adelante el acuerdo con Irán?

R.- Está pendiente de un hilo, puede caer de un lado o del otro. Llevamos trabajando día y noche, mi gente ha estado meses en Viena, yo al tanto siempre. Es muy posible que salga, pero no es imposible que no salga. Es de verdad el típico acuerdo en el que nada está cerrado hasta que todo está cerrado, y puede saltar en el último instante por una condición de más o de menos.

P.- Hace un año usted recibió críticas muy duras tras su viaje a Moscú y una rueda de prensa con Lavrov, entre ellas las mías. Esta semana, tras las sanciones y su intervención en el Parlamento Europeo, está pasando lo contrario. Es su mejor momento desde que llegó al cargo justo cuando se disparaban las habladurías en Bruselas diciendo que no terminaría la legislatura. ¿Se ve reivindicado?

R.- Me habían dicho que éste era un trabajo imposible, pero lo acepté. Y no es imposible, pero tiene una enorme dificultad, más interna que externa, por el entramado institucional en el que funcionamos. Las críticas y aplausos responden mucho a cómo funcionan las democracias, que tienen a veces un cierto componente masoquista, de autocrítica más dura. En el viaje a Rusia, antes de empezar la rueda de prensa, Lavrov me preguntó si iba a hablar de Navalni, y le dije que obviamente sí, porque había ido justo para eso y justo cuando lo estaban juzgando. Y él me respondió que sacaría el tema de Cataluña y el independentismo. ¿Qué tenía que hacer? ¿Enzarzarme en una discusión con el ministro de Exteriores ruso? No iba a hacer eso. La única alternativa era seguir repitiendo mi discurso y evitar la confrontación directa. ¿Pareció como si mirara para otro lado y rehuía el combate? Sí, claro, pero ¿qué iba a hacer si no? No nos dijeron que se estaban expulsado a diplomáticos, hubiéramos cancelado la comparecencia. Cuando nos enteramos nos levantamos y nos fuimos. No me arrepiento de ese viaje, había que hacerlo.

P.- ¿Va a terminar la legislatura?

R.- Si la naturaleza me da las fuerzas suficientes, sí. Porque es una tarea tan apasionante como agotadora.

Fuente:https://www.elmundo.es/internacional/2022/03/04/62221cb5fc6c838e738b456f.html?cid=BESOCYEM01&utm_source=twitter&utm_medium=social_besocy&utm_campaign=BESOCYEM01

sábado, 26 de febrero de 2022

UCRANIA, ENTRE EL ZAR PUTIN Y EL BINOMIO: ESTADOS UNIDOS – OTAN

 


Ucrania, en el corazón de Rusia


<<En un principio Ruthenia es sinónimo de Rusia y se aplica al estado de Kiev; más tarde cuando Moscú aparece en la historia, se habla de Moscovia y de moscovitas para lo que hoy es Rusia y sus habitantes, mientras que se sigue hablando de Ruthenia y de rutenos para lo que es hoy Ucrania y Bielorrusia. A partir de Pedro el Grande y sus conquistas territoriales, los rusos hablan de Gran Rusia, Pequeña Rusia y Rusia Blanca, para borrar la existencia de tres naciones, parientes pero diferentes. […]

Entre 860 y 1240, el poder político de Kiev es tal que reúne a toda la región y sus numerosas naciones, pero su destrucción por los mongoles multiplica las formaciones estatales.>>[1]


¿Quién es Putin, el nuevo zar de Rusia?



<<A diferencia de 90 por ciento de los agentes de inteligencia, Putin es un burócrata anómalo: lee, piensa, toca el piano, oye a los grandes compositores, y como buen yudoca disimula sus pensamientos, sin mostrar jamás sus puntos débiles. Aunque luego, en algunas entrevistas, reconocerá que en las reuniones de los agentes “…se decía lo contrario de los clichés habituales ya convenidos. En esa época se nos permitía pensar libremente, y podíamos decir cosas que los ciudadanos comunes no podían expresar”.

En los primeros meses de 1990, el KGB traslada a Vladimir y Liudmilla a su ciudad natal, la legendaria y hermosa Leningrado. Ella (nacida en Köenisberg, la ciudad de Kant) está feliz: en su menaje carga con un lavarropas de 20 años, regalado por sus vecinos alemanes. Y él, no tanto, porque si bien lo ascienden a teniente coronel (unos rublos más), queda a cargo de un oscuro departamento de personal.

Al año siguiente, el cosmonauta Sergei Krikaliov vive una experiencia análoga a la de Putin en Dresde. En la estación espacial MIR, desesperado, Sergei insiste: “Hola, hola… ¿Hay alguien ahí?” Por consiguiente, Putin renuncia al KGB. Una decisión que en otras épocas, por aquello de los secretos de Estado, hubiera sido un tanto más complicada. Sus superiores lo tranquilizan: Haz lo que quieras. La Unión Soviética ya no existe.

Decenas de millones y millones de ciudadanos, quedan descolocados. No obstante, Putin intuye que hay una relación inversa y directa entre la formidable estación orbital MIR y el departamento de 25 metros cuadrados donde vive con su esposa y dos hijas, los padres octogenarios, y en el que tendrán que acomodar el vetusto lavarropas importado de la RDA. Y, con detenimiento, observa el fenómeno que sus jefes han interpretado como desviaciones ideológicas: la rebatiña de las empresas del Estado vendidas por nada, así como los recursos naturales del país.

Nuestro héroe entiende que las grandes corporaciones económicas de Occidente son, en efecto, las beneficiadas directas, gracias a la claudicación y entreguismo sin límites de una nomenclatura partidaria que él nunca integró. En todo caso, como buen comunista y soldado de la patria, a la que ha servido con abnegación y humildad, sabe también que el vertiginoso hundimiento del país, la negación de la realidad, la mentira oficial y la corrupción desatada, empezó por casa.

¿Qué hacer?, se pregunta Putin. Pero lejos de caer en el dilema del gran revolucionario, lo hace en sintonía con las inquietudes morales de los textos homónimos de un Chernichevski, o un Tolstoi. ¿Qué hacer? Bueno... En primer lugar, conseguir el doctorado en derecho. Y luego, establecer contacto con Anatoli Sobchak, su antiguo profesor de derecho mercantil.

En agosto de 1991, a caballo entre la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética, el golpe de Estado del ala antirreformista del partido, y la extinción de la Unión Soviética, Sobchak es nombrado alcalde de Leningrado, que al mes siguiente retomará su nombre histórico: San Petersburgo. La ciudad inmortalizada en las novelas de Gogol y Dostoievski, en la que Trotski encabezó un contingente de obreros en la revolución de 1905, y Lenin llamó a la toma del Palacio de Invierno en 1917.

El viejo profesor, uno de los coautores de la nueva constitución de la Federación Rusa (1993), necesita a su lado a un hombre de confianza y que, por sobre todo, conozca la ciudad como la palma de su mano. Putin, por supuesto. Pero cuando el ex agente cuarentón se instala en el fastuoso Palacio Smolni, advierte que las oficinas han sido vaciadas, quedando en las paredes los viejos cuadros de Lenin y las alegorías patrióticas del Estado que dejó de existir.

En su recomendable biografía de Putin, el francés Fréderic Pons apunta que la mayoría de los nuevos empleados de la alcaldía cuelgan una fotografía del alcohólico presidente Boris Yeltsin. Putin, en cambio, pide la de Pedro el Grande (1672-1725). Apunta: “Le ofrecen dos: el primero es un grabado romántico del ‘zar de todas las Rusias’. Y el otro es un retrato donde se lo ve más viejo, preocupado, tras haberse embarcado en las reformas que dejaron sentadas las bases del imperio ruso”. Putin elige el segundo.

Varios ayudantes de la época coinciden en recordar un comentario de Putin: El que lamenta la desaparición de la Unión Soviética no tiene corazón; el que anhela su restauración, no tiene cabeza. Sigilosamente, la era Putin ha empezado. El yudoca empieza su trabajo político y, nueve años después, alcanza las alturas del Kremlin.>>[2]

Putin sabe la importancia del zar dentro de la religión ortodoxa y decide ser cabeza. Existe un patriarca exiliado en Nueva York a causa del marxismo en la URSS y decide invitarlo a la actual Rusia. Establece una nueva relación con la Iglesia Ortodoxa y apoya la construcción de iglesias.

La preocupación de Gorbachov


<<Mijail Gorbachov, último presidente de la desaparecida URSS, emitió una ominosa advertencia en su entrevista a la revista alemana Der Spiegel sobre la crisis de Ucrania que podría desencadenar una guerra nuclear (Estoy verdadera y profundamente preocupado; http://goo.gl/5PpL1K).

Quien antes era llamado Gorby le tocó lidiar con la disolución de la URSS y el finiquito de la guerra fría, pero resultó muy cándido al no haber tomado las necesarias precauciones formales por escrito para impedir la posterior expansión de la OTAN.

Gorby inculpa la presente crisis con Occidente a la expansión militar de la OTAN en la esfera de influencia de Rusia que ha destruido el orden de la seguridad europea escrito en el Acta Final de Helsinki de 1975.

Explaya que la temible expansión de la OTAN se ha vuelto “un giro de 180 grados lejos de la Carta de París de 1990 firmada con todos los estados europeos para finalmente dejar a la guerra fría en el pasado”.

Condena la peligrosa mentalidad triunfalista que se ha adueñado de Estados Unidos (EU) y rechaza que sea el “triunfador de la guerra fría”, ya que sin Moscú no hubiera podido conseguir la resolución de varios conflictos regionales ni la reunificación alemana ni el retiro de las tropas soviéticas de Europa oriental ni el desarme nuclear.

Juzga que por desgracia, EU comenzó a construir un imperio global, un megaimperio, mientras empezó a rodear a Rusia con los llamados anillos de defensa, la expansión de la OTAN hacia el Este a las puertas de Moscú. Es lo que los geoestrategas rusos llaman Asa Anaconda de EU para asfixiar a Rusia>>.[3]

<<Década de 1990: Rusia deja ir a Ucrania

En diciembre de 1991, Ucrania, junto con Rusia y Bielorrusia, fue una de las tres repúblicas que sellaron la disolución de la Unión Soviética. Moscú quería conservar su influencia y vio, entre otras cosas, en la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), un instrumento para lograrlo. En el Kremlin, también creían que el suministro de gas barato sería una manera de controlar al país vecino. Pero no fue así, mientras Rusia y Bielorrusia formaron una estrecha alianza, Ucrania tenía la mirada puesta en Occidente.

Al Kremlin le desagradó esa postura, pero no hubo conflicto en la década de 1990. Moscú no estaba preocupado, porque Occidente no quería integrar a Ucrania. La propia Rusia estaba económicamente debilitada, entre otras cosas también por las guerras de Chechenia. En 1997, Moscú reconoció, con la firma del llamado "Gran Tratado", las fronteras de Ucrania, incluida la mayoría étnica rusa que habitaba la península de Crimea.


Primeras grietas en la amistad postsoviética


Bajo la presidencia de Putin, se produjo la primera gran crisis diplomática entre Moscú y Kiev. En otoño de 2003, Rusia comenzó a construir una presa en el estrecho de Kerch hacia el islote ucraniano de Tuzla. Kiev lo vio como un intento de redefinir la frontera. El conflicto escaló y se resolvió tras una reunión bilateral entre ambos presidentes. Las obras se paralizaron, pero la amistad se resquebrajó.

En las elecciones presidenciales de 2004, en Ucrania, Rusia apoyó al candidato prorruso Viktor Yanukóvich, pero la "Revolución Naranja" impidió su victoria, y ganó el político pro-occidental Viktor Yúshchenko. Durante su mandato, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania dos veces, en 2006 y 2009. Y los suministros de tránsito a la Unión Europea (UE) quedaron interrumpidos.

En 2008, el entonces presidente estadounidense George Bush, intentó propiciar la integración de Ucrania y Georgia en la OTAN. Moscú dejó claro en ese momento que no aceptaría la independencia de Ucrania. Alemania y Francia impidieron los planes de Bush. En la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dialogó con Ucrania y Georgia sobre la membresía de la OTAN, pero sin poner fecha.

Al ver que con la OTAN no había avances, Ucrania intentó impulsar la conexión con Occidente a través de un Acuerdo de Asociación con la UE. En el verano de 2013, unos meses antes de la firma, Moscú ejerció una enorme presión económica sobre Kiev y obstaculizó las importaciones ucranianas. En ese contexto, el Gobierno del entonces presidente Yanukóvich, que ganó las elecciones en 2010, suspendió el acuerdo negociado. Yanukóvich desencadenó protestas de la oposición y huyó a Rusia en febrero de 2014.


La anexión de Crimea como punto de inflexión




El Kremlin aprovechó el vacío de poder en Kiev para anexar Crimea en marzo de 2014. Fue un punto de inflexión, el comienzo de una guerra no declarada. Al mismo tiempo, las fuerzas militares rusas comenzaron a movilizarse en las cuencas mineras del Donbás, en el este de Ucrania. Se proclamaron "repúblicas populares" en Donetsk y Lugansk, con los rusos a la cabeza. El Gobierno de Kiev esperó hasta después de las elecciones presidenciales de mayo de 2014 antes de lanzar una gran ofensiva militar, a la que llamó "Operación antiterrorista".

En junio de 2014, el recién elegido presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y Putin se reunieron por primera vez, con la mediación de Alemania y Francia, con motivo de las celebraciones del 70 aniversario del Día D en Normandía. Allí nació el llamado Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia).

En ese momento, el Ejército ucraniano pudo hacer retroceder a los separatistas, pero a fines de agosto, según Kiev, Rusia intervino militarmente y de manera masiva. Moscú lo negó. Las unidades ucranianas cerca de Ilovaisk, una ciudad al este de Donetsk, sufrieron una derrota. Fue otro punto de inflexión. La guerra en un frente amplio terminó en septiembre, con la firma del armisticio en Minsk.

Guerra de trincheras en el Donbás


Desde entonces, tiene lugar una guerra de trincheras. A principios de 2015, los separatistas volvieron a la ofensiva y, según Kiev, se desplegó nuevamente el Ejército ruso. Moscú también lo negó. Las fuerzas ucranianas sufrieron una segunda derrota, esta vez en la ciudad estratégica de Debaltsevo. En ese momento, se llegó al acuerdo de paz Minsk-2, con mediación occidental, pero este sigue sin cumplirse hasta hoy.

En otoño de 2019, se retiraron las respectivas tropas, pero Putin no quiere reunirse en persona con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski porque, desde el punto de vista de Rusia, no está implementando los acuerdos de Minsk. Desde diciembre de 2021, Putin exige a EE. UU. que Ucrania nunca pase a formar parte de la OTAN y no reciba ayuda militar. Pero la OTAN ha rechazado esta demanda.>>[4]

Jorge Pérez Uribe

[1] Jean Meyer, La Gran Controversia, Tusquets Editores México, S.A. de C.V., 2005
[2] José Steingler, Vladimir Putin: Russia first, Periódico La Jornada, Miércoles 18 de abril de 2018
[3] https://expansion.mx/economia/2015/01/09/gorbachov-advierte-una-guerra-nuclear-entre-rusia-y-europa
[4]https://www.dw.com/es/rusia-y-ucrania-cr%C3%B3nica-de-un-conflicto/a-60550995


sábado, 29 de enero de 2022

LA GUERRA DE PUTIN YA EMPEZÓ





 A sus conocidas intenciones de invadir Ucrania, ahora se suma un peligro adicional con la llegada de tropas y arsenales de su Ejército a Bielorrusia.

Pablo Hiriart | enero 27, 2022

MIAMI, Florida.- Los estudiosos de la guerra afirman que éstas se deben ganar antes de que inicien. Es lo que hace el autócrata ruso.

Vladimir Putin atemoriza al mundo con una locura mayor: guerra en Europa.

A sus conocidas intenciones de invadir Ucrania, ahora se suma un peligro adicional con la llegada de tropas y arsenales de su Ejército a Bielorrusia.

Lo anterior indica la posibilidad de que la idea vaya más allá de Ucrania, con un posible ataque
a países bálticos (sí, otra vez Polonia en la mira).

El Ministerio de Defensa ruso anunció que unos 140 barcos de guerra realizarán, en febrero, ejercicios militares con fuego real en distintos puntos del orbe, incluidas las costas de Irlanda, a fin de “proteger los intereses nacionales rusos en todos los océanos del mundo”.

La locura de Putin, por ahora, es un escalofrío que recorre la espalda de Europa.

El líder ruso está envalentonado porque la anexión de Crimea en 2014 no tuvo respuesta de Occidente, y porque ve débil al presidente de Estados Unidos, y frágiles las alianzas de Occidente.

Ve a Biden ocupado con su bajo nivel de aceptación interno, con las elecciones intermedias en puerta, y la opinión pública duramente crítica.

De esos ‘detalles’ Putin no tiene que preocuparse en su país. Ejerce un control férreo sobre los poderes, la prensa está acallada y al que se sale del redil lo manda matar.

El único opositor de peso a su reelección en 2024, Alexei Navalny, está preso en un campo de reclusión fuera de Moscú.

Tal vez el despliegue militar ruso sea una fanfarronada, para limitarse a su objetivo manifiesto que es Ucrania. Imposible saberlo. Es una adivinanza muy riesgosa.

¿Qué quiere Putin?

Exige que esta semana la OTAN le entregue, por escrito, un compromiso de que no incorporará a Ucrania ni a ninguna de las exrepúblicas soviéticas.

Si ese fuera el punto, la guerra se evita con una mesa de negociación Ucrania-Rusia-OTAN, pues Biden dijo esta semana que “no tenemos intención de poner fuerzas estadounidenses o de la OTAN en Ucrania”.

Putin sube las demandas: que la OTAN vuelva a las posiciones que tenía antes de 1997.

Todo eso se puede negociar en una mesa y conjurar el riesgo de una guerra. Pero el enorme y costoso despliegue militar de ambos bandos, ¿para qué?

Por lo visto, se propone sacar a Estados Unidos de Europa.

Fiona Hill, exoficial de inteligencia en asuntos de Rusia y Eurasia con los presidentes George W. Bush y Barack Obama, explicó en The New York Times que “Putin espera lograr un nuevo acuerdo de seguridad con la OTAN y evitar un conflicto abierto. Luego será el turno de Estados Unidos de irse, llevándose sus tropas y sus misiles”.

Tiene a favor de su objetivo, agrega Fiora Hill, “los cuatro años de la desastrosa presidencia de Donald Trump y las divisiones que creó con los aliados de Estados Unidos”.

De hecho, Alemania, el aliado más rico de Estados Unidos, vacila. Prohibió el envío de armas fabricadas en su país a Ucrania.

Lo dijo con claridad el influyente parlamentario alemán Norbert Rötgern: “El objetivo de Putin es dividir a los europeos, luego dividir a Europa y Estados Unidos. Si prevalece la impresión de que Alemania no está totalmente comprometida con una respuesta fuerte de la OTAN, Putin habrá logrado paralizar Europa y dividir la alianza”.

Sea lo que sea, hay que recordar que Ucrania es un país soberano, miembro de la ONU desde 1991.

Alguien tiene que defender la legalidad internacional, si Rusia invade a su vecino.

Si el Ejército ruso entra a Ucrania, sería similar a la invasión de Sadam Husein a Kuwait en 1990, que provocó la Guerra del Golfo.

Joe Biden lo ve más grave aún: “Un ataque sería la invasión más grande desde la II Guerra. Cambiaría el mundo”.

Putin despliega tropas, armas, barcos de guerra, aviones de combate, hace declaraciones retadoras, amaga con cerrar gasoductos (40 por ciento del gas que calienta Europa viene de Rusia).

Los trae locos. Está haciendo su guerra.

Y es capaz de todo. De todo, menos de retirarse a Moscú con las manos vacías.

Fuente:https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/01/27/la-guerra-de-putin-ya-empezo/