miércoles, 17 de febrero de 2021

EL TRIUNFO DE LOS CÍNICOS




Pablo Hiriart | 15/02/2021

MIAMI, Florida.- El sábado el Senado de Estados Unidos absolvió a Donald Trump y los populistas fanáticos tienen algo importante que festejar: la democracia ya no se defiende con vigor en casi ninguna parte.

Fue absuelto gracias a un mecanismo que los déspotas del siglo 21 manejan a la perfección: extorsionar, chantajear.

Los demócratas, en el mundo en general, han sido confundidos con la falsa premisa de que la conciliación consiste en dejar pasar los delitos de los aspirantes a totalitarios y grupos de fanáticos que los siguen y ejecutan sus directrices.

Perdieron la Presidencia de Estados Unidos, pero quedaron inmunes.

Ellos pueden violar la ley, marchar armados por la calle, intimidar a los funcionarios electorales e incitar a la toma de un Congreso para evitar que certifique una elección que ellos, sin pruebas, acusan de fraudulenta.

Todo se les perdona, en aras de la reconciliación.

Creen que con ser 'buenas gentes' con los que usan métodos anticonstitucionales, se granjearán su simpatía y 'ya no lo volverán a hacer'

Ceden en aras de la 'conciliación' o de la conveniencia coyuntural.

La historia nos ha enseñado, una y otra vez, que los artífices de esos ataques a la democracia tarde o temprano se salen con la suya cuando se les toleran sus desmanes.

Trump podrá seguir activo en política y no se extrañen que en 2024 esté nuevamente en la boleta.

Así lo dijo al saberse absuelto: “Nuestro movimiento histórico, patriótico y hermoso para hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, acaba de comenzar”.

El sábado los demócratas en el Senado consintieron que no se llamara a comparecer a testigos de la incitación a la insurrección.

Se doblaron fácil: el abogado de Trump les respondió que, si ellos llamaban testigos, él llamaría a más de 100.

Es decir, el juicio en el Senado se alargaría por tiempo indeterminado.

¿Cuál es la prioridad hoy en Estados Unidos? Salvar vidas, y salvar a la población y a las empresas de los estragos económicos de la pandemia.

Para dar ese paso, que es urgente, los demócratas necesitan que los planes de Biden sean votados favorablemente por los republicanos.

Y si la discusión del Pleno del Senado se hubiera extendido, cada día que pase serían recursos retenidos al combate a la pandemia, presupuesto no autorizado para ampliar la vacunación, dinero que no llega a la gente y a las empresas.

Así los republicanos pudieron frenar la sentencia de culpabilidad. O tal vez el resultado de la votación hubiera sido el mismo, pero el costo a la imagen del trumpismo se habría elevado.

Conforme a mi formación de periodista mexicano, tengo la impresión de que el presidente Biden pidió al líder de sus senadores votar cuanto antes y dar vuelta la página.

La vida es primero, sí. Y en ese sentido Biden tiene razón. O quizá, toda la razón.

Pero la factura de no haber inhabilitado a Trump la van a pagar los estadounidenses, tarde o temprano.

Se necesitaban 67 votos para que Trump fuera castigado, y los demócratas tienen 50. Los otros 50 senadores son republicanos, aunque siete de ellos votaron por la condena a quien promovió el asalto a la democracia.

Esos siete pasarán a la historia de su partido. Mostraron que aún existe la ética en algunos políticos –sean del bando que sean–, aunque les cueste la reelección.

Los otros 43 senadores republicanos son una partida de cínicos (al cinismo también se llega por la vía de la conveniencia política), como lo es Trump y su abogado en el Congreso.

El abogado del expresidente, Mitchel van del Veen, en la tribuna del Senado no desmontó ninguna de las pruebas: los videos de Trump alegando fraude antes de los comicios, sus tuits con mentiras sobre computadoras alteradas, dijo que ganó por una abrumadora ventaja, la llamada que hizo al secretario de Gobierno de Georgia para que le agregue 11 mil 800 votos, su mensaje al vicepresidente Pence para frenar la certificación, la convocatoria a los radicales a reunirse afuera de la Casa Blanca el 6 de enero, su incitación a esos violentos a marchar al Capitolio, su silencio en lugar de frenar el asalto…

En defensa de Trump, el abogado dijo, textualmente, en el Senado: “En lugar de expresar el deseo de que se impida que la sesión conjunta (que certificó el triunfo de Biden) llevara a cabo sus actividades, la premisa completa de sus comentarios (de Trump) fue que el proceso democrático se desarrollaría y debería desarrollarse de acuerdo con la letra de la ley”.

¿Eso convenció a 43 senadores republicanos?

Claro que no. Los convenció el poder que conserva Trump en las bases republicanas. Con él en contra, no llegarían lejos.

Los convenció alguien que tiene dinero y aliados para apoyar sus campañas (acaba de recolectar 250 millones en donativos para la organización Salvar a América, creada originalmente para costear la impugnación de las elecciones).

De ese tamaño son los 43 senadores republicanos que absolvieron a Trump.

Lo dijo, y lo dijo bien, Madeleine Dean, representante demócrata: “Si no arreglamos esto y lo llamamos como fue, el mayor de los crímenes constitucionales cometidos por un presidente en Estados Unidos, el pasado no será pasado: el pasado será futuro”.