sábado, 5 de febrero de 2022

UN NACIENTE IMPERIO: TOTALMENTE QUEBRADO Y SIN RECONOCIMIENTO

 



Un país totalmente quebrado por 11 años de guerra intestina


<<Debido a la depauperada condición de la tesorería virreinal, surgieron serios problemas respecto al financiamiento del imperio. A principios de octubre (1821), la junta aprobó la reducción de la alcabala, tal como lo había anunciado Iturbide en Querétaro. Una comisión especial de la Tesorería recomendó que se pagara de inmediato a los mercaderes de Manila el valor de su convoy de especias que había sido capturado por los soldados de Iturbide, hipotecando al efecto ciertos fondos debidos al gobierno por parte de cuatro catedrales. El 22 de noviembre la junta decretó que, en espera de la elección de un emperador o de la acción del congreso, las monedas acuñadas en México deberían de llevar la misma imagen e inscripción que en 1820. Alrededor de tres semanas después, la junta aprobó una lista de los derechos con que serían gravadas las importaciones y exportaciones realizadas a través de los puertos marítimos de México. A fines de 1821, Iturbide circuló una proclama solicitando suscripciones voluntarias con objeto de vestir la desnudez de los soldados. Para aliviar los apuros financieros, a principios del año siguiente la junta autorizó a Iturbide para que consiguiera un préstamo de 1,500,000 pesos.

El 4 de enero, Iturbide presentó un informe a ese cuerpo quejándose de que sus peticiones derivadas de las presionantes necesidades financiera del ejército, que en ese tiempo, incluyendo a la guardia nacional sumaban alrededor de 68,000 hombres, habían sido ignoradas. Era imposible, argüía, conservar la disciplina entre soldados que no estaban alimentados. Como las condiciones de la Tesorería no mejoraban, el 1° de febrero la regencia presentó otro informe a la junta que enfatizaba la urgente necesidad de fondos para el sostenimiento del ejército. De hecho los ingresos y egresos del gobierno se equilibraban solo porque grandes sumas eran transferidas a la Tesorería desde el Consulado de la Ciudad de México, desde la Casa de Moneda y de los fondos que habían sido donados con propósitos píos. En resumidas cuentas, la historia financiera de este período fue en gran parte formada por una serie de intentos del gobierno de pasarla como se pudiera, mediante la adopción de un recurso tras otro.

Iturbide se sintió impulsado a hacer una nueva petición a la Iglesia. El 9 de enero de 1822 pidió a la catedral de Guadalajara que le suministrara 400,000 pesos en el término de seis meses. En un estilo similar, un préstamo de 150,000 fue solicitado del obispo de Durango. Al obispo de Oaxaca se le pidió la contribución de 200,000. No puede presumirse, sin embargo que haya podido disponerse de inmediato de estos préstamos forzados. La orden de San Agustín de la diócesis de Michoacán respondió a Iturbide a través de su provincia que, aunque la orden no tenía dinero para pagar la contribución, le daría al gobierno cualquiera de sus haciendas para que por el uso de sus productos pudiera obtenerse la exacción requerida. Debido a la falta de fondos para afrontar sus gastos corrientes, la Academia de San Carlos tuvo que cerrar sus puertas.
 
Los gastos hechos por la casa imperial tornaron más aguda la crisis financiera. De acuerdo con un memorándum de francisco de Paula Tamariz, interventor del ejército, del 8 de octubre de 1821 al 20 de marzo de 1822, el Primer Jefe recibió del tesoro público la suma de 77 884 pesos a cuenta de su salario. Entre los datos concernientes a las limosnas un recibo encontrado entre los papeles de Iturbide demuestra que el generalísimo recibió del mayordomo imperial 200 pesos para ser distribuidos durante el mes de enero de 1822 entre los pobres de su ciudad natal. Aunque además de pagarle a Iturbide un salario y afrontar sus gastos incidentales, el gobierno pago los gastos de la casa imperial y a pesar de que algunos de los fondos pudieran haberse usado torpemente, no se han encontrado pruebas de que Iturbide haya forrado su bolsa privada con fondos escamoteados al tesoro público.>>[1]

La acuñación de moneda




Moneda de 8 reales México 1821

Por lo que hace a la acuñación de moneda, durante los años 1821 y 1822 se siguió acuñando moneda a nombre de Fernando VII en las distintas Casas de Moneda del Virreinato de Nueva España, ya que jurídicamente y de acuerdo con el Pacto de Iguala y con los Tratados de Córdoba, el monarca español o alguno de los miembros de su dinastía seguiría siendo el soberano, y hasta su aceptación y coronación un Consejo de Regencia ejercería el poder ejecutivo, a nombre del Imperio Mexicano.


Desde el principio abundaron los envidiosos e inconformes


Carlos María de Bustamante

A los críticos de Iturbide hay que investigarlos a fondo para conocer cuál es su calaña. Tal es el caso del abogado oaxaqueño Carlos María de Bustamante que en 1808 era un fervoroso súbdito de Fernando VII y de la monarquía católica y que promovió que se elaboraran medallas con la efigie del rey. Calificó de “horrorosa” la rebelión de Miguel Hidalgo. En 1812 cambiaría al bando insurgente, cuando participó en los primeros comicios populares de la Ciudad de México, auspiciados por la Constitución de Cádiz y fue perseguido por ello por el virrey Francisco Xavier Venegas. En 1813, el virrey Félix María Calleja tuvo la idea de reunir la mayor cantidad de documentos posibles sobre las insubordinaciones en la Nueva España para escribir una historia sobre ello en lo futuro, encomendándole a su secretario Patricio Humana, elaborara copias de todos los documentos capturados a los rebeldes para mandar a España. Por azahares del destino esa documentación cayó en manos de Bustamante; quien así se convirtió en el gran historiador, pero que a imitación del escritor contemporáneo Francisco Martin Moreno, agregó mucho de su fantasía personal para inventar episodios románticos y de gran heroicidad como el del “Pípila” o el del “niño artillero de Cuautla”.

Su odio hacia Iturbide nació cuando éste, a escasos dos meses de la entrada del Ejército Trigarante, le reclamó una anécdota que puso en su <<Cuadro histórico de la revolución mexicana”, según la cual “el realista Agustín de Iturbide recibió un ejemplar de la Historia del padre Mier y quedó tan impresionado con lo que leyó que decidió pelear a favor de la independencia. Por supuesto, Iturbide reconvino al historiador: “Usted dice en la primera carta de su Cuadro, que yo con la lectura de la obra del Padre Mier me arrepentí de haber perseguido a los insurgentes; yo jamás puedo arrepentirme de haber obrado bien y dado caza a pícaros ladrones; los mismo sentimientos que tuve entonces tengo ahora: vaya y retráctese de cuanto ha escrito en esta parte”.>>[2]

Bustamante nunca se retractó, pero a fines de 1822, la serie de Documentos, La Abispa y el "Cuadro histórico" dejaron de publicarse y reiniciaron un mes después de la abdicación de Iturbide. Para entonces el Bustamante partidario de la monarquía española, ya era republicano y admirador de los Estados Unidos y un activo miembro de la masonería del Rito de York.

Otro importante opositor fue Francisco Lagranda, que en diciembre 1821 publicó un panfleto intitulado “Consejo prudente sobre una de las garantías”, el cual argüía en contra de la doctrina de unión de los mexicanos, incitando a los españoles para que depusieran sus propiedades y salieran de México. Ante ello el 11 de diciembre de 1821, varios oficiales del Ejército de la Tres Garantías, enviaron una fuerte protesta a Iturbide, urgiéndole que suprimiera el citado panfleto y que castigará a aquello autores que abusaran de la libertad de prensa. Lagranda fue condenado a 6 años de prisión.

<<A principios de 1822, la oposición a las políticas gubernamentales había llegado a ser tan pronunciada que el secretario Domínguez autorizó una investigación. En un informe a Iturbide afirmaba que se estaba preparando un complot en la capital contra el régimen existente y que, en caso de que las quejas de los conspiradores no fueran bien recibidas, el magistrado en jefe sería aprehendido por la fuerza armada. Se lanzaría entonces un manifiesto para justificar este acto arbitrario, Se enviarían emisarios a los distritos exteriores para ganar adeptos. Se distribuirían carteles vituperando las virtudes del comandante en jefe, censurando su conducta y ridiculizando las actividades de la junta. Entre los personajes importantes supuestamente implicados en la conspiración estaban los generales Miguel Barragán, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. Bravo se encontraba entre 27 personas arrestadas en noviembre de 1821, sospechosas de deslealtad. >>[3]. La reforzada Masonería Escocesa, refundada y dirigida por Manuel Codorníu, médico de Juan O´Donojú dejaba ya sentir su mano.

<<Que Iturbide estaba ansioso por mantener contacto con mexicano inteligentes respecto a problemas políticos de importancia, fue demostrado por un cuestionario que el mismo hizo distribuir a principios de 1822 entre líderes de varios distritos de importancia, fue demostrado por un cuestionario que el mismo hizo distribuir a principios de 1822 entre líderes de varios distritos acerca de la forma de gobierno que era más deseada. Documentos inéditos coleccionados por el erudito mexicano Genaro García prueban que la opinión en favor de invitar a un príncipe extranjero para ocupar el trono mexicano no tenía fuerza, que algunas personas deseaban un sistema republicano y que había un considerable sentimiento en favor de una monarquía limitada. Antonio de Santa Anna escribió desde la ciudad de Veracruz el 15 de abril de 1822, que la parte inteligente de la población favorecía “una forma de gobierno constitucional y monárquica”, que la facción republicana tenía pocos partidarios y que sus adeptos eran “débiles, volubles o superficiales”. No faltan partidarios juiciosos” continuaba, que favorecen la república, “ya sea porque no desean ver a un monarca español o extranjero ocupando el trono del imperio, de quien ellos estarían celosos, o porque no desean arriesgar que haya desavenencias internas en el caso de que el congreso invite a un mexicano a ocupar el trono”.>>[4]

Los desacuerdos con España


<<La política internacional tuvo influencia sobre la política del gobierno mexicano. Aunque Iturbide había escrito a Juan Gómez de Navarrete para informarle del Tratado de Córdoba, parece que él dejó a los diputados mexicanos en las Cortes españolas en libertad de actuar como juzgaran conveniente. Como señaló más tarde, fue extraño que no se enviaran comisionados a Madrid a negociar un arreglo con la Madre Patria como se había estipulado en el Tratado de Córdoba. Al enterarse de ese tratado, el Consejo Español de Estado opinó que España no debería consentir con el desmembramiento de sus dominios transatlánticos. Como una réplica a los alegatos de que el general O´Donojú tenía autoridad para firmar el discutible tratado, una junta del Ministerio de las Colonias decidió enviar una circular a todas las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de la América española para notificarles que en lugar de haber autorizado a O´Donojú “para celebrar este tratado o para negociar cualquier transacción que tuviera como base la independencia, Su Majestad estaba ocupado en tomar las medidas requeridas por la condición de las colonias”.>>[5]

Recordemos que las noticias tardaban 2 meses o más en viajar por mar, por lo que ignorantes en España de la muerte de O´Donojú, el 7 de diciembre de 1821, el ministro de las Colonias Ramón Pelegrín envió una circular a las autoridades militares, civiles y eclesiásticas de las Indias Españolas, notificándoles que su gobierno “no había otorgado a O´Donojú ni a ninguna otra persona la autoridad para negociar convenios que reconocieran la independencia de ninguna provincia transatlántica”. El Consejo de Estado decidió que el capitán general fuera destituido de inmediato y notificó a las naciones extranjeras que O´Donojú había actuado sin autorización de su gobierno.

<<Más aún, aparentemente todavía ignorante de la muerte de O´Donojú, el 21 de diciembre de 1821, el mismo consejo nombró al mariscal Juan Moscoso para reemplazarlo como magistrado en jefe de México. En vía de réplica las críticas de la actitud del gobierno hacia la revolución en México, en febrero de 1822 el ministro de las Colonias declaró a las Cortes que el mundo no se había percatado de que las deplorables condiciones existentes en España habían afectado seriamente su política colonial.

A instancias del Consejo de Estado, Pelegrín envió un despacho al embajador español en parís para informarle que en vista de que podrían surgir dudas respecto a las directrices dadas a O´Donojú, él deseaba dar a conocer que dicho oficial no había recibido ningunas instrucciones que fueran inconsistentes con los principios constitucionales españoles. Después de un animado debate, el 13 de febrero de 1822 las cortes aprobaron un decreto que establecía que el gobierno debería enviar comisionados a las revoltosas colonias, quienes transmitirían a España las propuestas de los insurgentes. El decreto declara que el Tratado de Córdoba era ilegal y nulo. Disponía además que el gobierno debería informar a las otras naciones que España siempre consideraría el reconocimiento que ellas dieran a la independencia de sus colonias americanas como una violación a los tratados existentes. […]

La circular de Pelegrín que repudiaba las negociaciones entre Iturbide y O´Donojú fue impresa en la Gaceta Imperial de México el 28 de marzo de 1822. En un comentario a propósito de la desautorización del Tratado de Córdoba dicho periódico denunciaba la política colonial de España, justificaba el movimiento de independencia de México y declaraba que su pueblo nunca se sometería al gobierno español. Durante el siguiente mes, el congreso que había sido convocado en México expidió un decreto que ordenaba a los habitantes de todas sus ciudades, pueblos y villas que hicieran un juramento solemne en reconocimiento de la soberanía de la nación. La Regencia ordenó que este decreto fuera observado tanto por los dignatarios civiles, religiosos y militares de todas las clases, como por las fuerzas armadas.

La absoluta desautorización por parte del gobierno liberal español del convenio firmado por Iturbide y O´Donojú constituyó un nuevo y fresco estímulo para aquellos que favorecían la independencia absoluta y desvaneció el proyecto de un arreglo que hubiera permitido a la madre patria sostener a México como su apéndice.

Este resultado agrado a los partidarios que deseaban la independencia absoluta y no calificada. Por otro lado el repudio al Tratado de Córdoba desagradó a la nada despreciable facción que había favorecido el Plan de Iguala, porque éste contenía la promesa de conservar algunos de los lazos que unían a México con España. Cuando el secretario colombiano de Relaciones Exteriores se enteró de que las Cortes habían desautorizado el Tratado de Córdoba, expresó su opinión de que los diputados habían estado locos al rechazar públicamente un acuerdo del cual España habría podido obtener “inmensas ventajas”.

Buscando el reconocimiento internacional de otras naciones


 
James Monroe

México tomó la iniciativa a principios de 1822 respecto a sus relaciones con las naciones independientes del Nuevo Mundo. El 3 de enero la junta decidió que ya que había sido proclamada la independencia del Imperio mexicano, enviaría embajadores a Londres, Roma y Washington. Cinco días después Iturbide escribió una carta al Presidente James Monroe notificándole que el capitán Eugenio Cortés había sido designado como agente ante Estados Unidos con el objeto de comprar los barcos con los cuales se comenzaría a formar la marina del Imperio mexicano. El 10 de enero Iturbide giró instrucciones ordenando a Cortés que procediera a dicho país para adquirir una fragata y algunas corbetas para el gobierno. En respuesta a una carta en la que presentaba al comisionado y en la que Iturbide expresaba su gratitud por los servicios de Henry Clay en favor de la misión de Cortés, éste estadista replicó el 15 de marzo de 1822 que él había tenido el mayor interés en todo lo relacionado con la independencia y prosperidad de Hispanoamérica y especialmente de México. Ofrezco a Vuestra Excelencia mis más cordiales felicitaciones por el gran logro que ha liberado a ese Reino del yugo de Europa –escribió Clay- y mis sinceros deseos de que esta revolución, tan felizmente consumada con tan poco derramamiento de sangre resulte en el firme establecimiento de la libertad y de un gobierno liberal. Cortés escribió a Iturbide desde Baltimore para informarle que había conocido a Clay, quien lo había tratado con urbanidad. El agente mencionaba además que el reciente mensaje de Monroe al congreso insistiendo en que Hispanoamérica tenía el derecho al reconocimiento, mismo que no debería de negársele. En una carta sin fecha dirigida al presidente estadunidense, Cortés sugería que la independencia mexicana debería ser reconocida por los Estados Unidos. El secretario de Estado John Quincy Adams escribió al secretario de Relaciones José Manuel de Herrera el 23 de abril de 1822 que el presidente Monroe estaba deseando recibir un agente diplomático de México y que además su gobierno obraría recíprocamente enviando a un embajador a la capital mexicana. El 4 de mayo Monroe firmo un proyecto de ley que asignaba fondos para el establecimiento de legaciones en los países hispanoamericanos independientes.>>
[6]

Jorge Pérez Uribe


Notas:
[1] Spence Robertson William, Iturbide de México, México, FCE, 2012, págs. 226-228.
[2] Revista Relatos e historias en México, La invención de México, Alfredo Ávila Rueda, N° 1131, julio 2019
[3] Spence, op. cit. págs. 229 – 230
[4] Spence, op. cit. págs. 230 - 231
[5] Spence, op. cit. págs. 231 - 232
[6] Spence, op. cit. págs. 232 - 236