Ucrania, en el corazón de Rusia
<<En un principio Ruthenia es sinónimo de Rusia y se aplica al estado de Kiev; más tarde cuando Moscú aparece en la historia, se habla de Moscovia y de moscovitas para lo que hoy es Rusia y sus habitantes, mientras que se sigue hablando de Ruthenia y de rutenos para lo que es hoy Ucrania y Bielorrusia. A partir de Pedro el Grande y sus conquistas territoriales, los rusos hablan de Gran Rusia, Pequeña Rusia y Rusia Blanca, para borrar la existencia de tres naciones, parientes pero diferentes. […]
Entre 860 y 1240, el poder político de Kiev es tal que reúne a toda la región y sus numerosas naciones, pero su destrucción por los mongoles multiplica las formaciones estatales.>>[1]
¿Quién es Putin, el nuevo zar de Rusia?
<<A diferencia de 90 por ciento de los agentes de inteligencia, Putin es un burócrata anómalo: lee, piensa, toca el piano, oye a los grandes compositores, y como buen yudoca disimula sus pensamientos, sin mostrar jamás sus puntos débiles. Aunque luego, en algunas entrevistas, reconocerá que en las reuniones de los agentes “…se decía lo contrario de los clichés habituales ya convenidos. En esa época se nos permitía pensar libremente, y podíamos decir cosas que los ciudadanos comunes no podían expresar”.
En los primeros meses de 1990, el KGB traslada a Vladimir y Liudmilla a su ciudad natal, la legendaria y hermosa Leningrado. Ella (nacida en Köenisberg, la ciudad de Kant) está feliz: en su menaje carga con un lavarropas de 20 años, regalado por sus vecinos alemanes. Y él, no tanto, porque si bien lo ascienden a teniente coronel (unos rublos más), queda a cargo de un oscuro departamento de personal.
Al año siguiente, el cosmonauta Sergei Krikaliov vive una experiencia análoga a la de Putin en Dresde. En la estación espacial MIR, desesperado, Sergei insiste: “Hola, hola… ¿Hay alguien ahí?” Por consiguiente, Putin renuncia al KGB. Una decisión que en otras épocas, por aquello de los secretos de Estado, hubiera sido un tanto más complicada. Sus superiores lo tranquilizan: Haz lo que quieras. La Unión Soviética ya no existe.
Decenas de millones y millones de ciudadanos, quedan descolocados. No obstante, Putin intuye que hay una relación inversa y directa entre la formidable estación orbital MIR y el departamento de 25 metros cuadrados donde vive con su esposa y dos hijas, los padres octogenarios, y en el que tendrán que acomodar el vetusto lavarropas importado de la RDA. Y, con detenimiento, observa el fenómeno que sus jefes han interpretado como desviaciones ideológicas: la rebatiña de las empresas del Estado vendidas por nada, así como los recursos naturales del país.
Nuestro héroe entiende que las grandes corporaciones económicas de Occidente son, en efecto, las beneficiadas directas, gracias a la claudicación y entreguismo sin límites de una nomenclatura partidaria que él nunca integró. En todo caso, como buen comunista y soldado de la patria, a la que ha servido con abnegación y humildad, sabe también que el vertiginoso hundimiento del país, la negación de la realidad, la mentira oficial y la corrupción desatada, empezó por casa.
¿Qué hacer?, se pregunta Putin. Pero lejos de caer en el dilema del gran revolucionario, lo hace en sintonía con las inquietudes morales de los textos homónimos de un Chernichevski, o un Tolstoi. ¿Qué hacer? Bueno... En primer lugar, conseguir el doctorado en derecho. Y luego, establecer contacto con Anatoli Sobchak, su antiguo profesor de derecho mercantil.
En agosto de 1991, a caballo entre la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética, el golpe de Estado del ala antirreformista del partido, y la extinción de la Unión Soviética, Sobchak es nombrado alcalde de Leningrado, que al mes siguiente retomará su nombre histórico: San Petersburgo. La ciudad inmortalizada en las novelas de Gogol y Dostoievski, en la que Trotski encabezó un contingente de obreros en la revolución de 1905, y Lenin llamó a la toma del Palacio de Invierno en 1917.
El viejo profesor, uno de los coautores de la nueva constitución de la Federación Rusa (1993), necesita a su lado a un hombre de confianza y que, por sobre todo, conozca la ciudad como la palma de su mano. Putin, por supuesto. Pero cuando el ex agente cuarentón se instala en el fastuoso Palacio Smolni, advierte que las oficinas han sido vaciadas, quedando en las paredes los viejos cuadros de Lenin y las alegorías patrióticas del Estado que dejó de existir.
En su recomendable biografía de Putin, el francés Fréderic Pons apunta que la mayoría de los nuevos empleados de la alcaldía cuelgan una fotografía del alcohólico presidente Boris Yeltsin. Putin, en cambio, pide la de Pedro el Grande (1672-1725). Apunta: “Le ofrecen dos: el primero es un grabado romántico del ‘zar de todas las Rusias’. Y el otro es un retrato donde se lo ve más viejo, preocupado, tras haberse embarcado en las reformas que dejaron sentadas las bases del imperio ruso”. Putin elige el segundo.
Varios ayudantes de la época coinciden en recordar un comentario de Putin: El que lamenta la desaparición de la Unión Soviética no tiene corazón; el que anhela su restauración, no tiene cabeza. Sigilosamente, la era Putin ha empezado. El yudoca empieza su trabajo político y, nueve años después, alcanza las alturas del Kremlin.>>[2]
Putin sabe la importancia del zar dentro de la religión ortodoxa y decide ser cabeza. Existe un patriarca exiliado en Nueva York a causa del marxismo en la URSS y decide invitarlo a la actual Rusia. Establece una nueva relación con la Iglesia Ortodoxa y apoya la construcción de iglesias.
La preocupación de Gorbachov
<<Mijail Gorbachov, último presidente de la desaparecida URSS, emitió una ominosa advertencia en su entrevista a la revista alemana Der Spiegel sobre la crisis de Ucrania que podría desencadenar una guerra nuclear (Estoy verdadera y profundamente preocupado; http://goo.gl/5PpL1K).
Quien antes era llamado Gorby le tocó lidiar con la disolución de la URSS y el finiquito de la guerra fría, pero resultó muy cándido al no haber tomado las necesarias precauciones formales por escrito para impedir la posterior expansión de la OTAN.
Gorby inculpa la presente crisis con Occidente a la expansión militar de la OTAN en la esfera de influencia de Rusia que ha destruido el orden de la seguridad europea escrito en el Acta Final de Helsinki de 1975.
Explaya que la temible expansión de la OTAN se ha vuelto “un giro de 180 grados lejos de la Carta de París de 1990 firmada con todos los estados europeos para finalmente dejar a la guerra fría en el pasado”.
Condena la peligrosa mentalidad triunfalista que se ha adueñado de Estados Unidos (EU) y rechaza que sea el “triunfador de la guerra fría”, ya que sin Moscú no hubiera podido conseguir la resolución de varios conflictos regionales ni la reunificación alemana ni el retiro de las tropas soviéticas de Europa oriental ni el desarme nuclear.
Juzga que por desgracia, EU comenzó a construir un imperio global, un megaimperio, mientras empezó a rodear a Rusia con los llamados anillos de defensa, la expansión de la OTAN hacia el Este a las puertas de Moscú. Es lo que los geoestrategas rusos llaman Asa Anaconda de EU para asfixiar a Rusia>>.[3]
<<Década de 1990: Rusia deja ir a Ucrania
En diciembre de 1991, Ucrania, junto con Rusia y Bielorrusia, fue una de las tres repúblicas que sellaron la disolución de la Unión Soviética. Moscú quería conservar su influencia y vio, entre otras cosas, en la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), un instrumento para lograrlo. En el Kremlin, también creían que el suministro de gas barato sería una manera de controlar al país vecino. Pero no fue así, mientras Rusia y Bielorrusia formaron una estrecha alianza, Ucrania tenía la mirada puesta en Occidente.
Al Kremlin le desagradó esa postura, pero no hubo conflicto en la década de 1990. Moscú no estaba preocupado, porque Occidente no quería integrar a Ucrania. La propia Rusia estaba económicamente debilitada, entre otras cosas también por las guerras de Chechenia. En 1997, Moscú reconoció, con la firma del llamado "Gran Tratado", las fronteras de Ucrania, incluida la mayoría étnica rusa que habitaba la península de Crimea.
Primeras grietas en la amistad postsoviética
Bajo la presidencia de Putin, se produjo la primera gran crisis diplomática entre Moscú y Kiev. En otoño de 2003, Rusia comenzó a construir una presa en el estrecho de Kerch hacia el islote ucraniano de Tuzla. Kiev lo vio como un intento de redefinir la frontera. El conflicto escaló y se resolvió tras una reunión bilateral entre ambos presidentes. Las obras se paralizaron, pero la amistad se resquebrajó.
En las elecciones presidenciales de 2004, en Ucrania, Rusia apoyó al candidato prorruso Viktor Yanukóvich, pero la "Revolución Naranja" impidió su victoria, y ganó el político pro-occidental Viktor Yúshchenko. Durante su mandato, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania dos veces, en 2006 y 2009. Y los suministros de tránsito a la Unión Europea (UE) quedaron interrumpidos.
En 2008, el entonces presidente estadounidense George Bush, intentó propiciar la integración de Ucrania y Georgia en la OTAN. Moscú dejó claro en ese momento que no aceptaría la independencia de Ucrania. Alemania y Francia impidieron los planes de Bush. En la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dialogó con Ucrania y Georgia sobre la membresía de la OTAN, pero sin poner fecha.
Al ver que con la OTAN no había avances, Ucrania intentó impulsar la conexión con Occidente a través de un Acuerdo de Asociación con la UE. En el verano de 2013, unos meses antes de la firma, Moscú ejerció una enorme presión económica sobre Kiev y obstaculizó las importaciones ucranianas. En ese contexto, el Gobierno del entonces presidente Yanukóvich, que ganó las elecciones en 2010, suspendió el acuerdo negociado. Yanukóvich desencadenó protestas de la oposición y huyó a Rusia en febrero de 2014.
La anexión de Crimea como punto de inflexión
El Kremlin aprovechó el vacío de poder en Kiev para anexar Crimea en marzo de 2014. Fue un punto de inflexión, el comienzo de una guerra no declarada. Al mismo tiempo, las fuerzas militares rusas comenzaron a movilizarse en las cuencas mineras del Donbás, en el este de Ucrania. Se proclamaron "repúblicas populares" en Donetsk y Lugansk, con los rusos a la cabeza. El Gobierno de Kiev esperó hasta después de las elecciones presidenciales de mayo de 2014 antes de lanzar una gran ofensiva militar, a la que llamó "Operación antiterrorista".
En junio de 2014, el recién elegido presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y Putin se reunieron por primera vez, con la mediación de Alemania y Francia, con motivo de las celebraciones del 70 aniversario del Día D en Normandía. Allí nació el llamado Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia).
En ese momento, el Ejército ucraniano pudo hacer retroceder a los separatistas, pero a fines de agosto, según Kiev, Rusia intervino militarmente y de manera masiva. Moscú lo negó. Las unidades ucranianas cerca de Ilovaisk, una ciudad al este de Donetsk, sufrieron una derrota. Fue otro punto de inflexión. La guerra en un frente amplio terminó en septiembre, con la firma del armisticio en Minsk.
Guerra de trincheras en el Donbás
Desde entonces, tiene lugar una guerra de trincheras. A principios de 2015, los separatistas volvieron a la ofensiva y, según Kiev, se desplegó nuevamente el Ejército ruso. Moscú también lo negó. Las fuerzas ucranianas sufrieron una segunda derrota, esta vez en la ciudad estratégica de Debaltsevo. En ese momento, se llegó al acuerdo de paz Minsk-2, con mediación occidental, pero este sigue sin cumplirse hasta hoy.
En otoño de 2019, se retiraron las respectivas tropas, pero Putin no quiere reunirse en persona con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski porque, desde el punto de vista de Rusia, no está implementando los acuerdos de Minsk. Desde diciembre de 2021, Putin exige a EE. UU. que Ucrania nunca pase a formar parte de la OTAN y no reciba ayuda militar. Pero la OTAN ha rechazado esta demanda.>>[4]
Jorge Pérez Uribe
[2] José Steingler, Vladimir Putin: Russia first, Periódico La Jornada, Miércoles 18 de abril de 2018
[3] https://expansion.mx/economia/2015/01/09/gorbachov-advierte-una-guerra-nuclear-entre-rusia-y-europa
[4]https://www.dw.com/es/rusia-y-ucrania-cr%C3%B3nica-de-un-conflicto/a-60550995