Mostrando entradas con la etiqueta Movimiento de Independencia México. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Movimiento de Independencia México. Mostrar todas las entradas

miércoles, 11 de septiembre de 2013

“EL GRITO DE INDEPENDENCIA” EN LA VOZ DE SUS PROTAGONISTAS




Se conoce como Grito de Independencia a la celebración de carácter patriótico con la que los mexicanos conmemoramos el inicio de nuestra lucha de independencia de España. Al efecto, desde finales del siglo XIX tiene lugar la ceremonia de "el grito” que cada 15 de septiembre es celebrada por el Presidente de la República a las 11 de la noche, en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, seguida de juegos pirotécnicos. Esta ceremonia tiene réplicas en cada una de las capitales de los Estados que conforman la República Mexicana y en muchas poblaciones más.

Como en otros hechos patrióticos se impone -el mito o la leyenda- a la realidad; y así resulta que los hechos concernientes al Grito de Independencia, tuvieron lugar no en la noche del día 15 de septiembre de 1810, sino en la madrugada del día 16. El que se celebre el día 15 tiene su antecedente en que ese día festejaba su cumpleaños el presidente Porfirio Díaz que gobernó por 35 años y estableció la costumbre de celebrar en ese día la fiesta patria.

Para desmitificar el acontecimiento histórico, no hay como, recurrir a las declaraciones de los principales próceres durante los procesos de consejo de guerra que se les siguió en el mes de mayo de 1811, en la ciudad de Chihuahua.

He aquí la narración de los hechos en boca de sus actores:

Miguel Hidalgo Y Costilla: <<...que la expresada insurrección tuvo principio en el expresado pueblo (Dolores) el día dieciséis de septiembre próximo pasado como a las cinco de la mañana. [...]

Que en esto como a tres o cuatro días antes del dieciséis, tuvo el declarante noticias aunque vagas de que Allende estaba delatado, por lo que lo llamó a Dolores para ver lo que el resolvía, pero nada resolvieron en la noche del catorce que llegó a su casa, ni en todo el día quince, que se mantuvo allí; hasta que a las dos de la mañana del dieciséis vino don Juan Aldama diciéndole que en Querétaro habían aprendido a sus confidentes, en cuya vista en el mismo acto acordaron los tres dar el grito, llamando el declarante como a diez de sus dependientes, dando soltura a los presos que había en la cárcel, obligando al carcelero con una pistola a franquear las puertas de ella.

Y entonces les previno a unos y otros que le habían de ayudar a aprehender a los europeos, lo que se verificó a las cinco de la mañana del mismo día, sin otra novedad que la de unos cintarazos que se le dieron a don José Antonio Larrincia porque se iba huyendo. Que puestos en la cárcel los europeos, cerradas las tiendas de unos, dejadas otras a cargo de los cajeros criollos o de sus familias, y viniendo a su partido los indios y rancheros que por ser domingo habían ocurrido a misa, trataron de encaminarse a San Miguel el Grande en persecución de su proyecto.>>

Ignacio de Allende: <<que el día quince del mismo mes (septiembre), se trasladó el declarante desde San Miguel el Grande al pueblo de Dolores, como una de tantas veces solía hacerlo, habiendo llegado allí, a cosa de seis de la tarde, apeándose en la casa del cura Hidalgo, a que se siguió hablar entre los dos del riesgo a que estaba expuesto el Reino de ser entregado a los franceses porque para el concepto de los dos toda la Grandeza de España estaba inclinada, o por mejor (decir), decidida por Bonaparte, y que la Península estaba perdida, excepto Cádiz, de que debía resultar que el Reino se perdiera también porque estaba indefenso, y las más de sus autoridades públicas eran hechuras del tiempo del Príncipe de la Paz [1], y no podía tenerse confianza de ellas.>>

Manifestó que el encargado en Querétaro era don Epigmenio González, Ignacio Carreño y N. Lozada y en San Miguel el Grande, el mismo declarante, don Juan Aldama y don Joaquín Ocón. Agregó que: << a hora de las doce de la noche llegó Juan Aldama con la noticia de que en Querétaro se había aprendido a su confidente don Epigmenio González y a otros, y de que consecutivamente venían a prender al declarante, visto lo cual, y no pudiendo dudar de que así sería, por mediar las relaciones que se tienen expresadas, entraron los tres, Aldama, Hidalgo y el que declara, en consulta sobre lo que debían hacer, en que se resolvió entrando en el acuerdo don Mariano Hidalgo, y don Santos Villa, convocar en la misma noche (a) los vecinos que estaban, o se consideraba estarían prontos a seguirlos, y juntos hasta ochenta hombres, fueron al cuartel y se apoderaron de las espadas de una compañía que estaban depositadas allí y luego se distribuyeron por las casas de los europeos, para que los fuesen asegurando, según fuesen abriendo sus puertas por la mañana, y al declarante le tocó la casa del subdelegado don Nicolás Rincón, a quien también se aprehendió, sin embargo de ser criollo, porque se temía no había de ser de su partido, y cuando el declarante se llevaba al subdelegado le dijeron en medio de la plaza que se dirigiese a la cárcel, pues ya estaban todos los europeos, habiendo antes puesto en libertad a los presos, no sabe si por disposición de Hidalgo o de algún otro, y para aquella hora que serían las seis de la mañana, ya se habían juntado hasta doscientos hombres y a poco rato llegarían a quinientos, por ser día domingo y de mercado; que inmediatamente trataron de dirigirse a San Miguel el Grande con el fin de practicar igual operación y don Juan de Aldama se quedó encargado de conducir a los europeos, que serían de diez y ocho a veinte, a las inmediaciones de San Miguel el Grande, hasta ver el resultado de su empresa y no exponerlos al furor de la plebe... >>

Juan Aldama, en sus declaraciones –acobardado y pusilánime, ante una probable sentencia de muerte- trata de liberarse de responsabilidad en el movimiento y narra que habiendo recibido al mozo enviado por Epigmenio González, en la población de San Miguel el Grande y yendo a esconderse a la hacienda de su hermano don Ignacio Aldama, tuvo que pasar por Dolores, por lo que no le quedó otra más que la de señalar en donde vivía el cura Hidalgo <<llegados a ella tocaron la puerta, y se levantó el cura, haciéndole instancia al declarante que se apease a tomar chocolate [2]; y en efecto se apeó, y al mozo lo dirigió al cuarto donde estaba Allende; inmediatamente vino este al del cura a quien dijo lo que había, y aquel sin detención salió a llamar a su cochero, lo que le dijo no lo oyó; pero si vio que a poco rato entraron ocho hombres armados de los cuales sólo conoció a un Martínez vecino del mismo Dolores, estando el declarante tomando chocolate: entonces dijo el cura a todos: Caballeros somos perdidos aquí no hay mas recurso que ir a coger gachupines, a que le dijo el declarante: Señor que va a hacer vuestra merced por amor de Dios: vea vuestra merced lo que hace, repitiéndoselo por dos veces: a ese tiempo entró el cochero, y dijo que un tal Herrera que lo había enviado a solicitar el cura decía que no podía venir porque estaba medio malo; entonces el cura mandó a dos de aquellos hombres que estaban allí armados a que lo fueran a traer por bien o por mal; cuando ellos vinieron con el otro se fueron parando todos y le dijeron al declarante el cura y Allende, vamos Aldama, y de miedo de que no lo fueran a matar se paró y los acompañó, se dirigieron para la cárcel fueron, y el mismo cura hizo al alcalde de la ciudad que echase los presos a la calle; y todos se armaron con leños y piedras, y dieron principio a la prisión de los europeos en sus casas como a las seis de la mañana, y concluida esta operación a cosa de las ocho que los encerraron en la cárcel entre ellos al padre sacristán don N. Bustamante; ya se habían juntado más de seiscientos hombres de a pie y caballo por ser día domingo, y haber ocurrido a misa de los ranchos inmediatos, y el cura que los exhortaba a que se uniesen con él le ayudasen a defender el reino porque querían entregarlo a los franceses: que ya se había acabado la opresión: que ya no había más tributos, que los que se alistasen con caballos y armas les pagaría a peso diario, y los de a pie a cuatro reales, que todo esto pasó desde las cuatro de la mañana del día dieciséis que llego a Dolores, hasta las once de la misma mañana.>>

Ignacio de Allende: <<hicieron alto en Atotonilco en donde tomaron de casa del capellán don Remigio González un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe por idea de alguno de la compañía, el cual pusieron en una garrocha y continuaron su marcha para el lugar de su destino, a donde llegaron ya de noche y hallaron que el pueblo estaba alborotado, y gritando viva la América y muera el mal gobierno; los europeos que se habían hecho fuertes en Casas Reales se entregaron al que declara por ser ya mucha la plebe que se había juntado, y algunos gritaban que mueran los gachupines; pero el que declara pudo contenerlos con mucho trabajo, aunque no pudo evitar el saqueo de tres o cuatro tiendas, y así quedo entablada la resurrección...>>

El mejor biógrafo de Hidalgo el doctor en Historia, Carlos Herrejón Peredo, nos ofrece una vívida narración de esa madrugada [3]:


<<El grito de Dolores: “¡Se acabó la opresión!”


Cuando ya estaban reunidas como quince o dieciséis personas, alfareros y sederos, incluso los dos serenos, y algunos del pueblo que no pertenecían a las oficinas del señor Cura, pero que con el rumor de la novedad se habían levantado, y otros que los mismos alfareros habían convidado al pasar por sus casas, entonces dio orden el señor Cura a los alfareros para que fueran a traer armas y hondas que estaban ocultas en la alfarería, lo cual se verificó en un momento y se les repartieron a los que habían concurrido [...]

Una vez armados los pocos que se habían reunido, tomó el señor Cura una imagen de nuestra Señora de Guadalupe, y la puso en un lienzo blanco, se paro en el balconcito del cuarto de su asistencia, arengó en pocas palabras a los que estaban reunidos recordándoles la oferta que le habíamos hecho de hacer libre nuestra patria, y levantando la voz dijo:

-¡Viva nuestra Señora de Guadalupe! ¡Viva la independencia!
Y contestamos:
-¡Viva!
Y no faltó quien añadiera:
-¡Y mueran los gachupines!

Acto seguido el cura se dirigió junto con ellos a la cárcel, donde liberó a cincuenta reos; de allí fueron todos al cuartel por espadas. Se agregaron soldados del destacamento del Regimiento de la Reina. Y todos se distribuyeron para proceder a la prisión de españoles: Allende y Aldama al subdelegado Rincón, aunque criollo, y al colector de diezmo Cortina, Balleza al padre sacristán, el peninsular Bustamante; Mariano Hidalgo y Santos Villa fueron por los demás. En total 18 condujeron a la cárcel. Larrinúa fue herido por uno de los reos liberados. El subdelegado Rincón se oponía a entregar a Cortina, el encargado del diezmo recién llegado; no se doblegó hasta que llegaron Allende e Hidalgo. El lugar del subdelegado lo ocupó Mariano Montes.

Mientras tanto el campanero, el cojo Galván, había dado las llamadas para la misa de cinco. Como una de de las razones primordiales del movimiento era la defensa de la fe y sus prácticas, lo más seguro es que, una vez aprehendidos los gachupines, gran parte de los sublevados acudiera a la misa dominical, pues era de riguroso cumplimiento comenzando por el propio Hidalgo, aunque no oficiara él sino uno de los vicarios.

Habiendo salido todos de la iglesia poco después de las seis, allí en el atrio el Cura Hidalgo arengó a la multitud en estos términos: “¡Hijos míos! ¡Únanse conmigo! ¡Ayúdenme a defender la patria! Los gachupines quieren entregarla a los impíos franceses. ¡Se acabó la opresión! ¡Se acabaron los tributos! Al que me siga a caballo le daré un peso; y a los de a pie, un tostón.”

“Voy a quitarles el yugo”


A las siete de la mañana ya se contaban más de seiscientos los animados a entrar en la insurgencia. Allende y Aldama ayudados por 34 soldados del destacamento del Regimiento de la Reina, se dieron a la tarea de formar pelotones y dotarlos cuando menos de hondas que tenían guardadas en El Llanito y lanzas de Santa Bárbara, de donde había llegado Luis Gutiérrez con más de doscientos jinetes.

Mariano Abasolo no estuvo en el momento de la primera arenga, pues permaneció en su casa, pero más tarde escucho a Hidalgo mientras se dirigía no a la muchedumbre sino a un grupo de vecinos principales de Dolores. En efecto, <<el propio cura Hidalgo y Allende mandaron juntar todos los vecinos principales del propio pueblo, y reunidos, les dijo el Cura estas palabras:

“Ya vuestras mercedes habrán visto este movimiento, pues sepan que no tiene más objeto que quitar el mando a los europeos, porque éstos, como ustedes sabrán, se han entregado a los franceses y quieren que corramos la misma suerte, lo cual no hemos de consentir jamás; y vuestras mercedes como buenos patriotas, deben defender este pueblo hasta nuestra vuelta que no será muy dilatada para organizar el gobierno.”

Con cuya simple arenga, sin decirles los vecinos si lo ejecutarían o no, se retiraron a sus casas.
Hidalgo encargó la parroquia al padre José maría González, generoso devoto de la cofradía de los Dolores. Hubo otras misas dominicales y así unos entraban y otros salían. Almorzaban lo que generalmente se ofrecía en el tianguis dominical.

Hidalgo inició también una de las que serían las acciones de mayor trascendencia para el movimiento: el nombramiento de comisionados para diversos puntos. Por último, encargó los obrajes a Pedro José Sotelo y otros.

Habló con sus hermanas Vicenta y Guadalupe, prometiéndoles que pronto volvería, y hacia las once de la mañana montó en caballo negro. Al paso del desfile de cerca de ochocientos sublevados que enfilaron hacia la hacienda de la Erre, pasando por el puente del río Trancas, una joven del pueblo, Narcisa Zapata, le gritó al párroco:

-¿A dónde se encamina usted, señor cura?
Y éste contestó:
-Voy a quitarles el yugo, muchacha.
A lo que replicó Narcisa:
-Será peor si hasta los bueyes pierde, señor Cura.

Ya había salido la extraña tropa, cuando llegó a Dolores aquel mozo Cleto, Anacleto Moreno, a quien Hidalgo había encargado conseguir adeptos en Tierrasnuevas. Había hablado en efecto con un tal Urbano Chávez, pero este, haciéndole creer que se interesaba, lo denuncio ante José Gabriel Armijo, quien lo llamó para pedirle una constancia escrita por Hidalgo en que formulara la invitación a la revuelta. El ingenuo Cleto, a eso se presentó en Dolores; más no halló sino a un soldado insurgente en la casa de Hidalgo, que no tuvo empacho en extenderle, delante de Abasolo, el siguiente papel, significativo de cómo se percibía el levantamiento:

En diez y seis de septiembre de 1810 han sido presos todos los gachupines de este lugar. En la fatiga no ha sido menester maltratarlos ni lastimarlos, porque ha sido tanto el gentío que alcanzo el número a 300 y tantos de a pie y 400 de a caballo; y habiéndolos puesto en la cárcel, fueron puestos en libertad todos los presos y fueron pensionados a tomar las armas. De sus intereses no se ha echado mano hasta hoy más de los reales para sueldos de toda esta gente, repartiendo en trozos cada un trozo con su comandante según el número de gachupines en cada lugar hay.

Esto es reducido a quitar esta vil canalla de estos mostros [sic], antes que se ejecute la ruin que se espera de que se introduzca la herejía en este reino; y así, considero usted hace lo mismo en ese partido, pues no vamos en contra de la ley.

Por demás está decir que a su regreso Cleto fue aprehendido mientras Armijo comunicaba el levantamiento a su jefe, Félix María Calleja. [...]>>

Así fue aquella madrugada del 16 de septiembre de 1810.



[1] Manuel Godoy y Álvarez, valido de Carlos III
[2] En los primeros veinte minutos de la película La Virgen que forjó una Patria (1942) se muestran estas escenas con mucho apego, y con una insuperable actuación del actor Julio Villarreal en el papel de Hidalgo. En particular es interesante la recreación del rito novohispano de "tomar chocolate". El link o liga es: http://es.gloria.tv/?media=358304
[3] Revista Letras Libres, La naciente insurgencia, septiembre 2010, México,

Bibliografía: Voces insurgentes Declaraciones de los caudillos de la Independencia, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, México, 2010


martes, 25 de septiembre de 2012

LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y EL PROYECTO ITURBIDISTA


La Constitución de Cádiz


En este año de 2012 celebramos el bicentenario de la constitución de Cádiz, conocida como “La Pepa”, ya que fue promulgada el 19 de marzo de 1812, festividad de san José, siguiendo la costumbre masónica de encimar la liturgia laica sobre la religiosa.



El origen de las cortes españolas se remonta al siglo XII, y si bien tuvieron la facultad de legislar, solo tuvieron una facultad constituyente a partir de Cádiz 

Fueron convocadas por la Junta Suprema Central y Gubernativa, un organismo improvisado y enteramente provisional para llenar de algún modo el vacío de poder que había provocado la salida de España del rey y de toda la familia real y las abdicaciones de Bayona. Este organismo ordenó por un decreto de mayo de 1809 la celebración de Cortes Extraordinarias y Constituyentes. Las Cortes de Cádiz iniciaron sus trabajos con trescientos diputados, de los cuales sólo treinta y cinco eran americanos[1], y dos filipinos, lo que nos revela la desproporción en la representación de los pobladores y territorios. 

<<Las Cortes de Cádiz, no obstante, arrogándose una potestad que por supuesto el pueblo soberano no les había conferido, acometieron el acto revolucionario de volver del revés las estructura políticas de España. De ese modo, las Cortes gaditanas[2] aprobaron una normal legal que por primera vez cercenaba el poder absoluto del monarca, cuya potestad soberana o derecho a pronunciar la última palabra, se trasladaba a la nación, ejercida a través de los diputados elegidos por el pueblo y reunidos en Cortes. Según el Título I de la nueva “ley de leyes”, la Nación “no es patrimonio de ninguna familia ni persona”>> [3]

La Pepa era una copia burda de la primera constitución francesa, la de septiembre de 1791. Extensa, ya que contenía 384 artículos, que regulaban multiplicidad de asuntos, y que más que dar libertad, asfixiaban a los ciudadanos. 

Otorgaba al rey la titularidad del poder ejecutivo, así como la facultad de nombrar a siete secretarios o ministros que lo auxiliarían, pero que serían responsables ante las Cortes unicamerales. <<Si bien el monarca no perdía su facultad de sancionar e incluso crear leyes, no estaba facultado para dar a la nación su Ley Suprema, pues su figura pasó a ser regida por dicha ley, cuya formulación era potestad exclusiva de las Cortes. El poder judicial correspondería a los tribunales específicamente establecidos para ello. Así, la segunda gran novedad fue la división de poderes, que creaba una monarquía moderada o constitucional. >> [4]

Abolió instituciones ya caducas para esa época como fueron: la Inquisición, los gremios, los mayorazgos, el tributo indígena y la encomienda.

Proclamó la libertad de imprenta, de industria, cultivo, comercio y pesca, el desestanco del tabaco y la igualdad jurídica. Pero también implantó el servicio militar obligatorio. 

La Pepa apenas tuvo poca oportunidad de instaurarse en territorio español, por la guerra contra el invasor francés, y una vez expulsado éste; el 4 de mayo de 1814 el repuesto rey Fernando VII, firmó un decreto anulando todo lo legislado por la cortes de Cádiz. 

Ante las constantes intentonas de golpe de estado propiciadas por la fraternidad masónica, Fernando VII llegó a promulgar hasta 14 decretos contra ella. Finalmente el 1° de enero de 1820 el teniente coronel Rafael del Riego [5] al grito de ¡viva la Constitución!, amotinó a las tropas acantonadas en localidad de Las Cabezas de San Juan, a unos sesenta kilómetros de Cádiz en el camino de Sevilla, mientras esperaban en el puerto gaditano ser embarcadas rumbo a las Américas. Riego formó una Junta Consultiva que tomó como rehén al soberano español, obligándolo a restablecer la Constitución de 1812.


Segunda vigencia de la Constitución de Cádiz en la Nueva España


En mayo de 1820 comenzó a ser jurada en la Nueva España. Por ella el Conde del Venadito, Juan Ruiz de Apodaca y Eliza, pasaba de ser virrey, a jefe político superior del reino de la Nueva España, aunque conservaba el título de capitán general. Bondadoso y de tacto conciliador, había pacificado prácticamente al país con excepción de un puñado de guerrilleros de la sierra de Guerrero.

Probablemente Apodaca vislumbró los problemas que la nueva constitución traería en su reinstalación, empezando por el de su papel como virrey, las audiencias, las intendencias, los consulados, la Inquisición, la real Hacienda, los cabildos, los órganos de administración de justicia, la iglesia, etc. Problemas que podrían redundar en la pérdida del reino.

Uno de ellos fue el del artículo 22 por medio del cual se reconocía la nacionalidad española a los negros y castas de origen africano, pero no la ciudadanía. Aunque la población negra no pasaba de 6,100 individuos, los mulatos y otros cruces con sangre negra formaban el 22% de la población y nutrían parte importante de los ejércitos realistas.

El 27 de febrero de 1821, Apodaca recibió de Iturbide el Plan de Iguala, junto con otros documentos relativos a su proyecto de independencia. Sin leerlos siquiera, Apodaca contestó que lo mejor era “Seguir en su fidelidad al Rey y observar la Constitución que hemos jurado”. A ello respondió Iturbide en los siguientes términos. “De nada menos adolece mi plan que de sistema anticonstitucional; tengo la ilustración necesaria para conocer los derechos del hombre libre...” [6]

<<Desde su cuartel general en Teleolapan el 16 de marzo, escribió a las Cortes reunidas en España informándoles acerca de su plan y les aseguró que para realizarlo se había apoyado el “sistema general reynante” y que había creído que Apodaca lo secundaría con “providencias justas arregladas á las luces del siglo y conformes con el sistema liberal reynante”, afirmando que se deseaba “un rey constitucional, y de la dinastía de los Borbones, que se coloque a su cabeza, ceñido a las deliveraciones de un congreso arreglado; más todo en el centro de este Imperio...”>>[7]

Estas afirmaciones, que a muchos sorprenderán, nos hablan de un Agustín de Iturbide, que observaba un proyecto constitucional, en donde era básica la división de poderes.

La inexistente mentalidad constitucionalista en la Nueva España


<<Hoy resulta fácil entender el principio de la supremacía constitucional, es decir, que una constitución formal constituye la base jurídica fundamental sobre la cual se erige todo el edificio legal e institucional de la vida de un estado moderno y que, por lo mismo, representa la norma jurídica suprema de todo el orden jurídico que rige en el mismo. De esta suerte, no es posible pensar en un sistema de distribución jerárquica de competencias, en el ejercicio de las funciones y en la actividad de los funcionarios públicos, ni en la moderna división de poderes, ni tampoco en el cabal respeto a los derechos del hombre que los textos constitucionales “reconocen” u “otorgan” con este nombre o con el más neutral de “garantías individuales”, ni en las formas actuales de representación política si no se cuenta con la vigencia –y se entiende el funcionamiento- de una constitución escrita que establece esas competencias, funciones y funcionarios, divide el poder, precisa esos derechos o garantías y establece el sistema de representación. [...]

Pero de todo esto que nos parece claro y natural en nuestros días después de doscientos años de teoría y vida constitucionales, de “experiencia” política moderna, de cientos de autores y de textos, así como de sesudas interpretaciones de tribunales ad hoc, no se tenía clara idea y menos experiencia- en la vida política novohispana a comienzos de siglo XIX. [...]

Serán muy pocos los que entiendan el significado de una constitución escrita para el funcionamiento de las instituciones y el ejercicio de las funciones públicas, durantes siglos determinadas por esa discrecionalidad, por ese arbitrio y por el manejo y operación de un orden jurídico plural, nutrido por una serie de fuentes del derecho donde, si bien la ley ya ocupaba una posición relevante, no agotaba, ni con mucho, todo el marco normativo a cuyo interior se desenvolvía la población novohispana. Muy pocos entenderán que la vigencia de una constitución como la de Cádiz suponía la extinción del pluralismo ideológico (y su consecuente visión horizontal de los ordenamientos jurídicos) y la consecuente aparición de un nuevo absolutismo, el legal, que implicaba el establecimiento de nuevas reglas para todos (dentro de un sistema vertical de los ordenamientos donde la constitución ocupaba el puesto supremo), en aras de una supuesta mayor libertad para los habitantes del reino. Lo que si se pudo advertir casi de inmediato es que el nuevo orden gaditano sería el mismo y el único para toda la monarquía española, desde el norte de California hasta el estrecho de Magallanes y desde las Baleares hasta las Filipinas. Un solo derecho para una misma monarquía –un Estado, un derecho- sin detenerse en considerar las diferencias, fueran geográficas o humanas (salvo el caso de la población mulata o negra), que pudieron haberse gestado durante casi trescientos años, no solo entre los reinos americanos y los peninsulares (ya de por sí muy distintos entre sí), sino entre los propios reinos del nuevo mundo.>> [8]

El constitucionalismo en Iturbide


<<Con un programa en parte distinto y en parte coincidente con el planteado por la insurgencia en los dos lustros anteriores, y casi totalmente derrotado hacia 1819, el coronel criollo Agustín de Iturbide (1783-1824) consumó en 1821 la independencia por un camino exento de sangre y en forma rápida y eficaz, dado que supo conciliar los intereses de los diversos grupos que entonces integraban la compleja sociedad novohispana. Dicho programa se conformó con tres presupuestos básicos o garantías –Religión, Independencia y Unión- y con una forma de gobierno: la monarquía moderada por una constitución adecuada para el llamado Imperio Mexicano. Presupuestos y forma de gobierno que se consignaron en el Plan de Iguala, firmado por Iturbide el 24 de febrero de 1821, y en los Tratados de Córdoba, signados por éste y por el último jefe político superior y capitán general español, don Juan O´Donojú (1762-1821).>> [9]

Existe basta correspondencia en donde Iturbide plantea su visión constitucionalista, pero sin duda, el documento más representativo de su pensamiento es el Plan de Iguala el cual fue fraguado en octubre de 1820 y que establece en su artículo 3°: “Gobierno monárquico, templado por una constitución análoga al país” y en el 5°: “Habrá una Junta, ínterin se reúnen Cortes que hagan efectivo este plan” y en el 11°: “(Las Cortes) Trabajarán luego que se unan, la Constitución del imperio mexicano” y en el 21°: “Ínterin se reúnen las Cortes se procederá en los delitos con total arreglo a la Constitución española” y finalmente en el 24°: “Como las Cortes que se han de formar han de ser constituyentes, deben ser elegidos los diputados bajo ese concepto.”[10]

También en los Tratados de Córdoba, encontramos estos postulados, y así, se establece en el artículo 2°: “El gobierno del imperio, será monárquico moderado” y en el 12°: “Instalada la Junta Provisional gobernará interinamente conforme a las leyes vigentes en todo lo que no se opongan al Plan de Iguala, y mientras las Cortes formen la constitución del estado.” El 13° señala: “La regencia, inmediatamente después de nombrada procederá a la convocación de Cortes...” El 14° reafirma la división de poderes: “El Poder Ejecutivo reside en la regencia, el Legislativo en las Cortes; pero como ha de mediar algún tiempo antes de que estas se reúnan, para que ambos no recaigan en una misma autoridad; ejercer la Junta el Poder Legislativo...” [11]

Jaime del Arenal Fenochio señala que: <<Se trataba más bien de aprovechar lo mejor del constitucionalismo español sin llegar a sus excesos, sobre todo en materia religiosa, y constituir un Estado sobre la base de una Constitución “peculiar” y “adaptable”. Lo que vendría a significar que tampoco se estaría en la disposición de aceptar todo el liberalismo español: si éste no aceptaba la independencia, el liberalismo de Iguala no tenía por qué aceptar todo lo dispuesto en la Carta de Cádiz y en los decretos de las Cortes. Tal vez en esto radique la genialidad de Iturbide: en percatarse de la necesidad ( hasta la fecha y durante tantos años buscada en nuestro país) de constituir un Estado atendiendo a sus peculiaridades, a su historia, a su naturaleza, a sus hombres, a sus características sociales, a su “imaginario social”, a su geografía, a sus creencias, tradiciones y costumbres, con lo que aprovechándolos, se alejaría del programa abstracto y universalista propuesto por el iusnaturalismo racionalista europeo, dominante entonces, y se acercaría –sorprendentemente – al modelo contrario, al “historicista” que entonces comenzaría a difundir, entre otros, la escuela histórica alemana.

No era, pues, la constitución lo que se rechazaba en Iguala, ni la división de poderes o la libertad de prensa, ni por el contrario, se aceptaba la desigualdad estamental o la inquisición; lo que en iguala se rechazó fue, por un lado, la discordia que tan funestos resultados había provocado desde hacía once años y, por el otro, el servilismo hacia modelos político-constitucionales óptimos para otras latitudes pero inadecuados para la América Septentrional. Subyace en Iguala un deseo auténtico de independencia total porque ésta supone un previo reconocimiento no menos evidente de nuestra diferencia con España [...] Iguala es francamente independentista por separarse prudentemente del modelo gaditano en lo que no fuera adaptable y conveniente al nuevo Estado, que en lo otro no habría obstáculo alguno en aceptarlo. El hecho de proponer la separación pacífica, civilizada y jurídica en un plano que mantuviese relaciones de franca camaradería con la antigua metrópoli no significa ninguna merma a la independencia absoluta de la Nueva España; lo que determina ésta es el hecho de ser diferentes y la facultad de darse a sí misma una constitución propia, es decir, el ser soberana, y la soberanía quedó consagrada en los artículos 2, 3 y 11 del Plan de Iguala.

El ser diferentes cabía también respecto del resto de América, por la que el Plan estableció la independencia no sólo respecto de España sino de cualquiera otra potencia “aún de nuestro continente”. [...] Ésta fue la visión realista de Agustín de Iturbide, quien supo aprovechar la modernidad sin tirar al pozo lo que entonces éramos, en aras de un idealismo políticamente seductor pero irresponsable. Sí había que conservar algo era la concordia y la majestad de un imperio que hasta poco antes había sido opulento, lo que sólo se lograría “desatando el nudo sin romperlo”. >>[12]

Colofón


Una vez obtenido el triunfo y constituido el Imperio Mejicano, la Soberana Junta Provisional Gubernativa y la Regencia encabezada por Iturbide, convocaron a la formación de las Cortes, mismas que empezaron a sesionar el 24 de febrero de 1822; pero infiltradas por la masonería escocesa y el naciente rito de York, se dedicaron en vez de redactar una nueva constitución, a obstruir la labor de la Regencia, a conspirar para que el Consejo de la Regencia se integrará por los masones más distinguidos en la oposición a Iturbide e incluso a fraguar un golpe de estado.

El proyecto constitucional de Iturbide nunca cuajó, en su lugar fue aprobada el 4 de octubre de 1824, una constitución copiada de un texto obsoleto de la constitución norteamericana. 

Jorge Pérez Uribe



Notas:

[1] Los novohispanos estuvieron representados por Santa María, Mariano Michelena, Miguel Ramos Arizpe, Iturrubaría, y Mayorga
[2] Perteneciente o relativo a la ciudad de Cádiz (Diccionario R.A.E.)
[3] Vicente Alejandro Guillamón, La Pepa, aquéllas Cortes de Cádiz,, España, 2012, http://www.familiaqueesyquenoes.org/Colaboraciones/Indice/Masoneria/
[4] Magdalena Mass, Constitución de Cádiz, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México, México, 2012,http://www.inehrm.gob.mx/Portal/PtMain.php?pagina=exp-constitucion-cadiz
[5] Miembro de la logia masónica Lautaro de Cádiz. Como premio fue nombrado capitán general de Aragón y gran maestre del Gran Oriente
[6] Jaime del Arenal Fenochio, Un modo de ser libres Independencia y Constitución en México (1816-1822), Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones en México, México, 2010, pág.160
[7] Del Arenal, op. cit., pág.160
[8] Del Arenal, op. cit., págs. 161, 162
[9] Del Arenal, op. cit., pág. 135,136
[10] http://www.inehrm.gob.mx/pdf/documento_planiguala1.pdf
[11] http://www.juridicas.unam.mx/infjur/leg/conshist/pdf/tratcord.pdf
[12] Del Arenal, op. cit., pág.98