jueves, 25 de febrero de 2016

El CONCEPTO DE ENFERMEDAD ANTES Y DESPUÉS DE LA CONQUISTA

(PRIMERA PARTE)




Por Ruy Pérez Tamayo*



I. INTRODUCCIÓN


Hace 500 años, dos mundos se descubrieron mutuamente. Uno de ellos cruzó el océano buscando otra cosa y al toparse con tierra y hombres creyó haberla encontrado; el otro vio en los recién llegados el cumplimiento de una antigua profecía que anunciaba el regreso de un dios. Ambos mundos estaban equivocados, pero desde ese momento dejaron de funcionar como entidades separadas y extrañas y se ocuparon en transformarse en lo que siempre habían sido sin saberlo: un solo mundo. La integración de las dos culturas, la europea y la mesoamericana, fue un episodio aterrador, violento y destructivo, que terminó con la imposición de la primera sobre las ruinas de la segunda y el surgimiento de la Nueva España. Pero aunque casi todos los componentes de la cultura mesoamericana fueron obliterados (ciudad, templos, dioses, estructura política y social) persistieron los hombres mesoamericanos y con ellos muchas de sus tradiciones, aunque más o menos escondidas para evitar castigos y represalias. Uno de los elementos de la cultura mesoamericana que más llamó la atención de los conquistadores fue la medicina, al grado que García Icazbalceta nos recuerda:
…apenas hecha la conquista pedía cortés al emperador, en 1552, que no permitiera pasar médicos a la Nueva España, lo cual da a entender que tenía por suficientes a los del país.[1]

Los indios mesoamericanos habían desarrollado un sistema médico complejo profundamente arraigado en su cosmovisión, sus creencias religiosas y observaciones empíricas y tradicionales. Por su parte, los españoles traían su propio bagaje de medicina europea, caracterizada en estos tiempos por el humoralismo galénico. El enfrentamiento entre estas dos formas de concebir a la enfermedad y de tratar a los pacientes dio como resultado la transformación de ambas, otra vez con predominio final de la mayor parte del sistema europeo, aunque la medicina mesoamericana no desapareció por completo sino se conservó en parte en los pueblos indígenas: esa es la historia a la que dedico estas líneas, pero como contarla toda y con detalles rebasaría con mucho el espacio que tengo asignado, sólo voy a referirme a los conceptos de enfermedad en ambos mundos en la víspera de la conquista y en los primeros años de la Nueva España. Al final agregaré un breve comentario sobre la medicina tradicional y la medicina científica en el mundo de hoy.


II. CONCEPTOS MESOAMERICANOS DE ENFERMEDAD A FINES DEL SIGLO XV


En los umbrales de la conquista, el concepto de enfermedad de los indígenas mesoamericanos era esencialmente religioso, aunque también contenía elementos mágicos. Además entre las diversas medidas terapéuticas que empleaban en el manejo de los pacientes había varias (como la herbolaria o la cirugía) que tenían una clara base empírica.[2] Dada esta estructura, la medicina mesoamericana corresponde a la categoría de “arcaica” o “primitiva”, que es como se conocen las medicinas de los pueblos o culturas que no han alcanzado un alto nivel de desarrollo.[3] Sin embargo, bastan los conocimientos más rudimentarios de las civilizaciones mesoamericanas y del Perú para no cometer la barbaridad de considerarlas como primitivas. Las culturas nahua, maya e inca poseían un nivel de complejidad comparable, sino es que superior, al de la civilización europea contemporánea: sus guerras eran igualmente salvajes, sus reyes y príncipes tenían las mismas ambiciones insaciables de riqueza y poder, su religión era igualmente autoritaria y dogmática, y sus pueblos padecían esas y otras calamidades más con estoicismo y resignación. ¿Por qué entonces, se insiste en que la medicina de los mesoamericanos era “primitiva”? ¿Puede un pueblo poseer una civilización avanzada y compleja, y al mismo tiempo tener una medicina “primitiva”? La respuesta es sí, porque depende de cómo se define el término en cuestión. “Primitivo” no quiere decir simple o precientífico; de acuerdo con Ackernecht:

El aspecto más característico de la medicina primitiva es que se basa casi por completo en representaciones mágico-religiosas o “sobrenaturales”… Las explicaciones causales de la enfermedad son principalmente mágico-religiosas en la mayor parte de las sociedades primitivas. En este contexto, es de importancia secundaria si los poderes que envían la enfermedad son espíritus, dioses o fantasmas, si han sido provocados por un pecado del paciente, o si éste cree que ha sido agredido por un hechicero, que actúa por introducción de un objeto extraño en su cuerpo, o de espíritu, o por pérdida del alma.


Una vez que han explicado la enfermedad en términos mágicos-religiosos, y siendo muy lógicos, los hombres primitivos tendrán que basarse para el diagnóstico no en la mera observación, sino otra vez en prácticas mágico-religiosas como trances, sueños, contemplación de cristales, arrojar huesos, etc. Por la misma razón el tratamiento consiste primariamente en rezos, encantamientos o exorcismos, que pueden combinarse con drogas o fisioterapia. Nosotros podemos distinguir entre estos elementos en el ritual terapéutico; los hombres primitivos no lo hacen. Para ellos todos son de la clase mágico-religiosa.[4]

Éste es, pues, el sentido en que se entiende que civilizaciones tan desarrolladas y tan complejas como la náhuatl, la maya o la inca, hayan tenido medicinas “primitivas”. En lo que sigue el amable lector verá que el concepto de enfermedad de los pobladores mesoamericanos no tenía nada de simple, sino que se encontraba íntimamente relacionado con la totalidad de su cosmovisión y era congruente con ella.[5]

A. Náhuatl

Los nahuas atribuían el origen del hombre a varios mitos, todos ellos relacionados con sus dioses. Para explicar la amplia variedad fenotípica humana, los nahuas echaban mano del mito de la Creación de de la Quinta generación: el Dios Quetzalcóatl bajó al Reino de los Muertos a buscar huesos humanos para construir a los hombres y en cuanto los tuvo en su poder huyó corriendo para escapar de los dominios del Dios Mictlantecuthtli; sin embargo, éste era muy astuto y envió a unas codornices a que impidieran la huida de Quetzalcóatl. Las aves le cerraron el camino, el dios fugitivo tropezó con ellas y cayó al suelo, soltando al mismo tiempo los huesos que se rompieron en fragmentos de distintos tamaños. De todos modos, Quetzalcóatl juntó los huesos y derramo sobre ellos su propia sangre, extraída de sus órganos genitales, con lo que los huesos se cubrieron de músculos, después aparecieron las cavidades y los órganos. y finalmente se formaron los hombres y las mujeres del Quinto Sol, de distintas estaturas como consecuencia del accidente mencionado.[6] En este mito Quetzalcóatl no sólo hace a los hombres sino que usa su propia divina sangre para construirlos. En otro mito sobre el origen del hombre, el embarazo se consideraba como resultado de la voluntad del Dios Dual Señor-Señora, Omecihuatl-Ometecutli, que reinaba en lo más alto del Cielo 13, el más elevado de los que conformaban el cosmos náhuatl.

En los dos mitos anteriores el hombre debe su vida y su presencia en este mundo a la voluntad de los dioses, lo que le creaba no sólo una relación directa con ellos sino también una responsabilidad constante sobre su conducta moral y religiosa. Cuando se cometían faltas de distintos tipos que podían ser de comportamiento antisocial (robo, lesiones, asesinatos), o delitos sexuales (violación, adulterio, homosexualidad), o transgresiones a los mandamientos religiosos, los dioses enviaban sus castigos correspondientes en forma de desastres económicos, de problemas familiares, de enfermedades y de muerte. No había posibilidad alguna de pasar inadvertido o de escapar, los dioses estaban siempre presentes y tarde o temprano el culpable recibiría su castigo. Lo riguroso de este concepto religioso de vigilancia permanente ha hecho que algunos autores consideren al sistema médico mesoamericano como una de las fuerzas cohesivas más importantes de la sociedad náhuatl.[7]

El concepto de enfermedad como castigo divino por la violación de algún mandato divino o regla de conducta social era la idea central de la medicina mesoamericana. Loa nahuas tenían un gran número de dioses y muchos de ellos participaban de su patología; Tezcatlipoca o Titlacahuacan era el responsable de las enfermedades de la piel como sarna o impétigo, o de bubas, gota e hidropesía, Tláloc ocasionaba también gota o reumatismo, Xipe-Tótec enfermedades bulbosas o vesiculares, cataratas y otras dolencias oculares, Xochipilli era especialista en enfermedades venéreas y hemorroides, etc. El individuo afectado buscaba el auxilio del médico o ticitl para apaciguar al dios ofendido, lo que requería de confesiones, ofrendas, exorcismos y otras ceremonias. En ocasiones el enfermo era incapaz de recordar cómo o cuánto habría afrentado al diosa, causando su enojo; incluso requería al ticitl para que le ayudara a encontrar al dios que estaba molesto con él, porque no tenía conciencia de haber hecho nada ofensivo. Pero aún en estos casos, tanto el ticitl como el paciente y toda su familia, sus amigos y el resto de la comunidad estaban convencidos de que un dios estaba enojado por algo que el enfermo había hecho y que su padecimiento era consecuencia de su culpa, que la enfermedad era su castigo.[8]

Algunas enfermedades, sobre todo de los niños, también eran producidas por los dioses pero sin que fueran debidas a mala conducta o a pecados. Las mujeres muertas en su primer parto eran adoptadas por Cihuacóatl, diosa de la tierra y de la muerte, y se conocían como las Cihuateteo; regresaban a este mundo a espantar a los hombres en la encrucijada de los caminos y sobre todo a producir males en los niños, como parálisis facial, atrofia de miembros o epilepsia. Las más malignas de las Cihuateteo eran las más jóvenes que se ensañaban con los niños más hermosos “para robarles su belleza”. El Dios Tláloc podía causa la muerte no sólo como castigo sino también como recompensa a la buena conducta social y religiosa, o por la posesión de piedras preciosas; sus colaboradores los Tlaloque llevaban a los afortunados al paraíso del sur llamado Tlalocan, un jardín rico en verduras y flores, en donde disfrutaban de felicidad eterna. Ésta era la suerte de los ahogados y los fulminados por un rayo.[9]

En ciertos casos no eran los dioses sino los brujos o hechiceros los que causaban las enfermedades y la muerte. Aquí no se trataba de castigo divino sino de resentimiento, envidia u odio humano, que por medio de poderes sobrenaturales y con ciertos ritos lograba dañar a alguien. Se conocen pocos de estos ritos, pero en cambio se sabe que los brujos que causaban enfermedades eran los únicos que podían curarlas. También había consejas sobre la relación entre ciertas plantas y algunos padecimientos, como la flor de omixóchitl, que no debía de olerse, pisarse u orinar sobre ella porque salían hemorroides, o la flor cuetlaxóchitl, que en las mismas circunstancias producía trastornos ginecológicos. Ciertos animales se relacionaban con las enfermedades o la muerte, como el tecolote (“cuando el tecolote canta el indio muere”), o con el mundo de los muertos, como las arañas o los escorpiones.[10] El tonamalatl o libro de los destinos Humanos señala los días buenos y malos para los nacimientos, con frecuencia en relación con las enfermedades; por ejemplo, los nacidos en el día 1-venado son propensos a morir ahogados o fulminados por un rayo, y en ese día descienden las Cihuateteo a la tierra; los nacidos en el día 1-lluvia podrán ser hechiceros, transformarse en nahuales y causar enfermedades, sobre todo en el día 4-viento, etc. Por fortuna cuando el niño nacía en un día malo no todo estaba perdido, pues se podía mejorar su destino cambiando el día de su bautizo por otro de mejor suerte, que eran el 3 , el 7 y 10 del mismo signo; sin embargo, tal recurso no servía para nada cuando el nacimiento había ocurrido en el día 1-casa.[11]

Aunque se ha señalado que los nahuas, además del concepto mágico-religioso de la enfermedad, también creían que ciertos padecimientos leves no eran causados por los dioses sino por fenómenos naturales, porque su curación se hacía con medidas prácticas y sin actos mágicos o religiosos, esto de ninguna manera lo prueba. Es un hecho que la automedicación herbolaria era la regla en el tratamiento de las enfermedades ligeras y el principio de la terapia en las más graves, y que cuando en éstas no había respuesta se buscaba la atención del ticitl, pero esto no excluye que en ambos casos había un fondo mágico-religioso. En el tianguis de Tenochtitlan los yerberos ofrecían la rica variedad de sus productos a todo el pueblo, que los consumía sistemáticamente basado en el conocimiento popular y tradicional, lo que de ninguna manera excluye la participación de los dioses en sus acciones. Los nahuas sabían muy bien que una caída con fractura era un riesgo en un viaje a la montaña, sobre todo en los sitios más empinados y rocosos, y que en el tratamiento de la fractura era la inmovilización de la extremidad y las infusiones de yerbas anestésicas como el peyote o el olohuilqui; pero también sabían que esos eran los sitios donde se escondían los chaneques y otros personajes sobrenaturales malévolos, expertos en zancadillas y empujones.

Médico patólogo e inmunólogo, investigador, divulgador de la ciencia y académico mexicano.


Notas:

[1] García Icazbalceta, J.: Los médicos de México en el siglo XVI, en bibliografía Mexicana del Siglo XVI (Millares Carlo A., ed.), México, Fondo de cultura Económica, 1954, pp.223-242).
[2] Somolinos d Árdois, G.: La medicina en el mundo náhuatl, en Capítulos de historia Médica mexicana (Somolinos Palencia, J., ed.) México, Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina, 1978, pp-55-97.
[3] Ortiz de Montellano, B.: Los principales rectores de la medicina entre los mexicas. Etiología, diagnóstico y pronóstico, en Historia General de la Medicina en México, Tomo I. México Antiguo (López Austin, A.y Viesca Treviño, C., eds.), México UNAM y Academia Nacional de Medicina, 1984, pp. 159-170.
[4] Ackernecht, E.H.: Typical aspects, en Medicine & Ethnology, Selected Essays (Walser, H.H. & Koelbing, H.M. eds.), Baltimore, The Johns Hopkins Press, 1971, pp. 17-29.
[5] López Austin, A.: Cosmovisión y salud entre los mexicas, en nota 3 pp. 101-1114.
[6] Martínez Cortés, F.: Conceptos y actitudes acerca de la vida, la enfermedad y la muerte, en Las Ideas en la Medicina Náhuatl, México. La Prensa Médica Mexicana, 1965, pp. 5-20
[7] Ackernecht, E.H.: Primitive medicine´s social function, en nota 4, pp.167-170.
[8] Viesca Treviño, C.: El médico mexica, en nota 3, pp. 217-230.
[9] Sahagún, B.: Historia General de las cosas de la Nueva España. México Porrúa, 1956, passim.
[10] Aguirre Beltrán, G.: Medicina y Magia. México, Instituto Nacional Indigenista, 1973, 2ª. ed. passim
[11] Martínez Cortés, F.: El empirismo, la magia y la religión en la etiología de las enfermedades en nota 6, pp. 69-90.


Fuente: Raíces Indígenas Presencia Hispánica, Editor Miguel León Portilla, El Colegio Nacional, México, 1993.