Hace
algunos años, refiriéndose a la festividad de fin de año, celebrada en casi todo el
mundo, me comentaba el Dr. Francisco Cantú Garza -un reconocido psicoanalista-: "tanto
desmadre se debe a que queremos ocultar con música, licor, silbatos,
serpentinas y espanta-suegras, el hecho de que somos un año más viejos, o en
otros palabras que nos queda un año menos de vida”.
El tiempo,
siempre el tiempo..., que transcurre inexorablemente y que no podemos detener
de ninguna manera. Conocemos cuentos y múltiples historias sobre la búsqueda de
la “fuente de la Juventud ”
o la historia de aquel emperador chino que se envenenó con mercurio pensando
que con ello alcanzaría la inmortalidad. El cine holliwoodense ofrece a los jóvenes
la inmortalidad convirtiéndolos en vampiros.
La dimensión del tiempo -en
la que se encuentra encuadrada- el hombre y que limita
su existencia, ha sido
estudiada por los científicos. Si para Isaac Newton el tiempo era lineal, para Albert Einstein y Stephen
Hawking es curvo, lo que implica su dilatación, pero ello a pesar de sus consecuencias, no implica para el
hombre la inmortalidad, de ninguna manera.
Momento y tiempo
En su homilía del martes 26 de noviembre [1], el Papa Francisco expreso: San Pablo, muchas veces vuelve sobre esto y lo dice muy claramente: «La fachada de este mundo desaparecerá». Pero esto es otra cosa. Las lecturas hablan a menudo de «destrucción, de final, de calamidad». El camino hacia el final es un sendero que debe recorrer cada uno de nosotros, cada hombre, toda la humanidad. Pero mientras lo recorremos «el Señor nos aconseja dos cosas. Dos cosas que son distintas según cómo vivimos. Porque es diferente vivir en el momento y vivir en el tiempo». Y subrayó que «el cristiano es, hombre o mujer, aquél que sabe vivir en el momento y sabe vivir en el tiempo».
El momento, es lo que tenemos en la mano en el instante en el que vivimos. Pero no se debe confundir con el tiempo porque el momento pasa. «Tal vez nosotros podemos sentirnos dueños del momento». Pero, añadió, «el engaño es creernos dueños del tiempo. El tiempo no es nuestro. El tiempo es de Dios». Ciertamente el momento está en nuestras manos y tenemos también la libertad de tomarlo como más nos guste. Es más, podemos llegar a ser soberanos del momento. Pero del tiempo existe sólo un soberano: Jesucristo. Por ello el Señor nos aconseja: «No os dejéis engañar. Muchos, en efecto, vendrán en mí nombre diciendo: Soy yo, y el tiempo está cerca. No vayáis detrás de ellos. No os dejéis engañar en la confusión».
¿Cómo es posible superar estos engaños? El cristiano, para vivir el momento sin dejarse engañar debe orientarse con la oración y el discernimiento. «Jesús reprendía a los que no sabían discernir el momento», añadió el Papa que luego hizo referencia a la parábola de la higuera (cf. Marcos 13, 28-29): “De la higuera aprended esta parábola: cuando ya sus ramas están tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis que sucede esto, saber que Él está cerca, a las puertas”.
He aquí para qué sirve el discernimiento: para conocer los signos auténticos, para conocer el camino que debemos seguir en este momento». La oración, prosiguió el Pontífice, es necesaria para vivir bien este momento.
En cambio, en lo que respecta al tiempo, «del cual sólo el Señor es dueño», nosotros no podemos hacer nada. No existe, en efecto, una virtud humana que pueda servir para ejercitar algún poder sobre el tiempo. La única virtud posible para contemplar el tiempo «la debe regalar el Señor: es la esperanza».
Oración y discernimiento para el momento; esperanza para el tiempo: «de esta manera, el cristiano se mueve por este camino del momento, con la oración y el discernimiento. Pero deja el tiempo a la esperanza. El cristiano sabe esperar al Señor en cada momento; pero espera en el Señor al final de los tiempos. Hombre y mujer de momentos y de tiempo, de oración y discernimiento y de esperanza».
«Que el Señor nos dé la gracia de caminar con sabiduría. También ésta es un don: la sabiduría que en el momento nos conduce a orar y a discernir; y en el tiempo, que es mensajero de Dios, nos hace vivir con esperanza».
[1] http://www.vatican.va/holy_father/francesco/cotidie/2013/sp/papa-francesco_20131126_tiempo_sp.html