domingo, 11 de mayo de 2014

AUTODEFENSAS DE TIERRA CALIENTE, RETROSPECTIVA Y EPÍLOGO








Retrospectiva




Con la finalidad de poder ofrecerles un ensayo bien documentado sobre la Constitución de Apatzingán, que en este año celebra su bicentenario, me inscribí nuevamente en un curso en el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revoluciones de México. Pero resulta que al analizar el movimiento independista dirigido por José María Morelos y Pavón, no puedo dejar de considerar que muchos de sus subalternos y tropas eran originarios de la región conocida como “Tierra Caliente”, región que abarca parte de los estados de Guerrero, Michoacán y el Estado de México. Región de hombres y mujeres arraigados a su tierra y de bravío carácter, que se han distinguido a lo largo de nuestra historia y que merecen, al menos, un breve reconocimiento. 

El historiador Isnardo Santos señala: <<En Michoacán han existido grupos de autodefensas desde el siglo XVIII; se trata de un fenómeno cíclico que forma parte de la realidad de esta entidad y responde a problemáticas que el Estado no satisface, como el acceso a la salud, agua, tierra o seguridad […] Afirma que estas asociaciones se caracterizan por ser muy organizadas, por tener un carácter democrático, por surgir siempre fuera de la ley y, por lo general, por tener una vida muy corta, antes de que sean “institucionalizadas” por el gobierno.

“En los siglos XVIII y XIX existieron las milicias, organizaciones hechas al amparo de los caciques locales. También hubo muchas agrupaciones armadas para defensa del pueblo o defensa de bienes, como la tierra y el agua”, dice Santos, uno de los pocos estudiosos que ha abordado el tema del asociacionismo en nuestro país desde una perspectiva histórica.>> [1]

<<Considerado desde la época colonial un territorio despoblado, de mal temperamento, con caminos intransitables y con montañas inaccesibles, el Sur fue el soporte fundamental de la lucha por la independencia que se dio entre los años de 1810 y 1821.

Sin embargo, de las diversas regiones que lo conforman, aunque ahora ya con el nombre de estado de Guerrero, es sin duda la de Tierra Caliente la que terminó por ser la más representativa y trascendente para el triunfo de dicho movimiento, no sólo por el afán de rebeldía permanente de sus habitantes —como afirmó en 1819 el coronel realista Rafols—, sino también y sobre todo por los fragores de su clima, en extremo caluroso, y lo inhóspito del terreno.

Esto último provocó que estuviera escasamente vigilada por las tropas realistas, convirtiéndose por ello en un refugio seguro para muchos de los insurgentes, quienes aprovecharon sus múltiples recovecos para atacar por sorpresa alguna partida enemiga, o para huir de ella de inmediato en caso de peligro. Claro es que no a todos les sentó bien, haciendo padecer a más de uno, como le ocurrió al propio Morelos y a sus costeños a fines de 1813, cuando se dirigían por esa ruta a Michoacán, de donde supuestamente irían a Guanajuato, para desde ahí lanzarse a la capital del virreinato. Su suerte fue estrepitosa, comentó Carlos María de Bustamante, pues lo que no les había hecho el ejército de la Corona se los hizo el calor, la escasez de comida y la abundancia de mosquitos, alacranes y demás insectos: diezmarlos.

Al contrario del cura vallisoletano, y debido a que era un conocedor profundo de la geografía calentana y de sus pobladores, Vicente Guerrero sí supo aprovechar al máximo todos estos recursos para sostener y encausar sus ideales de libertad. No es extraño, por ende, que desde ahí pusiera en entredicho cada una de las campañas de exterminio lanzadas en su contra entre 1817 y 1821, por José Gabriel de Armijo y demás comandantes realistas, y que desde ahí forzara de igual manera a Agustín de Iturbide, a negociar una paz conveniente a los intereses de la patria mexicana, que eran los de la independencia y la soberanía.>> [2]

<<De 1910 a 1930 hubo grandes revueltas en esa zona por la defensa del acceso al agua. En esa zona es una tradición la autodefensa, por eso no nos extraña lo que sucede ahora con las autodefensas. Si antes fue la defensa del agua y de la tierra, ahora es la defensa de la seguridad […]

Una de las características fundamentales de las asociaciones es su carácter independiente, cívico. De ahí que una de las prioridades del Estado siempre sea institucionalizarlas, con lo cual quedaban despojadas de un plumazo de su carácter rebelde y antagónico.

“Lo que hizo el Estado mexicano en los años veinte y treinta fue incorporar a todas las asociaciones. Algunos historiadores hablan incluso de un “Estado Popular Nacional”. Lo que pasó en el siglo XX es muy claro: surgían las asociaciones y el Estado las amparaba, les solicitaba un proceso de reconocimiento para todas las solicitudes que estaban haciendo: quiénes eran, dónde vivían, qué solicitaban […]

“En la actualidad, ante la ausencia de las funciones de seguridad del Estado, han surgido nuevamente este tipo de agrupaciones que sí cumplen con los elementos de la asociación, como su estructura organizativa: tienen un presidente, un secretario, y gente que comunica, recauda y organiza. Esa es la clave de su éxito.

“Además, son totalmente democráticas, porque tienen el elemento de la asamblea. Se reúnen en asambleas, votan, definen políticas a seguir, medios de acción. Todos estos elementos se vieron en el siglo XIX, pasaron por el XX y permanecen en la actualidad”. Santos es claro: el fenómeno asociativo no es una irrupción reciente, sino un proceso permanente en el desarrollo de la modernidad en México. >>[3]


El surgimiento de autodefensas ante el crimen organizado (2013-2014)


Ante los abusos de La Familia Michoacana y de Los Caballeros Templarios posteriormente, el contubernio de los gobiernos local y estatal y la indiferencia del gobierno federal, la sociedad civil de “Tierra Caliente”, empezó a organizarse en grupos de autodefensas, en poblaciones como La Ruana, Tepalcatepec, Buenavista, Coalcomán y Apatzingán. El día 24 de febrero de 2013, fue la fecha del inicio de la nueva lucha de independencia contra los cárteles opresores. Solo las tres primeras poblaciones consiguieron su libertad, en Coalcomán y Apatzingán el levantamiento fue sofocado por Los Caballeros Templarios, mediante un baño de sangre. El movimiento se comenzó a expandir a otras poblaciones y otras más pidieron ayuda para ser liberadas del narcotráfico. Aparecieron como sus líderes Hipólito Mora Chávez y el doctor José Manuel Mireles Valverde. Los sangrientos enfrentamientos captaron la atención del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, quien desplazo a la Policía Federal y al Ejército. La errónea instrucción inicial de desarmar a las autodefensas ocasionó un enfrentamiento que ocasionó tres bajas. Posteriormente las fuerzas federales y las autodefensas marcharon conjuntamente liberando poblaciones, que para fines de año eran ya 160 comunidades en 23 municipios. Entre las peticiones de las autodefensas al Gobierno Federal, para desarmarse estaban la captura de los principales capos: Servando Gómez Martínez, La Tuta, Enrique Plancarte Solís, La Chiva, Nazario Moreno González, también conocido como El Más Loco, El Chayo o El Doctor –a quien las autoridades consideraban como fallecido en un tiroteo con fuerzas federales, pero que las autodefensas bien sabían que estaba vivo-. También denunciaron que el gobernador interino –en ese momento- Jesús Reyna García, era colaborador de los Templarios, lo cual ha sido comprobado recientemente hasta con un video, en donde aparece en una reunión con La Tuta.

Gracias a las autodefensas el gobierno federal, se aplicó a buscar a los capos, siendo ultimados Enrique Plancarte Solís y Nazario Moreno González. También se logró la captura de otros jefes, como El Chivo, Dionicio Loya Plancarte, El Tío y fue consignado al fin, Jesús Reyna García, candidato a gobernador, ex gobernador interino, y últimamente Secretario de Gobierno.

El día 4 de enero José Manuel Mireles de 55 años, sufrió un accidente aéreo, que lo llevó a estar dos meses en recuperación, período en que Estanislao Beltrán Papa Pitufo tomó su lugar como vocero.

El presidente Peña Nieto nombró el 15 de enero de 2014 a un “comisionado” plenipotenciario, bajo el título de Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, que no es otro que Alfredo Castillo Hernández, apagafuegos durante su gestión en el gobierno del Estado de México, quien ha fungido como el verdadero gobernador, ante un convaleciente gobernador Fausto Vallejo y Figueroa. A la oficina de Castillo se le otorgó un generoso presupuesto de 129 millones 615 mil 561 pesos para “sueldos base al personal eventual” y sus correspondientes impuestos. 

Ni Hipólito Mora o el doctor José Manuel Mireles, son partidarios de entregar las armas antes de limpiar el estado por completo, Sin embargo el 11 de marzo, Hipólito Mora fue acusado por la Procuraduría General de Justicia de Michoacán de haber participado en el homicidio de dos personas que presuntamente formaron parte de Los Caballeros Templarios y posteriormente se unieron a los grupos de autodefensa.


Epílogo


El jueves 3 de abril el secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong, anunció en Morelia que el gobierno federal ya había recuperado la tranquilidad y la seguridad de Michoacán, pidiendo a las autodefensas deponer las armas. En la segunda semana de abril el comisionado Castillo impuso la fecha límite del 10 de mayo, para que las autodefensas registraran sus armas y se incorporarán a la Policía Rural Estatal, ante ello Mireles declaró: <<El estado sigue siendo un infierno, Michoacán está en llamas. Dos días después de que Castillo anunció el desarme comenzaron a rondar automóviles con hombres encapuchados y armados. Es gente de los Zetas y del Cártel del Golfo que quiere regresar. Si dejamos las armas nos van a matar>>.

Mireles instó a la unidad de las autodefensas, ya que de lo contrario "jamás nos va ayudar, jamás nos va a brindar ningún apoyo, y siempre, siempre, siempre, siempre, van a procurar desarmarnos, pero si ven que el pueblo está unido y protege a sus comunitarios, jamás nos van a desarmar". No obstante declaró que ya estaban divididos entre quienes se sentaban a negociar con Castillo, pues ya se sentían seguros (Coalcomán, Aguililla y Tepalcatepec) y los 33 integrantes de la Coordinación General, que además de no ser invitados a sentarse con el gobierno, rechazaban el desarme.

Posteriormente el 14 de abril, en el penal de La Ruana, el comisionado Castillo y los miembros del Consejo General de Autodefensas y Policías Comunitarios de Michoacán, encabezados por el doctor Mireles, acordaron que para el 10 de mayo las autodefensas estarían registradas como defensas rurales y que el gobierno atraparía a todos los capos sobrevivientes de los Templarios y que entre ambos limpiarían al estado del crimen organizado.

En una entrevista a José Gil Olmos <<Mireles advierte: el ultimátum, del sábado 10 es muy prematuro para “limpiar” el estado. Si en un año los autodefensas tomaron 34 poblaciones de 113, es imposible que en 30 días cubran las que faltan.

“Ganas no nos faltan –explica-. El gobierno pensaba que con su ayuda lo íbamos a lograr, pero no es así. Como ellos pusieron la fecha, yo sigo peleando los tres puntos que me quedan: limpieza total del estado, restablecimiento del estado de derecho y liberación de los integrantes de los autodefensas detenidos. Para nosotros el estado de derecho significa dos cosas: muy buena seguridad pública y la justa impartición de Justicia […]”>>[4]

El gobierno federal, a través del comisionado Castillo ha coptado a líderes como Estanislao Beltrán Papa Pitufo, el Comandante 5, Los Viagras, y El Burro Alvarado, quienes ahora son sus interlocutores, y en forma semejante a lo ocurrido a Hipólito Mora, coloca sobre la cabeza del doctor Mireles la espada de Damócles, por un enfrentamiento ocurrido en Chiquiapan en donde murieron cinco templarios y cuyo ataque se le adjudica.

José Manuel Mireles en su última entrevista el día de ayer comenta que: <<Desde hace tres semanas sabía que sus propios compañeros, aliados presuntamente con el comisionado Castillo, le preparaban una emboscada. Por eso decidió adelantarse, ir a la ciudad de México, reunirse con defensores de derechos humanos y grabar un video dirigido a Enrique Peña Nieto, emplazándolo a un diálogo directo, una petición que finalmente ha tenido como respuesta, según lo interpreta, la amenaza de enviarlo a la cárcel por el asesinato de cinco personas, un crimen que, sostiene, no cometió y cuyos testimonios fueron fabricados […]

Indignado, Mireles fija su mirada, mueve sus dedos largos y apunta al infinito. Dice que nunca pensó que Peña Nieto se fuera a molestar tanto por solicitarle un diálogo directo. Es el presidente de la República, y puede resolver muy fácil el problema de Michoacán; primeramente, no mandando cabrones que se alíen con los criminales. Ahora estamos peor que antes.

Advierte que seguirá combatiendo porque asegura tener el control de 70 por ciento del territorio michoacano levantado en armas, área que aumenta porque cada día se le unen más. “La gente sabe que este grupo de Pitufo, Los Viagras, El Cinco y El Burro Alvarado son el nuevo cártel H3 son puros ex templarios, ex La Familia y algunos ex cártel de Jalisco. Los perdonaron y ahora resulta que son los coordinadores generales de todo el movimiento. ¡Ni madres!” […]

Mireles vive a salto de mata. Nunca sabe dónde comerá o dormirá. De lo único que está seguro es de que se acercan batallas pendientes. Su gente espera sus órdenes.

Antes de partir en su nueva camioneta blindada, que compró a crédito, su padre, de 81 años, le da la bendición. Sus escoltas lo siguen. Mi sueño es estar aquí tranquilo. A mí no me interesa el dinero, ni la política o la fama. Yo quiero el bien para Michoacán. El gobierno nunca ha respetado los acuerdos. Nomás hay que recordar lo que hicieron con Emiliano Zapata, Francisco I. Madero, Francisco Villa. La historia nos lo está diciendo. Les estoy estorbando desde hace mucho tiempo.

– ¿Cree que su muerte sirva de algo?

–No. Los mexicanos somos desmemoriados. A lo mejor en un mes ya nadie se acuerda de mí. >>[5]





Jorge Pérez Uribe



[1] Al Momento Noticias, Juan Carlos Aguilar, Entrevista al historiador Isnardo Santos, 10 de marzo de 2014, México 

[2] Jesús Guzmán Urióstegui, Apuntes para una historia de la insurgencia en la Tierra Caliente de Guerrero, 1810-1821, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, 2009, México 

[3] Al Momento Noticias, Juan Carlos Aguilar, Entrevista al historiador Isnardo Santos, 10 de marzo de 2014, México 

[4] Semanario Proceso N° 1957, En Michoacán una paz Medíatica, José Gil Olmos, 4 de mayo de 2014, México 

[5] Periódico La Jornada, Voy a morir luchando: Mireles, Sanjuana Martínez , Domingo 11 de mayo de 2014, México,


viernes, 2 de mayo de 2014

DE LO RADICAL A LO ACEPTABLE: ¿SE PUEDE LEGALIZAR CUALQUIER COSA, EL ABORTO, LA EUTANASIA, EL CANIBALISMO…?







En la actual sociedad de la tolerancia, que no tiene ideales fijos y, como resultado, tampoco una clara división entre el bien y el mal, existe una técnica que permite cambiar la actitud popular hacia conceptos considerados totalmente inaceptables, ¿conoces la ventana de Overton?


Esta técnica, llamada 'la ventana Overton' y que consiste en una secuencia concreta de acciones con el fin de conseguir el resultado deseado, "puede ser más eficaz que la carga nuclear como arma para destruir comunidades humanas", opina el columnista Evgueni Gorzhaltsán. 

En su artículo en el portal Adme (traducido al español por el portal RT), pone el ejemplo radical de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de masas y la ley. Eso no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino en técnicas más sofisticadas que son efectivas gracias a su aplicación coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso, cree Gorzhaltsán. Un proceso que se ha podido ver en fenómenos como el aborto, el matrimonio homosexual o la eutanasia.



Primera etapa: de lo impensable a lo radical


Obviamente, actualmente la cuestión de la legalización del canibalismo se encuentra en el nivel más bajo de aceptación en la 'ventana de posibilidades' de Overton, ya que la sociedad lo considera como un fenómeno absurdo e impensable, un tabú. 

Para cambiar esa percepción, se puede, amparándose en la libertad de expresión, trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay temas tabú. Por lo tanto, es posible celebrar, por ejemplo, un simposio etnológico sobre rituales exóticos de las tribus de la Polinesia y discutir la historia del tema de estudio y obtener declaraciones autorizadas sobre el canibalismo, garantizando así la transición de la actitud negativa e intransigente de la sociedad a una actitud más positiva. 

Simultáneamente, hay que crear algún grupo radical de caníbales, aunque exista solo en Internet, que seguramente será advertido y citado por numerosos medios de comunicación. Como resultado de la primera etapa de Overton, el tabú desaparece y el tema inaceptable empieza a discutirse. [1]



Segunda etapa: de lo radical a lo aceptable 


En esta etapa, hay que seguir citando a los científicos, argumentando que uno no puede blindarse a tener conocimientos sobre el canibalismo, ya que si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante. 

Al condenar la intolerancia, también es necesario crear un eufemismo para el propio fenómeno para disociar la esencia de la cuestión de su denominación, separar la palabra de su significado. Así, el canibalismo se convierte en 'antropofagia', y posteriormente en 'antropofilia'. 

Paralelamente, se puede crear un precedente de referencia, histórico, mitológico, contemporáneo o simplemente inventado, pero lo más importante es que sea legitimado, para que pueda ser utilizado como prueba de que la antropofilia en principio puede ser legalizada. 


Tercera etapa: de lo aceptable a lo sensato 


Para esa etapa, es importante promover ideas como las siguientes: "el deseo de comer personas está genéticamente justificado", "a veces una persona tiene que recurrir a eso, si se dan circunstancias apremiantes" o "un hombre libre tiene el derecho de decidir qué come". 

Los adversarios reales a esos conceptos, es decir, la gente de a pie que no quiere ser indiferente al problema, intencionadamente se convierten para la opinión pública en enemigos radicales cuyo papel es representar la imagen de psicópatas enloquecidos, oponentes agresivos de la antropofilia que llaman a quemar vivos a los caníbales, junto con otros representantes de las minorías. 

Expertos y periodistas en esta etapa demuestran que durante la historia de la humanidad siempre hubo ocasiones en que las personas se comían unas a otras, y que eso era normal. 


Cuarta etapa: de lo sensato a lo popular


Los medios de comunicación, con la ayuda de personas conocidas y políticos, ya hablan abiertamente de la antropofilia. Este fenómeno empieza a aparecer en películas, letras de canciones populares y videos. En esta etapa, comienza a funcionar también la técnica que supone la promoción de las referencias a las personajes históricos destacados que practicaban la antropofilia. 

Para justificar a los partidarios de la legalización del fenómeno se puede recurrir a la humanización de los criminales mediante la creación de una imagen positiva de ellos diciendo, por ejemplo, que ellos son las víctimas, ya que la vida las obligó a practicar la antropofilia. 


Quinta etapa: de lo popular a lo político


Esta categoría supone ya empezar a preparar la legislación para legalizar el fenómeno. Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización del canibalismo en la sociedad. En la conciencia pública se establece un nuevo dogma: "La prohibición de comer personas está prohibida." 

Esta es una técnica típica del liberalismo que funciona debido a la tolerancia como pretexto para la proscripción de los tabúes. Durante la última etapa del 'movimiento de las ventanas' de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, pues las normas de la existencia humana se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes. 

Gorzhaltsán concluye que el concepto de las 'ventanas de posibilidades', inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.

Notas:

[1] Estos grupos de presión actualmente se conocen como colectivos o lobbys (nota del blogger)


Fuente: http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=29693&id_seccion=8

sábado, 26 de abril de 2014

LA ÚLTIMA ENSEÑANZA DE JUAN PABLO II






“La vida humana se encuentra en una situación muy precaria cuando viene al mundo y cuando sale del tiempo para llegar a la eternidad”.

Carta encíclica Evangelium Vitae 


Juan Pablo II 








Introducción

Gran revuelo causó en la prensa internacional, el artículo publicado en la revista política italiana «MicroMega», de mayo de 2007, por la doctora Lina Pavanelli, -médica anestesista-, con el título «La dulce muerte de Karol Wojtyla», al afirmar que a Juan Pablo II se le aplicó la eutanasia. 

Al respecto el doctor Renzo Puccetti, especialista en Medicina Interna y secretario del Comisión «Ciencia y Vida» de Pisa-Livorno comenta: “La autora, médica anestesista y activista política, reconoce directamente que el propio trabajo no es el resultado de un conocimiento directo de la situación clínica del paciente, pues nunca atendió directamente a Karol Wojtyla, sino de una búsqueda por Internet para obtener «noticias, notas de agencias y artículos de periódico»,…” [1]

Por su parte, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, ministro de Sanidad de la santa sede, aseguró que:”Juan Pablo II rechazó el ensañamiento terapéutico (tratamiento médico que intenta, por medios artificiales, retardar lo más posible la muerte en pacientes graves) y cuando le dijeron que una nueva hospitalización no servía para curarle prefirió permanecer en el Vaticano y ponerse “en manos de Dios”. 

Él preguntó: ¿si me llevan al Gemelli me curaré? La respuesta fue no. Entonces replicó: me quedo aquí y me pongo en manos de Dios”, afirmó Barragán en un congreso en Milán, del que se hizo ayer eco el periódico Corriere della Sera. 

Lozano Barragán, según el diario, se preguntó “¿eso es un rechazo al ensañamiento terapéutico?” y respondió que “sí, sí en el sentido de curas desproporcionadas e inútiles”, por lo que Juan Pablo II decidió ponerse en manos de Dios”.[2]


Lo anterior nos lleva a reflexionar desde la Bioética, en que consiste la eutanasia, el <<ensañamiento terapéutico>> y cuál es la actitud que debemos de asumir frente a la muerte.



Eutanasia, distanasia y ortotanasia


Si bien el término eutanasia (del griego eu-thanatos) significa buena muerte), en la actualidad se entiende por eutanasia, “la práctica médica que procura la muerte o acelera su proceso para evitar grandes dolores o molestias al paciente; y esto, a petición del propio paciente, de sus familiares o por iniciativa de otros”.

Un aspecto que la distingue del homicidio o del suicidio es la proximidad de la muerte. Pero quizás los rasgos que más la configuran son: la intención y los medios utilizados”.[3] También habría que distinguir entre la eutanasia por la voluntad propia y la eutanasia impuesta, que es la decisión tomada por los familiares o los médicos.

La distanasia, hoy tan en boga, contrariamente a la eutanasia, tiende a prolongar en forma exagerada la agonía de enfermos, desahuciados y moribundos sin esperanza de recuperación, es algo próximo a lo que hoy se denomina <<encarnizamiento terapéutico>>.

Frente a estos abusos, se ha llegado recientemente a emplear la palabra ortotanasia, que quiere significar la muerte en el momento oportuno y que implica: la muerte digna del hombre y el derecho a la propia agonía y a morir humanamente. Ortotanasia implica: “atender al moribundo con todos los medios que la ciencia médica posee actualmente, liberar a la muerte del ocultamiento a que es sometida, asumirla conscientemente, proporcionar todos los remedios oportunos para calmar el dolor, aunque suponga abreviar la vida Significa pues, la praxis médica que deja morir en paz porque la prolongación de la vida del paciente, abocado ya a la muerte, es irrazonable y desproporcionada.

La ortotanasia se diferencia de la eutanasia en que no supone poner fin a la vida de un paciente. Aunque el proporcionar determinados calmantes pueda abreviar su existencia, la intención del médico no es acabar rápidamente con la vida del enfermo”. [4]



Medios proporcionados y medios desproporcionados


“Desde antiguo la moral ha insistido en la distinción entre <<medios ordinarios>> y <<medios extraordinarios>>, juzgando lícita la supresión de estos últimos. Pero el problema está hoy en determinar que es ordinario y que extraordinario. El progreso de la ciencia hace que los métodos juzgados como extraordinarios hace quince ó veinte años, no lo sean ya hoy. Normalmente se han considerado extraordinarios los medios escasos y costosos, los que están en fase de experimentación o aquellos cuya utilización no es obligatoria”.[5] Adicionalmente deberá considerarse la situación del enfermo y las complicaciones psicológicas, espirituales, familiares y sociales.

La Bioética señala que en todas las situaciones conflictivas hay que tener en cuenta que la medicina esta al servicio del hombre, y no viceversa, y que el enfermo sigue siendo el primer responsable de su salud. Si bien el médico ha de tender a prolongar la vida del enfermo y a recuperar la salud, esta tendencia no puede extremarse.

También establece la Bioética, que hay que contar con la opción y decisión del enfermo, ya que en definitiva, es su vida la que está en juego. Así habrá que compartir con el paciente la información sobre su situación y respetar su negativa a algunas intervenciones y tratamientos que, si es posible que impliquen una prolongación de la vida, conllevan también importantes deficiencias psicológicas.



La enseñanza de la Iglesia católica


Entre las principales intervenciones del magisterio de los últimos años podemos citar:

  • La Declaración sobre la Eutanasia emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe (1980) 
  • El Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y su edición revisada de 1997 
  • La encíclica Evangelium Vitae (1995) 
El fundamento de toda la enseñanza del magisterio católico sobre la eutanasia, descansa en el principio de la inviolabilidad de la vida humana inocente, que se apoya en dos aspectos:
  •  Su carácter sagrado porque tiene en Dios su origen y destino 
  •  La dignidad de la persona humana, que es la dignidad de una vida creada a imagen de Dios 

Algunos conceptos de la enseñanza del magisterio católico son:
  • Nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente […] Nadie además puede pedir este gesto homicida para sí mismo o para otros […] Ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo o permitirlo. 
  • Subraya el valor cristiano del dolor y la posibilidad de que el cristiano pueda asumirlo; pero reconoce, al mismo tiempo la legitimidad del uso de analgésicos, aunque indirectamente abrevien la vida. 
  • Con relación a los medios proporcionados y desproporcionados, afirma que para valorar el carácter proporcionado o no de un método hay que tener en cuenta <<el tipo de terapia, el grado de dificultad y de riesgo que comporta, los gastos necesarios y las posibilidades de aplicación con el resultado que se puede esperar de todo ello, teniendo en cuenta las condiciones del enfermo y sus fuerzas físicas y morales. 
  • Evangelium Vitae ubica a la eutanasia como síntoma de la <<cultura de la muerte>>, señalándola como <<una grave violación de la ley de Dios>>, que según las circunstancias, conlleva la malicia del suicidio y del homicidio. Pero la distingue del <<ensañamiento terapéutico>>, juzgando lícito renunciar a un tratamiento que únicamente procuraría una prolongación precaria y penosa de la existencia, y afirma también la licitud del recurso a los diversos tipos de analgésicos y sedantes para aliviar los dolores del enfermo, aún cuando esto comporte el riesgo de acortarle la vida. 


Conclusión


A estas alturas podemos ya evaluar si la decisión de Juan pablo II, fue de recurrir a la eutanasia o bien a la de una muerte digna y si estuvo de acuerdo con la doctrina que el mismo enseñó y plasmó en ese tributo a la vida que representa la encíclica Evangelium Vitae.



Elementos para la reflexión


  • La vida humana se recibe como un don no solicitado, y por ser conscientes debemos agradecerla, valorarla y protegerla como tal don. 
  • La vida no se puede pedir desde el principio para uno mismo, porque el don de la vida implica la existencia misma. Se recibe prestada, en usufructo, no en propiedad. 
  • Y la vida se tiene que devolver cuando sea requerida, siendo extraordinarios los casos en que se concede una prórroga. 
  • Puesto que se nos han concedido la vida y el cuerpo, tenemos derecho a ellos. 
  • Puesto que no somos dueños ni de la vida, ni del cuerpo, ni de la muerte, no tenemos derechos sobre ellos. 
  • Puesto que se ha dejado en nuestras manos la salvaguarda de la vida tenemos graves obligaciones hacia ella. 
  • Vida y muerte forman parte de nuestra existencia humana y tejen la trama de nuestra historia. Por definición el ser humano es mortal. 
  • La muerte forma parte de nuestro ser y estructura; nuestro reloj biológico tiene a la vez programado nuestro perfeccionamiento y nuestra degradación. 
  • Por ello, si los hombres somos solidarios en la vida, hemos de serlo también en la muerte. Y si el hombre es un ser social llamado a la comunión, ha de sentir también la comunión y la ayuda humana en su enfrentamiento con la muerte. 
  • Hay que llenar de humanidad el trance de la muerte, y la clave está en el acompañamiento y cercanía (que al sedar al enfermo –como se acostumbra en el agonizante- se rompe). Desde el punto de vista cristiano, esta compañía llega también a compartir la fe y la esperanza en la resurrección del Señor.




Jorge Pérez Uribe





[1] Documento publicado por la agencia Zenit, el 2 de octubre de 2007, por el doctor Renzo Puccetti, (Cf. Juan Pablo II no pidió la eutanasia. Hablan las pruebas). http://www.zenit.org/article-24998?l=spanish
[2] Nota del periódico La Crónica del 5 de octubre de 2007, Ciudad de México
[3] Alburquerque Eugenio, Moral de la vida y de la sexualidad, CCS, Madrid, 1998, pp.82-91
[4] Ibídem
[5] Ibídem

domingo, 20 de abril de 2014

LA DEFENSA DE VERACRUZ DEL 21 DE ABRIL DE 1914, HEROÍSMO Y ABYECCIÓN



“Sociedad de Voluntarios del puerto de Veracruz” (estudiantes, comerciantes, etc.)


A la memoria del Cadete Virgilio Uribe Robles

Preámbulo


He leído y escuchado las narrativas sobre el tema que nos ocupa de 7 historiadores, las de la Secretaría de Marina, las de la Asociación de la Heroica Escuela Naval Militar. Noto en la mayoría de ellas falta de imparcialidad y objetividad histórica. El régimen de Victoriano Huerta es cosa juzgada, es el “chacal” de la revolución, frente a la figura inmaculada de Venustiano Carranza, aunque éste último haya dado origen a un nuevo verbo: “carrancear” que es sinónimo de robar y haya perseguido con saña a los católicos y destruido centenarias obras de arte de los templos saqueados e incendiados. Las crónicas sobre esta gesta heroica nos dejan muchas dudas, entre otras:
  • ¿Hubo únicamente dos bajas de la Heroica Escuela Naval Militar? Y sí así fue ¿por qué razón?
  • ¿Por qué se dejó sin instrucciones al Comodoro Manuel Azueta, máxima autoridad naval en Veracruz?
  • Si no se tenía pensado o no se podía ofrecer una resistencia fuerte al invasor, ¿para qué permitir la inmolación de los valientes mexicanos que cayeron?
  • ¿Invitó el gobierno de Victoriano Huerta a los alzados a sumarse a la defensa de la Patria ante la invasión? Si lo hizo ¿cómo respondieron éstos?

Afortunadamente en 2008, el amigo Carlos Morfín, generosamente me proporcionó las memorias de un pariente suyo: el general Rubio Navarrete, miembro del Ejército Federal de Huerta, con lo que puedo presentar la versión de la historia de la otra parte, es decir, la de “los malos”, la de “los perdedores”, a quién nadie ya, toma en cuenta, pero que aporta valiosa información.

Teniendo ya redactada esta crónica, apareció al fin una versión crítica el día de hoy, por parte del maestro José Manuel Villalpando,  de la cual he incorporado gran parte.

Con todos estos elementos he tratado de hacer una narración lo más completa posible, aclarando las dudas anteriores.




Los antecedentes de 1913


Eliminado el obstáculo que para intervencionismo norteamericano representaba el dictador Porfirio Díaz Mori, el gobierno de Estados Unidos decidió intervenir en los gobiernos que le sucedieron. Así apoyaron inicialmente a Francisco I. Madero, y a continuación el golpe militar contra el mismo, mediante el Pacto de la Ciudadela –el cuál fue firmado en la embajada norteamericana-. Además de que el embajador Henry Lane Wilson, había hecho circular el rumor de que las fuerzas armadas de su país iban a desembarcar en puertos mexicanos del Golfo de México, esto para forzar al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez a abandonar el poder.

Madero y Pino Suárez renunciaron el 19 de febrero. Se efectuó una opereta democrática, interpretada por el ministro de Relaciones Pedro Lascuráin, quién ejerció la presidencia –ese mismo día- por tan solo 45 minutos, suficientes para nombrar ministro de Gobernación al general Victoriano Huerta y renunciar a continuación. Con ello, Huerta fue ungido como presidente de la República por el Congreso.

No obstante haber apoyado este golpe de estado, el presidente de Estados Unidos, William Howard Taft (4-marzo-1909 al 4–marzo-1913), quiso dejar el reconocimiento del gobierno de Huerta a su sucesor Woodrow Wilson (4-marzo-1913 al 4-marzo-1921), aunque éste fuera del contrario Partido Demócrata.

Contra Huerta se alzó inicialmente Venustiano Carranza, secundado por el general Pablo González, Pancho Villa, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, en el norte del país. En el sur Emiliano Zapata, continuaba la lucha emprendida desde marzo de 1911. 

Se podría considerar que Wilson sentía una animadversión personal contra Huerta, agudizada por el hecho de que éste último, seguía las políticas de Porfirio Díaz de no depender económicamente de los Estado Unidos, ya que se pronunciaba por buscar créditos con las potencias europeas. Woodrow Wilson, mandó a su “agente confidencial” John Lind [1] para indicar a Huerta sus pretensiones, que podríamos resumir en tres puntos: el cese al fuego por un armisticio inmediato con los revolucionarios alzados; el compromiso de organizar elecciones libres y prontas en las que Huerta no se presentara como candidato, y el acuerdo de que éste aceptaría el resultado de las elecciones y colaboraría con el nuevo gobierno. A cambio se ofrecía apoyo económico al país. Sin embargo estas sugerencias fueron rechazadas terminantemente por el insigne ministro de Relaciones Exteriores Federico Gamboa (hay que reconocer que Huerta se rodeaba de gente capaz). Wilson aparentemente declaró la neutralidad oficial norteamericana en la revolución contra Huerta, mediante una política de “espera vigilante”. El presidente Wilson más que un demócrata era un intervencionista, como los hechos lo demostrarían en Haití (1915), República Dominicana (1916), y finalmente en la I Guerra Mundial (1917-1918).

Además, Wilson presionó a Francia e Inglaterra para que no otorgaran más créditos a México, a lo que accedieron para contar con el apoyo de Estados Unidos ante las condiciones de una guerra que se veía venir.

En noviembre, Wilson anunció un bloqueo económico contra Huerta y cesó la prohibición de vender armas a los constitucionalistas.


1914, el absurdo pretexto para invadir a un país inerme


El acoso contra México se dejaba ver con la numerosa flota norteamericana que fondeaba cerca de los puertos de Tampico y Veracruz desde hacía tiempo, en tanto que el gobierno mexicano tenía solo dos pequeños cañoneros, el Nicolás Bravo y el Veracruz, para cuidar el litoral mexicano hasta Tuxpan. 

<<La doctrina imperialista estadounidense necesitaba de un pretexto para intervenir en los asuntos nacionales. Tampico, un puerto estratégico, al ser el punto de salida del petróleo extraído en pozos petroleros de la región y un generador de ingresos, desde diciembre del año anterior era asediado por el Cuerpo del Ejército del Noroeste [2]. Naciones como Estados Unidos, España, Alemania, Japón, Inglaterra e Italia, enviaron buques de guerra para brindarle seguridad a sus connacionales que radicaban en la zona.

La Armada norteamericana fue la que más barcos desplegó en el Golfo de México, una veintena de buques bajo las órdenes del Almirante Frank Friday Fletcher, comandante de la Flota Naval del Atlántico, quien a su vez designó al Contralmirante Henry Thomas Mayo como jefe de la Cuarta División de la Flota Naval que fondeó frente a las costas de Tampico. El 9 de abril, una lancha del buque de guerra estadounidense Dolphin, se dirigió al puerto con la intención de reabastecerse de combustible, pero sus tripulantes fueron detenidos por violar disposiciones del reglamento de tráfico marítimo; mientras tanto, el General Ignacio Morelos Zaragoza, Gobernador Militar de Tamaulipas, mantenía una estricta vigilancia ante el sitio de las fuerzas constitucionalistas al puerto. Frente a lo ocurrido, el Almirante Mayo realizó una enérgica protesta y exigió la libertad de sus hombres, así como el izamiento de la bandera de su país en algún lugar oficial y el saludo correspondiente con 21 cañonazos, en un plazo de 24 horas. El General Huerta ante la delicadeza de tal petición propuso que el protocolo fuera realizado por ambas naciones; situación que complicó el panorama al grado de una posible intervención armada en Tampico. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos al enterarse de la llegada a Veracruz de un cargamento de armas, a bordo del buque alemán Ipiranga, tomó la decisión de que las operaciones de desembarco se realizaran en el puerto veracruzano.>>[3]

El día 20 de abril, el presidente Wilson llamó a los representantes en el Congreso de ambas cámaras pidiendo autorización para un desembarco de tropas americanas en México. 

<<Después de cuatro horas de discusión, la Cámara de Diputados aprobó se hiciera la guerra a Victoriano Huerta en persona. Los Estados Unidos hacían la guerra a un individuo. Pero la comisión de Relaciones del Senado se opuso. No le pareció correcto que un país hiciera la guerra a un hombre, aunque ese hombre fuera el presidente de México […] El general Huerta se había negado a obedecer a Mr. Wilson, lo cual constituía una ofensa imperdonable>>[4]

Fue modificada la proposición al Senado, que la discutiría el día 21. Para entonces la invasión estaba consumada.




La invasión


A las 2:00 o 2.30 horas de la madrugada del día 21 de abril, el Presidente Wilson fue despertado por una llamada telefónica del Secretario de Marina, Josephus Daniels, quien le informaba que el buque Ipiranga había zarpado de La Habana, rumbo a Veracruz, con 1330 cajas de cargamento.

Esa misma madrugada la flota del almirante Fletcher que se hallaba en aguas mexicanas frente a Veracruz recibió el siguiente telegrama: "Washington, D.C. -abril 21 -FLETCHER, Veracruz, México. Apoderarse de la aduana, no permita que los implementos de guerra sean entregados al Gobierno de Huerta o cualquier otra persona. DANIELS''

México, al igual que Estados Unidos, se había suscrito a la Convención de la Haya en 1899, pero Estados Unidos no cumplió con lo establecido para una declaración de guerra, ya que únicamente un empleado de bajo nivel del consulado estadounidense comunicó vía telefónica del desembarcó con 15 minutos de antelación.

<<El general Gustavo A. Maass, Comandante de la Plaza de Veracruz, ya tenía su plan para en caso de que ocurriera el desembarco de los norteamericanos en el puerto. Al mando de 100 hombres, el teniente coronel Albino Rodríguez presentaría un simulacro de resistencia, mientras los batallones 18 y 19 del Ejército Federal se desplazaban en dirección a Tejería, abandonando la ciudad de Veracruz.

William W. embajador de Canadá, ya había informado a su Gobierno que el general Gustavo A. Maass le había confiado la ausencia de efectivos para defender el puerto y que en caso de intervención sus fuerzas presentarían ligeros combates y abandonarían la plaza, para evitar la destrucción innecesaria de la ciudad y de civiles.

Las fuerzas norteamericanas estaban compuestas por 45 barcos de guerra y diez mil Infantes de Marina, a las 11:20 horas del martes 21 de abril, los habitantes de Veracruz que se encontraban en los muelles advirtieron que del cañonero Praire descendían 11 botes, con tropas de Infantería de Marina que se dirigían al muelle Porfirio Díaz. No había transcurrido mucho tiempo cuando otra porción igual desembarcaba de los barcos Florida y Utah, con destino al mismo punto.>> [5]


Marinos y Cadetes… Mexicanos al grito de guerra


Mientras tanto, en la Escuela Naval, cuyo contingente estaba formado por 89 alumnos, 10 Oficiales, 25 hombres de tropa y nueve alumnos del arsenal, los Cadetes de Guardia -que debían ser relevada a las 12:00 horas- vieron llegar <<apresuradamente al profesor de Inglés de la Escuela, Antonio Espinosa, en busca del director del plantel, capitán de fragata Rafael Carrión. Los cadetes de guardia notaron lo agitado de la carrera de su maestro, pero no le dieron importancia, observando más bien la algarabía cotidiana que después del toque de “rancho” se notaba entre los cadetes. En la dirección, Espinosa le dijo a Carrión que sabía de buena fuente —el consulado de los Estados Unidos—, que al medio día desembarcarían tropas americanas de los muchos barcos anclados frente al puerto.

Después de escuchar las noticias, el capitán Rafael Carrión se asomó por la ventana de la dirección de la Escuela, que tenía vista al mar, y vio claramente como del crucero Praire partían once lanchas de desembarco conteniendo cada una a unos 25 marines. Carrión, asombrado por el espectáculo, ordenó de inmediato al subdirector de la Escuela, teniente mayor Ángel del Corzo, que fuera a la comandancia militar de la plaza para pedir órdenes. Mientras Del Corzo salió a paso veloz de la Escuela, sin responder el saludo de los cadetes de guardia, uno de ellos miró hacia la rada del puerto y distinguió a los once lanchones de desembarco que enfilaban hacia los muelles. El cadete entonces corrió al comedor de los alumnos y desde la puerta les gritó: “¡están desembarcando los americanos!” Sin haber terminado de comer, todos los cadetes se levantaron y en tropel salieron al patio de la Escuela y luego a la explanada que estaba frente a ella. Allí vieron como se acercaban lentamente las tropas invasoras. El oficial de guardia, al darse cuenta del desorden de los alumnos ordenó que entraran a la Escuela, donde permanecieron en el patio, comentando en corrillos lo que estaba sucediendo.

En ese instante llegó a la Escuela el comodoro Manuel Azueta, que era entonces inspector general de la Armada y comandante de la escuadrilla naval del Golfo. Con los nervios crispados por el coraje y la ira, Azueta venía de la comandancia militar donde se encontró con la novedad de que las fuerzas federales habían abandonado Veracruz, sin dejar órdenes para la Escuela Naval. Azueta, durante las pocas cuadras que separaban el cuartel militar de la Escuela meditó y resolvió lo que debía hacer.

Al entrar a la Escuela, con paso firme y decidido, viendo a todos los cadetes en el patio —que observaban su entrada marcial— el comodoro gritó con voz fuerte y firme: “¡Viva México!”, frase que fue inmediatamente coreada por los emocionados alumnos. Al percibir la respuesta entusiasta de los cadetes, Azueta volvió a gritar: “¡a las armas, muchachos, la patria está en peligro!”. Casi al mismo tiempo, el director de la Escuela llegó frente a Azueta, quien le explicó que no habiendo nadie en la comandancia militar, la más alta autoridad en ese momento lo era él mismo, por lo que tomaba el mando de la Escuela. El director aceptó, seguramente tranquilizado al ser relevado de la responsabilidad de tomar la decisión y confiado también en el gran prestigio del mejor marino de México, que lo era Azueta. Apareció en ese momento el subdirector, que regresaba del cuartel con la misma noticia: ¡no había tropas para defender el puerto ni órdenes para la Escuela!

Azueta tomó las primeras disposiciones: ordenó suspender las clases y armar y municionar a los alumnos. Sin embargo, en los depósitos había muy poco parque, el suficiente tan sólo para repartir unos cuantos cartuchos a cada cadete. Afortunadamente, el teniente Antonio Gómez Maqueo, que era el oficial de guardia, obró con una inteligente celeridad: se metió a un cuartel abandonado y sacó de allí varias cajas de municiones; luego, ayudado por un viejo pescador con su carreta, las trasladó a la Escuela, donde fueron descargadas con gran rapidez por los propios alumnos. Repartido el parque —unos 250 cartuchos por cadete, que guardaron en sus cartucheras y en las bolsas de los pantalones—, el comodoro ordenó que los cadetes se distribuyeran en las ventanas y balcones del edificio, especialmente del segundo piso, donde los alumnos se atrincheraron con colchones, cómodas y bancos, los que, dice un testigo, “eran buenos reclinatorios para poder tirar”.

De pronto, el crucero Praire abrió fuego con sus cañones, casi al mismo tiempo que los primeros marines norteamericanos saltaban a tierra. El bombardeo iba dirigido inicialmente al faro, mientras los infantes de marina se formaban y comenzaban a avanzar tierra adentro. Desde los balcones de la Escuela los cadetes aguardaban la orden de disparar, pero los oficiales los contuvieron, para esperar a que los invasores estuvieran más cerca. Pero los cadetes insistieron; el teniente mayor Juan de Dios Bonilla, al mando de una de las secciones que cubrían el segundo piso de la Escuela relató que varios cadetes le decían: “mírelos, mi teniente cómo pasan, desde aquí podemos hacerles fuego”. Bonilla no pudo más y autorizó que se disparara. La cerrada descarga de los cadetes de la Escuela Naval fue mortífera; los marines caían uno tras otro y se vieron obligados a replegarse. Éstos seguramente informaron de la sorpresiva resistencia que se ofrecía a su desembarco en el edificio de la Escuela, ya que de inmediato, las ametralladoras de las once lanchas comenzaron a disparar contra ella y segundos después el Praire giró sus cañones, apuntó contra la Naval y disparó varias granadas que estallaron en la fachada del edifico, obligando a cadetes a retirarse de allí.

José Virgilio Uribe Robles
Otro destacamento de marines, al darse cuenta de la resistencia, comenzó a disparar contra la Escuela. Este fuego de fusilería es el que hirió de muerte al alumno Virgilio Uribe, que estaba en una de las ventanas. El comodoro Azueta, ayudado por otros, recoge al cadete agonizante y lo traslada a la enfermería. De allí lo mandan llamar para que vea lo que sucede en la calle lateral de la Escuela. Se asoma por la ventana y mira a su hijo, el teniente de artillería José Azueta que hace fuego contra los invasores con una ametralladora hasta que es herido una y otra vez. Los alumnos entonces, frenéticos por las bajas de Uribe y de José Azueta, arreciaron el fuego de sus fusiles contra los invasores. Era tal su furia al disparar que el director de la Escuela, capitán de fragata Rafael Carrión tuvo que calmarlos: “no malgasten los cartuchos, procuren hacer blanco efectivo, no olviden que la dotación es reducida”.

El tiroteo contra la Escuela —acompañado por las granadas de los barcos de guerra—, no cesó sino hasta bien entrada la tarde. El parque se agotaba y en la enfermería había ya dos heridos graves, que en un breve intervalo en el que cesó la balacera, pudieron ser enviados al hospital de la Cruz Roja. El comodoro Azueta intentó entrar en contacto con alguna autoridad militar para pedir órdenes, pero no obtuvo respuesta. En junta con sus oficiales, Azueta resolvió evacuar la Escuela, pues resultaba ya inútil la resistencia, toda vez que los cañones de los cruceros Praire y Chester bombardeaban intensamente el edificio. Se dispuso la salida para las 7 de la noche, ordenándose que cada cadete llevara su armamento, el parque que les quedara, la fornitura, el espadín, el capote y vistiendo el uniforme de faena con el que habían combatido.

Sigilosamente, algo más de 80 cadetes y los directivos de la Escuela, dirigidos por el comodoro Azueta, abandonaron el edificio saltando por una de las ventanas de la parte de atrás. La marcha se hizo en silencio, hasta salir de la zona urbana del puerto de Veracruz. Luego se encaminaron a la estación de Tejería, situada a 17 kilómetros de distancia, donde supieron estaban las tropas federales. En el trayecto, los cadetes fueron informados de que su compañero Virgilio Uribe había fallecido a consecuencias de las heridas recibidas en la batalla. La larga marcha fue agotadora, aunque a los propios oficiales les llamó la atención que “la recorriesen sin novedad jovencitos de trece o catorce años”, tan vigorosos que cuando el comodoro mostró signos de cansancio, los cadetes se relevaban para que se apoyara en alguno de ellos.

Al llegar a Tejería, Azueta se presentó al general Gustavo Mass, a quien rindió el parte de novedades; el general informó por telégrafo a México y por orden directa del presidente Huerta se ordenó el traslado a la capital de todo el personal de la Escuela. En el viaje recibieron las felicitaciones de las poblaciones por donde pasaban; en alguna de ellas, las tropas del ejército federal les presentaron armas en homenaje a los cadetes. Ya en la capital fueron hospedados en el Colegio Militar de Chapultepec, donde fueron recibidos con la marcha de honor por sus “hermanos” cadetes.>>[6]


Un soldado en cada hijo te dio…


Existía en Veracruz la “Sociedad de Voluntarios del puerto de Veracruz”, que desde 1913 venía obteniendo entrenamiento del gobierno huertista ante una posible agresión, ellos se sumaron a la defensa usando las armas de su práctica de tiro. Junto con ellos otros muchos ciudadanos, tal vez con armas inadecuadas o sin ellas se sumaron a la defensa de su ciudad y de su patria

Hay también otros voluntarios olvidados: muchísimo españoles avecindados en México que no olvidaban la afrenta de la guerra hispano-estadounidense de 1898 y que amaban a su actual patria: México. También están los presos políticos liberados en ese momento de San Juan de Ulúa y los “rayados” que eran los presos comunes.

Traidores a la Patria, fueron el presidente Victoriano Huerta y sus mandos militares, así como las fuerzas huertistas que se retiraron.

Traidores a la Patria fueron las fuerzas carrancistas, porque además de ser testigos mudos del sacrificio de los defensores y la ocupación del puerto de Veracruz, esperaban con ello el debilitamiento y derrota de Huerta, aunque sabían que a su tiempo el gobierno estadounidense les cobraría la ayuda prestada. La duda es si alguna vez serán llevados al juicio de la historia estos “próceres revolucionarios” que por ejercer el máximo poder se fueron eliminando uno a uno.

<<La lucha siguió durante todo el día 22 por grupos aislados. En la esquina de Benito Juárez y Cortés y en la de Cortés y Cinco de Mayo, 40 soldados del 19 batallón mantuvieron sus posiciones. Frente a los 40 soldados mexicanos los invasores desplegaron una línea de regimiento de tres batallones, protegida por el fuego de dos cruceros y un cañonero. Veinte horas se sostuvieron los del 19 Batallón frente al fuego enemigo. Cuando habían caído ya más de la mitad, los restantes siguieron defendiendo el pedazo de tierra hasta quemar el último cartucho, entonces destruyeron sus armas y escaparon por las azoteas, perdiéndose entre el caserío de la ciudad invadida […]

La Escuela Naval y las fuerzas organizadas habían evacuado la ciudad desde el día anterior. Existían en Veracruz solamente pequeños grupos, y de éstos el único establecido era el de soldados del 19 Batallón en la esquina de Cortés, mencionados anteriormente. Los barcos norteamericanos hacían fuego, algunos disparaban 4 mil kilos por andanada. La pregunta es ¿contra quiénes entonces, se dirigía el tiro eficaz de esos barcos, merecedor de elogios y que necesitó iniciativa y buen juicio? Según lo había informado el comando estadounidense […]




La noche del 22 de abril, la bandera de las barras y las estrellas ondeó en Veracruz, aunque en San Juan de Ulúa todavía estaba izado el pabellón tricolor. Ciento sesenta hombres de infantería mandados por el teniente coronel Aurelio Vigil, guarnecían el Castillo. Aislados y sin provisiones se rindieron el día 25. La marinería de la estación de torpedos había evacuado el fuerte con anterioridad.>>[7]

Las distintas narrativas no concuerdan en ciertos datos. Uno de ellos es el número de bajas nacionales, ya que mientras la Dra. Patricia Galeana señala 333 muertos, Arturo Guevara Escobar, determina 165 decesos y 195 heridos, y en bajas norteamericanas 19 contra 22 muertos. Sin embargo, el capitán de las tropas constitucionalistas Justino Colmenares, afirmó que las bajas norteamericanas oficiales pasaron de 800, mismas que se conocieron por la revista que pasaron las tropas norteamericanas después de los combates [8]

En la Ciudad de México, en la sesión de la cámara de Diputados del día 21 de abril, el ministro de Relaciones, licenciado José López Portillo y Rojas, hizo un acalorado discurso, recalcando que “era necesario ante todo, salvar el honor de la nación”

Comenta en sus memorias el general Rubio Navarrete que el presidente Huerta lo mandó llamar para que se desplazara inmediatamente a Veracruz y recabara información sobre la cantidad de buques, tropas desembarcadas y “todos los datos necesarios para tomar una decisión” 

<<Después de hacer el reconocimiento de Veracruz, el general Rubio Navarrete rindió al gobierno los datos pedidos, apreciando el efectivo de marinería de cada barco y la cantidad de elementos. Opinó que debían aprovecharse las fuerzas mexicanas que estaban todavía cerca de Veracruz en un contra-ataque nocturno, pues las posiciones de los invasores eran muy defectuosas y no ocupaban toda la ciudad de Veracruz.

Con tropas de Oaxaca y Puebla se organizó una División que se llamó Rubio Navarrete y fue puesta a las órdenes del general de ese nombre. La División cubrió la línea se invasión que conduce de Veracruz a la capital, por Puente Nacional y Jalapa. El cuartel general se estableció en las inmediaciones de Veracruz.

El gobierno del general Huerta promulgó una ley de amnistía para los delitos de orden político, poniendo en libertad a todos los detenidos. Dio instrucciones a los jefes militares que combatían a los revolucionarios de comunicar al enemigo nacional la invasión extranjera, invitando a los rebeldes a suspender las hostilidades para defender el territorio de México. Gran parte de las existencias de municiones en poder de los jefes federales les fue quitada para poder abastecer a la División Rubio Navarrete que el gobierno mandó a Veracruz a oponerse a los invasores […] Cuando el 25 de abril, la División Rubio Navarrete empezó a llegar frente a Veracruz, recibió órdenes de suspender las operaciones. Se iniciaban ya las conferencias de Niágara Falls.>>[9]

Las Conferencias de Niagara Falls


<< El presidente Wilson, al fin y al cabo político audaz, permanecía expectante a los hechos que tenían lugar allende el Atlántico. El olor a guerra permeaba el ambiente. Según algunos autores, Estados Unidos buscaba “integrar a los países sudamericanos en un sistema panamericano” sobre el cual tuviera injerencia, “diplomacia de control”, la llaman algunos, de manera que la solicitud de participación del ABC en el conflicto provocado por la invasión de abril de 1914 era parte de ese intringulis político.>>[10]

Argentina, Brasil y Chile (ABC), ofrecieron su mediación política para que se diera una solución pacífica al conflicto, misma que fue aceptada por Estados Unidos el 25 de abril, el cual se daba cuenta que había caído en una trampa –autoimpuesta-de la que había que salir. Las pláticas tuvieron lugar entre mayo y junio en Niágara Falls, Canadá. 

<<Contra las buenas intenciones de los países hermanos y los deseos del embajador Naón, pronto se vio que la intervención del ABC era sólo una máscara que ayudaba a disimular las verdaderas intenciones de Estados Unidos. ¿Por qué?, simple y sencillamente porque el gobierno de Wilson se encargó de sabotear los honestos propósitos mediadores del ABC. Es decir, mientras los diplomáticos sudamericanos encabezaban aquellas charlas, en la práctica las autoridades norteamericanas llevaban a cabo acciones unilaterales que apuntaban directamente al blanco que buscaban: desestabilizar el gobierno de Victoriano Huerta, para lo cual tuvieron un acercamiento a la facción que resultaba más aceptable a los ojos de Wilson, la que encabezaba Venustiano Carranza.>>[11]

Fue hasta el 1° de julio, cuando se firmó la paz entre México y Estados Unidos de América, dando fin a una guerra que nunca fue declarada, pero que sí satisfizo los intereses de Wilson en particular: el fin de la presidencia de Huerta. Hay que reconocer la magnífica actuación de la delegación huertista integrada por destacados personajes como Agustín Rodríguez, Emilio Rabasa y Luis Elguero, que consiguió que “El gobierno de Estados Unidos de América no reclamará de forma alguna indemnización de guerra o cualquier otra satisfacción internacional”, lo que demostraba que nunca hubo un motivo verdadero para la invasión.

Huerta renunció el 15 de julio, no obstante las fuerzas norteamericanas salieron de Veracruz hasta el 23 de noviembre de 1914. Vergonzosamente las crónicas oficiales presentan este hecho como una victoria de Venustiano Carranza.

No quiero cerrar esta crónica haciendo mención a la ambición o a la abyección de los contendientes revolucionarios y norteamericanos, sino a la convicción de los hombres dignos: 

<<Azueta se presentó ante la superioridad para rendir su informe de los acontecimientos. En él hizo constar que la Escuela, además de algunos vecinos, fueron los únicos defensores del puerto en contra de la invasión. No lo dijo, pero entre líneas expresó su enojo y molestia porque el ejército mexicano abandonó Veracruz sin combatir, dejando a su suerte a los cadetes y a la población civil, la que, indignada y ofendida, “a mi paso me pedía armas para repeler aquel atropello inaudito”. Terminó su informe oficial diciendo: “todos los jefes, oficiales, alumnos y personal agregado cumplió con su deber y la Escuela Naval se cubrió de gloria repeliendo el ataque de los invasores con éxito, pues causó numerosas bajas al enemigo, defendiéndose con valor, patriotismo y entereza nunca jamás desmentidos, en las siete horas de resistencia que hicimos contra los invasores”.

El comodoro Manuel Azueta, que años atrás había sido director de la Escuela Naval, no tenía obligación de estar en ella el 21 de abril de 1914. Sin embargo, se puso al frente de los cadetes y con ellos se cubrió de gloria. Él mismo diría después: “Dios probablemente medió al reunirme con aquellos jóvenes alumnos en aquel día memorable”.>>[12]

Aquella noche del día 21 de abril de 1914: <<Al llegar sus compañeros y autoridades de la Escuela Naval Militar a la Ciudad de México la noche de ese mismo día, se acercó el señor Élfego Uribe, padre de Virgilio al Comodoro Azueta preguntándole por su hijo, éste, en un acto humano, le mostró una mancha de sangre que había impregnado en su uniforme. El padre de Uribe, inclinado y con lágrimas en los ojos, besó varias veces la sangre de su hijo y exclamó: “murió por su patria”. Tenía Virgilio 17 años y 11 meses.>>[13]



Jorge Pérez Uribe

Notas:
[1] Martha Strauss Neuman, La misión confidencial de John Lind en México, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, UNAM, IIH, 1977
[2] Fuerzas constitucionalistas, bajo el Mando del general Pablo González
[3] Reseña histórica del 21 de abril, Secretaría de Marina
[4] Amparo Rubio de de Ita, La Revolución Triunfante: memorias del General de División Guillermo Rubio Navarrete, Libros En Red, 2006
[5] Asociación de la Heroica Escuela Naval Militar, Heroica defensa de Veracruz, http://www.ahenmac.org.mx/
[6] José Manuel Villalpando, Veracruz, 21 de abril de 1914. Hace cien años, Villalpando y la historia, 2014

[7] Amparo Rubio de de Ita, op.cit.
[8] Justino Palomares, La invasión yanqui de 1914, Mexico, Non fiction publiser, 1940
[9] Amparo Rubio de de Ita, op.cit.
[10] Elsa Aguilar Casas, Las conferencias de Niagara Falls: un espejismo diplomático, INEHRM
[11] Elsa Aguilar Casas, op.cit. 

[12] José Manuel Villalpando, op.cit.
[13] http://www.centenario21abril.gob.mx/virgilio_uribe. html