sábado, 19 de marzo de 2022

PUTIN, EL DESPIADADO, SE AHOGA EN UCRANIA




 

Pablo Hiriart

<<Todo le ha fallado al invasor, que se muestra ante el mundo como un pésimo estratega político y militar.

El ‘oso ruso’ creyó tomar Kiev en cuestión de días, y su Ejército ha tenido más bajas en dos semanas de invasión a Ucrania que el de Estados Unidos en dos décadas de hacer lo mismo en Afganistán.

Dio por hecho que dividiría aún más a Estados Unidos aprovechando la debilidad de Biden y las simpatías de los republicanos, y disparó por la culata. [...]

De un plumazo, Vladimir Putin consumó lo que no se había logrado en décadas dentro de la clase política de Estados Unidos: ponerse de acuerdo.

En un gesto de concordia y unidad nacional sin precedentes, demócratas y republicanos alcanzaron un mega acuerdo presupuestal para evitar la parálisis del gobierno y financiar su operación durante todo el año fiscal 2022.

De paso, aprobaron 13 mil 600 millones de dólares para Ucrania. [...]

Lo ocurrido el jueves en el Capitolio fue una gran derrota para Putin, toda vez que invirtió cuantiosos recursos para sembrar discordia, división y polarización en la clase política y en la sociedad de Estados Unidos.

En otras circunstancias los republicanos no habrían dado su voto a un presupuesto que consideran inflacionario.

La invasión a Ucrania deshizo todo lo que Putin había avanzado en la era Trump.

Iba a tomar Ucrania en un par de días, poner un gobierno títere, retirar a sus tropas y planear la siguiente invasión. El oso fanfarrón llegó a mencionar Suecia y Finlandia.

Las fotos de sus aviones caídos en combate, tanques calcinados y soldados muertos en la nieve las ha visto el mundo y también llegan a Rusia, por las grietas de la censura.

Nunca imaginó la resistencia feroz de los ucranianos ni el valeroso liderazgo del presidente Zelenski.

Sobreestimó al Ejército a su mando.




La mente fría y homicida de Vladimir Putin no fue capaz de entender la diferencia entre lo que puede dar un joven soldado ruso en defensa de Stalingrado, y en el ataque a un país vecino que no le ha hecho nada, donde seguramente tiene amigos a través de las redes sociales.

Putin va a tomar Kiev, pero a un costo brutal.

Y no podrá marcharse a casa luego de poner un gobierno ucraniano a su servicio. Tendrá que dejar un ejército de ocupación.

Fatal para sus fines de restaurar “la gran Rusia”. >> [1]

<<Hoy Ucrania es un país que está siendo destruido mientras Rusia permanece intacta… pero sólo en la superficie.

Rusia no va a ganar la guerra.

Putin, a la cabeza de la segunda potencia militar del planeta, lleva tres semanas sin poder tomar Kiev ni mucho menos hacerse del control de ese país pacífico que se defiende de manera heroica.

En tres semanas, Bush tomó Bagdad.

En tres semanas Estados Unidos asumió el control del territorio mientras el presidente iraquí huía a esconderse en un hoyo, luego de presumir a un ejército armado hasta los dientes, entrenado en la guerra contra sus vecinos y preparado para pelear. A los primeros bombazos sus jefes y tropas salieron corriendo. Lo vi: pude entrar tranquilamente a los tanques abandonados del “poderoso Batallón Medina”, y subirme a lomos de un misil Scud que dejaron sin disparar en las puertas de Babel.

Por lo que se observa, Putin no va a ganar esta guerra. No puede con los ucranianos.

Su crueldad es proporcional a su impotencia.

Rusia tardará décadas en salir de la ruina económica en que la ha metido la locura de Vladimir Putin. Ucrania tendrá un Plan Marshall y su bandera será un símbolo de resistencia y libertad.

Vamos al presente.

Bloomberg informó la semana pasada que el PIB ruso perdió 30 mil millones de dólares y su economía caerá 9 por ciento en este año.

Para el Bank of America, la caída del PIB de Rusia será de 13 por ciento, y todavía más si se suspenden las compras de energía a ese país, como ya lo instruyó el presidente Biden en Estados Unidos.

Putin se está ahogando y su recurso es masacrar hogares, hospitales, refugios de mujeres, niños y ancianos. Ni así. Pide que le ayude China.

El miércoles el canciller ruso hablaba de que había “pasos a la paz”, mientras su aviación bombardeaba un teatro en la ciudad de Mariúpol que tenía cientos de refugiados adentro. Quedó en escombros.

También ahí bombardearon zonas residenciales, donde han matado a 2 mil 500 personas.

Al norte de Ucrania, en Chernígov, 10 personas que hacían fila para comprar pan fueron asesinadas con fuego aéreo ruso.

Tal vez tomen Kiev, o la destruyan, pero los rusos no van a ganar la guerra.

Lo explicó con claridad en The Washington Post el periodista Max Boot, autor de Ejércitos invisibles: una historia de la guerra de guerrillas desde la antigüedad hasta el presente:

Ésa es una historia que Putin debería conocer bien ya que Leningrado, ahora llamado San Petersburgo, es su ciudad natal, y su hermano murió en el asedio. La población murió de hambre, pero no se rindió.



Putin está haciendo que la vida de los civiles ucranianos sea un infierno, pero los combatientes ucranianos suministrados por Occidente pueden hacer que la vida de las tropas rusas sea un infierno en los próximos años, y se necesitarán más que unos ataques de misiles para cortar las líneas de suministro de Ucrania de sus vecinos de la OTAN (hasta aquí la cita de Boot).

El miércoles, en un discurso a través de Zoom, desde Kiev al Congreso de Estados Unidos, el presidente Zelenski convenció a la clase política de este país, que respondió con ayuda inmediata a Ucrania.

Les abrió el panorama a los legisladores con asombrosa sencillez:

“La paz en su país ya no depende sólo de ustedes y de su pueblo. Depende de los que están a su lado, de los que son fuertes. Fuerte no significa grande. Fuerte significa valor y estar listo para luchar por la vida de sus ciudadanos y ciudadanos del mundo. Por los derechos humanos, por la libertad, por el derecho a vivir dignamente y a morir cuando te llegue la hora, no cuando lo quiera otro, tu prójimo. Hoy, el pueblo ucraniano no sólo defiende a Ucrania, sino que lucha por los valores de Europa y del mundo, sacrificando nuestras vidas en nombre del futuro”.

Biden respondió en ese momento con 800 millones de dólares en misiles antiaéreos (800), 9 mil misiles antitanques, 7 mil armas individuales, drones ‘suicidas’, y 20 millones de balas. Eso se suma a los mil millones de dólares aprobados la semana pasada.

Fue lo que Zelenski pidió, como alternativa al cerco aéreo que no se puede hacer, pues implicaría guerra mundial y nuclear.

El apoyo con armas a Ucrania no es una acción guerrera, sino ayudar a defenderse a una nación libre y soberana, que está siendo destruida y sus habitantes asesinados, sin haber dado un solo motivo para sufrir la agresión.

Así es que ayudar a Ucrania a defenderse, contener al ejército de Putin y aislar al agresor para que no se vuelva a repetir, es un deber moral a estas alturas del siglo 21.>> [2]

Notas:

[1]https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/03/14/el-oso-de-putin/

[2]https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/2022/03/18/putin-el-despiadado-se-ahoga-en-ucrania/

sábado, 12 de marzo de 2022

«EN LA LITURGIA DE LA PALABRA, LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO SE EJERCE A TRAVÉS DE LA UNCIÓN ESPIRITUAL PRESENTE EN EL QUE HABLA Y EN EL OYENTE»



1ª predicación de Cuaresma del Card. Raniero Cantalamessa, OFMCap, 11-03-2022


La liturgia de la Palabra


Entre los muchos males que la pandemia de Covid está causando a la humanidad, ha habido al menos un efecto positivo desde el punto de vista de la fe. Nos ha hecho tomar conciencia de la necesidad que tenemos de la Eucaristía y del vacío que crea su carencia; nos ayudó a no darla por descontada. Entendemos por qué algunos mártires cristianos, juzgados en el año 304 d. C. por haberse reunido los domingos contra el decreto del emperador, respondieron al juez: «No podemos vivir sin la Eucaristía»: «sine dominico vivere non possumus» [1].
Algunas iglesias locales y nacionales han decidido dedicar este año a una catequesis especial sobre la Eucaristía, de cara de un deseado renacimiento eucarístico en la Iglesia Católica. Me parece una decisión oportuna y un ejemplo a seguir. Por eso, he pensado hacer una pequeña contribución al proyecto, dedicando las reflexiones de esta Cuaresma a un reexamen del misterio eucarístico.

La Eucaristía está en el centro de cada tiempo litúrgico, de la Cuaresma no menos que de los demás tiempos. Es lo que celebramos todos los días, la Pascua diaria. Cada pequeño progreso en su comprensión se traduce en un progreso en la vida espiritual de la persona y de la comunidad eclesial. La Eucaristía no sólo «hace a la Iglesia», sino que, en un sentido profundo, «es la Iglesia». Ambas son «el cuerpo de Cristo». Pero también es, por desgracia, lo más expuesto, por su repetitividad, a caducar de forma rutinaria, a algo que se da por descontado. San Juan Pablo II, en la carta Ecclesia de Eucharistia, escrita pocas semanas antes de su muerte, dice que los cristianos deben redescubrir y mantener viva el «asombro eucarístico». Para este propósito quisieran servir nuestras reflexiones: redescubrir el asombro eucarístico. Que se me perdone, espero, si repito algunas cosas que he dicho o escrito en otras ocasiones, pero es mejor, creo, escuchar de nuevo las cosas esenciales varias veces, que escuchar cada vez cosas nuevas pero menos importantes.



La Eucaristía en la historia de la salvación


¿Qué lugar ocupa la Eucaristía en la historia de la salvación? La respuesta es: ¡no ocupa un lugar, sino que lo ocupa todo! La Eucaristía es co-extensiva a la historia de la salvación. Como en una gota de rocío que cuelga de un seto, en una mañana serena, se refleja toda la bóveda del cielo, así en la Eucaristía se refleja todo el arco de la historia de la salvación.

Sin embargo, está presente de tres maneras diferentes, en los tres tiempos o fases diferentes de la salvación: está presente en el Antiguo Testamento como figura; está presente en el Nuevo Testamento como acontecimiento y está presente en el tiempo de la Iglesia como sacramento. La figura anticipa y prepara el acontecimiento, el sacramento «prolonga» y actualiza el evento.

En el Antiguo Testamento —decía—, la Eucaristía está presente «en figura». Una de estas figuras era el maná, otra el sacrificio de Melquisedec, otra el sacrificio de Isaac. En la secuencia Lauda Sion Salvatorem, compuesta por santo Tomás de Aquino para la fiesta del Corpus Christi, se canta: «Presagiado en las figuras: sacrificado en Isaac, indicado en el cordero pascual, dado a los padres como maná»: In figúris præsignátur, / cum Isaac immolátur: /agnus paschæ deputátur: /datur manna pátribus. Como figuras de la Eucaristía, santo Tomás llama a estos ritos «los sacramentos de la Ley antigua» [2].

Con la venida de Cristo y su misterio de muerte y resurrección, la Eucaristía ya no está presente como figura, sino como acontecimiento, como realidad. Lo llamamos «acontecimiento» porque es algo que sucedió históricamente, un hecho único en el tiempo y en el espacio, sucedido solo una vez (semel) e irrepetible: Cristo «sólo una vez, en la plenitud de los tiempos, apareció para anular el pecado por medio del sacrificio de sí mismo» (Heb 9,26).

Finalmente, en el tiempo de la Iglesia, la Eucaristía —decía—, está presente como sacramento, es decir, en el signo del pan y del vino, instituido por Cristo. Es importante que entendamos bien la diferencia entre el acontecimiento y el sacramento: en la práctica, es la diferencia entre la historia y la liturgia. Dejémonos ayudar por San Agustín.

Nosotros —dice el santo doctor— sabemos y creemos con fe certísima que Cristo murió una sola vez por nosotros, él, justo, por los pecadores, él, Señor, por los siervos. Sabemos perfectamente que esto sólo ha sucedido una vez; y, sin embargo, el sacramento lo renueva periódicamente, como si se repitiera varias veces lo que la historia proclama que ha sucedido una sola vez. Sin embargo, acontecimiento y sacramento no están en contraste entre sí, como si el sacramento fuera falaz y solo el acontecimiento fuera verdadero. De hecho, de lo que la historia afirma haber sucedido, en realidad, una sola vez, de esto el sacramento renueva (renovat) a menudo la celebración en el corazón de los fieles. La historia revela lo que sucedió una vez y cómo sucedió, la liturgia hace que el pasado no se olvide; no en el sentido de que hace que vuelva a suceder (non faciendo), sino en el sentido de que lo celebra (sed celebrando) [3].

Aclarar la conexión que existe entre el sacrificio único de la cruz y la Misa es algo muy delicado y siempre ha sido uno de los puntos de mayor disenso entre católicos y protestantes. Agustín utiliza, como hemos visto, dos verbos: renovar y celebrar que son muy justos, siempre que, sin embargo, se entiendan uno a la luz del otro: la Misa renueva el acontecimiento de la cruz celebrándolo (¡no reiterándolo!) y lo celebra renovándolo (¡no sólo recordándolo!). La palabra, en la que hoy se logra el mayor consenso ecuménico, es quizás el verbo (también utilizado por Pablo VI, en la encíclica Mysterium fidei) representar entendido en el sentido fuerte de re-presentar, es decir, hacer presente de nuevo [4].

Según la historia, ha habido, por lo tanto, una sola Eucaristía, la realizada por Jesús con su vida y su muerte; según la liturgia, sin embargo, es decir, gracias al sacramento, hay tantas Eucaristías como se han celebrado y se celebrarán hasta el fin del mundo. El acontecimiento se realizó una sola vez (semel), el sacramento se realiza «cada vez» (quotiescumque). Gracias al sacramento de la Eucaristía nos convertimos, misteriosamente, en contemporáneos del acontecimiento; el acontecimiento se nos hace presente y nosotros al acontecimiento.

Nuestras reflexiones cuaresmales tendrán como objeto la Eucaristía en su etapa actual, es decir, como sacramento. En la Iglesia antigua había una catequesis especial, llamada mistagógica, que estaba reservada al obispo y se impartía después, no antes, del bautismo. Su objetivo era revelar a los neófitos el significado de los ritos celebrados y las profundidades de los misterios de la fe: bautismo, confirmación o unción y, en particular, la Eucaristía. Lo que nos proponemos hacer es precisamente una pequeña catequesis mistagógica sobre la Eucaristía. Para permanecer lo más posible anclados a la naturaleza sacramental y ritual de la misma, seguiremos de cerca el desarrollo de la Misa en sus tres partes —liturgia de la palabra, liturgia eucarística y comunión—, añadiendo al final una reflexión sobre el culto eucarístico fuera de la Misa.



Liturgia de la Palabra


En los primerísimos días de la Iglesia, la liturgia de la Palabra estaba separada de la liturgia eucarística. Los discípulos, refieren los Hechos de los Apóstoles, «todos los días, todos juntos, asistían al templo»; allí escuchaban la lectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto con los demás judíos; hacían lo que se hace en la liturgia de la Palabra; luego se reunían por separado, en sus casas, para «partir el pan», es decir, para celebrar la Eucaristía (cf. Hch 2,46).

Muy pronto, sin embargo, esta práctica se hizo imposible tanto por la hostilidad hacia ellos por parte de las autoridades judías, como porque para entonces las Escrituras habían adquirido para ellos un nuevo significado, todo orientado a Cristo. Así fue como la escucha de la Escritura también se trasladó del templo y la sinagoga a los lugares de culto cristianos, asumiendo gradualmente la fisonomía de la liturgia actual de la Palabra que precede a la plegaria eucarística. En la descripción de la celebración eucarística hecha por san Justino en el siglo II, no sólo la liturgia de la Palabra es parte integrante de ella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se han añadido ahora las que el santo llama «las memorias de los apóstoles», es decir, los Evangelios y las Cartas, prácticamente el Nuevo Testamento [5].

Escuchadas en la liturgia, las lecturas bíblicas adquieren un significado nuevo y más fuerte que cuando se leen en otros contextos. No se pretende tanto conocer mejor la Biblia, como cuando se lee en casa o en una escuela bíblica, cuanto reconocer al que se hace presente en la fracción del pan, iluminar cada vez un aspecto particular del misterio que se está a punto de recibir. Esto aparece, de manera casi programática, en el episodio de los dos discípulos de Emaús. Fue al escuchar la explicación de las Escrituras cuando los corazones de los discípulos comenzaron a derretirse, de modo que luego pudieron reconocerlo «al partir el pan» (Lc 24,1ss.). ¡La de Jesús resucitado fue la primera «liturgia de la palabra» en la historia de la Iglesia!

Segunda característica: en la Misa las palabras y los episodios de la Biblia no sólo son narrados, sino revividos; la memoria se convierte en realidad y presencia. Lo que sucedió «en aquel tiempo», sucede «en este momento», «hoy» (hodie), como le gusta expresarse a la liturgia. No sólo somos oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores de la misma. Es a nosotros, allí presentes allí, a quienes se dirige la palabra; estamos llamados a ocupar el lugar de los personajes evocados.

Algunos ejemplos ayudarán a entender. Una vez que leemos, en la primera lectura, el episodio de Dios hablando a Moisés desde la zarza ardiente: estamos, en la Misa, ante la verdadera zarza ardiente… Otra vez se habla de Isaías que recibe en sus labios el carbón ardiente que le purifica para la misión: estamos a punto de recibir en los labios el verdadero carbón ardiente, el fuego que Jesús vino a traer a la tierra… Ezequiel es invitado a comer el rollo de los oráculos proféticos: nos estamos preparando para comer al que es la palabra misma hecha carne y hecho pan.

Esto se hace aún más claro si pasamos del Antiguo Testamento al Nuevo, de la primera lectura al pasaje del Evangelio. La mujer que sufría una hemorragia está segura de que será sanada si puede tocar el borde del manto de Jesús: ¿qué decir de nosotros que estamos a punto de tocar mucho más que el borde de su manto? Una vez escuchaba en el Evangelio el episodio de Zaqueo y me llamó la atención su «actualidad». Yo era Zaqueo; las palabras estaban dirigidas a mí: «Hoy debo venir a tu casa»; era de mí de quien se podía decir: « ¡Se ha alojado con un pecador! » y era a mí, después de recibirlo en comunión, a quien Jesús decía: «Hoy ha entrado la salvación en esta casa» (cf. Lc 19,9).

Así de cada episodio del Evangelio. ¿Cómo no identificarnos en la Misa con el paralítico a quien Jesús le dice: «Tus pecados te son perdonados» y «Levántate y anda» (cf. Mc 2,5.11); con Simeón sosteniendo al Niño Jesús en los brazos (cf. Lc 2,27-28); con Tomás que toca sus heridas (Jn 20,27-28)? En el segundo domingo del Tiempo Ordinario del actual ciclo litúrgico está el pasaje evangélico en el que Jesús dice al hombre de la mano paralizada: « ¡Extiende la mano! La extendió, y su mano fue curada» (Mc 3,5). No tenemos la mano paralizada; pero todos tenemos, algunos más o menos, el alma paralizada, el corazón reseco. A quien escucha Jesús le dice en ese momento: « ¡Extiende tu mano! Extiende tu corazón ante mí, con la fe y la disposición de ese hombre».

No sólo los hechos, sino también las palabras del Evangelio escuchadas en la Misa adquieren un significado nuevo y más fuerte. Un día de verano, estaba celebrando la Misa en un pequeño monasterio de clausura. Tocaba, como pasaje del Evangelio, Mateo 12. Nunca olvidaré la impresión que me hicieron aquellas palabras de Jesús: «Aquí hay uno que es más que Jonás… Aquí hay uno que es más que Salomón». Era como si las escuchara en ese momento por primera vez. Entendí que «aquí» realmente significaba en ese momento y en ese lugar, no solo en el tiempo en que Jesús estuvo en la tierra, hace muchos siglos. Desde aquel día de verano, esas palabras se me han hecho queridas y familiares de una manera nueva. A menudo, en la Misa, en el momento en que hago la genuflexión y me levanto después de la consagración, tengo que repetir dentro de mí: « ¡He aquí que ahora hay aquí uno que es más que Salomón! ¡He aquí, ahora hay aquí uno que es más que Jonás!»

La Escritura proclamada durante la liturgia produce efectos que están por encima de toda explicación humana, a la manera de los sacramentos que producen lo que significan. Los textos divinamente inspirados también tienen un poder curativo. Después de leer el pasaje del Evangelio en la Misa, la liturgia invitaba en un tiempo a que el ministro besara el libro diciendo: «Que las palabras del Evangelio borren nuestros pecados» (Per evangélica dicta deleantur nostra delicta).

A lo largo de la historia de la Iglesia, acontecimientos epocales han ocurrido como resultado de escuchar las lecturas bíblicas durante la Misa. Un joven escuchó un día el pasaje del Evangelio donde Jesús le dice a un joven rico: «Si quieres ser perfecto, ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme» (cf. Mt 19,21). Entendió que esta palabra estaba dirigida a él personalmente, así que se fue a casa, vendió todo lo que tenía y se retiró al desierto. Su nombre era Antonio, el iniciador del monacato. Muchos siglos después, otro joven, recientemente convertido, entró en una iglesia con un compañero. En el Evangelio del día Jesús decía a sus discípulos: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, y no llevéis dos túnicas» (Lc 9,3). El joven se volvió hacia su compañero y le dijo: « ¿Has escuchado? Esto es lo que el Señor quiere que nosotros hagamos también». Así comenzó la Orden Franciscana.

Orígenes decía a los cristianos de su tiempo: «Vosotros, que estáis acostumbrados a participar en los misterios divinos, cuando recibís el cuerpo del Señor lo conserváis con todo cuidado y toda veneración para que ni siquiera una migaja caiga al suelo, para que nada se pierda del don consagrado. Estáis convencidos, con razón, de que es una falta dejar caer fragmentos por negligencia. Si sois tan cuidadosos para conservar su cuerpo —y es justo que lo seáis—, debéis saber que descuidar la palabra de Dios no es menos falta que descuidar su cuerpo» [6].

La liturgia de la Palabra es el mejor recurso que tenemos para hacer de cada vez, de la Misa, una celebración nueva y atractiva, evitando así el gran peligro de una repetición monótona que especialmente los jóvenes encuentran aburrida. Para que esto suceda, debemos invertir más tiempo y oración en la preparación de la homilía. Los fieles deberían ser capaces de comprender que la palabra de Dios toca las situaciones reales de la vida y es la única que tiene respuestas a las preguntas más serias de la existencia.

Hay dos maneras de preparar una homilía. Uno puede sentarse a la mesa y elegir el tema en base a las propias experiencias y conocimientos; luego, una vez que el texto esté preparado, ponerse de rodillas y pedir a Dios que infunda el Espíritu en las propias palabras. Es algo bueno, pero no es una forma profética. Para ser proféticos deberíamos seguir el camino inverso: primero ponernos de rodillas y preguntarle a Dios cuál es la palabra que quiere hacer resonar para su pueblo.

De hecho, Dios tiene su propia palabra para cada ocasión y no deja de revelarla a su ministro, quien se lo pide humilde e insistentemente. Al principio será sólo un pequeño movimiento del corazón, una luz que se ilumina en la mente, una palabra de la Escritura que atrae la atención y arroja luz sobre una situación vivida. Es, aparentemente, solo una pequeña semilla, pero contiene lo que la gente necesita escuchar en ese momento.

Después de eso, uno puede sentarse a la mesa, abrir sus libros, consultar notas, recoger y ordenar sus pensamientos, consultar a los Padres de la Iglesia, a los maestros, a veces a los poetas; pero ahora ya no es la palabra de Dios la que está al servicio de tu cultura, sino tu cultura al servicio de la palabra de Dios. Sólo de esta manera la Palabra manifiesta su poder intrínseco.




La obra del Espíritu Santo


Pero hay que añadir una cosa: toda la atención prestada a la palabra de Dios por sí sola no es suficiente. Sobre ella debe descender «la fuerza de lo alto». En la Eucaristía, la acción del Espíritu Santo no se limita sólo al momento de la consagración, a la epíclesis que se recita antes ella. Su presencia es igualmente indispensable para la liturgia de la Palabra y, veremos a su debido tiempo, para la comunión.

El Espíritu Santo continúa, en la Iglesia, la acción del Resucitado que, después de la Pascua, «abrió las mentes de los discípulos a la comprensión de las Escrituras» (cfr. Lc 24,45). La Escritura, dice la Dei Verbum del Concilio Vaticano II, «debe leerse e interpretarse con la ayuda del mismo Espíritu mediante el cual fue escrita» [7]. En la liturgia de la palabra, la acción del Espíritu Santo se ejerce a través de la unción espiritual presente en el que habla y en el oyente.

El Espíritu del Señor está sobre mí;
por eso me consagró con la unción
y me envió a llevar la buena nueva a los pobres (Lc 4,18).

Jesús indicó así de dónde saca su fuerza la palabra proclamada. Sería un error confiar sólo en la unción sacramental que hemos recibido de una vez por todas en la ordenación sacerdotal o episcopal. Esta nos permite realizar ciertas acciones sagradas, como gobernar, predicar y administrar los sacramentos. Nos da, por así decirlo, la autorización para hacer ciertas cosas, no necesariamente autoridad al realizarlas; asegura la sucesión apostólica, ¡no necesariamente la éxito apostólico!

Pero si la unción es dada por la presencia del Espíritu y es su don, ¿qué podemos hacer para tenerla? En primer lugar, debemos partir de una certeza: «Hemos recibido la unción del Santo», nos asegura san Juan (1 Jn 2,20). Es decir, gracias al bautismo y la confirmación —y, para algunos, a la ordenación sacerdotal o episcopal— ya poseemos la unción. Más aún, según la doctrina católica, ha impreso en nuestra alma un carácter indeleble, como una marca o un sello: «Es Dios mismo —escribe el Apóstol—, quien nos ha conferido la unción, nos ha impreso el sello y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones» (2 Chor 1,21-22).

Esta unción, sin embargo, es como un ungüento perfumado encerrado en un jarrón: permanece inerte y no libera ningún olor si no se rompe y no se abre el jarrón. Así sucedió con el jarrón de alabastro roto por la mujer del evangelio, cuyo aroma llenó toda la casa (…). Ahí es donde se inserta nuestra parte sobre la unción. No depende de nosotros, pero depende de nosotros eliminar los obstáculos que impiden la irradiación. No es difícil entender lo que significa para nosotros romper el jarrón de alabastro. La vasija es nuestra humanidad, nuestro yo, a veces nuestro árido intelectualismo. Romperlo significa ponerse en un estado de entrega a Dios y de resistencia al mundo.

No todo, afortunadamente para nosotros, está confiado al esfuerzo ascético. Mucho puede, en este caso, la fe, la oración, la humilde imploración. Por lo tanto, pidamos la unción antes de que nos estemos preparando para una predicación o acción importante al servicio del Reino. Mientras nos preparamos para la lectura del Evangelio y a la homilía, la liturgia nos hace pedir al Señor que purifique nuestros corazones y labios para poder anunciar dignamente el Evangelio. ¿Por qué no decir alguna vez (o al menos pensar dentro de sí): «Unge mi corazón y mi mente, Dios Todopoderoso, para que pueda proclamar tu palabra con la dulzura y el poder del Espíritu»?

La unción no sólo es necesaria para que los predicadores proclamen eficazmente la palabra, sino que también es necesario que los oyentes la acojan. El evangelista Juan escribía a su comunidad: «Habéis recibido la unción del Santo, y todos tenéis conocimiento… La unción que habéis recibido de él permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os instruya» (1 Jn 2,20.27). No es que toda instrucción sea inútil. ¿Por qué, entonces, Juan escribe su carta y nosotros te predicamos?, comenta Agustín, y responde: «Es el maestro interior quien verdaderamente instruye, es Cristo y su inspiración los que instruyen. Cuando falta su inspiración y su unción, las palabras externas solo provocan un alboroto inútil» [8].

Y espero que no haya sido así también mi discurso de hoy a vosotros, Venerables Padres, hermanos y hermanas.

Cardenal Raniero Cantalamessa OFM Cap.

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©Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

[1] Acta ss. Saturnini et sociorum martyrum (304 d.C.), 9, 11 (ed. P.T. Ruinart, Acta martyrum, 1859). Dominicum —traducción latina de kyriakon (deipnon), «la Cena del Señor», de 1 Cor 11,20— significa «el banquete del Señor», es decir, la Eucaristía.
[2] Tomás de Aquino, S.Th., III, q.60, a. 2, 2.
[3] Agustín, Sermo 112: PL 38, 643.
[4] Pablo VI, Mysterium fidei: AAS 57 (1965) 753ss.
[5] Justino, I Apologia, 67, 3-4
[6] Orígenes, Homilías sobre el Éxodo, XIII, 3.
[7] Dei Verbum, 12.
[8] Agustín, Comentario a la Primera Carta de Juan, 3, 13.


Fuente:https://caminocatolico.com/1a-predicacion-de-cuaresma-del-cardenal-cantalamessa-11-03-2022-en-la-liturgia-de-la-palabra-la-accion-del-espiritu-santo-se-ejerce-a-traves-de-la-uncion-espiritual-presente-en-el-que-habla-y/

domingo, 6 de marzo de 2022

UE: "NO ENVIAR ARMAS A UCRANIA HABRÍA SIDO UNA INMENSA HIPOCRESÍA Y UN FALLO HISTÓRICO"


El alto representante de la UE, Josep Borrell


Pablo R. Suanzes | Viernes, 4 marzo 2022

Las últimas semanas han sido intensas, caóticas y agotadoras como pocas en la historia de la Unión Europea. En cuestión de días algunos de sus miembros han abandonado posturas -pacifistas- que parecían eternas, se han aprobado las mayores sanciones económicas y se ha decidido armar a un ejército en guerra con cargo a los fondos comunitarios. Hace ahora una semana, tras un Consejo Europeo en el que no hubo consenso para aumentar la presión, todo cambió en 24 horas, rompiendo un tabú detrás de otro. En el centro de todo, un español, Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior, que tras dos años y medio de perfil más bien bajo y muchas críticas, ha emergido como figura protagonista al frente de los ministros de Exteriores.

Recién aterrizado de Moldavia, apenas unas horas antes de un nuevo encuentro de los 27 al que también acude el secretario de Estado de EEUU, Antony Bliken, y con las maletas listas para viajar a Viena a intentar cerrar el acuerdo nuclear con Irán, Borrell explica por qué Europa tiene que bajar del guindo y aceptar que "el mundo es una jungla", y si no quieres ser devorado tienes que aceptar que las "ramas de olivo y la prédica de Derechos Humanos" no bastan. Tras proclamar el "nacimiento de la Europa geopolítica", defiende las medidas adoptadas estos días, el gasto militar e insta a ayudar a los ucranianos con todo lo que sea posible, salvo la intervención militar directa. Y recuerda que el poder duro, que la UE debe aprende a dominar, va mucho más allá de lo militar. Pero también avisa: hay que tomar riesgos, pero Rusia es una potencia nuclear y no hay que subir el tono: "Haremos lo necesario, pero sin estridencias ni estrambotes

P.- "Nadie puede mirar de lado cuando un potente agresor agrede sin justificación a un vecino débil, nadie puede invocar la resolución pacífica de conflictos, ni poner en igualdad al agredido y al agresor", dijo usted el otro día. ¿Qué opina de los que dicen que es una temeridad dar armas a los ucranianos, que se empeoran las cosas, que es peligroso y habría que fiarlo todo a la diplomacia?

R.- No diré yo que no haya un riesgo, claro. Pero mire, llevamos tiempo diciendo que haríamos todo lo que estuviera en nuestras manos para ayudar a los ucranianos. Y el sábado por la mañana pensé que no era así, que no estábamos haciendo todo lo que podíamos. Desde el principio estaba claro que no íbamos a mandar a nuestras tropas a combatir, y ellos lo sabían perfectamente. No lo pidieron, pero nos dijeron: sabemos que si atacan combatiremos solos, pero por lo menos dennos armas y munición. No hacer eso, no proporcionar los elementos básicos para que luchen, hubiera sido una inmensa hipocresía. Me alegro de que se haya podido conseguir en poco tiempo un acuerdo para hacer de forma coordinada y con fondos europeos lo que varios estados ya estaban haciendo. Tiene un riesgo, sí, claro. Pero no hacerlo también, y hubiera sido un fallo histórico.

P.- Habla mucho estos días del 'poder duro', reivindicando que Europa lo ejerza tras apostar durante décadas por el 'poder blando'. Pero recalcan que eso no quiere decir únicamente poder militar.

R.- Es tan importante estar armando al ejército ucraniano como haber impedido que el Banco Central Ruso pueda usar sus reservas depositadas en otros bancos o bancos centrales. Rusia nunca pensó que pudiera ocurrir y es una parte de la geopolítica. Yo insisto siempre en que no somos una potencia militar, al menos todavía, porque nacimos precisamente para negar el uso de la fuerza como forma de resolver los conflictos. Pero la capacidad coercitiva, de obligar a alguien a hacer algo o impedir que lo haga no es solo militar, en este mundo tenemos instrumentos civiles que tienen gran poder coercitivo, y otros países los usan sin ninguna clase de escrúpulo. Un ejemplo: lo que hace China con Lituania porque no le gusta su posición sobre Taiwan. Como represalia no pasa un gramo de mercancía por sus aduanas y eso sin mediar decisión formal. Sabemos que Rusia tiene depositado en las cajas de nuestros bancos la mitad del tesoro que ha acumulado desde la Guerra de Crimea, pues lo congelamos, como el patrimonio de los oligarcas. Esos dos pasos marcan un cambio en la actitud de Europa frente a los problemas del mundo.

P.- ¿Estamos ante el nacimiento de la Europa geopolítica, como dijo esta semana usted?

R.- Geopolítica se utiliza para todo ahora, todo es geopolítico. El término lo acuñaron los alemanes a principios del siglo pasado para explicar sus tendencias expansionistas, yo no lo uso en ese sentido, claro. Es actuar políticamente más allá de tus fronteras con instrumentos coercitivos. Hasta ahora Europa ha ido por el mundo con la rama de olivo predicando los Derechos Humanos y el estado de Derecho, pensando que el comercio sería un instrumento que generaría clases medias ansiosas por derechos políticos y que empujaran para tener regímenes parecidos a los nuestros. Este cuento de las mil y unas noches no es lo que ha ocurrido. Rusia se ha convertido en un sistema cada vez más autoritario, una enorme gasolinera con capacidad nuclear. Con sus recursos naturales ha reconstruido su potencial militar. Es un régimen autoritario sin problemas de balanza de pagos y con una capacidad militar muy puesta al día, porque cuando Putin llegó el ejército ruso estaba en mínimos pero ya no. Es ahora un actor no solo regional, sino con ansias globales. En el Cáucaso, Siria, Libia, Mali... dispuesto a reconstruir -Putin nunca lo escondió, lo dijo en Múnich en 2007- el imperio zarista, más que la URSS. Y a eso no le haces frente con tratados comerciales y la prédica de los Derechos Humanos nada más.

P.- ¿Pero cree de verdad que esto es el despertar europeo? Es una sacudida, no hay duda, pero los precedentes muestran que Europa espabila en las crisis, pero luego se deja ir.

R.- Está claro que Europa sólo reacciona cuando realmente las circunstancias lo exigen. El euro es el hijo de la reunificación alemana, sin ella hubiéramos seguido años dándole vueltas, mareando la perdiz, con el ECU. El Fondo de Recuperación Next Generation y la emisión de deuda colectiva es la respuesta a la pandemia, al constatar un problema del que no se podía culpar a nadie, a diferencia de la crisis del euro. Ahora le hemos visto las orejas al lobo, o más bien las garras al oso, y se ha reaccionado bien. Con algún retraso, pero rapidez increíble en el sprint final. En 24 horas históricas se ha hecho más que en meses anteriores. Ahora todo dependerá de acontecimientos que no están bajo nuestro control, al menos en parte. No sabemos lo que va a hacer Rusia. Vengo de Moldavia y tienen muchas razones para la inquietud. No sabemos cómo vamos a digerir un millón de refugiados, que pueden ser muchos más mañana si siguen los bombardeos. Cómo van a quedar las relaciones rusas si se apodera de la mitad de Ucrania. Estamos entrando en un mundo desconocido.

P.- Europa puede querer hablar ese "lenguaje del poder" que usted menciona mucho, o quizás incluso debe, pero, ¿sabrá hacerlo? Hemos visto a ministros hablando de que estamos en guerra económica con Rusia, haciendo que el Kremlin avise de que las guerras económicas suelen terminar en guerras reales. Y otros hablando de la necesidad de "eliminar físicamente" a Putin. El tablero principal en geopolítica requiere conocimientos, saber estar, práctica muy delicada con potencias nucleares.

R.- No tenemos, como UE, la capacidad respuesta militar porque nunca la hemos querido tener. No hay que pedir a la UE que haga lo que nunca se le ha pedido y para lo que no está preparada o concebida. No le pidan peras al olmo. El ejército europeo es una entelequia, tenemos 27 ejércitos cuyo gasto, sumado, es cuatro veces el de Rusia e igual al de China, pero no en los mismos niveles ni con la misma voluntad política de autorizarlos que los regímenes autoritarios. Podemos pensar lo que queramos de Putin, pero es un señor que dispone de armas nucleares, por lo tanto hay que hacer lo necesario, pero sin estridencias ni estrambotes. Porque ya es suficiente lo que estamos haciendo como para generar una tensión más fuerte con alguien que, insisto, es una potencia nuclear, y eso son palabras mayores. Europa sigue siendo un conglomerado de estados y yo lidio con esa heterogeneidad todos los días, una comunidad de 27 vecinos de diferentes tamaños, con visiones del mundo diferentes y hasta opuestas, con intereses distintos, prioridades, vecinos muy diversos. No es la misma historia, cultura o geografía y ponerlos de acuerdo y operar con las instituciones, allí donde hay competencias transferidas, es complicado. Exige, como mínimo, mucho tiempo.

P.- Ucrania está invadida. Su ejército no puede derrotar al ruso. Puede resistir, no sabemos cuánto, ¿qué escenario maneja la UE?

R.- Nuestro escenario es castigar la economía rusa y a sus responsables, a los oligarcas que apoyan a Putin y apoyar la resistencia en Ucrania. Nunca se pensó en intervenir militarmente, tampoco la OTAN, porque eso sería la Tercera Guerra Mundial. Tenemos que ser capaces de poner límites fuertes y castigar la economía rusa, con medidas que hace una semana no estaban ni en la agenda. Y ayudar a Ucrania, para dar ocasión a la negociación y al alto al fuego. Y a continuación debe intervenir la diplomacia. Pero la diplomacia no puede ser solo europea o estadounidense, aquí tiene un papel que jugar la diplomacia china.

P.- ¿China? ¿Cree que va a ser mediadora? Sus intereses pueden ser precisamente que las grandes potencias, y en especial su vecina, se desgasten y sufran. ¿Por qué pararlo o por qué ahora?

R.- Porque no hay alternativa. No podemos ser nosotros los mediadores, es obvio. No hay formato Normandía posible. Y no puede ser EEUU: ¿Quién si no? Debe ser China, confío en ello.

P.- ¿Se lo han pedido oficialmente? ¿Es algo que usted haya tratado en sus conversaciones?

R.- Ni lo hemos pedido ni lo han pedido ellos, pero como tiene que ser una potencia y ni EEUU ni Europa lo pueden ser, China podría serlo.

P.- ¿Dónde está el límite? La UE está armando al ejército que lucha contra Rusia, financiándolo, atacando su economía, proporcionando inteligencia, satélites. ¿Qué más se puede hacer sin que eso sea un casus belli?

R.- No se puede entrar en combate directo. No puede haber soldados, ni ser enemigos directos, que chocan militarmente, esto está claro, los ucranianos lo saben. Rusia lo sabe. Ese es el límite.


P.- ¿Conciben que esto, un accidente o malentendido, lleve a un conflicto abierto? Suena impensable, pero también parecía imposible la invasión, la ocupación, destrozar ciudades.

R.- Es un escenario que hay que evitar, y creo sinceramente que Rusia tiene mucho interés en que no se produzca, pero estamos dando armas a alguien que combate. La simple entrega física de las armas es un proceso delicado. Hungría por ejemplo ha dicho que no va a dejar que pasen por su territorio por eso mismo. Está claro que en cuanto pase la frontera ese armamento será un blanco. Hay que tener sangre fría, organizarlo bien. Tener cuidado. No está en el interés de nadie pasar a mayores. Cuando hace unos meses presenté mi Plan Estratégico para la Defensa Europa dije: "Europa está en peligro". Desgraciadamente, hemos tenido ocasión de comprobarlo demasiado pronto. Ahora hay que readaptarse y mirar el mundo como es. Los europeos hemos construido la Unión como un jardín a la francesa, ordenadito, bonito, cuidado, pero el resto del mundo es una jungla. Y si no queremos que la jungla se coma nuestro jardín tenemos que espabilar.

P.- Hace dos décadas Kagan dijo aquello de que los europeos somos de Venus mientras los americanos eran de Marte.

R.- Hay un dato muy claro. Después de Helsinki, los acuerdos que estabilizan la arquitectura de seguridad cayendo la tensión nuclear, Europa ha pasado de gastar en su conjunto, en términos homogeneizados, en torno al 4% del PIB en gasto militar al 1,5%. Hemos partido casi por cuatro el esfuerzo en materia de Defensa. ¿Es esto razonable cuando Europa está en peligro?

P.- ¿En quién pensaba al decir "no olvidaremos a los que no están de nuestro lado? ¿Era mensaje interno, externo o ambas?

R.- Ha habido estas semanas una unidad increíble, remarcable, que no es de fachada. Nunca habría pensado que en 24 horas se pudieran decantar un montón de cosas, acuerdos, sanciones que se habían discutido sin avanzar un milímetro. La unidad transatlántica e intraeuropea es real y espectacular y Putin no lo esperaba. Cuando mandó 27 cartas, a todas las capitales, mensajes a los países escandinavos por separado, tratando de ignorar a la UE como actor, y buscando respuestas diferentes para dividirnos, se encontró de respuesta una sola carta firmada por mí. Lavrov se enfadó, diciendo que escribió cartas a los ministros y le respondía un burócrata. Pues mire, la contesta la UE. Esa unidad es preciosa y hay que mantenerla y para eso necesitamos un equilibrio. Con esa frase yo pensaba en aquellos países con los que tenemos relacionados de partenariado muy importantes, que reciben mucha ayuda, y que esperamos que se alineen con nuestra política exterior en estos casos. Mire Serbia, un país candidato a entrar en la UE que por eso mismo tiene que estar en línea con la UE si aspira a entrar. Hubiera sido muy difícil de digerir que no estuviera en la condena, y eso que es un país con grandes lazos con Rusia, pero ha estado donde debía. En cambio, otros, que reciben mucha ayuda, que dicen estar en nuestra comunidad de valores, no. Nos preocupa la situación en África, donde muchos se han abstenido en la condena de la ONU. Algunos están cada vez más bajo la órbita rusa, como Mali. Otros por malas relaciones con nosotros, como Etiopía o Sudán. Pero ha habido demasiados casos de abstenciones.

P.- ¿Y España? Ha habido cierta polémica dentro del Gobierno, dudas, mensajes nada claros sobre si se enviarían armas y material letal o no, o sólo se financiaría lo que manden otros. ¿Le ha preocupado?

R.- No he oído a nadie hablar de eso o quejarse. España está perfectamente alineada, ha apoyado entusiastamente sacar a Rusia del Swift o utilizar el fondo europeo para armar a Ucrania, y va a dar armas en una relación bilateral. Así que no, ninguna.

P.- ¿No es algo extraño quejarse de que otros países no condenan o no están del todo alineados cuando tienen sus intereses, pero mientras dejamos fuera de las sanciones la energía o a los bancos principales del país, porque los pagos se canalizan a través de ello?

R.- La política internacional exige una gran dosis de realismo. Porque las cosas son como son y no como nos gustaría que fueran. Yo me conformo con que los europeos entiendan cómo son las cosas por lo menos. Si alguien me dice que hay que dejar de comprar ya gas a Rusia me parece muy bien, pero me tiene que decir cómo vamos a calentar nuestros hogares mañana y hacer funcionar todo el país. El gas ruso sólo es el 9%, pero está muy concentrado en algunos países. Europa tiene ante sí una tarea muy clara, cancelar su dependencia energética de Rusia, pero yo llevo 20 años escuchando esta cantinela y cada año esa dependencia ha ido aumentando, no reduciéndose. Porque decidimos renunciar a la energía nuclear, al carbón, porque el consumo ha ido aumentando, porque el gas es fácil de utilizar, versátil. Hay que desarrollar las renovables, pero eso va a llevar tiempo.

P.- La Brújula Estratégica de la UE, en la que su equipo lleva mucho trabajando para fijar la evolución de la política de seguridad, defensa, etc., estaba previsto que se publicara a finales de este mes. ¿Se mantiene o van a necesitar tiempo para redefinirlo tras todo lo que está pasando?

R.- Hay que revisarla, refocalizarla, definir algunos de los desafíos que estaban identificados pero que se ha visto que son mucho más fuertes. Hay que refocalizarla, pero siempre es fácil encontrar buenas razones para no ir al dentista. Creo que no hay que retrasarlo porque nunca sabes a qué conduce un retraso o qué puede pasar. Ahora, en caliente, es cuando hay que poner sobre la mesa el problema y las opciones.

P.- ¿Va a salir adelante el acuerdo con Irán?

R.- Está pendiente de un hilo, puede caer de un lado o del otro. Llevamos trabajando día y noche, mi gente ha estado meses en Viena, yo al tanto siempre. Es muy posible que salga, pero no es imposible que no salga. Es de verdad el típico acuerdo en el que nada está cerrado hasta que todo está cerrado, y puede saltar en el último instante por una condición de más o de menos.

P.- Hace un año usted recibió críticas muy duras tras su viaje a Moscú y una rueda de prensa con Lavrov, entre ellas las mías. Esta semana, tras las sanciones y su intervención en el Parlamento Europeo, está pasando lo contrario. Es su mejor momento desde que llegó al cargo justo cuando se disparaban las habladurías en Bruselas diciendo que no terminaría la legislatura. ¿Se ve reivindicado?

R.- Me habían dicho que éste era un trabajo imposible, pero lo acepté. Y no es imposible, pero tiene una enorme dificultad, más interna que externa, por el entramado institucional en el que funcionamos. Las críticas y aplausos responden mucho a cómo funcionan las democracias, que tienen a veces un cierto componente masoquista, de autocrítica más dura. En el viaje a Rusia, antes de empezar la rueda de prensa, Lavrov me preguntó si iba a hablar de Navalni, y le dije que obviamente sí, porque había ido justo para eso y justo cuando lo estaban juzgando. Y él me respondió que sacaría el tema de Cataluña y el independentismo. ¿Qué tenía que hacer? ¿Enzarzarme en una discusión con el ministro de Exteriores ruso? No iba a hacer eso. La única alternativa era seguir repitiendo mi discurso y evitar la confrontación directa. ¿Pareció como si mirara para otro lado y rehuía el combate? Sí, claro, pero ¿qué iba a hacer si no? No nos dijeron que se estaban expulsado a diplomáticos, hubiéramos cancelado la comparecencia. Cuando nos enteramos nos levantamos y nos fuimos. No me arrepiento de ese viaje, había que hacerlo.

P.- ¿Va a terminar la legislatura?

R.- Si la naturaleza me da las fuerzas suficientes, sí. Porque es una tarea tan apasionante como agotadora.

Fuente:https://www.elmundo.es/internacional/2022/03/04/62221cb5fc6c838e738b456f.html?cid=BESOCYEM01&utm_source=twitter&utm_medium=social_besocy&utm_campaign=BESOCYEM01

sábado, 26 de febrero de 2022

UCRANIA, ENTRE EL ZAR PUTIN Y EL BINOMIO: ESTADOS UNIDOS – OTAN

 


Ucrania, en el corazón de Rusia


<<En un principio Ruthenia es sinónimo de Rusia y se aplica al estado de Kiev; más tarde cuando Moscú aparece en la historia, se habla de Moscovia y de moscovitas para lo que hoy es Rusia y sus habitantes, mientras que se sigue hablando de Ruthenia y de rutenos para lo que es hoy Ucrania y Bielorrusia. A partir de Pedro el Grande y sus conquistas territoriales, los rusos hablan de Gran Rusia, Pequeña Rusia y Rusia Blanca, para borrar la existencia de tres naciones, parientes pero diferentes. […]

Entre 860 y 1240, el poder político de Kiev es tal que reúne a toda la región y sus numerosas naciones, pero su destrucción por los mongoles multiplica las formaciones estatales.>>[1]


¿Quién es Putin, el nuevo zar de Rusia?



<<A diferencia de 90 por ciento de los agentes de inteligencia, Putin es un burócrata anómalo: lee, piensa, toca el piano, oye a los grandes compositores, y como buen yudoca disimula sus pensamientos, sin mostrar jamás sus puntos débiles. Aunque luego, en algunas entrevistas, reconocerá que en las reuniones de los agentes “…se decía lo contrario de los clichés habituales ya convenidos. En esa época se nos permitía pensar libremente, y podíamos decir cosas que los ciudadanos comunes no podían expresar”.

En los primeros meses de 1990, el KGB traslada a Vladimir y Liudmilla a su ciudad natal, la legendaria y hermosa Leningrado. Ella (nacida en Köenisberg, la ciudad de Kant) está feliz: en su menaje carga con un lavarropas de 20 años, regalado por sus vecinos alemanes. Y él, no tanto, porque si bien lo ascienden a teniente coronel (unos rublos más), queda a cargo de un oscuro departamento de personal.

Al año siguiente, el cosmonauta Sergei Krikaliov vive una experiencia análoga a la de Putin en Dresde. En la estación espacial MIR, desesperado, Sergei insiste: “Hola, hola… ¿Hay alguien ahí?” Por consiguiente, Putin renuncia al KGB. Una decisión que en otras épocas, por aquello de los secretos de Estado, hubiera sido un tanto más complicada. Sus superiores lo tranquilizan: Haz lo que quieras. La Unión Soviética ya no existe.

Decenas de millones y millones de ciudadanos, quedan descolocados. No obstante, Putin intuye que hay una relación inversa y directa entre la formidable estación orbital MIR y el departamento de 25 metros cuadrados donde vive con su esposa y dos hijas, los padres octogenarios, y en el que tendrán que acomodar el vetusto lavarropas importado de la RDA. Y, con detenimiento, observa el fenómeno que sus jefes han interpretado como desviaciones ideológicas: la rebatiña de las empresas del Estado vendidas por nada, así como los recursos naturales del país.

Nuestro héroe entiende que las grandes corporaciones económicas de Occidente son, en efecto, las beneficiadas directas, gracias a la claudicación y entreguismo sin límites de una nomenclatura partidaria que él nunca integró. En todo caso, como buen comunista y soldado de la patria, a la que ha servido con abnegación y humildad, sabe también que el vertiginoso hundimiento del país, la negación de la realidad, la mentira oficial y la corrupción desatada, empezó por casa.

¿Qué hacer?, se pregunta Putin. Pero lejos de caer en el dilema del gran revolucionario, lo hace en sintonía con las inquietudes morales de los textos homónimos de un Chernichevski, o un Tolstoi. ¿Qué hacer? Bueno... En primer lugar, conseguir el doctorado en derecho. Y luego, establecer contacto con Anatoli Sobchak, su antiguo profesor de derecho mercantil.

En agosto de 1991, a caballo entre la disolución del Partido Comunista de la Unión Soviética, el golpe de Estado del ala antirreformista del partido, y la extinción de la Unión Soviética, Sobchak es nombrado alcalde de Leningrado, que al mes siguiente retomará su nombre histórico: San Petersburgo. La ciudad inmortalizada en las novelas de Gogol y Dostoievski, en la que Trotski encabezó un contingente de obreros en la revolución de 1905, y Lenin llamó a la toma del Palacio de Invierno en 1917.

El viejo profesor, uno de los coautores de la nueva constitución de la Federación Rusa (1993), necesita a su lado a un hombre de confianza y que, por sobre todo, conozca la ciudad como la palma de su mano. Putin, por supuesto. Pero cuando el ex agente cuarentón se instala en el fastuoso Palacio Smolni, advierte que las oficinas han sido vaciadas, quedando en las paredes los viejos cuadros de Lenin y las alegorías patrióticas del Estado que dejó de existir.

En su recomendable biografía de Putin, el francés Fréderic Pons apunta que la mayoría de los nuevos empleados de la alcaldía cuelgan una fotografía del alcohólico presidente Boris Yeltsin. Putin, en cambio, pide la de Pedro el Grande (1672-1725). Apunta: “Le ofrecen dos: el primero es un grabado romántico del ‘zar de todas las Rusias’. Y el otro es un retrato donde se lo ve más viejo, preocupado, tras haberse embarcado en las reformas que dejaron sentadas las bases del imperio ruso”. Putin elige el segundo.

Varios ayudantes de la época coinciden en recordar un comentario de Putin: El que lamenta la desaparición de la Unión Soviética no tiene corazón; el que anhela su restauración, no tiene cabeza. Sigilosamente, la era Putin ha empezado. El yudoca empieza su trabajo político y, nueve años después, alcanza las alturas del Kremlin.>>[2]

Putin sabe la importancia del zar dentro de la religión ortodoxa y decide ser cabeza. Existe un patriarca exiliado en Nueva York a causa del marxismo en la URSS y decide invitarlo a la actual Rusia. Establece una nueva relación con la Iglesia Ortodoxa y apoya la construcción de iglesias.

La preocupación de Gorbachov


<<Mijail Gorbachov, último presidente de la desaparecida URSS, emitió una ominosa advertencia en su entrevista a la revista alemana Der Spiegel sobre la crisis de Ucrania que podría desencadenar una guerra nuclear (Estoy verdadera y profundamente preocupado; http://goo.gl/5PpL1K).

Quien antes era llamado Gorby le tocó lidiar con la disolución de la URSS y el finiquito de la guerra fría, pero resultó muy cándido al no haber tomado las necesarias precauciones formales por escrito para impedir la posterior expansión de la OTAN.

Gorby inculpa la presente crisis con Occidente a la expansión militar de la OTAN en la esfera de influencia de Rusia que ha destruido el orden de la seguridad europea escrito en el Acta Final de Helsinki de 1975.

Explaya que la temible expansión de la OTAN se ha vuelto “un giro de 180 grados lejos de la Carta de París de 1990 firmada con todos los estados europeos para finalmente dejar a la guerra fría en el pasado”.

Condena la peligrosa mentalidad triunfalista que se ha adueñado de Estados Unidos (EU) y rechaza que sea el “triunfador de la guerra fría”, ya que sin Moscú no hubiera podido conseguir la resolución de varios conflictos regionales ni la reunificación alemana ni el retiro de las tropas soviéticas de Europa oriental ni el desarme nuclear.

Juzga que por desgracia, EU comenzó a construir un imperio global, un megaimperio, mientras empezó a rodear a Rusia con los llamados anillos de defensa, la expansión de la OTAN hacia el Este a las puertas de Moscú. Es lo que los geoestrategas rusos llaman Asa Anaconda de EU para asfixiar a Rusia>>.[3]

<<Década de 1990: Rusia deja ir a Ucrania

En diciembre de 1991, Ucrania, junto con Rusia y Bielorrusia, fue una de las tres repúblicas que sellaron la disolución de la Unión Soviética. Moscú quería conservar su influencia y vio, entre otras cosas, en la creación de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), un instrumento para lograrlo. En el Kremlin, también creían que el suministro de gas barato sería una manera de controlar al país vecino. Pero no fue así, mientras Rusia y Bielorrusia formaron una estrecha alianza, Ucrania tenía la mirada puesta en Occidente.

Al Kremlin le desagradó esa postura, pero no hubo conflicto en la década de 1990. Moscú no estaba preocupado, porque Occidente no quería integrar a Ucrania. La propia Rusia estaba económicamente debilitada, entre otras cosas también por las guerras de Chechenia. En 1997, Moscú reconoció, con la firma del llamado "Gran Tratado", las fronteras de Ucrania, incluida la mayoría étnica rusa que habitaba la península de Crimea.


Primeras grietas en la amistad postsoviética


Bajo la presidencia de Putin, se produjo la primera gran crisis diplomática entre Moscú y Kiev. En otoño de 2003, Rusia comenzó a construir una presa en el estrecho de Kerch hacia el islote ucraniano de Tuzla. Kiev lo vio como un intento de redefinir la frontera. El conflicto escaló y se resolvió tras una reunión bilateral entre ambos presidentes. Las obras se paralizaron, pero la amistad se resquebrajó.

En las elecciones presidenciales de 2004, en Ucrania, Rusia apoyó al candidato prorruso Viktor Yanukóvich, pero la "Revolución Naranja" impidió su victoria, y ganó el político pro-occidental Viktor Yúshchenko. Durante su mandato, Rusia cortó el suministro de gas a Ucrania dos veces, en 2006 y 2009. Y los suministros de tránsito a la Unión Europea (UE) quedaron interrumpidos.

En 2008, el entonces presidente estadounidense George Bush, intentó propiciar la integración de Ucrania y Georgia en la OTAN. Moscú dejó claro en ese momento que no aceptaría la independencia de Ucrania. Alemania y Francia impidieron los planes de Bush. En la cumbre de la OTAN en Bucarest, se dialogó con Ucrania y Georgia sobre la membresía de la OTAN, pero sin poner fecha.

Al ver que con la OTAN no había avances, Ucrania intentó impulsar la conexión con Occidente a través de un Acuerdo de Asociación con la UE. En el verano de 2013, unos meses antes de la firma, Moscú ejerció una enorme presión económica sobre Kiev y obstaculizó las importaciones ucranianas. En ese contexto, el Gobierno del entonces presidente Yanukóvich, que ganó las elecciones en 2010, suspendió el acuerdo negociado. Yanukóvich desencadenó protestas de la oposición y huyó a Rusia en febrero de 2014.


La anexión de Crimea como punto de inflexión




El Kremlin aprovechó el vacío de poder en Kiev para anexar Crimea en marzo de 2014. Fue un punto de inflexión, el comienzo de una guerra no declarada. Al mismo tiempo, las fuerzas militares rusas comenzaron a movilizarse en las cuencas mineras del Donbás, en el este de Ucrania. Se proclamaron "repúblicas populares" en Donetsk y Lugansk, con los rusos a la cabeza. El Gobierno de Kiev esperó hasta después de las elecciones presidenciales de mayo de 2014 antes de lanzar una gran ofensiva militar, a la que llamó "Operación antiterrorista".

En junio de 2014, el recién elegido presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, y Putin se reunieron por primera vez, con la mediación de Alemania y Francia, con motivo de las celebraciones del 70 aniversario del Día D en Normandía. Allí nació el llamado Cuarteto de Normandía (Francia, Alemania, Ucrania y Rusia).

En ese momento, el Ejército ucraniano pudo hacer retroceder a los separatistas, pero a fines de agosto, según Kiev, Rusia intervino militarmente y de manera masiva. Moscú lo negó. Las unidades ucranianas cerca de Ilovaisk, una ciudad al este de Donetsk, sufrieron una derrota. Fue otro punto de inflexión. La guerra en un frente amplio terminó en septiembre, con la firma del armisticio en Minsk.

Guerra de trincheras en el Donbás


Desde entonces, tiene lugar una guerra de trincheras. A principios de 2015, los separatistas volvieron a la ofensiva y, según Kiev, se desplegó nuevamente el Ejército ruso. Moscú también lo negó. Las fuerzas ucranianas sufrieron una segunda derrota, esta vez en la ciudad estratégica de Debaltsevo. En ese momento, se llegó al acuerdo de paz Minsk-2, con mediación occidental, pero este sigue sin cumplirse hasta hoy.

En otoño de 2019, se retiraron las respectivas tropas, pero Putin no quiere reunirse en persona con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski porque, desde el punto de vista de Rusia, no está implementando los acuerdos de Minsk. Desde diciembre de 2021, Putin exige a EE. UU. que Ucrania nunca pase a formar parte de la OTAN y no reciba ayuda militar. Pero la OTAN ha rechazado esta demanda.>>[4]

Jorge Pérez Uribe

[1] Jean Meyer, La Gran Controversia, Tusquets Editores México, S.A. de C.V., 2005
[2] José Steingler, Vladimir Putin: Russia first, Periódico La Jornada, Miércoles 18 de abril de 2018
[3] https://expansion.mx/economia/2015/01/09/gorbachov-advierte-una-guerra-nuclear-entre-rusia-y-europa
[4]https://www.dw.com/es/rusia-y-ucrania-cr%C3%B3nica-de-un-conflicto/a-60550995