jueves, 16 de marzo de 2023

SEGUNDA PREDICACIÓN DE CUARESMA: “NO ME AVERGÜENZO DEL EVANGELIO QUE ES UNA FUERZA DE DIOS PARA LA SALVACIÓN”



Cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap.

Desde la Evangelii Nuntiandi de San Pablo VI hasta la Evangelii gaudium del actual Sumo Pontífice, el tema de la evangelización ha estado en el centro de atención del Magisterio papal. A ello contribuyeron las grandes encíclicas de san Juan Pablo II, así como la constitución del Pontificio Consejo para la Evangelización, promovido por Benedicto XVI. La misma preocupación se puede ver en el título dado a la constitución para la reforma de la Curia “Praedicate Evangelium” y en la denominación “Dicasterio para la Evangelización”, dada a la antigua Congregación de Propaganda Fide. El mismo propósito se asigna ahora principalmente al Sínodo de la Iglesia. Es a ella, es decir, a la evangelización, a la que quisiera dedicar esta meditación.

La definición más corta y significativa de evangelización es la que leemos en la Primera Carta de Pedro. En ella, los apóstoles son definidos como: “aquellos que os anunciaron el Evangelio en el Espíritu Santo” (1 P 1,12). Allí se expresa lo esencial de la evangelización, es decir, su contenido –“el Evangelio” – y su método – “en el Espíritu Santo”.

Para saber qué significa la palabra “Evangelio”, la forma más segura es preguntarle a quien primero usó esta palabra griega y la hizo canónica en el lenguaje cristiano: al apóstol Pablo. Tenemos la suerte de poseer una exposición de su mano que explica lo que él entiende por “Evangelio”, y es la Carta a los Romanos. Su tema se anuncia con las palabras: “no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para la salvación a de todo aquel que cree” (Rm 1, 16).

Para el éxito de todo nuevo esfuerzo de evangelización es vital tener claro el núcleo esencial del anuncio cristiano, y nadie lo ha destacado mejor que el Apóstol en los tres primeros capítulos de la Carta a los Romanos. De entender y aplicar su mensaje a la situación actual dependerá, estoy convencido, que de nuestro esfuerzo nazcan hijos de Dios, o si tendremos que repetir amargamente con Isaías: “Hemos concebido, tenemos dolores como si diésemos a luz viento; pero no hemos traído a la tierra salvación, y no le nacerán habitantes al orbe” (Is 26,18).

El mensaje del Apóstol en esos tres primeros capítulos de su Carta se puede resumir en dos puntos: primero, cuál es la situación de la humanidad frente a Dios tras el pecado; segundo, cómo se sale de ella, es decir, cómo uno se salva por la fe y se hace nueva criatura. Sigamos al Apóstol en su razonamiento. Mejor sigamos al Espíritu que habla por medio de él. Cualquiera que haya viajado en avión habrá escuchado de vez en cuando el anuncio: “Abróchense los cinturones porque estamos a punto de entrar en una zona de turbulencias”. La misma advertencia debe hacerse a aquellos que están a punto de leer las siguientes palabras de Pablo.

En efecto, la cólera de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció: jactándose de sabios se volvieron estúpidos, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles. (Rm 1, 18-23)

El pecado fundamental, el objeto primario de la ira divina, se identifica, como puede verse, en la asebeia, es decir, en la impiedad. En qué consiste exactamente esta impiedad, lo explica inmediatamente el Apóstol: consiste en la negativa a “glorificar” y “dar gracias” a Dios. Este hecho de no glorificar y agradecer lo suficiente a Dios nos parece, sí, un pecado, pero no tan terrible y mortal. Necesitamos entender lo que hay detrás, es decir, la negativa a reconocer a Dios como Dios, no dándole la consideración que le corresponde. Consiste, podríamos decir, en “ignorar” a Dios, donde ignorar no significa tanto “no saber que existe” como “hacer como si no existiera”.

En el Antiguo Testamento escuchamos a Moisés clamar al pueblo: “¡Sabed que Dios es Dios!” (cf. Dt 7, 9) y un salmista retoma este grito diciendo: “¡Reconoced que el Señor es Dios: Él nos hizo y nosotros somos suyos!” (Sal 100, 3). Reducido a su núcleo germinal, el pecado es negar este “reconocimiento”; es el intento de la criatura de borrar, por su propia iniciativa, casi con arrogancia, la infinita diferencia que existe entre ella y Dios. El pecado ataca, así, a la raíz misma de las cosas; es un “aprisionar la verdad en la injusticia”. Es algo mucho más oscuro y más terrible de lo que el hombre puede imaginar o decir. Si los hombres supieran en vida, como sabrán en el momento de la muerte, lo que significa rechazar a Dios, morirían de miedo.

Esta negativa se ha concretado, hemos oído, en la idolatría, por la cual se adora a la criatura en lugar del Creador. En la idolatría el hombre no “acepta” a Dios, sino que se hace por sí mismo un dios; es él quien decide sobre Dios, no al revés. Los papeles se invierten: el hombre se convierte en alfarero y Dios en vaso al que modela a su antojo (cf. Rm 9,20). Hoy, este antiguo intento ha adquirido un nuevo aspecto. No consiste en poner algo -ni siquiera uno mismo- en el lugar de Dios, sino en abolir, pura y simplemente, la realidad señalada por la palabra “Dios”. ¡Nihilismo! La Nada en lugar de Dios. Pero no hay necesidad de insistir en esto en este momento; interrumpiría la escucha del Apóstol que, en cambio, prosigue con su sutil razonamiento.

Pablo prosigue su acusación mostrando los frutos que se derivan, a nivel moral, del rechazo de Dios. De él deriva una disolución general de la moral, un verdadero “torrente de perdición” que arrastra a la humanidad a la ruina. Y aquí el Apóstol dibuja un cuadro impresionante de los vicios de la sociedad pagana. Sin embargo, lo más importante a retener de esta parte del mensaje paulino no es esta lista de vicios, presente, entre otras cosas, también entre los moralistas estoicos de la época. Lo desconcertante, a primera vista, es que San Pablo hace de todo este desorden moral, no la causa, sino el efecto de la ira divina. La fórmula que establece esto inequívocamente tres veces seguidas:

Por eso Dios los entregó a la impureza. […] Por eso Dios los ha abandonado a pasiones infames […]. Por cuanto despreciaron el conocimiento de Dios, Dios los entregó a un entendimiento perverso (Rm 1:24.26.28).

Ciertamente Dios no “quiere” tales cosas, pero las “permite” para hacer comprender al hombre adónde conduce su rechazo. “Estas acciones – escribe San Agustín – aunque sean castigo, también son pecados, porque la pena de la iniquidad es de ser, ella misma, iniquidad; Dios interviene para castigar el mal y de su propio castigo brotan otros pecados”. [1]

No hay distinciones ante Dios entre judíos y griegos, entre creyentes y paganos: “Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rm 3, 23). El Apóstol tiene tanto interés en aclarar este punto que le dedica todo el segundo capítulo y parte del tercero de su Carta. Es toda la humanidad la que está en esta situación de perdición, no este o aquel individuo o pueblo.

* * *

¿Dónde está en todo esto la actualidad del mensaje del Apóstol de la que yo hablaba? Está en el remedio que san Pablo propone para esta situación que no consiste en emprender una lucha por la reforma moral de la sociedad y por la corrección de sus vicios. Para él sería como querer arrancar un árbol empezando por quitarle las hojas o las ramas más salientes, o preocuparse por eliminar la fiebre, más que por curar el mal que la provoca.

Traducido al lenguaje actual, esto significa que la evangelización no comienza con la moral, sino con el kerygma; en el lenguaje del Nuevo Testamento, no con la Ley, sino con el Evangelio. ¿Y cuál es su contenido, o núcleo? ¿Qué quiere decir Pablo con la palabra “evangelio” cuando dice que “es poder de Dios para todo aquel que cree”? ¿Creer en qué? “¡La justicia de Dios ha sido revelada!” (Rm 3, 21): esto es lo nuevo. No son los hombres que de repente cambiaron de vida y de costumbres y empezaron a hacer el bien. El hecho nuevo es que, en la plenitud de los tiempos, Dios actuó, rompió el silencio, fue el primero en extender su mano al hombre pecador.

Pero escuchemos ahora directamente al Apóstol que nos explica en qué consiste esta “acción” de Dios. Son palabras que hemos leído o escuchado cientos de veces, pero es maravilloso escuchar las melodías de una hermosa sinfonía sobre una y otra vez:

Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios – y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia, habiendo pasado por alto los pecados cometidos anteriormente, en el tiempo de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser el justo y justificador del que cree en Jesús. (Rm 3, 23-26).

Quiero tranquilizar a todos de inmediato: no tengo la intención de dar otro sermón sobre la justificación por la fe. Existe un peligro en el hecho de insistir únicamente en este tema. Lo que Pablo nos presenta no es una doctrina, sino un acontecimiento, más aún, una Persona. No somos salvados genéricamente “por gracia”: somos salvados por la gracia de Cristo Jesús; no somos justificados genéricamente “por la fe”: somos justificados por la fe en Cristo Jesús. Todo ha cambiado “en virtud de la redención realizada por Cristo Jesús”. El verdadero artículo con el que la Iglesia permanece o cae (el famoso articulum stantis et cadentis Ecclesiae) no es una doctrina, sino una Persona.

Me quedo sin palabras cada vez que releo esta parte de la Carta a los Romanos. Después de haber descrito, en los tonos que hemos escuchado, la situación desesperada de la humanidad, el Apóstol tiene el valor de decir que esto ha cambiado radicalmente a causa de lo ocurrido unos años antes, en una parte oscura del Imperio Romano, por un solo hombre, muerto, además, en una cruz. Sólo una moción fuerte del Espíritu Santo, un destello suyo, podría dar a un hombre la audacia de creer y proclamar esta cosa inaudita. Especialmente porque este mismo hombre una vez se “enfurecía” si alguien se atrevía a proclamar tal cosa en su presencia. El diácono Esteban había pagado el precio de su cólera…

En nosotros el susto está amortiguado por veinte siglos de confirmaciones; pero pensemos cómo debieron sonar las palabras del Apóstol a la gente culta de la época. Él mismo era consciente de ello; por esto sintió la necesidad de decir: “No me avergüenzo del Evangelio” (Rm 1, 16). De hecho, uno podría avergonzarse de ello. No entiendo cómo los historiadores honestos pueden creer (como sucedió durante mucho tiempo) que Pablo sacó su certeza de los cultos helenísticos, o no sé de qué otra fuente. ¿Quién había imaginado alguna vez, o podría humanamente imaginar, tal cosa?

* * *

Pero volvamos a nuestra intención específica que es la evangelización. ¿Qué podemos aprender de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar? A los paganos, Pablo no les dice que el remedio de su idolatría está en volver a contemplar el universo para volver de las criaturas a Dios; a los judíos, no les dice que el remedio esté en volver a observar mejor la Ley de Moisés. El remedio no está ni arriba ni atrás; está adelante, es acoger “la redención obrada por Cristo Jesús”.

Pablo, a decir verdad, no dice nada completamente nuevo. Si él fuera el autor de este mensaje sin precedentes, tendrían razón quienes dicen que el verdadero fundador del cristianismo es Saulo de Tarso, no Jesús de Nazaret. ¡Pero están equivocados! Pablo no hace más que retomar, adaptándolo a la situación del momento, el anuncio inaugural de la predicación de Jesús: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva”. (Mc 1,15). En sus labios “convertíos” no significaba, como en los antiguos profetas y en Juan el Bautista: “¡Volved atrás a la observancia de la Ley y de los mandamientos!”; más bien significa: “Haced un salto adelante; ¡Entrad en el Reino que ha venido gratuitamente entre vosotros! ¡Creed en el Evangelio! Convertirse es creer. “La primera conversión consiste en creer”, escribió Santo Tomás de Aquino: Prima conversio fit per fidem. [2]

Ni el discurso de Jesús ni el discurso de Pablo se acaba, por supuesto, en este punto. En su predicación, Jesús explicará qué implica la acogida del Reino y Pablo dedicará toda la segunda parte de su Carta a enumerar las obras, o virtudes, que deben caracterizar a quienes se han convertido en nuevas criaturas. El kerygma es seguido por la parénesis, es decir, el anuncio por la exhortación. Lo importante es el orden a seguir en la vida y en el anuncio; por dónde empezar, ya que, como decía san Gregorio Magno, “no se llega a la fe a partir de las virtudes, sino a las virtudes a partir de la fe”. [3] Toda iniciativa de evangelización que quiera empezar por reformar las costumbres de la sociedad, antes de intentar cambiar el corazón de la gente, está condenada a acabar en nada, o peor aún, en política.

Pero no hay necesidad de insistir ni siquiera en eso, en este momento. Más bien debemos recoger la enseñanza positiva del Apóstol. ¿Qué le dice la Palabra de Dios a una Iglesia que, aunque herida en sí misma y comprometida a los ojos del mundo, tiene un salto de esperanza y quiere retomar, con nuevo ímpetu, su misión evangelizadora? Dice que es necesario partir de la persona de Cristo, hablar de Él “a tiempo y a destiempo”; nunca dar el discurso sobre Él por completo o supuesto. Jesús no debe estar en el trasfondo, sino en el centro de todo anuncio.

El mundo secular hace todo lo posible (¡y lamentablemente lo logra!) para mantener el nombre de Jesús a distancia, o silenciado, en cada discurso sobre la Iglesia. Nosotros debemos hacer todo lo posible para tenerle siempre presente. No para escondernos detrás de su nombre, sino porque es la fuerza y la vida de la Iglesia. Al comienzo de Evangelii gaudium, leemos estas palabras:

Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él (EG, 3).

Que yo sepa, es la primera vez que aparece la expresión “encuentro personal con Jesucristo” en un documento oficial del Magisterio. A pesar de su aparente sencillez, esta expresión encierra una novedad que debemos intentar comprender.

En la pastoral y la espiritualidad católicas, otras formas de concebir nuestra relación con Cristo eran familiares en el pasado. Se hablaba de una relación doctrinal, consistente en creer en Cristo; de una relación sacramental que se realiza en los sacramentos, de una relación eclesial, como miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia; también se hablaba de una relación mística o esponsal reservada para algunas almas privilegiadas. No se hablaba -o al menos no era común hablar- de una relación personal -como entre un yo y un tú- abierta a todo creyente.

Durante los cinco siglos que tenemos a nuestras espaldas -impropiamente llamados “de la Contrarreforma”- la espiritualidad y la pastoral católica han visto con recelo esta forma de concebir la salvación. Se veía el peligro (que no era solamente remoto e hipotético) del subjetivismo, es decir, de concebir la fe y la salvación como un hecho individual, sin una verdadera relación con la Tradición y con la fe del resto de la Iglesia. La multiplicación de corrientes y denominaciones en el mundo protestante no hizo más que fortalecer esta convicción.

Ahora hemos entrado, gracias a Dios, en una nueva etapa en la que nos esforzamos por ver las diferencias, no necesariamente como mutuamente incompatibles y por lo tanto a combatir, sino, en la medida de lo posible, como riquezas podemos compartir. En este nuevo clima se comprende la exhortación a tener una “relación personal con Cristo”. En efecto, esta forma de concebir la fe nos parece la única posible, ya que hace tiempo que la fe ya no es un hecho que se absorbe como niños con la educación familiar y escolar, sino que es fruto de una decisión personal. El éxito de una misión ya no puede medirse por el número de confesiones escuchadas y comuniones distribuidas, sino por el número de personas que han pasado de ser cristianos nominales a cristianos reales, es decir, convencidos y activos en la comunidad.

* * *

Tratemos de comprender en qué consiste realmente este famoso “encuentro personal” con Cristo. Yo digo que es como conocer a una persona en vivo, después de haberla conocido durante años solo a través de la fotografía. Uno puede conocer libros sobre Jesús, doctrinas, herejías sobre Jesús, conceptos sobre Jesús, pero no conocerlo vivo y presente. (Insisto sobre todo en estos dos adjetivos: ¡un Jesús vivo y un Jesús presente!). Para muchos, incluso bautizados y creyentes, Jesús es un personaje del pasado, no una persona viva en el presente.

Ayuda a entender la diferencia lo que sucede en la esfera humana, cuando uno pasa de conocer a una persona a enamorarse de ella. De una mujer o de un hombre se puede saber todo: cómo se llama, cuántos años tiene, qué estudios ha hecho, a qué familia pertenece… Entonces un día le salta una chispa y se enamora de esa mujer o ese hombre. Cambia todo. Quieres estar con esa persona, tenerla para ti, temeroso de desagradarla y no ser digno de ella.

¿Cómo podemos hacer que esa chispa hacia la persona de Jesús se encienda en tantos? No se encenderá en quien escucha el mensaje evangélico si antes no se ha encendido -al menos como deseo, como búsqueda y como propósito- en quien lo anuncia. Ha habido y hay excepciones; la Palabra de Dios tiene fuerza propia y puede actuar, a veces, aunque sea pronunciada por quien no la vive; pero es la excepción.

Para consuelo y aliento de quienes trabajan institucionalmente en el campo de la evangelización, quisiera decirles que no todo depende de ellos. De ellos depende crear las condiciones para que esa chispa se encienda y se propague. Pero ella se enciende en las formas y momentos más inesperados. En la mayoría de los casos que he conocido en mi vida, ese descubrimiento de Cristo que cambia la vida se produjo al encontrarse con alguien que ya había experimentado esa gracia, al participar en una reunión, al escuchar un testimonio, al haber experimentado la presencia de Dios en un momento de gran sufrimiento, y -no puedo callarme, porque es lo que pasó conmigo – habiendo recibido el llamado bautismo del Espíritu.

Aquí vemos la necesidad de confiar cada vez más en los laicos, hombres y mujeres, para la evangelización. Ellos están más insertos en el tejido de la vida en el que suelen darse esas circunstancias. También por la escasez de nuestro número, nos es más fácil a nosotros clérigos ser pastores que pescadores de almas: más fácil pastorear a los que vienen a la Iglesia con la palabra y los sacramentos, que salir al mar a pescar a los que están lejos. Los laicos pueden suplirnos en la tarea de ser pescadores de hombres. Muchos de ellos han descubierto lo que significa conocer a un Jesús vivo y están ansiosos por compartir su descubrimiento con los demás.

Los movimientos eclesiales, que surgieron después del Concilio, fueron para muchos el lugar donde hicieron este descubrimiento. En la homilía de la Misa Crismal del Jueves Santo de 2012, la última de su pontificado, Benedicto XVI afirmó: “Quien mira la historia de la era posconciliar puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que a menudo ha tomado formas inesperadas en movimientos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Santa Iglesia, la presencia y acción eficaz del Espíritu Santo”. Junto a los buenos frutos, algunos de estos movimientos también han producido malos frutos. Uno debe recordar el dicho: “No tires al bebé con el agua del baño”.

Termino con las palabras finales del Itinerario de la mente hacia Dios de san Buenaventura, porque sugieren por dónde empezar para realizar, o renovar, nuestra “relación personal con Cristo” y convertirnos en valientes heraldos de ella:

Esta sabiduría mística secretísima – escribe – nadie la conoce sino quien la recibe; nadie la recibe sino aquellos que la desean; nadie la desea sino aquellos que están inflamados por dentro por el Espíritu Santo enviado por Cristo a la tierra. (4)

Cardenal Raniero Cantalamessa OFM Cap.

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1. Agustín, De natura et gratia, 22,24.
2. Tomas de Aquino, S.Th. I-IIae, q.113, a. 4.
3. Gregorio Magno, Homilias sobre Ezechiel, II, 7 (PL 76, 1018),
4. Buenaventura de Bagnoregio, Itinerarium mentis in Deum, VII, 4.

viernes, 3 de marzo de 2023

PRIMERA PREDICACIÓN DE CUARESMA: ¡RENOVAR LA NOVEDAD!

 




Con la intención de “poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales”, se dio inicio la mañana de este viernes, 3 de marzo, a la Primera predicación de Cuaresma para el Papa y los miembros de la Curia Romana, dirigidos por el cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia.

Vatican News.

“La fuerza del amor cristiano reside en el hecho de que es capaz de cambiar el signo incluso del juicio y, de un acto de desamor, convertirlo en un acto de amor. No con nuestras propias fuerzas, sino gracias al amor que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”, lo dijo el cardenal Raniero Cantalamessa, Ofm. Cap., Predicador de la Casa Pontificia, en la Primera predicación de Cuaresma para el Papa y los miembros de la Curia Romana, la mañana de este viernes, 3 de marzo de 2023, en el Aula Pablo VI del Vaticano.

La Iglesia y la crisis del Modernismo


Al inicio de las meditaciones para el Papa y los miembros de la Curia Romana, el cardenal Cantalamessa recordó la “amarga lección” que nos ha dejado la historia de la Iglesia a finales del siglo XIX y principios del XX, es decir, el retraso, más aún al rechazo, de tomar nota de los cambios que se estaban produciendo en la sociedad, y de la crisis del Modernismo que fue su consecuencia.

“La falta de diálogo, por un lado, empujó a algunos de los modernistas más conocidos a posiciones cada vez más extremas y, finalmente, heréticas; por otro, privó a la Iglesia de una enorme energía, provocando en ella laceraciones y sufrimientos sin fin, haciéndola que la hicieron retraerse, cada vez más, en sí misma, perdiendo de este modo el ritmo de los tiempos”.

“Ipsa novitas innovanda est”


A pesar de ello, señaló el Predicador, gracias al Concilio Vaticano II la historia y la vida de la Iglesia no se detuvieron. Si la vida de la Iglesia se detuviera, sucedería como un río que llega a una barrera: inevitablemente se convierte en un lodazal o en un pantano.

“No penséis –escribía Orígenes en el siglo III– que basta con renovarse una sola vez; necesitamos renovar la misma novedad: 'Ipsa novitas innovanda est'. Antes que él, el nuevo Doctor de la Iglesia San Ireneo había escrito: La verdad revelada es como un licor precioso contenido en un vaso valioso. Por obra del Espíritu Santo, rejuvenece continuamente y también hace rejuvenecer la vasija que la contiene. El ‘vaso’ que contiene la verdad revelada es la tradición viva de la Iglesia”.

La necesidad de renovación continua


En este sentido, el cardenal Cantalamessa dijo que, esta necesidad de renovación continua no es otra cosa que la necesidad de conversión continua, extendida desde el creyente individual a toda la Iglesia en su componente humano e histórico: la “Ecclesia semper reformanda”.

“Nosotros tenemos un medio infalible para emprender siempre de nuevo el camino de la vida y de la luz: el Espíritu Santo… Antes de dejarlos definitivamente, en el momento de la Ascensión, el Resucitado asegura a sus discípulos la asistencia del Paráclito: "Recibiréis -dice- la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra”.

Poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia


Por ello, la intención de los cinco sermones de Cuaresma que comenzamos hoy, indicó el Predicador de la Casa Pontificia, es animarnos a poner al Espíritu Santo en el centro de toda la vida de la Iglesia y, en particular, en este momento, en el centro de las decisiones sinodales.

“En otras palabras, retomar la apremiante invitación que el Resucitado dirige, en el Apocalipsis, a cada una de las siete Iglesias de Asia Menor: ‘El que tenga oídos, escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias’ (Ap 2, 7). Es la única manera, entre otras cosas, que tengo para no permanecer completamente ajeno al compromiso en curso con el sínodo”.

El Espíritu Santo guía a los apóstoles y a la comunidad cristiana


En este primer sermón, precisó el cardenal Cantalamessa, me limito a recoger la lección que nos llega de la Iglesia naciente. En otras palabras, quisiera mostrar cómo el Espíritu Santo guió a los apóstoles y a la comunidad cristiana a dar sus primeros pasos en la historia. Cuando las palabras de Jesús antes citadas sobre la asistencia del Paráclito fueron escritas por Juan, la Iglesia ya había tenido experiencia práctica de ella, y es precisamente esta experiencia, nos dicen los exegetas, la que se refleja en las palabras del evangelista.

“Los Hechos de los Apóstoles nos muestran una Iglesia que es, paso a paso, ‘guiada por el Espíritu’. Su guía se ejerce no sólo en las grandes decisiones, sino también en las cosas menores. No es un camino recto y suave, el de la Iglesia naciente. La primera gran crisis es la relativa a la admisión de gentiles en la Iglesia. No hay necesidad de recordar su desarrollo. Sólo nos interesa recordar cómo se resuelve la crisis”.

No se trata de hacer arqueología de la Iglesia, sino de sacar a la luz, siempre de nuevo, el paradigma de toda elección eclesial. De hecho, no cuesta mucho ver la analogía entre la apertura que entonces se tomaba hacia los gentiles, con la que se impone hoy hacia los laicos, especialmente a las mujeres, y a otras categorías de personas.

El papel de los laicos en la Iglesia


Si miramos con detenimiento, es la misma motivación que impulsó a los Padres del Concilio Vaticano II a redefinir el papel de los laicos en la Iglesia, es decir, la doctrina de los carismas.

Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia (LG 12).

La naturaleza jerárquica y también carismática de la Iglesia


Estamos ante el redescubrimiento de la naturaleza no sólo jerárquica sino también carismática de la Iglesia. San Juan Pablo II, en la "Novo millennio ineunte" (n. 45) lo hará aún más explícito al definir a la Iglesia como jerarquía y como koinonía.

“En una primera lectura, la reciente constitución sobre la reforma de la Curia ‘Praedicate Evangelium’ (aparte de todos los aspectos jurídicos y técnicos que desconozco por completo) me dio la impresión de estar dando un paso adelante en esta misma dirección: es decir, en aplicar el principio sancionado por el Concilio a un sector particular de la Iglesia que es su gobierno y a una mayor implicación en él de los laicos y las mujeres”.

Principios inspiradores sobre la práctica eclesial


Pero ahora tenemos que dar todavía un paso más. El ejemplo de la Iglesia apostólica nos ilumina no sólo sobre los principios inspiradores, es decir, sobre la doctrina, sino también sobre la práctica eclesial.

“Nos dice que no todo se resuelve con las decisiones tomadas en un sínodo, o con un decreto. Existe la necesidad de llevar estas decisiones a la práctica, la llamada "recepción" de los dogmas. Y para eso necesitamos tiempo, paciencia, diálogo, tolerancia; a veces incluso compromiso. Cuando se hace en el Espíritu Santo, el compromiso no es ceder, ni rebajar la verdad, sino llevarlo a cabo con caridad y obediencia a las situaciones. ¡Cuánta paciencia y tolerancia tuvo Dios después de dar el Decálogo a su pueblo! ¡Cuánto tiempo tuvo que esperar, y todavía tiene que esperar, para su recepción!”.

Las realidades políticas, sociales y eclesiales


Ante los acontecimientos y las realidades políticas, sociales y eclesiales, nosotros estamos listos para tomar inmediatamente partido por un lado y demonizar, al contrario, a desear el triunfo de nuestra elección sobre la de nuestros adversarios.

“No digo que esté prohibido tener preferencias: en el campo político, social, teológico, etc., o que sea posible no tenerlas. Sin embargo, nunca debemos esperar que Dios se ponga de nuestro lado contra el adversario. Tampoco debemos preguntárselo a quienes nos gobiernan. Es cómo pedirle a un padre que elija entre dos hijos; cómo decirle: “Elige: yo o mi oponente; ¡muestra claramente con quien estás!” ¡Dios está con todos y por eso no está contra nadie! Es el padre de todos”.

La amabilidad y la bondad


Hay una prerrogativa de Dios en la Biblia que a los Padres les encantaba subrayar: la synkatabasis, es decir, la condescendencia. Para San Juan Crisóstomo es una especie de clave para comprender toda la Biblia.

La amabilidad -hoy diríamos también cortesía- es algo distinto de la simple bondad; es ser bueno con los demás. Dios es bueno en sí mismo y es bondadoso con nosotros. Es uno de los frutos del Espíritu (Gal 5,22); es un componente esencial de la caridad (1 Cor 13, 4) y es el marco de un alma noble y superior. Ocupa un lugar central en la exhortación apostólica.

Hacia una Iglesia, un poco más condescendientes y tolerantes


Este año celebramos el cuarto centenario de la muerte de un santo que fue un excelente modelo de esta virtud, en una época también marcada por amargas controversias: San Francisco de Sales. Todos deberíamos volvernos, en la Iglesia, un poco más condescendientes y tolerantes, menos colgados de nuestras certezas personales, conscientes de cuántas veces hemos tenido que reconocer dentro de nosotros mismos que estábamos equivocados sobre una persona o una situación, y cuántas veces nosotros también hemos tenido que adaptarnos a las situaciones. En nuestras relaciones eclesiales, afortunadamente, no existe -ni debe existir- esa propensión a insultar y vilipendiar al adversario que se advierte en ciertos debates políticos y que tanto daño hace a la pacífica convivencia civil.

No condenéis y no seréis condenados


Jesús dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados… ¿Cómo es que ves la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? (Mt 7, 1-3). ¿Es posible vivir, nos preguntamos, sin juzgar nunca? ¿No es la capacidad de juzgar parte de nuestra estructura mental y no es un don de Dios? En la versión de Lucas, al mandato de Jesús: "no juzguéis y no seréis juzgados" le sigue inmediatamente, como para aclarar el sentido de estas palabras, el mandato: "no condenéis y no seréis condenados" (Lc 6, 37). Por lo tanto, no se trata de eliminar el juicio de nuestro corazón, ¡sino de eliminar el veneno de nuestro juicio! Eso es el odio, la condena, el ostracismo.

Fuente:https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2023-03/primera-predicacion-de-cuaresma-renovar-la-novedad-2023-cantalam.html?fbclid=IwAR3ei_wIzSUUw81aXM8Qyl6UbUGlk_FYEgRW2RYtY_hs81-EscNK790cEoY


sábado, 25 de febrero de 2023

EL GOLPE DE ESTADO EN "CÁMARA LENTA"



Pablo Hiriart | febrero 24, 2023

El gobierno lleva cuatro años dando pasos a la tiranía, con México y todos nosotros a cuestas.


Algo tarde, pero buena parte de la población en nuestro país e instituciones de Estados Unidos comienzan a darse cuenta de que en México está en curso un golpe de Estado.

Un golpe como son desde el fin de la Guerra Fría: llegan al poder por la vía democrática y luego destruyen la democracia para perpetuarse en el poder.

Es erróneo hablar del proyecto de “restauración del viejo régimen”. Estamos ante otra cosa, como hemos sostenido desde siempre en esta columna: el proyecto es la tiranía.

No viene al caso recordar aquí las señales y los hechos de años recientes que confirman la tendencia dictatorial del presente gobierno, porque son del dominio público.

Tampoco es momento de enseñar nuevamente cómo fue la evolución del chavismo venezolano hasta consolidar una dictadura.

O la nicaragüense, que poco a poco acabó con las libertades en ese país (su economía, por cierto, no va mal, gracias al acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y a las remesas de los que emigran).

Cuando AMLO nos dijo “al diablo las instituciones”, quería decir exactamente eso: al diablo las instituciones.

Hoy el país está militarizado. El Ejército ha sido pervertido al servicio de un proyecto político.

Las Fuerzas Armadas tienen el control de áreas de poder, estratégicas, que estaban en manos civiles, incluso en los años más duros del autoritarismo priista.

El gobierno lleva cuatro años dando pasos a la tiranía, con México y todos nosotros a cuestas.

Como apuntó ayer en estas páginas Enrique Cárdenas, “las Fuerzas Armadas hoy controlan el movimiento de personas, bienes y servicios, medios de comunicación y puertos de entrada y salida del país, tienen atribuciones para investigar y para poner a disposición del Ministerio Público a sospechosos, auxiliado por la cada vez más amplia lista de delitos merecedores de prisión preventiva oficiosa”.

La simbiosis entre el partido gobernante y grupos criminales se extiende, con fines políticos: ganar elecciones, secuestrar rivales políticos en comicios, amedrentar.

El poder de los cárteles de las drogas y la extorsión se expande en casi todo el territorio de la patria mexicana.

¿Quién le va a quitar el poder a Morena, por la vía democrática, si tienen a esos aliados?

Han festejado el veredicto contra García Luna, y demandan cárcel para sus exjefes Felipe Calderón y Vicente Fox.

El actual gobernador de Sonora y primer secretario de Seguridad Ciudadana en este gobierno, Alfonso Durazo, le compró un terreno al hijo del Señor de los Cielos, Amado Carrillo, junto a la playa en bahía de Kino.

Fue vocero y secretario particular de Vicente Fox, cuando un cártel le puso un ‘topo’, también de Sonora, como coordinador de giras al entonces presidente.

López Obrador destruye reputaciones de figuras públicas que no bailan al son de su proyecto. Ayer le tocó el turno al ministro en retiro José Ramón Cossío, de prestigio internacional, bañado en el lodo de las injurias presidenciales.

¿Por qué? Porque va a hablar en la concentración del domingo, convocada para defender el instituto electoral que el gobierno quiere destruir.

Defiende la permanencia en la Corte de una ministra que no pudo hacer su tesis de licenciatura, pero es subordinada suya.

Esta semana el Presidente exhortó a “agarrar a 10 periodistas e ir a sus casas” a ver cómo viven.

Se tomó a la ligera, por lo exagerado de la petición, pero es un error (otro) no entender a Mario Delgado, presidente de Morena, cuando demanda quitarle el registro al PAN, que es el principal partido de oposición.

El espionaje de las vidas privadas está en su apogeo, funcionarios públicos de primer nivel, como la gobernadora de un estado, los exhibe públicamente sin consecuencia alguna para ella.

A la senadora Lilly Téllez, a quien el Presidente teme (no fue a la entrega de la Medalla Belisario Domínguez porque la legisladora sonorense le podía decir algo), la amenazaron públicamente, en el Senado, con videos de su vida, ya no privada, sino íntima.

Exactamente así actúan las dictaduras.

López Obrador se niega a entregar la presidencia de la Alianza del Pacífico a Perú, porque opina que la presidenta de ese país es “espuria”.

Su particular punto de vista va contra lo que votó el Congreso de Perú, que casi por unanimidad depuso a Pedro Castillo por corrupción, y asumió la vicepresidenta, como marca la Constitución del país andino.

No entrega la presidencia de un organismo internacional porque desconoce a la titular del Poder Ejecutivo de Perú.

¿Va a entregar la presidencia de México, su país, si pierde su candidata o candidato?

¿Le va a entregar la banda presidencial a una “traidora” o “traidor a la patria”?

Vivimos un golpe de Estado “en cámara lenta”, como lo definió el periodista Julián Andrade.

Por eso la obsesión por destruir al INE –sólo le falta salvar el escollo de la Suprema Corte para consumarse–.

Lo necesitan destruir o apropiárselo para eternizarse en la presidencia y asegurarse el control del Congreso, aunque pierdan.

Por eso la ira contra los convocantes a la marcha del próximo domingo, frente a la Corte.

Fuente:https://twitter.com/PabloHiriart/status/1629089548407029760?cxt=HBwWgIDSgYSU2JstAAAA&cn=ZmxleGlibGVfcmVjcw%3D%3D&refsrc=email

lunes, 20 de febrero de 2023

¿TORMENTA A LA VISTA? EL PLAN B ELECTORAL



Punto de reunión virtual de El Financiero, celebrado el día 16 de febrero con la participación de María Marván, Luis Carlos Ugalde y Germán Martínez, conducido por Guillermo Ortega Ruíz.

López Obrador intentó hacer una reforma constitucional a la Ley Electoral y al ser esta rechazada, siguió con un Plan B electoral consistente en reformas a las leyes secundarias, existe el temor fundado de que si estos cambios se mantienen podríamos tener un escenario de incertidumbre electoral, con elecciones amañadas, poco transparentes, manipuladas y con resultados cuestionables

Este Plan B ya fue aprobado por los diputados y está a la espera de la aprobación por los senadores. AMLO dice que desea una reforma electoral de “gran calado”, pero que “algo es algo”. Del otro lado hay preocupación porque las reformas debilitan al INE, destruyen la estructura electoral que tomó años construir y se coloca a las autoridades electorales ante la imposibilidad de organizar y realizar elecciones transparentes y confiables. El presidente del INE ha dicho que desde el gobierno se ordenó destazar al INE. Se han presentado ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación múltiples acciones de inconstitucionalidad y se espera que se presenten muchas más.



Modificaciones de leyes que se hicieron:


Se están cambiando 5 leyes secundarias, resumiendo se está cambiando toda la estructura de operación del INE fundamentada en 300 distritos electorales y 32 distritos locales que trabajan con el servicio profesional electoral, hasta que no se publiquen las reformas. La nueva ley contempla que estos sean sustituidos con personal eventual. De 5 vocales por cada distrito electoral, todos serán despedidos y de 5 vocales por estado sólo quedará uno. Las funciones que desempeñan estos vocales entre otras son:

1. Registran candidatos
2. Registran representantes de partido
3. Ubican donde instalar casillas
4. Capacitan a los funcionarios
5. Distribuyen paquetes electorales
6. Recogen los paquetes el día de la elección
7. Organizan los recuentos
8. Declaran quien ganó las elecciones

Hay una serie de reformas a la estructura general del INE. Una es la desaparición de la Junta Ejecutiva, que es el cuerpo que reúne a todos los directores. Para hablar del Padrón, ahora la SRE va a poder meter mano en el Padrón y en la lista general, ya que ella será la encargada de registrar a los votantes en el extranjero. La certeza de nuestras elecciones estaba en tener gente del Servicio Profesional Electoral que tuviera garantía de empleo a través del servicio de selección y capacitación de personal y en la certeza de un padrón que era absolutamente independiente de cualquier ingerencia del Poder Ejecutivo.

Más de seis mil trabajadores quedarán fuera del Instituto.

En 2024 se instalarán más de 160,000 casillas, de las cuales el INE siempre ha instalado el 99.9 de ellas. Desde hace 20 o 25 años el INE tiene resultados muy positivos.

Al dejar esto en manos de improvisados, lo único que se puede esperar son problemas: Lo que tendríamos el día de la votación serían noticias de que se dejaron de instalar 4 mil o 5 mil casillas. La capacitación para los funcionarios de casillas sería nula, puede haber muchos paquetes electorales perdidos.

Esta elección será más conflictiva que cualquier elección, los problemas operativos organizacionales pueden ser magnificados que conviertan esta elección en explosiva.

Cláusula de vida eterna: los partidos se reparten votos y dinero para el PT y el Partido Verde.

Germán Martínez propone la bancarización del dinero recibido por los partidos, no el moche en efectivo.

Hay práctica dilatoria en el Senado, para ganar tiempo y que el asunto no llegue a la SCJN.

La reforma propone que al día siguiente a su publicación renuncie el Secretario Ejecutivo.

El proceso electoral 2024, debe empezar en septiembre de este año, si se aprueba esta ley el proceso electoral empezará hasta la 3ª semana de noviembre.


No sabemos con qué Ley vamos a ir al proceso electoral de 2024


En la SCJN, los asuntos se toman su tiempo, se tardan demasiado y esto atenta contra el proceso electoral.

Aunque esta reforma no se impugnara, no hay tiempo para implementar la cantidad de cambios que propone este Plan B. Además de las 5 leyes afectadas, únicamente se han presentado las modificaciones de sólo 2 de ellas, es decir se juega con la lentitud del reloj y del calendario.

Estamos frente a un escenario de muchísima conflictividad, e incertidumbre.


Está en riesgo la democracia mexicana.


La reforma tiene 21 violaciones a la Constitución Política. Esta reforma electoral es impuesta por el gobierno.

La elección de 2024 puede acabar en una gran crisis política y constitucional. El INE va a acabar erosionándose en los próximos años.


Mis conclusiones:


Lo de “las corcholatas”, es un juego maquiavélico semejante al “del tapado” priísta.

El gran distractor es el caso de “García Luna y ver si se toca a Calderón o no”. Casos que no tiene la mayor relevancia para México.

Las elecciones de 2024, serán el gran caos, sin la presencia de un INE fuerte y organizado y un Tribunal Electoral ya cooptado por la 4a.T. Los funcionarios electores en muchos estados serán sustituidos por los miembros de los cárteles del narco afines al gobierno, como ocurrió en los estados de la franja del pacífico en las elecciones intermedias.

Lo que AMLO prevé es la continuación de su régimen en un régimen ya militarista, con el apoyo principal de “la Guardia Nacional”, que ya tiene la facultad de la “prisión preventiva”.

La egolatría de AMLO, no permite pensar en un presidente “florero”, sino en la continuación dictatorial de su mandato, igual que ocurrió en Cuba, Venezuela, o Nicaragua.


Si hay solución


Vemos que la situación actual ha despertado el patriotismo de viejos políticos como Porfirio Muñoz Ledo, existen muchos diputados y senadores honestos e independientes como Germán Macías, por mencionar alguno. También existen muchos alcaldes y gobernadores honestos y valientes.

Existen también viejos movimientos ciudadanos, fuertes en el interior del país y de una gran tradición de lucha democrática como es la Unión Nacional Sinarquista (UNS).

Ha nacido un grupo ciudadano totalmente apartidista que no persigue cargos, ni emolumentos, ni teme salir a las calles y se inspira en el derrocamiento de regímenes dictatoriales por la movilización popular y se llama FRENA.

No debemos confiar en los tradicionales partidos que solo persiguen el millonario presupuesto y que se doblan cuando les sacan el expediente judicial por sus corruptelas como son el PRI, PAN, PRD, PT, PES, PVEM, MC, etc., ni en sus alianzas: Va por México, etc.

¡Es el momento de actuar, después sólo quedarán el “si YO hubiera”, la culpa, los lamentos y sollozos!

sábado, 21 de enero de 2023

LA PEOR HERENCIA



 

El desastre de la justicia en la presente administración trae consecuencias. Habrá que pagarlo con sangre o con ingobernabilidad.

Pablo Hiriart | enero 18, 2023

La justicia en México está hecha un desastre.

Con algo de humor negro, más de uno podría decir, ¿y qué otra cosa que dependa del gobierno no lo está?

Nada tiene de gracioso lo que estamos viviendo, porque el país va que vuela hacia la ingobernabilidad.

Hace dos años el narco tenía control de entre 30 y 35 por ciento del territorio mexicano, informó el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, el general Glen Van Herck, en una rueda de prensa realizada en el Pentágono.

Ahora la situación es peor.

El corredor industrial que va de Querétaro, Irapuato, Apaseo y Celaya, es rehén de grupos criminales que secuestran, matan y cobran derecho de piso por trabajar ahí.

El corredor turístico Cancún-Tulum, joya del Caribe mexicano, es botín de los cárteles que cobran por trabajar, por producir y por vivir.

Y no es que falte capacidad en el Ejército, Marina y las áreas de seguridad pública federal. Fue una decisión política, desde el arranque del sexenio, no tocar a los criminales.

La desastrosa quimera de que con abrazos se iba a solucionar el problema se ha vuelto una pesadilla.

El gobierno les dio la mano y ellos se tomaron del codo.

Los hicieron sus compadres. Jugaron con fuego.

Ahora, ¿cómo nos los vamos a quitar de encima? ¿Cómo separar la paja del trigo?

Cualquier persona con uso de razón sabe que recibir un favor del narco implica compromiso. Lo cobran o se lo cobran a su manera.

Hace un año el abogado del Chapo Guzmán decía que cada vez que el Presidente fuera a Sinaloa tendría la protección debida de ese grupo, para que no le pase nada.

Ahora que razones de índole internacional hicieron ineludible la recaptura de uno de los hijos del capo, el abogado salió a cobrar, en un mensaje que el buen entendedor sabrá descifrar.

En el norte de Veracruz, en los municipios indígenas, la gente debe pagar por la cosecha y venta de hojas de maíz. Setenta mil pesos por cosecha y mil 500 pesos por cada tonelada vendida.

Los productores de aguacates en Michoacán deben pagar impuestos al narco, o al crimen organizado.

Ya los grupos se dedican a todo tipo de delitos, no sólo al tráfico y venta de drogas.

A los vecinos del norte se les manda fentanilo, opio y cocaína.

A los comercios en México se les cobra por realizar su actividad.

A los transportistas les ponen cuotas.

A los ejecutivos, en vastas zonas del país, se les levanta o asalta.

A los trabajadores también, para quitarles su quincena o pagar un impuesto fijo a los grupos delictivos.

En Acapulco mataron a una vendedora de aguas frescas porque se negó a pagar los 25 mil pesos de impuestos que le cobraban los criminales.

Hemos visto a los grandes cárteles sacar sus camionetas cargadas de juguetes para repartir regalos en Día de Reyes.

Y niños con rifles de juguete que simulan hacer retenes en el camino para cobrar cuotas a los que por ahí transitan.

Autoridades federales y estatales ponen el ejemplo en la violación de la ley, y mandan señales de que el crimen y la barbaridad están permitidas. Les tiene sin cuidado.

Mandan a la Guardia Nacional a cuidar el Metro, para rescatar una candidatura presidencial que hace agua.

La gobernadora de Guerrero anda en fiestas con su papá mientras periodistas permanecen secuestrados, y se dan a conocer videos de ellos encadenados por hablar del narco en la entidad.

Nuestro Presidente sigue en la tontería de las corcholatas, y que si la oposición, y que Claudio X y los conservadores.

La justicia no está al servicio de la ciudadanía, sino de la política. Del pequeño grupo hegemónico en el gobierno, y de sus compadres, quiero decir.

La fiscalía de la Ciudad de México, por complicidades de ese grupo hegemónico, inició una pesquisa internacional contra la ex nuera del contratista favorito de Morena, José María Riobóo.

La acusan de matar al hijo del contratista, por haberlo conducido hacia malos hábitos de alimentación durante ocho años.

Algo parecido ocurrió con la expareja del hermano del fiscal general de la República, cuya hija (de 70 años de edad) pasó casi dos años en la cárcel, en prisión preventiva, y su mamá (de 94 años) tenía orden de aprehensión. Omisión de cuidados era el cargo.

La esposa de Riobóo, ministra de la Suprema Corte, Yasmín Esquivel, plagió su tesis de licenciatura y continúa en el cargo del máximo tribunal constitucional del país.

La fiscalía del gobierno de la Ciudad de México elaboró un documento que exonera a Esquivel y acusaba al plagiado; es decir, a la víctima.

¿Quién va a respetar la ley en México con esos antecedentes?

El desastre de la justicia en la presente administración trae consecuencias. Habrá que pagarlo con sangre, o con ingobernabilidad.

domingo, 15 de enero de 2023

LA IMPORTANCIA POLÍTICA Y SOCIAL DE BENEDICTO XVI

“Dios desea ser adorado por las personas que son libres”


13 enero, 2023 | ForumLibertas.com

Existe un consenso generalizado sobre la extraordinaria magnitud de las aportaciones de Benedicto XVI, y antes del cardenal Ratzinger, al ámbito teológico, bíblico, y de su conocimiento de la patrística. Pero, está menos subrayada su aportación imprescindible en la dimensión social y política, que es necesario más que nunca recuperar, porque en muchos de sus ejes conductores y la reflexión a que dan pie se encuentran los recursos expresivos y de inteligencia para construir una salida a la crisis generalizada que vive la política en Europa y, en general, en el mundo occidental.

He aquí una muestra de ellos, definidos sobre todo a partir de las aportaciones de George Weigel:

Sobre el Islam (Conferencia Ratisbona, el 12 de septiembre de 2006).

Planteó un interrogante obvio, que señala el problema y orientó sobre el posible camino de respuesta: ¿Podrá el Islam crear garantías para la tolerancia religiosa, mejorar la libertad religiosa, incluida la libertad de conciencia, y cambiar la religión de cada uno? ¿Podrá encontrar la forma de separar la autoridad religiosa de la política en los estados de mayoría musulmana?

Benedicto XVI apuntaba el tiempo que necesitó la Iglesia Católica para lograrlo, y de hacerlo, no entregándose a la modernidad, sino haciendo del encuentro con la modernidad la ocasión para recuperar y desarrollar elementos de su propia auto comprensión que se habían perdido por las contingencias de la historia.

Esto no se logrará porque los cientos y cientos de millones de musulmanes se conviertan en liberales secularizados. Esto no puede funcionar, sino que solo será posible dentro de un proceso de recuperación y renovación dentro del Islam mismo. Ese proceso, propuso Benedicto XVI, debería ser el foco del diálogo interreligioso entre católicos y musulmanes en el futuro previsible.

Dios es también el Dios de la razón. Sus implicaciones en el ámbito de lo público.

Dios es también el Dios de la razón y no solo de la voluntariedad. Del encuentro del cristianismo con la antigüedad clásica y, especialmente, con la filosofía griega, la Iglesia había llegado a comprender que el Dios de la Biblia era un Dios de razón que había impreso la racionalidad divina en el mundo, dando así a la filosofía una base segura y haciendo posible la ciencia. Pocos como Ratzinger han desarrollado esta cuestión y, como siempre, no por mimetismo con el mundo, sino profundizando en la propia naturaleza del cristianismo, en una cúpula cristiana que se cierra y así construye el gran espacio configurado por las paredes maestras de la Biblia, la filosofía y la ley de Atenas y Roma. Unió convicciones judías sobre la dignidad de la persona humana y sobre la vida como peregrinación decidida hacia el futuro, con la fe griega en la capacidad de la razón para llegar a las verdades construidas en el mundo, y la afirmación romana de la superioridad del estado de derecho sobre el gobierno de la fuerza bruta.

La crítica al positivismo moderno y al procedimentalismo como única fuente de la legislación.

Sucumbir a la tentación del positivismo, argumentó, sería «la renuncia a las más altas posibilidades de la razón». Y el siglo XX debería haber enseñado a la modernidad lo que sucedió cuando la razón dio paso a la irracionalidad sistemática y a la falsedad. Existe otra opción, señalaba Benedicto XVI: «Lo que dio a la cultura de Europa su fundamento, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharlo, sigue siendo hoy la base de cualquier cultura genuina». Por la misma lógica, y utilizando en el Reino Unido en su visita de 2010 el caso de la esclavitud, señaló cómo la ley separada de la ética conduce a la anulación de los derechos humanos, a la represión y, en última instancia, a la tiranía.

El laicismo del espacio público como manifestación antidemocrática.

Se ha ido generalizando la idea de que la manifestación de lo religioso solo tiene cabida en la esfera privada, de manera que incluso la celebración pública de la Navidad, como hecho religioso, debe ser cancelada en la creencia cuestionable de que se podría ofender a los que pertenecen a otras religiones o a ninguna. Estos fueron «signos preocupantes de una falta de apreciación… la libertad de religión y del papel legítimo de la religión en la plaza pública». Y eran preocupantes porque eran antidemocráticos. Porque si se negaban los derechos de los creyentes a expresar su fe públicamente y a introducir juicios morales religiosamente informados en la vida pública, a los ciudadanos de una democracia se les negaba el derecho a llevar las fuentes más profundas de sus juicios morales a sus vidas cívicas.

A su vez, y con relación al debate público, los creyentes deben apelar a la razón y a razones vinculadas a la ley moral natural más que a otras que solo resultan válidas para la conciencia del propio creyente cristiano. Esta forma de razonar no se encuentra para nada lejos de la que ha llegado el Habermas más maduro, a pesar de sus orígenes tan distintos. Mantener viva esa visión en la vida pública era la tarea principal de la Iglesia. En ese sentido, propuso: «La religión… no es un problema que los legisladores deben resolver, sino un contribuyente vital a la conversación nacional».

Sobre la política, la justicia y el peligro del fundamentalismo secular.

Volviendo a San Agustín y en La Ciudad de Dios, formuló la misma pregunta: «Sin justicia, ¿qué otra cosa es el Estado, sino una gran banda de ladrones?» (Conferencia en el Bundestag, el 22 de septiembre de 2011), cuando la política se convirtió en un ejercicio nietzscheano de voluntad de poder en lugar de la búsqueda del bien común guiado por principios éticos. Y se preguntaba: ¿Qué sucedió, cuando Jerusalén fue eliminada de la conversación, lo que significaba eliminar la idea de que el Dios de la creación había impreso la razón divina en el mundo, de modo que el mundo era inteligible? El resultado fue que la fe en la razón misma, el factor ateniense de la ecuación, comienza a debilitarse.

El peligro del fundamentalismo secular, que se expresa en leyes separadas de la verdad moral: la ley es lo que dice que es, punto. Ese positivismo legal, recordó Benedicto XVI a los legisladores alemanes, había jugado un papel mortal en su propia historia: «Nosotros, los alemanes, sabemos por nuestra propia experiencia que las advertencias de Agustín sobre un estado sin justicia no son un espectro vacío. Hemos visto cómo el poder se divorció del derecho, cómo el poder se opuso al derecho y lo aplastó, de modo que el Estado se convirtió en un instrumento para destruir el derecho, una banda altamente organizada de ladrones, capaz de amenazar al mundo entero y conducirlo al borde del abismo».

Sobre la ecología, una advertencia olvidada.

La importancia de la ecología ya no se discute. Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y debemos responder en consecuencia. Sin embargo, quisiera subrayar un punto que me parece descuidado, hoy como en el pasado: también existe una ecología del hombre. El hombre también tiene una naturaleza que debe respetar y que no puede manipular a voluntad. El hombre no es simplemente libertad autocreadora. El hombre no se crea a sí mismo. Él es intelecto y voluntad, pero también es naturaleza, y su voluntad está correctamente ordenada si respeta su naturaleza, la escucha y se acepta a sí mismo por lo que es, como alguien que no se creó a sí mismo.

Y una síntesis podría ser esta frase: “Dios desea ser adorado por las personas que son libres».