miércoles, 1 de mayo de 2013

UNA PACÍFICA COMUNIDAD DEVELA LA REALIDAD DEL CONFLICTO SIRIO




(Este es el primer post de una serie que intentará explicar el porque del conflicto sirio) 

La realidad de Siria en el momento actual es bastante compleja. A principios de 2011 se inicio una revuelta contra el régimen del presidente sirio Bashar Al-Assad que ha cobrado ya cerca de 70,000 víctimas. Los rebeldes –apoyados lo mismo por Estados Unidos que por Al Qaeda-, han seleccionado las poblaciones como su campo de batalla. El gobierno de Bashar Al-Assad ha sido comparado con el de Hitler o Milosevic y acusado de genocidio. En los últimos dias Estados Unidos, lo acuso al igual que a Sadam Hussein de Irak, de utilizar armas químicas (acusación jamás probada, pero que dio motivo para su intervención armada).

Alepo es o era la segunda ciudad de Siria por su población de 4,393, 000 habitantes. Situada al noroeste del país. Por su ciudad antigua, fue proclamada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1986. Convertida en campo de batalla, a partir de junio de 2012 muestra el siguiente panorama en la voz del obispo caldeo de Alepo, Antoine Audo [1]:

<<Se va adelante día a día como se puede. La gente está cada vez más agotada. Todos se han vuelto pobres y van siempre en busca de algo de comer para ellos y su familia. En las calles de Alepo se ve a las personas corriendo de un lado para otro constantemente con bolsas en la mano, buscando un poco de pan", dijo Audo en declaraciones a la agencia vaticana Fides. 

Audo, jesuita y presidente de Cáritas de Siria, afirmó que Alepo está "desfigurada por la guerra civil". 

El obispo denunció que cientos de familias cristianas de Alepo se están viendo obligadas a huir del barrio de Cheikh Maksoud, conquistado en los últimos días por las milicias anti-Assad y que mañana, jueves, celebraran una misa por todas esas personas y después distribuirán alimentos a los refugiados a través de Cáritas Siria. 

El prelado también contó que la mayoría de las carreteras de la zona están cortadas al tráfico, debido a los enfrentamientos, y que dos sacerdotes, uno armenio católico y otro ortodoxo fueron secuestrados hace dos meses por un grupo de hombres armados en la carretera que lleva de Alepo a Damasco. 

De una población de unos veinte millones de habitantes, los cristianos sirios apenas llegan al siete por ciento y los católicos son el 1,9. La inmensa mayoría de la población siria es musulmana. >> [2] 

Más vívido es el testimonio de los “maristas azules” en la voz de H. Georges Sabe, hermano marista de Alepo: <<Los acontecimientos han sucedido rápidamente en nuestra ciudad de Alepo desde el 30 de marzo pasado. De hecho, a las 3h30 de la mañana del Viernes Santo, recibí la primera llamada telefónica anunciándome que el barrio de Djabal al Saydé estaba siendo invadido por rebeldes que gritaban y vociferaban, intimidando a la gente para que se quedara encerrada en sus apartamentos. ¿La amenaza era real, o era acaso una incursión esporádica sin efecto alguno para el barrio? 

Lentamente las noticias empezaron a dar fe de una verdadera invasión: almacenes saqueados, automóviles robados o vandalizados, ráfagas que paralizaban a las personas y las obligan a refugiarse en el hueco de las escaleras. Grandes y pequeños lloraban mientras el miedo se propagaba! 

Las preguntas se sucedían sin parar: "¿Debemos irnos? ¿Qué hacer? Una verdadera angustia. Un verdadero drama se anunciaba. Los combates se intensificaron con el paso de las horas. Las casas fueron "visitadas" por individuos armados y se cortó la electricidad y el agua. Las familias imaginaron que iba a ser solo cuestión de horas, y esperaron, y aguardaron, pero nada cambió. La evidencia demostró todo lo contrario. Hombres armados hasta los dientes se instalaron allí. Cayó la noche, y los refugiados prestaban atención al mínimo sonido, al mínimo grito, al mínimo clamor. Nadie dormía, vigilaban y rezaban, esperando un auxilio divino. Era este su último recurso... 

El Sábado Santo al alba los edificios empezaron a desocuparse. Los habitantes del barrio se marchaban llevando consigo lo estrictamente necesario: algunos documentos importantes, poca ropa, los ahorros que les quedaban, nada más. Comenzó el éxodo de un pueblo errante en busca de una posible salida del infierno. Al salir aún estaba oscuro... Una familia perdió el contacto con sus dos hijos pequeños que estaban supuestamente con los vecinos, pero no era así. Otra familia trató de ayudar, por todos los medios, a un anciano que no podía caminar. Los vecinos se llamaban entre sí, para ponerse de acuerdo y caminar juntos, protegidos por su propio destino. 

Las calles estaban desiertas y las luces apagadas. Echaron un último vistazo a sus apartamentos, a lo que contenían, a toda una historia, un sueño, a toda una vida, anhelando que ese momento fuese eterno. Y antes de cerrar la puerta, hicieron la señal de la cruz, como diciéndole al Señor: "estamos en tus manos". Cerraron la puerta con llave, le dieron dos vueltas a la cerradura y sellaron la puerta con una mirada de esperanza, pero tenían que apresurarse..., si no, la muerte podía llegar de un momento a otro... 

Un pueblo camina, un pueblo erra, un pueblo se desplaza... obligado a desocupar su barrio, el lugar donde vivieron, dejando que se convierta en un cementerio de recuerdos, quizás en un montón de piedras... No tienen tiempo de mirar, por última vez, el balcón de la casa donde está extendida la ropa que aún no se ha secado. Tienen una sola idea en mente: huir del infierno, lo más rápido posible, cueste lo que cueste... Ningún automóvil puede circular, hay que caminar, caminar, caminar... Los minutos se hacen eternos..., ¡se gira la página! ¡Todo está consumado! 

El sábado hacia las 9:00 los más rápidos de entre los habitantes del barrio Djabal el Saydeh, llegan a la zona protegida: algunos llamaron a la puerta de un pariente y otros emprendieron el camino de nuestra comunidad marista, único centro de acogida. Los Maristas Azules están ahí. Acogen, escuchan, no cesan de repetir: « Hamdellah ‘al salameh» (Demos gracias a Dios porque están a salvo). 

Las 300 familias cristianas, y muchas otras familias del mismo barrio se fueron, abandonándolo a la merced de unos hombres armados... Nosotros, Maristas, tampoco podremos volver a nuestro local en el barrio y nos surge una inquietud: ¿qué ha sucedido con las familias musulmanas desplazadas que se encontraban en las escuelas? No hay respuesta... 

La comunidad marista se ha convertido en un centro de información, de recopilación de datos; nos llaman para preguntarnos por alguna familia o una persona mayor. De hecho, algunas familias se quedaron en el barrio. La última familia, que salió el 3 de abril, nos describió su éxodo: todos sus miembros, incluyendo la abuela de una edad avanzada, pasaron por los huecos que hombres armados habían hecho en las paredes de las casas. Nos contaron el horror de quedarse en el infierno de la guerra, del miedo y del terror. 

Varias familias se acercan pidiendo ropa, colchones, cobijas, almohadas, toallas, jabón. Nosotros las acogemos, las acompañamos y respondemos a sus necesidades. Los espacios vacíos de la comunidad están ocupados. Decidimos desocupar los dos locales de los scouts para construir 4 duchas y 4 baños. 

Junto a Cáritas y a los responsables de Sallet el Djabal, organizamos una celebración eucarística, seguida de una distribución de dinero y de bonos de compra, para adquirir ropa interior y ropa nueva. La mayoría de las familias participan en la Eucaristía, comulgan, rezan y acompañan el coro de la parroquia. ¿Qué será de las iglesias de barrio? Sallet el Djabal, el cesto de provisiones que repartimos mensualmente desde agosto de 2012, estará listo en una semana. Las personas realmente lo necesitan. 

El martes de Pascua tuvimos una sorpresa: Ghalia, madre de 7 niños (el mayor tiene 9 años) y que estaba en una de las escuelas, llegó hasta nosotros. Nos estuvo buscando. La acogemos y días después llegó otra familia con 11 hijos. Todos fueron acogidos y acomodados. Compramos una lavadora y sumamos 4 tanques de agua a los que ya teníamos; compramos ropa, ropa interior, zapatos, almohadas y colchones. 

El proyecto "Aprende a crecer" también fue desplazado. Vuelve a los locales de la comunidad. Vienen muchos niños; necesitan espacio, necesitan dibujar, jugar, hablar... Creamos un centro médico. Una consulta diaria y los medicamentos son gratuitos. 

¿Y qué decir de mañana? Todas las familias de "Djabal al Saydé" se hacen la misma pregunta. Nosotros nos la hacemos también... No dejamos de repetirnos que todo está en manos de Dios. ¿Deben esperar un regreso al barrio? ¿Deben soñar? Muchas voces han anunciado el próximo fin de la guerra, pero más de una vez las esperanzas han sido en vano. ¿Es cierto que lo provisional dura? ¿Pero si lo provisional se convierte en algo permanente? 

Nosotros, Maristas Azules, siempre tendremos una mano tendida para vivir una solidaridad evangélica, una solidaridad que anuncia y da testimonio del amor de Dios para todo hombre y toda mujer. Juntos trataremos de construir la paz, ¡la paz de una mañana de Pascua!>>[3] 



[1] Católicos de rito oriental 

[2] http://www.periodistadigital.com/religion/mundo/2013/04/10/ 
[3]http://www.periodistadigital.com/religion/vida-religiosa/2013/04/30/no-dejamos-de-repetirnos-que-todo-esta-en-manos-de-dios-religion-iglesia-maristas-azules-alepo-siria.shtml

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