miércoles, 25 de septiembre de 2019

AUNQUE QUIERE, LÓPEZ OBRADOR NO SERÁ HUGO CHÁVEZ



López Obrador quisiera ser Hugo Chávez. Afortunadamente para sus conciudadanos, el presidente mexicano no cuenta con los recursos del venezolano 

Por Víctor H. Becerra | septiembre 24, 2019

López Obrador quisiera ser Hugo Chávez, pero no puede. Simplemente no cuenta con el dinero con que el que contó Hugo Chávez, a manos llenas. Tampoco cuenta con una empresa petrolera que sostenga sus proyectos faraónicos o que pueda sostenerlos en un hipotético futuro; más bien al contrario: PEMEX es el lastre colgado en el cuello de su administración. 

Debilidad de las finanzas públicas y un PEMEX convertido en un barril sin fondo y sin remedio, son dos fenómenos paralelos. Así, por ejemplo, por esa astringencia de recursos, el nuevo Proyecto de Egresos del gobierno federal que discute el Congreso, establece el menor nivel de inversión pública en casi un siglo. Y es todavía peor: por cada 100 pesos que el Estado mexicano invertirá en infraestructura durante 2020, 50 pesos serán para PEMEX, tres para salud y dos para educación. 

López Obrador quiere que PEMEX incremente notablemente su producción, pero sin entregarle el dinero que necesita para que ello ocurra, porque sencillamente no lo tiene. La obsesión de López Obrador con PEMEX, en la esperanza de lograr que la empresa financie todos sus proyectos, ha costado hasta hoy niños sin tratamiento para el cáncer y adultos enfermos de SIDA sin medicamentos, mujeres perseguidas y sin refugio, burócratas despedidos sin ninguna prestación, y muchos dramas humanos más. La astringencia presupuestal que el Presidente llama «austeridad» contra la corrupción tiene como uno de sus beneficiaros a una empresa lastrada por lustros, décadas de ineptitud y deshonestidad. 

En su desesperación por salvar a PEMEX (y que la empresa salve a su vez a su gobierno) López Obrador mintió al decir que no endeudaría más al país. Así, hace unos días tuvo que conseguir prestados siete mil quinientos millones de dólares para pagar puntualmente los vencimientos de la deuda de PEMEX en 2019 y 2020. 

López Obrador ciertamente recibió la empresa petrolera más endeudada del mundo y colocó al frente a funcionarios bisoños que en unas cuantas semanas perdieron la confianza de los mercados. De modo que solo le queda endeudarse para pagar intereses, lo cual es inviable en el largo plazo. Refinanciar solo es sostenible en el largo plazo, si esperas generar más dinero del que pides. Si, por el contrario, empiezas a generar menos dinero (como hoy sucede), eventualmente la situación va a ser insostenible, que es exactamente lo que ya está pasando con PEMEX. Así, la petrolera en algún momento va a llevar a López Obrador (y al país) a la quiebra. La única solución entonces será vender activos para cubrir sus obligaciones, reducir su pasivo laboral vía despidos, y aun así, lo más probable es que no le alcance para generar dinero suficiente para cubrir sus crecientes obligaciones. 

Todo esto es lo que actualmente le está pasando a PEMEX: ya no es lo suficientemente rentable para cubrir sus pasivos (el precio del petróleo ha bajado y todo parece indicar que seguirá bajando). Su producción extractiva ha caído sin remedio y esa es su principal fuente de ingresos, mientras que la refinación nunca ha sido un verdadero negocio: en estricta racionalidad económica, le sería más barato comprar toda la gasolina en Estados Unidos. 

Es indudable que, en el pasado lejano y reciente, ha habido una pésima administración en PEMEX y que por eso ha llegado a su situación actual. De otro modo, no estaría tan endeudada a los niveles fabulosos en los que se encuentra. Pero también es innegable que la administración de López Obrador no está ayudando en nada a que salga de su situación actual, sino que parece empecinarse en cavar más hondo bajo sus pies. 

PEMEX simplemente no es sostenible, algo que se ha dicho en todos los tonos y por todos los analistas serios de este país, así que al final vendrá una baja en su calificación crediticia, lo que va a arrastrar a su vez la calificación del país. Al poco tiempo será el riesgo país el degradado, lo que va a tener un impacto en el tipo de cambio y en el consumo interno, pues muchas de las cosas que consumimos son importadas. 

PEMEX hoy es básicamente una máquina beoda que quema miles de millones de dólares. Siendo realista y pragmático, López Obrador debería quebrarla o deshuesarla y venderla por partes. La única manera de evitar esto es retomar las subastas de campos petrolíferos o permitir la inversión con socios, todo a lo que se niega el gobierno mexicano por sinrazones ideológicas (que no parece que cambiará en el futuro cercano). 

Proyectos como la refinería de Dos Bocas van a terminar convirtiéndose en otros barriles sin fondo y van a agravar aún más la situación financiera de PEMEX, todo por la búsqueda del sueño lopezobradorista de autosuficiencia energética, a pesar de que la tendencia a nivel mundial es reducir la dependencia de hidrocarburos y orientarse hacia otras fuentes energéticas. 

El único consuelo, si lo hay, es que López Obrador no tendrá los recursos para convertirse en la versión mexicana de Hugo Chávez. Simplemente no tiene con qué. Y es bueno que así sea: en vista de la terrible situación en la que el chavismo dejó a Venezuela (y el kirchnerismo a Argentina o el sandinismo a Nicaragua) cualquier otra alternativa es el mal menor.


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