CIUDAD DEL VATICANO, 16 de abril de 2013 – La misma tarde de la elección como Papa de Jorge Mario Bergoglio, el cardenal Camillo Ruini declaró al diario declaró al diario "la Repubblica":
"Hay un problema estructural, afrontado ya por el Concilio Vaticano II, pero al que todavía no se le ha encontrado una solución satisfactoria y estable: el de la relación entre el primado del Papa y el colegio de los obispos. Tengo mucha confianza en que Francisco sabrá dar un significativo paso adelante en esta dirección.
"Está también el problema de la relación de la curia con el Papa, y también con los obispos de todo el mundo. Es clara una cosa: la curia no puede ser más que un instrumento al servicio del Papa, no un organismo de alguna manera autónomo y menos que menos un condicionante para el ejercicio del ministerio del sucesor de Pedro y para sus relaciones con el episcopado".
A un mes exacto de ese 13 de marzo, con rapidez fulmínea, el nuevo Papa ha comenzado a poner en acción precisamente las dos innovaciones proyectadas en el acto de su elección, por Ruini y otros cardenales:
"El Santo Padre Francisco, retomando una sugerencia surgida en el transcurso de las congregaciones generales anteriores al cónclave, ha constituido un grupo de cardenales para que lo aconsejen en el gobierno de la Iglesia universal y para estudiar un proyecto de revisión de la Constitución apostólica 'Pastor bonus' sobre la curia romana".
La noticia es de excepcional relevancia, si bien no ha sido dada con un solemne "motu proprio", sino – con la sobriedad de forma que caracteriza al actual pontificado – con un simple "comunicado de la Secretaría de Estado", divulgado el sábado 13 de abril.
También haber llamado simplemente "grupo" a los consejeros purpurados nombrados por él es una "sutileza" típica del papa Bergoglio.
Los ocho cardenales elegidos personalmente por el papa Francisco han sido listados siguiendo rigurosamente el orden alfabético.
Ellos son:
- el italiano Giuseppe Bertello, de 71 años de edad, desde setiembre del 2011 presidente de la gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, luego de una brillante carrera en la diplomacia vaticana que culminó con el nombramiento como nuncio en Italia, querido personalmente por el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone al comienzo de su mandato; [1]
- el chileno Francisco Javier Errázuriz Ossa, quien cumplirá 80 años de edad el próximo mes de setiembre, arzobispo de Santiago desde 1998 hasta el 2010, presidente del CELAM (el Consejo Episcopal Latinoamericano) desde el 2003 hasta julio del 2007, y en esta última función también presidente de su V Asamblea General celebrada en Aparecida en mayo del 2007, donde el entonces cardenal Bergoglio coordinó el grupo de trabajo que redactó el documento final;
- el indio Oswald Gracias, de 69 años de edad, desde el año 2006 arzobispo de Mumbai/Bombay, desde el año 2010 presidente de la CBCI – la Conferencia Episcopal que agrupa a los obispos indios de los tres ritos – y desde el año 2011 presidente de la FABC, la Federación de las Conferencias de los Obispos de Asia, y también miembro electo, en el año 2012, de la Secretaría general en el Sínodo de los Obispos;
- el alemán Reinhard Marx, de 60 años de edad, desde el año 2007 arzobispo de Munich-Freising y desde el año 2012 presidente de la Comisión de los Obispos de la Comunidad Europea, ingresado en las crónicas luego del cónclave por haber estigmatizado las “adulaciones cortesanas” presentes en algunas prácticas de la curia romana;
- el congolés Laurent Monsengwo Pasinya, de 74 años de edad, desde el año 2007 arzobispo de Kinshasa (en la República Democrática del Congo); también él elegido como miembro de la Secretaría general del Sínodo celebrado en el año 2012;
- el estadounidense Sean Patrick O’Malley, de 69 años de edad, capuchino, desde el año 2003 arzobispo de Boston, conocido por el estilo de vida austero y por haber reanimado los destinos de una diócesis devastada por el escándalo de los abusos sexuales;
- el australiano George Pell, de 72 años de edad, desde el año 2001 arzobispo de Sydney, otro miembro electo de la Secretaría general del Sínodo celebrado en el año 2012;
- el hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, de 71 años de edad, salesiano, desde el año 1993 arzobispo de Tegucigalpa, desde el año 1995 al año 1999 presidente del CELAM y desde el año 2007 presidente de Caritas Internationalis (en sus presentaciones ha tenido algunos conflictos con la curia romana).
A éste último le ha sido confiada la "función de coordinador".
Mientras que cumpliendo "con la función de secretario" el grupo de los ocho cardenales será co-ayudado por monseñor Marcello Semeraro, de 66 años de edad, desde el año 2004 obispo de Albano y desde el año 2007 presidente del Consejo de Administración del diario "Avvenire", cuya propiedad le pertenece a la Conferencia Episcopal Italiana.
"La primera reunión colectiva del grupo – concluye la breve nota vaticana del 13 de abril – ha sido fijada para los días 1-3 de octubre del 2013. Pero Su Santidad está desde ahora en contacto con los mencionados cardenales".
Quiere decir que la primera reunión formal se celebrará dentro de algunos meses, pero el “grupo” ya está operativo.
Todos los cardenales elegidos son obviamente bien conocidos y estimados por el papa Francisco. Pero en modo particular lo son tres que tienen un prestigio especial.
El único de los ocho que reside en Roma, Bertello, ha compartido con el actual pontífice una estrecha relación con el difunto arzobispo Ubaldo Calabresi, quien fuera nuncio en Argentina (bajo cuyo mandato Bergoglio llegó a obispo), luego de haberlo tenido como jefe de misión en las representaciones pontificias de Sudán y Venezuela al comienzo de su propia carrera diplomática.
El “coordinador” del grupo, Rodríguez Maradiaga, ha sido uno de los primeros en ser invitado a un almuerzo íntimo por el recién elegido Papa.
My fuerte es también la estima del pontífice por el "secretario" del grupo, Semeraro, una estima que nació en el Sínodo general del año 2001, en el que el entonces cardenal Bergoglio fue relator general adjunto y Semeraro, en esa época obispo de Oria, fue secretario especial.
Con la sola excepción del australiano Pell, considerado el más conservador, todos los otros cardenales se inscriben en el campo moderado o progresista del Colegio Cardenalicio.
De los ocho, el mismo Pell, Rodríguez Maradiaga y Errázuriz Ossa fueron creados cardenales por Juan Pablo II, los otros cinco por Benedicto XVI.
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El "grupo" constituido por el papa Francisco tiene que llevar a cabo dos tareas. La segunda es estudiar una reforma de la curia romana. Pero la primera es mucho más amplia y nueva: es “aconsejar” al Papa respecto “al gobierno de la Iglesia universal". Se trata de un mandato que no parece tener precedentes en la historia.
En los años pasados, como también en el curso del último pre-cónclave, hubo quien había auspiciado la creación de un "consejo de la corona" que acompañara al Papa, al lado de la curia y del Sínodo.
En una entrevista publicada en "30 Giorni", en el año 2007, el cardenal belga Godfried Danneels, quien participó como elector en los últimos dos cónclaves, dijo estar "convencido que reunir cada tanto alrededor del Papa a un pequeño consejo de personalidades de la Iglesia, provenientes de diversos países, cuyos miembros pudieran inclusive variar cada dos o tres años, sería para él una ayuda, para tener la certeza de poder advertir la temperatura de la Iglesia".
Y agregó:
"La curia no puede sentir y registrar esa temperatura, no es su tarea. Es cierto que ya están el Sínodo de los Obispos y el Colegio Cardenalicio. Pero lo que llamo el ‘consejo de la corona’ podría ser un instrumento más elástico, discreto y contingente, que ciertamente no está por encima del Papa, sino que es solamente un órgano de ayuda a su servicio".
Ahora, la innovación lanzada por el papa Francisco parece retomar al menos en parte esta idea de un "consejo de la corona", aunque – y no hay que sorprenderse – con una denominación decididamente menos regia.
Dicho esto, será necesario ver como se articulará la actividad de este nuevo “grupo” de aconsejar cuáles serán sus relaciones efectivas con la curia y cuál será el impacto concreto en el gobierno de la Iglesia universal.
De todos modos, parece claro que la iniciativa emprendida por el papa Bergoglio no tiene nada de democratista. Es verdad que los ocho consejeros son en su mayor parte también titulares de cargos electivos en las Conferencias Episcopales nacionales y continentales o en el Sínodo, pero no ha sido éste el principal criterio de elección. Mucho más ha contado la relación personal con el Papa. También su poder será puramente consultivo, porque en definitiva será el Papa quien tome las decisiones.
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La segunda tarea confiada al "grupo" de los ocho cardenales – no nueva pero también siempre relevante – es la de "estudiar un proyecto de revisión" de la Constitución apostólica Pastor bonus, con la que Juan Pablo II reformó en 1988 la estructura de la curia romana, a la luz del nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1984.
Lo que se perfila, entonces, es la cuarta intervención orgánica de reforma de la curia romana, nacida ésta, en el sentido moderno del término, en 1588 con la Constitución Immensa aeterni Dei, de Sixto V.
Es la cuarta intervención luego de:
- la Sapienti consilio, de san Pío X, promulgada en el año 1908, que sirvió para adecuar las estructuras de la curia, al desaparecer el Estado Pontificio y ser intervenida en el año 1870;
- la Regimini ecclesiae universae, promulgada por Pablo VI en 1976, con la intención de adecuar la curia a todo lo que había sido establecido por el Concilio Vaticano II, institucionalizando el rol predominante de la Secretaría de Estado sobre los otros dicasterios;
- la Pastor bonus, del año 1988, que más allá de algunas actualizaciones estructurales confirmó el rol guía de la Secretaría de Estado en el gobierno de la curia.
La reforma de san Pío X, quien fue elevado al papado en el año 1903, fue realizada en un año, entre los años 1907 y 1908.
La de Pablo VI, anunciada por el papa Giovanni Battista Montini inmediatamente después de su elección en 1963, necesitó cuatro años de intenso trabajo de una expresa comisión cardenalicia formada por tres purpurados.
Una análoga comisión cardenalicia instituida por el papa Karol Wojtyla en el año 1985, presidida por el cardenal Sebastiano Baggio, empleó en definitiva tres años para arribar a la Pastor bonus.
De los ocho purpurados elegidos por el papa Francisco, sólo uno ocupa un cargo en Roma. Es Bertello, pero que cubre el rol formalmente no curial de presidente del gobernatorio del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Y sólo otro ha trabajado anteriormente en la curia: Errázuriz Ossa, quien fue secretario de la Congregación para los religiosos en el quinquenio 1991-1996.
Mientras que solamente dos – Bertello y Gracias – han conseguido títulos de estudio en Derecho canónico, aunque no pueden ser considerados verdadera y precisamente canonistas.
Lo que se perfila, entonces, es un equipo de reformadores de la curia romana preferentemente externos a la curia misma y sin específicas competencias jurídicas. Tal elección no parece casual, sino querida por el pontífice.
Si bien resulta claro que es prematuro identificar cuáles serán los contenidos de las reformas de la curia romana, se puede de todos modos imaginar que serán afrontados al menos tres capítulos:
- la significativa reducción de los dicasterios curiales;
- un rol menos sofocante de la curia romana respecto a las Iglesias locales;
- el retorno a una mayor colegialidad interna en la curia.
Respecto a este último punto, se nota que el papa Bergoglio ya ha vuelto a recibir en audiencias fijadas por lista a todos los jefes de dicasterios.
Fue Juan XXIII quien hizo caer en desuso esta práctica, confiando de hecho a la Secretaría de Estado el rol de filtro entre los dicasterios y el Papa.
Últimamente sólo los prefectos de la Congregación de la Doctrina de la Fe y de la Congregación de los Obispos fueron recibidos en audiencia a ritmo semanal, y a ritmos más espaciados los prefectos de "Propaganda Fide" y de las Iglesias orientales.
Pero además de esto podrá haber otras novedades, porque en este campo – como ya se ha entendido – el papa Francisco no dejará de sorprender.
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