Por Juan Santana Corte*
En los 10 años que he vivido en los Países Bajos (y otros tantos en Inglaterra) he presenciado una serie de acontecimientos que me han dejado una clara impresión de lo que afecta a la sociedad europea en general en diversos aspectos, pero sobre todo en lo social y religioso y en particular en el caso de los Países Bajos.
Dicen que los Holandeses o creen todo o no creen en nada. Pareciera que así es. En este país la gran mayoría de los fieles católicos han dejado a un lado sus creencias y su herencia e identidad religiosa, la cual históricamente ha sido parte de su identidad cultural y nacional. Con una asistencia a las iglesias menor a los 200,000 fieles cada domingo en un país de casi 17 millones de habitantes, la iglesia esta desanimada y aletargada, y aun peor, resignada a aceptar esta situación sin hacer un esfuerzo por cambiar el rumbo. La gran mayoría de los “fieles” que aun participan en la misa dominical están más preocupados por los derechos de los homosexuales, discutir sobre temas de política, el relativismo y la obsesión por el multiculturalismo, etc., que en enseñar el catecismo a los niños, visitar a los enfermos o de vez en cuando llevar algo a los presos.
Es triste ver como después de la primera comunión los niños no vuelven a presentarse en la iglesia excepto quizás cuando muere algún abuelo o en la misa de Navidad. A nadie parece preocuparle esta situación, existe una resignación e indiferencia que más que preocupante es decepcionante. Solo en un caso, en lo que es conocido en holandés como el “Bibelgordel” o cinturón de la Biblia, principalmente compuesto por Iglesias Protestantes es en donde aún puede verse una asistencia relativamente numerosa de familias completas a sus servicios religiosos. Se trata de familias muy comprometidas con sus creencias y tradiciones, lo cual es digno de alabanza y estudio. De alguna manera esta zona de los Países Bajos han querido conservar su identidad y pasarla a las nuevas generaciones.
La falta de sacerdotes es un problema que parece no preocupar a nadie, frecuentemente los domingos solo se hacen las lecturas, se entonan algunos himnos y salmos y se reparte la comunión previamente consagrada por alguno de los sacerdotes que aún quedan en la parroquia. Indiferencia es el principal problema.
Después de la muerte de uno de los sacerdotes de nuestro pueblo se me ocurrió ponerme en contacto con un seminario en la India donde se forman jóvenes sacerdotes ansiosos de salir al mundo a cubrir los puestos de los sacerdotes que han fallecido o de nuevas parroquias. El rector del seminario me hizo saber que lo único que necesitaba para que enviaran uno de esos jóvenes sacerdotes a nuestra parroquia era una carta del obispo solicitándole un sacerdote recién ordenado.
Con mucho gusto comente estas “buenas noticias” a una de las personas responsables del grupo local de nuestra iglesia, sin mucho discutirlo me lleve una decepcionante respuesta. En alguna ocasión trajeron a un sacerdote polaco que al parecer no se adaptó al país, y eso los hizo desistir al parecer para siempre, de invitar a otros sacerdotes extranjeros a venir a encargarse de esta parroquia. Esto es un problema muy serio que pocos feligreses quieren resolver o aunque sea discutirlo al obispo. De hecho en estos países no es el obispo quien designa un sacerdote para una parroquia en particular, sino un consejo de feligreses, y en muchas ocasiones el obispo tiene que hacer un muy duro trabajo para que el sacerdote candidato a ocupar el puesto sea aceptado por este consejo.
En contraste con este sistema de los Países Bajos me encontré con un muy activo grupo en Lovaina, Bélgica, donde constantemente acudo a las misas de los jueves, celebradas en casi todas las veces por sacerdotes del Congo, de la India, de EUA y algunos Belgas. No es raro que esto suceda en Lovaina puesto que esta ciudad tiene una facultad de Teología muy activa y respetada en todo el mundo y que pertenece a la “Katholieke Universiteit Leuven” o KUE por sus siglas en Holandés. Aquí llegan muchos jóvenes sacerdotes y novicios de todo el mundo a estudiar por uno o varios años y al mismo tiempo participan como capellanes o párrocos de alguna de las tantas iglesias de esta ciudad. Al menos en este aspecto la iglesia en Bélgica es un poco más activa, aunque la asistencia dominical a la Santa Misa solo llega al 5% de la población. Con este resumen sobre el estado de la Iglesia Católica en mi entorno quisiera hacer mención de otros gravísimos problemas que están acabando por destruir a la sociedad europea y al creyente común y corriente, al menos en el oeste del continente, y son: el temor a lo políticamente incorrecto, la pérdida del orgullo en nuestros avances sociales y culturales gracias a nuestra herencia judeo-cristiana, el relativismo cultural, la “islamofilia” (que es quizás el mayor problema en Europa), las leyes sobre el “hate speech” y finalmente un sentimiento de culpa por errores del pasado (colonialismo, guerras, esclavitud, las cruzadas) y que continuamente se mencionan en diversos foros y por desgracia hasta en los sermones en las iglesias, sin recordar que esos “errores” ya fueron pagados por Nuestro Señor Jesucristo y no tenemos por qué sentirnos culpables de los errores de nuestros antepasados, y mucho menos hacer caridad con la intención de sentir que con eso se reduce un poco ese sentimiento de culpa.
Frecuentemente las familias católicas tienen que afrontar uno o varios de estos problemas en su vida diaria, tanto los adultos como los jóvenes. Es a los jóvenes a quienes es necesario educar en la Fe y en el correcto entendimiento de nuestra religión para que en el futuro puedan ellos corregir el rumbo o al menos oponerse a nuestro legítimo derecho a preservar nuestra identidad religiosa y cultural. “Poner la otra mejilla” no es aceptar todas y cuantas ofensas o calumnias vengan de grupos como los de la comunidad LGBT, grupos musulmanes, etc. La reciente visita de Su Santidad a Armenia y la mención específica sobre el genocidio Armenio, son muestras que deben animar a la sociedad a hablar con la verdad y sin necesidad de temer las represalias que gobiernos o grupos que pudieran tomar en contra de los fieles.
Por ultimo la crisis de los refugiados y los ataques terroristas en Francia, Bélgica, Alemania, Inglaterra, son un problema constante y extremadamente preocupante por la falta de medidas efectivas, serias y contundentes para tratar esta crisis, los polacos y los húngaros lo tienen claro, no van a comprometer su herencia cristiana a pesar de las amenazas de la Unión Europea. ¿Cómo explicar a nuestros hijos que “debemos” vivir con esta amenaza terrorista islámica en nuestra vida diaria? ¿Nos resignamos a vivir con miedo a expresar y preservar nuestra religión? ¿Les hablamos con la verdad sobre otras religiones y tendencias sociales o los hacemos valientes y fuertes en su herencia religiosa para que afronten esta situación? Aquí es donde se está decidiendo el futuro de Europa.