Nemesio Rodríguez Lois*
Con motivo de que el 5 de febrero se cumple un siglo de que fuera promulgada la Constitución General de la República que actualmente nos rige, prudente será proporcionar una serie de datos de gran interés.
Todo empezó cuando Venustiano Carranza se levantó en armas contra Victoriano Huerta, autor intelectual de los asesinatos del presidente Francisco I. Madero y de su vicepresidente José María Pino Suárez.
Carranza se enfrenta a Huerta diciendo que va a mantener la Constitución de 1857, razón por la cual su ejército será conocido como Ejército Constitucionalista; más tarde, en vista de la anarquía existente, convoca un Congreso Constituyente para reformar la citada Constitución lo cual, de hecho, equivalía a promulgar una nueva Carta Magna.
En el momento de firmar la convocatoria, Carranza excluye a villistas, zapatistas y cualesquiera grupos que se le habían opuesto, lo cual significa que la nueva Ley Fundamental habrá de ser obra exclusiva de una facción.
Al proceder de modo tan arbitrario, don Venustiano despreciaba una serie de principios elementales propios de la Ciencia Política. Veamos:
PRIMERO: Cuando se proclama un movimiento revolucionario, sus jefes deberán consignar libremente en su Plan los principios que consideren como más convenientes para obtener el apoyo popular.
Carranza se levanta contra Huerta, no contra la Constitución del 57, motivo por el cual para nada mencionaba la palabra “revolución”; por lo tanto no emitió un Plan en el que se pedía una Carta Magna.
Esto hizo que su movimiento fuese una de tantas rebeliones como las de Villa, Zapata o Pascual Orozco.
SEGUNDO: Una vez que los principios expuestos en el Plan revolucionario han sido aceptados por el pueblo que se lanzó a la lucha, el caudillo no tendrá derecho a modificarlos pues si lo hiciera estaría faltando a la voluntad popular.
¿Cuándo manifestó Carranza sus intenciones de promulgar una nueva Constitución? ¿Cuándo sometió los principios revolucionarios a la aprobación popular?
TERCERO: El jefe de la revolución triunfante no deberá entregar el poder al pueblo mientras no exista un código llamado Constitución Política pues si lo hiciera hundiría al país en la anarquía.
Esto sí que lo cumplió don Venustiano ya que en todo momento se aferró al poder con uñas y dientes.
CUARTO: El jefe de la revolución está obligado a convocar a un congreso constituyente cuyo deber consistirá en redactar la Constitución Política.
Esto también lo cumplió Carranza con la objeción de que los diputados constituyentes eran incondicionales suyos. Jamás le dio representación a otras corrientes políticas o grupos armados.
Y mucho menos permitió que como constituyentes intervinieran elementos católicos, a pesar de que, en aquella época, más del 95 por ciento de la población mexicana profesaba el catolicismo.
Nada de esto hizo Carranza. Continuó aferrado al poder y no lo soltó hasta que una rebelión encabezada por Alvaro Obregón y Adolfo de la Huerta lo arrojó de la Presidencia.
La Constitución aprobada en Querétaro jamás se sometió a un referéndum popular y ello fue debido a que Carranza sabía muy bien lo que se traía entre manos y que explicó a las mil maravillas el diputado constituyente Paulino Machorro Narváez: “La revolución actual todavía no es popular en México; la mayoría del pueblo mexicano está todavía en contra de ella”
No nos cabe la menor duda de que, si en el momento de ser redactada, Carranza hubiera sometido la Carta Magna a una consulta popular, el pueblo, abrumadoramente católico, la habría rechazado debido a que contenía artículos hostiles a la Iglesia Católica.
Carranza prefirió no correr riesgos optando por el camino de que, poco a poco, se fuera implantando el nuevo sistema jurídico.
De este modo, con gravísimas faltas de legitimidad e incluso de apego a las normas más elementales de la Ciencia Política, fue promulgada la Constitución que, en este 2017, cumple un siglo de vida.
* Historiador y escritor