jueves, 31 de enero de 2013

LA LETRA CURSIVA





por Guillermo Jaim Etcheverry *

¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se enseña en las escuelas. 

En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros. 

Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar. 

En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras. 

Por su parte, el escribir en letra de imprenta implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración. 

Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros. 

Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable. Los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo. 

Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere. 

En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. 

Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. 

La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. 

Por poco tiempo...



* Guillermo Jaim Etcheverry (Buenos Aires, 31 de diciembre de 1942) es un médico, científico y académico argentino que fue rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA) entre 2002 y 2006. 


Es miembro de número de la Academia Nacional de Educación y de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación así como también miembro correspondiente de la Academia de Medicina de Córdoba.




Una propuesta para evitar su desuso: 


La popularización de las computadoras y del Internet, se ha convertido en un reto para los educadores, y en una gran ayuda para los educandos, que frecuentemente utilizan estas herramientas para hacer sus trabajos con el menor esfuerzo, ...y mínimo aprendizaje.

Un trabajo de investigación, que anteriormente tomaba bastante tiempo e implicaba una lectura, análisis y síntesis, actualmente se puede hacer en minutos, recurriendo al buscador y seleccionado alguna de las miles de opciones que nos ofrece dicha herramienta. Al educando le bastará con utilizar las funciones de “cut and paste” (frecuentemente sin leer lo que está copiando), de lo que se sigue un aprovechamiento nulo, a pesar del trabajo realizado. 

La solución a este problema la han encontrado los educadores, solicitándole al educando que en vez de presentar el trabajo, magníficamente impreso, lo escriba a mano en su cuaderno o en hojas sueltas, con lo que el educando, –ahora si- se ve forzado a leer y comprender lo que está escribiendo. 

El siguiente paso sería pedirle al educando que no use letra impresa, sino precisamente letra manuscrita ¿No creen?

Guillermo Jaim no lo menciona, pero los ejercicios de caligrafía previos al uso de la letra manuscrita, no solo sirven para hacer "bonita letra", son básicos para soltar la mano y desarrollar en el cerebro la habilidad del dibujo artístico.




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