sábado, 16 de mayo de 2020

EL CISMA DE ORIENTE ENTRE LAS IGLESIAS CATÓLICA Y ORTODOXA IV





IX. LOS AÑOS DEL VERDADERO CISMA (1054 A 1204) 


Los acontecimientos de junio-julio de 1054 no modifican para nada el statu quo de las relaciones entre las Iglesias. 

Los siguientes 150 años son de los más turbulento para la Iglesia de Roma, años de reforma, que desemboca en luchas políticas y militares entre papas y emperadores: <<la guerra de las investiduras>>, se tiene que luchar contra los antipapas apoyados por los emperadores; pero también se tiene que convocar a las cruzadas, irónicamente favoreciendo la petición de Bizancio, se lucha contra los normandos y después hay que solicitar su ayuda contra el emperador alemán. “Entre 1058 y 1180 hay antipapas durante 85 años de ese periodo; y los papas legítimos no duran mucho y se suceden a un ritmo acelerado. Entre 1054 y 1099 hay ocho papas y tres antipapas. Las fechas importantes son 1059, cuando el Concilio de Letrán prohíbe la investidura por los laicos; 1073-1085, años del pontificado de Gregorio VII…”[1], 1075 año de la proclamación del dictatus papae. 

La geopolítica: Bizancio entre normandos y turcos, Roma entre normandos y alemanes 


En estos años los emperadores griegos enfrentan una nueva amenaza, mucho más grave que la árabe: la de los turcos. “Para ellos, mucho más importante que el anatema recíproco de dos prelados (1054) es la derrota sufrida por sus ejércitos en Mantzikiert (1071), en el corazón de Asia Menor; mucho más grave también, el frente abierto en occidente por otros recién llegados, muy beligerantes también: los normandos, esos invasores vikingos apenas cristianizados al modo latino. Para desarmar al normando cristiano que opera en Italia, en las provincias bizantinas, el basileus desea contar con la influencia a su favor del Papa; pero este obispo de Roma, en su larga lucha con el emperador alemán, se apoya en el normando […] La cuestión normanda aleja a Constantinopla y Roma, pero la amenaza turca las acerca […] En 1073, el basileus anterior le había prometido a Gregorio VII realizar la unión de las iglesias si occidente le ayudaba contra los turcos, pero las exigencias dogmáticas de un Papa que exigía no sólo el reconocimiento de su primado, sino la aceptación de su doctrina en todos y cada uno de los puntos controvertidos suspendieron las negociaciones”.[2] Golpes palaciegos llevan a Alexis Comneno (1081-1118) al poder, justo en los momentos de lucha entre Gregorio VII y el emperador alemán Enrique IV, y la invasión a la bizantina Epira en los Balcanes por el jefe normando Robert Guiscard. El Papa necesitado de la alianza normanda contra el alemán excomulga al bizantino Alexis; quién en represalia cierra las iglesias latinas de Constantinopla, menos la de Venecia su aliado en la guerra normanda; además entra en contacto con Enrique IV. En 1084 Enrique IV toma Roma, hace consagrar al antipapa y sitia a Gregorio en su castillo, siendo liberado por los normandos, quienes para su desgracia saquean Roma. En 1085 muere Gregorio VII. 

Lo sigue Urbano II (1088-1099) quién es más diplomático y comprende que se ha manejado mal el asunto oriental y que corresponde a Roma buscar la reconciliación; por lo que manda una delegación que levanta la excomunión y pide la reapertura de las iglesias latinas en el Imperio, así como la libertad de usar pan ázimo. Alexis acepta inmediatamente y convoca a un sínodo y propone la reunión entre latinos y griegos para tratar los asuntos pendientes. “Se podría decir que cualquier tipo de cisma que pudo haber existido estaba cerrado. A lo largo de la década siguiente reinó una atmósfera de paz y amistad”.[3]

La primera cruzada y el cisma con Antioquia 



Más que el rescate de Jerusalén de las manos del Islam, el ideal que origina las cruzadas es el deseo de unión de las iglesias griega y latina y la protección de los cristianos (ortodoxos) en Antioquia, Alejandría y Palestina. El primero que concibe encabezar un ejército de 50,000 hombres para ir a lucha al lado del emperador Alexis es Gregorio VII, cuando su guerra con Enrique IV frustra la empresa. 

En 1095 una embajada de Alexis pide apoyo político-militar a Urbano II, quién retoma la empresa y la predica como una empresa espiritual. Antes de que termine el año, el Papa, desde el Concilio de Clermont-Ferrand, lanza un llamado vibrante que determina la primera cruzada: habla más de salvar a los hermanos orientales que de liberar Jerusalén y el Santo Sepulcro. “Probablemente la idea es adquirida en la Reconquista que está en curso en España. Es de notar que los bizantinos cristianos, en contacto permanente con el Islam desde el primer día, no han conocido nada semejante y por lo mismo, no entienden ese fenómeno occidental que les trae de repente decenas, cuando no cientos de miles de latinos armados, que complican las relaciones con los árabes y la situación de los cristianos que se encuentran bajo dominio islámico […] De hecho, las cruzadas, desde la primera hasta la última, no funcionan según las esperanzas pontificales. Para empezar los papas no han logrado encabezar ninguna expedición y el asunto queda en manos de los barones, reyes y emperadores”.[4]

Entre el emperador Alexis y los cruzados hay distintos fines estratégicos y tácticos, ya que al emperador le interesa una alianza contra el turco que amenaza destruir Bizancio, no contra el árabe relativamente tolerante; pero los cruzados cuentan con apoyo militar para ir a Jerusalén a liberar a los cristianos del yugo musulmán, no importando que sea turco o árabe. 

A Alexis los cruzados le serían muy útiles como mercenarios, obedientes y controlados, mientras que los cruzados como barones feudales, que son pueden rendir un homenaje al basileus por las provincias antiguamente bizantinas que liberan, pero de ninguna manera se consideran sus mercenarios. “De hecho transforman dichas provincias en feudos al estilo europeo, lo que no es aceptable para Alexis y sus sucesores”.[5]

Nuevamente se entrecruza la geopolítica y sus actores: el normando Bohemondo, quién había participado junto a su padre Robert Guiscard, en las campañas contra los bizantinos en Italia y los Balcanes, ofrece a Alexis mandar un ejército unido greco-latino, cosa que el basileus no puede aceptar, lo que ofende al normando. Así después de tomar Nicea para los bizantinos, toman Edesa, luego Antioquia y el 15 de julio de 1099 Jerusalén. “Victoriosos prácticamente sin ayuda militar bizantina, los latinos organizan su conquista sin tomar en cuenta al emperador. Nombran a Godofredo para reinar sobre Jerusalén, luego su hermano Balduino, quien toma el título de rey, se adueña de Palestina y Siria, que organiza como una monarquía feudal occidental. Bohemondo se niega a devolver a Alexis, como se lo había prometido, la ciudad de Antioquia y su territorio, que organiza como principado suyo: Tampoco se devuelve edesa a Bizancio: Para colmo se organiza una jerarquía eclesiástica sobre el modelo romano: dos patriarcados latinos, uno en Jerusalén, otro en Antioquia, lo que es una ofensa para los patriarcas orientales, cuya antigüedad es de mil años. 

Tal error no puede considerarse como accidental, aunque si interviene en él la muerte inesperada del legado pontificio Adhemar, quien había seguido al pie de la letra las instrucciones de Urbano II para trabajar en armonía con las iglesias orientales”.[6] Poco después muere Urbano II. 

“Se puede decir que el cisma está realizado en Antioquia, a principios del siglo XII; según los vaivenes políticos y militares, manda un patriarca latino o uno griego, el que obliga al clero griego o latino a una sumisión sólo aparente […] Cuando en el siglo XIII, el papado intenta resolver el problema tolerando dos jerarquías paralelas a condición de que el patriarca griego reconozca el primado de Roma, es demasiado tarde y los días del Oriente latino son contados”[7]

En Constantinopla, el odio se acentúa y en 1182, poco después de la muerte de Manuel Conmeno, se da una matanza colectiva de latinos, entre ellos el legado del Papa, a lo que responden los normandos cuando conquistan Salónica en 1185. Hay que mencionar que a los tres primeros emperadores Conmeno los había manejado hábilmente para evitar enfrentamientos violentos. “El motín de 1182 y la hostilidad ulteriormente persistente contra los latinos y el latinismo juegan contra la unión y favorecen el viejo proyecto de algunos príncipes occidentales: la toma de Constantinopla. En 1190, el emperador alemán Federico Barbarroja está a punto de hacerlo cuando le niegan el paso para su cruzada. Su hijo Enrique VI lo piensa seriamente cuando se casa con la hija del último rey normando y se vuelve rey de Sicilia”.[8]

La geopolítica y la cuarta cruzada 



El basileus Isaac Angelos se empeña en mantener la comunicación con Roma y concede una indemnización a los sobrevivientes de la persecución de 1182, sin embargo es depuesto en 1195, por su hermano Alexis que lo manda cegar y lo pone en prisión junto con su hijo. 

En 1198, el ahora Alexis III propone al Papa Inocencio III una alianza contra el emperador alemán; a lo que el Papa pone como condición que el basileus proclame la unión religiosa y mande una flota para apoyar a los latinos de Palestina. En 1201, el sobrino del basileus, el joven Alexis, hijo de Isaac el Ciego, se fuga de la cárcel y se presenta al Papa, ofreciendo la unión de las Iglesias si lo ayuda a recuperar el trono. Inocencio III prudentemente rechaza la oferta que si retoma el emperador alemán Felipe, para más cuñado del prófugo. 

“El emperador proyecta una expedición bajo el mando de Bonifacio de Montferrat, empresa condenada por el Papa en repetidas ocasiones. Bonifacio es temible; emparentado con las casas reales de Francia y Alemania, es un veterano de Oriente en donde su padre Conrado ha muerto y sus hermanos han peleado a su lado. Es amigo íntimo del enemigo del Papa, el emperador Felipe. Para colmo, Venecia, gran potencia comercial, financiera y marítima, demasiado interesada en los asuntos bizantinos, se mete en la empresa”.[9]

La cuarta cruzada (1202-1204) encabezada por los barones franceses se inicia con la toma de la ciudad rebelde de Zara en los Balcanes, -ciudad cristiana recién anexada por el rey de Hungría-, condición impuesta por lo venecianos para transportar a los ejércitos que no tienen con que pagar. “El Papa horrorizado, excomulga a los partícipes de una cruzada cuya primera operación militar es la toma y saqueo de una ciudad cristiana. No tarda en perdonar a los franceses, pero mantiene la excomunión contra los venecianos. Es cuando se cruza –ironía involuntaria de las palabras- el proyecto bizantino-alemán de restablecer en el trono a Isaac el Ciego. Bonifacio había hablado con el Dogo de Venecia, el viejo Andrea Dandolo, enemigo mortal de los bizantinos desde que había perdido la vista en el progrom de 1182. Entre los dos, logran convencer a los otros barones de que la cruzada se costeará y facilitará con un paseo por Constantinopla, justo el tiempo necesario para restablecer en su trono a un soberano legítimo. Eso financiaría la cruzada y la fortalecería con un gran ejército griego.



Prudentes, no consultan al Papa y zarpan en abril 1203 desde Zara para tomar Constantinopla por asalto el 24 de junio, con relativa facilidad. Isaac y su hijo co-basileus bajo el nombre de Alexis IV, se ganan la inquina de todos, de los latinos porque lo prometido es imposible de cumplir, de los griegos porque no soportan un poder sostenido por los latinos. El 25 de enero de 1204, un motín popular, apoyado por un clero que no acepta la romanización por venir triunfa. Sube al trono el líder del motín Alexis Murzuflos. Los latinos se radicalizan y deciden acabar con el Imperio bizantino de una vez para instalar uno latino. Preparan el reparto detallado del poder y de los bienes; seis latinos y seis venecianos deben elegir al emperador, si escogen un príncipe latino el patriarca tiene que ser veneciano. El convenio, debidamente firmado, termina con las palabras: <<por el honor de Dios, del Papa y del Imperio>>. El Papa no fue consultado. 

La segunda batalla por la ciudad empieza el 6 de abril y concluye el día 12. Al día siguiente Dandolo y los jefes latinos se instalan en el gran palacio imperial y conceden a sus soldados tres días de saqueo”.[10]

El papa Inocencio II reacciona con coraje y consternación, condenando con energía la violencia, el robo, el sacrilegio; sin embargo los ortodoxos no registran lo dicho y sus descendientes no recuerdan la carta. 

El cisma con los patriarcados de Antioquía y Jerusalén, se da por la persistencia de Roma de mantener patriarcas latinos; en el caso de Alejandría, ahora bajo el dominio musulmán, no sufre de esta imposición, pero también ha perdido la comunión con Roma. 


XII INTENTOS POSTERIORES DE REUNIFICACIÓN (1206 A 1453) 

El mayor desmentido a quienes ubican el Cisma de oriente en 1054 a causa de las excomuniones recíprocas, o en 1204 debido a la toma de Constantinopla por los cruzados; es el hecho de que entre 1054 y 1453, el año de la caída de Constantinopla haya habido unos treinta intentos de acercamiento entre las dos Iglesias. 

En 1261 Miguel Paleólogo retoma la ciudad y funda la última dinastía bizantina en un entorno sumamente amenazante: al norte por búlgaros y serbios, al este por los turcos, al poniente por los latinos y por otra parte Bizancio depende cada día más de sus odiados enemigos, las ciudades-Estado italianas: Venecia y Génova. 

El Estado es pobre y la iglesia cada vez más poderosa, el cesaropapismo ha sido sustituido por una <<teocracia popular>>. “Si el patriarca no manda siempre, los monjes pueden lanzar el pueblo a la calle, tanto contra el emperador como contra el jerarca. El patriarca Atanasios obliga al basileus Andrónico II a decretar: <<Declaro que quiero no sólo mantener la Iglesia enteramente libre, sino ser con ella tan obediente como un esclavo, y someterme a ella en todo lo que es legal y conforme a la voluntad de Dios>>.[11]

La debilidad de Bizancio y la superioridad de sus enemigos llevan a los emperadores al esquema ya estudiado de solicitar ayuda militar a Occidente a cambio de la unión de las Iglesias, situación que no es aceptada por los patriarcas de Constantinopla; así se convoca a los Concilios de Lyón en 1276 y de Ferrara-Florencia en 1439 

El Concilio de Ferrara-Florencia 





El basileus Manuel II que en su largo reinado se ve obligado a enfrentar a los turcos una y otra vez, después de sitio de 1422 a Constantinopla por parte del Sultán Murad da en su lecho de muerte a su hijo Juan VII una proféticas recomendaciones: 

“No nos queda, le dijo en resumen, más recursos contra los turcos que su temor frente a nuestra reunión con los latinos. Tan pronto como te encuentres apresurado por los infieles, hazles ver ese peligro. Propón un concilio, empieza las negociaciones, pero prolóngalas siempre; elude la convocación de esta asamblea que no te podría ser de ninguna utilidad. La vanidad de los latinos y la terquedad de los griegos no concordarán nunca. Al querer realizar la reunión, no harías sino confirmar el cisma y exponernos sin recurso a la merced de los bárbaros”.[12]

Juan VIII negocia con el Papa Eugenio IV la unión a cambio de una nueva cruzada contra la cada vez mayor amenaza turca. No obstante no todo es política, ya que existe un movimiento unionista que va desde los <<fundamentalistas>> del Monte Atos hasta Bizancio y que piden al Papa el concilio esperado desde hacía 100 años. Después de 7 años de esfuerzos el concilio se inicia en la ciudad de Ferrara el 8 de enero de 1438, pero un brote de peste obliga a cambiar de ciudad y el concilio se traslada a Florencia. A él concurren 150 obispos occidentales y un número mayor de obispos orientales, además de la crema y nata de intelectualidad y el clero bizantino que ascendían a 700 personas. 

El Concilio se da en un polémica positiva y resuelve muchos problemas. El Patriarca José II de Constantinopla, muy escéptico en un principio, se transforma en partidario sincero de la unión. Las largas y animadas discusiones teológicas que no se habían dado en tales condiciones de libertad y frente a un público tan grande convierten a muchos a la causa unionista. Al discutir el tema del <<Filioque>> y del purgatorio se convencen de la ortodoxia de la posición latina. 

Las discusiones duran 6 meses, hasta que el 6 de julio de 1439, el edicto de unión queda firmado por el Metropólita de Nicea y portavoz de los griegos Bessarion, el emperador Juan y los demás participantes, con excepción de obispo de Éfeso Marcos. Por él los griegos aceptan el <<Filioque>>, sin obligación de incorporarlo a su rezo del Credo, se respetan las divergencias en el rito, la lengua y las costumbre y se reconoce de manera ambigua el primado de Roma. 

Entre 1439 y 1442 muchas iglesias orientales aceptan los decretos del concilio: armenios, asirio-caldeos, etíopes, jacobitas, maronitas de Chipre, nestorianos, sirios. Sin embargo Constantinopla y Moscú rechazan la unión por considerarla como sumisión humillante a Roma y de los 29 obispos que habían firmado el decreto de unión 21 cambian de parecer. “En 1443, los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, reunidos en sínodo declaran <<detestable>> y <<abominable>> el Concilio de Florencia y deponen a Mitrofanes, el patriarca unido de Constantinopla. La violencia es cotidiana, las calles de la capital son el teatro de violentos enfrentamientos, el basileus manda sus tropas contra los monjes levantiscos”.[13]

El papa cumple su parte y convoca a una nueva <<cruzada>> a cuyo frente pone al Cardenal Julián Cesarini, a cuyas fuerzas se suma Jan Huyandi y el Ladislas III de Hungría. Derrotan al sultán Murad II en Nish y continúan su Marcha a Constantinopla, siendo derrotados en 1444, en Varna por la fuerzas de Murad, desapareciendo el rey Sebastián de Portugal y muriendo el rey de Hungría. Sobra decir que esta derrota y la muerte de Juan VIII envalentonan más a los enemigos de la unión. 

El 29 de mayo de 1453 Constantinopla cae bajo el asedio del sultán Mahmad, que permite la práctica de la Iglesia Ortodoxa, fomentando el antilatinismo de la misma, para de esta forma consolidar su conquista. 

Aquí es donde se da el verdadero cisma, ya que el diálogo se suspende por casi cinco siglos. 

Bizancio al caer pasa la estafeta a Rusia, en donde el basileus se hará llamar Zar, Secretario General del Partido Comunista de la URSS, o Presidente de Rusia y se va a continuar con el mismo esquema de Bizancio, ya que los metropolitas de Rusia eran nombrados por el Patriarca de Constantinopla y era común su ascendencia griega. Así mismo los zares se desposaron con miembros de las familias de los basileus. 

Jorge Pérez Uribe, julio 2007

Notas:
[1] Jean Meyer, op. cit. pág. 125 
[2] Jean Meyer, op. cit. pág. 126 
[3] Jean Meyer, op. cit. pág. 128, 129 
[4] Jean Meyer, op. cit. pág.129 
[5] Jean Meyer, op. cit. pág.132 
[6] Jean Meyer, op. cit. pág.133 
[7] Jean Meyer, op. cit. pág.134 
[8] Jean Meyer, op. cit. pág.135 
[9] Jean Meyer, op. cit. pág.137 
[10] Jean Meyer, op. cit. pág.138, 139 
[11] Jean Meyer, op. cit. pág.149 
[12] El cronista Phrantzes, citado por Jean Meyer, op. cit. pág. 149 
[13] Jean Meyer, op. cit. pág.170

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