viernes, 6 de noviembre de 2020

MIGUEL HIDALGO, MAGNICIDIO, FINANZAS, CONTROL DE TERRITORIOS (XI)


José Francisco Severo Maldonado


El magnicidio que no se consumó


<<La tentativa de asesinar al caudillo es confesión del propio Allende: Habiéndole extrañado [Allende] al doctor Maldonado por qué en su periódico intitulado Despertador Americano no se contaba con el señor don Fernando Séptimo que era el principal objeto de la insurrección contestó que eso no le parecía bien a Hidalgo, de cuyas resultas el declarante consultó con el mismo doctor Maldonado y con el declarante de la mitra, el señor Gómez Villaseñor, si era lícito darle un veneno para cortar esta idea suya y otros males que estaba causando, como los asesinatos que de su orden se ejecutaban en dicha ciudad, con los muchos más que amenazaban su despotismo, lo que no pudo ejecutar por lo mucho que el Cura se reservaba de él. 

Pues por lo demás, aprobándole su idea Maldonado y Villaseñor, compró el veneno por medio de Arias y lo repartió entre su propio hijo y el mismo Arias, para aprovechar la ocasión que se presentase a cualquiera de los tres, y de eso cree que han de ser sabidores don Ignacio Aldama, don José María Lisiaga y don Vicente Saldierna; y aún en su equipaje podrá hallarse la parte del veneno que se reservó para el efecto. >>[1]

Finalmente la conjura, quedó en eso, al no presentarse la oportunidad, ya que al parecer el cura se guardaba mucho, amén de que tenía un círculo de leales que no lo desamparaban ni en las necesidades fisiológicas. 

No obstante hay que considerar que cuando Hidalgo fue despojado del mando supremo quedando en manos de Allende y su grupo, tampoco llevaron a cabo el magnicidio.

La ilusión de la alianza angloamericana 



<<Como contrapartida de la xenofobia dirigida a los peninsulares hubo en la insurgencia la ilusión de contar con la solidaridad y apoyo de los americanos de más al norte –los estadounidenses-, que habían dado ejemplo al independizarse en 1776 y se habían constituido en próspero país. Algunos criollos recelaban de las ambiciones de esa nueva nación sobre los territorios de Nueva España, como Talamantes y el mismo Allende; pero en las circunstancias de la guerra prevaleció entre los insurrectos la esperanza de su ayuda. >>[2]

De tal forma, Hidalgo eligió al guatemalteco Pascasio Ortiz de Letona como embajador ante Estados Unidos; no obstante sintiéndose poco autorizado, esperó la llegada de Allende y entonces con otros poderes más amplios partió a dicho país. 

Rumbo a Veracruz, Letona fue capturado, por lo que se suicidó con veneno. Al enterarse Allende, por el día 14 de enero, sin consultar a Hidalgo, envío al licenciado Ignacio Aldama con el mismo carácter, pero sin las formalidades de Letona. En Saltillo se le unió el franciscano Juan Salazar. Contaron con apoyo y pasaporte del caudillo Mariano Jiménez, sin embargo fueron apresados en San Antonio Béjar y posteriormente fusilados. 


Financiar tan numerosa tropa 


<<Pagando un peso diario a los de a caballo y medio a los de a pie, el solo salario de los 7,200 hombres con que había llegado Hidalgo importó, durante los primeros días y hasta la revista del 11 de diciembre, alrededor de 99,400 pesos, sin contar unos mil de el Amo Torres. 

De ahí en adelante, como mencionamos, se sumarían los de Allende, otros mil, y a partir de fines de diciembre irían llegando multitudes a Guadalajara y a sus alrededores, sobre todo a pie, en número mayor de veinticinco mil voluntarios. Se hizo indispensable otra revista y una retabulación. La revista tuvo lugar el 30 de diciembre en los llanos de San Pedro. Según el espía Guadalupe Marín, llegaban como a 30,000 individuos, de los cuales 5,000 eran indios flecheros de Colotlán y los otros 25,000 eran lanceros, garroteros u honderos. Estimó que de caballería había de cinco mil a seis mil hombres, cifra que parece herrada, pues ya vimos que cuando menos eran siete mil. Como sea, a partir de esas fechas el pago de salarios fue enorme, Si contamos únicamente la primera quincena de enero, la retribución de 7,000 jinetes fue de 105,000 y la de 25,000 infantes mal armados, llegó a 187,500 pesos, totalizando 292,500. Si a esta sumamos la paga de la segunda de diciembre, entonces eran 585,000 pesos. 

Aparte estaba la retabulación intentada por Allende: un peso diario al alférez, doce reales al teniente, dos pesos al capitán, tres pesos hasta coroneles. Esto disminuiría notablemente el sueldo de los de caballería, pues sólo se consideraban los alférez, no sabemos cuántos; por otra parte se incrementaba el salario de un reducido número de oficiales. El pago de mariscales, tenientes generales y generales, debió de ser muy superior. Esto lo fijó Hidalgo. El tabulador de Allende al parecer sólo se aplicó parcialmente, pues “en el ejército no había cosa que se acercase al orden”. 

Como sea, el pago del ejército era exorbitante. Por ello se procuraba el embargo y venta de bienes de europeos, pero era insuficiente, y aunque algunos criollos también resultaban perjudicados, el criterio general era respetar sus bienes y caudales. 


Bien vestidos 


Hasta entonces el grueso de la tropa vestía ropa inadecuada o harapos. La falta de uniformes impedía identificar grupos y rangos, lo cual dificultaba movimientos y órdenes y el invierno había llegado. El financiamiento se obtuvo de los secuestros de europeos y el Generalísimo se avocó a la tarea de solicitar y revisar el vestuario de tropa, oficiales y de sus músicos y familia.

Uniforme militar del Generalísimo


Sustracción de caudales 


De este modo, a lo largo de la estancia en Guadalajara, sobre todo a principios de enero, los caudillos echaron mano al parecer de los siguientes caudales: del gobierno local, 225,987 pesos integrados así; 115,269 pesos de las cajas reales, 95,718 de la Aduana, 15,000 de la Secretaría de Cámara. De la Iglesia, 72,365 pesos conformados de esta manera: 30,000 pesos de fábrica cardenalicia, 31,500 de gruesa decimal, 1,900 de la casa Santa y Santos lugares de Jerusalén, 478 de limosnas de cautivos, 1,400 del convento de Santa maría de Gracia, 3,815 del santuario de Zapopan y medallas por 600 pesos, 2,671 de las monjas capuchinas y 3,000 fanegas de los carmelitas. En total 298,352 pesos. 

De todo esto no conozco constancias suscritas por Hidalgo o algún otro de los dirigentes ni el registro institucional. Son noticias que dieron algunos realistas afirmando que había documentos fehacientes, aunque llama la atención que en el proceso de Hidalgo no se hubiera hecho referencia a tales sustracciones. El documento que se conoce es la constancia que dejaron Hidalgo y Allende de haber tomado como préstamo patriótico 77,000 pesos de réditos de capellanías y obras pías, y mediante el comisionado oidor Avendaño, 57,587 pesos de capitales de capellanías de colecturía de vacantes. Incluso Rayón firmó como ministro de la nación, cosa que Hidalgo reconocería en su proceso. Así mismo hay recibo por 700 pesos de diezmos de Colima. Todo suma 135,287 pesos documentados. De ser ciertas las sustracciones del primer grupo, tendríamos un total de dineros eclesiásticos por 207,652 pesos. […] El gran total sería entonces de 437,404, insuficiente para cubrir el pago del ejército en casi dos meses de estancia en la ciudad. Lo más seguro es que la paga a menudo fuera incompleta y se retrasara; pero de cualquier manera habría que dar de comer a esas multitudes y comprar insumos. De secuestro y venta de bienes europeos tampoco alcanzaba.[3]


Pérdidas y conquistas de territorio



La estancia de Hidalgo en la capital neogallega se significó por una reubicación del movimiento insurgente a lo largo del país. A partir de la derrota de Aculco, ocurrió un retraimiento en el centro del país, en los lugares por donde las masas habían transitado durante septiembre, octubre y noviembre de 1810. Las poblaciones donde había brotado la insurrección, como San Miguel y Dolores, cayeron sin luchar en poder de los ejércitos de Flon y Calleja el 25 y 28 de octubre. 

Calleja, se apoderó de Celaya el 16 de noviembre y sin resistencia recuperó Salamanca e Irapuato y por las armas tomó la ciudad de Guanajuato, el 25 de noviembre. Valladolid fue recuperada el 28 de diciembre. 

<<Así pues, el mapa político de las intendencias de Guanajuato, México y Michoacán había sufrido un cambio significativo en poco más de tres meses: del poder virreinal a la insurrección, y de esta nuevamente a ese poder. A pesar de la recuperación las cosas ya no serían igual en aquellos lugares. >>[4]

Tras la toma de Guadalajara, el movimiento retomó fuerzas y ánimo se extendió hacia el norte y hacia el sur, no por movimiento de muchedumbres, como había venido ocurriendo, sino por pequeños agrupamientos armados o por el movimiento interno de algunas poblaciones, así como de caudillos comisionados por el cura. En todos los casos, se reconocía a Hidalgo como jefe principal, asociado con Allende. De esta forma cayeron Zacatecas, San Luis Potosí, -de donde había partido Calleja, el 24 de octubre-, habiendo proclamado la independencia los legos juaninos Luis de Herrera y Juan de Villerías. Se hizo cargo, Mariano Jiménez, comisionado de Allende, quien siguió a Venado, Charcas, Matehuala, Real de Catorce y de ahí siguió a hacia Coahuila, arribando a Saltillo, donde estableció relaciones con estadounidenses, lo que reanudó la esperanza de obtener apoyo de Estados Unidos. 

Hacia el noreste el cura Mercado tomó Tepic y San Blas. El comisionado González Hermosillo, tomó Acaponeta y Mazatlán 

Jorge Pérez Uribe

Notas:
[1] Carlos Herrejón Peredo, Hidalgo: maestro, párroco e insurgente, Ed. Clío, libros y videos, S.A. de C.V., México, 2014, pág. págs.370, 371 
[2] Ibíd., págs.354, 355
[3] Ibíd., págs.375-377 
[4] Ibíd., pág.382

 

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