viernes, 25 de agosto de 2017

UN BLOGÜERO CATALÁN NOS HABLA SOBRE ISLAMISMO, SEPARATISMO, PROGRESISMO, CATOLICISMO


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Carlos López Díaz | 25 de agosto de 2017



El entrevistado de hoy se llama Carlos López Díaz, aunque en Twitter le conoceréis por su apodo Exprogre (su cuenta en esa red social es @Carlodi67). Catalán de Tarragona (la foto sobre estas líneas la hizo él, y muestra el Acueducto de les Ferreres), el atentado de Cambrils de la semana pasada le tocó cerca, a 20 kilómetros de su lugar de residencia: “Una sobrina mía se hallaba en un bar, en la misma zona del tiroteo, cuando sucedió todo, y entró la policía ordenando a los presentes que abandonaran el local a toda prisa”, comentaba hace unos días en su blog. Carlos es una de las cabezas mejor amuebladas del mundillo liberal-conservador, una posición ideológica que defiende desde un catolicismo militante y sin complejos. Columnista de Actuall, es un escritor brillante y un excelente argumentador. Autor del libro “Contra la izquierda. Escritos liberal-conservadores”, entre 2007 y 2015 publicó el blog Archipiélago Duda de la Red Liberal. A su término inició uno nuevo, Cero en Progresismo, que es hoy uno de los mejores depósitos de munición argumental que hay en la red frente a las falacias del progresismo y de sus diversas franquicias (corrección política, ideología de género, multiculturalismo, ecocatatrofismo, etc.) Veamos qué nos dice.



Cataluña es hoy el mayor foco de radicalismo islámico de España y uno de los mayores de Europa. ¿Cómo se plasma eso en el día a día de esta comunidad?

El radicalismo islámico lógicamente tiende a camuflarse. Lo que se percibe, sobre todo por la indumentaria femenina, es que hay muchos musulmanes en las calles de pueblos y ciudades, especialmente en determinados barrios, como en tantos lugares de Europa. En Reus (la segunda ciudad más grande cercana a Cambrils, y un conocido foco de yihadismo) he llegado a ver mujeres con el hiyab integral, conocido popularmente como burka, aunque también en la propia Tarragona y otras poblaciones. Frecuentan determinados bares, tienen sus tiendas halal, no se mezclan más allá de lo indispensable, salvo en zonas muy concurridas, como centros comerciales, donde predomina el anonimato. Así es muy difícil captar cómo son y cómo piensan realmente.

En los medios de comunicación, tanto autonómicos como nacionales, intervienen no pocas veces musulmanes, como columnistas, tertulianos o representantes de su comunidad, que se esfuerzan en transmitir una imagen de moderación, de no violencia y democracia. Pero junto a esa retórica siempre van acoplados el victimismo y la condena “preventiva” de la islamofobia, incluso a las pocas horas de los atentados yihadistas, lo que revela un preocupante déficit de empatía hacia la sociedad en la que viven. No es normal que cada vez que le pongan un micrófono a un musulmán aproveche para reñirnos por la islamofobia a todos los que no profesamos su credo, como si algunas pintadas fueran moralmente equiparables a los asesinatos. Se echa de menos una mayor sensibilidad. La Iglesia católica ha pedido perdón por los casos de pederastia, a pesar de que esas conductas repugnantes son radicalmente opuestas a la fe cristiana. Pero cuesta imaginar a un musulmán pidiendo perdón por una violencia que, por mucho que se quiera negar, se comete en nombre del islam, desde los tiempos del profeta Mahoma. Repetir mecánicamente que “el islam es paz” sólo corrobora una nula capacidad de autocrítica.

“No es normal que cada vez que le pongan un micrófono a un musulmán aproveche para reñirnos por la islamofobia a todos los que no profesamos su credo”

¿La agenda política del separatismo catalán ha influido de alguna forma en este proceso de islamización?

Es evidente que sí. Tanto de forma activa como pasiva. En primer lugar, si tú procedes de un país hispanoamericano, lo que se supone que es una ventaja por la lengua común, y te dicen que en el colegio tus hijos van a recibir todas las clases en catalán, te lo piensas dos veces antes de elegir, por ejemplo, Barcelona y no Madrid o Sevilla o Zaragoza para residir. Esto lógicamente reduce la inmigración hispanoamericana, y por tanto aumentará relativamente la de otras procedencias, como la magrebí o pakistaní.

Pero sobre todo son conocidos los vínculos entre las asociaciones musulmanas y el entramado nacionalista. Los dirigentes de esas asociaciones creen, con razón, que llevándose bien con quienes mandan en Cataluña pueden obtener determinadas concesiones, como facilidades para construir mezquitas, introducir el islam en la enseñanza, incluir sus fiestas religiosas en el calendario, etc. Y por supuesto, más subvenciones con dinero público. Por su parte, los nacionalistas consiguen adeptos para su causa, en forma de votos nada despreciables, entre los musulmanes con nacionalidad española, así como el reclutamiento de más militantes separatistas. Para un musulmán puede ser más fácil acercarse al catalanismo por un cierto sentimiento antihispánico, al asociarse la unidad de España con la expulsión de los moros por los Reyes Católicos. Destruir esta unidad contribuiría innegablemente a recuperar Al-Ándalus, aplicando el viejo principio divide et impera. Quien no lo vea es que está ciego o no quiere verlo.

“Para un musulmán puede ser más fácil acercarse al catalanismo por un cierto sentimiento antihispánico”

Volviendo al separatismo, ¿hay riesgo de fractura social en Cataluña ante el proceso rupturista encabezado por Puigdemont?

El riesgo existe, sin duda alguna. Por mucho que los nacionalistas finjan ser adeptos de la no violencia (aunque de vez en cuando se les escapan pensamientos menos bucólicos), es evidente que no puedes romper la legalidad constitucional sin que se produzca un conflicto. Los de la CUP, en su línea revolucionaria comunista, en esto son totalmente francos. En algún momento, los Mossos d’Esquadra deberán decidir si obedecen a los jueces y a las autoridades legítimas o a los sediciosos. Y si eligen lo segundo, deberán enfrentarse a la Guardia Civil, salvo que el gobierno central se convierta en cómplice de los separatistas. O dicho de otro modo, deben elegir si secundarán o no el golpe de Estado que Puigdemont, Junqueras y Forcadell no dejan de anunciar todos los días, ante la pasividad incalificable del gobierno del PP. Puestos en esta tesitura, si el golpe se produce, la sociedad catalana se encontrará dividida. Las consecuencias son difíciles de imaginar, pero lo que está claro es la irresponsabilidad criminal con la cual se están conduciendo los dirigentes separatistas.

“Si el golpe se produce, la sociedad catalana se encontrará dividida”

Cataluña lleva varias décadas con la educación controlada por los nacionalistas. ¿Cómo se refleja esto en los jóvenes?

Hay dos tipos de efectos de la educación nacionalista, bastante previsibles, por lo demás. En muchos jóvenes ha tenido éxito, es decir, son separatistas y probablemente lo serán ya toda la vida. Simplemente no les cabe en la cabeza cómo es que Cataluña sigue formando parte de España, cuando en la escuela y en TV3 presentan a “su país” como una nación milenaria que fue ocupada militarmente por el “Estado español” hace trescientos años. Esta patraña se refuerza con una imagen de España como un país chusquero, con una democracia decorativa implantada por los herederos del franquismo. Partiendo de estos embustes, que además son compartidos por gran parte del progresismo, incluso el menos nacionalista, es bastante comprensible que muchos renieguen de ser españoles. Sin embargo, influyen también mucho los padres. Muchos jóvenes están inmunizados desde casa contra todo ese bombardeo masivo de propaganda, que incluso les provoca mayor rechazo hacia el nacionalismo. En la mía, por ejemplo, muy raramente sintonizamos los canales autonómicos, salvo para ver alguna película. Ni siquiera cuando retransmiten un partido del Barça, si lo ofrecen también por una cadena nacional. ¡Y eso que somos culés! (Salvo mi mujer, a la que no le gusta el fútbol.)

“Muchos jóvenes están inmunizados desde casa contra todo ese bombardeo masivo de propaganda, que incluso les provoca mayor rechazo hacia el nacionalismo”

He conocido ya a unos cuantos catalanes que se sienten abandonados por el gobierno central y por los partidos de ámbito nacional. ¿Los grandes partidos tienen alguna responsabilidad en la situación política que se vive en tu comunidad?

Alguna no, mucha. Prácticamente la misma que los partidos nacionalistas. Tanto PSOE como PP son cómplices del deterioro al que hemos llegado. El mal viene de lejos, de la propia Constitución del 78, y si me apuras de la Segunda República, en la cual se aprobaron los estatutos catalán y vasco. La experiencia demuestra que las concesiones no contentan al nacionalismo nunca, sólo lo alimentan. Personalmente no defiendo un estado centralista, pero sí que la descentralización se realice a nivel municipal y provincial, no en administraciones de ámbito regional que se acaban convirtiendo en miniestaditos. Dicho de paso, me parece un error lamentable que pretenda eliminar las diputaciones, pues se trata de una vieja reivindicación de los nacionalistas catalanes. El nacionalismo ha desterrado la palabra “provincia” del vocabulario, se habla de comarcas o demarcaciones. Con ello se acentúa la diferenciación del resto de España y se resta poder a las cuatro capitales catalanas. Ya se sabe que el nacionalismo tiene su mayor fuerza en el mundo rural.

No hay ningún partido con representación parlamentaria que tenga la valentía de decir que el Estado de las autonomías ha sido un fracaso. La única formación que defiende esta idea en solitario, y otras que comparto, es Vox.

“No hay ningún partido con representación parlamentaria que tenga la valentía de decir que el Estado de las autonomías ha sido un fracaso”

A día de hoy, el País Vasco y Cataluña son las comunidades más descristianizadas de España. ¿Es casual que sean dos comunidades con una gran influencia del separatismo, o hay otras causas?

Creo que no es casual en absoluto, lo que no obsta para que seguramente las causas sean varias. Y gran culpa de ello, siento decirlo como católico, recae en el propio clero catalán. En general, desde el Concilio Vaticano II, la Iglesia ha tendido en todas partes a querer hacer demasiadas concesiones para recuperar el terreno perdido. No digo que esto sea culpa del Concilio, pero sí es lo que entendieron muchos clérigos y cristianos en general que debía hacerse. Porque la descristianización es un proceso que viene de mucho antes, de siglos. Julián Marías lo analizó en su Introducción a la filosofía, con mucha perspicacia. Decía que el mundo puede ser cristiano aunque haya pocos cristianos, y al revés. Y que por tanto, no necesariamente nos debe preocupar que el mundo sea o no sea cristiano, lo que importa es que haya individuos cristianos. Por eso digo que es un error que la Iglesia pretenda “adaptarse” al mundo, porque con ello sólo se consigue que la gente vea menos diferencia entre ser cristiano y no serlo. ¿Para qué ser cristiano? ¿Para qué ir a misa los domingos, rezar, confesarse, si basta con ser “buena persona” y decir con los brazos abiertos “bienvenidos refugiados”, como muchos curas dan a entender en sus sermones dominicales? La llegada al papado de Bergoglio no ha hecho más que acentuar esta deriva.

Este fenómeno, que es universal, en Cataluña se acentúa, por los intentos de una parte del clero de agradar a los nacionalistas, especialmente en los pueblos, o simplemente porque se trata de clérigos que son antes nacionalistas que católicos. Luego no debe sorprendernos que las iglesias se vacíen, que sólo permanezcan las personas de más edad, que sólo van a comulgar y que probablemente ni presten atención a la homilía. Cosa que a veces es lo más aconsejable.

“Es un error que la Iglesia pretenda ‘adaptarse’ al mundo, porque con ello sólo se consigue que la gente vea menos diferencia entre ser cristiano y no serlo”

Tú has estado en las filas progresistas. ¿Qué es lo que te llevó a cambiar de ideas?

Fue un proceso gradual, pero desde luego me impactó decisivamente la caída del Muro de Berlín, y en especial la reacción de mis profesores en la Universidad (yo estudiaba Geografía e Historia), muchos de los cuales eran marxistas. En general, estaban tristes o enfadados. Nos decían que el mundo iba a ser ahora mucho peor, debido a la hegemonía de los Estados Unidos sin el contrapeso de la URSS, y cosas así. Esto contrastaba evidentemente con la alegría de la gente de la Alemania del Este por recuperar su libertad. Y me di cuenta de que, a diferencia de mis admirados profesores (digo sin ironía lo de admirados), yo sí compartía esa alegría, aunque fuera al principio de un modo poco reflexivo. Ahí empecé a replantearme mis propias ideas. Yo estaba muy influido por Herbert Mercuse, del que había leído creo que todos sus libros. Este autor marcaba distancias tanto de la URSS como de los Estados Unidos, pero cada vez más esa equiparación entre la primera democracia del mundo y un régimen totalitario empezó a parecerme disparatada. Volví a leer a Solzhenitsyn… Digo “volví” porque lo curioso es que ya lo había hecho mucho antes, pero su relato de los crímenes comunistas no me hizo en su momento replantearme mis ideas, porque el elegante marxismo teórico de Marcuse y los demás autores de la Escuela de Frankfurt parecía que no tenía nada que ver con el estalinismo, era algo así como si estuviera por encima de la vulgaridad del mundo real. En esta segunda lectura, sin embargo, caí en la cuenta del algo chocante, y es que el comunismo, pese a haber sido tan genocida o más que el nazismo, gozaba de una especie de dispensa general incomprensible. Esto lo entendí luego mucho mejor leyendo Camino de servidumbre, de Hayek, y los libros de Jean-François Revel, sobre todo El conocimiento inútil.

Pero hoy doy infinitamente más importancia a mi regreso a la fe católica que a mi evolución ideológica. Creo que esta última sólo fue una preparación que me permitió abrirme a la gracia divina, porque la fe no se puede explicar solamente como resultado de una reflexión intelectual, como algo que dependa exclusivamente de nosotros. Lo que sí es cierto es que podemos cerrarnos a ella, y las ideas de izquierdas se interponían entre Dios y yo. Ser de izquierdas significa querer cambiar el mundo, como si estuviera mal hecho. En cambio, el sentimiento primordial del cristiano es de agradecimiento, no de protesta. Poco a poco me volví más receptivo a valorar no sólo las cosas buenas que tiene Occidente, tan denostado por los progresistas, sino la existencia en general. “El mundo está bien hecho”, reza un verso de Jorge Guillén con un punto de provocación, pero que yo comparto esencialmente. Por supuesto que la injusticia y el sufrimiento son enormes, pero despotricar contra la existencia no ofrece el menor consuelo, sino al contrario. Uno de los pensadores de la Escuela de Frankfurt, Theodor W. Adorno, dijo aquello de que “después de Auschwitz no se puede escribir poesía”. Aunque parece un pensamiento que denota una gran sensibilidad, para mí se trata de una completa impiedad. Significa convertir el sufrimiento en algo insuperable, definitivo, olvidando el bien positivo, que sigue existiendo por mucho mal que haya. El mal es una negación del bien, como decía San Agustín. Y esto significa que debemos partir del bien, del sentimiento de gratitud, no del mal ni del resentimiento.



“Ser de izquierdas significa querer cambiar el mundo, como si estuviera mal hecho. En cambio, el sentimiento primordial del cristiano es de agradecimiento, no de protesta”

En tus escritos das mucha importancia a las palabras. ¿Crees que en los sectores ideológicos que dan la batalla de las ideas al progresismo nos hemos dejado imponer la “neolengua” progre?

Desde luego. El progresismo actual es una evolución del marxismo, lo que se llama marxismo cultural. En resumen, se trata de ganar primero la batalla cultural, para poder realizar la revolución social, en contra paradójicamente de lo que sostenía Marx, para quien el motor de la historia eran las relaciones de producción económicas, no las ideas. De hecho los comunistas ya venían aplicando las técnicas de manipulación del lenguaje y de propaganda con gran maestría, como se vio en nuestra guerra civil. Orwell estuvo en España, y aquí obtuvo parte de su inspiración para escribir, entre otras obras, su novela más famosa, 1984, donde imagina un futuro en el que el socialismo domina el mundo, y la manipulación del lenguaje (y por tanto del pensamiento) está a punto de alcanzar la perfección más siniestra. Y muchas veces resulta inquietantemente profético.

Si queremos librar la batalla cultural en condiciones, no podemos seguir aceptando el lenguaje del adversario. Pero para ello debemos tener ideas propias, evidentemente. No se trata de una cuestión de marketing, de elegir unas palabras u otras porque “funcionan” mejor, sino de tener claros los principios, y entonces las palabras adecuadas surgirán con naturalidad. Esto es lo que defiende el progresista George Lakoff pero al revés, claro, él pretende que la izquierda contrarreste la influencia de la derecha en Estados Unidos utilizando un lenguaje que cambie los marcos mentales de la gente. Sin embargo, sus consejos sirven tanto para una ideología como para otra. En España, de momento la hegemonía cultural progresista es abrumadora. La verdadera oposición al progresismo está reducida a las redes sociales, algunos digitales como Actuall y algunos blogs, como el tuyo, y sabes que no es coba. También algunos columnistas solitarios, como Hermann Tertsch. Incluiría el canal Intereconomía TV, si no estuviera lastrado por contradicciones muy extrañas, debidas, supongo, a su precariedad económica. Me refiero a lo del acuerdo con RT, la televisión de Putin que defiende descaradamente la dictadura venezolana, entre otras intoxicaciones. No hay una sola cadena de televisión en España con informativos potables.

“Si queremos librar la batalla cultural en condiciones, no podemos seguir aceptando el lenguaje del adversario”

En el ámbito internacional, el hombre del momento es sin duda Donald Trump. ¿Qué opinas de él?

A mí no me gustaba Trump cuando era candidato a las primarias del Partido Republicano. Prefería otros candidatos, porque veía a Trump como un oportunista, no como un liberal-conservador sincero, sino como un populista cuyas ideas aislacionistas no me gustaban ni un pelo. Pero al quedarse él solo frente a Hillary Clinton, tenía claro que era mi preferido, aunque fuese por eliminación. Y desde que gobierna, mi opinión sobre él ha mejorado muy considerablemente. Sus medidas a favor del derecho a la vida del no nacido, su valentía al salirse del acuerdo de París sobre el cambio climático, su política energética a favor del fracking, su veto a los transexuales en el Ejército, me parecen signos de que este hombre no era un mero oportunista, como parecía, ni un simple bocazas, sino que tiene algunas opiniones propias, y está dispuesto a defenderlas contra la dictadura global de la corrección política, de la que forman parte los principales medios de comunicación. Y encima, resulta que no es el amiguete de Putin que muchos esperaban desde la derecha. Así que la Europa del Este y las repúblicas bálticas pueden respirar más tranquilas.

Pero si hay algo que está consiguiendo que Trump me resulte cada vez más simpático es el odio visceral que destilan todos los medios de comunicación contra él, por la razón que he indicado. Y cuando digo todos quiero decir todos, incluidos los supuestamente de derechas. Es algo tan descarado y tan sucio, a veces tan ridículo, que me parece que en muchas personas provocará el efecto opuesto al que pretenden. Se nota que les ha sentado como un tiro que Trump ganara a “su” Hillary, pero aquí hay algo más profundo. Parece como si vieran en Trump por primera vez alguien que puede realmente empezar a erosionar la hegemonía progre. Veremos.

“Parece como si vieran en Trump por primera vez alguien que puede realmente empezar a erosionar la hegemonía progre”

En su famoso ensayo sobre los cuentos de hadas, J.R.R. Tolkien decía que los críticos de la literatura de evasión “confunden la fuga del prísionero con la huida del desertor”. Ante el ruido político y mediático de la realidad diaria, ¿cuál es la forma de evasión que más te gusta?

Disfruto por encima de todo con un buen libro. Este mes he leído la Divina Comedia por vez primera. Una obra difícil, desde luego. La he leído en la traducción en prosa de la colección Austral, con un aparato de notas muy útil, sin las cuales confieso que no me hubiera enterado ni de la mitad. Pero a pesar de la dificultad de la lectura, he quedado maravillado, hasta el punto de que me planteo hacerme con una traducción en verso o una bilingüe, para releerla dentro de un tiempo. Me gusta mucho aprovechar las vacaciones para leer clásicos pendientes. El verano pasado fue Ana Karenina, que me cautivó. Es sin duda una de las dos o tres mejores novelas que he leído en mi vida.

También me gusta mucho la música, desde la clásica hasta el rock, pasando por el jazz y el flamenco. Uno de mis últimos “descubrimientos” es el Fausto de Liszt, un poema sinfónico poco interpretado, quizás por su complejidad orquestal, con un coro final como en la Novena de Beethoven. Es una música subyugante, misteriosa e inquietante, con tres temas que se repiten una y otra vez y que representan a Fausto, Margarita y el diablo. En YouTube hay una versión memorable de Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York.

“Me gusta que ganen los buenos”

Eso sí, cuando estoy cansado, después de un día de trabajo, me distraigo con alguna película de acción o de intriga que echen por la tele. Quizás te referías más bien a eso, al hablar de evasión. Hace unos días, me parece que en 13 TV, emitieron French connection, con un joven Gene Hackman. El episodio de la persecución del suburbano con un coche por debajo es magistral, no ha envejecido en absoluto. Confieso que me entretienen las películas de policías y mafiosos, o de policías buenos y policías corruptos. También las de espías. Y me gusta que ganen los buenos. Hay películas cínicas en las que es al revés, en que los delincuentes son muy simpáticos y se salen con la suya. O en que las diferencias entre buenos y malos quedan difuminadas. No creo que el arte deba ser moralista, pero personalmente, pienso que una buena película del género policial, de gánsters o de atracadores es más perfecta si al final vence el bien y pierde el mal. Decididamente, soy una persona de orden.

jueves, 17 de agosto de 2017

EL RÉGIMEN BORBÓNICO Y SUS REFORMAS EN LA NUEVA ESPAÑA




CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL GOBIERNO BORBÓNICO (1763-1810)


La época Borbónica de la Nueva España ha sido considerada como el siglo de oro colonial, debido al auge económico que caracterizó su siglo XVIII. Sin embargo, al analizar un poco más las características de este periodo, se observan una serie de reformas económicas y políticas que ocasionaron profundos desajustes sociales. Por lo que se puede decir que este momento, más que la culminación de doscientos años de historia colonial, fue una nueva reconquista de América.

Al principio de su administración los Borbones se mostraron reacios a establecer cambios radicales, pero después de la humillante derrota de España en la Guerra de los Siete Años, que terminó con la captura de La Habana por los ingleses y con el retiro de la influencia francesa sobre América por la firma del Tratado de París, la metrópoli se sintió sola y amenazada por un enemigo cada vez más poderoso; sólo entonces se decidió efectuar cambios.

Antes de describir someramente lo que fueron éstas reformas, cabe señalar que partieron de dos intereses fundamentales: obtener ganancias y poder. No hay en ellas una concepción globalista de la sociedad, como el aportado por la visión tomista; tampoco se encuentra una preocupación filosófica, jurídica o moral que justifique las intenciones más prácticas de obtener utilidades y el deseo de acercarse al modelo inglés --la nueva potencia.

a. Los objetivos de las reformas borbónicas
b. Reformas a la iglesia
c. Reformas al gobierno
d. Reformas Económicas


a. Los objetivos de las reformas borbónicas



El texto fundamental que inspiró estos cambios fue el libro de José Campillo titulado: Nuevo sistema de gobierno económico para la América, en donde se había incorporado intacto el proyecto económico de Bernardo Wall. En el libro se comparaban las grandes ganancias de los franceses y los ingleses obtenidas de sus colonias, frente a las ridículas utilidades que España percibía de su gran imperio. Para mejorar esta situación se recomendaba la terminación del monopolio comercial de Cádiz, la distribución de la tierra entre los indígenas, el fomento a la minería y la creación de un mercado que acogiera los productos españoles. Con objeto de lograr este último aspecto, se sugería la necesidad de reformar al gobierno y de liberar a la economía de los nefastos monopolios y trabas al comercio.

El personaje que puso en práctica éstas ideas fue José de Gálvez, abogado malagueño, quien fue enviado como visitador a la Nueva España, y en pocos años logró atraerse la enemistad de muchos sectores de la sociedad novohispana (1761-1771). Sin embargo más tarde fue nombrado ministro de las Indias (1776-1787).

Las ideas de Gálvez pretendían, en primer lugar, recuperar los canales independientes de la Metrópoli, que se habían desarrollado desde el siglo XVII, para lo cual tuvo que afectar los intereses de la Iglesia y el gobierno; y en segundo lugar, obtener más utilidades para la Corona, por lo que se reestructuró a la economía.



b. Reformas a la iglesia



Las reformas a la Iglesia tuvieron dos objetivos principales; uno político y otro económico.

Desde el punto de vista político se trató de reducir el poder de la Iglesia mediante ataques a la jurisdicción y a la inmunidad del cuerpo eclesiástico, quitando fueros y privilegios personales. A la orden religiosa que más se atacó fue a la Compañía de Jesús, ya que los jesuitas no estaban sujetos al Patronato Real y dependían directamente del Papa. Finalmente el 25 de junio de 1767, antes de rayar el alba, en la Casa de la Profesa y en todos los colegios de la Nueva España se presentó el ejército y el delegado del virrey les notificó que, por orden de Carlos 111, desde ese momento quedaban incomunicados y tendrían que salir rumbo a España, sin otra cosa que la ropa necesaria, un breviario y el dinero que perteneciera a cada quien. Todos los bienes de la Compañía, incluyendo libros y escritos de cada jesuita, quedaron bajo secuestro. La misma mañana en que se les puso presos, el virrey publicó la orden de destierro "con la prevención de que estando, todos los vasallos de cualquier condición y dignidad, obligados a respetar y obedecer las justas resoluciones del Soberano... deben saberlos súbditos del Gran Monarca de España, Que nacieron para callar y obedecer y no para discutir ni opinar en los altos asuntos del gobierno". A pesar de las precauciones tomadas por el Estado, que sabía del gran descontento que producirían éstas medidas, hubo motines populares en Pátzcuaro, Guanajuato, San Luis de la Paz y San Luis Potosí, con los que se trató de impedir la salida de los padres; sin embargo las represalias fueron tan grandes, que fueron ejecutadas 69 personas.

Durante la época de los Austrias la Iglesia llegó a controlar grandes extensiones de: tierra en la Nueva España. No obstante, este control fue esencialmente involuntario e indirecto. Como afirma Michael Costeloe, algunos terratenientes devotos gravaban sus propiedades para hacer donaciones destinadas a obras pías o bien contribuían con dinero a varias organizaciones que pertenecían a la Iglesia. Las primeras constituían hipotecas perpetuas y las donaciones en efectivo, junto con los diezmos, llegaron a ser una fuente de capital de inversión para los terratenientes que necesitaban dinero. Y como la Iglesia era la que controlaba estas importantes cantidades de activos, se convirtió de manera inevitable, en el banquero de la Nueva España (M. Costeloe, 1967 pp. 271-293).

Frente a esta situación, el objetivo económico de reformar a la Iglesia fue dado en 1804 en la Real Cédula sobre enajenación de bienes raíces y cobro de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales. La aplicación de ésta cédula le produjo a la Corona alrededor de 12 millones de pesos.

Las consecuencias de estas innovaciones fueron gravísimas, no sólo por el descontento que ocasionaron sino por los serios desajustes sociales y económicos que produjeron. Para que la Iglesia pudiera ciar al Estado lo que éste pedía, se vio en la necesidad de cobrar sus préstamos e hipotecas, lo que alteró toda la estructura productiva del virreinato, gestada a lo largo de dos siglos.

Las implicaciones sociales también fueron severas y afectaron a toda la sociedad, pues se redujo el papel social de la Iglesia en escuelas, hospitales, manicomios, orfanatorios, etc.; y además no se crearon substitutos de éstas. Hubo motines y se recurrió al ejército para sofocarlos. Esto también fue una novedad, pues la Iglesia había sido el gran pacificador social.

Antes, cuando había levantamientos eran los religiosos quienes salían a calmar a la plebe.

Bajo los Borbones, el instrumento favorito fue el ejército; se buscó reprimir y sujetar, no pacificar.



c. Reformas al gobierno



Una de las instituciones que más trató de combatir Gálvez fue la del virrey, porque consideraba peligroso que una sola persona tuviera tanto poder; para esto se utilizó el sistema de intendencias, copiado de los franceses y adoptado años antes en España. A la cabeza de las Intendencias se puso, gente que ejercía todos los atributos del poder justicia, guerra, hacienda, fomento de la economía y obras públicas. Esta reforma afectó a todos los poderes existentes anteriormente, desde los ayuntamientos hasta la Real Audiencia, incluyendo al virrey.

Por otra parte, el visitador se esforzó en excluir a los criollos de estos cargos, dando preferencia a peninsulares recién llegados, muchos de ellos eran sus paisanos o parientes.

A su vez se impulsó grandemente al ejército, que aumentó considerablemente durante ésta época; antes prácticamente no existía, ni tenía gran fuerza.

A pesar de que estas reformas no pudieron ser aplicadas muy consistentemente en todo el virreinato, sí lograron crear divisiones y competencias por el poder entre diversas facciones que anteriormente estaban unidas y formaban parte del mismo estamento.



d. Reformas Económicas



La finalidad principal de estos ajustes fue modernizar la economía para hacerla más rentable y productiva en beneficio de España y sobre todo el Estado.

La primera novedad fue que la Corona pretendió participar más directamente en estos asuntos. Se hizo una reforma administrativa a fin de que fuera el gobierno quien cobrara los impuestos que se habían venido arrendando, a pesar de la oposición de algunos virreyes como el de Revillagigedo. Para esto fue necesaria la creación de todo un cuerpo burocrático administrativo, pagado por el Estado (ya no como servicio público) y destinado al cobro. Además se aumentaron los impuestos.

La mayor participación de los Borbones en la economía no se redujo sólo al aspecto fiscal, sino que también se establecieron monopolios reales; la Corona se transformó en empresario. Se afectaron monopolios privados, entre ellos el del tabaco, para sustituirlos por monopolios reales.

Se buscó fomentar y apoyar a ciertos sectores económicos particulares, fundamentalmente a los que estaban orientados a tener un comercio con España, por medio de estímulos fiscales y otros apoyos. La actividad más favorecida fue la minería. Se creó la escuela de minería, se organizó a los mineros en un gremio que tenía tribunales propios y jurisdicción en los asuntos mineros.

La creación de los monopolios reales, así como el apoyo exclusivo a ciertos sectores económicos, ocasionó una gran desigualdad en la distribución del ingreso que se concentró en pequeños grupos.

Por ejemplo, el monopolio real del tabaco tuvo graves consecuencias en amplios sectores de la población más pobre, los cuales vieron todavía más reducidas sus fuentes de ingreso; entre ellos estuvieron los cultivadores, los fabricantes, los comerciantes modestos y los artesanos de las ciudades, que se dedicaban a la producción y comercialización del tabaco, de puros y cigarrillos.

El auge minero fue financiado por el sector agropecuario, pues las minas estaban localizadas fuera de las zonas con alto índice demográfico, así que fue necesaria la creación de todo un complejo agrícola que proporcionara tanto el alimento para los trabajadores y bestias de carga, como cuero y sebo para el transporte y beneficio del mineral. Por eso la mayor parte de las minas contaba con su hacienda, ya que el precio de los alimentos y de los insumos fueron el renglón más importante en los costos de producción de los metales y había que reducirlos. Según afirma Palerm, el éxito de la actividad minera debió convertirse en el éxito de la agroganadería que determinaba la mayor parte de sus costos, tanto en mano de obra, como en insumos. Por otro lado, la mayor parte de los grandes mineros eran hacendados, funcionarios y comerciantes; así, la duplicidad de roles permitió hacer transferencias de recursos de un sector a otro; estas transferencias fueron en detrimento de la rentabilidad del sector primario que acabó por arruinarse. Su ruina trajo consigo la crisis minera (1808), pues se había agotado su fuente de financiamiento (A. Palerm, 1976, pp. 17-31).

Respecto al comercio se apoyó y estimuló al exterior, mientras que se afectó al interior con aumento de impuestos. Este último había crecido mucho en el siglo XVII.

Para el Estado estas reformas fueron muy productivas. La Nueva España llegó a ser la segunda fuente de ingresos para la Corona, superada sólo por la península. En total México llegó a aportar anualmente unos 14 millones de pesos, de los cuales sólo se utilizaban 4 millones para el mantenimiento de todo el aparato estatal de la Colonia. Los otros 10 millones eran enviados para el virreinato: 4 millones se destinaban al subsidio de los fuertes que existían entre Trinidad y Luisiana, y entre California y Filipinas, mientras que los 6 restantes iban a dar a las arcas reales. Los Borbones dependían de sus posesiones en América para sufragar los gastos de defensa y administración (D.A. Brading, 1975, p. 52).



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jueves, 10 de agosto de 2017

LA PRIVATIZACIÓN DE LOS EJÉRCITOS






Jorgé Pérez Uribe

La noticia de esta semana

<<"¿Dónde están los derechos humanos y la justicia?". Es lo que se preguntan los familiares de los fallecidos en 2007 en la capital iraquí, Bagdad, a manos de miembros de Blackwater, una empresa militar privada contratada por el Departamento de Estado norteamericano. Tras ser condenados los presuntos culpables, ahora la sentencia fue anulada.

En 2014, Nicholas Slatten, exguardia de Blackwater, fue declarado culpable de asesinato en primer grado y condenado a cadena perpetua tras comprobarse que fue el primero en disparar contra civiles en la plaza Nisur, en Bagdad. Tres excompañeros suyos, Paul Slough, Dustin Heard y Evan Liberty― recibieron 30 años de prisión cada uno por múltiples cargos de homicidio voluntario e intento de homicidio involuntario.

La semana pasada, el Tribunal de Apelaciones de Estados Unidos anuló la condena y ordenó un nuevo juicio para Nicholas Slatten, alegando que la corte actuó fuera de sus atribuciones cuando no permitió un juicio separado. Además, el Tribunal también ordenó la revisión de los veredictos de sus coacusados […]

La empresa Blackwater fue subcontratada por el Departamento de Estado de EE.UU. por varios millones de dólares y operó durante acciones estadounidenses en Irak y Afganistán. La compañía, aunque gozaba de inmunidad legal, fue criticada en múltiples ocasiones debido a su excesiva agresividad.

Tras verse envuelta en el escándalo de la matanza de civiles iraquíes, con el fin de limpiar su manchada reputación, la empresa tuvo que cambiar su nombre a Xe Services en 2009. En 2011, cambió su denominación una vez más a Academi.>>[1]

Los imperios y sus ejércitos

Característica de los imperios son sus poderosos ejércitos, y su decadencia está frecuentemente ligada a la negativa de sus hijos para enrolarse en los ejércitos, por lo que han tenido que recurrir a ejércitos mercenarios, a los que no les interesa la grandeza del imperio, ni la seguridad de la patria.

Tal es el caso del imperio más poderoso de la antigüedad: el romano, que empezó incorporando en sus filas a hijos de caudillo bárbaros, mismos que al adquirir conocimientos militares y mando se volvieron contra el mismo, como sucedió en el caso de Arminio en el siglo I d. c. Posteriormente el Imperio permitió el asentamiento de pueblos bárbaros en sus territorios fronterizos con la obligación de que los defendieran contra otros pueblos; pero estos no cumplieron o se volvieron finalmente contra el gobierno de Roma. Analicemos más a detalle cómo se generó esta caída.

La caída de Roma

<<Si por algo destacó el Imperio Romano fue por su compleja administración estatal, la cual le permitía imponer un sistema fiscal eficaz mediante el cual el Estado ataba a todos los ciudadanos del Imperio. Este sistema fiscal permitía realizar un gasto público esencial: manutención de un ejército profesional, programas de obras públicas, etc. A su vez, el Estado garantizaba un circuito de redes comerciales complejas y de largo alcance. Todo esto venía aderezado con un sistema monetario versátil y estandarizado que permitía fácilmente integrarse en el mismo.

La caída de Roma supuso que otras estructuras políticas se presentasen como las herederas del antiguo Imperio. Pero es ahora, cuando la autoridad central ha caído, cuando verdaderamente se constituirán como independientes: Odoacro como rex de Italia, el reino de Tolosa visigodo, las últimas reminiscencias romano-estatales con Siagrio, etc.

¿Hasta qué punto pudieron éstas suplantar el complejo papel de la antigua maquinaria estatal? Lo cierto es que no lograron mantener el antiguo orden administrativo y económico. No fue un mal endémico per se de los nuevos gobernantes, sino que el propio Imperio en sus última décadas se vio sumido en los mismos problemas. Pongamos un ejemplo ilustrativo, el sistema fiscal: ¿qué sentido tenía realizar el cobro impositivo si no había una respuesta por parte de la autoridad? ¿De qué le servía al campesino libre entregar una parte de su cosecha si el Estado no podía garantizar el control de sus fronteras?

El resultado fue que desde el siglo IV vamos a presenciar un movimiento sociológico novedoso en la historia romana, el patrocinium (Wickham, 1989): una gran parte de la población rehusaba del pago impositivo porque lo veía injusto e innecesario, es entonces cuando estas gentes buscaron protección en las aristocracias. Estos patronus les permitían guarnecerse ya no solo del enemigo invasor sino también del enemigo interno, los cobradores de impuestos. Una vez adscritos a las propiedades debían de ceder parte de su producción al potentes, además de realizar ciertas prestaciones (corveas) en la hacienda.

Las nuevas estructuras políticas intentaron mantener el antiguo sistema, pero realmente la situación había cambiado demasiado y la herencia romana no se adecuaba a los tiempos que corrían. Por consiguiente vamos a ver como los sistemas fiscales tuvieron un menor recorrido e implantación. El Estado dejó de lado muchas de las antiguas prestaciones, por consiguiente los ejércitos comenzaron a privatizarse (Sanz, 1986) o las antiguas infraestructuras estatales comenzaron a deteriorarse.>>[2]

Los"condottieri" italianos

La profesión mercenaria tiene una larga —si no demasiado honrosa— tradición, uno de cuyos antecedentes son los "condottieri" italianos que entre los siglos XIV y XVI libraban guerras en nombre de los poderosos de su tiempo. Entre ellos encontramos ilustres apellidos como Sforza, Gattamelata, o Colleonico, pero también soberanos como Sigismondo Malatesta, señor de Rímini, o de Federico da Montefeltro, duque de Urbino, que desempeñaron esta actividad durante un tiempo


En la Italia de finales de la Edad Media y el Renacimiento, la figura del condottiero marcó indiscutiblemente una época en que esa península fue víctima de inacabables luchas entre las poderosas ciudades estado, las casas nobiliarias, la Iglesia y los intereses de las monarquías europeas más pujantes o con intereses en esa zona, tales como Aragón (luego España tras la unión de los reinos) o Francia. 

El término condottiero proviene de condotta, que no significa otra cosa que contrato. Así pues, un condottiero era un contratista, eufemismo lo suficientemente ambiguo como para tapar su verdadero significado: mercenario. Sin embargo, los condottieri no eran los típicos mercenarios al uso que suele aparecer en el imaginario popular en cuando se menciona esa palabra con connotaciones tan chungas. De entrada, el condottiero no era el típico sujeto mal encarado y harapiento que se suele pensar, sino miembros de la hidalguía o incluso la nobleza italiana de la época. Eran verdaderos profesionales de la guerra sin más ideología o patria que el puñetero dinero, y que igual servían a una ciudad que, al cabo del tiempo, se ponía al servicio del noble que quería apoderarse de la misma. Hay que recordar que, en aquella época, Italia era un maremagno de ciudades estado, posesiones de Aragón, de Francia, de Roma y de las más encumbradas familias como los Medicis, los Orsini o los Sforza. O sea, que allí ni había patria ni gaitas. Solo intereses personales o familiares.



Las tropas del Imperio Norteamericano

Estados Unidos a lo largo de sus intervenciones en América y Filipinas ha recurrido a tropas reclutadas entre sus numerosos inmigrantes, lo que en el caso de la invasión a México en 1847, redundó en que el Batallón de San Patricio, conformado por inmigrantes irlandeses, identificados con los mexicanos por su religión católica y lo injusto de la invasión, se unieran a las tropas de México, luchando contra el invasor norteamericano.

En las guerras de siglo XX, el Imperio recurrió a la misma fórmula de reclutar inmigrantes, con el premio de obtener la nacionalidad, pero también al reclutamiento de norteamericanos afroamericanos y de blancos pobres, mediante el ofrecimiento de becas universitarias.

La absurda y prolongada Guerra de Vietnam de 1955 a 1975

La participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam, fue un rotundo fracaso, ya que implicó cerca de 20 años de confrontación, participación de 536,000 efectivos y más de 55.000 muertos. Las consecuencias afectarían definitivamente su forma de hacer la guerra en lo futuro.

1. La oposición a la guerra se extendió dentro y fuera de los Estados Unidos entre la juventud siendo una de las causas del movimiento contra el sistema, creando un movimiento de evasión denominado hippie.

2. La guerra dejo a centenares de miles de soldados con adicción a las drogas y afectados por el agente naranja herbicida usado durante la guerra.

3. Las universidades estadounidenses fueron escenarios de manifestaciones de protesta en contra de la implicación de Estados Unidos en esta guerra.

4. Se dio el síndrome de Vietnam en el cual Estados Unidos perdió su espíritu de nación libertadora y vencedora.

5. Provocó miles de minusválidos, amputados, paralíticos y trastornados mentales.

Las guerras de la familia Bush

1.- Tras 15 años de paz, el Imperio superó el “síndrome de Vietnam” y volvió a las intervenciones armadas, pero ahora con una nueva metodología. Fue el Cesar 41° llamado George Herbert Walker Bush, quien decretó la Primera Guerra del Golfo comúnmente conocida como Operación Tormenta del Desierto. 

La Guerra del Golfo (agosto de 1990 a febrero de 1991) fue un conflicto bélico librado por una fuerza de coalición autorizada por las Naciones Unidas, compuesta por 34 países y liderada por Estados Unidos, contra la República de Irak en respuesta a la invasión y anexión iraquí del Estado de Kuwait. Este fue el nuevo esquema que propondrían los Bush, para repartir los costos financieros y humanos, así como de desprestigio por la intervención contra un país más débil. Además se libró un tipo de guerra de alta tecnología que permitió reducir considerablemente las bajas de los invasores, no así de las fuerzas enemigas, ni de la población civil

2.- Fue George Walker Bush, jr, quien en el primer año del siglo XXI, realiza una intervención en el lejano Afganistán, como represalia a los atentados mediante vuelos comerciales a la Torres Gemelas en Manhattan (que vimos caer como caen los edificios demolidos mediante explosivos), al Pentágono (donde nunca se encontraron restos de un avión) y el vuelo 93 de United Airlines, que no alcanzó ningún objetivo al resultar estrellado en campo abierto, cerca de Shanksville, en Pensilvania. Atentados cometidos por nacidos en Arabia Saudita, pero atribuidos a la red yihadista Al Qaeda de Osama Bin Laden, quien se guarecía en el feudal Afganistan.

Para esta guerra de intervención en Afganistán (2001-2017) el Imperio buscó nuevamente repartir los costos financieros y humanos valiéndose de la ONU, a través de una “coalición internacional comandada por Estados Unidos, en donde participaron además Reino Unido, Canadá, Australia y fuerzas gubernamentales afganas” y posteriormente de una Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF), integrada por 49 países, con lo que la aportación de EE. UU., de un total de 112.579 efectivos, se redujo a tan solo 74,400. En la actualidad se estima que permanece una fuerza de 13,500 hombres, 9,000 de los cuales son norteamericanos.

Lo interesante es que en esta guerra empiezan a aparecer empresas como Blackwater, Triple Canopy o DynCorp, que cumplen con tareas de patrullaje, escolta y vigilancia en Afganistán, Arabia Saudita, Somalia e incluso Colombia. Reclutan exmilitares de la SAS inglesa, de los Seals gringos o rudos oficiales surafricanos que ganan hasta 1.000 dólares diarios, y soldados africanos, afganos o latinoamericanos (algunos colombianos), que se juegan la vida por 250 dólares mensuales. 

Su bonanza empezó con la llegada de George W. Bush al poder en 2000. Desde entonces, los ejércitos asumen cada vez menos tareas que no sean estrictamente de combate. La comida para los soldados, la construcción de edificios militares, las traducciones o la mensajería son asumidas por contratistas.

A pesar de sus promesas electorales, el presidente Barack Obama invirtió millones de dólares en estas empresas para servicios de seguridad y de inteligencia. Así en 2012, en Afganistán había 113,491 contratistas frente a 90,000 militares del ISAF. El diario The New York Times informó en febrero de 2012 que en el último año habían muerto en ese país más agentes privados que soldados regulares. En las ramas de inteligencia, según el periódico The Washington Post, cerca del 30 por ciento de la fuerza de trabajo era contratista privado. 

3.- Sin concluir la intervención en Afganistan, EE. UU., inició la Guerra de Irak, también conocida como Segunda Guerra del Golfo, (marzo de 2003 a diciembre de 2011). La invasión llevó a la rápida derrota de las fuerzas iraquíes, el derrocamiento del Presidente Saddam Husein, su captura en diciembre de 2003 y su ejecución en diciembre de 2006. La coalición dirigida por los Estados Unidos en el Irak ocupado trató posteriormente de establecer un nuevo y débil gobierno democrático (que finalmente abriría las puertas al Estado Islámico).

Si bien el pretexto fue ahora “el desarrollo de armas de destrucción masiva” (finalmente no comprobado), el esquema del Imperio fue el mismo, buscar repartir los costos financieros y humanos, valiéndose de una resolución de la ONU, por lo que nuevamente se conformó una coalición multinacional, compuesta por unidades de las fuerzas armadas de los propios Estados Unidos, el Reino Unido y de contingentes menores de Australia, Dinamarca, Polonia, El Salvador, España, Italia, República Dominicana y otros países. A pesar del gran número de fuerzas aliadas, se incrementó la participación de “los contratistas”




Status de las tropas imperiales mercenarias, en la actualidad

<<La tercerización de las operaciones militares le trae grandes beneficios a los gobiernos. Por un lado, como explica John Louth, “el gobierno reduce gastos en nómina, pensiones, burocracia, entrenamiento, licitaciones y los eventuales costos de las heridas o de los traumas posconflicto”. Las empresas también son mucho más flexibles y se adaptan rápido a la demanda. Pero sobre todo, los dirigentes se ahorran problemas. Cuando se muere un militar, el impacto psicológico y político desgasta a cualquier gobierno. Si fallece un contratista no entra en las estadísticas oficiales. Ni siquiera es noticia. 

Esa alternativa es barata y práctica, pero cínica y preocupante, pues queda en un limbo jurídico frente al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Los contratistas son civiles, sus empresas no son actores del conflicto, aunque a veces combaten, matan y violan los derechos humanos. En el Ejército, en la CIA o en la DEA los oficiales son responsables de las acciones de sus hombres. Pero para Blackwater (hoy conocida como Academi) y para las empresas de inteligencia como Stratfor solo hay intereses comerciales y una responsabilidad difusa, pues no hay un marco claro hasta donde pueden llegar. 

Otro problema es que los contratos de seguridad no reciben seguimiento, ni evaluación, ni supervisión. Una comisión bipartidista del Congreso de Estados Unidos estimó en 2011 que más de 31.000 millones de dólares se evaporaron en malversaciones, sobrecostos y corrupción. Como lo resalta el informe, “con más de 260.000 contratistas en Irak y Afganistán, y costos por encima de los 206.000 millones de dólares, el gobierno confía demasiado en estas empresas. Las instituciones federales de control no son suficientes para vigilarlas. Esto tiene que cambiar.”>>[3]

Afganistán: ¿se dejará la intervención en manos de los contratistas? 

En la semana del 17 al 23 de julio, ante el alargamiento del conflicto y el fortalecimiento de los talibanes en ese país, trascendió que el asesor especial del presidente Trump, Steve Bannon, y Jared Kushner, asesor y yerno del mandatario propusieron un nuevo plan para ganar la guerra en Afganistán: remplazando al ejército estadunidense con contratistas privados.

“Erik Prince (fundador de la empresa militar Blackwater) y Stephen Feinberg (el propietario de DynCorp International) han creado un plan más barato y mejor que el del Ejército (estadounidense, para Afganistán)”, informan fuentes próximas a los dos empresarios.

También trascendió que el propio Feinberg presentó el mencionado plan al secretario de Departamento de Defensa estadounidense (el Pentágono), Jim Mattis, quien sólo “lo escuchó por educación y respeto”, declarando que no permitirá la involucración del sector privado en el conflicto de Afganistán.


Notas:

[1]https://actualidad.rt.com/actualidad/246607-derechos-humanos-penas-blackwater?utm_source=browser&utm_medium=aplication_chrome&utm_campaign=chrome 

[2]Agustín Sánchez García, para revistadehistoria.es, 10/02/2017, https://revistadehistoria.es/la-caida-de-roma-y-el-comienzo-de-una-edad-feliz 

[3] http://www.semana.com/mundo/articulo/la-guerra-privatizada/254350-3 


jueves, 27 de julio de 2017

MARTÍN LUTERO: MITOS Y REALIDADES





Las celebraciones en torno al quinto centenario del cisma luterano, que impulsó el monje agustino, obvian los aspectos más oscuros de su figura y legado. El manto religioso oculta un conflicto político y nacionalista.

María Elvira Roca Barea | 23 julio 2017

Dice la leyenda que el 31 de octubre de 1517 el monje agustino Martín Lutero (1483-1546), escandalizado por el vergonzoso espec­táculo que la Iglesia ofrecía e indignado por la venta de indulgencias, clavó en las puertas de la iglesia de Wittenberg las 95 tesis que desafiaban el poder de Roma. Se cumplen por tanto 500 años y Alemania está celebrando con fasto este aniversario. Merkel y Obama homenajearon el 25 de mayo a Lutero en la puerta de Brandeburgo y por las mismas fechas se inauguró una espectacular exposición en Wittenberg. 

Esto, por citar sólo alguno de los eventos más destacados. Desde que acabó la II Guerra Mundial los aniversarios luteranos (nacimiento, muerte, 95 tesis, iluminación divina durante la tormenta de 1505…) apenas revestían relevancia. Pero ahora esto ha cambiado. ¿Por qué?

El gesto descrito a las puertas de la iglesia de Wittenberg es la representación mítica y ritual de lo que significó Martín Lutero para el entonces llamado Sacro Imperio Germánico. Hace mucho que se duda de que clavara sus tesis; las menciones al acto desafiante aparecen mucho después conforme se va adornando y mitificando al personaje Lutero y al cisma que trajo consigo. Pero, si non è vero, è ben trovato. Resulta mucho menos heroico mandar por correo —que es lo que con toda probabilidad sucedió— el texto de protesta al obispo de Maguncia. Así que el gesto simbólico conserva hoy toda su prosopopeya teatral pero era mucho más épico en aquel tiempo, porque el hombre del siglo XVI sabía que este era el modo en que se daban a conocer los llamados carteles de desafío, con los que un caballero insultaba públicamente a otro y le retaba a duelo. Había que responder, si no, quedaba deshonrado para siempre. Hay en la figura de Lutero un componente de heroísmo a toro pasado muy interesante para comprender su significado en la historia de Alemania y sí, no se sorprenda el lector, en la de España.

El cisma luterano es la manifestación de un problema político, y haberlo mantenido en el orbe de lo religioso enturbia completamente su comprensión. A través de él se expresa el nacionalismo germánico de la primera hora y por eso Martín Lutero es celebrado y exaltado en 

Alemania cada vez que a ese nacionalismo le sube la temperatura. Desde la II Guerra Mundial no se ha conmemorado de manera significativa ninguna efemérides luterana. En 1983 pasó sin pena ni gloria en la RFA el quinto centenario del nacimiento de Martín Lutero que tan festejado fue en tiempos de Bismarck. Así, por ejemplo, el 10 de noviembre de 1883, el emperador Guillermo I encabezó el desfile del cuarto centenario del nacimiento de Martín Lutero en Eisleben.

Lutero fue el gran valedor de las oligarquías, el garante religioso de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en el atraso y la pobreza

En Historia del año 1883 Emilio Castelar escribe: “Los pueblos protestantes han celebrado el cuarto centenario de Lutero con universales jubilaciones”; y también que aunque “los católicos y los protestantes de Alemania no han podido acordarse para celebrar al creyente, se han acordado para celebrar al patriota”. Pero lo más interesante es el colofón: “Nosotros, que no pertenecemos a la religión luterana ni a la raza germánica, españoles y católicos de nacimiento, podemos celebrar sin escrúpulo al que, iniciando la libertad de pensamiento y examen, ha iniciado las revoluciones modernas, a cuya virtud hemos roto nuestras cadenas de siervos y proclamado la universalidad de la justicia y del derecho”. No necesitamos por tanto ir a Wittenberg y leer los textos que comentan la espectacular exposición. Lo que allí se cuenta es exactamente lo mismo que Castelar nos dice: Lutero, el padre de la libertad religiosa en Europa; Lutero, el héroe por cuyo esfuerzo sin par este continente se libró de las tinieblas y de la esclavitud. Dice Castelar que “hemos roto nuestras cadenas”. A Lutero le debemos nada menos que “la justicia y el derecho”, porque resulta evidente que los españoles no teníamos. 

Qué simpático resulta esto de que los hijos de Roma desconozcan el Derecho, los pobres.

Y, claro está, si Lutero rompe cadenas es que había cadenas que romper y alguien las había puesto. Si trae la libertad de pensamiento es que tal cosa no existía, ¿y quién lo impedía? No hace falta ni nombrarlo pero está ahí, constantemente presente: el oscuro y siniestro Imperio español y católico. Para que el héroe Lutero exista tiene que haber un monstruo al que él se enfrente. Si no hay monstruo, no hay héroe. Quien visita hoy Wittenberg o cualquiera de las muchas exposiciones y celebraciones que pueden verse en Alemania, incluso si es español y católico —especialmente si es español y católico— no ve el decorado que hace posible el brillo germánico. Cuando digo católico no quiero decir creyente. La fe es irrelevante en este contexto. 

Nos referimos a quienes han nacido en un país de cultura católica. Porque ese relumbrón germánico ha necesitado siglo tras siglo como condición sine qua non para su exaltación que el sur mediterráneo sea oscuro y atrasado, inmoral y decadente, vago y poco fiable. Es en tiempos de Lutero cuando el adjetivo welsch —una denominación geográfica poco precisa para referirse al sur— pasó a significar latino o románico, y malvado e inmoral al mismo tiempo.

La “libertad luterana” no resiste una mirada cercana y libre de prejuicios. Comenzó provocando una guerra espantosa que se llamó la Guerra de los Campesinos y que dejó más de 100.000 muertos en los campos del Sacro Imperio. Porque los campesinos se creyeron de verdad aquellas exaltadas predicaciones en boca de Lutero y de otros que clamaban contra las riquezas acumuladas por los poderosos de la tierra con Roma como garante de tales injusticias. Esto provocó una convulsión social como no se ha conocido otra en Europa hasta la Revolución Francesa. Los príncipes alemanes, cuyo propósito era básicamente oponerse al emperador, no pensaron que alentar aquella efervescencia antisistema (Carlos V y el catolicismo) pudiera volverse contra ellos, pero tuvieron que enfrentarse a una revuelta de proporciones gigantescas. 

Algunos clérigos revolucionarios como Müntzer, llamado el teólogo de la revolución, se mantuvieron fieles a sus principios hasta el final y fueron ejecutados, pero Lutero decidió sobrevivir. Desde comienzos de 1525, tras la muerte de Hutten y Sickingen, los dos cabecillas revolucionarios que lo habían amparado, Lutero se pone al servicio de los príncipes alemanes y alienta la violencia brutal con que los grandes señores germánicos acabaron con estas rebeliones de campesinos: “contra las hordas asesinas y ladronas mojo mi pluma en sangre, sus integrantes deben ser estrangulados, aniquilados, apuñalados, en secreto o públicamente, como se mata a los perros rabiosos”.

Desde entonces Lutero se convierte en el gran valedor de las oligarquías señoriales, en el garante teológico de un feudalismo tardío que mantuvo a Alemania en un estado de pobreza y atraso ya superado en España y en la mayor parte del sur. El enquistamiento por la vía religiosa de estas oligarquías impidió la unificación de Alemania e hizo posible una supervivencia anómala del sistema feudal en esa parte de Europa. Casi todo el mundo sabe que el régimen de los siervos duró en Rusia hasta el siglo XIX, pero se ignora que en Alemania también, notablemente en las zonas protestantes. Uno de los primeros estados en abolir las leyes de servidumbre fue la católica Baviera en 1808, pero el proceso no culminó hasta mediados del siglo en la zona oriental. Bien. Esto por lo que respecta a Lutero como libertador social. Vamos ahora a Lutero como libertador mental.

Casi la cuarta parte de las propiedades del Sacro Imperio cambiaron de manos. No hubo un latrocinio igual hasta la Revolución Rusa

Libertad religiosa o libre examen son dos iconos lingüísticos acuñados por Lutero que no tuvieron nunca un reflejo en la realidad, como demuestra primero la lógica y luego la historia.

Supuestamente el libre examen significa que el cristiano debe entenderse con Dios directamente a través de los textos sagrados, sin intermediarios gravosos e inmorales como “los romanos” (así llamaba Lutero al clero católico, aunque fuesen tan alemanes como él). Si esto es así, hay una consecuencia inmediata: la desaparición del clero por innecesario. La evidencia demuestra que esto jamás sucedió, porque Lutero no operó la destrucción de las iglesias, sino que creó otra. Ni Lutero dejó de ser clérigo, ni disminuyó el número de ellos en el Sacro Imperio. 

Simplemente se formó un nuevo cuerpo sacerdotal que también condujo al rebaño hacia donde debía ir. Solo que ahora ese cuerpo de pastores sirve únicamente al señor del territorio (y no a un papa extranjero y a un emperador aliado con el mundo welsch) que es el que le da de comer. 

Si le sirve bien, como hizo Lutero, vivirá bien. Vivirá incluso mejor que con los “romanos” y, así, Lutero recibió del príncipe de Sajonia, como primera prueba de gratitud, el que había sido su antiguo convento en Wittenberg. Es un muy bello palacio, donde se instaló con su nueva esposa, sus parientes y sus criados. Había nacido en el seno de una familia muy humilde y estos lujos, como monje agustino, no se los hubiera podido permitir nunca. Y no tocaremos aquí más el asunto de las críticas feroces contra los lujos del clero “romano”.

La libertad religiosa es probablemente el tótem lingüístico más afortunado de Martín Lutero. Ha sido y es ininterrumpidamente esgrimido frente a las tinieblas del catolicismo y de su nación defensora por antonomasia, España. No hace falta siquiera pensar mucho para ver a dónde va a parar la libertad luterana. Si tal cosa hubiera existido alguna vez, siquiera teóricamente, también los católicos u otras facciones protestantes hubieran tenido derecho a ella. Si el cristiano es libre para interpretar los textos sagrados, entonces, también la interpretación católica es posible y debe ser aceptada. Y debería haber sido respetada en consonancia con la “libertad religiosa” que Lutero y sus diáconos predicaban. Si la lógica humana no es una patraña desde su misma raíz, esto es así. Pero lo cierto es que el nuevo clero creó una versión del cristianismo que fue la única aceptable y todas las demás fueron proscritas y perseguidas; la católica por supuesto, pero también los anabaptistas, calvinistas, menonitas, etcétera.

Se le esgrime como adalid de la libertad religiosa, pero el clero luterano proscribió y persiguió las demás versiones del cristianismo

Sin embargo, siglo tras siglo, Lutero se ha paseado por la historia de Europa inmune a la verdad, a los hechos y a la lógica. Puede el lector teclear en Internet en algún buscador la secuencia “Lutero libertad religiosa” y verá. Si lo hace en inglés y alemán, se quedará pasmado. 

Podríamos llevar este juego perverso con las palabras un poco más lejos y exasperar los argumentos históricos habitualmente aceptados. Porque aplicar la “libertad religiosa” en sentido luterano es lo que hicieron los Reyes Católicos en España, a saber, que todos los súbditos deben tener la misma religión que su señor terrenal. Este es el principio conocido como cuius regio, eius religio, y dio cobertura legal a los príncipes alemanes para obligar a las poblaciones de sus territorios a hacerse protestantes, lo quisieran o no, y no siempre con persuasivos y pacíficos sermones. Pero es evidente que los Reyes Católicos no pueden ser padres de la libertad religiosa, aunque hicieron exactamente lo mismo, porque, como dice Castelar, nosotros no somos luteranos ni pertenecemos a la raza germánica.

A estas alturas ya estará preguntándose ¿pero por qué tenían este empeño los príncipes alemanes en hacerse protestantes? Pues no es difícil tampoco de explicar, pero para eso, como señalamos más arriba, hay que salirse del terreno religioso, de la superioridad moral y de las palabras totémicas donde empeñosamente ha insistido todo el protestantismo en situar aquel sangriento conflicto. Casi una cuarta parte de los bienes raíces del Sacro Imperio cambiaron de manos, entre las confiscaciones de propiedades eclesiásticas y las de aquellos que abandonaron los territorios protestantes por negarse a acatar la conversión forzosa. Hasta la Revolución Rusa no ha habido latrocinio comparable en Occidente. Pero, claro está, no los llamamos así, porque el uno tenía una cobertura teológica y el otro una cobertura ideológica. En definitiva: una justificación moral. Esto naturalmente no se lo van a contar al visitante en la magna exposición de Wittenberg.

Fue furiosamente antisemita y prefigura el programa nazi. La noche de los Cristales Rotos se hizo en honor a su 450 cumpleaños

Lutero fue no solamente anti-latino sino furiosamente antisemita. El filósofo alemán Karl Jaspers escribió que el programa nazi está prefigurado en Martín Lutero, que dedicó a los judíos párrafos espeluznantes: “Debemos primeramente prender fuego a sus sinagogas y escuelas, sepultar y cubrir con basura a lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza”. El primer gran pogromo de 1938, la noche de los Cristales Rotos, fue justificado como una operación piadosa en honor de Martín Lutero, por su 450 cumpleaños. A las elecciones de 1933 concurrió Hitler con un soberbio cartel donde la imagen de Lutero y la cruz gamada aparecen juntas. Las celebraciones luteranas de los nazis fueron espectaculares. Con idéntica ferocidad alentó y justificó Lutero la quema de brujas, que dejó en Alemania no menos de 25.000 víctimas, según Henningsen. Llevamos tantos miles, millones de muertos con este asunto que es mejor no hacer cuentas.

Pero no hay de qué avergonzarse. Alemania celebra sin disimulo a Martín Lutero porque se siente bien, porque Lutero es el padre del nacionalismo alemán y de su iglesia y tiene por lo tanto… indulgencia teológica. Desde que se produjo la reunificación y vino luego el euro como mágico elixir, Alemania está en un tiempo nuevo y afronta sin sombras una hegemonía europea incontestada. Gran Bretaña ha desertado del barco de la Unión y Francia no está en condiciones de enfrentarse a la indiscutible supremacía germánica. Ni España ni Italia parecen darse mucha cuenta de cuán necesarias son para compensar esta hegemonía y andan perdidas, sin poder superar el complejo de inferioridad que asumieron hace siglos. Porque con todo esto llegamos al gran asunto que aquí se ventila: el de la superioridad moral frente al porcino mundo no protestante, en el cual vivimos y que ha sido tan absolutamente asumida que muchos de nuestros periódicos, como en tiempos de Castelar, se han sumado gozosos a la celebración luterana, tan ciegos y tan perdidos en el laberinto de su propia inferioridad hoy como hace 100 años.


Fuente: https://internacional.elpais.com/internacional/2017/07/21/actualidad/1500642089_505462.html